Esta es la única súplica que diré abiertamente, por favor dime que me odias, di que me desprecias, muestra el contenido de tu podrido corazón, ese corazón que tanto amé ayer y sigo amando el día de hoy.
Todas esas palabras vacías que tanto sentimiento parecían albergar, todas esas caricias desesperadas en mi ardiente piel, esas que ahora entiendo estaban rebosantes de lujuria y morbo por poseer lo que a ningún ser humano había regalado: mi cuerpo.
¡Ya no me engañes, te lo suplico! Tus palabras me matan poco a poco, esos falsos "te quiero" esos "te amo" llenos del veneno de la falsedad, esas caricias tan suaves que hieren como miles de espinas. ¡Ya no lo soporto!
¿¡Crees que soy un objeto que no siente o sufre!? Te equivocas, tengo un alma y un corazón, mismo que lamentablemente a estas alturas está tan podrido como el tuyo, mis labios que antes emitían calidez y sinceridad ahora suplican por tu atención, mis brazos que antaño repartían consuelo a los demás ahora se abren buscando un poco de tu calor y ternura inexistentes.
Aún recuerdo aquella noche en la que te entregué mi ser completamente, con cada beso y caricia que te dedicaba te daba a entender lo que deseaba: que cuidaras con amor y ternura lo que te entregaba sin reservas, que cuidaras de mis sentimientos, anhelos y sueños más profundos así como yo cuidaría de los tuyos. Nunca estuve más equivocado, tu nunca me entregaste otra cosa que no fuera el calor de tu cuerpo para pasar una noche solitaria, ese bello cuerpo bien formado, esos hermosos ojos color hielo, ese cabello tan oscuro como tu conciencia, esos labios venenosos y deliciosos, fue lo único que me perteneció esa noche, pero solo esa noche; jamás entregarás tu corazón o tu alma, pues dudo que esas existan en algún lugar del extenso universo.
A mi mente vienen las palabras que susurraste a mi oído mientras me poseías, esas que marcaron mi destrucción y muerte prematuras: "Te amo, eres el ser más bello de todo el universo, te suplico hermoso ángel que no me abandones o me moriré de dolor, se sólo mío esta noche y todas las que siguen"
¡Me sentí dichoso! No sabes lo feliz que fui esa noche, alguien que me amaba con locura y suplicaba por mi cariño. ¡Qué iluso fui, un verdadero imbécil! Los primeros meses fueron un sueño, mismo que se desvaneció al aparecer una nueva y pura criatura a la cual corromper.
Pobre mujer, ilusa e idiota que le entregas lo que no tienes a alguien que no es el indicado, guarda tus ilusiones y búscate a uno que si sea hombre, no como el que escribe esta carta o como el que la recibirá, no sufras innecesariamente por un amor enfermo y corrupto.
Esas fueron las palabras que no le alcancé a decir a esa pobre soñadora, perdí la oportunidad de advertirle sobre el hermoso demonio que estaba sobre ella quitándole la ropa y dedicándole las mismas palabras que una vez fueron para mi, me pregunto si ese será su ritual para condenar a las pobres almas enamoradas al sufrimiento más cruel existente y provocado por su lujuria insaciable.
Es hora de terminar con esto, si no te importé cuando respiraba, tal vez te importe cuando me encuentres en un charco de sangre y lágrimas, todo para ti, mi vida, mi muerte, espero que disfrutes lo que provocas, ya me imagino la expresión de tu rostro al verme bañado en el dolor que provocó tu duro y dulce engaño.
Me despido, recuérdame siempre, que siempre estaré ahí para decirte lo vil y despreciable que son tus actos y tu mismo por disfrutarlos con una sonrisa bella en tus labios.
Recuerda una cosa más, cumplí mi palabra, mi vida y mi muerte son tuyas.
De un amante destrozado a un demonio despiadado.
Te amo como te odio, con infinita locura y pasión.