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.:: Cuerpo y Alma ::. por KakaIru

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Notas del fanfic:

Muy cansada para notas... =_=

Notas del capitulo:

¡GaaLee!

=0=

Cuerpo y Alma.



Definitivamente hay cosas que la razón no comprende. Aún peor, cuando estas cosas no las entiende ni siquiera el corazón. Esta pura ignorancia lo único que puede ocasionar es un sufrimiento enorme, inmenso, que a duras penas puede ser tolerado por un alma sola. ¿Se puede ser completamente feliz? ¿Se puede ser dichoso en todo el sentido de la palabra? ¿Puede la felicidad ser alcanzada en este frío mundo? La respuesta a todas estas preguntas es la misma: No. Alcanzar todos esos estados es tan posible como una quimera. Y si estoy tan seguro de mis palabras es porque justamente en este instante, en este momento, soy el ser más infeliz que existe. La única persona a la que he amado y que, pensé representaría mi felicidad, no descansa a mi lado ni me hace sentir esas idealizadas mariposas en el estómago, no trae a mí ninguna emoción positiva. Él ha acabado con la armonía que regía mi vida y ha vuelto mi alma en guerra conmigo mismo, con el mundo, con todo lo que me rodea. Él se mostró ante mí, me hizo desearlo, se entregó y después... No, decir ahora lo que sucedió después sería arruinar la historia. Pero esto es lo que soy ahora. Justamente ahora y gracias a él, mi dios, soy lo que nunca pensé ser.


Pero claro, detrás de todo resultado hay una historia, y esta es la mía. La pobre historia de mi pobre alma y cómo logré encontrar al ser más perfecto del universo. Muy bien, ¿están listos para escuchar?


Todo comenzó hace meses. Recuerdo bien esa tarde. Yo me encontraba en la galería durante una de las exposiciones de mis obras junto a otros muchos artistas. Aún no terminaba de creer mi suerte. Salida de la nada se había presentado esta increíble oportunidad. ¡Alguien estaba interesado en mis pinturas! Por más que me repetí que aquello era real y no producto de un sueño, aún no terminaba de creerlo. Y resultaba todo tan maravilloso... Mis obras, mis adorados dibujos, mis amadas creaciones, expuestas ante un público interesado, iluminadas, provistas de un brillo hermoso y especial, resplandecientes para mí.


Mi felicidad en ese instante era incomparable. A mi lado veía transitar a los espectadores, algunos de los cuales alababan mi trabajo y se expresaban de forma tan gentil. Y cuando el dueño de la galería se acercó a mí y me dijo que una de mis obras había sido vendida, ¡me sentí realizado! ¡El sueño de mi vida parecía, poco a poco, más cercano de cumplirse! ¡Mi dicha no podía ser más grande! O al menos eso pensé...


Pero entonces lo vi.


Dios, era la criatura más hermosa que hubiese visto nunca.


En el preciso momento en que mis ojos se posaran en él, en su delicada y, al mismo tiempo, poderosa figura, sentí que todo para mí había dado un vuelco inesperado. No sé por qué, o cómo, pero mi corazón lo reconoció de inmediato, lo amó desde el primer momento. Por supuesto, físicamente él era perfecto. Rojos cabellos tan intensos como el mismo fuego, piel pálida como el mármol, ojos turquesas infinitamente bellos, oscuros círculos negros alrededor de sus ojos, labios suaves, delgados, y un cuerpo que me hizo recordar a aquellos jóvenes griegos esculpidos en aquellos lejanos y míticos tiempos, por siempre preservada su belleza.


Y le veía moverse de forma tan impersonal pero elegante, ausente, ajeno, aparte de lo que le rodeaba, incluso apartado de sus mismas posesiones materiales, como si fuesen poca cosa. Un bolso negro pendía de uno de sus hombros sobre el abrigo que llevaba, la camisa blanca, los pantalones gastados, los tenis que debían conocer un mundo inacabable. Y llamaba tanto la atención, con su silencio, con su forma de mirar o, más bien, de devorar las pinturas que lo rodeaban. Había también algo angelical en él, o demoníaco, pero era sin duda alguna algo sobrenatural que me llamaba, que me... invitaba.


Yo lo miraba de soslayo, no de forma evidente, pero teniéndolo siempre presente.


Su rostro no denotaba emoción alguna.


Entonces ocurrió lo insospechado. ¡Se acercó a mí! Y prontamente lo tuve a mi lado. Mi corazón parecía querer explotar en ese instante a causa de la infinita euforia que me recorría, incluso contuve el aliento. Sus ojos estudiaron mi pintura largo rato, yo permanecí en mi sitio, esperando. ¿Qué esperaba? Eso no lo sabía...


Finalmente sus ojos se volvieron hacia mí y mi mirada correspondió la suya. Ese momento fue... no hay manera de describirlo apropiadamente. ¿La colisión de mi mundo con el suyo? ¿Un Big-Bang revolucionario dentro de mi aturdido cerebro?


-¿Te gusta lo que ves?- preguntó.


Mis mejillas se colorearon ante lo inusitado e indiscreto de la pregunta, y a pesar del sugestivo tono de su voz no hubo en su rostro ni un ápice de burla. Pasados unos segundos me di cuenta de que no se refería a él sino a la pintura.


-Yo la hice- respondí de forma un tanto cohibida. Lo cierto es que no quería parecer presuntuoso ni gozar de falsa modestia, pero tampoco era necesario preocuparme por ello.


Él asintió de forma satisfecha y volvió a mirar mi cuadro. Luego de aquel pequeño monólogo nos sumimos en un íntimo silencio, aparte de la relajante música que abandonaba las bocinas de la galería colocadas en puntos estratégicos. Pero este silencio era diferente al anterior. En este nuevo silencio ambos nos reconocíamos, nos presentábamos, mi alma de artista parecía querer salir de mi cuerpo y buscar la suya. Todo mi antiguo romanticismo volvía a mí en oleadas intermitentes. Algo en aquel pelirrojo me atraía como un imán.


No sé en qué momento, específicamente, ambos salimos de la galería, uno al lado de otro pero no juntos. Fue entonces cuando él extendió una de sus manos en mi dirección y me indicó un pequeño café que se encontraba cerca.


Más que feliz por esta invitación me uní a él en esta nueva sorpresa que aparecía en mi vida.


Dentro del café todo era mucho más íntimo, más relajante, más cercano. Su voz era grave y excitante, visto desde cualquier perspectiva todo él era un placer para los sentidos; verle, escucharle, sentirle...


-Mi nombre es Rock Lee- dije bebiendo de mi taza de chocolate, tratando de no mirarle tan fijamente. Al menos yo trataba de ocultar el interés que sentía, en cambio él me estudiaba sin cuidado alguno. Sus ojos acariciaban mi rostro, mis facciones, mi cuello expuesto, mi cuerpo entero.


-Sabaku no Gaara- dijo simplemente.


Después de ese pequeño intercambio de identidades nos concentramos en analizarnos mutuamente y descubrí, no sin cierta fascinación, que me era imposible discernir lo que encontraba en el mar de su mirada. Era todo en él tan misterioso, tan oscuro, y al instante supe que había en él algo de artista, y asimismo me lo hizo saber.


-Soy fotógrafo- dijo, y mi devoción hacia él creció mucho más.


Mi entusiasmo, por supuesto, no se hizo esperar. Esa tarde hablé tanto, sonreí tanto, le quise tanto, que casi entrada la noche me dolía todo el cuerpo. Recuerdo que dije muchas cosas, demasiadas, tantas que ya las he olvidado, pero las palabras de Gaara nunca las olvidaré. Porque él dijo:


-Tú logras capturar la esencia de las cosas, eres como una estrella brillante.


Sus palabras me habían tomado por sorpresa. Tan profundas. Pero eso era lo que yo quería, lo que buscaba, lo que ansiaba encontrar, la esencia de lo que me rodeaba y que finalmente formaría parte de mi colección de pinturas, dibujos y bocetos. Yo era un artista, yo veneraba el Arte más que todo, las palabras de Gaara no hacían sino llenarme de júbilo.


Las horas pasaron sin que ninguno de los dos las notaran y prontamente el cielo había adoptado un tono azul oscuro, despejado, la luz de la luna iluminando tenuemente las calles y sus transeúntes. Pero yo no quería dejar a Gaara, habíamos tenido tan poco tiempo para hablar, para conocernos, yo aún quería seguir escuchando el imperturbable tono de su voz, sus cortas respuestas ante mis gigantescas preguntas, el modo en el que parecía tan desencantado con todo y al mismo tiempo como si luchara por encontrar algún sentido que guiara su existencia.


-¿Podría ver alguna de tus fotografías?- pregunté de forma ansiosa, esperando no tener que separarme de él, al menos no aún.


Gaara me miró por un par de segundos y luego asintió. Yo sonreí ampliamente. Ambos nos dirijimos a su departamento. Yo aún estaba nervioso, porque íbamos a estar los dos solos, en su casa, sin nadie más que la soledad como compañía. Al mismo tiempo estaba inseguro de lo que me esperaría. Pero pronto mis inseguridades fueron barridas de un soplo al contemplar la puerta de su departamento, la cual abrió sin muchas prisas.


Dentro era todo tan... único.


Con ojos abiertos como platos contemplé la desierta sala inundada de cojines, velas y una pequeña alfombra. No había allí ni una mesa ni un asiento, ni un objeto personal, nada. Sólo la ventana que daba a la noche y un reloj que marcaba de forma incansable el pasar del tiempo. Sin embargo había tanta belleza, decía tanto de su dueño. Gaara entró de forma autómatica y me indicó cerrar la puerta, lo cual hice sin dilación. Ahora los dos estábamos adentro, silenciosos, sus ojos aún me estudiaban, yo me sentía extraño. Me ofreció una bebida, mis dedos temblaron al tocar los suyos y mi garganta apuró el sake que había servido en mi vaso.


Sonrió de forma coqueta. ¿O fue mi imaginación? Un poderoso calor se adueñó de mis mejillas.


Y comprendí que él no sentía vergüenza de la desnudez de su departamento. Estaba bien para él, de hecho perfectamente, era todo lo que Gaara pedía, ni más ni menos. Tomamos asiento en medio de la sala, sobre uno de los enormes cojines, mirándonos. No realizamos demasiados movimientos, pero ambos sabíamos que nos gustábamos.


Fue entonces cuando la pregunta abandonó mis labios.


-¿Puedo dibujarte?


Gaara asintió sin dudarlo y se perdió dentro de su habitación mientras yo sacaba lo que necesitaba, mi cuaderno de bocetos que siempre llevaba conmigo y el lápiz de carboncillo. Estaba ansioso, nervioso, ¡iba a plasmar al bello Gaara! ¡Al hermoso pelirrojo! ¡A la divinidad! Apareció nuevamente y mi corazón dio un vuelco al contemplarle únicamente ataviado con un albornoz. Fue ahí cuando mis ojos denotaron más abiertamente lo mucho que yo lo deseaba. ¡Yo quería todo de él! Hacerlo algo más que mi modelo, ¡mucho más! Entonces él pareció leer mis pensamientos...


-Puedo entregar mi cuerpo pero nunca mi alma- dijo mientras la tela se deslizaba por su cuerpo y él quedaba en una entera desnudez que me enloqueció casi por completo.


-Entonces creo que tomaré el reto y trataré de capturar tu alma- respondí con los labios resecos, temblorosos-, para que así tu cuerpo deje de ser tan... interesante.


Los latidos de mi corazón martilleaban con fiereza contra mis sienes, incluso mi respiración se había tornado errática, todo mi cuerpo temblaba simplemente por contemplarlo. La blancura de su piel, toda su etérea belleza dispuesta y exhibida para mí. Sus ojos azules se mantenían fijos en mi persona, en mis movimientos. Yo no dejaba de mirarlo. Su rojiza cabellera caía como cascada a ambos lados de su rostro, las negras ojeras alrededor de su mirada eran simplemente perfectas. Su piel brillaba bajo la suave luz de las lámparas encendidas previamente. Tenía un cuerpo perfecto, digno de mis mejores sueños. No tenía nada de que avergonzarse, no había en su ser nada que estuviese de más ni tampoco le faltaba nada.


Amplio pecho, cintura estrecha, largos brazos y definidas extremidades. Era como un dios mítico, dispuesto para mí, entregándose... Yo jamás había visto algo como aquello, tanta belleza concentrada en un solo ser. Ni siquiera podía terminar de creer que le tuviese frente a mí, tan cerca, permitiéndome plasmar su esencia a través de mis dibujos que, al verle a él, me parecían carentes de la fuerza y la belleza necesarias.


Y mientras más lo veía, más lo deseaba, más aumentaban las ganas de tener todo de él. Tener su cuerpo, pero más que eso apoderarme de su alma.


Mis dedos se movieron lentamente, intentando hacer un pequeño bosquejo. Pero me encontraba tan nervioso, tan ansioso, que me movía torpemente, como un primerizo.


-Estás temblando- dijo con esa voz suya, tan calmada y medida, y a la vez dando la impresión de que podía perder los estribos en cualquier momento y aún así seguiría siendo hermosa, hipnotizante. Pero, una vez más, todo en él tenía ese efecto, todo en él era simplemente adictivo, y yo ya era un adicto visual, deseándole, reprimiendo mis propios pensamientos.


Él, en cambio, lucía tan libre.


-Lo siento- respondí agachando la cabeza.


Fue entonces cuando sentí unos suaves dedos que alzaban mi barbilla y mis ojos se encontraron con los suyos. Nuestras caras estaban tan cerca que su húmedo aliento parecía mojar mis labios. Me encerraba irremediablemente en su mirar, en su forma de actuar, en el sutil movimiento de sus labios, y yo sabía que no podía escapar, más aún, sabía que no quería.


-Olvida mi alma- dijo-, y toma mi cuerpo.


Mis ojos se abrieron con suma sorpresa al sentir sus labios sobre los míos, sus manos acariciando los contornos de mi rostro. Yo creí que enloquecería, definitivamente, cuando el fuego de su boca derritió mis sentidos, cuando su sabor inundó hasta los confines más remotos de mi ser, y era todo él en cada beso, en cada pequeña y fugaz caricia cada vez que sus expertos dedos desataban uno a uno los botonoes de mi camisa. El sake de su aliento embriagó mis sentidos, alcoholizado por el simple hecho de sentirlo. ¿Resulta tan increíble?


A aquel primer beso siguieron muchos más. Él tenía un alma apasionada, fogosa, y sus besos eran el epítome de todo aquel sentimiento. Cada roce de labios era una condena que dictaba sobre mí, y cada vez que mi lengua jugaba con la suya yo, ansioso, aceptaba esa condena. Sus manos viajaron rodeando mi cuerpo, deshaciéndose de mis pobres vestimentas, dejándome en un estado casi igual al suyo. Y él era tan hermoso... Mis ojos parecían no cansarse de mirarlo, mis manos no reaccionaban, mi corazón latía desbocadamente y el aire se me hacía escaso.


-No hay nada en mi alma que puedas desear- susurró sensualmente en mi oído y un placentero escalofrío se extendió por todo mi cuerpo.


En ese instante quise contradecirle, pero las palabras murieron en mi boca al sentir su juguetona lengua en mi pecho mientras una de sus manos maniobraba con el botón de mi pantalón, una amenaza peligrosa y que, sin embargo, yo permitía sin mayores problemas. Yo no quería parar, no quería detenerlo, yo quería sentirlo...


Yo estaba dispuesto a entregarme.


Descuidadamente tomé las rojas hebras de su cabello mientras echaba hacia atrás mi cabeza. Su lengua jugaba con uno de mis pezones y yo simplemente me encargaba de encerrar aquellos vergonzosos gemidos que buscaban abandonar mis labios. Él también lo estaba disfrutando, yo podía sentir su palpitante erección chocando contra mi ahora piel desnuda, y saber lo lejos que íbamos a llegar no hacía sino asustarme un poco, sí, pero también lograba excitarme hasta un punto más allá de todo lo pensado, y también me hizo desearlo con desesperación.


-¡Ah...!


Tenues gemidos brotaron de mis labios al sentir su cálida mano sobre mi miembro. Tan suavemente, de forma casi torturante, yo deseaba que lo hiciera más rápido pero mi mente nublada no hallaba las palabras correctas. Él me acarició tenuemente, de vez en cuando se detenía, yo sabía que él simplemente jugaba conmigo, se divertía sintiendo mi sufrimiento. Desesperadamente alcé su cabeza y le obligué a besarme. Sus besos no hicieron nada para calmarme, al contrario, sus labios eran como el más letal afrodisíaco. Yo quería más, y más, mucho más.


Besó mi cuello lentamente y me hizo acostarme completamente sobre el frío suelo, tan contrastante con la calidez de nuestros cuerpos que iba en aumento. Yo mismo parecía derretirme ante sus roces, y cuando nuestras miradas volvieron a encontrarse una oleada de excitación me recorrió y me hizo temblar. Pude haber alcanzado el clímax simplemente observando su mirada, el deseo que se escondía en su spupilas y que sin embargo resultaba demasiado obvio. Él me deseaba en la misma medida en que yo lo deseaba a él.


Entonces sonrió. ¡Y su sonrisa fue la cosa más extasiante que he visto nunca!


Se acercó a mi oído, como si fuese a decirme algo, pero simplemente permaneció allí, sobre mí.


-¡Aaahhh!


Traté de morderme los labios cuando le sentí entrando levemente, de forma suave y cuidadosa, como si no quisiera dañarme. Pero el dolor era demasiado grande, aunque no era eso lo que me hacía gritar. ¡Era saber que yo iba a ser suyo! Sí, el hecho en sí resultaba doloroso, pero el placer de saberle para mí es incomparable y vuelve nada cualquier otro sentimiento. Y él fue invadiéndome, milímetro a milímetro, hasta que le sentí por completo dentro de mí, y fue como si él llenara cada uno de mis vacíos.


Era, sin duda alguna, el pensamiento de saberme suyo y, al mismo tiempo, saberle mío. Dentro de mí, poseyéndome, incrustando sus manos en mis caderas, sus mirada ahora lujuriosa escondida tras sus párpados cerrados, tratando de contenerse. Ambos sentíamos el placer, ambos nos sentíamos mutuamente, ambos nos aceptábamos.


¡Pero yo quería más! Yo quería movimiento y fricción, quería aquel placer solidificado que me proporcionaban sus besos, sus caricias, yo deseaba todo. Entonces se movió, una vez, yo sentí nuevamente aquella oleada que me recorría. Sus tenues jadeos rompían contra mis oídos. Quise decirle: no te contengas. Pero no tuve necesidad de hablar, porque él volvió a moverse de esa forma tan sensual a mis ojos, y no volvió a detenerse más.


Prontamente mis gritos de éxtasis llenaron la amplia sala.


¡Eso era lo que quería!


Sentirle moverse rápidamente dentro de mí, cada embestida robando mi aliento, el pecado consumado pero se sentía tan bien. Yo quería que el momento fuese algo más que una penetración, más que un simple mete-saca, ¡y él lo estaba haciendo! Nuestros cuerpos parecían fundirse, diluirse, mezclarse, nuestros sudores, nuestras voces, nuestros fluidos, su carne en mi carne y sus labios enrojecidos buscando los míos. Era todo aquello que yo quería. El romanticismo, la violencia, sentirle una y otra vez, los escalofríos, el placer, tanto placer al sentirle completamente adentro, arremetiendo contra mí de forma tan erótica.


Yo adoraba sentirlo adentro, tan profundo que mis ojos se cerraban irremediablemente y mis manos se aferraban a su espalda. Sé que, aunque gritaba, tenía en mis labios una mueca de placer infinito, una sonrisa de satisfacción que no podía ser comparada con nada más.


-Di mi nombre- me ordenó con voz grave por la excitación-. Di mi nombre antes de terminar.


Le escuché vagamente pero mi cabeza no procesó tal pedido. Yo sólo quería que continuara, que nunca se detuviera.


-¡Ah!- al sentirle tan fuertemente. Había golpeado algo preciso, el punto exacto, y se sentía tan condenadamente bien- ¡Más!- no estaba dispuesto a acallar mis pedidos, mi súplicas, él también quería escuchar mi voz- ¡Más!


En perfecta sincronía se movió sobre mí, dando en ese punto una y otra vez, incontables veces en las cuales creí estallar. Lo supe entonces, tan cerca, tan cerca esta vez. Una embestida y mis uñas se clavaron en su carne. Una embestida y mis labios fueron mordidos con fuerza. Una embestida y todo el abrumador placer se volcó sobre mí. Arqueé la espalda en un grado casi imposible y todo a mi alrededor se tornó completamente extraño.


-¡¡¡Gaara!!!- grité al culminar finalmente, el mejor orgasmo que hubiese sentido en toda mi vida, y cuando pensé que nada podría ser mejor sentí el producto del placer de Gaara inundándome las entrañas, llenándome de sí, de su esencia.


Tratando de re-encontrar mi aliento sentí el cuerpo de Gaara sobre el mío, él también respiraba agitadamente. Nuestros corazones trataban también de recobrar el ritmo normal. Yo aún le sentía dentro de mí, y sinceramente no quería que se marchara. Me sentía tan... relajado, como si de pronto hubiese conquistado todos mis sueños, la realización de mis metas, no había nada más, sólo él y yo.


Flotando sobre una nube, así me sentía. Complacido desde lo más hondo... Tal vez fue por este pequeño estado de embriaguez que no noté cuando su cuerpo se alejó del mío, pero yo estaba demasiado ido como para percatarme de ello. Fue entonces cuando, unos minutos después, un sonido me hizo volver a la realidad.


'Click'


Mis ojos se enfocaron en Gaara y aquel sonido se repitió incansablemente.


-¿Qué...? ¿Qué haces?- pregunté sintiéndome adormilado, agotado, sin fuerzas para moverme.


Él continuó, sin prestarme mucha atención, con su cámara fotográfica en manos disparándose a cada tantos segundos. Sonreí de forma arrobada tratando de cubrir mi rostro, pero una de sus manos liberó mi cara y él siguió tomándome fotografías. Había en todo aquello algo extraño, algo que me gustaba. Gaara se movía a mi alrededor, sin decir nada, simplemente viéndome a través del lente de su cámara desde ángulos imposibles. Me pregunté qué le gustaría de mí como para tomarme tantas fotos, pero no pedí explicaciones, sólo me dejé llevar por el momento.


Finalmente cerré los ojos, siendo su hermoso rostro lo último que viera. Y me quedé dormido, allí en medio de la sala, con la pintura a medio empezar y un enigmático pelirrojo observándome detalladamente.


Cuando desperté, a la mañana siguiente, descubrí que me encontraba en una habitación, solo. Por momentos me sentí confundido, pero inmediatamente después recordé lo ocurrido y mis mejillas se tornaron rojas cual tomate. Aún me encontraba desnudo y, sin el menor signo de vergüenza o recato, busqué a Gaara por el departamento. Pero no lo encontré. Cierta parte de mí se decepcionó y se entristeció en ese momento, pero cuando noté la hora que era no pude pensar más en ello.


¡Debía irme enseguida! Ya era el día siguiente y se suponía que yo debía atender ciertos asuntos. Rápidamente tomé mi ropa y me dispuse a marcharme. Antes de irme tomé un pequeño papel y le dejé una nota a Gaara agradeciéndole por todo y dejándole mi número telefónico. Yo esperaba que llamara.


Nunca llamó.


Los días pasaron y yo seguía sin tener noticias de él. Fue entonces cuando un horrible temor se apoderó de mí. ¿Y si lo sucedido entre nosotros no significaba nada para él? ¿Y si yo había sido meramente un juego, una distracción? Estos pensamientos me atormentaron aproximadamente una semana y algo más. Yo quería ver a Gaara de nuevo, necesitaba de él.


Gaara había representado para mí la mejor experiencia sexual que hubiese tenido nunca, pero era algo más que eso, de hecho, era mucho más que eso. Yo realmente había sentido afinidad hacia él, yo... lo amaba. Y al darme cuenta de esto la dura realidad me golpeó con mucha más fuerza.


Finalmente, una tarde, decidí irle a buscar. Mis propios sentimientos me estaban torturando, yo no podía soportar un segundo más sin pensar en él, sin sentirlo a él, sin estar cerca de su apabullante presencia. De la noche a la mañana él se había convertido en una especie de guía para mí, mi sol, mi mundo, mi universo entero giraba entorno a él, entorno a sus fríos ojos aguamarina, a su apuesto rostro, a sus fuertes brazos, a su grave voz, a todo él.


Me dirigí entonces a su departamento, aquella tarde, con el corazón en la mano y el alma en un hilo. Tenía planeado decirle tantas cosas, cuánto lo amaba, cuánto lo adoraba, lo deseaba, lo veneraba. Yo quería hacerlo feliz, encontrar su alma, descubrir sus secretos, hacerlo mi amante, mi amigo, mi persona más preciada, aún más preciada de lo que ya era. Porque Gaara era mi complemento perfecto, mi alma gemela... Fue entonces cuando mis sueños se quebraron, se hicieron añicos y toda mi confesión de amor eterno murió en mi garganta, cuando, frente a su departamento, la puerta se abrió y aquel muchacho semi-desnudo me dio la bienvenida.


Mis ojos se habían abierto en confusión, dolor, traición.


El chico, del otro lado del departamento de Gaara, me miraba con una sonrisa en el rostro.


-¿Buscas a alguien?- me preguntó, pero mi mirada se encontraba absorta en su húmedo cabello, él parado frente a la puerta luciendo únicamente la ropa interior, la toalla sobre los hombros, recién salido de la ducha. Bañándose en casa de Gaara, ¡de mi Gaara! Probablemente bañándose con él.


-Creo que me equivoqué de piso- respondí tratando de contener las lágrimas. Llorar es de niñas, ¿verdad? Di la media vuelta y me alejé corriendo de aquel lugar. A lo lejos sentí los llamados del chico pero yo no quería escuchar, no quería ver, no quería saber. Sólo quería alejarme de allí.


Y me fui.


Eso fue lo más cobarde que he hecho en mi vida. Sé que en ese momento debí haber preguntado por Gaara, tal vez pedirle una explicación, confesarle que lo amaba, pero pudo más el increíble dolor que sentí. En ese instante pensé que lo mejor era alejarme, y lo hice, con el corazón destrozado pero con la dignidad intacta o, al menos, casi intacta.


Desde aquel día no volví a verlo, a pesar de que yo pensaba en él todo el tiempo. De hecho, nunca dejé de pensar en él, ni llorar por él ni lamentamre por él. Pero la vida sigue y mi vida debía seguir adelante, como si nada hubiese pasado, tratando de olvidarlo. Es por eso que ahora estoy aquí, en la misma galería que le viera la primera vez. Nuevamente mis cuadros se exponen en estas paredes que me han dado tanto, nuevamente las personas y posibles compradores pasean a mi lado, admirando mis obras y las de otros talentosos pintores.


Y a pesar de escuchar sus amables comentarios y sus generosas propuestas, nada es lo mismo ya. Sonrío con cautela, estrecho sus manos, los despido con una sonrisa. Me planto frente a mi pintura más preciada y con la cual me siento identificado. Mis ojos se pierden en los colores pasteles, en las flores caídas, en la soledad que emana de aquella pieza. Instintivamente me muerdo los labios. Me siento tan expuesto y, sin embargo, tan deseoso de que alguien tome toda esta soledad y la haga añicos. Eso es lo que quiero, pero sé que no hay nadie allí.


-Ey, ¿no eres tú el chico de la otra vez?- oigo a alguien llamarme.


Tiemblo casi imperceptiblemente. Esa voz, la conozco. Ladeo el rostro hasta encontrar el suyo.


Es él.


Es aquel joven que vi en el departamento de Gaara. Es aquel que me robó a mi pelirrojo, el que me lo quitó, el que hurtó mi felicidad. Trato de no demostrar el rencor que siento, el profundo sufrimiento que me invade, y sólo saludo con una inclinación de cabeza. Es entonces cuando lo veo, y mi corazón se detiene en ese justo instante, mis ojos amenazan con llorar nuevamente, como tantas noches antes he llorado.


Está tan hermoso como la primera vez, y como la última, y como siempre.


Mi Gaara.


Su imponente presencia acalla cualquier sonido a su alrededor. La belleza de las peizas que lo rodean no son nada en comparación con él. Mi mirada no lo abandona, mi corazón niega su vista, pero yo sé que esta aquí, sé que aún lo amo y sé que sufriré si le permito acercarse a mí. Quiero escapar pero mis pies no se mueven, quiero gritar pero mi voz está perdida, finalmente llega hasta nuestra altura, sus ojos azules se posan en mí y luego viajan hacia mi pintura.


-Es hermosa, ¿no lo crees?- pregunta el chico mostrando una enorme sonrisa que no hace sino herirme más.


¡Quiero escapar!


Cuando estoy a punto de dar la media vuelta e irme, no importándome si parezco descortés, siento la mano de Gaara tomar mi muñeca y evitar mi huida. Entonces estamos solos, puedo notarlo, el otro chico se ha ido y allí sólo estamos él y yo. Sus ojos fijos en mí, atrapándome, hechizándome.


-¿Por qué no volviste?- pregunta suavemente, y en su voz hay toda esa frialdad que lo caracteriza, una voz de hierro, eso es.


Pero su pregunta me toma desprevenido. ¿Volver? ¿Por qué habría de volver?


-No parecías necesitar más compañía- respondo y, aunque trato de esconder el rencor, el dolor y los celos, me es casi imposible.


-¿Lo dices por Kankuro?- ahora no sé si hay incredulidad en su tono o simplemente está jugando conmigo. ¡Deja de jugar, maldita sea! ¿No ves que me duele? Me desespera no poder decirle lo enfadado que estoy, lo decepcionado que me siento, lo mucho que duele mi corazón- Es mi hermano.


¿Qué?


Mis ojos se abren, sorprendidos, ante aquella última afirmación. ¿Hermano?


-¿Lo dices en serio?- él asiente. Podría reír ante lo increíble e inverosímil de toda la situación. Tanto tiempo llorando por él, pensando que sólo había sido un juego, y todo era producto de un malentendido. Entonces me invade una momentánea felicidad, creo que él lo nota en mis ojos porque suelta mi mano y me mira largo rato.


Sus ojos me estudian, como siempre, aún no entiendo qué ve en mí que le interese tanto.


-Creí que regresarías- dice- por las fotos- mientras saca un pequeño paquete de su bolso.


-Oh- agacho mi cabeza. Así que, después de todo, sólo quería que regresara por las fotografías. Nuevamente este malestar me recorre, la tristeza, quiero decirle que lo amo, ¡lo amo tanto!


-Creí que volverías por ellas- las extiende hacia mí- y así podría tener una excusa para tenerte en mi departamento y no dejarte ir.


Ante estas palabras lo miro con incredulidad. ¿Es cierto lo que escucho? Y él sonríe, débilmente, casi de forma fantasmal, ¡y es tan bello! Mi corazón se acelera hasta límites insospechados, mis mejillas se ruborizan y mi cuerpo se acalora. Es precioso, todo él lo es.


-Gaara...- susurro en voz baja, pero él toma mi mentón y besa delicadamente mis labios. A pesar de la sorpresa inicial respondo a su beso, suavemente, sin toda aquella pasión de la primera vez. Abandona mis labios y, cuidadosamente, se acerca a mi oído. Mi cuerpo vibra ante sus palabras.


-Tú eres... el único. El único que ha logrado calentar mi alma.


Lo abrazo entonces, fuertemente, sin importarme las miradas curiosas, otras reprobatorias, que nos dirigen el resto de los presentes. Y no me importa. No me importa lo que piensen, lo que digan, lo que hagan, porque le tengo conmigo, para mí.


-Te amo- susurro en su oído, por toda respuesta él besa mi cuello y sus manos rodean mi cintura.


Quiero que estemos juntos, y lo estaremos, por siempre.


Y esa es toda la historia. Así fue como conocí al ser más maravilloso sobre la faz de la tierra. Así fue como me entregué a él en cuerpo y alma. Eso fue lo que pasó, esas son las razones por las que ahora estoy tan feliz, tan dichoso de haberle visto aquella primera vez, en aquella misma galería, a mi amado Gaara. Y sé que las cosas irán mejor, sé que podré hallar su alma y hacerle vibrar. Lo sé porque...


Esa es mi nueva meta, y yo siempre cumplo lo que prometo.



FIN.
Notas finales: Fin! Mmm... creo que el fic ya lo habia subido pero por alguna razon se borró o lo borré (no recuerdo -_-). En fin, espero q les gustara! Besos y cuidense! ^^

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