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ANTES por DANTE

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Notas del fanfic:

Me costó en verdad lágrimas, sudor y sangre terminar de escribir el fic, así que si aprecian la pareja o por pura casualidad llegan a encontrar agradable la forma en que redacto, NO DEJEN DE ESCRIBIR UNA REVIEW.

NO HAY COMO UN COMENT PARA INSPIRAR NUEVOS FICS!!!!!

 

Notas del capitulo: ESPERO QUE DISFRUTEN TANTO LEYENDO ÉSTO COMO YO DISFRUTÉ ESCRIBIENDOLO.ME GUSTA MUCHO LA PREJA Y REALMENTE ME ESFUERZO PARA NO HACER PARECER NI A IRUKA NI A KAKASHI COMO PERSONAJES DÉBILES Y DEPENDIENTES, SINO QUE TRATO DE DESARROLLAR CARACTERS MÁS FUERTES.Y POR ÚLTIMO, LO DE SIEMPRE: DEJEN REVIEWSSSSSS EN SERIO, ÉSTE ES MI SEGUNDO FIC DE LA PAREJA, ESPERO QUE LO DISFRUTEN.

                               ANTES

 

CAPITUO 1: Ni ebullición ni fusión     

 

 Los suspiros, recordó que alguien le dijo alguna vez, son sueños que se resignan a morir, son pedazos de vida que se escapan de uno y que jamás regresan, los suspiros no son más que decepciones y desilusiones; la tibieza del cómodo lecho le regresó a la realidad, arrancándole de súbito de su estado filosófico que hacía juego con la melancolía del lugar. 

 

 

 Y con tedio, envuelto en suspiros silenciosos, miro a su alrededor.  

 

“Los suspiros… son pedazos de vida… de sueños… que… que…”

 

 Las palabras le llegaban lentamente a la cabeza, junto con las imágenes que evocaba el recuerdo y la cálida voz, más prefirió callarlas de una sola vez al distinguir, nítida, cercana, libre de muecas o gritos mudos, el rostro de aquel que sonriente, alguna vez se lo había contado; el rasgar de la pluma a escasa distancia de él, en complicidad con su propia confusión que le hacía compañía, hicieron que con hastío observara como uno de sus propios deseos se moría en sus labios, en forma de vapor cálido, sin que cualquiera de los dos hiciera algo para tratar de salvarlo.  

 

La mirada bicolor se perdió, entrecerrada, en los montículos que se formaban en las sábanas en las que aún permanecía, renuente a elevar la mirada de aquel inmaculado mundo de telas; los vidrios, empañados ligeramente detrás de las cortinas, tenían el mismo aspecto que todos sus congéneres pisos arriba o pisos abajo, conformando un cuadro simple y quizás deprimente en aquella fría mañana de invierno en la villa oculta de la Hoja.  

 

Rasgar de pluma, latidos que no interrumpen el silencio, tibieza que asfixia, heridas tratadas con sarcasmos, monotonía, pero sobre todo, palabras que aguardaban el momento de salir disparadas encolerizadas; bocas cerradas, corazones desgraciados, miradas grises y aquella maldita tibieza que los hundía aún más en el malestar presente. 

 

Melancolía aderezada con aburrimiento, con ese sabor a tristeza que al final siempre  abatía.  

 

- Antes nos importaba…- susurró con claridad, deteniendo el movimiento de la pluma y clavando la firme mirada en el recostado shinobi, adivinando lo que pensaba el mayor; se reprendió por no haberse percatado del momento en que el rasgar de la pluma se hubo detenido y, tenso, devolvió la mirada, encontrándose como esperaba con una pantalla avellana que no reflejaba emoción alguna, si acaso… un asomo de expectación que remordió el corazón del otro…  

 

- No tienes tiempo para que hablemos, ¿recuerdas? – mascullo el junnin con la misma sequedad empleada por el otro; la mandíbula que se cerró con irritación frente a él le alivió momentáneamente la tibieza que le carcomía la piel con egoísta e infantil regocijo, aunque el frío en su corazón se intensificó ante la indiferencia de la cual ahora el sensei hacía gala.  

 

 Las ropas aún yacían desordenadas en el piso, desde donde  habían pasado la noche, por lo que la conocida alfombra sólo era visible entre las camisetas negras, las chaquetas verdes, las sandalias y los malos recuerdos, de ésos que dan náuseas y ganas de llorar.  

 

Sintió calor en sus ojos, producto de las lágrimas que se amontonaban en sus párpados, pero con obstinación se las limpió con rudeza; espiando furtivamente, al  otro no se le había escapado el movimiento, y aunque no dejó de sentir una punzada en el corazón que hizo que sus propias fibras ópticas se irritaran, no movió ni un dedo para reconfortar al peliplateado.  

 

La risa hizo que el junnin levantará la mirada, desconcertado por la acción tan fuera de lugar. 

 

 

Irritación. 

 

 

Lo cristalizado de sus ojos, los cuales no eran tan rápidos para reponerse como los de Kakashi, completaba el cuadro de un Iruka que pasaba por uno de sus peores momentos. 

 

 Vistiendo sólo  una larga bata abierta, unos boxers negros, el cabello sujetado de forma brusca, con un característico color rojizo en su cara y un temblor en los puños cerrados, el castaño reía deprimidamente desde la mesa, sobre la cual  el montón de exámenes y las pilas de libros – usualmente acomodados, pero actualmente arrojados sin la menor delicadeza – eran los testigos inanimados de sentimientos encontrados.  

 

- Antes vaya que nos importaba… me importaba al menos a mi, es… es sencillamente impactante como todo se nos ha ido al caño – más risa, más lagrimas, Kakashi apretando los puños frustrado, con ira, con tristeza, sabiendo, al igual que el chunnin, que no se había dicho nada más que la verdad - …antes… oh Kami… antes…- 

 

-¡El antes no existe!, ¡lo único que cuenta es el ahora! – el gritó, pese haber salido de su garganta, le pareció tan  extraño, tan desconocido… tan no suyo…;en verdad, no fue su intención herir.  

 

 -¡Tu nunca has dejado que exista! – rugió desesperado el castaño, jadeante e imponente, angustiado por la mascara fría que se formaba en los ojos una vez brillantes del copy-ninja; de nuevo, algo se estrujaba en su interior, algo se rompía y la imagen del junnin frente a él se volvía borrosa.   

 

Las cortinas detrás de la cama donde descansaba Kakashi se vieron mecidas vigorosamente por el agitado chakra que desprendió en un segundo de iracunda insensatez; vestido sólo con unos pantaloncillos de oscuro color, los cuales contrastaban fuertemente con la blancura de su piel, fue ahora el mayor quien rió agriamente.  

 

- ¿¡De qué serviría recordar cómo era antes?!... ¿para recordar maravillosos momentos como el de anoche?, ¡ni una maldita caricia Iruka!, ¡ni un solo beso de verdad!.. n-ni siquiera una frase, ¡fue sólo vulgar y ordinario sexo! -

 

   La tibieza de la habitación les inundo el pecho, aumentando aquella sensación enfermiza, ése calor que no calentaba y ese frío que no helaba… era sólo tibieza, una manera elegante de llamarle a su propia indiferencia.   

 

El golpe del castaño hizo crujir la mesa de madera sonoramente, más el lastimero crujir no compensó la falta de la ansiada respuesta que tanto quería el peliplateado, por lo que siguió hostigando. 

 

-…Y hoy, después de que los dos fingimos dormir profundamente tantas horas, abro los ojos y no eres ni para … ni para quedarte unos minutos en la cama, no eres ni...para darme… y no te importa…- más el titubeo que se apoderó de él fue la señal del otro para contraatacar; fotos de sonrientes caras al fondo, de estudiantes ya no tan niños, de lugares a los que habían ido juntos y restos de infancias rotas que trataron de juntos pegar.  

 

Felicidad robada, sus esencias mezcladas en el aroma de su piel, ropa en el piso y hojas volando en el aire; por sólo un microsegundo, el chakra del chunnin había sido visible a su alrededor, al igual que su mirada terrible. 

 

- Me importa lo mismo que a ti – las palabras, escupidas como veneno, dolían al ser tanto pronunciadas como escuchadas – Hayate, no puedes ni especificar cual es el problema, …¡¿TE DAS CUENTA?!- algo se rompía en su interior mientras hablaba; decepción- ¡cómo quieres que te quiera si nunca se que sientes maldición! -  

 

Tenía ganas de correr, de irse, de simplemente desaparecer de aquel departamento que por meses había sido su refugio, donde había reído tantas veces; su propia casa era un álbum de recuerdos que en la portada mostraban la sonrisa jovial del castaño, recordó mientras rodaba los ojos de desigual color. 

 

Pero se quedó, se quedó por que su orgullo herido era azuzado por su dolido corazón y por qué quería ver si al menos al chunnin le importaba aún; Iruka tampoco cedió, no retrocedió ni un paso.

 

Los dos lo sentían, lo presentían, por que estaba en sus labios… por que la idea rondaba su cabeza, por que ya no querían que doliera… por que ya no veían otra salida tras tantos problemas… 

 

- Ja, …pero si eres tu el que siempre se atrinchera detrás de montones de trabajo- le espetó acertadamente el junnin; en la cocina, aguardando por el desenlace, una sola taza de café demasiado negro se enfriaba.  

 

 Las palabras flotando en sus lenguas, acariciando sus paladares desde adentro, la frase aún no concretada… pero tan cerca… 

 

- Yo también tengo una carrera por la cual velar junnin – dijo neutral el chunnin mientras se recogía el cabello que le obstruía la visión.

 

Los recuerdos desfilaron por el reflejo del espejo, motas de cosas y olores, sin embargo no fueron capaces de desplazar la idea fija que asechaba dentro de sus mentes; afuera, copos de nieve revoloteaban en el aire frívolamente, ajenos totalmente al drama que ocurría dentro. 

 

La maestría con la que se vistió, sin mirar realmente lo que hacía, era el resultado de un vida ajetreada, falta de tiempo para detalles, falta de tiempo para sueños, falta de tiempo para el amor, de ninguna clase…. pesé a lo mucho que lo pudiera desear… 

 

-¿Sabes que estoy  pensando ahora? – se atrevió finalmente el dueño del Sharingan cuando la mascará le cubría ya la boca.  

 

Sudor en sus manos, la pluma chorreando su tinta, desorden, calor interno y ardor de garganta, las máscaras a simple vista, las de tela negra y trabajo inacabable.   

 

El sensei tardó unos minutos en responder, y no fue hasta que se hubo sentado de nuevo frente a sus exámenes, bajado la mirada a los textos y tranquilizado su respiración, que se dio el lujo de hablar; el tono de voz afectado fue evidente para el junnin pesé al zumbido en sus oídos.  

 

Añoró por dentro ver los ojos avellana del otro, ver una sonrisa; sus dedos se movieron inconcientemente, pero su necedad no lo dejó lanzarse a abrazar al sensei. 

 

- ¿Te vas?…. – un suspiro, un sueño roto, de nuevo a la soledad a la que tanto odiaba; pasó saliva, no levanto la mirada –  … ¿tan poco te importa? …-  

 

- Perdonarás mi rudeza, Umino-sensei, pero no respondes mis preguntas y no todos tenemos sonrisas listas para usar en cualquier situación…- la frase quedó suspendida en el aire,  más no supo el efecto que había tenido sobre su interlocutor, pues para cuando la terminó, ya su mirada se clavaba en la puerta de salida. 

 

 Se detuvo un pasó antes de llegar a ésta, esperando alguna señal del castaño, algo que le detuviera, una señal, una esperanza, más al escuchar de nuevo el rasgar de la pluma sobre el papel, con furia aló el picaporte de la puerta y la azotó tras de si; no llegó a escuchar el segundo golpe que recibía la mesa en la que trabajaba Iruka, quien mudo, sólo había visto salir a Kakashi de su vida, perdiendo una de las últimas luces su vida. 

 

 

- Ya no te importa… ni a m-mi…- susurró descorazonado mientras se pasaba las manos por la cabellera castaña.  

 

Los libros cayendo dentro, los copos de nieve en el aire afuera, las pruebas escritas manchadas de tinta, sus huellas sobre la nieve, lágrimas silenciosas retenidas por orgullo; la tibieza se había terminado de apagar, dejando lugar al frío de muerte.  

 

Su cuerpo se movía por inercia, por puro sentido de locomoción; sintió los vellos de su nuca levantarse, resentidos por el cambo de temperatura, inclusive cuando eran cubiertos por la gruesa bufanda.  

Entonces así acababa todo, él con su mascara e Iruka sumido en su papeleo, tal y como empezó; su caminar, lento, su ceño, fruncido, sus ojos, rojos, ambos.  

 

 

Fue en el silencio de la mañana helada que su mente comenzó a dar vueltas, gritando a todo pulmón dentro de su cárcel de piel lo mucho que le dolía realmente, lo mucho que le afectaba alejarse pasó a pasó de la felicidad, del cariño, de la seguridad.   

 

 

La gente que caminaba a su alrededor no le prestó atención, no tenían tiempo.

 

 

Nunca lo habían tenido para él, eso lo había sabido desde niño, desde que perdió a su padre y  aprendió a que la gente lo mirará sólo por sus proezas en batallas y misiones, pero nunca, jamás, por desinteresada preocupación.  

 

Cruzó la entrada del parque sin pensarlo, mirando siempre el pedazo de tela que le colgaba del cuello; por momentos, la plateada bufanda se volvía borrosa por sus lagrimosos ojos.  

 

Los árboles a su alrededor dejaban caer esporádicamente la nieve que sus agobiadas ramas no podían ya retener y esta brillaba repentinamente cuando los escasos rayos del sol la tocaban.  

 

 - Te odio – susurró impulsivamente, adentrándose entre los árboles y arbustos acariciados por el viento invernal; dentro de su mente, en perfecta fila, momentos satisfactorios  y grises de su vida antes del sensei comenzaron a aparecer. 

 

 

Apretó los puños; ya no distinguía los hilos blancos que sobresalían en su bufanda. 

 

 

- Antes de ti… no sentía nunca…-   El calor en su interior se había venido acumulando con persistencia desde que la pelea se había desatado, ahora se acumulaba en su garganta y ojos, nublándole la vista y haciéndole difícil pasar saliva.  

 

La ronca voz masculló un par de veces mas la maldita frase cada vez más fuerte, con una mezcla de coraje e impotencia; sus pies se hundían en la nieve tanto que comprendió el por qué de la ausencia de la gente a su alrededor.  

 

Dentro de su oscuridad los insípidos y ordenados recuerdos comenzaron a descomponerse, a desaparecer para dejar espacio a un mar de burbujas que evocaban una sola voz, con distintos escenarios, con distintas facetas, la misma blanca dentadura, la misma cicatriz en la nariz, promesas reafirmadas con caricias, alivio, confianza y bromas dignas de adolescentes, todo revuelto, todo perfectamente caótico y reconfortante…; caminaba sin abrir los ojos, el sonido de la nieve cayendo a su alrededor le era suficiente para no estrellarse contra los robustos árboles. 

 

Y en medio del remolino de emociones, creyó distinguir, aun con los ojos cerrados, como la oscuridad moría atravesada por un haz de luz que lo calentaba todo; su corazón dio un vuelco al confundir momentáneamente la fuente del flujo de chakra con el shinobi que enseñaba en la Academia. 

 

 

Emocionado abrió los ojos de golpe, más con desolación se topó solamente con un excepcional pino frente a él.  

 

 

Soledad y mentiras.

 

 

 

-          ¡TE ODIO! – 

 

 

Su sufrimiento, en forma de puño, golpeó el árbol con fuerza sin utilizar chakra ni ningún jutsu de los muchos que sabía, haciendo uso solamente se su propia y natural fuerza; el dolor fue agudo, más el rojo de la sangre de sus nudillos se compensó con la blancura de la nieve que cayó de las ramas al instante. 

 

 

Fue con sorpresa que escucho el juramento que provino de detrás del pino, pues no había distinguido durante todo su recorrido por el parque una sola alma aparte de la suya. 

 

 

- Ahhrrgg … - el sonido, proveniente de una voz grave pero apacible, le puso en guardia, por lo que retrocedió dos pasos y se colocó en posición de defensa sin miramientos. 

 

Sus ojos cristalizados terminaron de abrirse en sorpresa  cuando de detrás del árbol surgió, no un enemigo invocando un complicado jutsu, no algún mortífero kunai ni mucho menos alguna invocación, sino al contrario, una figura alta y atlética, de cuyos hombros y cabeza se resbalaba la solida nieve.  

 

- Jejeje, tenía tanto sin estar lleno de nieve …jajaja- la risa, sencilla, transparente, contagiosa, le reconforto cálidamente en cuanto llegó a sus oídos; aprovechó el buen humor de su inesperada compañía para secarse las lagrimas  rápidamente. 

 

 

- Lo siento, no… no sabia que estaba detrás – se disculpó Kakashi lo más sereno que pudo; estaba por darse la vuelta y alejarse lo antes posible cuando de nuevo quedó atrapado por el buen humor del otro hombre frente a él. 

 

 

- ¿Estaba?, ¡kami!, ¿tan viejo me veo como para que me hables de usted? -  

 

 

Y acto seguido, con vigorosos movimientos de manos aquel extraño comenzó a librarse de la nieve que descansaba en sus hombros y grueso gorro. 

 

 

La mente del junnin le aconsejaba alejarse, irse, retirarse a sufrir sus penas en privado, más extrañadamente, sus  músculos no se movían; el ojo visible del copy-ninja se había clavado en la jovial silueta de su inesperado interlocutor. 

 

 

Tan abstraído estaba en la visión que con sorpresa recayó en que el otro hombre no le había quitado la mirada de encima en todo el rato, y ahora, un par de ojos brillantes le observaban. 

 

 

Dos orbes avellanas… tan parecidas a las…de Iruka…. 

 

 

- ¿Me éstas analizando? – inquirió de pronto el otro, enseñándole amablemente una blanca dentadura al junnin sin bajar la mirada- ¿Estas bien? – preguntó con una mota de preocupación al divisar el rojo en el ojo visible del shinobi.  

 

 

- Perfectamente – mintió el peliplateado sintiéndose culpable por alguna razón al mentirle al dueño de la cálida mirada y sintiéndose tonto después.

 

 

 

- Me recuerdas mucho a alguien – comentó el desconocido llevándose la mano derecha, enfundada en un grueso guante café, al mentón en un ademán pensativo.   

 

De nuevo, como si fuese un iman, el hombre atrajo irremediablemente la mirada del junnin; la nieve a su derredor comenzaba a hacerse más y más líquida a medida que el sol comenzaba a abrazarla con sus rayos. 

 

 

- El también miente sobre su estado – agregó bromista mientras se daba la vuelta y tomaba asiento en una de las bancas libres cercanas; con un vendaje que le cubría la parte frontal de la nariz y las mejillas, vistiendo una chamarra verdusca y un gorro que le cubría tanto el cuello como todo el cabello, tan sólo las avellanas orbes y la bronceada piel eran visibles en aquel intrigante rostro.  

 

 

- … -    

 

 

- Sangras – dijo el otro señalando el inconfundible rojo en los nudillos de Kakashi; una barba castaña, cuidada y corta, delineaba la parte inferior de la cara del moreno que rondaba por los 35 años.

 

 

 

- No es importante –

 

 

 

- Lo sé, pero ven, igual me gustaría ver – la oración fue dicha con un claro tono de orden, más con amabilidad a la vez.  

 

Kakashi mismo quedó sorprendido al no razonar  la orden y para cuando se había dado cuanta, sentía debajo de su ropa el frío del metal; se sobresaltó cuando el otro tomo su mano derecha para examinarla, por que además del calor, comprendió que había seguido la instrucción sin siquiera analizarla.  

 

 

No le gustaba el contacto físico con la gente, ni mucho menos que los demás recayeran en sus heridas, más sin embargo, ahí estaba, sentado junto a un desconocido que le sujetaba la mano de manera firme pero afable; sintió un agujero en el estomago al observar como el rostro del castaño se fruncía en un ademán excesivamente parecido al del último Umino en Konoha. 

 

El sol comenzaba a tomar fuerza en aquella mañana de invierno, ganándole terreno a la ventisca de la noche anterior; abrió la boca para protestar al sentir el leve masaje que el castaño le efectuaba en su lesionada mano, más antes de que articulara palabra alguna, el mismo toque del otro le detuvo.  

 

Una sonrisa blanca y delicadeza en los movimientos de las fuertes manos le detuvieron específicamente; el canto de las pájaros comenzó a escucharse, señal inequívoca de mejores tiempos según un viejo dicho de Konoha.  

 

Una imagen en su cabeza de otro masaje le devolvieron el sentimiento rasposo de la garganta, pero tenía que aprender a vivir con recuerdos, recuerdos de antes; la imagen del abnegado extraño esforzándose en su herida y cuidando de él tampoco le ayudó, de modo que para cuando el resplandor esmeralda comenzó a brillar en las manos enfundadas en guantes, los ojos del peliplateado estaban de nuevo cristalizados.  

       

                  

 “Tu siempre quisiste especializarte en medicina ninja” 

 

 

-          ¿Pasa algo malo? – preguntó de nuevo quedamente el shinobi medico.

 

 

-          Si… tu también me recuerdas mucho a alguien – la sinceridad en sus palabras fue extraña hasta para él; ¿Cuántas veces al propio Iruka no le había dicho lo que pensaba o sentía?... y ahora, con un total desconocido cuyo nombre  ignoraba, era capaz de sincerarse. 

 


Depresión. 

 

 

-          Ya casi es navidad – le comentó pensativo el hombre con gorro después de pasados algunos minutos de silencio.

 

 

-          ¡Cierto!, ¡y yo no he comprado…- pero cayó pesé a su amor por la navidad; paso saliva dolorosamente, adaptarse a la realidad era difícil.

 

 

-          ¿Sabes?, yo no celebré navidad durante muchos años –

 

 

-          ¿Por qué? – preguntó el copy-ninja arreglándoselas para que las lágrimas no se le escaparan de los ojos; no tenía a nadie quien comprarle un regalo a excepción de sus caninos ninja.

 

 

-          Por que dolía demasiado – el tono suave de la varonil voz denotó dolor, pero el hombre siguió adelante – Cuando mis padres vivían amaba navidad, pero después de que murieron la fecha me traía demasiados  tristes recuerdos – la historia, con el conmovedor argumento, le pareció conocida; la sonrisita traviesa que se dibujo en el bronceado rostro le alivio esporádicamente su propia pena - … pero después conocí a alguien que alucina la navidad y poco a poco terminé celebrándola junto a él, jajaja, supongo que ahora también yo soy adicto a ella – terminó de explicar el mayor, mostrándole al menor sus profundos ojos cafés, llenos de un brillo animoso en la superficie así como sabiduría más en lo profundo; Kakashi se quedó sin aliento ante la visión

       – y dime, ¿Cuál es tu historia?- 

 

 

Inseguridad. 

 

 

-          Y-yo… a mi también me gusta la navidad, siempre me ha gustado – contesto para después ladear la mirada, reahuyente de mostrarle sus ojos lagrimosos a su nuevo amigo.

 

 

-          Si, pero yo me refería al por que del temblor… – siguió con suave firmeza el portador de las vendas.   

 

 

Un suspiro fugitivo – nunca un sollozo, ¡eso jamás! – se le escapó en cuanto abrió la boca para defenderse, por lo que a medida que trataba de recuperarse de la inequívoca señal de pesar, con amargura reconoció que efectivamente su mano temblaba ante el toque cálido del barbado. 

 

 

Retuvo el aliento durante unos segundos, tratando de idear alguna explicación que estaba de sobra, pero la saliva en su boca y el ardor en su garganta le impidieron mentir; su alma, fría y temerosa, quería darse el lujo de desahogarse, tal vez que por que presentía que después de ese momento ya no habría nadie con quien hacerlo más que el espejo y las fotos que nunca se había atrevido a tirar. 

 

 

-          Por que me recuerdas demasiado a alguien… sólo que…- ¿Por qué no se detenía?, ¿Por qué se abría descuidadamente frente a aquel extraño de afable sonrisa?, ¿Por qué se sentía tan cómodo estando junto a él?; dos orbes castañas, llenas de claridad  le observaban pacientemente – sólo que era yo quien le daba masajes  a él cuando terminaba exhausto del trabajo, c-cuando iba directo a casa, con tierra y sudor, con malos o buenos recuerdos, heridas o h-historias… - recargó su rostro cubierto por la mascara negra contra la palma de su mano libre, sintiendo como las lagrimas se escurrían entre sus dedos – é-él siempre me buscaba y cuando llegaba… se tendía junto a mi, y me prometía que nunca dejaría que algo malo me pasase.. que nada malo me ocurriera a – sintió como sus cuerdas bocales comenzaban a agitarse por medio del dedo índice con el que se tocaba el pecho, presa de una emoción a la cual no acertaba nombrar. 

 

 

La risa fue triste, pero  sincera, y de poco a poco fue convirtiéndose en carcajadas sonoras que le obligaron a cerrar los ojos; la sombra que opaco la sonrisa compasiva de su compañero escapó a los ojos de Kakashi, más un olor conocido le inundo las fosas nasales cuando volvió a bajar la mirada y abrió los ojos para terminar de explicarse. 

 

 

-          E-s decir …jajaja…, a mi que soy junnin, él es chunnin,… jajajaj, ¡proteger a un junnin!, jajaja, ¡demonios!, ¿¡sabes c-como suena e-eso?! – el tartamudeo no era propio de él, tal vez era que hablar dolía, tal vez era que estaba hablando más de lo normal, o tal vez… se debía a que sabía que si alguna vez le hubiera contado a Iruka como añoraba su compañía las cosas no se hubieran terminado; olor a limpio y a bosque en el aire, lagrimas en cuatro ojos – después sólo se quedaba dormido, acurrucado en mi, no importando donde estuviéramos…, lo abrazaba y me sentía tan bien, con un significado mayor a sólo ser una maquina de guerra por qué el me quería, cuidaba de mi como podía…-  

 

 

El masaje se había convertido hacía ya algún tiempo en un agarre firme y consolador, el cual hacía que ambas manos descansasen unidas en sus rodillas.  

 

 

-          No eres una maquina de guerra, ¡jamás digas algo así!-

 

 

-          ¡Para todos lo fui antes de él! – reafirmo perdido en su dolor, elevando el tono de voz para acallar las propias voces en su interior, esas que hablaban de soledad eterna y navidad sin compañía, como cuando era niño y se sentaba solo a tomar ponche toda la noche.

 

 

-          No lo veas así, las c..-

 

 

 

-          Perdona, pero no creo que lo entiendas, tu seguramente debes de tener a alguien al menos, una sola persona que vele por ti y por la cual puedas dar la vida sin titubeos, pero yo… yo la fastidie totalmente… hoy fue el final -   

 

 

Con decisión la mano del mayor presiono el hombro derecho de kakashi captando su atención; el olor a fresco se incrementó, pero lo único que el peliplateado distinguió diferente en el lugar fueron algunas puntas del cabello de su interlocutor las cuales se salían del gorro marrón.  

 

 

-          Entiendo por que yo también estuve a punto de perder a la única persona a la que realmente le he importado después de mis padres y fue, justamente, en una navidad como esta cuando casi pierdo la luz –

 

 

-          Pero tuviste suerte, no perdiste nada irremplazable…-

 

 

-          Por que él tuvo el valor de volver…-

 

 

-          Yo no puedo volver…-

 

 

-          Kakashi tu nunca te das por vencido –

 

 

-          Esto es diferente, ni siquiera sé por que estoy hablando con tigo…- tardó unos segundos en asimilar las últimas oraciones, pero cuando finalmente lo logró su cuerpo se tensó al instante; su sharingan se activó de golpe – Yo no te he dicho mi nombre –

 

 

Notas finales: REALMENTE ERPERO QUE LES HAYA GUSTADO AUNQUE SEA UN POQUITO; ME INTERESA SEGUIR ESCRIBIENDO SOBRE LA PAREJA POR QUE NO HAY TANTOS FICS DE AMBOS COMO DEBERÍA!!! JAJAJAJA. LES RECUERDO QUE ESTE ES MI SEGUNDO FIC DE LA PAREJA, ASI QUE NO SEAN TAN CRUELE YYYYYYY DEJENNNNNN REVBIEWSSSSSSSSSS. LO MÁS IMPORTANTE SON LAS REVIWESSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS. REVIEWSSSSS - NO LES CUESTA NADA E IMPULSAN A SEGUIR ESCRIBIENDO.

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