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Solo Londres Sabe Cuánto te Esperé por Mino kaze

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Notas del capitulo:

Hola a todos :)

Espero que esta historia les llame la atención, me estoy debatiendo dónde publicarla, así que ya veremos la acogida que tiene aquí.

Si les gustó, sienten curiosidad, o simplemente quieren saber más, adoraría un comentario motivándome a continuar.

Muchas gracias

—Despierta.

Es una voz... muy suave, se siente como un recuerdo cálido en mi pecho, como si hubiese adorado cada palabra que dice, cada sensación que me produce. Es agradable, tan gentil, desearía escucharla mucho más, estoy seguro de que cada día le esperaría, de que nunca me abandonaría.

—Matthew...

Supongo que está llamándome, puedo sentir la necesidad, la desesperación. Aunque ese no es mi nombre, sé que debe ser así, no hay otra persona en este blanco y vacío lugar; pero no puedo alcanzarle, por más que extiendo mis brazos, parece que se aleja cada vez más, y, por alguna razón, tengo que alcanzarle, no puedo dejarle ir.

—¿Puedes recordar quién soy?

Espera, solo un momento. Poder recordar... ¿Quién eres?

Ah.

Abro lentamente mis ojos, el sonido de algún pájaro picoteando contra el ventanal, y los rayos del sol que apenas pasan por la cortina, es lo que logra despertarme, o quizás fue la sensación de haber olvidado algo, de que tal vez uno de mis sueños se sentía más real que cualquier otro.

Aun así, al no poder organizar mis pensamientos, una laguna sin sentido es lo primero que llega a mi cabeza, por lo que, creyendo que algunas cosas no merecen ser dignas de recordar, decido que es mejor dejarlo de lado, y así olvido rápidamente mis divagaciones que han durado unos cuantos minutos.

Me revuelvo un poco en la cama, ahogando el quejido de molestia por el fuerte sonido que siempre escucho a las siete de la mañana, más dormido que despierto extiendo uno de mis brazos sobre la cobija, tocando a ciegas el borde de la mesa de noche, sonriendo al sentir aquel infernal artefacto que suele interrumpir mi tranquilo sueño, el que como todas las mañanas deseo lanzar por la ventana, y que se rompa en mil pedazos, solo por el hecho de ver algo que me molesta destruido sin compasión, como se merece.

Tomo el despertador, y froto uno de mis ojos, apenas puedo reprimir un grito de sorpresa, que si no lo hubiese retenido se me escaparía hasta el alma. ¡No son las siete!

Me levanto de la cama lo más rápido que puedo, apenas sosteniéndome de la escalera de la litera al sentir lo mareado que estoy, paseo mi mirada por varias de mis mochilas de viaje esparcidas por toda la habitación, y me pregunto en cuál estará el uniforme del internado.

¡Estúpido despertador, estúpida hora incorrecta! En cualquier otro momento podría haber tolerado llegar un poco tarde el primer día de clase, pero hoy debo cumplir una promesa muy importante. Esta debe ser la venganza de todos los años de maltrato que le he dado.

Aunque debo admitir, no todos los días me despierto con unos cuantos minutos de retraso, y sin recuerdo alguno de lo que he soñado. Suspiro, abriendo la primera mochila que está junto al armario mientras me deshago del pijama, en seguida encuentro mi uniforme, y giro hacia la litera, paseando la mirada del reloj, a solo diez minutos de comenzar la clase, al nido de cobijas y almohadas en la cama superior, algo de cabello castaño asomándose por el borde. Este chico terminará enojándose conmigo por una simple alarma que no nos despertó.

Me encargo de los últimos botones de mi camisa, al mismo tiempo que subo la escalera, dejándome caer junto a él en la cama, en una vana acción por despertarle, y pese a que tomo su cobija, para intentar lanzarle de la cama, parece imposible hacerlo.

—¡Christopher Green, despierta!

Me inclino hacia él, rodando los ojos al escuchar el quejido de molestia, lo poco que se mueve, para ocultar su rostro en una almohada. A veces, eres imposible de entender, mejor amigo. Dejo salir una larga exhalación al bajar de la litera, tomando los pantalones del suelo, apartando dos mochilas más al atravesar la habitación para abrir el ventanal, mi mirada viaja de la increíble vista que este año nuestra habitación tiene de todo el internado, a todas las cosas que hay sobre el escritorio, incluyendo el ramo de flores que sus padres han enviado para desearle un feliz comienzo de año.

Sonrío, acomodando el cuello de mi camisa, una pésima idea recorre mi cabeza al tomar las rosas, para dejarles a un lado, el florero es más pesado de lo que parece, y sé que esto es tomar una decisión arriesgada porque mis ideas no suelen ser generalmente buenas, apenas puedo alcanzar la cama superior al ponerme de puntillas sobre la mía, me alejo a una distancia prudente por si decide golpearme al notar el pequeño hilo de agua cayendo sobre su cabeza.

Y supe, por lo súbito que se levantaba, que mi plan había sido un éxito.

—¡Joder, Mark! ¿Qué estás haciendo? ¡Deja en paz mi cabello, y te he dicho mil veces que me llames Chris!

Lo sabía, no sé si Christopher se ha contenido, pero ese fue un fuerte grito, además del espacio perfecto para evitar el brazo que extiende para golpearme, aunque sé no se lo haría a su mejor amigo.

Dejo el florero sobre la mesa de noche, los ojos color ámbar del chico me observan, por completo enfurecidos, pero cambian a una sombra de resignación al inclinarme hacia él, algo de fuerza en mis brazos para levantarme sobre la litera, y logro sentarme en su regazo, frota un poco sus ojos, intentando deshacerse del cansancio de habernos desvelado.

Es tan precavido, que incluso una de sus manos sostiene mi cintura, para no dejarme caer por si pierdo el equilibrio, aunque eso no es necesario, me aseguro de pasar mis brazos sobre sus hombros; una risilla escapa por lo callado que permanece algunos segundos, espero algún otro regaño que vendrá por mis acciones, pero no es mucho lo que dice, unos cuantos quejidos por recién despertar, supongo que tal vez desea escuchar mi voz, para confirmar el hecho de que está despierto, y no soñando.

Estoy a punto de romper el fino equilibrio de paciencia, y la habitual impaciencia que me tiene, rodeándonos a ambos en esta habitación.

—Ya no tienes que bañarte — una sonrisa irónica se forma en sus labios, y comienzo a reír al sentir su rostro hundirse en mi clavícula, para empapar el hombro de mi camisa, la burla se marca en su mirada ámbar.

—Como si no tuviese tiempo para hacerlo.

—Hablando de eso... — muerdo mi labio inferior, moviendo un poco mis pies en el aire, es mejor decírselo ahora —. Vamos tarde al nuestro primer día de clases.

El sueño, o su sonrisa, se borra en el instante en que les encuentra sentido a mis palabras, con un simple movimiento me toma por completo de la cintura, empujándome hacia el borde de la cama, baja del lugar mientras le veo abrir las puertas del armario, su uniforme, como siempre impecable, está colgado junto a todo el resto de su ropa. Qué molesto, Chris me hace detestar ser el desordenado de los dos.

—¡Debiste decirlo antes, Mark!

Dejo caer un poco mi cabeza hacia atrás, apenas me da tiempo de hacer un puchero ante lo enojado de su voz, que se vuelve una sonrisa al ver lo perfectamente firme de su cuerpo, lo guapo que el pantalón cayendo de su cadera deja ver el borde de su bóxer, o que Christopher me mira, como preguntándose si pienso llegar a clase. Un metro ochenta, esa hermosa piel blanca marcada con pequeñas pecas, además de un cuerpo ejercitado por el esgrima, no pasa desapercibido para cualquiera.

Me dejo caer de la litera superior, tomando lo más rápido que puedo la corbata del uniforme, sin importarme lanzar algunas de mis cosas al suelo, rueda sus ojos al ver lo poco sutil que interrumpo su acción de abotonar su camisa, la curvatura que se forma en sus labios al pasar con suavidad el pedazo de tela sobre sus hombros, para atraerle un poco más, es por completo obvia.

Agradezco no haberme quedado atrás en altura, pues solo me basta ponerme de puntillas para sentir su mirada en mí, perdiéndose en el basto color azul de mis ojos, algunas gotas de agua caen sobre mis mejillas, siento su sonrisa contra mis labios, puedo ver las hermosas pecas de sus pómulos. Todo entre los dos es perfectamente bello.

—¿Me ayudas con la corbata?

Sus dedos hacen un recorrido intencional de mi clavícula a mi cuello, intentando hacer el nudo, que es por mucho inocente comparado a lo poco que puedo contener el pasar mis manos por sus oblicuos, el susurro de altivez pidiendo que me detenga al sentir las puntas de mis dedos bajar hasta tomar el borde de su pantalón. Solo tengo ganas de un poco más, no es para tanto. Ahogo una burla por los suaves besos en mi cuello al dejar caer mi cabeza hacia atrás, lo poco que puede controlarse al hacerlo, cuando siempre soy yo quien termina poniendo esta vibra placentera entre los dos. Hoy está de buen humor, nunca se dispone a ser tan permisivo.

—No podemos llegar tarde a clase, recuerda lo que me prometiste.

Claro, la ridícula promesa. Ruedo los ojos, apartando la corbata de sus manos, aunque el enojo no me dura demasiado por el cosquilleo de la punta de sus dedos bajando por mi espalda, el susurro en mi oído de lo lindo que se me ve el uniforme. Le tomará mucho más que eso si la promesa termino por cumplirla.

Me dejo caer en la cama, por más que quiera volver a dormir me dedico a buscar bajo esta mis zapatos, mientras Christopher se preocupa en verse lo mejor posible con el desastre que hice en su cabello, y no es para menos, le conviene verse lo más guapo que pueda.

—Bien, si quieres llegar, tendremos que correr — apenas levanta la mirada, y sonríe al escuchar mi ridículo intento de apurarle.

—Mira quién lo dice.

Apenas le guiño un ojo al levantarme, y aunque me empuja al dar un par de pasos, se alcanza a escuchar por todo el desolado pasillo su insulto, junto a mi risa, antes de cerrar la puerta. Puedo quejarme todo lo que quiera, pero que el despertador dejara de funcionar es la mejor forma de comenzar todo el año.

Giro en una esquina, bajando la escalera lo más rápido que me permiten mis piernas, el silencio del primer piso es claro para saber que ni siquiera hay otro estudiante tan perdido como nosotros, pero creo que así es más divertido, es muy temprano para mostrarle a todos lo extravagante que soy, ya tendrán mucho tiempo para conocerme.

Ahogo un quejido de impresión al ver el desordenado cabello castaño de Christopher pasar junto a mí, la burla en su mirada al ser el primero en salir del edificio, o que sin dudarlo sus pasos son tan enérgicos, que pronto me lleva una gran distancia en el camino directo a lo que debería ser nuestra primera clase. Llegar tarde es un insulto a todo lo que representa el esfuerzo para ser el mejor estudiante de todo el internado, y el hecho de que él sí tiene estado físico porque le gusta hacer deporte.

Puedo sentir mi respiración quemándome los pulmones cuando el castaño se detiene de golpe, desde lejos lo noto mirando una y otra vez su reloj, como si con eso el tiempo transcurrirá más lento, y no llegaremos tan tarde, pero sé que está consciente de que eso no sucederá, o lo que es aún más imposible, que mis piernas puedan avanzar, quizás debería escucharle cada vez que ofrece ejercitarme con él, por mucho que lo odie.

Aunque no es la clase de ejercicio que a mí me gustaría.

—¡Mark, corre más rápido, perderemos la clase! — oh, por favor, no será el fin del mundo.

—¡Corre más lento, Christopher!

Estoy seguro de que terminará culpando a mi vago comportamiento, pero aun así me detengo, respirando de manera agitada, mientras trato de no perderle de vista. Escucho el quejido de mi mejor amigo, quien deja su intento de correr lo más rápido que puede para volver a mi rescate, al instante me extiende un brazo, por mucho que deteste lo obviamente pésimo que soy para los deportes, me encanta por completo la forma suave en que sostiene mi mano, entrelazando nuestros dedos, su índice en mi barbilla levantando mi cabeza, no hay nada más petulante que la altivez en su mirada.

—La próxima vez, déjame el despertador a mí.

Es adorable que sea tan imbécil. Aparta algo de cabello húmedo que cae sobre sus ojos, esta vez corre un poco más despacio, y soy capaz de mantenerle el ritmo por lo decidido que está a no soltar mi mano, por mucho que tenga un objetivo en mente, Christopher siempre es el primero en salir a mi rescate, y, a veces, me obliga a seguir sus planes, así como lo hace ahora.

Suspiro, ocultándome un poco tras de él cuando abre con desesperación las puertas del edificio, apenas esquivamos algunas personas que hablan en el pasillo, es el primer día y ya estamos recibiendo miradas de odio.

Saco mi celular del bolsillo, para revisar nuestras actividades del día, me alegra que de nuevo estemos juntos, no solo en la habitación, sino también en la clase, aunque eso siempre ha sido influencia de sus padres, motivados por lo mucho que rogamos durante todas las vacaciones de otoño. Me gustaría creer eso, aunque quizás, también se debe a que solo nos tenemos el uno al otro.

Abro de golpe la puerta del salón de clase, respirando de la forma más calmada que encuentro, apenas siento el suave movimiento de Christopher apartando su mano de la mía por la sorprendida mirada de nuestros compañeros. Apuesto a que, si gritara que hay un incendio, todos saldrían corriendo.

Ahogo un quejido, a medio intento de causar pánico, por el claro ceño fruncido del castaño, solo agacho un poco mi cabeza, intentando parecer inocente con la sonrisa que cruza mis labios, él termina por corresponderla junto a un rodar de ojos, y me dedico a cumplir, por fin, la promesa que le hice desde el preciso instante en que nos dieron nuestro horario de clases.

—¡Bien, aun no llega Diego! — ¡Mierda!

Paso una de mis manos por mi cabello, porque reconozco demasiado bien ese sutil golpe con un libro en mi cabeza; frunzo el ceño, retrocediendo algunos pasos, en seguida una despreocupada sonrisa es lo que me recibe, junto a la estúpida inocencia marcada en su mirada de color violeta, cubierta por un poco de cabello rubio. Estoy seguro de que cualquiera podría notar el desagrado que esto me produce. Ladeo un poco mi cabeza al verle por completo emocionado en la mañana, se puede notar en la taza de té que siempre trae entre sus manos.

—Ya sabes, tienes que llamarme profesor Stone — me corrige, a lo que suspiro, apenas mirando de reojo a Christopher. Parece que está por completo paranoico —. Deberías moverte, bloqueas la entrada.

Quizás es más exposición pública de la que quería, no sé cómo manejará la espontanea, y para nada privada, realización de mi promesa. Una curva se forma en la comisura de mis labios, al instante me hago a un lado, esperando que entre al salón de clase, no duda ni un poco en caminar hacia su escritorio, le sigo, porque si quiero que esto funcione, necesito algo de reconocimiento.

Y no pasa mucho antes de sentir el fuerte agarre de Christopher en mi camisa, lo mucho que parece ir en contra de mi poca fuerza física, o lo mal que se ve frente a los demás al ser arrastrado por mí, debe ser ridículo, pero sé que se siente aún más humillado debido a lo poco que trato a nuestro profesor por lo que realmente es. Pero a mi mejor amigo, eso no le importa.

—¿Aun no puedo llamarte por el nombre? — da un ligero sorbo al té, y riendo inclina un poco su cabeza al dejarse caer sobre el escritorio.

—No, Harrison — la burla se marca en el rodar de mis ojos. Termina señalando al castaño, por completo aterrorizado, tras de mi —. Debiste secarte el cabello, Green.

Escucho un leve jadeo sobresaltado, y giro a verle, pasa una de sus manos por su cabello, como si le sorprendiera que es por completo obvio que aun caen algunas gotas de agua. Qué pésima primera impresión.

Levanto ambos de mis hombros, sonriéndole por última vez al profesor, no dudo ni un momento en caminar directo al fondo del salón, porque además de que Christopher dejó un libro sobre el escritorio junto a la ventana, el que más me gusta, cumplió con su parte de la promesa de reservarle antes de ir a la fiesta. Era escabullirse de noche, con el temor de ser atrapados, o terminar sentándonos en el lugar frente al escritorio de Diego, y hubiese muerto sin mis siestas de mediodía.

Como siempre, el castaño se sienta a mi derecha, para dejarme total disposición de la ventana, la cual cierro porque no pensé en traer un sweater para protegerme del invierno. Es algo idiota, pero sí que es complaciente conmigo.

Me dejo caer sobre el respaldo del asiento, apenas me mira de reojo, como preguntándose la razón por la que estoy tan aburrido apenas al comenzar el día, por lo que solo ladeo un poco mi cabeza, extendiéndole mi mano, no pasa mucho antes de que entrelace mis dedos con los suyos, se inclina un poco hacia mí, para susurrarme que en cuanto termine la primera clase de integración, escaparemos las demostraciones de equipos deportivos para volver a dormir en la habitación.

No puedo evitar sonreír por lo bien que parece ese plan, con un poco de súplica terminaré por convencerle de que pasemos el resto del día en la habitación ayudándome a organizar mi ropa, o instalando la televisión para poder jugar videojuegos. Levanto la mirada al escuchar el golpe contra la pizarra, Diego está de pie frente a todos, apenas se ve su nombre completo escrito en la parte superior, su molesta sonrisa oculta por el borde del envase de té. Perfecto, la desagradable misma introducción de todos los primeros días.

—Chicos, tratemos de que este último año sea el mejor de sus vidas — es tan ridículamente optimista. Suspiro, aferrándome más fuerte a Christopher, para que deje de leer el libro, y le dé su atención —. Les recuerdo mi nombre, soy Diego Stone, profesor de literatura, pero además...

Nuestro profesor titular, y guía del equipo de tenis de mesa, ya lo sabemos. Tantas buenas vibras en la mañana terminarán por dejarme agotado. Lo que sea que esté diciendo tiene por destino perderse en mi cabeza, me parece más interesante la forma en que Christopher deja caer uno de sus brazos sobre el escritorio, golpeándole con sus dedos, lo serio, pero, al mismo tiempo, brillante de su mirada al observar al de ojos violetas, lo ansioso que de la nada se vuelve el agarre en mi mano. Dios, es como una persona totalmente diferente.

—Hey, Christopher, esperaste tres años para que fuera nuestro profesor titular — un sonido desinteresado es lo que recibo, y no puedo evitar esbozar un puchero.

—¿Y qué? — trata como sea de ocultar lo satisfecho que debe sentirse, lo cual no es de mi agrado.

—Deja de ser divertido cuando no te sonrojas...

Solo me mira de reojo, antes de sonreírme con burla. Como sea, sigue aparentando todo lo que quieras, sé que estás emocionado por esto. Dejo caer mi cabeza sobre mi brazo en el escritorio, apenas puedo reprimir un bostezo debido a lo aburrido del día, hubiese preferido dormir toda la mañana, tendría el ánimo de comprender lo que dice Diego, aunque no soy capaz de creerme ese pensamiento, seguramente hubiese dormido media mañana, luego caminar hasta la cafetería por algo de chocolate, y esperar a que Christopher volviera para contarme lo que sucedió.

¡Agh! Maldición. Me retuerzo en mi lugar por el fuerte golpe en mi pantorrilla, mi quejido de dolor queda ahogado contra el escritorio al notar al idiota castaño mirarme con desesperación, me toma un segundo darme cuenta de que, bajo el nombre de nuestro profesor, está el título de representante de clase. Sí, claro, mi promesa.

Suelto su mano, levantándome lo más rápido que puedo, la atención de todos cae en mi al golpear con una de mis manos el escritorio, es tan halagador que todos se dividan entre el miedo y la indiferencia, sé que la mayoría de las cosas que hago son algo locas, pero esta tiene una buena intención.

—¿Qué te sucede, Harrison? — Diego me mira, con aburrimiento. Detesto cuando quiere ignorar lo que hago, pero no puede permitírselo.

—¡Todos sabemos que Christopher sería el mejor representante! — mi tono sale algo fingido, no del todo convencido de que esto es una buena idea. Lo sería, pero no me interesa resaltarlo —. Ya, está decidido.

—¿No te interesa escuchar la opinión de los demás? — ¿Por qué? No es como que me interese que me lleven la contraria.

—Ninguno de mis compañeros de clase quiere hacerlo — un chico, que pretende levantar su mano, termina por encogerse en su lugar al intimidarle con la mirada —. Sería tanto trabajo.

—¿Y eso es por lo que tú no lo quieres hacer?

—¿Yo? — creo que todos pueden notar el rodar de mis ojos, junto a un quejido —. ¿Pasar todo mi tiempo contigo? No, qué horror.

Joder, Chris, deja de golpear mi pierna bajo nuestro escritorio. Aferro más fuerte mi mano al borde, para que el grito de dolor no salga de mi garganta, y por mucho que deseé lanzarme sobre mi mejor amigo, para golpearle, también sé que el castaño puede volverse la persona más idiota del universo al tratarse de estas cosas, es la razón por la que él no fue capaz de levantarse para proponerse a sí mismo.

Ladeo mi cabeza, por un instante es como si Diego no pudiese dejar de verme con una ceja levantada, lo incómodo que comienza a ser el prolongado silencio, y lo mucho que me pongo en duda por la forma impuesta en que llevo la promesa. Vamos, acepta de una maldita vez, creo que me siento nervioso, y yo no soy así.

—¿Tú quieres hacerlo, Green? — empujo a Christopher por el hombro, apenas parece reaccionar, y siento que quiero tomarle por el cabello, para halarle lo más fuerte que puedo por el simple sonido en respuesta.

—Sí, qué más da — solo ruedo los ojos por la forma en que lo dice, porque así nunca logrará tener la atención de Diego.

—Perfecto — pero la ingenuidad es la característica principal del rubio —. Me alegra que no utilices a otro estudiante como excusa.

—¡Hey, al menos tenemos representante! — y en seguida desaparece la poca altivez que poseía.

Cuánto detesto a este hombre, siempre tiene que ser quien me lleve la contraria. Me dejo caer en el asiento, cruzando mis brazos, pero, aun así, no puedo evitar una leve curvatura en el borde de mis labios, un poco de tranquilidad que sale con una exhalación, pues la humillación sí que valió la pena, porque solo cuando Christopher observa a Diego, y logra captar algo de su atención, es que su mirada parece trasmitir cuan feliz le hace, el ligero sonrojo de sus pómulos es como un destello brillante en lo blanco de su piel, parece que sus pecas resaltan aún más al ver su nombre junto al de nuestro profesor. Es tan hermoso, e inusual, que realmente haría cualquier cosa por él.

—Qué molesto, estás tan enamorado — se queja, pero no deja de sonreír.

—Cállate — me inclino un poco hacia él, lo suficiente para que pueda percibir lo mucho que quiero molestarle.

—Apuesto que eres de los que se queda dormido pensando en la persona que le gusta — rueda los ojos, susurrando lo suficiente alto para que solo yo lo escuche.

—¿Y si es así, qué?

Por alguna razón termina soltando una risilla, en cualquier otro momento Christopher me mataría si le viera actuando de esta forma, pero solo inclina un poco su cabeza, una suave sonrisa que acompaña el rojo de sus pómulos; susurra, solo para mí, un cálido gracias. Dios, qué bello se vio eso.

Aparto la mirada, porque estoy seguro de que se nota la vergüenza en mi rostro, golpeo varias veces el libro sobre el escritorio con uno de mis dedos, pasando unas cuantas hojas con demasiadas ecuaciones, siento una estúpida sonrisa marcarse al levantarle, lo suficiente para ocultar mi rostro al inclinarme, y aunque Christopher me observa, esta vez sin emoción, no duda en acercarse hacia mí al tocarle el brazo con mi índice, ni duda en preguntarme qué sucede. Nada, es solo que este tipo de acciones, siempre han sido un secreto entre los dos.

—Cumplí la promesa — ahora, podrás ser quien tenga la mayor atención del rubio. Apenas sale un sonido, mirándome de reojo.

—Y yo la mía — le resta importancia con un levantar de hombros, como si un lugar en el salón de clase fuera suficiente para el gran gesto que acabo de cumplir —. Tenemos el escritorio que más te gusta.

—Qué molesto, eso lo hiciste porque eres mi mejor amigo — por un momento, se nota la leve curvatura de sus labios al dejar caer mi mano sobre su pierna —. Yo quiero algo más.

—Mark — aunque mi nombre sale con un leve deje de regaño, también lo hace con altivez, y debo admitir que eso me gusta —. ¿Qué debería hacer?

Oh, realmente me gusta cuando se hace el desentendido. Lanzo una burla, no puedo evitar tomar más fuerte el libro al inclinarme, su ámbar mirada es lo último que aprecio antes de sentir el suave toque de sus labios, la sonrisa que se forma al halarle con más insistencia de la corbata, junto al ligero rozar de su mano en mi mejilla, la risilla que no puedo evitar por enredar las puntas de sus dedos en mi cabello.

Puede que suceda más seguido de lo que estaría bien para nosotros, que solo somos amigos, pero al hacerlo, Christopher siempre se encarga de que cada uno sea especial, de que sean todo lo que a mí me gusta de nuestra amistad.

Levanto la mirada, seguro de que el azul de mis ojos brilla más de lo que haría cualquier otro azul del universo, y me es casi imposible no reír, empujándole un poco por el pecho, al notar lo petulante que se ve porque me gustó demasiado nuestro beso, pero qué más da, es cierto que así ha sido, nunca he podido negarle lo mucho que valoro que sea él la persona más importante, y quien conozca todas mis más ridículas facetas.

Aparto el libro, asegurándome de que ninguna persona nos haya visto, pero además de que nuestro escritorio es el más alejado de todo el salón, parecen más distraídos en lo que sea Diego está explicándonos para el nuevo año. Me apoyo sobre el respaldo del asiento, dejando salir una larga exhalación, y pese a que tomo la mano de Christopher, parece haber caído, de nuevo, en el encanto inocente del rubio que no deja de sonreír, lo que comienza a ser aburrido, no puedo creer que este sea el primer amor de mi mejor amigo.

—Bien, como sea, tenemos que hacer un plan para que el distraído de Diego se enamore de ti — al instante se burla, y por fin parece mirarme de reojo.

—¿Debería asustarme? — no es como si mi mejor idea es que lo grite frente a toda la clase para que la presión social le haga corresponderlo.

—Yo me asusto del solo pensar que es un profesor — aunque así es más excitante, lo admito, pero esto no acabará bien, no es alguna clase de película donde los sueños se hacen realidad —. Y te va a rechazar.

—Gracias por el voto de confianza — me dice con burla, a lo que solo me quejo. Es un tema tan sensible para él.

—Yo confío en ti — sonríe por lo fácil que entrelazo nuestros dedos, y con un descuidado ademan señalo al hombre frente a nosotros —. En lo que no confío es en lo infantil que se ve Diego cuando está cerca de Josh.

—Me parece tan imbécil — ahora, quien termina por sonreír soy yo, porque no pasa ni un segundo antes de que Christopher frunza el ceño, aferrándose más fuerte a mí. Así como yo detesto a Diego, él detesta a Josh.

—¡Harrison, por Dios, deja de hablar allá atrás! — me sobresalta el fuerte grito de nuestro profesor, para llamar mi atención, y frunzo el ceño.

—¿Por qué solo me regaña a mí? — apenas susurro, pero no recibo más que una sonrisa en burla de mi mejor amigo.

Detestar, a veces, se queda corto. Golpeo con una de mis piernas el asiento frente a mí, y aunque el chico me mira, impresionado, parece aterrorizarse por lo enojado de mi semblante, se encoje en su asiento sin decir palabra. Desearía que Christopher se hubiese enamorado de alguien más.

Niego, inclinando mi cabeza, siento algo parecido a la vergüenza por su bajo susurro de que estoy celoso, lo cual es levemente cierto, pero solo porque estoy por completo convencido de que no se merecen el uno al otro, pero si Christopher quiere tener esperanzas, y creer que puede ser feliz así, no seré quien destruya eso, le apoyaré todo lo que pueda, a mi manera.

—Si eso no es una señal de amor, este año será una mierda — deja salir una larga exhalación al escuchar mi susurro enojado.

—Tan negativo como siempre — aunque quiero protestarle, solo ruedo los ojos, prefiero la palabra realista.

—Pero tú te ves por completo emocionado — por lo pronto, mi deber como mejor amigo, es humillarle cada vez que tengo posibilidad —. Pasarás tantas tardes con Diego.

—¿Algún día dejarás de recordármelo cada diez minutos? — sonrío con burla, considerándolo. Me pregunto si llegará el día en que podamos dejar de ser tan dependientes.

—Es tu culpa por confesármelo — medio ebrio en las últimas vacaciones de verano cuando nos escapamos con esas dos cervezas de una fiesta de su hermana. Gruñe, pasando su mano por su rostro.

—Era eso, o comenzar a escribir un diario con mis patéticos sentimientos — lo dice como si fuera algo malo, pero solo sonrío, porque él escribe de una forma tan bella, que me gusta leer todo lo que sale de sus pensamientos.

—Yo lo leería todas las noches, aunque me lo prohibieras — una narcisista risilla sale de sí mismo, y se inclina levemente hacia mí, separando un poco sus labios, como si quisiera que pusiera especial atención a lo que dirá.

—Y por eso, ni siquiera me esfuerzo en esconder mis cosas importantes — ¡Y se nota! Solo me bastó un desviar de mirada del ramo de flores, justo sobre el lado de su escritorio.

—Eso explica los condones junto al florero de nuestra habitación — no puedo evitar levantar una ceja cuando frunce sus labios y los separa con una arrogante sonrisa.

—Guárdalos, los usaré contigo.

—¡Christopher!

Creo que todo el maldito salón de clase gira a vernos por lo fuerte que comienzo a reír, por la forma en que trato de escapar de cada uno de sus dedos entrelazándose con los míos, para sostenerme de no lanzarle del asiento. Idiota, es tan idiota, y todos los días me impresiono de lo mucho que le amo, cada vez más.

Mi calma termina en una sonrisa, y solo me distraigo en su rostro, porque no necesitamos palabras entre los dos, creo que la forma que tenemos de mirarnos, y saber que frente a nosotros está lo mejor que nos ha pasado, es perfecto.

—¡Green, te separaré de Harrison si siguen hablando!

¡Lo detesto, pero por fin regaña a Christopher! Este es el mejor día de mi vida. Muerdo mi labio inferior, para reprimir una nueva risa, al ver todas las diferentes tonalidades de rojo apoderarse de su rostro, la vergüenza que le causa que el hombre que tanto le gusta ha dicho su apellido para regañarle, y con un quejido deja caer su cabeza sobre mis piernas, para ocultarse de la mirada de los demás, estoy seguro de que quiere morirse.

Giro para ver a Diego, esta vez más molesto, a todos nuestros compañeros con su atención en ambos, seguro preguntándose qué rayos estamos haciendo ahora, y con una desentendida sonrisa solo dejo caer mi cabeza sobre mis brazos, pretendiendo que escuché todo lo que dijo, frunce el ceño antes de seguir escribiendo en el pizarrón.

—Deberíamos callar — su cálida respiración se siente rozando la tela de mi pantalón, y suspiro, derrotado.

—Le daré el placer solo por cinco minutos.

Creo que me sobrepasé un poco con el último alboroto. Dejo salir una larga exhalación, en seguida dejando caer una de mis manos en su cabello castaño, acariciándole con suavidad, esta vez me tomo la molestia de leer las pocas cosas que ha escrito, nada interesante, y es aún peor ver a todos mis compañeros actuando como si lo fueran.

Paseo la mirada por el salón de clases, desde el ligero movimiento de algunas ramas de los árboles tras la ventana, a la más discreta conversación que varios chicos mantienen con su compañero de asiento, pasando la sonrisa de Diego, por completo pura.

A veces, cuando Christopher no es como siempre indiferente, y se ve un poco más humano con todos los idiotas sentimientos que le produce nuestro desagradable profesor, creo que no puedo dejar de coincidir con él, porque a pesar de que le apoyo, y, al mismo tiempo, destruya sus sueños de que nunca estará con él, me alegra que esta sea la persona de la que se haya enamorado.

—Qué profesional te ves — por un segundo tarda en girar, pero Diego solo parece sonreír. Él debe ser la persona más distraída del universo si no ha captado mi sarcasmo.

—Muy bien, por último — un ligero murmuro se alza entre todos cuando nos señala, como si no hubiese pasado la última media hora de clase —. Tenemos dos nuevos estudiantes, los presentaré.

En el preciso instante en que los pasos de nuestro profesor cruzan la puerta, Christopher levanta su cabeza, esta vez su rostro se ve de un color más normal, su cabello enredado en lo húmedo que seguirá por el poco calor del invierno. Ruedo los ojos al notar que su mirada sigue el cuerpo del rubio, y al desaparecer por el pasillo gira hacia mí, para sonreírme, y si no estuviese tan cansado haría una nueva burla de esto, pero creo que ha tenido suficiente para una mañana.

Me dejo caer sobre el escritorio, intentando ahogar un bostezo, estoy casi seguro de que cuando lleguemos a nuestra habitación pasaré poco tiempo organizando mis cosas antes de terminar dormido, o ese sería mi plan si este estúpido castaño dejara de pasar con lentitud las puntas de sus dedos por el camino que marca mi columna, reprimo un quejido cuando se inclina hacia mí, pues debe ser obvio lo mucho que me gustaría hiciese eso mientras me quedo dormido.

—¿En nuestro último año? Qué peculiar — le creería más si no le hubiese dicho con indiferencia. Sonrío.

—Qué aburrido — no tarda en aparecer lo mucho que detesta que siempre le doy poca importancia a lo que sucede, por lo que rueda los ojos.

—Siempre me asombra tu capacidad de arruinar cualquier cosa.

Oh, y solo es el primer día, tengo todo un año para causar problemas, pero la llegada de dos chicos no es precisamente lo que yo llamaría interesante. Apenas puedo levantar un poco mi cabeza, por lo adormilado que estoy, al escuchar la puerta abrirse de nuevo, no puedo evitar lanzar un largo sonido de desagrado al notar la forma en que Diego sonríe, trayendo consigo...

—¿Es en serio?

Aunque sin dudarlo Christopher me pregunta la razón por la que me levanto tan rápido del escritorio, ninguna palabra puede abandonar mi cabeza. Es una sensación... extraña, que sube desde la boca de mi estómago, me hizo sentir como si hubiese olvidado algo, como el súbito despertar que tuve en la mañana.

Niego, varias veces, apartando la mano que extiende para tomar la mía, por primera vez en todo el día me siento realmente atraído por lo que tiene que decir nuestro molesto profesor, o, podría decir, que me siento atraído a los dos chicos, tan iguales que podrían ser uno, que están frente a toda la clase. Qué interesante, gemelos.

—Vamos, pueden presentarse.

Trago saliva, pasando mi mirada de uno a otro, no entiendo del todo, pero entre más tiempo les observo, más nervioso comienzo a sentirme, mis dedos se enredan de forma errática entre varias hebras de mi cabello.

De nuevo me dejo caer un poco sobre el escritorio, no puedo evitar mirar al primer chico, que, empujado por su hermano, se sonroja al levantar la mirada y notar la atención de todos, una ridícula sonrisa se forma en mis labios por el brillante color rojizo de sus pómulos, la perfecta combinación del verde de sus ojos, junto a lo agradable que resulta ver un poco de piel morena en este lugar.

Christopher se inclina hacia mí, con una ceja levantada, apenas me decido a apartarle empujándole un poco por el costado, debo verme ridículo dándole atención a los recién llegados, cuando solo unos segundos antes les desprecié.

Pero es molesto, me siento atraído, y no suele sucederme muy seguido.

—Bueno, yo me llamo Nathan Brooks...

Lástima que se note, por lejos, lo asustado que está de hablar frente a todos. Lo que sea esté diciendo poco a poco su voz se vuelve más baja, tanto, que solo parece mover sus labios, aunque es difícil creérselo, pues toma con nerviosismo su bufanda, ocultándose en ella cada vez más. Es algo tímido. Dejo caer mi cabeza hacia atrás, perdiendo total interés en él, lo que Christopher entiende al tomarle de su mano, el recorrido que hago con mis dedos antes de entrelazarles le hace sonreír.

—¿Crees que se enojen si todo el tiempo les llamo por el nombre incorrecto? — una pequeña risa sale, y niega.

—No, creo que aprenderás a diferenciarlos — una clara sensación de maldad escapa en su voz, y algo de altivez al mirarme de reojo.

—¿Por qué lo dices?

Frunzo en ceño, sin dudarlo giro a ver al otro, que parece más ensimismado en los susurros que comienzan a esparcirse por lo traumatizado que se ve su hermano tratando de decir lo que espera del último año de internado, por lo pronto, Christopher ni siquiera intenta disimular el rozar de sus labios en un pequeño pedazo de mi cuello, su estúpido susurro de que me sorprenderé queda en una parte olvidada de mi cerebro al tomarle más fuerte de su mano, para que no note la ridícula sonrisa en la comisura de mis labios, producida por su altivez.

Como sea, el castaño siempre ha sido bueno para leer a las personas, y es claro que algo le molesta al gemelo misterioso, así parece al tomar al de ojos verdes por uno de sus hombros, se nota que es el superior de los dos pues al instante le hace callar.

—Yo soy Derek Brooks — me sobresalta el golpe al escritorio de Diego, la burlona sonrisa que se forma en su rostro. Bien, este chico tiene mi atención —. Y no pretendo llevarme bien con todos.

La estúpida sensación de excitación que sube tan rápido por mi espalda debe ser por completo indiscreta en la forma en que no puedo evitar abrir mi boca con impresión. Qué atrayente se escuchó su voz, es tan confiado de sí mismo.

Muerdo mi labio inferior, para ocultar una sonrisa, cuando levanta la mirada, el increíble azul oscuro de sus ojos, y lo malicioso de su mirada, solo destaca aún más entre algunos mechones del hermoso cabello negro, que aparta de su rostro con un gesto, su sonrisa podría irradiar superioridad, pues solo le basta verse lo suficiente rudo para callar los susurros causados por el invisible de su hermano.

Es tan arrogante, nos observa como si fuese alguna clase de rey, y creo que eso me encanta, porque estoy cansado de los típicos compañeros tan obedientes, que ninguno de ellos sea casi tan libre como me siento yo, es una suerte que, aunque mi mejor amigo se vea tan responsable, es una persona diferente cuando está conmigo.

Este tal Derek, ciertamente, es algo diferente.

—Creo que estoy excitado.

No pasa ni un segundo para de que Christopher deje caer su mirada en mi entrepierna. Imbécil.

Ruedo los ojos, no tardan en aparecer todas las reacciones asustadas de nuestros compañeros, casi de inmediato el de ojos verdes... ¿Nathan? Se oculta tras el hermoso chico rebelde, al que se le nota, por lejos, la satisfacción de la que yo quisiera ser parte. Es que me siento por completo impotente y rendido a sus pies al ver la bella sonrisa que tiene, es tan ególatra.

Un sonido de impresión me saca de mi intento de sumergirme en el extraordinario océano de sus ojos, el claro desagrado es lo único que sale de mis labios, porque el idiota de Diego no lo piensa dos veces antes de convertirse en una muralla protectora entre los gemelos y el resto de la aterrorizada clase, una risa nerviosa delata lo muy inusual que fue la presentación de ambos chicos. No lo sé, al menos uno de ellos me causó una buena impresión.

—Perfecto, su escritorio será ese, lamento imponerlo.

Qué pésima suerte tengo, es frente al escritorio de Diego, al otro extremo del nuestro, el que nos hubiese tocado de no haber convencido al castaño. Lanzo una larga exhalación al dejarme caer contra el espaldar del asiento, ni siquiera la burla de Christopher es capaz de animarme, el chico más increíble de todo el universo se sentó en un lugar donde nunca notará mi existencia.

—Te ves algo afectado — ladeo una sonrisa, por alguna razón, el movimiento de sus dedos entre los míos se siente vergonzoso.

—Maldición, realmente odio cuando tienes razón — y no hablo solo del hecho de que, aunque sean gemelos, sus ojos son de diferente color.

—Tengo un mal presentimiento de todo esto — es extraño, pero yo también, y no suelo tenerlos.

—Creo que eso ha sido toda la introducción del nuevo año — ¡Bastante larga, debe admitir! Casi eterna. El de ojos violeta señala la puerta, con una siempre antes vista gran emoción —. Podemos ir al gimnasio para ver las presentaciones de los diferentes equipos deportivos.

Y, por mucho que quiera volver a ridiculizar a Christopher con su acostumbrado presente gesto de seguir con la mirada cada paso que da el rubio, me encuentro a mí mismo dirigiendo mi atención al primer escritorio de la fila, donde ambos hermanos parecen intercambiar palabras, me sorprende un poco la forma en que la sonrisa de Derek se ve más ligera cuando es Nathan quien le habla. Adorable, simplemente todo lo que podría gustarme de una persona.

—¡Mark!

—¿Qué? — es probable que la curvatura de mis labios haya demostrado lo nervioso que me hace sentir el que Christopher me llamara de una forma en que todos han escuchado mi nombre.

—¿Quieres ir a verlos? — me toma una eternidad entender que se refiere al evento deportivo. Por un instante, estuve a punto de entrar en pánico con la sola idea de hablarle al estúpido chico que no puedo dejar de mirar —. ¿O prefieres volver a la habitación?

—Tú eres el capitán del equipo de esgrima, deberías ir a la presentación — parece que serlo por tres años seguidos no le puede importar menos, pues en seguida sonríe.

—El equipo puede hacerlo un día sin mí.

—Entonces, quiero volver a la habitación — intento borrar su sonrisa con un suave golpe de mi índice en su labio inferior, lo que termina en un guiño. Sí, bueno, realmente amo cuando soy su prioridad —. Hay un nuevo videojuego que quiero probar contigo.

Estuvimos separados unos cuantos días antes de reunirnos para llegar juntos al internado, pero fueron los días más largos de toda mi vida. Ahora, lo único que quiero es pasar todo mi tiempo con él.

Paseo la mirada por el salón de clase, asegurándome de que todos hayan salido, al instante me levanto, tomando una de las manos de Christopher, asegurándome de no dejar el libro tras nosotros, y aunque ambos actuamos como si fuésemos las personas más estúpidas del universo, no podemos evitar asomarnos por el borde de la puerta, para que nadie nos vea tomados de las manos. No me importa lo que piensen los demás, mi amistad con Christopher es lo que más amo en la vida, pero no quisiese que alguien se hiciera una idea equivocada de lo que tenemos.

No puedo evitar reír al empujarle por un costado, me causa un leve cosquilleo el rodear de su brazo en mi cintura, todos los besos que esparce en mi mejilla. Aunque algunas veces solo quisiera matarle, el ámbar de sus ojos me convence cada vez más de que no podría vivir sin este idiota, y espero que el azul de los míos, realmente le deje en claro cuánto le amo. Pero decirlo, sería por completo vergonzoso.

—Espero que esto incluya estar en la misma cama, abrazando una cobija. ¡Maldito invierno!

Las palabras quedan en medio de mi garganta, ahogándome, al girar en el pasillo, y ser golpeado por el hombro de alguien. Siento el agarre más fuerte de Christopher en mi muñeca, para halarme y protegerme con su cuerpo, el dolor que comienzo a sentir en mi labio queda en segundo plano al notar la mirada del gemelo interesante caer sobre mí, al instante siento todo mi cuerpo temblar por lo ególatra que es su sonrisa. Pero, aún más, puedo notar una sensación cálida que se esparce por todo mi cuerpo, con lentitud, no puedo evitar presionar mi índice sobre mi labio inferior, porque fue como si algo, en ese preciso lugar, fuera atravesado por una corriente eléctrica.

Apenas puedo aferrarme más fuerte a la camisa de Christopher, para hundir mi rostro en su espalda al escuchar la, muy obvia, risa de burla, estoy seguro de que todo mi rostro debe ser un mar de incomodidad y arrepentimiento al levantar un poco la mirada, el chico sigue en medio del pasillo, sin apartar la suya, sus labios se curvean en una sonrisa al encontrarse ambos tonos diferentes de azul. Oh, no, ahora sabe que existo, esto es terrible.

—Qué interesante.

Si pudiese sonrojarme, estaría seguro de que todo mi rostro sería un desastre digno de uno de los más brillantes tonos rojos de Christopher, porque el chico más increíble del universo acaba de susurrar que le parezco interesante, o tal vez solo lo diga porque acaba de encontrarnos en una situación no muy casual entre dos chicos.

—Bueno, es claro que ahora tienes su atención — lo sé, y creo que no me gusta la forma en que ha sucedido.

Me detengo, solo un momento, para verle caminar por el pasillo, apenas notando la presencia de su hermano, del que ya olvidé el nombre. Por un instante, Derek levanta su cabeza por encima de su hombro, una sonrisa, esta vez más suave, al no poder ignorar que el azul de nuestros ojos vuelve a cruzarse, de que no soy capaz de seguir caminando, pues, sin entenderlo del todo, quiero ver mucho más de su existencia, es como si algo, que crece en mi pecho, quisiese conocerle un poco más.

Es extraño, pero hay algo en esa mirada que me resulta... familiar.

Notas finales:

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