A SIETE METROS
Me colgué de tu mirada, me resbalé en tu nariz
y salté de la catapulta de tu quijada
Después de echarme un chapuzón entre tus labios
sin más locomoción que la imaginación
Me encuentro con tus ojos de improviso, azules y profundos, que me capturan sin que pueda oponerme. Expertos en lo oculto, me retienen sin dedicarme, si quiera, una mirada, dándole alas al travieso genio de los sueños diurnos que hizo nido en mi cabeza de la mano de la desconfianza. Me deslizo por tu nariz como en un tobogán de tersa piel, molesto con la odiosa coleta que aprisiona tu cabello y no le permite acariciar tus mejillas, y aterrizo en tus labios, provocativamente entreabiertos, fruto prohibido protagonista de mis fantasías. Desciendo por tu mentón con furtivas caricias que mis ojos te prodigan y me subo al tren de mi onírico pasatiempo que te incluye como único personaje.
Fui a parar a tu cuello, y de tu cuello a tu blusa
y me colé por el orificio de un botón
después de haberle echado un buen vistazo al corazón
En alas de un avión que es pura imaginación
Me pierdo en tu cuello, acariciado por aquella rebelde melena que no puedes controlar, bajo por su vertiginosa pendiente hasta tu camisa negra, con retazos de tu pelo azulado como etéreos brochazos de color en aquella ilusoria composición. Me abro paso entre la oscura tela, y a través de los espacios muertos entre botón y botón, me escondo en el interior de esa prenda para poder espiar la piel de tu pecho, lugar que quisiera alcanzar con mis manos, y al que sólo con mi mente puedo acceder.
Y ya dentro de tu blusa fui bordeando tu figura
Midiendo beso a beso la extensión de tu estatura
y tropecé con un cinturón que se ajustaba a tu cintura
que me devolvía a mi posición, a siete metros de tu ubicación
Recorro tu torso palmo a palmo, casi extasiado por aquella maravillosa visión, lo cubro de besos ficticios, sólo posibles en el basto espacio de mi prolífica mente, hasta que mi imaginario recorrido se ve entorpecido por el cinturón que se ajusta celoso a tus pantalones, impenetrable custodio del más grande de todos tus secretos, que me devuelve a la realidad, a siete metros de la tuya, como un simple espectador.
Y yo que no sé cómo te llamas ni tu edad
dónde vives, cómo piensas, si compartes tu humedad
heme aquí como pirata hurgando en tu intimidad
a siete metros de tu integridad
Nunca te he visto antes, nunca cruzamos palabra. No se nada de tu vida ni tú de la mía, y heme aquí, que me he aficionado a tu imagen enmarcada en este ambiente de ficción. No conozco tu nombre ni tu casa, ni mucho menos la existencia de algún dueño del espacio que ahora estoy recorriendo, ese que se encuentra justo en donde la tela roza tu piel. Y aquí estoy, irrumpiendo bajo tu ropa como un ladrón silencioso, buscando robarme un poco de ti para llevarlo con migo, sin siquiera tocarte, alcanzándote sólo con mis fantasías, mientras tú, ajeno a mis deseos, permaneces impasible en tu lugar, a siete metros del mío.
Derrapé por tu ombligo, fui a parar hasta el fondo
y salí con la ayuda de un frágil vello
mientras buscaba una manera
de burlar tu cinturón con pura imaginación
Me resbalo en tu abdomen, y en frenética caída me enfrento con el celoso guardián que no me permite entrar en tu intimidad; busco una forma de salir vencedor de esta encrucijada, y al mismo tiempo lo celo, porque puede apenas rozar tu piel por sobre la cintura de tu pantalón, y yo tengo que atravesar todo el lugar para alcanzar tu gloriosa imagen con mi mirada.
Soñando me hice un microbio y pasé sin agacharme
y me deslumbró tu ropa interior
y cuando estaba a punto de encontrarte
me interrumpió un mesero "¿Le sirvo otro igual?"
Mi mente me encoge, mi tamaño se reduce, y puedo escapar de la vigilancia de tu cinto, atravieso la entrada sin preocupaciones y me encuentro frente a frente con tu ropa interior que me impide el paso, y al mismo tiempo, me maravilla con el misterio que proyecta en aquel recóndito sitio de tu cuerpo, altar de mis sueños a plena luz del día. Me apresto a escabullirme entre sus garras, cuando una voz me arranca de mi pura y mística ensoñación.
-¿Otro café, señor Camus?-
Tráigame un whisky doble y siéntase dueño de mi desgracia
estaba a punto de hallarla cuando usted me interrumpió
y regresé para verla y ella ya no estaba ahí
y me quedé como siempre, a siete metros de la realidad
-Tráeme un whisky doble- le digo, y mascullo para mis adentros.
Llévese, también, todo mi despecho. Tan cerca estuve de tenerte sin tenerte, y cuando volteé a mirarte ya no estabas. Llévese, mesero, toda mi frustración, llévesela que se la ha ganado. Te busqué sin cesar con la mirada, pero fue inútil, ya te habías marchado, llevándote mis sueños entre los pliegues de tu ropa, dejándome en aquel bar, a siete metros de tu mesa, a la que nunca me acerqué más que con la fantasía.
Y yo que no sé cómo te llamas ni tu edad
dónde vives, cómo piensas, si compartes tu humedad
heme aquí como pirata hurgando en tu intimidad
a siete metros de tu integridad
Tú te fuiste, y aún no sé cómo te llamas, ni siquiera he iodo el sonido de tu voz. No sé si estás solo, si eres de alguien, o si quizás alguien te pertenece, no se nada más de ti que lo que vi cuando te soñé, que lo que recordaré cuando te evoque... el hombre que se llevó mis ilusiones en el bolsillo de su pantalón... el hombre al que amé soñando despierto tomando café en la mesa de un bar, a siete metros de la suya.