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Eres mi Alma Gemela por Shirahoshi_Akira

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Notas del capitulo:

Los personajes  pertenecen a Masashi Kishimoto Sensei.
Itachi x Deidara
 

Destino
 
 Sin esperarlo, tuve un último sueño; después de que había muerto provocando mi propia explosión, tuve la oportunidad de despedirme de él:
 
Aparecí frente a Itachi, él se encontraba con su típica ropa del pasado y yo compartía la misma. Itachi estaba inquieto, con los ojos vidriosos y sus ojeras remarcadas; impaciente quería tocarme sin embargo no podía por lo que quise consolarlo con mis palabras –estoy feliz, no estoy fingiendo, no te preocupes, todo estará bien–, la inocencia con la que decía aquello hizo a Itachi besarme, sus labios siempre rosados parecían pálidos, signos de que se estaba descuidando a sí mismo; poco a poco el tacto de sus manos y su boca se hicieron tenues, yo estaba desapareciendo.
 
Era como si la posibilidad de separarnos se hiciera presente de nuevo; esa última visión permaneció constante en mi mente; quería saber cuál era su significado.

No tuve que esperar mucho, pronto lo supe.
 
El destino que habíamos vivido en el pasado se volvía a repetir.
 
Primero lo supo su familia, observé los cambios en su mamá, ella lloraba casi todos los días; lo notaba en la fortaleza que su padre mostraba y a la vez comenzaba a volverse más solitario y distante; y sobre todo lo que me hizo darme cuenta que algo no iba bien, fue la tristeza en los ojos de Sasuke, estaba preocupado y permanecía sin decir nada; lo único que podía causar ese conflicto en él eras tú, su hermano mayor.
 
Sabía que algo malo pasaba, al ver su rostro de un color distinto, parecía cansado; le preguntaba –¿Cómo estás Itachi?– a lo que solo me respondía  –Bien, me encuentro bien–, la frase era normal más el tono con el que era dicha sonaba decaído.
 
Por días la conducta de Itachi me mantuvo intranquilo, hasta que me lo dijo.
 
–Deidara… estoy mal, estoy enfermo y no creo que me quede mucho tiempo– me miraba a los ojos como quien no quisiera dar malas noticias, si hablaba por mayor tiempo su voz parecía querer quebrarse. Me quedé inmóvil, las partes de mi cuerpo no respondían, ni mi habla, ni mis manos, mis piernas querían colapsar ahí mismo. Intentando procesar la información, con cada segundo se me hacía difícil respirar, cada inhalación y exhalación tardaba más, una después de otra, como si hubiera olvidado como hacerlo.
 
En ése preciso momento, angustiado y cuestionándome por qué, recordé lo que ocurría en nuestro pasado, era lo mismo que estaba ocurriendo justo ahora, no podía ser verdad pero lo era.
 
Mi mirada posada en el piso pasó a la de Itachi, me observaba de la misma manera de siempre, quería que yo estuviera bien y por eso, él no flaqueaba, él permanecía ahí, como si yo fuera quien necesitara consuelo.
 
Me permití reposar en su pecho mientras dejaba caer mi llanto, estrujando un poco su camisa con fuerza, quería aferrarme a él.
 
Itachi no lloraba, quizá ya había pasado por eso y no deseaba volver a hacerlo.
 
Ahí me pregunté, por qué eras tú quien me consolaba ahora, por qué era tu turno de irte primero, no lo comprendía.
 
En mi cabeza solo pudo cruzar el pensamiento “el destino existía y era cruel”.
  

Semanas antes del cumpleaños de Itachi, le detectaron una enfermedad que estaba avanzada y que requería una operación sin muchas posibilidades de éxito.
 
Tenía que ser un error, pero amargamente no era así.
Itachi no solo consultó con Minato mi padre, Director General del Hospital; sino también con Tsunade - san una colega que estudió en el extranjero y estaba capacitada para diagnósticos que eran poco comunes en nuestro país.
 
Después de que me enteré mi padre me explicó todo a detalle, a mis oídos eran palabras vanas e incomprensibles que significaban que la vida de Itachi estaba en riesgo; tomándome de las manos mi padre me reconfortaba  –no pierdas las esperanzas hijo, tú debes ser fuerte por él–. Aun con las explicaciones, la noticia no la estaba llevando bien.
 
Todos pensaron que necesitaba tiempo y me lo dieron, incluso Itachi; alejándome de él, sabía estaba siendo injusto, con nosotros.

-  

Naruto me enfrentaba cada amanecer –¿Es en serio Deidara, vas a pasar así tus días?– no quería saber nada, había días que no asistía a la escuela, me encerraba en mi habitación y no salía, ni siquera para comer algo, los baños no eran esenciales, y mis pasiones las guardaba en un rincón de mi habitación.

Mi mente estaba en blanco hasta que una almohada me golpeó –¡Por Dios, Deidara!, Itachi te necesita– al no ver mi respuesta continuó –Entiendo, es horrible, pero todavía él está aquí, con nosotros… Sasuke me cuenta que está bien, que está tratando de llevarlo de la mejor manera, sin embargo igual se da cuenta que no es del todo sincero y hay ocasiones en las que pregunta por ti, sólo para saber si estás bien– suspiró hastiado –Pensé que eras mejor que esto… veré a Sasuke mañana, si quieres ir a ver Itachi estaremos esperando abajo, 9:00 de la mañana.
 
Sabía que lo que hacía estaba mal, pensaba todos los días en él y aun así era una realidad que no quería enfrentar.

Mi hermano acompañaba a Sasuke en este proceso, Naruto era más fuerte que yo, siempre cargando todo en su espalda, me apoyaba; fue el primero en impulsarme en mi carrera artística y también me defendía ante mamá y papá si algo le parecía injusto e igual me regañaba si me lo merecía; creo que si nos conocieran, la gente creería que él es mi hermano mayor.

Acostado en la cama, viendo al techo, el sonido del aire entrando por la ventana me ponía pensativo.

Si escuchaba a mi corazón, éste me decía que fuera a buscarlo, que lo acompañara. Quería verlo también, lo deseaba.
 
Acomodé algunas cosas en mi cuarto, y coloqué una muda de ropa lista para mañana, cualquier cosa estaría bien, no tardé mucho y las ansias se hacían presentes.
 
No aguanté mucho esa noche, caí en la cama; esta vez no hubo sueños, no hubo pesadillas, tampoco descanso, simplemente un cuerpo dormido.
 
A la mañana siguiente me encontraba listo, veía el reloj marcar las 9:01 y todavía no me animaba a salir de ésas cuatro paredes.
 
Sin pensarlo más, corrí, no quería ser dejado de lado; al tiempo que bajaba, Naruto abría la puerta para dejar entrar a Sasuke, este me miró tropezar y casi caer al suelo; logré agarrarme del barandal y después pasando mi cabello detrás de mí oreja fingí que nada de eso pasó y les comenté –estoy listo–. Naruto vio la pequeña sonrisa de Sasuke que no había vislumbrado en mucho tiempo, se estaba burlando de mí, pero no me importaba, que el hermano de Itachi estuviera bien también me correspondía, quería hacerme cargo de igual manera que Itachi lo hacía por todos nosotros.
 
Antes de salir, nuestra madre Kushina nos entregó a Naruto y a mí, unos bentos para desayunar, uno envuelto en un pañuelo naranja para Naruto y otro en un pañuelo azul para mí, ya cerca me dijo –el tuyo ya lo revisó tu padre, me indicó un menú especialmente para que lo puedas compartir– todos sabían a quién se refería, un poco incrédulo le pregunté –¿Cómo lo sabías?... ¿Cómo sabías que iría hoy?– mi madre me sonrió mostrando comprensión –porque eres mi hijo– la respuesta dejó a todos atentos, después al poner sus manos en la cintura como algo típico en ella, nos quedó claro que eso era todo. Un poco avergonzados frente a Sasuke este asintió sin mayor problema, después de todo éramos familia.
 
De camino al hospital no dejaba de frotar mis manos en el pantalón, juntas, separadas, arriba y abajo se mostraban inquietas; Sasuke me observaba por el retrovisor y Naruto por el espejo del copiloto, ninguno se atrevió a comentar algo temiendo que me pusiera más nervioso de lo que estaba.
 
Llegando al lugar, la enfermera nos dirigió a la habitación 620; en cada paso que daba escuchaba el circular de las camillas, los doctores pidiendo instrumentos, las enfermeras colocándose sus uniformes, y a mis pies deslizarse con pesar.
 
Naruto miró atrás y al ver mi semblante me tomó de la mano –Ya estamos aquí, Itachi está aquí– oír su nombre me trajo de vuelta –Sí –respondí brevemente.
 
Sasuke me preguntó –¿Quieres ir primero?– balbuceando le comenté –en un… en un … momento– Naruto me miró y le hice saber –sólo un momento.
 
Sasuke entendió dirigiendo su vista a Naruto, quien le dijo –Ve primero, yo me quedaré, estaremos esperando–, el pelinegro se adentró a la habitación, quise acechar un poco pero el movimiento fue tan rápido que apenas las cortinas de la habitación se hicieron notar.
 
Mi hermano notaba como mi vista se perdía, sabía lo preocupado que estaba y al ser siempre platicador no tardó en hablar –¿Sabes, qué vas a decirle?  –se corrigió –¿Qué vas a hacer cuándo lo veas?– ciertamente eso no lo tenía planeado bien, me dejé llevar por mis emociones y por el apoyo de mi familia, solo pude responderle –No, la verdad no– la cara de Naruto demostraba vacilación, por lo que le tomé del brazo y mencioné –Cuando lo vea, lo sabré– le brindé una sonrisa, debía ser fuerte como todos lo eran.
 
Dicen que cuando tu cara refleja una emoción, ésta se conecta a todas las partes de tu cuerpo y puedes en verdad sentirla, así que debía intentarlo.
 
En la habitación Itachi se alegró de ver a su pequeño hermano, nunca dejaría de serlo para él; no faltaba ni un día a visitarlo, charlaron de cosas cotidianas, de su madre Mikoto –Mamá está bien, creo que pronto estará lista– la vista de Itachi se dirigió a las sábanas blancas; su madre se parecía mucho a Deidara, eran demasiado sentimentales y lo amaban mucho, en muchas ocasiones los dejaba a solas porque entre ellos se entendían.
 
Sasuke pudo percibir e imaginar que pensaba su hermano así que cambió el tema de conversación –Papá, vendrá después del trabajo, tal vez te traiga el periódico o un libro– cuando terminó escuchó la risa suave de Itachi y vio cómo su dedo apuntaba a la pila de periódicos y textos que se le iban acumulando en una pequeña mesita; su padre era amoroso, siempre lo fue, pero no admitía las ganas que tenía de estar con su hijo, sin embargo, lo demostraba con sus acciones.
 
El Uchiha mayor iba a continuar –y…– Sasuke sabía que seguía, así que solo le animó diciendo –Hoy tienes otra visita– Itachi quería saber, si era Naruto hubiera entrado con su hermano, su papá se aparecía por las noches y su madre iría pronto, también pensó en algunos de sus amigos; sin respuesta, la incertidumbre de saber quién se hacía más grande.
 
Por alguna razón toqué la puerta de ésa habitación, y entre al escuchar –adelante– no estaba seguro si Itachi quería verme, después de todo lo había dejado solo en este momento difícil.
 
Al verme inmediatamente mencionó mi nombre –Deidara.
 
Escucharlo me dio fuerza para seguir, para acercarme a él. Sus ojos no dejaban de seguir mis pasos, de ver mis movimientos, supongo pensaría era producto de su imaginación.
 
Me quedé muy cerca de su camilla, mis dedos tímidos pronto buscaron el contacto con su mano, se notaba delgado y frágil.
 
Cuando acaricié sus dedos me animé a darle un suave apretón y al hacerlo me regaló su más bella sonrisa, sin percatarme lo imité.
 
Volvíamos a estar juntos, como siempre debió haber sido.

“Agradezco a Dios por ti, por todo el tiempo, por alguien que conoce todos mis defectos pero me ama a pesar de todos ellos…"

Recostado a su lado en la cama de hospital, doy gracias a Dios por permitirme conocerlo, tampoco me consideraba una persona creyente, más muchas circunstancias habían cambiado mi forma de pensar.

Sincerándome le dije –Quiero darle las gracias, quiero pedirle que estés bien, que te cuide; y a partir de ahora todos los días le agradeceré por dejarme amarte… le agradeceré porque mi corazón se siente dichoso cuando está a tu lado– Itachi era listo y me comprendió fácilmente.

No estaba seguro si podía imaginar lo que pensaba; pero un susurro salió de sus labios –Todo estará bien.

Le escuché, no sabía si contarle todo lo vivido durante esas semanas, ni siquiera era una respuesta a lo que estaba ocurriendo, de qué le serviría; todo se arremolinaba en mi cabeza sin saber qué hacer.

Sin darle vueltas al asunto, me dediqué por el momento a disfrutar de estar con Itachi de abrazarlo, de recostarme con él sin tomar en cuenta el pasar de los minutos.

-

“No importa que tan lejos, si te tengo a ti, lo tengo todo, creo que encontré mi alma gemela…”

Los días pasan y confío más en que este es mi lugar, que no pertenezco a ninguna otra parte que no sea a su lado.

Era mi alma gemela, el alma que encontré en el pasado y que soy tan afortunado de haberla encontrado de nuevo.

Pensé que los sueños eran señal para hallarnos en otra vida, y que no importaba lo que ocurriera en esta, al final siempre lograríamos estar juntos.

Ahora creía en ello con todo mi corazón.

Las horas no eran suficientes, mi tiempo con Itachi se volvía corto cada vez.

Además tenía mucho que contarle, quería darle esperanza.

Sin querer demorarme, lo mejor era ser directo. Comencé a narrarle nuestra historia, una historia del pasado que no tenía un final feliz, pero que mostraba un tiempo en el espacio en el que fuimos capaces de disfrutar del otro.

Para mi sorpresa, cuando Itachi la escuchaba su rostro se llenaba de asombro, de curiosidad, parecía muy interesado en la vida de asesinos que llevábamos; él siempre disfrutaba de atrayentes historias y por lo visto esta no era la excepción.

Terminé de contar todos los hechos, aquellos que involucraban a su familia, a la mía, el odio y la venganza que nos llevó a un terrible desenlace.

Cuando miré su rostro, pensé que al menos habría algo de desconcierto. No fue así. Por algún motivo su rostro lucía maravillado y alegre. Ajeno a su reacción, me limité a preguntar  –¿Por qué sonríes?–  ante mi pregunta veía como después con un puño cerrado intentaba cubrir lo que tenía para decir.

Quería saber su respuesta, así que bajé la mano de su boca y por fin me confió –vale, vale… te lo diré.

–Pensé que no creías en almas gemelas–, mis cejas comenzaron a temblar un poco, mi entrecejo se arrugaba y mis ojos veían de forma instigadora a Itachi. “¿De verdad estaba siendo así?”: de toda la historia, solo pudo pensar en eso.

En un ágil movimiento lo besé, sus ojos abiertos me indicaban que no lo esperaba y su sonrojo me señalaba que causé el efecto deseado.

Cuando me separé, estaba satisfecho, y solo me quedaba dejarle en claro –Solo porque la encontré Itachi– quería que su corazón palpitara, tanto como el mío comenzaba a agitarse.

–Mi alma gemela, eres tú.

Apenas terminé de hablar, me atrajo hacia él, jalando el cuello de mi camisa, unió sus labios con los míos, como quien quiere ganar una competencia.

Mi corazón estaba desbordando todo tipo de emociones, difícilmente lograba sostenerme de sus hombros, y pese a no querer separarme de él, quería ver sus ojos llenos de pasión, de deseo, de amor.

En esa habitación de paredes blancas estuvimos juntos, sin la interrupción de nadie, sin el ruido estridente de la ciudad, sin el temor de estar separados.

-

“Te amaré por el resto de mis días, hasta que la muerte nos separe…”

Llegó el día de su operación, pronto entraría al quirófano, pronto las puertas estarían cerradas por unas horas donde la pesadez llenaría el ambiente.

Observaba a todos animar a Itachi, lo llenaban de palabras de afecto, de esperanza; recibía gestos fraternales y de cariño para que estuviera tranquilo al momento de entrar solo a esa habitación. Sin embargo, sus rostros que querían mostrar entereza, no estaban los suficientemente preparados para afrontarlo, haciendo esto más difícil.

Naruto tomaba a Sasuke de los hombros, su hermano menor tenía los ojos vidriosos, y ocasionalmente levantaba la mirada pero nunca para dirigirla a su hermano, ellos habían hablado un día antes y pasó por mi mente que Sasuke no quería “despedirse”, lo que tuviera que decir ya lo había hecho.

Kushina estaba a lado de Mikoto para sostenerla, sólo una madre podría entender su dolor, así que ahora era el apoyo que requería.

Días antes fui a buscar a la madre de Itachi, me recibió como siempre, hablamos y platicamos de su hijo y de lo mucho que la necesitaba, que necesitaba a todos sus seres queridos. Confiando en mí, la llevé un día al hospital para verlo; apenas entrar se abrazaron, su mamá le pidió perdón por no ser más fuerte; él tomándola de la cabeza y palmando su espalda, le hacía saber que la comprendía y que nunca dejaría de ser importante para él.

Minato le apretaba ligeramente el hombro a Fugaku, y este no dejaba de agradecerle lo que estaba haciendo; como médico le contestó –Es mi trabajo– como amigo le hizo saber –Haremos todo lo posible, Fugaku, Itachi es de la familia–. No necesitaban tantas palabras, como padres era su deber proteger a sus hijos y acompañar a sus esposas, tanto en los buenos momentos como en los difíciles.

Todos estaban presentes y el último en hablar con Itachi fui yo, tenía mucho miedo, mis manos sudaban tomando las suyas; no quería dejarlo ir, no quería soltarle, no estaba listo, nunca lo estaría.

Cuando Tsunade llegó, recomendó que debiéramos ir a casa; pero después al vernos notó que no podríamos hacerlo, por lo que agregó –pueden esperar en el pasillo cerca de las habitaciones, hay suficientes bancas para todos.

Cuando indicó que solo restaban cinco minutos para iniciar, mi pulso se aceleró; Itachi me abrazó contra él, y antes de soltarme susurró a mi oído –no cambiaría nada, Deidara– mis ojos deprisa buscaron los suyos –ni de esta, ni de nuestra vida anterior–, yo no comprendía lo que quería decirme, y las caras de todos mostraban extrañeza.  Así que me hizo saber:

–Estoy agradecido, Deidara, porque me conociste, porque compartimos grandes momentos y aun ahora las decisiones que tomamos son las correctas–. Una lágrima escapó en mi único ojo visible; por mucho que el destino se ponía en contra de nosotros, ambos decidimos darnos la oportunidad de vivirlo, sin cambiarlo, sin buscar escapar de él, solo enfrentarlo con la cara en alto.

Lo último que oí de sus labios fue –no perdería la oportunidad de estar juntos, solo por unas cuantas horas o días de una vida solitaria–. Itachi era el más valiente de los dos por lo que igual quería ser lo que él significaba para mí.

Tocando un poco tembloroso su mejilla, besé su frente, sus ojos, y al final sus labios en un dulce contacto, cuando me separé solo pude decirle –Te esperaré 100 años si es necesario, estaremos juntos otra vez– no sabía que más decir o si era lo correcto: estaba triste y a pesar de ello quería confiar en el “destino”.

Le sonreí, quería que el tiempo que estuviera ahí dentro me recordara en su memoria de la mejor manera. Itachi parecía feliz, podía sentirlo nervioso pero su mirada brillaba con confianza, la suficiente para recordarme su promesa –Todo estará bien–. Eso fue lo último que escuché de él antes de que las cortinas se cerraran llevándolo a otra habitación.

Contemplamos las siluetas de los doctores entrar, Tsunade y Minato se inclinaron para prepararse.

Pasaron varios minutos hasta que el pasillo del quirófano se despejó, dejándome atrás.

Toda la familia se quedó en el pasillo; esperar era mejor que ir a casa.

Cuando estuve listo, le comenté a Naruto que necesitaba estar solo; mi voz sonó firme y por consiguiente él no pudo negarse.

Me dirigí a la habitación 620; dentro, en un jarrón a lado de la cama de Itachi observé como caían los pétalos de las flores de color carmín y los tallos se oscurecían, se apagaban perdiendo vitalidad.

Para mí era inevitable llorar.

Notas finales:

Las frases de la canción están señaladas con comillas (“…”) están en español de su traducción en inglés.

Si gustan de escuchar nueva música en estos días, en verdad recomiendo a Echosmith. ^^

Gracias por leer ~

Shirahoshi ^^
 


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