Un Paso.
Eso es lo que lo decide todo. Un paso. Un paso decide si vivo o muero. Un paso decide si seguiré amándote y sufriendo que tu no me ames o si se termina todo mi sufrimiento y mi vida consagrada a amarte.
En el techo no hay alambradas que eviten el acto que acabaré cometiendo. Y es que ¿quién imaginaría que alguien saltaría de un edificio donde sólo pueden habitarlo las personas con más dinero o las que más han trabajado para poder pagar una de sus muchas habitaciones?
Y yo, me rio. Me rio de lo tonto que he sido creyendo que algún día conseguiría que me amases, me rio de la angustia que he vivido día a día pensando qué podría hacer para que me vieses igual que yo te veo a ti y no con ese aire de superioridad. Me rio de la ingenuidad de las mentes humanas que piensan que solo hago esto para llamar tu atención.
¿Y qué si fuese así? Bien tú sabes que solo intento llamar tu atención con cada acto tonto y descerebrado que hago, por ello te doy una oportunidad. Te esperaré 15 minutos. Solo 15 ni uno más ni uno menos. Esperaré a ver si te das cuenta de mi ausencia y me buscas. Si para ese entonces no has llegado daré ese paso que lo decide todo.
Muchas veces me pongo a pensar en lo que podría pensar alguien en mi misma situación. Y ahora lo sé. Piensas en todo lo que has hecho en esta vida. Piensas en que ya no le harás falta a tu familia que, aunque vivan en Kyoto sabes que aún se acuerdan de ti, pero solo en días como festividades. Piensas que ya no tienes nada que hacer, que tu grupo se ha disuelto y que todos han hecho ya su vida, que solo quedabas tú haciendo el pato e intentando parecer algo que no eres, intentando hacer pensar a los demás que no te enteras de lo que sucede a tu alrededor mientras la realidad es otra. Y piensas que ojalá lleguen pronto esos 15 minutos para no tener que soportarlo más.
¿Cómo no querer hacerlo? Después de todo, no sabes lo que se siente al llegar a casa después de haber promocionado a un grupo al que... sinceramente... mucho futuro no le ves. Al entrar en todas las habitaciones y ver que no estás, al ver la camisa de ayer con aquella mancha de pintalabios en el dobladillo del cuello que llevabas puesta. Al mirar aquel piso donde fuiste poseído después de preguntarle por la mancha y ser contestado fríamente con un "metete en tus asuntos", al olerla y percibir ese fuerte aroma a perfume de mujer y a alcohol.
Me pregunto si me extrañarás, y vuelvo con mi ingenuidad, claro que teniendo a todas esas amantes y a todas las lectoras de tus libros que te puedes levantar fácilmente, ¿para qué pensar en un estúpido crio como yo? Después de todo la mente humana sí que es ingenua hasta en estos momentos.
Miro el reloj y veo que solo faltan 3 minutos para que termine todo de una vez, por mi mente pasan las caras de todos mis amigos, felices, sonriendo a sus parejas y personas amadas, viéndoles felices trabajando día a día y tu cara. Tu cara mirándome altiva de reojo por encima de tu hombro. Esa expresión que tanto odio y a la vez tanto me hace acordarme de todas esas noches en tu cama.
Y pasan. Pasan esos tres minutos y estoy solo en este tejado. Pasan esos minutos en los que tuve la esperanza de que vendrías a buscarme. Pero como dije antes, la mente es ingenua incluso en estos momentos. Y doy el paso. Doy ese temido paso hacia delante cayendo en picado, sintiendo la presión de la atmósfera y la dificultad de mis pulmones a la hora de coger aire.
Antes de llegar a nuestro balcón veo como lo abres y sales hacia él, mirando el paisaje de ese atardecer anaranjado. Pienso en las palabras apropiadas para este momento, cada vez estoy más cerca de ti.
Y llego. Consigo llegar hacia ti y decirte esas dos palabras al oído consiguiendo que tú abras los ojos, todo en un segundo. No me preguntéis cómo y por qué, solo sé que conseguí decirle a tiempo "Daisuki, Yuki" y conseguí ver su cara de asombro. Sigo cayendo y pienso que, después de esa breve despedida me siento aunque sea, un poco más aliviado y deseoso de que llegue el momento.
Paro. Me quedo suspendido en el aire mirando hacia donde yo creía que podría conseguir llegar en poco tiempo. Miro hacia arriba y te veo, es la primera vez que te veo con esa cara de preocupación cogiendo con ambas manos mi pierna para que no me caiga. ¿Sabes que en este momento me has hecho feliz? Pero claro, tú tienes tu orgullo y, aunque no lo parezca, yo tengo el mío por lo que no te lo pienso decir.
-¡Suéltame! -te grito mientras zarandeo mi pierna, vamos Yuki hazlo, hazme caso aunque sea una vez en toda tu vida.
-¡ESTÁS LOCO! ¿Acaso quieres matarte? -veo que aún tu cara de preocupación sigue, no, espera, no es preocupación, estás desesperado, ¿de veras te desespera el ver como moriré?
-Creo que... la respuesta es más que obvia ¿no? -Te respondo con una de tus sonrisas, quiero que sufras, que sepas lo que se siente cuando te miran de la misma manera que miras tu y por eso lo estoy haciendo ahora -haz algo bien en toda tu puñetera vida y ahora ¡SUELTAME! - ¿he sido algo brusco? Lo siento, pero creo que es la única forma en la que puedo conseguir que me hagas caso...
-Shuichi, deja de hacer el loco, por favor -lo susurras tan bajo que casi no puedo oírte, si no fuese porque leí tus labios no me hubiese enterado. ¿Quieres que lo deje? ¿Quieres que pierda la oportunidad de dejar de sufrir por ti de una vez? Creo que, te daré una lección hoy. No siempre puedes conseguir lo que quieres Yuki Eiri.
Como si de flexiones en una barra boca abajo se tratase, levanto mi tronco para aferrarme a tus manos y escalo, escalo por tus brazos hasta que te abrazo con el muro del balcón separando nuestros cuerpos. Miro a tus espaldas y veo a una mujer muy atractiva mirándonos horrorizada tapándose la boca con las manos. ¿Ahora hasta te traes las amantes a casa? ¿Ya no me tienes respeto alguno Yuki?
-¿Sabes qué? -Empiezo a susurrarte al oído -Te amo, y creía que podría soportarlo todo por ese simple hecho, pero me equivoqué Yuki. Te amo y eso nada lo va a cambiar -apretó el abrazo y busco tus labios, te beso como si fueses a irte de mi lado de un momento a otro, y tú te aferras a mí, como si te fuese la vida en ello, aunque más bien es la mía. Baka, aprietas demasiado fuerte mi cintura y siento como si el muro fuese a traspasarme. Me separo de tus labios y te sonrío - onegai, no te sientas culpable de esto, es algo que yo decidí -y te empujo, consiguiendo con ello firmar mi sentencia de muerte. Me miras aterrado, seguramente no sabías que tenía la fuerza suficiente como para empujarte aún cuando te aferrabas a mi usando toda tu fuerza. Te sonrío mientras un par de lágrimas traicioneras se escapan de mis ojos -Honto daisuki Yuki, sayonara.
Vuelvo a caer en picado, te preguntarás el por qué de lo que te dije pero no quiero ver cómo te incriminas a ti mismo como lo que pasó con tu maestro. Si hicieses eso, ten por seguro que no podría descansar en paz. Siento como voy perdiendo la consciencia, ya no veo nada, no puedo respirar, y ni siquiera puedo razonar bien. Al parecer moriré antes de tocar el suelo. Mejor, sería muy desagradable sentir ese dolor por mi cuerpo. Ya no siento nada, solo he notado un pequeño golpe. Al parecer ya llegué al suelo. Siento mi columna vertebral rota, las costillas atravesar mis pulmones y mi corazón y todos los demás huesos hechos polvo. Me he abierto la cabeza y noto como la sangre sale de ella y de mi boca, dejando un sabor amargo en ella. Con las pocas fuerzas que me quedan abro los ojos y veo un atardecer ahora rojo. Ahora sí, se que esta es la definitiva, éste es el adiós.