Había una vez un principe albino de ojos grises como la luna, vivia en un gran castillo situado sobre la hermosa montaña. Un dia decicio salir al pueblo despues de un paseo por el lugar, el principe Bakura se encontro con un joven de sorprendente belleza.
Los ojos rojisimos y profundos como la sangre brillaban en su bello rostro, de facciones perfectas y tez de porcelana, enmarcado por abundante y maravilloso cabello rojizo con mechones dorados que bajaban en suaves ondas sobre el blanco traje.
Bakura quedo suspenso de admiracion ante la hermosa criatura: bajo del caballo, se arrodillo ante el, y con voz que temblaba por la emocion, le pregunto si queria ser su esposo.
-Con mucho gusto, hermoso principe- le contesto el doncel con voz que parecia musica celestial-. Pero te impongo la siguiente condicion: No tienes que hablarme nunca de hierbas ni de muerte, si no quieres perderme para siempre.
-No te hablare nunca de ellas- le contesto el albino. Lo subio a su caballo y lo condujo al castillo, donde aquella noche se celebro la boda con fausto digno de un rey.
Ambos vivieron felices durante algun tiempo, pero su dicha suscito la envidia de un moreno joven, el guardia del principe Atemu, que no cesaba de espiarlos. Cierta vez, el castaño ojivioleta oyo que Atemu le decia al albino:
- Has sido muy bueno; has mantenido tu promesa. Si durante tres dias no escucho hablar de hierbas ni de muerte, el encanto que mi perverso abuelo Salomon, un hechicero poderoso lanzo sobre mi, quedara deshecho, y en adelante, podre vivir felis para siempre, por lo que mi adradecimiento y amor hacia ti sera infinito.
Malik, al escucharlo, se puso muy contento por haber encontrado el modo de perturbar aquella felicidad que tanto le desagradaba. Acudio ante los musicos de la corte y pidio que cantase aquella misma noche en el banquete del principe una cancion de muerte. Despues, Malik fue al campo a recojer un haz de hierbas, que puso bajo la silla, en el lugar del pelirojo.
Y asi, satisfecho, espero los acontecimientos, que no tardaron en producirse. Por la noche, los principes, radiantes de felicidad, entraron enla sala del banquete y se sentaron en sus sitios, mientras que comenzaban a entonar una cancion, ¡ay!, una cancion de muerte.
Su felicidad habia terminado. Atemu, al oir aquellas tristes notas, lanzo un grito desesperado, se puso blanco como la nieve y cayo de su asiento, mientras sus piecesitos tocaban el haz de hierbas.
Bakura corrio junto a el pelirojo y lo sostuvo con sus fuertes brazos, mas el pobre ojicarmesi se encojia ante sus ojos, y muy pronto, el albino tuvo en sus manos nada mas que una flor de largo tallo y corola en caliz, una flor de un rojo inmaculado, una rosa roja.
El albino hizo encerrar al ojivioleta por el daño causado, Bakura lloraba su cruel perdida.
La maldad y la envidia de Malik, desgraciadamente, habian triunfado; pero el bello doncel vivio eternamente bajo la forma de esa candida flor, emblema de amor y juventud.
Si observais con atencion podras ver como la luna llena refleja su luz en aquellas flores. Es el principe albino quien proteje a su pelirojo amor desde las estrellas.
... Un Eterno Amor ...