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Los apuros de Hanamichi por Paz

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Notas del fanfic:

Hanamichi regresa a su ciudad natal dispuesto a reiniciar una hermosa relación que se rompió en el pasado.

Notas del capitulo: Es real la persecución que cree ser objeto o solo es su imaginación la que le confunde.
 

Los apuros de Hanamichi

 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo Único

 

Avanzaba con pasos rápidos, sin olvidar mirar de tanto en tanto a sus espaldas, observando los rostros buscando en ellos, una señal de que eran los hombres que iban tras él. Ningún rostro le resultaba sospechoso, no eran los rostros lo que más le preocupaba mirar, sino ver su vestimenta, trajes oscuros, camisa blanca, zapatos de charol, no veía a nadie así trajeado, así que seguía su camino más tranquilo, aunque no totalmente relajado. También observaba los coches que circulaban por la calle, mirando que ninguno de ellos llevara una velocidad inadecuada, demasiado lenta en relación con otros. Al parecer había conseguido despistarlos a todos, lo que le había costado recorrer Kanagawa, ya fuera en tren, coche de línea y finalmente a pie para asegurarse que no iban tras sus pasos.

Dio un suspiro de alivio cuando llegó a la dirección que tan bien conocía y que el paso del tiempo no había conseguido olvidar.

Solo una persona podía ayudarle. No se fiaba de nadie más, ni su padre, ni su hermano mayor, ni de nadie de su familia, todos esperaban lo mismo de él, y no estaba dispuesto a sacrificarse por ninguno de ellos, no se lo merecían. Le constaba que tenían una larga lista de todos sus amigos y que todos ellos recibirían una visita inesperada y nada grata, lo lamentaba por ellos, pero no tenía intención de mostrarse ante nadie conocido, solo así podían decir sin mentir que nada sabían de él. Y aunque conocían lo que pensaba de él, justamente por eso no pasaría por sus mentes que iba a sentir la necesidad de recurrir a esa persona. Irónicamente era él único que podía prestarle la ayuda que necesitaba. Una amplia sonrisa curvó sus labios cuando sus pensamientos llegaron a ese punto, hasta él mismo se sintió sorprendido por habérsele ocurrido ir a verle, porque en el pasado no fueron amigos, y después de lo mal que se portó con él cabía la posibilidad de verse rechazado. Durante los últimos años no se había puesto en contacto con ninguno de sus ex- compañeros, ni siquiera con sus amigos, menos aún con él, de todo lo ocurrido en su pasado, esa relación había quedado guardada en el fondo de su mente, además habían sido tan prudentes que todos ignoraban el vínculo que les unía. Su carrera deportiva le había absorbido de tal manera que nunca tenía tiempo para nadie, acababa tan agotado que dormía más horas de las necesarias, ahora pensaba que gracias a eso nadie sabía de él, cosa que le agradaba porque estaban a salvo de sus parientes, quienes tenían medios suficientes para comprobar que lo que decían era cierto.

Para evitar cualquier contingencia había estado dando vueltas sin detenerse entrando y saliendo en diversos locales atestados de público con la intención de dejarles atrás, su altura no ayudaba en nada, porque destacaba por encima de todas las cabezas. Llevaba setenta y dos horas sin detenerse y comenzaba a sentirse agotado y al borde sus fuerzas. Si él no le acogía estaba perdido.

El portal ya estaba a la vista, se detuvo un instante, cambió de hombro su bolso, como si quisiera aliviar el peso que sostenía ese brazo llevándolo al otro, mientras así lo hacía, escrudiño a su alrededor como un ave de presa, dispuesto a salir corriendo si les veía próximos a él. La suerte le acompañaba una vez más aparentemente la normalidad de la calle le tranquilizó.

Aquella calle estaba bastante oscura y poco concurrida, algunos locales aún estaban abiertos, allí las farolas o estaban fundidas o los gamberros las habían destrozado, esa circunstancia le favorecía en parte. Todo parecía normal. Siempre le había sorprendido saber que vivía ahí, al principio le había imaginado en un lugar más acorde con su personalidad.

Se acercó al portal, apoyando su espalda en la puerta, como si deseara fundirse con ella y sin dejar de mirar a derecha e izquierda. Pulsó el timbre del telefonillo que correspondía a su piso, le pareció que tardaba en contestar e insistió con un timbrazo largo pareciera que su dedo había quedado pegado al timbre.

-Quién molesta a estas horas? -preguntó una voz enojada.

-Sakuragi... -giró la cabeza en dirección al micrófono. Llevaba puesta una gorra con visera, ocultando bajo ella sus llamativos sus cabellos pelirrojos, la llevaba sobre los ojos, ocultando su mirada e impidiendo de ese modo que su rostro se hiciera fácilmente reconocible. Al principio, cuando planeó escapar de la férula de su familia, pensó en teñírselo de negro para pasar desapercibido, pero finalmente desistió, era tanto como negarse a si mismo y eso no pasaba por su mente.

Al otro lado el silencio fue total, empezaba a pensar que se había desconectado, cuando escuchó que el acceso al edificio le era permitido. Empujó la puerta y pasó, al instante las luces del portal se encendieron al instante, se apresuró a subir las escaleras sin embargo se detuvo en el primer piso esperando unos minutos, como si temiera que alguien pudiera entrar tras él. La puerta metálica se había cerrado por sí misma, cuyo mecanismo había actuado sin romper el silencio de la noche, mientras esperaba ningún sonido de pasos se escuchó, la luz se apagó y solo permanecieron encendidas las del primer piso, a medida que iba ascendiendo las escaleras, las luces se prendían automáticamente. Si alguien estaba en la calle lo vería a través de las ventanas que comunicaban con la fachada del edificio.

Se decidió a agarrar el ascensor, si alguien estaba pendiente de las luces pensaría que ahí había acabado su trayecto. Cuando se abrió el ascensor salió con cierta precaución al notar que la oscuridad estaba menguada por la luz que se filtraba a través de la puerta abierta del piso de Rukawa.

-Gracias... -dijo a modo de saludo.

-Pasa... ponte cómodo, luego me dirás que te trae aquí. -respondió cerrando tras él- o te has equivocado de vivienda? -fue lo primero que se le ocurrió preguntar al verle aparecer, aun no estaba repuesto de la sorpresa.

-No...

Dejo el bolso en el suelo, junto al sofá donde se había sentado, estiró sus largas piernas y solo entonces comenzó a sentir el doloroso hormigueo que tenía en los pies.

-Estoy muy cansado... no he dejado de moverme durante todo el día... -murmuró llevándose el pulgar e índice de su mano derecha hacia el puente de su nariz y restregándolo unos instantes, al mismo tiempo que movía los dedos de los pies para calmar el dolor que se extendía por ellos. 

-Has comido? -preguntó al oírle expresarse en esos términos.

-Unos dulces...., chocolate...., algo de maní...-pensó en el almuerzo que desdeñó en el avión, sorprendentemente estaba demasiado nervioso para comer, más tarde lo lamentó. Con las prisas olvidó recoger su cartera con dinero en efectivo, lo bueno de toda esa huida precipitada, fue que pudo cambiar el billete que su padre le enviaba, adelantando el viaje un par de días. A su llegada al aeropuerto de Narita consiguió sacar dinero desde un cajero automático, efectivo que empleó en pagar diversos medios de transporte. Tampoco entonces se acordó de comer. Todo lo que había hecho era correr, no detenerse en ningún sitio, moverse continuamente hasta completamente seguro que nadie seguía sus movimientos.

-Iré a preparar algo...

-Por mí no te molestes... puedo esperar a mañana.

-Solo tengo que calentarla. -comentó y al instante le dejo solo.

El sofá era cómodo, echó la cabeza hacia atrás apoyando la nuca en el respaldo, cerró los ojos y permaneció un rato escuchando trastear en la cocina a Rukawa. Le extraño que no le hiciera preguntas, había creído que Rukawa, a pesar de su carácter iba a querer enterarse del porque de su presencia allí. En cambio, le ha recibido en su casa, le está preparando comida y ni siquiera le ha preguntado el motivo de su presencia allí.

Mientras calentaba los restos de lo que había sido su cena, Kaede seguía preguntándose a que se debía la presencia de Sakuragi en su casa, por lo que había escuchado en las noticias, su equipo estaba preparándose para el comienzo de una gira. ¿Qué hacia pues en Japón? Más aún, ¿Qué hacía en su casa? Aún recordaba que la separación no había muy amistosa, todavía recordaba el dolor que sintió cuando... sacudió la cabeza apartando los dolorosos recuerdos de su mente. Sabía que no debía impacientarse, seguramente, que apenas comiera y se sintiera con fuerzas él mismo le contaría que pretendía con su presencia allí.

Se acercó a la sala llevando entre sus manos la bandeja con los alimentos, cuando se fijo en la figura del joven le vió profundamente dormido, era evidente que estaba más cansando de lo que había dado a entender y pudo más por lo que acabo rindiéndose al descanso. Volvió sobre sus pasos para depositar sobre la mesa la comida, otra cosa que también era evidente no tenía sentido guardarla no iba a resistir otro calentamiento. Seguro que Oni-san la comería gustoso apenas se la pusiera delante de las narices.

Fue en busca de un cobertor para taparle, las noches solían ser un poco frías. Cuando estuvo de regreso a su lado, le acomodó a lo largo, dejando bajo su cabeza uno de los cojines, fijándose que llevaba cinturón, lo soltó para que estuviera cómodo, aflojando también su pantalón. Finalmente le cubrió con el cobertor, apagó la luz de la sala y regresó a la cocina.

Oni-san como si supiera que había comida para él, se restregó contra su pierna, maullando satisfecho.

Dejo el cuenco con el arroz en el suelo.

-Eres un tragón Oni-san... deberías controlarte, -dijo viéndole comer con glotonería- estas gordo y como sigas así no podrás moverte.

Oni-san con la cabeza alzada le escuchó imperturbable, al instante continuo comiendo.

Aunque también allí cortó el paso de la luz, la claridad de la luna llena era suficiente para permitirle ver a su mascota relamerse con su comida.

-Buenas noches, Oni-san -al pasar junto a Sakuragi también se despidió- Que tengas buenos sueños, Hanamichi. -no fue capaz de resistir la tentación de acariciar los revueltos cabellos.

Poco después dormía como si no hubieran interrumpido su sueño minutos antes.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

El delicioso aroma del café recién hecho le despertó.

Abrió los ojos y vió un rostro serio, bordeado de una cabellera larga y negra que sostenía un jarro próximo a su nariz, una mirada azulina fija en él.

-Oyaho... no quería despertarte, pero quería darte algunas indicaciones antes de marchar, ya voy a llegar tarde... he preparado el desayuno, -añadió- lo que a ti te gusta. Puedes quedarte si así lo deseas.

-Gracias.... -se sentó al darse cuenta que estaba tumbado en el sofá, con una manta encima sobre él la apartó doblándola.

Al ponerse de pie, la cinturilla del pantalón se deslizó hacia sus caderas viendo que estaba sueltas las presillas y que el cinturón estaba desabrochado. Se apresuró a ajustar todo.

Rukawa le había dejado solo apenas terminó de hablar. Se reunió con él en la cocina.

Le hizo un gesto para que se siente a la mesa, sobre la misma había comida suficiente para alimentarlo hasta la saciedad.

-Gracias por la comida... -murmuró con la miraba baja.

Rukawa no contestó.

-Cuando vuelves? -preguntó comenzando a tomar el primer bocado, estaba muy hambriento, pero lo hizo con moderación, tenía todo el tiempo que quisiera para seguir comiendo.

-Hacia las seis.... Siéntete libre de ver la televisión, de hacerte la comida, de usar cualquier cosa que necesites. Te he dejado tu bolso en la segunda habitación del fondo. Si quieres salir, hay una llave de repuesto en el primer cajón. -Le comentó bebiendo apresuradamente su segundo jarro de café- Si prefieres té, el agua se esta calentando. -Miró hacia un hervidor de agua eléctrico.

-No voy a salir... si no tienes inconveniente, prefiero quedarme.

-Ninguno... no tengo nada de valor... así que puedes quedarte todo el tiempo que quieras -al decirlo sonrió, al instante comprendió que Sakuragi no estaba predispuesto a bromear, tampoco parecía molesto por la implicación de sus palabras- Lo siento... -se disculpó.

-Cuando puedas escucharme te diré que me ha traído a... -iba a mencionarle, pero rectifico sobre la marcha- ...tu casa.

-De acuerdo... -se levantó- Ahora no puedo entretenerme más.

-Rukawa, si alguien pregunta por mí, no me has visto. -sabía que con su personalidad no le iba a resultar difícil dar una respuesta negativa.

-Te has metido en líos de drogas... -esa fue la primera idea que su indicación produjo en su mente, ante su negativa insistió- Te busca la policía? -se escuchaban demasiadas noticias en ese sentido en el continente europeo.

-Nada de eso... estoy limpio, no me drogo, ni me busca la policía. Vete o llegarás tarde a tu entrenamiento.

Rukawa asintió, agarró su bolso y salió de prisa.

Cuando quedo solo sabía que allí estaba seguro. Dentro de su pecho su corazón latía desbocado, lo que hubo entre ellos le decía que podía confiar en Kaede.

-Miauuuu....

Sorprendido bajo la mirada al piso, junto a sus pies se paseaba un enorme gato, de suave pelaje blanco que se dejo acariciar sin protestar. Es más su mirada parecía suplicarle por comida.

-Quieres leche? -le preguntó-Espera iré a buscar. -se levantó y fue hasta la nevera, en su interior encontró de todo, excepto leche- ¿Qué es lo que sueles comer? -preguntó volviéndose, se sorprendió al encontrarlo subido a la mesa, comiendo los restos que habían quedado en el plato de Rukawa- Supongo que él te deje parte de su comida, pero deberías ser más educado y comer en el suelo -le reprendió sacándole el plato de delante y bajándoselo al piso.

-Miauuuu... -protestó a pesar de su volumen se movía con agilidad y de un salto se precipitó al suelo, volviendo toda su atención a su comida.

-Toma un poco de agua para que luego no me digas que estas sediento -le comentó con una sonrisa dejándole un cuenco con agua. Observó que llevaba al cuello atado una primoroso lazo con una cinta fina de raso de color rojo y supuso que se trataba de una gata, quien al ver el líquido se lo agradeció bebiendo con avidez-                                                           Parece que con las prisas tu amo se ha olvidado de ti.

No había terminado de hablar cuando escuchó el sonido de la puerta, y los pasos apresurados que se acercaban, el umbral se asomó Rukawa al parecer había corrido porque estaba acalorado. Mostró en alto una bolsa de plástico.

-He traído la comida de Oni-san -vió que ya tenía comida y bebida- Gracias por ocuparte de él.

-Es lo menos que puedo hacer, no traes leche? -preguntó mirando el contenido de la bolsa.

-No le gusta..., prefiere té o café. Tengo que irme.

Rukawa volvió a marcharse tan aprisa como había llegado.

-Así que te llamas Oni-san y eres un gato..., tu amo te ha puesto tan elegante que uno se confunde contigo... -comentó con una sonrisa- Un gato bien alimentado -le palmeo el lomo que se arqueo a su contacto- Eres muy selectivo, es la primera vez que escucho decir que a un gato no le gusta la leche -comentó pasándole la mano por el lomo.

Como no tenía mejor cosa que hacer, se dedicó parte de la mañana a observar a Oni-san.

Alrededor de las seis de la tarde ya tenía preparada la cena, solo tenía que esperar que llegara Kaede para empezar.

-No se nada sobre gatos, deberías decirme que es lo mejor para ti, hacer otra comida o hacer régimen, estas tan gordo que bien podías saltarte esta comida -le dijo cuando vió como le observaba con sus ojos amarillos-verdosos- No deberías comer tanto, esta mañana te has comido un cuenco lleno de arroz, has bebido tanto té que no se como no has dejado perdido todo, aunque tengo que reconocer que eres un gato muy educado y acudes con puntualidad a tu cajón. -mientras hablaba iba poniendo la mesa, dejando todo preparado.

-Ahora te dedicas a hablarle a los gatos? -preguntó Rukawa apareciendo tras él.

-Hola... no te sentí llegar.

-Estabas muy distraído hablando... -se fijo que todo esta listo para recibirle- En un momento estoy de vuelta...

Sakuragi asintió.

Algunos minutos después volvió, se había cambiado la ropa deportiva por otra, tras ayudar a Sakuragi a dejar las fuentes sobre la mesa se sentó en el lugar que siempre ocupaba, con la pared a su espalda y él mirando de frente hacia la puerta.

-Lo has hecho tú? -Preguntó tras saborear el primer bocado- Esta delicioso. -reconoció.

-Gracias..., no tenía mejor cosa que hacer y me entretuve en la cocina.

No volvieron a dirigirse la palabra durante el resto de la comida, lo hicieron en silencio, de tanto en tanto se dirigían miradas, pero no intercambiaban palabras, uno porque estaba pensando como pedírselo, el otro porque se preguntaba a que se debía la presencia de Sakuragi en su casa, pensaba que apenas terminaran de recoger él le explicara los motivos que le llevaron allí. Y mientras esperaba comía y alimentaba a Oni-san, acercándole comida entre los dedos y que el gato no rechazaba.

Cuando concluyó la comida Rukawa se levantó dispuesto a recoger todo.

-Ve a la sala... yo me ocuparé de todo, me reuniré contigo apenas termine.

-De acuerdo...

-No te duermas... -le recomendó con una sonrisa que asomó en sus labios y que no fue vista por el pelirrojo porque le daba la espalda.

-Lo intentaré...

Media hora después le encontró con las piernas estiradas y la cabeza apoyada en el respaldo, pensó que dormía, pero entonces se fijo que Oni-san estaba sentado en su regazo y Sakuragi tenía apoyada su mano sobre su lomo, sus dedos se perdían dentro del largo y suave pelaje, debía estar masajeándolo porque Oni-san estaba a gusto ronroneando con los ojos cerrados.

Se sentó en el suelo, frente a él, quedando un poco más bajo que él sentado.

Hanamichi abrió los ojos al sentirle, su mirada azulina le hizo olvidar todo el discurso que se había planteado decirle, y durante unos segundos se quedo sin voz, preguntándose como no se había dado cuenta anteriormente que esa mirada poseía una calidez que la hacía atrayente, tal vez porque entonces su manifiesta hostilidad había impedido que viera más allá de lo externo y después sus encuentros fueron furtivos aunque intensos.

-Puedo quedarme contigo? Solo serán dos semanas... pasado ese tiempo me iré y no volverás a saber de mi.

-Igual que la última vez, solo que más corta la estancia... -Rukawa no pudo evitar que expresar su sentir.

Hanamichi cerró los ojos y durante unos segundos unas imágenes pasaron fugaces por su mente.

-Lo lamento... no debí venir -se levantó olvidándose de Oni-san que inesperadamente cayó al suelo, rodando sobre si mismo con un sonoro maullido de protesta.

-Siéntate y cuéntame en que lio estas metido. -Pidió Rukawa- No quiero tus explicaciones del porque me abandonaste, eso creo saberlo, lo que si me sorprende es que regreses, ¿Por qué? Siempre pensé que aquí sería el último lugar donde vendrías.

-Justamente por eso... -exclamó.

-¿Que quieres decir?

-Nadie sabe que tú yo fuimos pareja, éramos unos atolondrados adolescentes con las hormonas desatadas, lo que ocurrió fue inevitable y lo que siguió maravilloso, fue como un cuento y también al nuestro le llegó su final.

-Eso ya me lo dijiste entonces... te estas repitiendo...

-Lo siento... -se disculpó otra vez- Quiero decir que todos siguen creyendo que fuimos rivales, que ni tú ni yo nos soportábamos. Ellos me buscaran por toda Kanagawa, pero nunca llegaran hasta aquí, al menos así lo espero.

-Quienes son ellos?

-Mi padre, mi hermano..., todos mis parientes.

-Los mismos que te separaron de mi -murmuró Rukawa sin apartar la mirada de él.

-Si... -no tenía sentido ocultarlo más tiempo. Su padre le obligó a marchar de Kanagawa, le inscribió en un colegio especial en Paris y fue allí donde recomenzó su carrera deportiva.

-Por qué has vuelto?

-Mientras estuve lejos me dejaron tranquilo, hace tres días recibí una carta de mi padre, me conminaba a regresar en el término de unos días, me enviaba el pasaje para una fecha próxima y me anunciaba mi próximo matrimonio.

-Vas a casarte? -no pudo evitar que la voz se le quebrara.

-¿No has oído nada de lo que he dicho? -Preguntó a su vez- Por supuesto que no lo haré. Ese mismo día cambie el billete para regresar antes de lo que mi padre pretendía, pero no para hacer lo que él quiere, ya no soy un chiquillo, además dentro de dos semanas seré mayor de edad, y seré libre. Supongo que estará furioso conmigo, ya debe estar enterado que estoy en Kanagawa y habrá enviado a sus esbirros tras de mi.

-Cuándo regresaste?

-Hace cuatro días.

-Por qué no viniste enseguida?

-Tenía que asegurarme que no me seguían.

-Puedes quedarte el tiempo que quieras.

-Gracias. Sabía que podía confiar en ti.

-No tientes tu suerte... podría arrepentirme. -le advirtió cuando vió su intención de echarse en sus brazos.

-Solo pretendía agradecerte tu hospitalidad.

-Con una palabra es suficiente... -replicó.

-¡Que huraño...!

-No juegues conmigo...

-Ni yo lo pretendo.... Gracias por el refugio que me ofreces... -murmuró y entonces comprendió que tenía razones más poderosas para volver a su lado. Seguía amándolo. Nunca pudo olvidar lo que sentía por él, sin embargo, estaba viendo que Kaede había olvidado el amor que en el pasado les unió. Si le ofrecía su ayuda solo era en memoria de aquellos meses que pasaran juntos. Hasta que su padre descubrió su orientación sexual y lo alejó de Kanagawa poniéndole a salvo en un estricto colegio parisino. Solo que se equivoco porque allí las relaciones homosexuales, en un internado exclusivo de chicos, eran frecuentes.

El recuerdo de Kaede le mantuvo alejado de amoríos sin sentido, esperando el día que pudiera volver a su lado para pedirle perdón por las duras palabras que se vió obligado a decirle para que no le exigiera saber porque rompía su relación. Soporto estoicamente los meses alejado de Kaede, pensando solo el día que pudiera decirle que seguía amándole como el primer día, que había soportado esos largos años de separación, solo pensando en el día en que cumpliera veinte años y pudiera disponer de su propia vida, lamentablemente, su padre estaba otra vez interfiriendo en su vida y pretendía hacerlo cuando todavía podía.

Observó la tristeza que había en su mirada, pero él ya no significaba nada en su vida y no tenía porque entrometerse en sus asuntos. Quince días pasan pronto pensó y su vida retornaría a su aburrida normalidad.

Y como queriendo afianzarse en ese pensamiento, encendió la televisión y comenzó a pasar por los diferentes canales en busca de algo interesante, finalmente dejo un partido de basquetball, era en diferido y lo había visto en directo, más no había nada que pudiera gustarle más.

Sin embargo, no presto atención a las jugadas, su mirada se iba una y otra vez hacia Hanamichi, que a su lado parecía absorto en sus pensamientos.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Aquella era la última noche que pasarían juntos. Se había acostumbrado a su presencia, a sentirle a su lado, aparentemente, de cara a los demás seguía llevando el mismo estilo de vida, solo que cuando llegaba a su piso, Hanamichi le esperaba con todo dispuesto para comer, y cuando terminaban les quedaban muchas horas por delante antes de acostarse, por tanto.

Se acomodaban delante del televisor, sin embargo, no prestaban atención a las imágenes. Él se sentaba, en cambio, Hanamichi se recostaba con las piernas encogidas y la cabeza descansando en su regazo, Oni-san se acomodaba en el hueco que dejaba libre pegado a su vientre. Nunca antes había presenciado la rapidez con que Oni-san aceptaba la presencia del joven. Siempre se mostraba huraño con las pocas visitas que solía recibir, afortunadamente, durante esos días no llegó nadie, porque Hanamichi hubiera tenido que esconderse durante el tiempo que estuvieran presentes.

Hanamichi se había vuelto una presencia constante en su vida. No deseaba plantearse que sería de él cuando se fuera, se había acostumbrado a ser recibido con júbilo, a tener la cena dispuesta, a la conversación fácil del joven, a sus preguntas acerca de sus entrenamientos.

Actuaban como un matrimonio bien avenido y ese pensamiento era lo que más le dolía porque no lo eran y Hanamichi se marcharía, al día siguiente, seguramente que lo haría apenas concluyera el desayuno, para ir junto a su padre y hacer valer sus derechos.

Recuerdo de Kaede

En una ocasión, a poco de llegar a su monótona existencia, durante la emisión de las noticias de la noche, escucharon un escueto comentario acerca del deportista japonés Sakuragi Hanamichi, su equipo le había sustituido durante esa temporada por motivos de salud.

-Vaya... -comentó solo Hanamichi y con total naturalidad apoyó la cabeza en su hombro- Es mejor así.

-Volverás cuando todo este asunto termine.

-No estoy seguro de querer volver.

-Estarías lejos de tu familia...

-Ese es un buen aliciente -rió asintiendo.

-¿A qué se dedica exactamente tu padre? -le preguntó aquella segunda noche con él.

-Electrónica..., tiene fábricas que le suministran el material que necesita para sus componentes, cosas asi... -dejo escapar un suspiro- Tiene mucho poder y sus empleados están satisfechos con él, porque les ayuda y facilita las cosas sin pedir nada a cambio. Cuando desea algo de ellos no necesita exigírselo, porque ellos le responden al instante apenas lo expresa.

-Comprendo. -le paso el brazo por detrás, atrayéndole contra su costado, Hanamichi apoyo su mejilla en su pecho, sus cabellos cosquillearon su barbilla.

Se mantuvieron en silencio, como si pensaran que ese instante era irrepetible.

Fin del recuerdo de Kaede

Esa noche, Hanamichi permanecía muy callado, suponía que también él estaba pensando en su próxima marcha. Su autoimpuesta reclusión estaba a punto de terminar, apenas pasara la medianoche él ya era mayor de edad.

-Kaede... -su voz le apartó de sus pensamientos- Perdóname...

Le miró sin comprender.

Inesperadamente se sentó en su regazo para quedar frente a él. Sus manos apoyadas en sus hombros. No pudo ocultar lo que sintió al sentirle tan cerca de él. Últimamente Hanamichi se estaba tomando demasiadas libertades.

-No fui sincero contigo... te engañe... -su mirada perpleja se posó en él.

-¿Qué? No es cierto que te escondas de tu padre? -inquirió, esa es la única posibilidad que se le ocurre en ese momento, apoyando a su vez sus manos en su cintura, dispuesto a arrojarle de encima suyo.

-No hablo de ahora..., cuando vine a verte aquella noche y te dije que nunca te había amado... que todo fue un juego divertido para mí, conquistar al chico de hielo..., fue mentira... solo quise protegerte de ellos, tuve miedo por ti, mi padre quería saber quien había sido mi corruptor, no le entraba en la cabeza que pudiera enamorarme, supuse que si te decía eso volverías a odiarme y no sufrías por lo que no pudo ser.

-Tu suposición fue cierta, te odie por lo que me hiciste sentir... -vió como su mirada se ensombrecía y su barbilla descendía hacia su garganta, apartó momentáneamente su mano de su cintura, rozando con sus dedos el contorno de su rostro y alzando su cabeza en busca de su mirada- nunca pude dejar de amarte.

-¿Me amas? -Preguntó con incredulidad- Aún después de todo lo que dije.

-Tu mismo lo dijiste, solo éramos dos chiquillos jugando a amarse. -Juntó sus manos en su espalda, acortando la escasa distancia que les separaba- Cuando esa noche te presentaste inesperadamente creí que seguía durmiendo y que solo era un sueño más. He soñado demasiadas veces que volvías a mí y nunca era así.

-He vuelto, Kaede, he vuelto -dijo echándose en sus brazos con un ahogado sollozo- Si tu quieres, si me aceptas, conozco la forma de que nunca más vuelvan a separarnos.

-Haré cualquier cosa, yo tampoco permitiré que te aparten de mi lado. -dijo respondiendo a su abrazo, acariciando sus cabellos con ternura.

Hanamichi abarcó su rostro con sus manos, mirándole fijamente, como si quisiera grabar en su retina su imagen.

Se inclinó hacia sus labios que temblorosos le recibieron, fue un contacto suave y calido, un reconocimiento, un tanteo, masajeó sus labios entre los suyos, llevándose con él sus gemidos, su boca ansiosa se abrió incitándole a profundizar la caricia, emociones que había tenido ocultas en su corazón emergieron en oleadas, dejándose llevar por el amor que incólume atesoraba en su pecho.

En respuesta a su apasionado beso, Kaede le tumbó sobre el sofá, montándose encima de él, pasando sus manos por debajo de la tela, deseando sentir bajo el calor de su piel.

-Espera, Kaede... -gimió cuando pellizcó una de sus sensibles tetillas- Espera...

Kaede se detuvo un tanto sorprendido.

-No quieres?

-Si..., pero antes debemos preparar un pequeño altar, donde se manifieste el espíritu de la familia.

-Quieres disponer del tokono ma? -Se alzó tomándole de la mano para ayudarle a levantarse- Tengo lo que quieres.

Agarrado de su mano Hanamichi se dejo llevar a su dormitorio, durante aquellos quince días, no se atrevió a invadir la intimidad de ese lugar.

Apenas traspaso la puerta de entrada, pudo ver que no era el mismo dormitorio que había compartido con Kaede. Eran pequeños cambios, sus pósteres deportivos habían desaparecido. Las paredes aparecían desnudas de ornamentos, excepto una caligrafía y un arreglo floral sobre una mesilla baja, completando así el pequeño altar. Unas varillas de incienso estaban quemándose en aquel instante.

-Todas las tardes, cuando llego las enciendo en su memoria -comentó al ver su mirada- Por qué no entraste? Te dije que podías hacerlo que quisieras.

-No me pareció correcto.

-Todo lo mío es tuyo... -dijo abrazándole.

-Yo también tengo algo para ti. Voy a buscarlo. -sabía que el momento se aproximaba, durante hacia ya unas horas sentía una especie de aprensión, como si presintiera que su escapada estaba llegando a su fin. El tiempo era primordial.

Se apresuró a recoger del fondo de su bolso una pequeña cajita, llevaba teniéndola mucho tiempo, mucho antes de que su padre descubriera su homosexualidad. También sacó una fotografía antigua, enmarcada, en ella una familia feliz sonreía a la cámara.

Kaede como si comprendiera sus intenciones, estaba arrodillado ante el altar, él lo hizo a su lado, los dos se inclinaron respetuosamente, luego, Hanamichi estiró el brazo y apoyó la fotografía en el centro floral.

-Creí que la había perdido... -murmuró al ver la imagen de sus padres y de su hermanito, paso la yema de sus dedos por encima de sus rostros a modo de caricia.

-Lamento haberla tomado prestada... no pude devolvértela..., ella me ha ayudado a soportar la soledad de estos años. Te veía tan feliz. -abrió la cajita mostrándole su contenido. Eran dos anillos de plata.

-Son preciosos -comentó al ver la plata tallada con un dragón que se mordía a si mismo la cola.

Hanamichi los sacó dejándolos momentáneamente sobre el altar. Se inclinó murmurando unos sutras que se había aprendido de memoria, apenas terminó de recitarlas se volvió hacia Kaede.

-Estando en Paris se casó por lo civil un compañero de estudios, y empleo una formula que memorice, creo que se ajusta a este instante. -comentó.

-Pronúnciala.

Hanamichi asintió.

 

-Yo, Hanamichi, prometo amarte, honrarte y apreciarte siempre. Prometo permanecer junto a ti en lo bueno y en lo malo. Prometo ser un esposo fiel y amante. Prometo ser el más comprensivo en la enfermedad y la tristeza. Prometo entregarte mi alma. Prometo ser tu compañero y tu mejor amigo. Y prometo amarte con toda mi alma y mi corazón por toda la eternidad. Por favor, acepta este anillo como símbolo de nuestro amor y de nuestra amistad. Te quiero Kaede.

 

Kaede alargó su mano hacia él, Hanamichi con solemnidad se lo colocó en el dedo.

-Esto es lo que yo espero de ti -cerró los ojos como si quisiera recordar y al instante sus labios se movieron susurrando las palabras.

 

Anoche tuve un sueño.

Soñé que caminaba por la playa en compañía tuya.

En la pantalla de la noche se proyectaban los días de mi vida.

Miré hacia atrás y vi huellas sobre la arena: una huella mía y otra tuya.

Cuando se acabaron mis días me paré y miré hacia atrás. Vi que en algunos sitios había sólo una huella.

Esos sitios coincidían con los días de mayor angustia, de mayor miedo, de mayor dolor de mi vida.

Entonces te pregunté:

"Tú dijiste que ibas a estar conmigo todos los días de mi vida? ¿Por qué me dejaste solo, justo en los peores momentos?

Tú me respondiste:

"Los días que has visto una sola huella sobre la arena, han sido los días en los que te he llevado en mis brazos.

 

Hanamichi le respondió con otras palabras que eran un solemne voto.

 

-Hoy, Kaede, uno mi vida a la tuya, no solo como tu marido, sino como tu amigo, tu amante y tu confidente. Déjame ser el hombro en el que te apoyas, la roca sobre la que descansas, el compañero de tu vida. Desde este día caminaré junto a tí.

 

Kaede tomó el anillo y mientras se lo ponía murmuró.

 

-Yo, Kaede, prometo amarte, honrarte y apreciarte siempre. Prometo permanecer junto a ti en lo bueno y en lo malo. Prometo ser un esposo fiel y amante. Prometo ser el más comprensivo en la enfermedad y la tristeza. Prometo entregarte mi alma. Prometo ser tu compañero y tu mejor amigo. Y prometo amarte con toda mi alma y mi corazón por toda la eternidad. Por favor, acepta este anillo como símbolo de nuestro amor y de nuestra amistad. Te quiero Hanamichi.

 

Apenas las palabras susurradas cesaron, sus rostros se acercaron lentamente, mirándose a los ojos, sus labios se unieron en un beso que ratificó sus votos.

Sin soltar sus manos unidas se alzaron, quedaron de pie, unos segundos del cara al altar.

-Padre, madre, hermanito, os presentó a Hanamichi. Le amo y me ama. Sé que lo aprobaríais de conocerle. Después de vosotros él ha sido lo más importante.

-Y el basquetball... -le recordó Hanamichi.

-Solo fue un sustitutivo, me ayudó a soportar las pérdidas carenciales de cariño que supusieron sus muertes, cuando te conocí pensé que era como recuperar lo perdido, pero tú también me abandonaste.

-Lo siento.

-No importa... ahora estas aquí.

-Siempre estaré a tu lado.

Kaede volvió la mirada hacia la fotografía enmarcada.

-Ya podéis descansar tranquilos. Mi felicidad es completa.

-Gracias... -murmuró Hanamichi inclinándose ante el altar- Gracias, por dejarme a Kaede. -pensó que su vida nunca hubiera sido completa de no haber tenido a Kaede a su lado.

-Felicidades, ya eres una persona adulta... -dijo Kaede- Qué es lo que quieres de regalo?

-Te quiero a ti, siempre. -dijo al mismo tiempo que le llevaba hacia el lecho próximo.

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Los golpes en la puerta les despertaron, arrancándoles de los brazos del otro.

-Han llegado tarde... -murmuró, su desasosiego del día anterior tenía una buena razón.

-Sabías que vendrían? -preguntó.

-A veces tengo esos presentimientos y no suelo equivocarme. Iré a abrir o echaran abajo la puerta.

Un crujido de madera desgajada se dejo oír.

-Ya no es necesario...

Los pasos precipitados se dejaron oír cuando la puerta del dormitorio fue abierta y en el umbral asomó el rostro de su padre, con una expresión cercana a la cólera cuando distinguió a su hijo, la ropa que le cubría no le impidió darse cuenta que estaba desnudo, con otro hombre en iguales condiciones.

-Tú.... Tú... -era evidente que se había quedado sin palabras.

-Buenos días padre, nos debes una puerta... ya iba a levantarme para abrir... te agradezco la prisa que tenías por saludar a mi esposo. -Tras su padre apareció su hermano y su cuñado, y algunos de sus primos- ¡Que amables sois! Habéis venido todos. -exclamó con cierto sarcasmo que no paso desapercibido para ninguno de ellos.

La mirada de su padre, se detuvo unos segundos en las manos unidas, fijándose en los anillos que lucían, luego la dirigió al pequeño altar y comprendió que había sido derrotado, una promesa hecha ante sus ancestros era inviolable y no sería él quien le obligara a romperla, aunque fuera privada, su hijo menor podía parecer atolondrado, pero no cabía dudas acerca de ese detalle, sabía como hacer las cosas correctamente y lo que creía justo lo defendía contra todos.

-Padre... lamento no poder hacer lo que tú esperabas de mi. Se que te he defraudado, pero lo que siento es lo más importante de mi vida. No quiero perderle otra vez. No encuentro las palabras justas para que me comprendas, excepto... -y ante el asombro de su hermano y primos pronunció uno de los muchos versos que había leído para ratificar el amor que sentía por Kaede:

 

Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.

Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.
Es gobernar la luz del fuego y, al mismo tiempo, ser esclavo de la llama.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre y en adelante no volver a decir nunca.
Y es además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.

 

-Vamonos... ya está todo dicho -comprendió que por primera vez su hijo menor le había vencido y aunque le disgustaba saberle con otro hombre, supo que un amor tan fuerte no podía ser deshecho por la mano del hombre.

Cuando quedaron solos observó el brillo húmedo de sus ojos, se inclinó sobre él y secó esas lágrimas sin derramar.

-Nunca necesitaste ocultarte aquí. Sabías que tu padre no rompería una promesa echa ante el altar -dijo cuando consiguió recuperarse de la emoción que sintió al escucharle recitar esos preciosos versos.

-Con mi padre nunca puede uno arriesgarse, ya has visto de lo que ha sido capaz, ha irrumpido en tu piso como si le perteneciera.

-Lo sabias... -afirmó insistente.

-Si, todo lo que deseaba era volver a conquistarte. Pensé que en memoria de lo que hubo entre nosotros no me dejarías en la calle.

-Tenías razón. Además yo también deseaba que nunca te fueras. Pensaba que hoy sería mi último día contigo.

-Te amo, Kaede.

-Te amo, Hanamichi.

Fin

19 de julio de 2008

Paz

 

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Notas finales:  

Los poemas y los votos matrimoniales fueron extraídos de una pagina Web, no son míos, ni creo que tampoco del blogista que los subió a la red, pero le doy el merito por el trabajo que le ha supuesto (Blog de Web Boda). Realmente una página muy interesante. Merece la pena echarle una ojeada.

Tokono ma: En casi todos los hogares de Japón, donde la tradición no se ha perdido, existe una sala donde se manifiesta el espíritu de la  familia, ya sea con una caligrafía o un arreglo floral.  Ese lugar era usado como altar y allí podía llevarse a cabo la ceremonia. Esa sala se llama tokono ma. (Esta nota esta sacada de uno de mis fics, que a su vez sería sacada de alguna página web)


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