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Estrellas de mar por Dazai_Lemonade

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Notas del capitulo:

¡Hola! Ha pasado una semana, saludos a todos.

 

En éste capítulo he metido a Úrsula jaja pero.. imaginarlo como Ruki por favor. De hecho si es Ruki lol. Espero les guste. 

 

En el centro del castillo, un preocupado Shinpei estaba frente a un tocador, acicalándose las aletas de sus antebrazos y con algunas sirenas arreglándole el cabello de forma mimosa, y aun lado, estaba su padre, sentado en el trono. Parecía que las cosas volvían a la normalidad y eso hizo a Takeru sentirse aún más risueño. Tenía una boba sonrisa en el rostro y tarareaba una melodía al azar.

 

—¿Qué le pasa a ese chico, eh? Será el futuro rey del mar y tiene la cabeza en las nubls. —El rey Neptuno estaba desconcertado por la forma de actuar de su hijo, ya que rara vez se le veía así. Pensó en voz alta, y sin embargo una de las sirenas que atendían a su hijo menor le contestó con una sonrisa de cierta empatía.

 

—¿No es obvio su majestad? Está enamorado.

 

—¿Takeru... enamorado? ¡Ah! Ya veo, esa es la razón por la que no volvió anoche.

 

Shinpei recordó lo sucedido en la noche anterior, y pensó que si aquello era cierto, la única persona de la que su hemano podía estar enamorado era aquel castaño elegante. De tal solo imaginarlos juntos, sintió un escalofrío.

 

Ajeno a todo esto, Takeru siguió nadando hasta llegar a su habitación. Miró aquella bandita que rodeaba su muñeca, hasta ahora podía sentir la presión que ejercía sobre ella, pero lo sentía más como un abrazo protector y una promesa de volver a verle.

 

—Keru, ¿qué pasó anoche? ¡Estaba preocupado por ti! ¡Pudiste haber muerto! Sabes que los humanos nos casan, algunos nos odian. No vuelvas a hacer eso, ¿me escuchas? ¡Es peligroso! —y allí estaba de nuevo la voz de su hermano menor, entrando de golpe en su habitación. La preocupación era muy notable en su voz, y hasta un poco de nerviosismo. —Tuve que mentirle a papá por ti y odio hacerlo.

 

—Lo sé, lo sé... Pero era necesario. Tú viste a esos pobres hombres, el príncipe pudo morir también. Ahora está a salvo y mira, ¿acaso no es linda? Es lo que usaba en el rostro. —alzó su muñeca para mostrarle a su hermano el pedazo de tela que le rodeaba. —Además debo volver a la superficie y devolvérsela, no sería correcto si me quedo con ella. —

 

—¿Superficie? ¿Humanos? ¡Te lo prohíbo! —Una voz gruesa e imponente dijo aquello a sus espaldas. No hizo falta voltear para saber a quién pertenecía, podía reconocer a su padre en cualquier lado y más en ese tono de molestia que utilizaba. Le esperaba un regaño y lo sabía. — Es mentira, ¿cierto? Tú jamás irías a la superficie, porque somos tritones y eso está prohibido. Pero anda, quiero escucharlo de ti.

 

El tritón pelirrosado no supo cómo reaccionar. Su padre le había escuchado y lo que había hecho era algo casi imperdonable para los de su especie.

—No fui a la superficie...— Takeru mantuvo el mentón en alto, sabía que no podía flaquear en momentos así o se descubriría, pero maldijo la capacidad de su padre para descubrir las mentiras, por algo era el rey del mar.

 

— ¡Saliste a la superficie! ¿Qué haré yo si me quedo sin mi hijo, eh? ¡Eres el futuro rey del mar y debes aprender a actuar como tal! Protege a los de tu especie, no te acerques a los humanos, odíalos... —

 

—¡No sabes cómo son ellos! —Cómo vómito verbal imposible de retener, aquellas palabras de Takeru interrumpieron las de su padre en un grito.— Son divertidos, tienen dos piernas y su cultura es tan diferente e interesante... son únicos... y sus colores. —Estaba a punto de divagar sobre las maravillas que había visto, pero se percató de que había dicho más de lo que debía, y eso podía notarlo en la mirada enfurecida de su padre, cuyo pecho subía y bajaba de la rabia que había acumulado.

 

—¡Te prohíbo que vayas con ellos! ¿Entiendes? Tu deber está aquí, gobernado a mi lado y cuidando de tu hermano. Tú, tú serás el futuro rey así que mantén esas aletas bien profundo en el mar. Olvídate de estas cosas. —Y mientras gritaba todas aquellas palabras con ira, utilizó su tridente para romper aquella bandita en la muñeca de su hijo.

 

Takeru, más que sentir tristeza, estaba furioso por la forma en que intentaban manipularlo, aunque muy profundamente, se lamentaba la perdida de aquel objeto que su padre acababa de romper. Lo único que pudo hacer, fue tomar todos los retazos de tela y mirar con furia e indignación a su padre. Sabía lo imposible que resultaría combatir al rey del mar, así que no puso ninguna resistencia y sólo hizo una rabieta que le sacó nadando de aquel castillo. Shinpei, con algo de culpa, salió detrás de él, pero no pudo alcanzarle. Su hermano tenía muchas cualidades, y una de ellas era la velocidad con la que podía nadar.

 

El tritón pelirrosado nadó lo más lejos que pudo de su hogar, sin dirección fija, pero se detuvo en cuanto se vio entre algas altas, era zona peligrosa pues una vez que se adherían a la piel se necesitaba ayuda de más sirenas para poder salir, pero al menos se sentía seguro. Nadie más iría allí por un buen rato, al menos no para buscarle.

 

Ya que las algas eran tan pegajosas, tuvo la idea de usarlas para unir la tela, pero no funcionó y tampoco quería deshacerse de ella, de tan solo pensar que ahora no podía devolverlo, unas delgadas lágrimas salieron de sus ojos, pero rápidamente se fundieron con el resto del mar.

 

—Pobre niñato incomprendido... —Bastó con mirar a la superficie para ver a un tiburón en edad adolescente hablar. Pese a ser joven, su voz parecía la de alguien muy enfermo. —Ha perdido el camino... y tiene el corazón roto... Yo sé de alguien que te puede ayudar. —

 

—No necesito tu ayuda, no interfieras en los asuntos de los demás. —Keru frunció el ceño y se dispuso a salir de entre las algas. Recordaba que también era zona de maleantes que se aprovechaban de la poca visibilidad que la flora les ofrecía.

 

—¿De veras? Hehe... ¿Incluso si te dijera que él puede unir la bandita sin problemas y llevarte a la superficie... con el dueño?

 

—¿Por qué sabes eso? ¿quién eres?

 

—Sígueme y los sabrás... pero sé rápido, que las oportunidades también tienen fecha de caducidad. —Una última risilla salió de las fauces de aquel tiburón antes de que nadara profundamente entre las algas y se perdiera por la oscuridad.

 

Takeru sabía que era algo peligroso y algo en su subconsciente le gritaba que no era correcto, que no debía arriesgar tanto por un humano que acababa de conocer apenas la noche anterior, pero su joven espíritu aventurero, la rabia hacia su padre y la chispa que encendía su corazón le pudieron más.

 

No fue problema alcanzar al otro mamífero con su velocidad, pero habían llegado a aquella zona en donde los rayos de luz no alcanzaban a iluminar y se dificultaba la visión. Fueron tragados por la oscuridad hasta llegar a una cueva oculta en forma vertical por más de esas algas y más tiburones. La cosa iba demasiado bien (o mal) puesto que no le atacaron, era cómo si le estuviesen esperando.

 

—El príncipe del mar ha llegado, Úrsula. —anunció el delfín que le había conducido a aquel lugar. Pese a estar en las profundidades, aquella cueva gozaba de buena iluminación y la roca que tenía por pared estaba bien decorada al estilo gótico. En las repisas había varios frascos coloridos y al fondo del lugar yacía una figura sentada en algo que simulaba ser un trono. A diferencia de Takeru, aquel ser tenía ocho tentáculos negros con ventosas púrpuras, algo muy lúgubre pero acorde al peinado, su cabello chocolate oscuro iba recogido por sobre su cabeza y lo único que vestía era un saco largo. Se trataba de alguien imponente a quien casi todos podían identificar, era el brujo más buscado en el mar, conocido por haber desafiado antes al rey Neptuno y haber sobrevivido para contarlo. Ahora vivía en exilio y era conocido por el seudónimo de “Úrsula”, un hombre con labios gorditos, estatura por debajo de lo normal, pero con un poder y carácter fuertes.

 

—¡Querido niño! —Al darse la vuelta, el tritón pudo ver que Úrsula llevaba pintura que acentuaba sus facciones, sus labios rojizos y sus ojos cuidadosamente delineados. No podía entender como alguien así podía vivir en el fondo del mar, parecía ser muy educado. — Tantos años sin verte... cuando te conocí no eras más que un pecesillo de agua dulce. —Úrsula abrió los brazos y abrazó con fingido cariño al confundido tritón.

 

—Tú, ¿qué te hace pensar que no le diré a papá donde te escondes? —Takeru se alejó de sus brazos y tentáculos para nadar de nuevo a la salida, pero algo le detuvo, las siguientes palabras de aquel hechicero.

 

—Mi querido niño, ¿acaso no quieres volver al príncipe? Esto... —con su magia, arrebató de las manos del pelirrosa aquellos pedazos de tela y con solo chasquear los dedos, estos se unieron de nuevo, sin dejar ninguna marca de haber sido dañado antes. — ¿No es lo que quieres? —Takeru lo miraba confundido, pues Úrsula parecía estar totalmente confiado en lo que decía. — Esto es lo que haremos... Yo te daré dos piernas y tú podrás ir con él, sin miedo de ser cazado y con la libertad para pasar tiempo a su lado... Piénsalo, ¿quién no caería a tus pies?

 

—¿Dos piernas?... Podré ir a bailes, caminar junto a él y experimentar todas esas cosas... —Todo rastro de desconfianza que Takeru tenía en aquel brujo desapareció y se alegró un poco en cuanto sintió la bandita del príncipe en sus manos de nuevo, como si nada hubiese pasado.

 

—¡Claro! Pero todo necesita algo a cambio, ¿no? Querido niño, esto es lo que haremos. Te daré las piernas, pero para conservarlas eternamente deberás lograr que el príncipe te pida matrimonio al atardecer del tercer día, ni antes, ni después. El tercero. Lo único que debes darme a cambio es... tu voz. Simple.—Úrsula no podía fingir su malicia en la sonrisa de su rostro, pero Takeru lucía más preocupado por la última parte del contrato y de manera automática se tocó la garganta.

 

—¿Mi voz?... ¿Pero sin ella cómo podrá reconocerme? —

 

—¡¿Eso qué importa?! No olvides que tan solo tu belleza es más que suficiente, jajaja. —con agilidad, el hechicero rodeó el cuerpo del tritón con dos tentáculos y lo acarició con sus ventosas. Takeru no pudo evitar sonrojarse. Nunca había sentido un tentáculo tan cerca.

 

Úrsula mezclaba brebajes en un caldero con los tentáculos que tenía libres, se formó una mezcla bastante espesa, y cuando Takeru su acercó a verlo, se encontró con su reflejo mirándolo con una pícara sonrisa.

 

—Al tercer día deberás haber conseguido que el príncipe te pida matrimonio y así, serás un humano para siempre… de lo contrario, el hechizo se romperá y te convertirás en espuma de mar. — Úrsula miraba fijamente a Takeru, como analizando cada movimiento que hacía.

 

—¿Para siempre? Pero… eso significa que no volveré a ver a mis hermanos. Y la idea de morir en espuma… tampoco me agrada. — El pelirrosa pensaba en cada situación, era un reto bastante difícil. Demasiado.

 

—Pero — Úrsula río —Tendrás a tu hombre, eso es lo que quieres. Firma ya o el contrato se cancela. —del caldero emergió un pergamino amarillento y una pluma apareció en la diestra del pequeño tritón. Como un impulso, sujetó la pluma y escribió su nombre en la parte inferior del pergamino.

 

—¿Y ahora qué? —Preguntó Takeru, dudoso.

 

—Canta ya. —La sonrisa maligna de Úrsula era tan grande que casi podía destrozar sus mejillas.

 

Pese a la confusión, Takeru empezó a cantar algo como “Laralá, Laralá” pues en ese momento no recordaba canción alguna. Y no tuvo que hacerlo mucho tiempo, ya que el pergamino amarillo desapareció frente a sus ojos y en su lugar, algo similar a una mano fantasmal arrancó una luminosa esfera ámbar de su pecho y gradualmente se quedó sin habla.  

 

Takeru sintió un fuerte dolor en su aleta, algo que nunca había sentido. Le ardía y punzaba con fuerza. Solo necesitó bajar la mirada para ver cómo se partía en dos y cada parte se afinaba en dos bonitas piernas. También desaparecieron las aletas de sus antebrazos, y las branquias de su cuello se cerraron por completo. No pudo respirar y miró a Úrsula con cara de profundo terror, pero él solo le devolvía una macabra sonrisa, acentuada por todo el maquillaje que adornaba su rostro.

 

—Un pequeño, pequeño detalle. No puedes respirar bajo el agua. —Fue inevitable que una risa saliera de los labios de Úrsula al pronunciar esto.

 

Takeru salió de la cueva nadando torpemente, pero con la máxima velocidad que sus nuevas piernas le permitían. Se ahogaba. Necesitaba salir ya, pero era verdaderamente difícil controlar sus nuevas piernas. Pudo localizar la superficie por el resplandor que emitía de entre el agua. Sabía que no lo lograría. Sus pulmones se presionaban por el agua.

 

Entonces sintió como un cuerpo lo sujetaba por debajo de los hombros y lo ayudaba a subir mucho más rápido al exterior. Takeru volteó a verlo, y se dio cuenta que era su hermano, que tenía un gesto de tristeza en su cara, pero a su vez, de desición inquebrantable. En menos de 30 segundos, perdió la visión y se sintió morir.


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