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La Maldicion de la Bruja Gitana por Solmarie The Dark Angel

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Capitulo 1

 

El comienzo de la historia

 

  

Todo a su alrededor era devastación, cuerpos por todas partes, un olor a sangre impregnaba el lugar. Mirando y acechando en todo momento recorrió toda la aldea buscando al culpable de tal desolada escena.

  

- ¡¡¡Raisax Anthony!!!

  

Se volteo justo a tiempo para esquivar un destello de color negro lanzado con la sencilla determinación de matarlo.

  

- ¡¡¡Arix’s Rey!!!

Los príncipes de ambos bandos. Iguales en poderío y magia. Tan temibles como el otro mismo. Pero tan desiguales como el día y la noche, más a la vez tan necesarios el uno para el otro, como lo es el respirar.   

- Quien ganara esta contienda… ¿Quien crees que gane Raisax?

 

- Pues yo no te dejare vivir, para que sigas matando gente.

 

- Pero tan bien que la pasábamos juntos, en ese jardín de rosas, en las aguas recuerdas.

 

- ¡¡¡¡CALLA, CONTIGO JAMÁS!!!!

 

- OH, toque una fibra sensible

  

Mientras en otro lado del lugar.

  

- Vamos los escucho, ahí que atraparlo

  

Unos diez hombres se acercaban a la escena. Hombres de ambos bandos unidos por el bien del mundo entero.

Llegaron al lugar y se encontraron con dos jóvenes en medio de un claro.

El de espaldas a ellos, de cabellos negros y ojos plata, con una espada en el cinto de su pantalón, mientras en su mano derecha reposaba una cadena que en ese preciso momento se enredaban en las piernas del otro joven. Un chico de cabello negro y ojos rojizos, que le dirigió una mirada de intenso odio cuando vio a los hombres acercarse a ellos.  

Anthony se acerco al otro muchacho y se arrodillo, le quito las armas y le dijo mientras le miraba

  

- Jamás le llegaras a los talones a Rey, Maxir…

 

- Verdad, a ti te gustan los débiles que puedes controlar y herir a tu gusto.

Esas palabras le dieron como un puñal en pleno corazón a la vez que miles de imágenes llegaban a su mente.  Maxir había conseguido su cometido dejarle una herida mas profunda y dolorosa que cualquiera provocada por cualquier tortura. La culpa…  

Aun cuando lo golpearon y humillaron a voluntad Maxir no se quejo, no grito y tampoco suplico.  

Tal vez eso era lo que quería Anthony esa tarde en el calabozo, verlo sufrir, ver esa maldad que era capaz de congelar un corazón o de provocar un gesto de terror en un rostro humano. Quería convencerse a si mismo de que ese monstruo no era el joven del que el se había enamorado, el muchacho que ocupaba sus sueños y sus pensamientos cada vez que se podía.  

Entro en el calabozo con la daga de ceremonias. Lo encontró de rodillas, encadenado a la pared, pero con una mirada y una sonrisa malévola que le hicieron enfurecer. Provocando así el valor para llevar a cabo su trabajo. Mientras recordaba cada uno de los momentos tan felices que pasaron en un pasado.  

Se acerco a este con la daga en el cinto bien atada. Lo desencadeno para luego clavarle las muñecas al suelo. Lo desnudo y sus ojos admiraron por última vez ese cuerpo que tantas veces había amado.  

Con la daga trazo el diseño que este poseía en el pecho, apenas la hoja rozo su piel el muchacho soltó un grito de dolor, angustia y agonía…  

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- ¡¡¡PADRE!!!

 

-¿Qué pasa hijo?

 

- ¡¡¡Lo atraparon!!!

- ¡¡¡Enserio!!! 

Grito su padre emocionado. Esa noticia le provocaba una gran alegría, al fin había atrapado al maldito que mataba no solo a su ganado sino también a sus aliados, negándoles la llegada a su destino. Así que padre e hijo se dirigieron a los calabozos a recibir a su nueva adquisición.  

Lo que allí se encontró el príncipe no fue lo que esperaba.  

El esperaba encontrarse con un hombre mayor, con cara de asesino, con cicatrices en el rostro y una mirada diabólica, pero en su lugar se encontró con un muchacho de su edad. De cabellos negros y ojos dorados, unos ojos dorados dulces que en ese momentos estaban entre mezclados con el dolor, la angustia y el escozor de sus recientes heridas.  

Su padre en cambio parecía satisfecho. Este se acerco al muchacho, quien retrocedió aterrado, pero la pared a su espalda le impidió el paso. El rey aferro el cabello jalándolo con fuerza provocando un grito de esos labios rosados.

Pero mas sorprendido vio como esos ojos dorados se tornaban rojo sangre y sus colmillos se introducían con fuerza en el cuello de su padre.   

Quien cayo al suelo sosteniéndose la herida dolorido.  

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Un nuevo grito fue la señal que esperaba.

Enterró la navaja en su muñeca izquierda y luego de unos minutos hizo lo mismo con la muñeca derecha.  

- ¿Anthony?  

Lo miro aterrado. Conocía ese tono. Ese tono dulce, lleno de alegría y, solo en ese momento, impregnado por el cansancio que el perder tanta sangre provocaba.

Anthony lo abrazó mientras amargas lágrimas recorrían sus mejillas.

Amargas lagrimas señales de que de verdad amaba a su peor enemigo.  

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Ese palacio, antes lúgubre, sombrío y triste, se había convertido en un lugar lleno de luz y de alegría con la llegada del joven de ojos dorados.  

- Tengo algo que decirte, Rey.  

Su dorada mirada y su típica sonrisa se fijaron en el.

Ese simple hecho derretía el corazón del príncipe, que muchas veces se encontró recriminándose el hecho de que estaba locamente enamorado de una serpiente, una rastrera y traicionera serpiente.  Que así como sus ojos mostraban algo, su mente era algo muy distinto a lo que el debería amar.   

- Estoy enamorado de ti.  

Su sonrisa desapareció… sus dedos se deslizaron para abandonar su agarre mientras este retrocedía varios pasos.  

- No, no, no, no

 

- ¿Qué sucede? (intenta aferrarlo, pero este lo empuja)

 

- No, amor… tu… yo… no, no, no… prohibido

 

- No te asustes (le dijo, viéndolo parado frente a la ventana)

 

Este intento acercarse, pero el muchacho le dio una cachetada y hecho a correr.  

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“Lo que me habría ahorrado de haberle caso”  

Un último beso, fue eso, un beso que además ahogo, el grito dado por Rey cuando este introdujo la navaja en el centro de la estrella que se encontraba en el pecho de este.  Sus lagrimas cayeron sobre el rostro de rey, mientras veía como la vida en los ojos de este se escapaba entre sus dedos…  

Su sangre, su vida…

derramada hasta su muerte…  

Su muerte, esa muerte, provocaría la suya…  

Anthony lo abrazó desolado, tras ver que sus ojos se cerraban… abrazó el cuerpo del único y verdadero amor que sentiría en su vida…  

Tal vez la próxima fuera distinta…  

Tal vez entonces el destino fuera menos cruel…


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