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El clan de las mariposas por neko miri chan

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Uruha inspira miedo. Inspira terror. 
 
Lo miro mientras come al son de los shamisen, y el sol se refleja en su cabello teñido con luces, viste como una geisha pero se ve sin duda más liberal que una, el kimono lleno de figuras de flores, rojo, amarillo, naranja y blanco cae por su hombro y su cabello aunque agarrado en una especie de peinado se dispara a todos lados. Se ve hermoso, sus labios tienen una forma un tanto graciosa y sus ojos no sé cómo. 
 
Veo como introduce un trozo de melón  en su boca y como la rodea con sus labios para luego comer. Un poco de jugo se asoma, pero apenas es el suficiente para dar brillo a los labios. Me mira y frunce el ceño. 
 
       —   ¿No vas a comer?—  Pregunta alzando su ceja perfectamente delineada. 
 
       —   Sí, es solo que hoy me siento algo extraño. 
 
       —   Tu siempre te sientes extraño conmigo. — Dice volviendo a comer. 
 
Pasamos un rato más escuchando la música de los shamisen y la servidumbre recoge los platos. Aoi siempre es serio, pero incluso él parece percibir todo lo que Uruha irradia. Sensualidad, belleza y mucho miedo. Algo tiene en su manera de mirar que intimida. Cuando lo ves a los ojos no cabe duda, que aun con su aspecto femenino es un yakuza. 
 
Solemos comer juntos tres veces por semana, al parecer es una costumbre que teníamos desde niños, una costumbre que tenían nuestros padres y ahora muertos ellos nosotros tenemos que seguir viéndonos. 
 
En términos generales, Uruha viene siendo lo que es mi mano derecha, su hermana mayor, Kaede, aún siendo mujer, dirige sus propios negocios en la región de Kansai, y abandonó a Uruha aquí para que fortaleciera el espíritu. Pero es que Uruha tiene un espíritu inquebrantable, se le sale del cuerpo ¿No debería su hermana regresar por él?
 
Como a las seis de la tarde traen el té, cómo no tengo nada que hacer tomo té facíl cuatro veces al día. De nuevo es Aoi quién nos atiende, esta vez Uruha pone atención y acaricia su rostro, empieza a reirse al ver que al moreno  se le paraliza hasta la sangre, puedo ver como Aoi junta valor para seguir respirando, no me parece lo que trata de hacerle, Uruha ríe y le da un lengüetazo en la mejilla desde abajo. Aoi sabe que si se mueve está muerto. 
 
       —   Eres muy lindo Shiroyama-kun, anda sigue con tu trabajo.—  Aoi por poco se desmayaba ahí, dejó las tazas frente a nosotros y se fue pitando de ahí. 
 
Uruha sólo reía, de la cara de Aoi, de mi cara y después del té se fue junto con los otros. Salieron los autos y yo sólo veía cómo se iban. ¿Cómo puedo ser el líder de algo si ni siquiera tengo idea de como se mueve ese tipo de negocios, el sólo pensar que Uruha, y más gente atemorizante como él, trabaja en ello me da escalofríos. 
 
 
 
En uno de los árboles veo mariposas se ven hermosas y voy a mirarlas más de cerca. Hay una muy especial. Tiene los colores del kimono de Uruha y me retiro. 
 
Esa mariposa podría ser venenosa, bueno, es lo que pienso, y voy adentro tratando de encontrar algo que hacer. 
 
Aoi está pegado a la pared, sentado en el suelo abrazando sus rodillas, no está llorando por su vida ni nada por el estilo, pero estoy seguro de que pensó que ésta pasaba frente a sus ojos, en realidad parecía muy enojado, pero no sé si con Uruha o con él mismo ya que sus facciones mismas respiran orgullo y debe sentirse humillado de que alguien como Uruha se  burle de él de esa manera. 
 
Yo no podía hacer nada al respecto así que me fui. 
 
 
Caminé por toda la casa hasta aburrirme de ello pero hoy no me apetecía pasar todo el día en la habitación como ya es costumbre, tenía ganas de respirar el aire fresco de la montaña. 
 
Apenas salí de la mansión y todo lo que veía era árbol tras árbol forrado de arriba abajo con mariposas de alas rojas y naranjas. 
 
Por la noche todas las mariposas duermen pegadas a los árboles y mis hombres regresan casi en la madrugada, de los autos emergen unos tras otros pero solo veo a una mariposa salir de ahí. Uruha con su característico kimono de tonos brillantes. El único que sale a la calle sin que le importe ser identificado, todo el mundo le teme así que de todos modos nadie se le acerca. ¿Me pregunto si tendrá un enamorado? No creo que sea de los que se sientan atraídos por mujeres de cualquier modo, pero me parece casi inconcebible que exista un hombre con los suficientes pantalones para plantar a Uruha en su lugar y robarle un beso. Debe ser muy triste tener una presencia que asuste tanto que te impida ser objeto del deseo de alguien aunque se tenga un aspecto tan perfecto como el suyo. 
 
 
 
Takanori está debajo mío, su cuerpo...se supone que debería reconocerlo con el tiempo pero cada vez descubro cosas que incluso el desconocía, a veces llega a derramar algunas lagrimas de placer y cuando termina su pecho sube y baja como si intentara sobrevivir a la muerte, su expresión perdida, sus rodillas temblorosas y sus manos relajadas lo hacen ver extremadamente hermoso.
 
Mientras duerme tendido en el futon, camino hacia la cocina en busca de algo de agua; extrañamente me encuentro con Aoi que lleva un yukata azul oscuro a manera de pijama y un vaso de leche en la mano.
 
       —   ¿Se le ofrece algo señor?—  Pregunta haciendo una reverencia. 
 
       —   Agua...— Digo y en menos de lo que tardé en pensarlo el ya me estaba sirviendo. 
 
       —   ¿Gusta que le acompañe a su habitación? — Mira hacia abajo. 
 
       —   No gracias, pero nuestras habitaciones quedan para la misma dirección, vamos juntos igual. — Digo sonriendole, a veces, al ver la cara de Aoi, siento que lo confundo cuando le doy respuestas amables. 
 
Caminamos al norte, hacia donde están las habitaciones y escuchamos ruidos que provienen del jardín, parecen sonidos propios del acto sexual, intento no darles importancia, es decir, alguien podría estar haciendo algo indecoroso y llegaríamos en mal momento. Sin embargo nos detuvimos al escuchar un grito acompañado de maldiciones varias.
 
Corrimos hasta dónde se escuchaba el forcejeo y detrás de unos arbustos encontramos a Uruha con el maquillaje corrido y el kimono ensangrentado; y a Fukuda, uno de nuestros hombres más feroces con una herida en el estomago. En una de las manos Uruha llevaba una Katana empapada con sangre.
 
       —   Vuélveme a tocar y te corto los cojones.—  Gritó Uruha enardecido mientras Fukuda se desangraba frente a nosotros. 
 
       —   Eres una puta loca.—  Grito Fukuda. — Te estaba haciendo un favor maldita sea.—  Uruha se apresuró a levantarse y correr lejos de ahí con lagrimas en los ojos. Aoi y yo nos quedamos viendo el uno al otro sin saber que hacer con Fukuda. Tuvimos que llamar a alguien que supiera que hacer. 
 
 
Al día siguiente Uruha no salió de la casa para trabajar así que me tuve que pasar todo el día con él. Fingiendo que nos caíamos bien y fingiendo no ver los moretones que llevaba en la cara. Curiosamente llevaba un kimono morado que combinaba con ellos haciéndolos ver como una especie de maquillaje elaborado. Estaba muy callado y parecía furioso. Ni siquiera molestó a Aoi cuando llevó el té. 
 
Esta nueva versión de Uruha me gustaba menos que la anterior. Me daba aún más miedo. Parecía estar asesinando a alguien en su mente al tiempo que comía unas fresas dispuestas en un tazón. Algo estaba sucediendo en su mente. 
 

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