Capítulo 7:
Simplemente… un Sueño
Mi amante vendrá pronto.
Él dijo que vendría al portón del jardín.
Mi madre todavía está levantada.
Puedo oír a mi corazón latiendo
como una espada sobre un escudo.
(Anónimo, Libro de las Odas)
Al caer la tarde, el solitario pabellón de la biblioteca se llena de la vibrante melodía del guqin mientras practicas en él. Tu corazón, generalmente tranquilo, habitualmente en calma, lleva días clamando desesperado por aquel anhelo que no muere. Ansioso por verle aunque sea un segundo, por hablarle aunque sea en un breve saludo; ávido porque te note y sus ojos curiosos no se aparten de ti, a pesar de saber que deberías mantenerlo lejos, muy lejos, porque es totalmente inadecuado y será tu perdición.
Digitando una nota tras otra con la habilidad adquirida por largos años de práctica, permites que la suave melodía penetre en tu corazón y lo llene, confiando en que la música, como siempre lo ha hecho, destierre de tu mente todo lo ajeno, todo lo innecesario; pero, como ha venido ocurriendo durante las últimas semanas, te resulta imposible. Cada nota te recuerda su risa y sus palabras, cada acorde es una evocación de los escasos momentos que han pasado juntos, de sus miradas burlonas ante tus serios regaños y aquella muda petición que siempre parece iluminar sus ojos cuando se encuentran: «estoy aquí, nótame, mírame».
Tocando suavemente las cuerdas, como si de una gentil caricia se tratase, tus dedos se deslizan sobre estas con habilidad. Y mientras las notas fluyen como el agua que corre, aquel caos de emociones y sentimientos que te inundan por dentro desde que lo conociste toman forma, creando una canción que expresa mucho mejor lo que sientes que tus propias palabras.
Quieres verlo, quieres hablarle, quieres decirle tantas cosas que no sabes cómo expresar; pero lo sientes tan inalcanzable y al mismo tiempo tan incorrecto, tan imposible, que te contienes y te resguardas, porque sabes que, aunque es la peor elección de todas, no puedes dejar de contemplarlo y anhelarle.
Y la música del guqin resuena y en ella su risa vibra… Y es entonces que abres los ojos y el sueño se rompe, trayéndote de regreso a tu solitaria realidad donde tu absurda timidez te refrena.
Pero aunque solo puedes verlo en sueños, buscarle en sueños, amarle en sueños, esperas por el momento preciso en que el milagro ocurra y tus sentimientos sean suficientes, en que tus palabras no dichas puedan llegarle y finalmente le alcances.
El momento preciso en el que él se convierta en algo más que simplemente un sueño.
La música ya no suena cuando tus ojos se abren y el sueño se disipa, pero el latir de tu corazón marca un ritmo constante que te recuerda la vida y la calma, aquella que ahora compartes con él.
Lo observas dormido a tu lado, aferrado a ti en medio de la silenciosa noche mientras sientes como aquella felicidad que creíste tan esquiva, tan imposible, finalmente está al alcance de tu mano porque amas y eres amado.
Tus ojos recorren el rostro de Wei Ying, cuya suave quietud contrasta con su habitual vitalidad y sus risas fáciles. Dormido, la tormenta pasa a ser calma y la vorágine entra en un silencioso receso, como si fuese un remanso de paz. Y te sientes agradecido, y te llenas de júbilo no solo por tenerlo a tu lado, sino porque sabes que está seguro y es feliz; porque en esta vida vuelve a tener una familia a quien amar, porque el dolor del pasado ya ha quedado en el olvido, porque la enorme carga que se obligó a llevar sobre sus jóvenes hombros se ha aliviado al ser compartida. Ya no está solo.
Contemplándolo en aquel plácido sueño, oyendo el acompasado fluir de su respiración, no puedes sentirte más afortunado. Él ha regresado y los errores del pasado han sido redimidos. Él ha regresado y las confusiones de antaño han dado paso al entendimiento mutuo. Él ha regresado y tus silenciosas palabras, tus enormes sentimientos, lograron alcanzarlo, haciendo que milagrosamente seas correspondido.
Recordando el sueño que acabas de tener, no puedes evitar pensar en cómo a los quince años aquel presente te pareció siempre tan quimérico como imposible Todo en ti eran dudas, eran miedos, y una necesidad casi implorante de ser para él algo más que aquel que solo recordaba reglas e imponía castigos; porque cada vez que oías su risa, tu corazón se aceleraba; y cada vez que sus palabras te provocaban, sentías que eras el dueño del mundo.
A los quince años, con todas tus inquietudes y tus temores, te enamoraste de un modo total y abrumador, un amor para toda la vida; y hoy, que al fin has podido alcanzarlo y amarle libremente a pesar de todo el dolor y las pérdidas, de lo largos años de separación, te sientes infinitamente en deuda con la vida o el destino, con aquella posibilidad que te ha sido otorgada para volver a encontrarle.
Y es así como, sumido en la oscura tranquilidad de la noche, lo contemplas hasta que su imagen queda grabada en tu retina, en tu memoria, en tu corazón. Lo contemplas hasta que el cálido peso de su cuerpo contra el tuyo te recuerda que es real y no un simple sueño. Lo contemplas hasta que todos aquellos años transcurridos se convierten en un breve suspiro en el tiempo, en un pequeño instante en sus vidas donde la separación solo fue un «nos vemos pronto» y un «estoy de regreso».
A los quince años amarlo fue un sueño imposible, encerrado entre las notas de tu guqin y una melodía que hablaba de tu amor; a los veinticinco, aquella canción de cuerdas rotas se convirtió en un recordatorio que hablaba de tu pérdida y tu luto; la remembranza de tus sueños quebrados teñida con la esperanza de su regreso, aunque fuese en muchos años, en otra vida.
Y el pasado se convierte en un suspiro y el dolor se disipa al cerrar tus ojos, convirtiendo todo en notas vibrantes y una melodía llena de sentimientos. Y ya no te importa soñar, no si es con él, aquel que siempre ha sido tu más ansiado y maravilloso sueño.