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Inesperado reencuentro por Paz

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Notas del fanfic:

Este fic es anterior a los otros que he ido publicando en estas ultimas semanas, pero me costó un poco más terminarlo. Espero que sea de vuestro agrado...

Notas del capitulo: Esta es una pequeña historia para encubrir un lemon.
 

Inesperado reencuentro 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo Único

 

Esa noche era más fría que las anteriores, comenzó a murmurar por lo bajo maldiciendo las bajas temperaturas y farfullando también incoherencias contra los malos amigos que después de llamarle para verle, en una zona de la ciudad que le era desconocida, le avisa en el último momento que no puede ir a reunirse con él, justo cuando había despedido al taxista que le llevó hasta aquel desamparado y desangelado lugar donde Yohei había quedado en verle.

Para colmo de males no veía pasar ningún otro taxi para pararlo, caminaba por las estrechas calles, con el cuello de su abrigo subido y la bufanda enrollada alrededor para evitar que se cayera y le dejara otra vez desprotegido, llevaba las manos metidas dentro de los bolsillos, enfundadas en gruesos guantes de cuero de cabritilla que eran sumamente suaves y calientes, miraba receloso a su alrededor, como temiendo que algún desaprensivo cayera sobre él, con la mala intención de asaltarlo, bueno, si eso ocurría, sería bienvenido, porque estaba deseando descargar su mal genio con alguien.

La bufanda no le tapaba la nariz, ni las orejas y estas comenzaba a no sentirlas, se había resistido hasta entonces, pero ya no más, sacó un gorro de lana de diversos colores, que le regaló su ahijado y se lo encasquetó en la cabeza hasta quedar totalmente tapadas sus orejas, y con la clara intención de no llamar excesivamente la atención recogió su cabello, metiéndolo dentro del gorro, siguió caminando sin desviarse y de pronto, un anuncio de neón llamó su atención, pensó que allí podría tomar algo para entrar en calor.

Entró en ese local como pudo haber entrado en otro cualquiera si lo hubiera encontrado, apenas traspasó la entrada el ambiente cargado por el humo de los cigarrillos invadió sus fosas nasales al punto que su garganta se irritó obligándole a toser.

Estaba a punto de volverse para buscar otro ambiente menos nocivo, dispuesto a enfrentarse al frío cuando su mirada distraída se vio atrapada por la de un sujeto que estaba apoyado en la barra.

A pesar del tiempo transcurrido no tuvo dificultad para reconocerle. Habían transcurrido diez años desde la última vez que le vio, cuando su carrera deportiva se interrumpió debido a una lesión que cortó su gran meta. El accidente había sido provocado por esa mala costumbre que tenía de ir dormido encima de la bicicleta. El camionero había perdido el control de sus frenos y no pudo evitar arrollar al joven que quedo tendido en el asfalto, con una pierna destrozada cuando una de las ruedas le pasó por encima.

Sus lesiones internas curaron con el tiempo, pero su pierna le mantuvo hospitalizado durante un par de meses, hasta que una noche, sin que nadie pudiera verle se marchó del hospital, desapareciendo de las vidas de los que le habían conocido y tratado. Al principio, se habló mucho y se le buscó más porque era bien sabido que no tenía familia a la que acudir.

Al parecer lo tenía bien pensado, porque había pasado por su piso recogiendo sus escasas pertenencias y abandonando otras, el entrenador Anzai lamentó profundamente su desaparición, le hizo buscar, preguntando y mostrando su fotografía en todas las estaciones, de trenes o suburbano con la esperanza que alguien pudiera haberlo visto y recordara hacia donde se dirigió. Nunca consiguió tener noticias suyas, era como si la tierra se le hubiera tragado. Se eclipsó como una estrella fugaz al atravesar el firmamento y ahora inesperadamente, cuando ya ni siquiera le recordaban ahí estaba él, en un barrio alejado de una gran ciudad, perdido entre la multitud de seres anónimos que poblaban la noche.

Él permanecía sentado en un taburete junto al mostrador, delante tenía un vaso cuyo contenido de color ambarino le hizo presumir que se trataba de whisky.

Apartó la mirada de esos ojos que siempre llamaron de un modo poderoso su atención y la paseó por aquella semioscuridad buscando un lugar donde sentarse. Algunas luces de colores centelleaban parpadeantes impidiéndole ver las facciones de los que allí estaban, no es que le importara, pero no deseaba llevarse por delante a nadie, el ambiente caldeado había calmado sus deseos de pelea.

Distinguió en el fondo del local una mesa vacía, con pasos lentos hacia allí se dirigió, sin apresurarse, preguntándose como eran capaces de respirar ese aire contaminado, por el humo de fritos que también procedía de la cocina, claro indicio que el aceite estaba ya requemado por el continuo uso y la densa nube sobre sus cabezas de los cigarrillos consumidos, quien no bebía fumaba y quien fumaba bebía al mismo tiempo, rostros anodinos que ni siquiera se inmutaron ante su altura, paso entre las mesas con paso seguro.

Pensó que cuando saliera de allí tendría que hacerse una cura de desintoxicación.

Se dejo caer sentado sobre la desvencijada silla que crujió peligrosamente bajo el peso de su cuerpo.

Un camarero con aspecto desgarbado se acercó, paso un paño más sucio que la mesa al tiempo que inquiría con desgana.

-Qué va a ser?

-Whisky on the rocks -pidió echando el cuerpo hacia atrás, el tipo tenía el aliento a ajo capaz de resucitar a un muerto.

La bebida le fue servida rápida.

Al menos, en eso eran diligentes pensó tomando el vaso entre sus dedos y haciendo tintinear el hielo antes de darle su primer sorbo. Cuando levantó la mirada para beber, se fijo que él dejaba atrás el mostrador y caminaba decidido hacia donde estaba sentado, una ligera cojera le hizo saber que los médicos no pudieron salvar su pie. Debió resultarle muy duro enterarse que nunca más podía volver a jugar. El basquetball era su vida, esa lesión le apartó definitivamente de él. Al observarle mientras se acerca pensó que también él le había reconocido.

Dió un corto trago a su bebida.

-Puedo sentarme? -la voz sonó enronquecida por el tabaco.

Le hizo un gesto con la mano que sostenía el vaso hacia la silla vacía.

-He observado que me mirabas. Si quieres podemos ir a un lugar más tranquilo.-dijo por toda presentación.

Le miró sin inmutarse por su inesperada proposición, pensando que así tan bajo había caído, tuvo su instante de gloria, pudo alcanzar la fama, en cambio, ahora no era nadie, ofreciéndose al primero que le mirara.

Parecía estar meditando sus palabras, solo estaba decidiendo que hacer. Si se negaba él se marcharía y no volvería a saber de él, tenía que saber que le llevó a ese camino.

-Prefiero mi casa... -dijo finalmente.

-De acuerdo... -no tenía preferencia por ningún sitio. Con su tarifa tenía suficiente para pagar una habitación con cada cliente.

-Cuánto? -preguntó.

-Cincuenta mil yenes.

-Tienes que ser muy bueno... -dijo sin mostrar extrañeza ante tal cifra.

-Eso dicen. Puedo hacer cualquier cosa que desees y puedes hacerme lo que quieras para excitarte, excepto besarme en la boca -planteó sus condiciones.

-Por cuanto tiempo?

-Dos horas. Si deseas toda la noche, sube a setenta y cinco mil yenes.

-Muy bien... que sea toda la noche -decidió.

Hizo un gesto al camarero para que cobrara la bebida, la suya y la de él.

De camino hacia la salida, volvió a abotonarse el abrigo, sacó los guantes del bolsillo y se los puso, el gorro ni se había molestado en quitárselo, estaba por acomodarse la bufanda cuando se fijo que él salía a la gélida noche llevando apenas una chaqueta raída por los codos y un pantalón desgastado a la altura de las rodillas. Llevado por un impulso se quitó la bufanda y los guantes, le adelantó y apoyándolos sobre su pecho se los ofreció.

-Póntelos... vas a quedarte helado.

-Gracias... -los aceptó bastante sorprendido por su amabilidad.

En ese instante, un taxi se dejo ver al principio de la calle, se apresuró a salirle al paso haciéndole un gesto para que se detuviera.

Esperaron que le abrieran automáticamente la puerta, se sintió agradecido con el calorcillo del interior.

-Hacia donde, señor?

-De momento tome la salida sur... -dijo echando la cabeza hacia atrás y apoyándola en el apoyacabezas.

Ninguno de los dos habló, al cabo de un buen rato, se dio cuenta por su reposada respiración que se había quedado dormido, solo entonces, le dio la dirección al conductor.

-Le daré un extra por llevarme hasta allí... -murmuró al sentir la reticencia del hombre- y si lo prefiere puede quedarse a dormir en mi casa, -ofreció- tengo habitaciones de sobra.

-De acuerdo. -aceptó, el viaje hasta allí era largo y necesitaba descansar en algún lugar, mejor en un lugar cubierto, que dentro del coche y al borde de la carretera- Me llamo Ariwa Toshi

-Mi nombre es Sakuragi Hanamichi -susurró bajo.

-¡¡Wow!! Dicen que eres el mejor basquetbolista japonés de la NBA -exclamó sorprendido de llevar a una celebridad.

-Eso dicen... -dijo con falsa modestia, al tiempo que volvía a recostar la espalda en el asiento.

Ariwa a través del espejo retrovisor observó que cerraba los ojos, su acompañante, dejo caer su cabeza en su hombro y él no pareció molestarse.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Cuando quedo solo, hizo una rápida llamada. Era consciente que no eran horas para llamar, pero cuando supiera de que se trataba le disculparía.

-Moshi... moshi... -interpeló una voz somnolienta del otro lado del tubo.

-Entrenador Anzai... soy Sakuragi....

-Que ha pasado? Por qué me llamas tan tarde? -preguntó mirando sobresaltado la hora al tiempo que se despejaba.

-Le he encontrado... -dijo mostrando la emoción acumulada hasta ese instante.

-A quién has encontrado?

-A Rukawa...

-Dime donde esta para ir a buscarlo... -su voz sonó temblorosa por la emoción, dispuesto a salir de la cama y vestirse.

-No es necesario, esta en mi casa. Le traje sin decirle donde le llevaba. No me ha reconocido... cree que soy un...  -no iba a decirle al gordito que le tomó por un cliente- bueno, no importa, esta aquí. En estos momentos esta en el ofuro, le entretendré todo el tiempo que sea necesario. -Dijo rápidamente porque escuchó el sonido de pasos- Tengo que colgar. No tarde. -se dirigió al mueble-bar, como mirando que servirse, en esa actitud le encontró Rukawa- Te apetece beber? Tengo coñac, whisky, sake, cerveza o si prefieres algo más suave, refrescos y soda.

-Un whisky esta bien...

-Siéntate... -ofreció con la mirada los distintos sillones- Con o sin hielo? -preguntó volviendo su atención a la bebida. Sabía que el entrenador Anzai tardaría una hora y media larga en llegar desde su casa a la suya. Por mucho que bebieran no iban a consumir tanto tiempo y Rukawa podía entrar en sospechas si no acometía el trato que había concertado con él para pasar la noche.

-Sin... -respondió Rukawa-Tienes cigarrillos? He acabado los míos... -dijo tras tantear sus bolsillos en un ademán que sabía inútil porque solo fumaba los cajetillas que sonsacaba a sus clientes.  

-Eres un tipo duro, eh? -sirvió una buena medida, más no tanta que pareciera que pretendía emborracharlo. Llevando los vasos en sus manos se acercó hasta donde estaba sentado, alargó la mano con su bebida ofreciéndosela- Lo siento, no fumo.

-Gracias. -Se encogió de hombros con gesto resignado, mirando alrededor suyo con curiosidad- Vives aquí?

-Si... -no especificó que solo en cortos períodos de tiempo.

-Me resulta impersonal...

-En qué sentido? -inquirió.

-No se..., -le miró como si pensará que iba a molestarle, al ver que con su mirada le animaba a hablar continuó- ... a qué te dedicas, bueno, tampoco me importa, pero no veo ninguna cosa que me indique que realmente vivas aquí, me refiero a fotográficas y cosas así.

-Será porque permanece cerrada la mayor parte del tiempo y las cosas que aprecio están siempre conmigo. -dió un sorbo a la bebida como si ya hubiera dicho demasiado de si mismo. Lo miró a los ojos y supo que Rukawa seguía sin reconocerlo- Mi trabajo me mantiene lejos de aquí. Ahora estoy de vacaciones, aún me queda una semana antes de volver a la rutina diaria -dijo como si jugar al basquetball fuera un trabajo rutinario y aburrido.

Rukawa se limitó a asentir, pensando que debía estar sentado tras un escritorio siete horas al día, seis días a la semana, comprendiendo que aprovechara al máximo esas vacaciones que decía tener.

Miró su reloj y vió que era tarde.

-No se donde me has traído, pero solo te quedan dos horas -dijo avisándole.

-Es cierto... -también él echó una mirada a su reloj pulsera, solo habían transcurrido quince minutos desde que avisó al gordito. Tenia el resto de la noche para él, iba a resultarle toda una experiencia coger a Rukawa, cuando en el pasado el único idioma que entendían era a base de golpes. No iba a ser él el primer hombre con el que iba a hacerlo, había perdido la cuenta de todos los que pasaron por su cama, no tenía reparos en acostarse con hombres o mujeres, aunque reconocía que le resultaba más placentero hacerlo con una persona de su mismo sexo, por ese motivo, cuando despertaba por las mañanas se podía encontrar compartiendo el lecho con eventual acompañante, desayunar juntos y luego despedirlo, en cambio, con una mujer, cuando terminaba llamaba a un taxi y le pagaba el regreso a su casa- Sígueme... -le indicó poniéndose de pie y dejando sobre una mesilla el vaso sin haber terminado su bebida, en cambio Rukawa lo posó vacio.

Le siguió en silencio, dejándose llevar por un pasillo cuyos paneles de papel declaraba a las claras que estaba en una casa tradicional, era habitual que en esa generación, las casas se construían siguiendo el modelo occidental, hormigón armado y acero, dejando solo una habitación con tatami para solaz de la familia, en cambio, ese tipo que aún, por su aspecto, no alcanzaba a tener treinta años, seguía respetando las antiguas tradiciones, es decir, todos los suelos de la casa estaban revestidos de tatami, por lo que el descalzarse en el guenkan era indispensable, no le molestaba ese detalle porque el suelo de tatami es fresco durante el verano y caliente en invierno. En los meses húmedos, se mantiene más fresco que una alfombra.

Había olvidado lo que se sentía caminando descalzo, en el pequeño cuarto donde se alojaba, si llegaba a pensar en descalzarse podía quedarse con los pies congelados. La vieja casera que regentaba la pensión había olvidado lo que significaba hacer una reforma para acondicionar aquel destartalado edificio, claro que por el precio que pagaba no tenía derecho a quejarse.

Ese tipo si que sabía lo que era vivir bien. Debía tener un buen trabajo y un magnifico sueldo. Él podía haber tenido eso y mucho más, solo que la maldita lesión desbarató sus sueños de gloria. No quería reconocer que se había impacientado cuando le dijeron que la lesión le iba a mantener alejado del basquetball definitivamente, lo dejo todo, convencido que podía encontrar otro médico que le diera otra opinión a su lesión. Fue un grave error, fue rondando de consulta en consulta, hasta que sus ahorros se terminaron y acabo vendiendo lo único que poseía, su cuerpo, ahorrando todo lo más que podía, para trasladarse a EEUU, donde le habían hablado de un especialista muy bueno, capaz de reconstruir sus huesos dañados, ahora viendo como vivía ese tipo, se daba cuenta, que estaba llegando al cenit de sus posibilidades, aun le faltaba una buena cantidad para alcanzar la cifra que necesitaba, todo lo más que pudo conseguir fue una cita con ese médico, en tres meses más estaría viajando rumbo a EEUU para hospitalizarse si el especialista lo consideraba conveniente, verse curado definitivamente era lo que le mantenía firme, llevando una existencia espartana, siempre y cuando consiguiera disponer del dinero que necesitaba.

Mirando alrededor pensando que ese tipo parecía disponer del dinero que él necesitaba.

-Es aquí... -dijo deteniéndose y mirándole con curiosidad. Tenía una extraña expresión en su rostro, como si un fuerte dolor le atenazará. Se preguntaba que había pasado con el chico frío que él conoció.

Rukawa se adelantó unos pasos y lentamente comenzó a despojarse de sus ropas, llevando a cabo sensuales movimientos con su pelvis y cadera, luciéndose ante ese tipo que le miraba con una expresión de diversión en el rostro que no conseguía comprender.

Desde el primer instante cuando sus miradas se cruzaron en el bar tuvo una extraña sensación, a la que no dió mayor importancia, solo pensó que era debido a que había detectado un potencial cliente, durante esos años había aprendido a reconocerlos, una sensación que en lugar de calmarse había ido in crescendo, sin poder identificar esa impresión se dejo llevar por ella y más cuando comprendió que iba a recibir una gran cantidad por unas horas de sexo, para él solo era eso, para ese tipo iba a aligerar sus bolsillos, lo que le hizo recordar que aún no le había pagado. Se detuvo y extendió la mano.

Sakuragi comprendió su ademán, se acercó a un mueble y sacó un fajo de billetes, los contó apartando la cantidad que habían concertado, dejando el resto en el mismo lugar.

-No temes que se me ocurra robarte? -preguntó guardando lo suyo.

-No..., no creo que estés tan desesperado.

-Tal vez lo este... -dijo reanudando su striptease con una acerba mueca en sus labios, fijándose en las miradas que le dirigía, sabía como excitarlos, el movimiento de sus caderas se volvió más lento y sugestivo, sus ojos le seguían atentamente, y cuando se despojo de su bóxer, esperaba que cayera sobre él sin control. Todos eran iguales, brutos y salvajes, saciando su necesidad de cogerse a un tío hasta que satisfechos le dejaban entre las revueltas ropas de desvencijada camas de pensiones baratas y cutres preguntándose cuando podía decirse que aquella etapa de vida había concluido.

Sakuragi veía en sus ojos el cansancio no solo físico, sino también moral, comprendió que tenía que tener poderosas razones para ejercer la prostitución.

-Qué quieres que haga? -preguntó viendo que su pregunta le había sorprendido- Qué es lo que más te gusta hacer?

-No tengo preferencias. Solo hago lo que me piden.

-De acuerdo..., túmbate en la cama, con las manos por encima de la cabeza -vió como un ramalazo de temor en su mirada, lo que le hizo comprender que más de una vez se había visto amarrado y que la experiencia no debía de ser muy grata- No voy a atarte, solo quiero tu promesa que las mantendrás así todo el tiempo. Bajo ninguna circunstancia las bajes.

Sorprendido asintió mientras le obedecía, aquella situación era nueva para él. El control que ese tipo poseía constituía una rara excepción, al que no estaba acostumbrado. Ese tipo se lo estaba tomando con excesiva calma, como si no tuviera prisa.

No podía saber que Sakuragi estaba alargando ese instante para darle tiempo a su ex-entrenador a llegar, más como los minutos pasaban y no sucedía se decidió a actuar.

-Cierra los ojos, intenta verme con la mente -pidió- No hagas trampas o lo sabré enseguida -cuando sus parpados se cerraron en torno a sus ojos, se quitó el gorro que hasta entonces había mantenido ocultando sus cabellos rojizos, seguro que pensó que era un tipo excéntrico. Sonrió. En contados minutos quedo tan desnudo como él, se acercó a los pies de la cama y trepó hasta llegar a su altura ubicándose a horcajadas de su cuerpo sin llegar a tocarle con las manos, solo rozaba sus costados con el interior de sus muslos- Aún no los abras -pidió al ver el parpadeo de sus ojos- Déjame hacerte sentir que no todo esto es malo y sucio.

No tuvo palabras para responder, que podía hacer, negarlo, acaso? Él se sentía sucio por dentro y por fuera, había permitido que su cuerpo fuera mancillado demasiadas veces para no pensar lo contrario. Además, qué podía importarle a ese tipo lo que él sintiera. Él era como un recipiente en los que todos iban dejando algo suyo, derramándose en el, llenándole, sentía que un día iba a rebosar y entonces llegaría al fin de su limite, solo esperaba que no fuera antes de lo debido, aunque a veces pensaba que nada de lo que hacia merecía la pena, durante el día trabajaba de friegaplatos en un restaurante, por la noche acudía a un bar donde le conocían y era donde iban a buscarle los clientes habituales que solían frecuentar su compañía. Al principio, cuando era un novato en esas lides buscaba ocasionales clientes a la entrada de un conocido parque, donde escuchó que iban a hacerlo, fue una experiencia terrible y le resultó difícil adaptarse, al cabo de un tiempo se ganó cierta fama merecida o no que le proporcionaba más clientela y siguiendo un consejo de otro colega comenzó a frecuentar un bar cuando coincidió con un tipo, al que no recordaba y que alabó sus excelentes servicios, después de esa noche, pensó que todo comenzó a rodar como una bola de nieve y fue creciendo vertiginosamente, lamentablemente, sus ahorros no seguían el mismo camino. Se había fijado una cantidad para ahorrar mes a mes. Lamentablemente esa noche comprobó que estaba a final de mes y que no la alcanzaría, por algún motivo que desconocía sus cálculos habían fallado. No era para gastarlo, necesitaba ahorrarlo, apenas gastaba para sí mismo, comía poco y lo justo, porque donde trabajaba además de su paga le retribuían su trabajo en especie, por lo que cenaba allí todas las noches, lo que comía tenía que ser suficiente para no pensar en comer hasta la noche siguiente.

Aquella noche se sentía desesperado, necesita alcanzar la cantidad que se había fijado, por ese motivo era él quien iba de caza esa noche, solo esperaba que la presa valiera la pena. Estuvo pateando las calles donde solía encontrarse gente tan desesperada como él, y finalmente el frío le llevó a entrar en aquel bar, enseguida supo que había sido una mala elección y mientras tomaba un trago para entrar en calor y decidirse a salir para seguir enfrentándose al frío solo con su chaqueta remendada, pensando que debía de hacer un gasto extra y comprarse un abrigo de segunda mano, cuando inesperadamente, se fijo en el tipo que entraba.

Hubo un corto intercambio de miradas y supo que había tenido suerte, ese tipo se había fijado en él. Tuvo el presentimiento que parecía interesado en él, no podía saber hasta qué punto, pronto lo averiguó. Sin un titubeo se dirigió hacia él, haciéndole ver que había notado su interés. Aún no sabía que le había impulsado a mencionar tal cantidad y fue una sorpresa que la aceptara sin regatear. Era mucho más de lo que solía exigir por un polvo rápido.

Y ahora estaba en su casa, en cualquier parte de Tokyo, sin saber exactamente donde, el calorcillo en el interior del taxi y su propio cansancio le vencieron quedando dormido durante el viaje.

Sakuragi se dió cuenta que estaba perdido en sus pensamientos y decidió que era el momento de volverle a la realidad. Las palmas de sus manos se posaron en su vientre plano, moviéndose en sentido descendente hacia su pecho, sintiendo bajo ellas la dureza de sus músculos, estuvo tentado en preguntarle si seguía jugando por su cuenta, supo morderse la lengua a tiempo, ya llegaría el momento de las explicaciones, dándose a conocer, ahora iba a disfrutar de ese cuerpo de ensueño, no recordaba que fuera así, aunque cuando era adolescente no pensaba que fuera hermoso el cuerpo de un chico.

Sonrió con cierta sorna al recordar que fue su amigo Yohei quien le inició en ese camino después que Haruko le rechazara, ella no tuvo ninguna oportunidad con Rukawa pues tuvo su accidente y desapareció sin dejar rastro. Los acontecimientos se precipitaron, Haruko esto desconsolada algunos meses, luego empezó a salir con Kenji, rompiendo el compromiso meses antes de la boda después de tres años de relaciones cuando todos la suponían casándose con el chico. Por aquellas fechas estaba en Kanagawa, y Haruko con la que seguía manteniendo una buena amistad, fue a llorarle a sus brazos contándole que había sorprendido a Kenji con otra mujer.  Atolondradamente comentó que conocía a un hombre que nunca podría serle infiel con otras mujeres. Haruko había hecho una mala elección tomar al pie de la letra su comentario, porque al saber que se trataba de Yohei, fue tras él hasta conseguir casarse con él, cuando nació su ahijado comprendió que Haruko había jugado sucio con su amigo, solo se preguntaba como había conseguido tal hazaña porque él sabía que Yohei era gay cien por cien. Algún tiempo después Yohei le confesó que esa noche estaba borracho, ni siquiera estaba seguro si su hijo era suyo. Al verlos juntos se podía pensar que eran un matrimonio feliz, tenían un niño pequeño, que se parecía mas a Haruko que a su amigo y tras seis años juntos, era mucho tiempo, para lo poco que duraban los jóvenes casados podía decirse que era estable. Esa tarde le llamó deseaba hablarle de algo muy importante y necesitaba su consejo, le citó en una calle de Shibuya, lamentablemente su hijo enfermó y le llamó pidiéndole disculpas.

Apartó sus pensamientos para fijarse en el muchacho cuyos servicios había pagado, Rukawa se mantenía inmóvil, su pecho subía y bajaba un tanto acelerado debido a sus lentas caricias, en su piel marfileña destacaban dos sonrosados pezones, su boca se entretuvo en uno de ellos mientras sus dedos excitaban el otro.

En numerosas ocasiones estuvo tentado en abrir los ojos, pero recordaba que el cliente tenía derecho a exigir lo que fuera y así que solo le quedaba dejarse llevar por las placenteras sensaciones que estaba sintiendo bajo las manos expertas de ese tipo, o su boca que arrancaba prolongados suspiros que no podía evitar.

Su boca dejo de excitar su pezón, tomando posesión del otro, mientras sus manos ascendían por sus brazos hasta alcanzar sus manos que se aferraban al extremo del cabecero, las tomó entre las suyas, entrelazando unos instantes sus dedos, luego las ubicó bajo su cabeza, haciéndolo saber con ese gesto que debía permanecer así.

Rukawa así lo comprendió, sintió el calor de su aliento junto a su boca, giró su rostro, haciéndole saber que nada de besos, su boca se posó en su oreja, su lengua jugueteó con ella y sus dientes dieron suaves tirones a su lóbulo, dejándole tembloroso cuando su húmeda lengua se posó en un punto sensible de su cuello, justamente detrás de la oreja y comenzó lamerle hasta que su boca se abrió dejando escapar su respiración jadeante, ese tipo había encontrado un punto erógeno que ni el mismo conocía, sus palabras seguras le impactaron, solo que no le dejo ver hasta que punto.

-Antes que todo acabe, tu mismo querrás que te bese.

-Jamás...

Su risotada le desconcertó. Dónde antes había escuchado esa risa? Dónde y cuándo?

-No abras los ojos o el trato se rompe, recuerda que el cliente hace lo que quiere -le susurró al oído- Soy un cliente muy exigente, y tú tienes que mantenerte quieto y con los ojos cerrados, lo entiendes?

-Si... -contestó estremecido al sentir el cálido aliento que erizaba los pelillos de su nuca de un modo delicioso. Su cuerpo se arqueo al sentir la mano que descendía por su costado, su hombría erguida se rozo contra la de él, fue un leve contacto que le dejo deseando más, pero al parecer los planes de su cliente no eran satisfacer sus deseos, sino los propios y tuvo que conformarse con seguir sintiendo el recorrido de su mano hasta su cadera, ahí se detuvo unos segundos, los que necesitó para cambiar su posición, comprendió que deseaba de el y abrió sus piernas para que él se ubicara entre ellas.

Sakuragi estaba bastante sorprendido, nunca antes había estado tan compenetrado con alguien, sin necesidad de hablar se entendían, era como si estuvieran destinados a ser uno.

Ese pensamiento le incito, llevándole a procurar que su compañero disfrutara tanto como él esos momentos, ahora solo rogaba para que Anzai se demorara, necesitaba más tiempo para ir descubriendo cada milímetro de ese cuerpo marfileño que se rendía a sus caricias. Su boca, sus labios y su lengua fue dejando suaves besos, y húmedas caricias, su cuerpo se sacudía y sus labios se movían dejando escapar roncos jadeos que evidenciaban que estaba disfrutando, que gozaba con lo que estaba experimentando.

Nunca antes había sentido tales sensaciones que enviaban oleadas de placer por su cuerpo, sus sentidos se sacudían con cada oleada de calor que recorría una y otra vez su cuerpo, comenzando en su bajo vientre y proyectándose hasta la punta de los pies y el extremo de su cabeza, dejándole tembloroso, era una sensación que percibía más profundamente al no poder intervenir, como si ese tipo lo supiera le estaba provocando deliberadamente ese intenso placer.

No sabía cuanto más podía resistir, e inesperadamente el alivio llegó, la cálida y húmeda cavidad le envolvió, un gemido salió de sus labios, jadeó al tiempo que sus caderas se alzaban para incitarle a profundizar en la caricia.

Le complació, porque también era su placer. Su lengua se deslizó a lo largo y ancho de su tronco, llevándole al éxtasis, arrancando ardientes gemidos de sus labios, que aunque intentaba reprimirlos le era imposible porque él no le daba un instante de reposo complaciéndose en escucharle.

Sus incoherentes pensamientos cesaron ante lo que le hacia sentir. Sus manos se cerraban bajo su cabeza y aunque intentaba mantener los labios apretados, no podía evitarlo, no podía creer que fuera él quien gemía con tanto alboroto. Cuando sintió sus dedos sobre sus labios los abrió dejándolos entrar dentro de su boca que comenzó a segregar saliva embadurnándoles al máximo.

Sin que su boca dejara de darle placer a Rukawa, la yema de su dedo medio se movió en círculos sobre su abertura, que se sacudió a su contacto, despacio lo fue metiendo, dándose cuenta que estaba tan dilatado que no necesitaba preparación, aún así continuo haciéndolo, obteniendo a cambio sus espasmos de placer, sus gritos agónicos y sus gemidos, haciéndole saber que estaba disfrutando con lo que le hacia, metió un segundo dedo moviéndolos en círculos, una y otra vez, sin que por ello olvidará lo que hacía su boca, cuando le introdujo un tercero tuvo la certeza que las circunstancias habían llevado a Rukawa a vender su cuerpo durante mucho tiempo, sin embargo, él no era nadie para reprochárselo, él también hacia tenido muchos hombres, aunque su situación fuera diferente. Sus amantes ganaban la fama con solo aparecer sus nombres al lado del suyo. Eran ellos los que se vendían no él. Ahora todo iba a ser distinto, sabe que ha encontrado a la única persona que le llena totalmente y no esta dispuesto a dejarla marchar. Le perdió una vez, pero nunca más. Si es necesario le ataría con finas cadenas invisibles, le hará una oferta que no pueda rechazar, en ese instante su momento llega.

Todo su cuerpo se estremece, su espalda se arquea, un pujante sentimiento recorre su cuerpo, nunca antes había sentido algo así, no puede evitar gritar su gozo, su éxtasis cuando comienza a liberar, cortas y rápidas ráfagas, el contenido de sus testículos, a través de sus ojos entrecerrados cree distinguir una mancha rojiza ante él, se apresura a cerrarlos por completo, evadiéndose de un sentimiento  que no desea volver a sentir. Hubo un tiempo que estuvo enamorado, soñando día y noche con el chico que le atormentaba sin saberlo, luego su accidente desbarató todos sus planes, iba a declarársele, a decirle cuanto le amaba, a mendigarle si era necesario un poco de su atención, ya que estaba convencido que su amor era para esa chiquilla con la que se le veía a menudo. Él se fue, desapareció de su vida, como si nunca hubiera existido, posiblemente se ha olvidado de él, se habrá casado y tendrá hijos.

Sus ojos permanecían cerrados, pero la expresión de su rostro era de dolor, en qué estaba pensando mientras intentaba llevarle arrebatado al éxtasis total.

Levanta sus piernas posándolas encima de sus hombros, sus caderas alzadas, él arrodillado ante ese cuerpo de ensueño que tembloroso se le rinde, acerca su miembro, dolorosamente erguido, hasta su abertura, presiona despacio, mirándole el rostro, esperando quizá una señal de dolor o rechazo, de pronto un movimiento imperceptible de sus labios le otorgan su permiso, se hunde profundamente en él, le llena con su órgano, se siente ajustado a sus cálidas paredes, presionándole deliciosamente haciéndole olvidar que no es el primero.

Es maravilloso sentirse lleno de él, piensa Rukawa entre el cúmulo de pensamientos que invaden una y otra vez su mente.

Sus embestidas eran enérgicas, una tras otra, llevando un ritmo cadencioso y preciso, buscando ese punto justo y dió con él cuando su grito agónico le llegó y una y otra vez, solo por escucharle golpeaba su próstata, consiguiendo que el dolor que marcaba su rostro desapareciera, para que solo fuera consciente de esos instantes juntos, su mano descendió hasta su órgano que nuevamente estaba eréctil, lo sobó una y otra vez, marcando el ritmo entre sus embestidas y su toque, vió como sus manos se apartaban de su cabeza y sus puños se cerraban intentando sobrellevar lo que estaba haciéndole sentir. Sus labios temblaban por la excitación, y sus parpados se cerraban con excesiva fuerza, como si de ese modo todo dejará de existir, sin salir de un interior, cambió de postura, ahora, cada vez que le embestía su miembro se frotaba contra su vientre, haciéndole sentir como si estuviera masturbándolo.

Fue un instante memorable, sus cuerpos se dejaron llevar y compenetrados se fundieron en uno solo, Rukawa alcanzó su segundo orgasmo, derramándose entre sus vientres, Sakuragi hundido profundamente en sus entrañas, las llenó con su ardiente simiente hasta sentir que su cuerpo se vaciaba y sin poderlo evitar se derrumbó encima de Rukawa que no protestó porque no tenía ni fuerzas ni ganas para hacerlo.

Siente como sus dedos se entrelazan con los suyos, que han aflojado la tensión que los mantenía apretados, y sus labios sobre sus ojos y mejillas secando las lágrimas que han escapado inadvertidamente de sus ojos, la ternura de su gesto le estremece.

-Mírame Kaede.

Sus ojos se abren sorprendidos al oír su nombre, sus miradas quedan fijas durante unos instantes, de pronto, Rukawa reacciona con brusquedad, con un enérgico empujón le aparta de su lado, tirándole fuera de la cama y levantándose él con presteza.

Se levanta sobándose las posaderas que han recibido todo el impacto de la caída, no excesivamente sorprendido por su reacción.

-¡¡Me has mentido, Sakuragi!! -gritó llevado por la emoción al reconocer esos cabellos pelirrojos, esa mirada que había sido incapaz de identificar con ese brillo divertido que entonces le mira burlón.

-¡¡¡Yo...!!! Cuándo hice eso? -preguntó mirándole con una sonrisa, se le veía tan hermoso con una furia en sus ojos azules, sus manos apoyadas en sus caderas, sin darse cuenta de esa pose tan sugerente que ha adoptado y que de buen grado volvería a comérselo.

-No me dijiste quien eras? -se sentía burlado y engañado.

-Acaso me dijiste tú tu nombre? -Preguntó a su vez- No es mi culpa que seas desmemoriado, Kaede. -se acercó sin apartar la mirada de cierto punto de su cuerpo que comenzaba a reaccionar sin poderlo evitar.

-No necesito hacerlo... -se sintió mal al hacerle saber cual era su profesión, pero, un momento, él lo sabía desde el principio, y aún así quiso hacerlo con él. Comprende que esos momentos pasados a su lado han sido memorables, con Hanamichi ha sido diferente, no ha tenido sexo, le ha hecho el amor y ese descubrimiento le deja impactado.

Sus brazos le rodean amorosos y sin poderlo evitar se deja abrazar, su cuerpo blandamente se apoya en el suyo, su mejilla se frota contra su hombro con un suave suspiro.

-Nunca me diste la oportunidad de decírtelo, te amo Kaede, siempre te he amado.

Un suspiro ensancha su pecho al oírle.

-Aquella tarde me dirigía a tu casa para hablar contigo... -susurró Kaede- Ahora ya es tarde... tú no querrás tener tratos conmigo después de saber lo que soy.

-Si así fuera no me hubiera molestado en traerte hasta aquí, solo me bastaba con rechazar tu oferta. -Apoyó sus dedos en su barbilla levantando su cabeza para mirarle a los ojos- Te amo y mi amor es suficiente para mi, si no me amas lo comprendo. Te aceptó tal como eres Kaede, no busco que cambies, solo te pido que si aceptas vivir conmigo, me seas fiel, es una pequeña recompensa, por tenerte a mi lado. Si crees que tú has sido el único hombre en mi vida desengáñate, ha habido tantos que he perdido la cuenta de todos ellos, -confiesa sin arrepentimiento- ninguno ha significado nada, me he acostado con hombres y mujeres sin distinción, pero te prometo que si te quedas conmigo, seremos tú y yo solos, porque nadie más va a interferir en nuestra vida juntos.

-Necesito cinco millones de yenes...

-Los tendrás... -no le importaba desprenderse de esa suma de dinero si a cambio tenía a Kaede, si bien, su mirada se ensombreció al  oírle mencionar esa cifra.

-No te los estoy pidiendo... -hizo intención de apartarle de su lado- Es la cantidad que me falta para poder operarme.

-Tiene solución? -preguntó sorprendido.

-Los traumatólogos que he visto me dicen que si, solo que ninguno de ellos es tan bueno para atreverse a realizar la operación. Me han hablado de uno muy bueno, especializado en fracturas deportivas. Vive en Los Ángeles la cita hay que solicitarla con mucha antelación. Le escribí enviándole mi historial médico...

-¡¡Le conozco!! -Exclamó sorprendido Hanamichi- Te refieres a William Waterman, no?

-Si... -sorprendido por esa circunstancia- Cómo?

-Tuve una lesión en la rodilla... tiene unas manos mágicas.

-Sigues jugando? -preguntó desde el momento que abandonó el hospital no volvió a pensar en el basquetball, solo en recuperarse para volver a jugar, por ese motivo no estaba enterado de nada relacionado con el deporte, porque si fracasaba en su intento de recuperación, no deseaba enfrentarse una vez más al dolor de la perdida.

-Si... -dijo sencillamente para no atormentarlo con lo que había dejado atrás- Luego lo hablaremos más detenidamente, ahora intentemos dormir un rato, no se que habrá demorado al gordito... -murmura pasando su brazo por su cintura y llevándole con decisión al revuelto lecho, testigo de su amor.

-Te refieres al entrenador Anzai...? era con él con quien hablabas antes al teléfono?

-Me escuchaste? -preguntó sorprendido.

-Solo el final. Creí que llamabas a otro tipo para formar un trío.

-Lo hubieras admitido de ser así?

-Solo si hubieras aceptado una nueva tarifa... -dijo sin inmutarse.

Estiraron la ropa de cama, acomodándola antes de tumbarse, luego Hanamichi se acercó a él con la clara intención de abrazarlo.

-Yo quería decírtelo...

-Decirme qué? -preguntó no sabiendo a que se refería.

-Que estaba enamorado de ti... me conquistaste desde el primer día, cuando nos conocimos en la terraza, quise decírtelo, pero comenzaste a golpearme y bueno... ya no tuve ocasión de hacerlo.

-Lo siento... soy un baka... -se lamentó abrazándolo estrechamente, su felicidad al oírle se eclipsó al recordar lo que dijo anteriormente- entonces, tu accidente fue por mi culpa... dijiste que ibas a mi casa.

-No... no..., el único culpable fui yo. Debí poner más cuidado, desconocía el camino, no sabía con que regularidad circulaban los coches por esa ruta, ni la cantidad, fui imprudente al dormirme.

-Quieres decirme que conocías tu camino habitual, a qué hora circulaban los coches por las distintas calles?

-Sí. Tenía controlado todo, sabía cuando iban a pasar y podía dormirme mientras no venía ningún vehículo.

-Si estabas dormido..., cómo sabías cuando detenerte? -preguntó sorprendido por su afirmación.

-Mi walkman me avisaba -curvó los labios en una expresión que quiso ser una sonrisa al ver la perplejidad en su mirada- Las canciones que tenía grabadas marcaban el tiempo que yo podía dormir, cuando concluía me despertaba y me detenía, esperaba que cruzaran los coches, y reemprendía la marcha, así hasta que llegaba a la preparatoria.

-Y no te surgía alguna vez un imprevisto? -preguntó sorprendido ante su ingenio- Algún coche que se retrasaba o adelantaba, cosas así.

-¡¡¡Oh si, bastantes!!, pero eran males menores. Una farola, un coche mal aparcado, un perro cruzando la calle, cosas así. Los conductores a esa hora eran bastante puntuales.

Hanamichi estrechó más aún su abrazo.

Kaede calló, acurrucándose en sus amorosos brazos, convencido que lo mejor que pudo sucederle esa noche fue encontrarle.

El sonido de sus palabras fue reemplazado por el silencio, solo roto por el ritmo suave de sus respiraciones, dormían plácidamente cuando unos insistentes timbrazos les arrancaron del sueño.

-Debe ser el entrenador Anzai... -dijo Hanamichi reaccionando con prontitud.

-Humm...

Sonrió al verle volverse dándole la espalda para seguir durmiendo. Se inclinó hacia él posando su mano en su hombro, su aliento soplo suavecito en su oreja, vió como su mano se alzaba haciendo ademán de apartar al molesto mosquito que le zumbaba al oído.

-El gordito viene a verte a ti, le diré que sigues durmiendo. -le dijo al oído.

Se dio la vuelta de cara al techo, sus ojos se abrieron lentamente, encontrándose con Hanamichi inclinado ante su rostro.

-Estas despierto? -preguntó para confirmarlo.

-Creo que si... -no estaba muy seguro ni él mismo.

Hanamichi rió al oírle.

Se inclinó posando sus labios en los suyos, Kaede esta vez no se apartó, su beso se prolongó hasta que nuevos timbrazos le obligaron a deshacer la caricia.

-Luego me contarás porque no querías besos. -le acarició los labios ligeramente hinchados.

-Puedo decírtelo ahora, era lo único que desea conservar limpio para la única persona que amaba. Deseaba que mis labios solo fueran para ti.

-Gracias, Kaede. -Volvió a darle un ligero beso- Le entretendré un rato mientras te vistes. -Señaló una puerta- Ahí encontraras todo lo que necesites- Estaremos en el salón. Si no encuentras el camino da un grito e iré a por ti.

Su risa le acompañó mientras dejaba el dormitorio.

Salió de la vivienda cruzando el jardín hasta la puerta que daba a la calle, un muro de viviendas rodeaba su propiedad dándole la privacidad que requería, abrió la puerta encontrándose ante la imagen más inesperada.

-Qué le ha ocurrido? -inquirió preocupado al ver su aspecto desaliñado.

El entrenador Anzai parecía haber sufrido un percance en su persona, no llevaba chaqueta y la camisa sucia de grasa estaba arremangada.

-Pinche... -dijo por toda explicación.

-Disculpe... -se volvió dando un estentóreo grito- ¡¡¡¡Yuko!!! -Miró a Anzai y explicó- Esta sorda.

Una anciana, de aspecto frágil se acercó como dando saltitos.

-Dile al vago de tu hijo, que levante el culo del sillón y que se ocupe del coche -dijo lo suficientemente alto para ser escuchado no solo por la anciana, sino también por el resto del personal que atendía la propiedad durante su ausencia y como no, también por el interesado- si no está aquí en cinco segundos empezare a reconsiderar la idea de llevarle conmigo a América.

Yuko se alejaba conduciendo al entrenador Anzai hacia el interior de la vivienda.

Hanamichi quedo tranquilo a ese respecto, Yuko se encargaría de su ropa, cuando se la devolviera estaría lavada y planchada.

Himura, el hijo de Suko, un hombre de unos cuarenta años, se acercó arrastrando los pies como si tuviera el doble de años.

-Me llamaba...

-Ocúpate de revisar el coche, pinchó viniendo hacia aquí, por favor, comprueba que todo esté bien, si no tiene rueda de repuesto, consigue una y se la dejas en el maletero, luego lo lavas y lo dejas reluciente junto a la puerta. -sabía que cuando empezaba a trabajar era diligente y eficaz.

Himura asintió, fue hasta el coche, se fijó que la llave estaba en el punto de contacto, se subió y lo llevo dentro de la propiedad hasta el garaje, donde estaban aparcados, un 4x4, una moto de gran cilindrada y el coche que utilizaba habitualmente su jefe. Se quedo mirando un tanto sorprendido el taxi que estaba aparcado fuera.

En ese instante, un hombre al que no conocía salió de uno de los apartamentos adosados al muro. Vió que se detenía bajo el porche mirando como sorprendido hacia el cuidado jardín y la casa al fondo.

-Ohayo... -saludó al darse cuenta que no le había visto- Es hermosa, verdad?

-Ohayo.... Lo es. -afirmó al fijarse en el hombrecillo que estaba a pocos metros de distancia de él- Debe ser tardísimo..., nunca antes había dormido tan bien. Anoche traje a dos jóvenes, uno de ellos me dijo que podía quedarme. -Explicó así su presencia allí- Dale las gracias por su hospitalidad. Me voy.

-¡¡Un momento....!! -Interrumpió sus pasos hacia el coche- el jefe se enojará conmigo si le dejo marchar sin haber comido. Venga conmigo -echó a andar directo a la cocina sin comprobar si le seguía.

Ariwa Toshi fue tras sus pasos, su estomago, tras oír la palabra comida le hizo sentir su presencia ruidosamente.

-Por qué dejaste el hospital? -inquirió el entrenador Anzai, cuando terminaron el desayuno que Hanamichi insistió en que todos tomaran.

-El médico que me trataba era un incompetente, sus palabras destrozaron mis ilusiones, fue bastante categórico al afirmar que nunca podría recuperar el uso de mi tobillo. -Respondió Kaede- Ante mi incredulidad me repitió una y otra vez que mi carrera deportiva estaba acabada, que debía olvidarme del basquetball.

-Lo lamento. No sabía. -se disculpó apenado el entrenador Anzai al oírle decir tal cosa.

-Usted no podía saberlo... -dijo Kaede sin resentimiento hacia él, aún cuando fue su decisión llevarle a aquella clínica, que, no podía negarlo gozaba de excelente fama en el tratamiento de los huesos.

-A dónde fuiste? -Preguntó Hanamichi pensando que de haberlo sabido antes le hubiera dado de cabezazos a ese idiota que se llamaba traumatólogo- El entrenador te buscó durante mucho tiempo.

-Siento que se molestará por mí. -Miró agradecido hacia su antiguo entrenador- Aquella noche deje el hospital durante un cambio de turno, la enfermera se ausentó un instante y lo aproveche. Primero me dirigí a recoger mis efectos personales y alguna ropa, no me preocupe del resto, el piso estaba en alquiler y durante ese mes estaba pagado, durante dos semanas permanecí en una pensión que regentaba una viuda, estaba medio ciega y sorda, ni siquiera me pidió mi nombre, durante ese tiempo pase desapercibido, le di algún dinero extra para que me llevará comida a la habitación. Supongo que imaginó que escapaba de alguien y fue amable conmigo. Durante ese tiempo me compadecí de mi mismo, luego reaccioné y decidí que necesitaba otra opinión médica. Averigüé que en Aimori había un traumatólogo ciertamente famoso y me fui allí. Fue una nueva decepción, aunque me dejo cierta esperanza, podía reconstruirse los huesos, solo que él no estaba capacitado para llevar a cabo esa delicada operación. A partir de entonces, fue un constante deambular en busca de un traumatólogo que fuera capaz de intervenirme. Mis ahorros comenzaron a escasear y en Tokyo toque fondo y ahí me quede hasta que me encontró Sakuragi. -concluyó, no iba a contarles todo lo que había tenido que hacer para sobrevivir en aquel ambiente, donde al menor descuido te rajan la garganta para robarte o hacerte cosas peores. Cuando le hablaron del traumatólogo americano supo que con su sueldo de friegaplatos, malamente podía reunir en un corto espacio de tiempo, el dinero que necesitaba para pagar las consultas, la operación y la hospitalización. Venderse a si mismo fue una solución difícil de tomar, pero lo hizo y siempre se dijo que todo lo dejaría apenas tuviera el dinero suficiente para marchar.

Se quedo callado.

Ellos supieron que se callaba mucho más de lo que había contado. Haberle oído hablar era toda una proeza procediendo de su carácter reservado, por ese motivo ninguno de los dos insistió para forzarle a contando su vida durante esa larga ausencia, Hanamichi porque lo sabía y lo que no lo imaginaba, Anzai por respeto hacia su ex-jugador.

-He decidido acortar mis vacaciones... -dijo de improviso Hanamichi, al decirlo, vió un ramalazo de pesar en su mirada- Me marcho.

-Dijiste que te irías a últimos de la siguiente semana -dijo sorprendido por el súbito cambio el entrenador Anzai.

-Cambie de idea. Aquí ya no me queda más para hacer, en cambio, en Los Ángeles allí tengo que reunirme con un buen amigo.

Kaede le miró con cierta sorpresa de dolorosa expectativa, creyendo que Hanamichi se había estado burlando de sus sentimientos. Si él se iba volvería a caer en la desesperanza, porque su pasado pesaba más de lo que él quiso hacerle creer.

-No me iré solo, Kaede vendrá conmigo -estiró la mano para coger la suya, cuyos dedos se entrelazaron.

Kaede le miró sin poder evitar que un brillo húmedo apareciera en sus ojos.

-¡¡Enhorabuena!! -exclamó sin sorprenderse excesivamente. Siempre pensó que sus peleas tenían un trasfondo mucho más profundo- Me alegro por vosotros.

-Gracias, gordito... -una figura silenciosa se había acercado hasta la puerta sin dejarse oír- Pasa, Yuko, no te quedes ahí parada -dijo Hanamichi levantando la voz.

-Su visita ya tiene su ropa lista...

-Gracias, Yuko.

El profesor Anzai se disculpó para ir a cambiarse de ropa.

-Cuándo lo has decidido? -preguntó apenas quedaron solos.

-Apenas me hablaste de tu deseo de ser visto por Waterman. Vendrás conmigo?

-Si..., aunque mi consulta no será hasta dentro de tres meses..., que haré hasta entonces.

-¡¡Humm...!! Estoy seguro de encontrar una ocupación para que estés distraído y seas de utilidad. Una distracción de la que eres muy bueno, aunque sinceramente, todavía no me lo has demostrado, aunque tengo que reconocer que eres muy dócil, eres siempre así?

-¡¡Baka!! -exclamó turbado porque le recordaba lo que era.

-Es agradable escucharte gemir bajo mi cuerpo, pero también me gustaría sentir ese mismo placer. Solo contigo. -se apresuró a aclarar para que no hubiera malas interpretaciones.

Anzai cuando volvió, les encontró con las cabezas muy juntas como si estuvieran hablando uno al oído del otro.

-No se vaya entrenador... -tenía un oído muy fino y escuchaba el menor de los sonidos- Ya nos hemos puesto de acuerdo acerca del viaje.

-Entonces me puedo marchar tranquilo -miró a Rukawa- deseo de todo corazón que todo se arregle para tí.

-Gracias, mi único deseo es volver a jugar. -se atrevió a expresar en voz alta su sentir.

-Estoy seguro que lo conseguirás.

-Acompáñale hasta la puerta, por favor... he recordado que tengo que hacer una llamada..., hasta mi próximo regreso, entrenador. -se despidió Hanamichi.

Kaede y el entrenador Anzai salieron juntos.

Hanamichi sacó su móvil y enseguida estaba marcando el número de Yohei.

-Cómo se encuentra mi ahijado? -preguntó apenas le respondieron.

-Ya le bajo la fiebre, ahora duerme tranquilo.

-Me alegro, los niños suelen dar esos sustos, un subidón de temperatura, y luego desciende sin más.

-Y tú como estas? -notaba un tono extraño en su voz.

-Tuve una discusión con Haruko. -reconoció.

-No será la primera... -dijo con una sonrisa.

-Pero si la última..., hemos acabado.

-Me alegro por tí..., era de eso que querías hablarme.

-No... ahí más... le hice a Yuu una prueba de paternidad...

-Y?... -preguntó ante su silencio.

-No es mi hijo... nunca lo fue.

-Yohei... no digas tonterías. Por supuesto que es tu hijo, no importa lo que digan los genes, sino el cariño que hay entre tú y el pequeño. Lo adoras y él solo ve por tí. Eres su padre y punto... Yohei, sigues ahí? -preguntó ante su prolongado silencio,

-Si..., Haruko se ha marchado dejándome solo con él niño, me dijo que si lo tuvo solo fue porque accedí a casarme con ella, que no deseaba tener algo que pertenecía a Kenji. Me restregó bien claro el nombre del padre biológico de Yuu.

-Entonces que decides... te quedas con él o se lo vas a llevar a un hombre que se ha casado, tiene hijos propios y que tal vez reniegue de él porque lleva tu nombre: Mito Yuu.

-Por supuesto que no, solo quería conocer tu opinión.

-Pues ya sabes lo que pienso. Por cierto, te he dicho que necesito un administrador.

-No... -su tono de voz sonó menos tenso.

-Veras... me marcho mañana y creo conveniente que la casa tenga más vida..., mi ahijado seria feliz correteando por el jardín y los corredores y mi gente, estaría más distraída.

-Aun mantienes contigo a esos ancianos....

-No puedo dejarles en la calle..., si tu quisieras ocuparte de la administración de los gastos y el mantenimiento de la propiedad te quedaría muy agradecido, sin olvidar que te pagaría gustosamente la cantidad que me pidas.

-Lo pensaré...

-Bueno, si esta tarde vienes a quedarte, tendrás ocasión de conocer a mi novio...

-¡¡¡Queeeé?? Cuándo? -inquirió.

-Solo lo sabrás si vienes... -rió.

-Chantajista... a quien has engatusado?

Hanamichi por toda respuesta dejo escapar una risotada antes de colgar la llamada. Sabe que Yohei no tardará en llegar. La curiosidad puede más con él que cualquier otra cosa.

-Vamos a preparar el equipaje -dijo alegremente cuando Kaede volvió a reunirse con él.

-Que era lo que te divertía tanto? -preguntó dejándose enlazar por la cintura.

-Mi amigo Yohei..., le dije que tenía novio y le incite a venir a vernos.

-Por qué hiciste tal cosa? -preguntó sin poder evitar sentir curiosidad.

-Te contaré una pequeña historia para que más tarde no halla malentendidos entre nosotros.

-Adelante -le animo, aún sabiendo que no lo necesita.

-Recuerdas a Haruko?

-La chica de la que creías estar enamorado? -preguntó a su vez.

-Esa misma... -sonrió por su excelente memoria y parecía despistado entonces- Le declaré mis sentimientos y me rechazó.

-Me alegro por ti... nunca me gustó... no parecía... sincera.

-El tiempo te ha dado la razón, se casó con Yohei despechada porque sorprendió a su novio con otra unas semanas de la boda. Si vas a preguntarme quien era te diré que Kenji, le recuerdas? -al ver su asentimiento continuó- Fue un fallo por mi parte, vino a llorar en mi hombro y cometí la imprudencia de comentarle que conocía a alguien que nunca traicionaría a una mujer con otra. Insistió en saber a quién me refería y le dije que Yohei... le persiguió durante semanas y acabaron casándose. Tienen un hijo precioso, mi ahijado. Anoche Yohei me dejo colgado en una ciudad que desconocía, habíamos quedado en vernos, me llamó queriendo hablar conmigo y sobre la hora de la cita, llamó para comunicarme que su hijo había enfermado y se disculpaba por dejarme colgado.

-Y entonces entraste en aquel bar...

-Sí, estaba quedándome congelado.

-Yo... entre por el mismo motivo. Me crees? -se sentía inseguro.

-Por supuesto. Era una noche de perros. -afirmó.

-Qué querías decirme de tu amigo?

-Ah si.... Me desvié del tema, supongo que ya te habrás dado cuenta que Yohei es gay. -vio su asentimiento- No quiero que pienses que nuestra amistad esta cimentada en el sexo, nada más lejos de la verdad.

-Te has acostado con él... -supo que eso era lo que deseaba contarle con tanto preámbulo.

-Si. Todos quedamos como perdidos cuando te fuiste, nada volvió a ser igual que entonces, Haruko paso meses llorando por ti, luego se consoló con Kenji, quien la dejo embarazado, por lo que he sabido hace un momento, en lugar de decírselo, despechada, le empaqueto a mi amigo un hijo. Yo estuve desorientado un tiempo, Haruko me rechazó, tú desapareciste y me di cuenta que mis sentimientos eran otros cuando Yohei me ayudó psicoanalizándome, él también estaba confuso sabía lo que era pero no era cuestión de confesarlo, así que se ocultaba como muchos otros. Ahora pensándolo, nosotros tres hemos salido ganando con todo esto, tú y yo juntos, y Yohei con su hijo.

-Eso fue lo que dijiste, tú y yo solos...

-Exactamente. Yohei es mi amigo y con su separación va a estar destrozado, aunque no había amor en su matrimonio, y enterarse que su hijo no lo es... le he pedido que venga a trabajar aquí. Me dijiste que no parecía un hogar.

-Sigo diciéndolo... cómo se te ha ocurrido comprar un lugar así?

-No lo compre... lo heredé.

-No sabía que tenías parientes...

-Ni yo... fue toda una sorpresa... solo que no heredé la casa, sino el cuidado de ciertas personas a condición de conservar la propiedad. Ellas son bastante independientes, pero... bueno, ya las conocerás y comprenderás.

Mientras hablaba sus manos habían estado muy ocupadas, abriendo y cerrando puertas, abriendo cajones y volviéndolos a cerrar, cuando termino, se amontonaban junto a la puerta del dormitorio tres maletas y dos bolsos.

-Bueno, ya tenemos nuestro equipaje preparado. Seguro que Yuko ya tiene la comida hecha. Te presentaré a mi nueva gundam... -rió al decirlo.

Kaede le siguió fuera de la vivienda sin poder ocultar su perplejidad.

-Tenemos un comedor comunitario -dijo con una sonrisa mientras se dirigía hacia las edificaciones que hacían las veces de muro delimitador alrededor de la propiedad- Aquí esta... -abrió una puerta y entró seguido por Kaede- Oyaho... -saludo alegremente Hanamichi alzando su tono de voz.

-¡¡Ohayo...!! -respondieron alegremente los que allí estaban reunidos.

Kaede contempló sorprendido los rostros que se volvieron a mirarle con curiosidad.

-Amigos, a partir de ahora vamos a ver rostros nuevos, Yohei y su hijo se quedaran a vivir aquí -no dudaba que así iba a ser, todos seguían más o menos atentos a sus palabras- A Kaede también le veréis a menudo.

-Es tu novio? -preguntó una vocecilla al final de la mesa.

-Rumiko, eso no se pregunta -la riño un hombre que estaba a su lado.

-Lo es... -ahora si había obtenido la atención de todos. Se acercó tomando la mano de Kaede- Kaede, estos son mis huéspedes permanentes, han vivido toda su vida aquí y no conocen otro lugar. -Explicó- Eichiro y Goemon son los últimos de una generación de jardineros, ellos siguen cuidando que todo siga hermoso. Me siento agradecido por ello.

-Un placer... -murmuró Kaede inclinándose levemente en dirección a los dos hombres.

-Hiroshige, ostenta el título de ser mi chofer, la  mujer que está a su derecha es Tomoko, su esposa. -se fijo que había un rostro nuevo- Tu eres Ariwa Toshi -le reconoció enseguida.

-Iba a marcharme pero su hombre no me lo permitió, primero me dieron de comer, luego me dijo que iba a necesitarme -se disculpó.

-Y es así..., mañana tienes que llevarme al aeropuerto. Eres independiente o trabajas para otro?

-Independiente.

-Te gustaría vivir aquí? Puedes traer a tu familia. Necesito una persona que pueda ocuparse de ciertas tareas.

-Que tareas?

-Llevarles al médico, recoger la compra, principalmente conducir. Puedes trabajar para mi, sin dejar de hacerlo para ti, cuando no se te necesite haces tu propio trabajo. -Explicó rápidamente- No quiero atosigarte... piénsalo y decide lo que consideres mejor oferta.

-Solo tiene una, do'aho.

Se escucharon risillas que cesaron cuando Hanamichi les dirigió una mirada poco agradable, al instante, rió divertido haciéndoles saber que no estaba molesto.

-Dos... quedarse o marcharse. Ella es Rumiko, nuestra pequeña hermanita y Yuko su hermana, que tiene un don especial para cocinar y su hijo Himura. Sentémonos -dijo tras concluir con las presentaciones.

La comida transcurrió en un ambiente distendido y animado, aún cuando se sintieron apenados al escuchar que Hanamichi se marchaba y todos quisieron saber porque se iba antes. Con cariñosa paciencia, Hanamichi respondía a todas sus preguntas, contándole con toda confianza que Kaede necesitaba ver a un médico.

-Estás enfermo? -Preguntó Rumiko- No lo pareces. -sin darle tiempo a contestar comenzó a enumerarle sus males.

Kaede le escuchaba asintiendo en silencio a su monologo.

Hanamichi le sonrió, como diciéndole ten paciencia con ella.

-Ha sido un placer hablar contigo. Me ha gustado mucho -dijo Rumiko cuando tuvieron que levantarse concluida la comida.

-Esto más bien parece un geriátrico -le dijo con una sonrisa minutos después Kaede.

-Son buenas personas, han vivido aquí toda su vida, y bueno, cuidan la propiedad, pero no tienen quien se preocupe de ellos, por eso pensé...

-Pensaste en tu amigo.

-Sí. Además podrá convertir esto en un verdadero hogar. Te gustará Yuu.

Una hora después, Yohei y su hijo llegaban, tal como supuso Hanamichi venían con la clara intención de quedarse.

-Y dónde está ese novio que mencionaste? -preguntó Yohei después de instalarse en el alojamiento que había dispuesto para él y su hijo.

-Durmiendo..., le verás más tarde.

-Dónde está Yuu? -preguntó al no verle cerca, ni sentirle.

-Seguro que está haciendo un reconocimiento del lugar. No te alteres, aquí dentro no se perderá. -solo esperaba que no tuviera la ocurrencia de explorar su dormitorio, no podía saber cómo reaccionaría Kaede si era despertado.

Sus supuestos temores no tenían razón de ser, cuando una hora después apareció Kaede llevando sobre sus hombros al chiquillo, que alegremente se agarraba de su cabeza.

-¡¡Mira, papá, que alto soy!! -dijo alegremente.

A Yohei le faltó poco para tirar el sillón del respingo que dio.

-Oyaho... Mito. -saludó.

-Rukawa... -miró a Hanamichi- Cómo?

-Es largo de contar...

Kaede levantó por encima de su cabeza al chiquillo para desmontarlo, le dejo en el suelo, sobre sus pies y él busco un hueco en el asiento que ocupaba Hanamichi. Estaba marcando territorio.

Mito así lo comprendió.

A la mañana siguiente, Ariwa les llevó al aeropuerto. Quien antes de dejarles le comunicó su decisión, trabajaría para él, sin dejar lo que estaba haciendo. Solo tendría que aprender el callejero de Kanagawa.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Un año más tarde

-Anzai-sama -llamó la atención del hombre que permanecía sentado bajo un árbol de sakuras, mientras observaba con atención a un grupo de hombres y mujeres, que estaban llevando a cabo armoniosos y lentos movimientos, sus manos se movían como mariposas en el aire.

Al escuchar su nombre giro la cabeza, fijando su mirada en el hombre de cabellos oscuros que con un niño de la mano estaba parado a pocos pasos de él. Su memoria registró enseguida el nombre del chico.

-Mito-san..., que le trae por aquí.

-Sabía que le gustaría saber de ellos -dijo tendiéndole un periódico doblado- Lo recibí ayer tarde.

El entrenador Anzai, desplegó el período, al instante su mirada se poso en el titular que ocupaba toda la primera plana, debajo estaban las fotografías de dos jóvenes, uno con expresión risueña, el otro seria.

"LA GRAN REVELACION DE LA COSTA OESTE, LA DUPLA DORADA, HANAMICHI SAKURAGI, EL VETERANO MÁS NOMINADO Y KAEDE RUKAWA, EL NOVATO DE ESTA ULTIMA TEMPORADA EN SU PRIMER PARTIDO JUNTOS SE HAN REVELADO INVENCIBLES".

-Ho ho ho ho ho ho ho ho ho.... Lo ha logrado. -Su voz tenía un matiz de orgullo- Siempre supo que juntos llegarían lejos -y se metió de lleno en la lectura completa del artículo.

Mito se alejó con su hijo dejándole solo.

-Papá, quién es ese hombre? Parecía que iba a llorar.

-Un gran amigo de tu padrino, casi un padre. Gracias a él, pudo marchar a jugar con la NBA.

-Cómo le conoció, papá? Yo también quiero ser un gran basquetbolista. -dijo el niño- Seré tan bueno como el padrino y Kaede. -afirmó convencido.

-Fue hace mucho tiempo, en Shohoku...

FIN

31 de diciembre de 2007

PAZ

Notas finales:

Si ha sido de vuestro agrado me alegro.

Gracias a todas por estos meses de satisfacciones y alegrias. Gracias por vuestros comentarios.

Ahora si os dejo definitivamente, solo por este año... no vayais a asustaros.

FELICES FIESTAS PARA TODAS/OS!!!!


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