Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Todas las historias... por Radhe

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

II

 

Fue un pequeño traspié lo que delató a Loki; hubiera podido pasarlo por alto si mi atención hubiera vacilado, pero no fue así. Fue un movimiento casi imperceptible, acompañado de una pátina de sudor perlando su frente y de una mueca en la comisura de sus labios, una expresión mínima -pero franca- de dolor. Eso bastó para darme cuenta: algo no andaba bien.

 

Seguí sus pasos mientras hacía un discreto deambular hacia la salida, paulatino, lleno de rodeos, de cambios de dirección, de pláticas intrascendentes. Cuando por fin salió del salón –sin que nadie más se diera cuenta– toda tranquilidad se esfumó de su cara, palideció, apretó los dientes y sus ojos se volvieron extrañamente brillantes; tuve que mirarlo dos veces antes de comprender que aquello eran lágrimas.  

 

En cualquier otro momento me habría ocultado, hubiera huido del momento incómodo, habría dejado que resolviera aquel problema por su cuenta, sin involucrarme, sin perder la fiesta, sin dejar de beber y bailar y fingir que todo estaba bien en mi vida, que no tenía ninguna preocupación en el mundo. Pero no pude; no esa noche, no en ese momento… no viendo a Loki así. Me acerqué sin ocultar mis pasos y por un momento creí que lo disimularía todo, que volvería a la fiesta con un ademan de superioridad; o que fingiendo entereza se retiraría hacia sus aposentos; pero no hizo nada de eso, se sujetó a mi brazo con unos dedos fríos como el acero e igual de duros y con una voz jadeante y no exenta de ruego jadeó directamente frente a mi cara:

 

–No le digas a tu padre.

 

No era el tono de una súplica, tampoco tenía el carácter de una orden. Era un conjuro, un veneno disfrazado de palabras, una daga a mi subconsciente… y no me hizo mayor efecto, porque no planeaba decirle de ninguna manera, porque sabía de sobra lo que se escondía detrás de aquella sencilla frase. Era un secreto que Loki había pretendido silenciar por meses, jugando a ocultar algo que en realidad no podía esconderse porque al igual que yo, él sabía qué sucedería tan pronto como aquella criatura naciera. Era la razón que hacía callar a todos: nadie hablaba de algo que todos sabían, actuaban como si aquel bebé no estuviese porque dejaría de existir en cuanto naciera.  

 

Sus palabras eran un lamento: “No dejes que Odín me lo quite”. En mi imaginación imaginé a Loki con forma de mujer, sosteniendo a un bebé de apariencia perfectamente humana, y a mi padre poniendo un pie sobre su espalda para arrebatárselo… un hombre al que yo amaba y temía a partes iguales. Odín, el padre de todo, tan cruel como sólo puede serlo un verdadero rey, el que me había obligado a crecer con dolor; el que se decía hermano de sangre de Loki y al mismo tiempo lo condenaba a la soledad y a la muerte.

 

El trance me atrapó por unos segundos, suficiente para que Loki me soltara con un ademán resuelto y con pasos firmes y rápidos se escabullera del recinto. Lo seguí por instinto, porque no conseguía despegar mi vista de él, del ondular de su capa y de la sombra que bailaba a su paso. Con cada minuto su figura parecía encorvarse más, y comprendí que el dolor debía estar desgarrándolo. El sufrimiento no le era ajeno, como tampoco lo era para mí, y fue con desazón que comprendí que aquel dolor debía ser más profundo, y tener un significado más allá de lo que su cuerpo estaba atravesando.

 

Sin saber muy bien para qué lo seguí a través de estancias vacías, de largos y mudos pasillos; de salones secundarios y puertas abiertas. Dejamos atrás el área de las habitaciones y continuamos por las escaleras espirales hasta una de las torres. Al llegar allí nos recibió el viento frío del norte y un olor a herrumbre. Cientos de cosas abandonadas se apilaban en las paredes y en el suelo, como resistiéndose a caer en el olvido; mesas, sillas, lámparas, incluso me pareció distinguir la forma de una carreta, todo cubierto con sábanas blancas como viejos fantasmas. Cuando cerró la puerta de madera vieja por la cual entramos quedamos en penumbra, algunos rayos de luna entraban por las altas y pequeñas ventanas.

 

Sentí lástima: se estaba escondiendo, se estaba refugiando en aquella buhardilla, como si creyera que allí no podrían encontrarlo, como si Aquel Que Todo lo Ve no estuviera allí afuera, vigilando. Una parte cruel y absurda de mí se preguntó si aquel lugar le recordaría al establo donde había nacido Sleipnir, si no estaría teniendo una regresión, si de verdad creería que esta vez podría ser diferente. Un destello esmeralda me hizo sentir vergüenza de mí mismo: era el brillo de su mirada, una cargada de dolor pero al mismo tiempo de determinación. No estaba alarmado de que lo hubiera seguido, ni preocupado, no trató de alejarme ni pidió mi ayuda. Pareció ver a través de mí, evaluándome por completo y decidiendo al final que yo no importaba, parecía dispuesto a dejarme verlo todo. Sosteniendo mi mirada se quitó la capa y la dobló a un lado en un prolijo montón y sin ningún titubeo se agachó lo poco que le permitía su embarazo para quitarse las botas y los pantalones, dejando que su túnica larga le resbalara hasta las rodillas. Sosteniéndose de un par de viejos muebles se puso en cuclillas.

 

Me estremecí por completo, Loki no era humano, no era æsir, Nornas, ni siquiera era una mujer, pero estaba por dar a luz y al mismo tiempo iba a darme una lección.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).