Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

ALAS DE FUEGO por OTORYKAEDE

[Reviews - 22]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

 

HOLA!!!

Después de un tiempecito, heme aquí con un nuevo fic, en este caso, un songfic, pero en capítulos. Lo siento, pero es que se me ha hecho muy largo y lo he tenido que cortar, XD.

Está basado en la canción de Tierra Santa "Alas de Fuego". Aquí os dejo el link por si queréis ver el video en YOUTUBE. A mí me encantó. Os advierto de que existen varios videos similares, aunque yo prefiero éste. No es de muy buena calidad, pero explica mejor todo lo acontecido en la vida de mi querido FÉNIX.

Espero que os guste y a disfrutar....

Por cierto, este fic no durará mucho, tan solo unos 4 capis, más o menos.

Y ahora ¡¡A LEER!!

Besotes....

LINK

http://es.youtube.com/watch?v=Ovn4LHmgdjY≈feature=related

 

 

Notas del capitulo: Bueno, aquí va el primer capi, espero, de todo corazón, que os guste...

 

"Alas de Fuego"

 

 

 

 

CAPÍTULO 1: "ADIÓS, CABALLERO..."

 

 

 

 

Dos semanas...

Dos largas y amargas semanas habían pasado ya desgranándose, día a día, hora tras hora, con una angustiosa prontitud...

¿Tan rápido había transcurrido el tiempo...?

Parecía mentira como Khronos (*) se podía llegar a impacientar tanto... cuando más necesario se hacía el detener su paso.

 

Él, el Dios del tiempo primigenio, cuyo poder se hallaba más allá de la influencia del resto de los Dioses del Olympo, proseguía impertérrito su avance como lo había hecho desde el principio de los tiempos, Edad tras Edad, sin que nada más pudiera afectarle.

 

Sin embargo, por una vez... por una única y miserable vez en su milenaria existencia, y en consideración a la Rueda que sus ancianas manos custodiaban, la Rueda del Zodíaco, aquella que representaba no sólo las 12 constelaciones que la formaban si no también, las doce Casas que eran su representación sobre la Tierra y que se hallaban al servicio de la Diosa Atenea para su protección personal y la de su sagrado Templo; aquel anciano testarudo de larga y blanca barba, podría haber hecho... una excepción.

 

Dos semanas llenas de lágrimas, de dolor y de luto: el luto por la muerte de uno de sus más jóvenes Caballeros y que, un trágico e inesperado accidente, les había arrebatado.

 

¡Por todos los Dioses! Resultaba tan injusto, tan descorazonador el saber que después de haber sobrevivido a todas y cada una de las cruentas batallas en las que  había intervenido, su vida, su joven vida, se había truncado de aquella forma tan estúpida, tan... irracional.

 

Sin embargo, la muerte de uno de los Caballeros más temperamentales y obstinados que hubiera vestido jamás la poderosa y ardiente Armadura del Ave Fénix y que había sido llamado a vestir también, en un futuro, la Armadura Dorada de Leo, como el legítimo sucesor del Guardián de la quinta Casa, había sido todo menos "estúpida" e "irracional".

 

 

Surcando los cielos huyó del Edén

Batiendo sus alas de fuego

Burló los caminos de la tentación

Y ahora su fuego es eterno

 

 

Aquel aciago Destino el cual lo había acompañado durante toda su vida, no dudaba ahora en mostrarle su última y más despreciable sonrisa, la grotesca mueca de despedida ante el siempre irreverente, contestatario, rebelde, orgulloso y desafiante Caballero Divino del Fénix.

 

De nada le había servido, en aquella lamentable ocasión, ser el poseedor de la más poderosa y misteriosa de todas las Armaduras que se hallaban al servicio de su Diosa Atenea, capaz de revivir el cuerpo de su custodio, de rescatar del Averno el alma de su dueño...

 

Como tampoco había servido de nada la inmediata intercesión de la propia Diosa de la Justicia y la Sabiduría para lograr recuperar el espíritu de su orgulloso Caballero: ni ante Hades, ni ante el Olympo mismo pues, ni ellos mismos sabían en dónde se encontraba...

 

Sencillamente, no se podía hacer nada por repetir, una vez más, el maravilloso milagro del renacer del Ave Fénix pues, al parecer, sus Alas de Fuego se habían consumido para toda la eternidad, hasta una nueva reencarnación. Nada fácil, por otro lado, pues para convertirse en el Caballero del Ave Inmortal se requerían unas cualidades tan especiales y específicas, como casi imposibles de reunir en un mismo ser, en una misma alma...

 

Quizás, tras esperar otros 500 años tal vez el milagro sucediera de nuevo... Tal vez las Alas de Fuego retornarían a ser insufladas con las llamas de la Eternidad...

 

¡El Ave Inmortal! Menudo sarcasmo, cuando esa inmortalidad de nada le había servido al aguerrido Caballero... ¡De nada! Justo premio después de tantos y tan arduos esfuerzos, después de tantos sufrimientos y adversidades a la hora de conseguir los tan ansiados ropajes, claros y merecedores distintivos de su dignidad como Caballero; después de tantos y tan esforzados servicios realizados en nombre de la Orden...

 

Amargo galardón para quien jamás le importó arriesgar su vida, una y mil veces, en defensa del más débil...

 

Como en aquella última ocasión, al entregar su vida a los abismos de la obscuridad para salvar a aquellas otras 22 que, en una lluviosa tarde de finales de octubre, en las resbaladizas y peligrosas laderas del monte Fuji, tuvieron la mala fortuna de cruzarse en su camino...

 

Todo sucedió en breves y angustiosos instantes: un autobús escolar que derrapó a causa de un desafortunado deslizamiento de tierras provocado por la violencia de la tormenta... Un coche que se vio obligado a salirse de su carril para evitar la violenta colisión frontal... Un precipicio que el hábil piloto, pese a su pericia y sus nervios de acero, no pudo eludir... no quiso eludir.

 

 

La magia marcó su destino al volar

Y resurgió de sus cenizas

Poeta del aire con alma inmortal

Que nunca debió despegar

 

 

La decisión a tomar, jamás resultó ser tan clara para aquel valiente Caballero...

 

Lo que siguió a continuación, fue tan solo como un recuerdo borroso; como un mal sueño del que los pocos testigos de aquel dramático accidente hubieran querido despertar al instante... Relegados a meros espectadores de aquella dantesca escena, se vieron totalmente impotentes a la hora de intentar prestar algún tipo de ayuda al joven cuyo coche acababa de ser engullido por la sobrecogedora obscuridad de aquella profunda sima...

 

Después de eso, el silencio... Un tenso y sobrecogedor silencio que les heló la sangre en las venas. Y unos instantes más tarde, el tiempo que el coche tardó en descender, como a cámara lenta, los casi 46 metros de desnivel, el chocar del vehículo contra la roca desnuda, el aullador chirrido del metal golpeándose una y otra vez contra las escarpadas y afiladas rocas, el resquebrajamiento de vidrios y, por último, la explosión. Una explosión atronadora, la cual  logró imponerse sobre el constante retumbar de los truenos.

 

Y el fuego, un fuego voraz, que no dudó en consumir, con escalofriante rapidez, los retorcidos restos del automóvil que se habían convertido en la innoble y yerma tumba del Caballero Divino del Fénix.

 

Para cuando los equipos de rescate llegaron, era obvio que no se podía hacer nada. El fuego, finalmente, había sido apagado por la incesante lluvia que, como dulces lágrimas, habían intentado socorrer al joven, en vano. Sin embargo, y aunque el fuego no hubiera existido, aquella terrible caída había sido mortal, por necesidad.

 

Ikki había fallecido. Su muerte se produjo casi al instante... presumiblemente, en el primer impacto contra las escarpadas paredes del despeñadero. A penas sufrió, según explicaron los médicos a su hermano Shun y al resto de los Caballeros de Bronce, con Saori Kido al frente de todos ellos. No obstante, su muerte no había sido en vano. Con su valentía había conseguido evitar que fuera el autobús el que se despeñara por el angosto barranco. Podían estar orgullosos de él, les consoló un miembro de la policía... Pobre iluso, su hermano y amigos no necesitaban verle morir, aunque fuera en forma tan heroica, para sentirse orgullosos de aquél al que consideraban como su "hermano mayor", no solo del Caballero Divino de Andrómeda, si no del de todos los demás...

 

Durante algunas horas, e incluso días, esperaron el milagro, aquél que tan solo el Ave Fénix podía realizar: el de volver de entre los muertos como en otras ocasiones ya había hecho. Sin embargo... Su espera fue en vano. El milagro no se realizó...

 

Nadie supo darles una respuesta. Ni tan siquiera Atenea podía explicarles el porqué Ikki no regresaba...

 

Tal vez porque su muerte no se había dado en combate... Tal vez porque su cuerpo había quedado totalmente destrozado, irreconocible por completo a causa del incendio y la terrible caída... Tal vez porque su afamada Armadura no le acompañaba en aquel último viaje... Tal vez porque, sencillamente, su tiempo ya se había extinguido... al igual que las llamas de sus Alas de Fuego.

 

Nadie lo supo... Nadie lo sabría. La Armadura del Fénix era un misterio, incluso, para los mismos Dioses...

 

Su ausencia, por lo tanto, sería algo a lo que, desafortunadamente, el resto de sus camaradas de armas se tendrían que acostumbrar. Al parecer, el altivo peliazul les había dejado para ya no regresar...

 

 

Y aunque la noche lo pueda atrapar

Y reine la oscuridad

Un nuevo día su vuelo traerá

Y el fuego de nuevo arderá

 

 

Y, tras aquellas dos angustiosas semanas de agónica e interminable espera, perdida ya toda esperanza, sus exequias fueron preparadas en medio de un intenso dolor. Atenea decidió rendirle un último tributo a aquel joven que, en innumerables ocasiones, se había distinguido tanto por su valentía, como por aquella innata y natural rebeldía, mezcla de arrogancia y desbordante ironía, que tanto lo habían caracterizado en vida y que, por supuesto, nunca había dejado "indiferente" a cuantos habían tenido el honor, y la "audacia", de cruzarse en su camino...

 

La Diosa había decidido concederle el más alto honor, tan solo otorgado a los Caballeros Dorados de la Orden de Atenea que se hubieran distinguido con honores en el cumplimiento del deber o a los caídos en batalla, y a los grandes Patriarcas de la misma, disponiendo su sepultura en la Sala de Honor del Templo de Atenea mientras que su Armadura o, mejor dicho, la caja vacía que la albergó, reposaría en la Sala de Armaduras del mismo Templo en espera de un nuevo dueño pues, misteriosamente, ésta había desaparecido instantes después de conocerse el trágico suceso...

 

Todas las distinciones ofrecidas en memoria del desaparecido Fénix, no obstante, se quedarían, irreversiblemente, empañadas por el valor del que fuera siempre adalid en la lucha contra la injusticia.

 

La totalidad de los Caballeros de Bronce y Dorados se hallaban presentes en tan solemne y triste acto, junto a una amplia y nutrida representación de los de Plata, Generales Marina, Guerreros de Asgard y los de Acero, todos ellos formando un compacto y variopinto grupo de Caballeros de todas las jerarquías y calzados con sus sagrados ropajes en señal de respeto, se entremezclaban ahora con la única intención de poder proporcionarse algo de consuelo unos a otros, pues ninguno de los presentes se podría haber imaginado, que el Ave Fénix dejaría un día de extender sus ardientes y llameantes Alas de Fuego por el ancho y vasto firmamento, el cual recorría a placer, como el espíritu libre que siempre había sido...

 

Incluso los Caballeros Negros, de los cuales en el pasado Ikki había sido su jefe, habían asistido a presentar sus respetos.

 

Hilda de Polaris y su hermana Fleer, junto a varios de sus guerreros de Asgard fueron los primeros en llegar tras conocer la trágica noticia. Mime de Benetnasch no pudo evitar el derramar abundantes lágrimas a la hora de presentar sus respetos ante el féretro cerrado del que fuera su gran rival durante la batalla en Asgard, siendo consolado por sus compañeros los gemelos Syd y Bud, los cuales, hacían enormes esfuerzos para no acompañar en el llanto a su amigo. Le debían demasiado, aquellos tres valientes Guerreros de Odín, como para no asistir al Templo de Atenea a dedicarle su más sentido y emotivo adiós a aquel duro Caballero de portentosa fuerza, y gran corazón, el cual, les había enseñado a combatir y vencer a sus propios demonios.

 

Poseidón asistió acompañado por la totalidad de sus Generales, los cuales, saludaron con profunda tristeza a su ex compañero Kannon con quien compartieron momentos de verdadera amistad pues, pese a haber dejado su puesto como uno de los Generales Marinas al servicio del Dios de los mares, sus vínculos de aprecio y afecto se habían mantenido intactos desde entonces.

 

Pandora y Hades se habían excusado, días antes de la celebración de las exequias, en una extensa carta por su imposibilidad de asistir al sagrado acto. Al parecer, unas complicaciones de última hora en el Inframundo, les habían forzado a posponer su asistencia, prometiendo, no obstante, que en breve enviarían a sus emisarios. En la misiva, le pedían a Atenea que extendiera, en sus nombres, el profundo pesar por la trágica muerte de aquel excelente e inquebrantable Caballero pues, y pese a haber sido enemigos acérrimos en un pasado, toda aquella animadversión se había ido disipando, gracias a los Dioses, con el correr del tiempo y, en aquellos maravillosos años de paz que ahora disfrutaban, todos ellos habían aprendido a dejar el odio atrás para mirar con esperanza hacia un nuevo futuro.

 

Una vez celebrado el funeral, los numerosos asistentes al solemne acto se fueron retirando paulatinamente, despidiéndose con sus últimas palabras de consuelo de aquellos jóvenes que se habían visto obligados a crecer y madurar entre batalla y batalla.

 

Durante todo ese tiempo, el Caballero Divino de Andrómeda se había mantenido firme como una roca, tragándose las innumerables lágrimas que luchaban por escapar de sus titilantes esmeraldas y que tan solo, el más puro y ferviente deseo de honrar a su hermano con su valentía, le habían permitido retener en su corazón, a costa de una profunda y sangrante herida, la cual le desgarraría el alma hasta el fin de sus días, hasta que, y si los Dioses eran benévolos, con su propia muerte, sus destinos se volvieran a unir para nunca más separarse... 

 

Sin embargo, y pese al extremo y lacerante dolor que le oprimía el pecho, el ver allí reunidos a tantos y tan bravos guerreros y Dioses, lograba paliarlo como si del mejor de los bálsamos se tratara.

 

¿Por obra de qué milagro aquel temperamental, solitario y, en ocasiones, antisocial joven pudo provocar semejantes muestras de dolor y tristeza en los corazones de aquellos aguerridos Caballeros que ahora le despedían ante su tumba con lágrimas en los ojos? Andrómeda sonrió para sí. El respeto y la admiración que su hermano había logrado granjearse hacia su persona durante los últimos tiempos, le llenaban de orgullo y satisfacción.

 

Por descontado que no había sido tarea fácil: el Fénix, por naturaleza, siempre seguiría siendo el indomable Fénix y su "encantadora" personalidad, aquella que dejaba huella allá a donde fuera, no era algo que el resto del planeta había sabido "apreciar" como debiera. No obstante, el peliazul había conseguido abrirse al mundo exterior, dejando entrever al verdadero Ikki, al joven amable, cariñoso y extremadamente protector que Shun siempre veía cuando perdía su mirada en aquellos hermosos zafiros, los cuales, no obstante, no perderían jamás aquel arrojo, valentía y determinación, capaces de desafiar hasta a los mismos Dioses y al Universo entero.

 

Por otra parte, Shun no podía negar que, en dicho cambio, también había tenido algo que ver cierto Caballero...

 

 

Subiendo a lo alto su llama encendió

Robando la furia del viento

Buscó la semilla de la tempestad

Y de su fuerza él fue dueño

 

 

Unas cuantas horas más tarde, el Santuario volvía a sumirse en el silencio. Los Caballeros Dorados y los de Bronce, en compañía de su Diosa se habían reunido en el amplio comedor del Templo principal, sin saber muy bien qué hacer ahora.

 

Camus se acercó a Andrómeda y, acariciando con ternura la mejilla del peliverde le habló, rompiendo así el silencio en la amplia sala.

 

- Deberías ir a descansar, no tienes muy buen aspecto.

 

Seiya se lo quedó mirando muy sorprendido, pensando en la santa estupidez que acababa de decir el Aguador. ¿Qué aspecto quería que tuviera su amigo después del funeral de su hermano?

 

Y después decían que el burro era él.

 

 - No te preocupes Camus, estoy bien -replicó el joven con una leve sonrisa-.

 

- ¿Estás seguro...? -indagó Shiryu con ternura-.

 

El peliverde asintió con firmeza.

 

- Sí. Aunque mi hermano ya no esté aquí físicamente, siempre lo llevaré conmigo -repuso llevando su mano a la altura de su corazón-. Además, a él no le gustaría que estuviera triste...

 

- ...O que te dedicaras a ir lloriqueando por los rincones durante todo el santo día, como solías hacer de niño -intervino el Cisne con una leve sonrisa cómplice-.

 

- Pero si nunca ha dejado de hacerlo -intervino el Pegaso con desenfado-.

 

Todos los allí reunidos sonrieron con ligereza ante los comentarios de los chicos.

 

Andrómeda amplió su sonrisa y un leve brillo resplandeció de nuevo en sus bellas esmeraldas. No le resultaría fácil hacerse a la idea de que ya no volvería a ver más a su querido niisan, sin embargo, con el apoyo de sus amigos, estaba seguro de que lo conseguiría.

 

Aioria se encontraba con la frente apoyada sobre la fría superficie del enorme ventanal que se asomaba al camino de escalinatas que subía desde la Primera Casa. Su mirada, empañada por algunas lágrimas retenidas a la fuerza, se perdía por aquel camino evocando tiempos y luchas perdidas ya en el olvido. Para el León Dorado, la pérdida de su sucesor había resultado un duro golpe. Uno, del que tardaría bastante tiempo en poder recuperarse.

 

- Cálmate, Aioria... -le susurra Sagitario a su hermano abrazándolo con ternura-.

 

- Lo... lo siento. Es que... -logró contestar superando el doloroso nudo que le oprimía el pecho, retirando de su mejilla una lágrima traicionera-. Esto... no tendría que haber sucedido... No así...

 

Nadie se atrevió a cuestionar aquella gran verdad. De hecho, todos los presentes pensaban de igual modo. O casi todos pues, la inconfundible voz de Seiya, se dejó oír con una marcada seguridad en sí mismo.

 

- Pues yo creo que sí.

 

Todos los presentes lo observaron sin entender muy bien sus palabras.

 

- ¿A qué te refieres? -inquirió el Dragón curioso-.

 

Una pícara sonrisa adornó su rostro antes de replicar...

 

 

&&&

 

 

Mientras, en los largos y solitarios corredores del Templo, un par de retrasados visitantes hacían acto de presencia.

 

- Maldita sea, aún no sé que estoy haciendo aquí -se quejaba el más joven-. Y menos aún, con estas pintas.

 

Su compañero de viaje le observó apreciativamente para decir.

 

- No sé de qué te quejas, yo te veo muy bien. Muy... griego -concluyó el rubio, enfatizando burlonamente-.

 

- Ja... Ja... Ja... -se carcajeó irónicamente-. Estúpido humor británico -masculló por lo bajo mientras se recogía la larga túnica de corte clásicamente griego, para intentar no volver a tropezar con la estorbosa tela que no dejaba de colársele entre las piernas y que, de nuevo, había estado a punto de hacerle caer de bruces sobre el pulido y frío suelo de mármol, si no hubiera sido por la oportuna intervención del Kyoto, el cual había conseguido sostenerlo a tiempo de un brazo evitando así, la caída.

 

El inglés volvió a sonreír con disimulo viendo como su compañero de viaje se recogía, con marcado enojo y algo de torpeza, la excesivamente larga vestimenta que le cubría, tras obsequiarle con un casi inaudible, aunque perceptiblemente frío y cortante, "Gracias".

 

- Al parecer, hoy nos hemos levantado de mal humor ¿eh?

 

- Y al parecer, tú hoy lo has hecho con unas enormes ganas de recibir una patada en el culo ¿cierto? -repuso a su vez, con un pronunciado sarcasmo-.

 

El británico no pudo evitar soltar una ligera carcajada.

 

- Pues no, la verdad es que no -y haciendo una leve inclinación de cabeza, añadió-. Lamento, enormemente, desilusionarte de forma tan cruel.

 

Su acompañante bufó con molestia, regalándole una fiera mirada de advertencia. Pero no dijo nada más. No se encontraba lo suficientemente fuerte, por ahora, como para mantener una absurda discusión con el Espectro más cabeza hueca de todo el Inframundo. Como había podido comprobar, el "viajecito" hasta allí, le había sentado peor que una patada en el hígado.

 

El Kyoto, que parecía haber leído sus pensamientos, susurró.

 

- Lo que yo decía: el jet lag.

 

Y sin esperar a una segura réplica, ausente por completo del mínimo asomo de amabilidad o cortesía, el británico inició de nuevo la marcha con una apreciable sonrisa de suficiencia bailando en sus labios, mientras escuchaba las renovadas y reiteradas quejas y maldiciones de su acompañante tras de sí.

 

 

&&&  

 

 

- Me refiero -contestó el Pegaso-, a que a Ikki le hubiera fastidiado enormemente el irse, sin ser él el que dijera la última palabra. El Fénix es... era -se corrigió con algo de fastidio-, demasiado orgulloso y cabezota como para irse así como así, sin más... ¿no creéis?

 

Todos se miraron unos a otros, entendiendo perfectamente la idea del castaño, y una leve sonrisa adornó el rostro de los Caballeros, sin excepciones.

 

- Dímelo a mí -intervino Shaka-, fue un hueso duro de roer en la batalla que sostuvimos en mi Templo.

 

Una sonrisa melancólica adornó su rostro antes de continuar. Una sonrisa que denotaba la tristeza que le embargaba por no haberse atrevido antes a seguir el consejo de su discípulo y haberle declarado su amor a ese impulsivo peliazul cuando tuvo la oportunidad de hacerlo... Sin embargo, el miedo a ser rechazado, siempre lo había detenido.

 

- No se rindió en ningún momento, prefiriendo sacrificar su vida en honor a la verdad y a la justicia que le guiaban -continuó el rubio pelilargo-.

 

- Sí -le apoyó Saga evocando su enfrentamiento con el joven Caballero cuando se hallaba bajo el control de Arles-, sencillamente, era demasiado testarudo como para rendirse o doblegarse ante nadie.

 

- Su Diosa, incluida... -intervino Atenea con una sonrisa evocadora-.

 

- Y muy temerario -apoyó Sagitario-.

 

- Algo realmente admirable y... no muy comprendido hoy en día -sonrió DM con orgullo e ironía-.

 

Al cangrejo le encantaba el carácter altamente explosivo y "expeditivo" del Ave Fénix, quizás, por que se parecía demasiado al suyo propio.

 

- ¡Por todos los Dioses! Cuantas veces tuve que reñir con él, para que "intentara" sofocar un tanto, esa avasalladora impulsividad que poseía. Pero, él era así, era su naturaleza... -añadió el León Dorado con un divertido aire de resignación-.

 

Todos se rieron más abiertamente ante semejante comentario, y es que conocido de sobra era el rebelde temperamento del peliazul y su "natural" oposición contra las normas establecidas y contra quienes las dictaban, aunque esta fuera su propia Diosa.

 

 

Su llama brilló más allá de la tierra

Y el cielo se unió con su fuego

La magia burló su anhelada virtud

Que nunca se pudo alcanzar

 

 

- Desde luego, ese chico tenía los cojones muy bien puestos -se carcajeaba Kannon-. De hecho, tuvo el atrevimiento y la desfachatez de decirme que no valía la pena luchar contra mí... jajaj... ¿Os lo podéis creer?

 

- ¡Kannon! Haz el favor de comportarte. Por si lo has olvidado, nuestra Diosa Atenea se halla presente -le amonestó Shión, seriamente-.

 

- Naturalmente que nos lo podemos creer -aseveró Milo, ignorando por completo al Patriarca, adornando sus labios con una sonrisa maliciosa, dispuesto siempre a picar a su amigo-.

 

- Oye, bicho, no te pases... -protestó el peliazul-.

 

- Lo verdaderamente lamentable -intervino Piscis con sentido pesar-, era que Ikki no sentía el más mínimo interés por la moda. Qué lástima, con el excelente cuerpo y buena figura que tenía...

 

Las palabras de Dita hicieron sonreír con ganas al resto de sus compañeros. Y es que, el sueco nunca cambiaría.

 

Para ese momento, el ambiente se había distendido sobremanera, al evocar, los allí reunidos, las anécdotas y vivencias que habían podido compartir con el Fénix: un auténtico homenaje a su memoria, el recordarle tal y como a él le gustó vivir.

 

 

&&&

 

 

- Por aquí ya hemos pasado antes -matizó el inglés, ligeramente molesto-. Estamos dando vueltas sin parar.

 

- Pensaba que conocías bien este lugar -repuso su acompañante, con una maliciosa sonrisa, y así retornarle sus anteriores burlas-.

 

El ceño del rubio se contrajo levemente al advertir la puya en aquellas palabras pero, recomponiéndose rápidamente, sonrió para decirle.

 

- Por lo visto... mejor que tú, sí.

 

- ¡Ey! Que yo no he estado por aquí en mi vida -se defendió-.

 

- ¿Ah, no...? Pues entonces, me temo que tenemos un pequeño problema: al parecer te has... perdido -apuntó el Kyoto con burla-.

 

- ¡Yo no me he perdido! -exclamó airado el más joven-.

 

- ¿No...? -inquirió con curiosidad el otro-.

 

- ¡NO!

 

- ¿Estás seguro...? -su fingida inocencia, apestaba-.

 

- ¡Completamente!

 

- Entonces ¿Cómo describirías tú la situación en que nos hayamos...? -inquirió con calma el rubio-.

 

Su acompañante pareció dudar un momento, para luego responder con una sonrisa de triunfo. JAMÁS se dejaría ganar por ese rubio estirado.

 

- Pues, simplemente, no sabemos en donde nos encontramos, que es algo totalmente distinto -y bajando al mínimo el tono de su voz, murmuró-. Además, ¿cómo te puedes perder en un sitio que desconoces...?

 

El Kyoto ignoró por completo este último comentario, exhalando un profundo suspiro de hastío. Ya se comenzaba a hartar de la testarudez de su acompañante.

 

- Lo que tú digas -concedió el Espectro con ánimo de cortar aquella estúpida discusión que no les llevaba a ninguna parte-. Sin embargo, no se tú, pero yo ya me estoy cansando de tanto paseíto ¿sabes?

 

- No eres el único, te lo aseguro. Esto parece un maldito laberinto... uno muy solitario, por cierto. ¿En dónde demonios se ha metido todo el mundo? -se quejó-. Nunca me hubiera imaginado que esto fuera tan grande. Una de dos: o Saori y Shión se dedican a jugar a las "construcciones", o es que padecen de claustrofobia -se burló, sin pudor alguno-.

 

Radamanthys no salía de su asombro al ver el trato tan indecorosamente "familiar" con que el joven se dirigía a la Diosa Atenea y a su Gran Patriarca, sus anfitriones. Era algo que su estricta educación británica no era capaz de asimilar.

 

"Estos jóvenes de hoy en día..." -se dijo para sí el Kyoto, moviendo la cabeza en claro gesto de desaprobación-.

 

 

&&&

 

 

- Fue muy valiente al enfrentarse a Hades -musitó Aries-, realmente valiente.

 

- Conociéndole ¿qué no hubiera hecho el Fénix por su querido otouto? -intervino Aldebarán con una dulce sonrisa en sus labios y sus ojos cerrados-. No creo que ni el Olympo entero le hubiera detenido a la hora de ir a salvar a su hermanito.

 

Andrómeda sonrió con orgullo. Desde pequeños, su niisan siempre lo había protegido. Y esa actitud no había cambiado aún después de haberse convertido en Caballero.

 

- Parece mentira que ya haya pasado tanto tiempo desde entonces -acotó Shura-. Lástima que ya no pueda ver ni disfrutar de esta paz tan duramente ganada.

 

- Yo creo que, esté donde esté, él nos verá y... nos cuidará -sentenció el pony con suma calidez en su voz-. Por cierto, ¿en dónde creéis vosotros que pueda estar? -inquirió con tono ansioso y su acostumbrada curiosidad mal contenida-.

 

Todos los presentes se miraron escépticos. Era como si el Fénix se hubiera marchado de vacaciones, y el Pegaso ardiera en deseos por saber a dónde. No obstante, aquella cuestión no era tan descabellada e, inconscientemente, todas las miradas se centraron en su Diosa que, al fin y al cabo ¿No era la de la Sabiduría, entre otras cosas?

 

La aludida carraspeó ligeramente antes de hablar con calmada y dulce entonación.

 

- Pues, la verdad, es que no lo sé. Ni tan siquiera Hades o Zeus, han logrado discernirlo. Y, teniendo en cuenta que la Armadura ha desaparecido...

 

 

Y aunque la noche lo pueda atrapar

Y reine la oscuridad

Un nuevo día su vuelo traerá

Y el fuego de nuevo arderá

 

 

- ¿No os parece extraño que la Armadura del Fénix, se fuera así como así? -inquirió Hyoga pensativo-.

 

- Bueno, en realidad, cuando un Caballero... se va -repuso Shión con cuidado, pues la palabra muerte, se había convertido como en algo tabú para todos al asociarla con el Ave Fénix-, es normal que su Armadura se disponga a esperar a un nuevo... dueño.

 

- Eso ya lo sabemos -intervino Dohko, acariciando con parsimonia su barbilla con aire reflexivo-. Sin embargo, las Armaduras suelen esperar a sus nuevos portadores en sus respectivas cajas o, en el caso de las Doradas, en su Templo correspondiente.

 

- Eso es muy cierto -acotó Mu-. Las Armaduras, por sí solas y sin un portador, no se van por ahí, de paseo...

 

- En determinadas circunstancias, sí -replicó Aioros-. Yo mismo soy un claro ejemplo de ello -sonrió-.

 

- Sí, pero tú o, mejor dicho, tu espíritu, lo consiguió para poder ayudar al Pegaso -le recordó Camus-.

 

- Ah... si. Eso es cierto -aceptó Sagitario-.

 

- Os olvidáis, como siempre, que Ikki y, por consiguiente, su Armadura, siempre han tenido un cierto apego a eso de saltarse cualquier tipo de norma, tradición o precepto - medió el Escorpión con una sonrisa-.

 

- Y que lo digas -le apoyó el Pegaso-. Pero, si no ha podido regresar, es porque en el Inframundo no debe de estar, de lo contrario, los tres Jueces del Averno ya nos lo habrían devuelto por "correo urgente". Jajajaj.... Conociendo a Ikki, no creo que esos tres hubieran aguantado mucho tiempo su presencia en su adorado Averno.

 

- ¿Y tú que opinas, Shaka? -inquirió Kannon, al ver a su amigo en un estado de concentración total-.

 

Sin embargo, el Guardián de la sexta Casa no tuvo noción alguna de la pregunta. Su atención se hallaba puesta más allá de aquellas cuatro paredes, en los amplios y solitarios corredores del Templo de Atenea, en dos entidades que se acercaban, poco a poco, hacia donde ellos mismos se encontraban...

 

&&&

 

 

Un cuarto de hora después, un par de extraviados visitantes continuaban con su cometido de intentar encontrar a los "habitantes" de aquel Templo... fueran quienes fueran, mientras no se tratase de ninguna otra estatua de la Diosa Atenea, ánfora o tapiz... ¡Solo querían encontrar algo que se hallara con vida, y que poseyera la facultad de hablar!

 

- Bien y entonces ¿qué hacemos ahora, por dónde vamos...? -inquirió el Kyoto, ante una nueva encrucijada de pasillos y visiblemente aburrido de aquel tour obligado-.

 

- No tengo ni la más remota idea ¿Acaso me has visto cara de guía turístico o algo por el estilo? -gruñó su acompañante-.

 

El inglés frunció ligeramente el ceño en señal de sopesar, muy seriamente, las palabras del joven, para luego, replicarle con ironía.

 

- No estoy muy seguro de ello. A ver, déjame que me lo piense...

 

- ¡Eres un capullo, un capullo inaguantable! -le espetó molesto el más joven-.

 

Las doradas orbes del rubio refulgieron de satisfacción al ver de nuevo el enojo dibujarse en aquel rostro.

 

- Me lo suelen decir muy a menudo -se jactó el británico-.

 

- ¡¡Idiota!! -se limitó a replicar su acompañante-.

 

El joven se giró bruscamente con la intención de salir de allí lo antes posible. Pero, lo hizo con tan mala fortuna que, ante el brusco movimiento por pretender continuar de nuevo la marcha, la tela de su túnica que se hallaba inadvertidamente bajo el pie del Kyoto, cedió lastimeramente, produciéndose un enorme desgarro que llegó hasta un poco más arriba de la mitad de sus muslos...

 

- Ups... -se le escapó al rubio, colocando su diestra sobre sus labios para acallar la inoportuna exclamación-.

 

Sin embargo, el Kyoto no pudo evitar soltar una ligera carcajada cuando el rostro furibundo de su acompañante se giró para encararlo con una, a su parecer, graciosa mueca mezcla entre asombro y enfado.

 

- Pe... pero ¿¡qué mierda has hecho!?

 

- ¿Yo...? Nada -se limitó a replicar el Juez-. Has sido solito, el que ha provocado esta... mierda -repuso-.

 

- Con algo de tu colaboración ¿no te parece? -le replicó señalándole, oportunamente, el pie sobre los "restos" de su túnica-. ¿Y ahora, qué se supone que he de hacer con esto, eh?

 

La respuesta del Kyoto dejó al joven en un estado de auténtico shock.

 

El británico se limitó a rasgar por completo la túnica alrededor del cuerpo del joven, dejándosela ahora, a una altura bastante más corta que antes...

 

Y mucho más provocativa y reveladora, como no caminara con cuidado...

 

 

&&&

 

 

- ¿Shaka...? -le llamó Aioria-.

 

El Guardián de la sexta Casa se giró hacia su interlocutor y, entreabriendo sus bellos ojos, inquirió a su vez.

 

- ¿No lo notáis...?

 

El resto de los reunidos, Diosa incluida, observaron al Caballero de Virgo para luego, concentrar su mirada y su cosmos, en la puerta de acceso al comedor.

 

- Es cierto, hay dos presencias en el recinto -aseveró Shión-.

 

- Y no son del todo desconocidas... -matizó el Escorpión, el cual, al igual que todos los presentes, ya se encontraba en pie-.

 

- Al menos, una de ellas... -intervino Mu, -.

 

- Sí, la otra... -Aioros no pudo concluir la frase, pues fue interrumpido, por su sucesor-.

 

- La otra es... es...

 

El castaño tampoco pudo concluir con su explicación, un repentino escalofrío sacudió su espina dorsal...

 

- Es, como un fantasma, como una especie de... aparición -concluyó Shaka, elevando un tanto su cosmos, algo más persuasivo-. Como algo de otro mundo, sin embargo, no me es ajena...

 

- ¿De otro mundo o... de otra dimensión? -inquirió Géminis, elevando a su vez su cosmos, al que se le unió el de su gemelo, intentando indagar esa misteriosa presencia que a todos había sobrecogido-.

 

- Tal vez sea... -susurró Andrómeda con una mínima esperanza en sus brillantes esmeraldas-.

 

- Eso es... imposible -replicó el Dragón, abrazando con fuerza a su amigo con ánimo de consolarlo-.

 

- ¿Cuántas veces hemos dicho eso mismo, Shiryu...? -inquirió el Cisne-.

 

- Esta vez, no... -le repuso Libra, con una triste mirada, apoyando las palabras de su sucesor, con sumo pesar-.

 

- De todos modos y, sea quien sea, debemos ir a ver... -señaló Capricornio encaminándose hacia la puerta con decisión-.

 

- Uno de ellos es bien conocido, por todos -aclaró Atenea-. Se trata de Radamanthys.

 

Un suspiro general de decepción es dejó oír en la amplia sala. Por un instante, una tenue luz de esperanza les había iluminado...

 

- Entonces, deben de ser los emisarios que anunció Hades en su carta -aventuró Camus y, con su típico tono frío, añadió para animar a los presentes-. Quien sabe, tal vez sepa algo del Fénix...

 

Una renovada calma se extendió por la estancia.

 

- Tú dirás lo que quieras, mi amor -le susurró Milo al oído de su pareja para que tan solo él pudiera escucharle, quedándose más rezagados que el resto de Caballeros- pero, en realidad, le has echado de menos tanto como nosotros. Eres un verdadero cielo, un cielo auténticamente siberiano... pero un cielo, a fin de cuentas.

 

Las mejillas del Aguador se tiñeron de un discretísimo rubor. Rubor que nadie más vio, afortunadamente para él, claro está.

 

Así pues, todos los allí reunidos salieron por la puerta, en busca de aquel par de visitantes... y de sus anheladas noticias.

 

 

Alas de Fuego

De tus cenizas resurgirás

Arriba en el cielo

Vuela tu llama inmortal

Alas de Fuego

Dueño del viento y la tempestad

Y aunque la noche te atrape

Tu fuego siempre arderá

 

 

 

&&&

 

 

Si ese par de "excursionistas" no hubieran estado tan concentrados en la pequeña disputa que se había desencadenado, tal vez hubieran sido capaces de percibir que sus "anfitriones" no habían hecho más que doblar el último recodo del camino que los conduciría hasta ellos y, por consiguiente, habían quedado en su mismo campo visual y auditivo...

 

Un tanto retirados de ellos, sí; pero perfectamente visibles: las anchas espaldas del Kyoto quedaron en un perfecto primer plano, el cual se hallaba encarando a su compañero, ocultándolo a los demás debido a la corpulencia y elevada estatura del Juez.

 

- ¡Lo repetiré una y mil veces: eres un IDIOTA! ¿Cómo quieres que me presente así, eh? -le gritaba con voz profunda y algo cansada el enigmático visitante-.

 

- ¡A ti no hay quien te entienda, niñato! Te has estado quejando todo el puñetero día de que llevas una túnica demasiado larga y ahora, cuando te doy una solución al problema, te pones hecho una furia. Lo dicho ¡No hay quien te entienda!

 

- ¡Pero si me has dejado medio desnudo! -bramó su compañero-.

 

- ¡No digas tonterías! Pero si encima te he hecho un favor.

 

- ¿¡Un favor, un favor...!? ¿¡Y qué clase de favor se supone que me acabas de hacer, aprendiz de IDIOTA!? -le reclamó con los dientes fuertemente apretados-.

 

Atenea y sus Caballeros, por no interrumpir, guardaron un absoluto silencio, profundamente sorprendidos por el inusual espectáculo del cual se habían convertido, sin comerlo ni beberlo, en espectadores de primera fila.

 

- Uno extremadamente valioso, jovencito -se defendió el inglés-. Con este nuevo look podrás conquistar, por fin, a tu amado Shaka. Seguro que, cuando te vea así de sexy y de deseable, no podrá evitar el que sus más bajos instintos despierten y lo tendrás rendido a tus pies comiendo en la palma de la mano. Solo ten la precaución de tener una enorme cama bien cerquita. Jajajaj... Que no se diga que los Jueces del Inframundo no somos románticos.

 

Las reacciones a aquella inesperada "declaración" del Kyoto no se hicieron esperar: Virgo se quedó más colorado que la más grande fábrica de ketchup existente sobre la faz de la Tierra. Sus camaradas de armas, Diosa incluida, tan sorprendidos que apenas pudieron desencajar sus respectivas mandíbulas del pulido suelo. Mientras que, al misterioso acompañante de Radamanthys, verlo, no lo vieron pero, oírlo... naturalmente que lo oyeron: ellos y el resto de Grecia...

 

El joven no daba crédito a lo que acababa de oír. Aquellas palabras le habían dejado descolocado por completo, sin embargo, no tardó mucho en reaccionar y, cuando lo hizo, su voz ronca atronó en el Templo.

 

- ¡¡¡TÚ ESTÁS COMO UNA CABRA, COMO UNA PUTA CABRA!!! ¿¡¡Me has oído!!? ¿¡¡Cómo te has atrevido a decir semejante barbaridad!!?

 

- ¿Es que acaso es mentira... acaso no le deseas... acaso no ardes en deseos de encontrarte entre sus fuertes brazos y entre tus piernas? -le interrumpió el Kyoto muy divertido, al parecer, por su reacción-.

 

- ¡¡Para que te quede claro de una maldita vez: yo no solo le deseo, si no que lo AMO. ¿¡Te enteras!? ¡¡Lo amo de verdad, y no pienso ir ofreciéndome a él como si fuera una sucia y vulgar ramera!!

 

Una ronca tos cortó ahí su estridente alegato. Por lo visto, el joven no se encontraba muy bien de salud.

 

- Tranquilo, tranquilo -le calmó el inglés dándole unas leves palmaditas en la espalda y, con un tono menos burlón, añadió-. No te excites, ya sabes que aún no puedes esforzarte -y haciendo una leve pausa, continuó de nuevo con su chanza-. Por lo consiguiente, vuestro apasionado y tórrido encuentro, tendrá que esperar un poquito más...

 

Muy a su pesar, el joven no tuvo otra opción que hacerle caso e intentar apaciguar su enojo pues, al hablar de nuevo, su tono, aunque visiblemente irritado, resultó ser "algo" más calmo.

 

- Eres un auténtico y completo cretino. Aún no sé como te soportan allá abajo. ¿Sabes cuál es tu problema?

 

- No, pero estoy ansioso por conocerlo -repuso con una suave sonrisa el Juez-.

 

- ¡Que eres un salido, un calenturiento y un depravado! Y crees que todos actuamos como tú. Además, no des consejos que tú mismo ignoras...

 

- Me ofendes, niño -repuso con fingido enojo-. Y dime ¿a qué te refieres con eso de los consejos...? -inquirió curioso-.

 

- Ni más ni menos, señor Juez del Inframundo, a que estoy ansioso por ver cómo le dices a Saga que eres el novio de su hermano, que os rompéis mutuamente el culo a la mínima oportunidad que tenéis y que, en breve, te vas a convertir en su queridísimo cuñadito.

 

El turno de ponerse tan rojo como una fábrica de ketchup, le tocó ahora a Kannon, el cual, estuvo tentado de desaparecer en uno de sus famosos portales hacia otra dimensión, preferiblemente, bien lejos de la ocupada por su hermano mayor. Los demás, incluido su gemelo, que a duras penas habían conseguido recolocar su maxilar inferior, lo dejaron caer de nuevo...

 

El Kyoto a penas pudo reaccionar, tan solo un confuso balbuceo salió de su boca.

 

- ¿Có... cómo... te has... enterado de lo de la... boda?

 

Su acompañante pareció disfrutar el momento, pues se dio unos breves instantes antes de responder con marcada ironía.

 

- ¡Ja! Para tu información, allá abajo no suelen durar por mucho tiempo los secretitos, su Señoría -se burló, haciendo clara referencia a su elevada posición en el Inframundo-. Tan solo se trata de estar en el lugar apropiado, en el momento indicado y tener los contactos adecuados...

 

El inglés suspiró sonoramente con visible molestia, para decir.

 

- Malditos chismosos, cuando sepa quién se ha ido de la lengua... lo va a lamentar -y con cierto recelo, continuó-. Espero que "esto" no se difundirá por ahí y que será nuestro... ¿Pequeño secreto? -aventuró, con cierta desconfianza-.

 

- Por mí no hay problema -repuso el otro-. Siempre y cuando, tú hagas lo mismo con lo "mío". ¿De acuerdo...?

 

- Por mí, conforme.

 

Y ambos se estrecharon las manos en señal del pacto al que habían llegado.

 

- Además ¿sabes qué?

 

El rubio denegó con la cabeza.

 

- Que no me gustaría ser el causante de tu muerte. Bueno, si es que te puedes morir claro -dudó el más joven-. ¿Los Espectros podéis volver a "palmarla", digamos, indefinidamente...?

 

El inglés desestimó este último comentario con vaivén de su diestra para, acto seguido, inquirir.

 

- ¿Por qué lo dices?

 

- Como que eres un Espectro y, para colmo, un Juez... No sé... Tal vez no te puedas morir de nuevo, ya sabes, por eso de las influencias con tu jefe...

 

El inglés observó a su acompañante por unos segundos, con la firme convicción de que aquel "viajecito" no le había sentado nada bien.

 

- Tu deliras... -se limitó a responder-.

 

- Di lo que quieras pero, no te puedes llegar a imaginar, lo desagradablemente protector que Saga podría llegar a ser con aquél que se atreviera a pretender a su hermano. Él, y el resto de los Dorados... -sentenció el más joven con cierto aire misterioso-.

 

Ante el gesto de duda, por parte del Kyoto, su compañero se explicó.

 

- Al parecer, tu amado Kannon es muy apreciado por aquí, y no estaría muy bien visto que le rompieras el corazón. Si eso llegara a suceder, estoy seguro, de que no te apetecería, en lo más mínimo, el acarrear con las... consecuencias.

 

- ¿Consecuencias...? -repitió el británico algo confundido-.

 

- Sí -repuso su acompañante-. Como, por ejemplo, el asistir a una terapia de acupuntura con Milo;  o el convertirte en diana móvil para que Aioros pueda practicar el "tiro al blanco" o, en tu caso, el "tiro al Juez" -se burló con sorna-; o sacar de paseo al "gatito" de Aioria, recibir un bonito ramo de rosas "sangrientas" de parte de Afrodita, asistir a una clase privada de esgrima con Shura, convertirte en la cobaya de Aldebarán para la práctica de fisioterapeuta...

 

- Vale, vale, vale, ya es suficiente -le interrumpió el inglés con una leve sonrisa-. Creo que he captado el mensaje: no dañar a Kannon, ¿Cierto?

 

- Hmmm... algo por el estilo. Pese a que casi siempre andan como el perro y el gato, Saga quiere mucho a su hermanito, y no le gustaría nada que "alguien" le hiciera daño, sencillamente, su salud mental podría sufrir un serio revés de consecuencias inimaginablemente molestas para el causante... ¿me entiendes? Eso, claro está, si no es el mismo Kannon el encargado de cortarte las pelotas.

 

- Por lo que dices, estos Caballeros Dorados -remarcó con ironía-, tienen más de psicópatas, que de Caballeros ¿no?

 

Su compañero denegó levemente.

 

- No, ése, es el hobby de Death Mask, y créeme, al Guardián de Cáncer, no le hace mucha gracia el compartir sus "jueguecitos".

 

Todos los Caballeros aludidos se quedaron atónitos ante las palabras de aquel "extraño" ¿¡Quién demonios se creía que era ese insolente para desmerecer de aquella forma tan banal sus técnicas más mortíferas!?

 

- Oh, ya veo. Por cierto ¿Qué me puedes decir de los de Bronce, también debo de andarme con cuidado con ellos? -inquirió con sorna-.

 

- Uf, esos son los peores... Recuerda que siempre estarán dispuestos a llegar a donde esos "abuelotes" no puedan -le replicó-.

 

- Por lo que dices, parece que no te caen muy bien esos "abuelotes", ¿eh? -indagó el Juez con suma malicia-.

 

- No, nada de eso. Son buena gente... muy buena gente -remarcó su acompañante con cierto orgullo en su tono de voz, elevando de forma altiva la barbilla-. Sin embargo, algún día tendrán que dejar paso a las nuevas generaciones ¿no? Y creo que no falta mucho tiempo para eso -concluyó con una alegre risa-.

 

- Jajajaj.... Eres muy divertido cuando no andas por ahí con esa típica actitud tuya de "perdonavidas" ¿Lo sabías? De hecho, lo misma actitud de Géminis, se puede aplicar también a ti mismo con respecto a tu querido hermanito. Por mi parte, yo también te voy a dar un pequeño consejo: juega bien tus cartas a la hora de declararle tu amor a Shaka de Virgo porque, como metas la pata, un viajecito por todos los Infiernos habidos y por haber, sin ninguno de tus sentidos y por tiempo ilimitado, no creo que te vaya a resultar nada agradable.

 

- Sí, en una ocasión ya lo probé y, la verdad, no me gustaría repetir.

 

Ambos rieron de buena gana sin saber lo que, dentro de poco, se les vendría encima...

 

Por su parte, los allí presentes, no sabían a quién prestar más atención: si a aquel par de indiscretos visitantes o al par de Caballeros cuyos nombres habían sido citados de forma tan... descriptiva.

 

Atenea y sus Caballeros no se hallaban excesivamente contentos después de aquel "interesante" intercambio entre sus huéspedes. De seguro, a más de un Dorado le hubiera gustado rebatir el apelativo de "abuelote" con que, de forma tan ligera, les habían descrito.

 

Sin embargo, y en aras de la paz mundial, fue la Diosa la que hizo notar su presencia elevando su cosmos, al igual que sus guardianes.

 

Si Radamanthys hubiera palidecido más, seguramente su rostro habría adquirido el tono de un auténtico cadáver y su compañero no distaba mucho de convertirse en uno, ante el sobresalto que le sacudió al descubrir el cosmos de su amado Shaka, entre ellos...

 

- Genial..., ahora sí que estamos jodidos -le susurró el Juez, antes de girarse completamente para saludar debidamente a la Diosa y Caballeros-.

 

- Ni que lo digas, estamos de mierda hasta el cuello -musitó su acompañante-.

 

- Tú y esa enorme bocaza tuya... -susurró el Espectro visiblemente contrariado-.

 

- No te quejes, que tú también has aportado tu granito de arena... -se burló el otro-.

 

El Kyoto se inclinó respetuosamente, haciendo oídos sordos a esa gran verdad. Su aguda mirada buscó de inmediato las amadas esmeraldas de su ¿prometido?, descubriéndolas, junto a otro par exactamente igual, que le observaban con un ceño profundamente fruncido.

 

- ¿Soy yo, o parecen algo... cabreados? -añadió el más joven, colocándose a su lado dejándose ver al fin-.

 

El joven moreno se limitó a saludarles con un vago gesto de su diestra.

 

- Hola... ¿qué tal? -y una seductora y divertida sonrisa de medio lado bailó en sus labios-.

 

Su trabajado y escultural cuerpo, del color de la canela, adquirió su innato porte orgulloso; el azulado y sedoso cabello continuaba tan rebelde como siempre, enmarcando el bello rostro; sus zafiros brillando con suma intensidad, con aquella mirada tan profunda y misteriosa del que ha visto y experimentado los más infranqueables misterios de la vida... y la muerte.

 

La incredulidad, el asombro y el nerviosismo fueron las primeras reacciones del grupo. Tras unos breves instantes en que sus aturdidos cerebros se afanaban por asimilar la sorprendente información recibida, una enorme y bulliciosa alegría explotó entre los presentes: las exclamaciones de júbilo y felicitaciones no tardaron en retumbar por los abovedados pasillos del Templo principal. Mientras que, las lágrimas, hacían su aparición en los ojos y los rostros de una dichosa Diosa y, aunque muy a su pesar, en más de un Caballero de Dorada Armadura.

 

Y es que no era para menos pues allí, frente a ellos, junto a Radamanthys de Wyvern, se encontraba aquél por el cual habían llorado y sufrido tanto durante las dos últimas semanas: frente a ellos se hallaba de nuevo el Caballero Divino del Fénix.

 

- ¡¡¡¡¡¡NIISANNNNNN!!!!!!

 

- ¡¡¡¡¡¡IKKIIIIIIIIIIIIII!!!!!!

 

- ¡¡¡¡¡¡FÉNIXXXXXXX!!!!!! -gritaban todos en un total y completo desorden-.

 

- ¡Eres tú... Eres tú...! -el pony no se cansaba de gritar con estridencia, dando saltos de alegría-.

 

- Naturalmente que soy yo, burro. ¿Quién si no...? -repuso el Fénix con un acuciante cansancio en la voz y una extraña palidez que le comenzaba a cubrir el moreno rostro-.

 

Sin embargo, la alegría de un principio, se trocó en rápida preocupación cuando, al intentar caminar hacia sus compañeros, un fuerte mareo obliga al moreno a sujetarse del grueso muro de piedra. Su rostro, ligeramente agachado, se comienza a perlar por un sudor frío y un visible temblor amenaza con quebrar la precaria verticalidad del joven... como así sucede.

 

Sus amigos, que en un principio se habían quedado completamente estáticos como consecuencia de la fuerte impresión recibida, corren en su auxilio, pero llegan tarde: los fuertes brazos del Kyoto han recogido el cuerpo del joven a tiempo para, acto seguido, y con suma delicadeza, depositarlo sobre el frío suelo, del cual, comienzan a emanar unas sutiles volutas de vapor.

 

-¡¡Ikki....!!

 

- ¡¡Niisan...!! -grita Andrómeda mientras logra deshacerse del abrazo del Dragón para acudir en ayuda de su hermano-.

 

- ¡No, quietos...! -les detuvo el Juez con cierta brusquedad-. ¡No os acerquéis!

 

- Pe... pero...

 

El desconcierto es general. Nadie entiende la actitud del Espectro, ni la terrible seriedad que cubre su rostro.

 

- Tranquilizaos, por favor, no pasa nada -se limita a explicar, algo más calmadamente-.

 

- ¿Qué es lo que sucede...? -inquiere angustiado el Cisne-.

 

- Sencillamente, que el Fénix ha de renacer... -y posando su diestra en la frente del joven, le susurra, como intentando tranquilizarlo-. Calma, ya es la hora...

 

Ni bien hubo terminado de decir estas palabras, un brutal estremecimiento cimbreó los gruesos muros y profundos cimientos del  milenario Templo de Atenea.

 

Un extraño zumbido atronó a través de los largos y solitarios corredores provocando una ensordecedora reverberación que obligó a los presentes a taparse los oídos con ambas manos pues, aquel estrépito de seguro sería capaz de reventarles los tímpanos. Una intensa ola de calor se esparció rápidamente por el lugar, provocando un alarmante y sofocante aumento de la temperatura, al extremo de convertirse en insoportable.

 

El cuerpo del joven se encontraba totalmente inconsciente, sin a penas distinguirse ya su, cada vez, más lenta y agotada respiración.

 

De repente, una brillante y cegadora luz irrumpió en el recinto, devastando todo cuanto se hallaba a su paso. Uno de los muros exteriores no aguantó más la terrible presión y cedió con un estrépito ensordecedor dando paso a una ardiente e ígnea esfera de fuego, la cual se movía de forma inquieta, como si buscase algo o... a alguien. Y, al parecer, lo encontró: el cuerpo inmóvil del joven al cual se fue acercando poco a poco, de forma casi cautelosa, como intentado reconocerle...

 

Una vez completada su "exploración", la misteriosa esfera aumentó rápidamente de tamaño, y fue entonces, cuando todos pudieron admirar el milagro: en el centro de la esfera se podía ver, claramente, la majestuosa y ardiente Armadura Divina del Fénix, la cual no tardó en envolver a su dueño, apegándose a su piel, elevando ligeramente el cuerpo inerte del frío suelo, arropándolo de nuevo entre las ardientes llamas de la Inmortalidad.

 

 

Alas de fuego

De tus cenizas resurgirás

 

 

Una potente y conocida cosmoenergía se desplegó de inmediato con inusitada violencia, como si de la onda expansiva de una terrible explosión se tratara. Tal era la intensidad de aquel  poderoso cosmos, que todos los presentes hubieron de protegerse de él con el suyo propio, convirtiendo el limitado espacio en una auténtica exhibición de fuegos pirotécnicos, al entrar en contacto tantas y tan variadas cosmoenergías, todas al unísono llegando al punto crítico cuando, de improviso, aquella esfera, transportando el cuerpo del peliazul, se desplazó hacia el exterior a través de la brecha abierta en el muro.

 

La lluvia comenzó a caer con fuerza mientras un viento huracanado parecía haberse situado, exactamente, sobre el Santuario y, más concretamente, sobre el Templo de Atenea, cuya Diosa y acompañantes se veían imposibilitados por mantenerse en pie, dada la extrema violencia de aquellos elementos que se habían conjurado en cuestión de minutos sobre sus cabezas... desencadenando su terrible poder, el mismo que los Dioses les habían otorgado en los albores de los tiempos...

 

De improviso, la esfera se eleva hacia el cielo a una velocidad muy superior a la de la luz. Sin a penas poder ver su movimiento, los ansiosos espectadores miran hacia el minúsculo punto en el que se ha convertido, arriba, muy arriba, a miles de kilómetros de distancia para, acto seguido, ser testigos de excepción de un nuevo renacer del Ave Fénix.

 

Una tremenda explosión, tan solo comparable con la de miles de galaxias al unísono ilumina, por unos segundos, aquel cielo oscuro y tormentoso. Una luz cegadora arrasa la oscuridad con determinación y ferocidad. Unas imponentes Alas de Fuego se comienzan a perfilar, desplegándose suavemente, tomándose su tiempo, pues el Ave Inmortal, aquella cuyo origen se remonta a los días en el Edén, no tiene prisa por hacerlo.

 

 

Arriba en el cielo

Vuela tu llama inmortal

 

 

Expandiéndose con majestuosa grandiosidad para adquirir una colosal envergadura, un hermoso Fénix se abre paso surcando los cielos con renovada fuerza... Inalcanzable... Poderoso... Ardiente... como sus Alas recién estrenadas.

 

 

Alas de fuego

Dueño del viento y la tempestad

 

 

Su hermoso canto se deja oír cual dulce reclamo, estremeciendo a los presentes, imponiendo el silencio de los truenos, exigiendo la rendición del rayo, obligando al temporal a remitir, doblegándolo a su voluntad... Destruyendo con su inagotable e inextinto fuego la persistente oscuridad que los envuelve, quemándola y haciéndola desaparecer con el furioso batir de sus poderosas Alas de Fuego, nuevamente regeneradas.

 

 

Y aunque la noche te atrape

Tu fuego siempre arderá

 

 

Las tinieblas han desaparecido al fin, para dar paso a un hermoso y despejado día, de brillante cielo azul. En lo alto, el astro rey resplandece irradiando su luz y calor con generosidad, atreviéndose a competir con el fulgor del Ave de Fuego.

 

Atenea y sus acompañantes han salido al exterior, y ahora se deleitan contemplando su grácil y elegante vuelo revoloteando feliz y juguetonamente, en libertad... esparciendo, a su paso, miles y miles de pequeñas favilas incandescentes, las cuales, descienden sobre el Santuario con una sutil suavidad, con el extraordinario don de la purificación.

 

Tras unas cuantas piruetas más en el aire, como saludando a la nueva vida a la cual a renacido, el Fénix efectúa una caída en picado para "aterrizar", revestido con su ardiente Armadura, ante sus asombrados espectadores.

 

La poderosa aura de fuego que le rodea obliga, a los allí reunidos, a cubrirse los ojos con sus manos. Su paso es seguro y orgulloso; su porte claramente elegante y altivo pero, su profunda mirada y su sincera sonrisa denotan, muy a las claras, la dicha de verse de nuevo reunido con los que considera como a su "familia". Al llegar junto a ellos, todo su poder es de nuevo replegado y sosegado por el custodio de, la que es sin duda alguna, la Armadura más excepcional de las que se hallan al servicio de la Diosa de la Justicia y la Sabiduría.

 

Los abrazos y las demostraciones de cariño y alegría, no se hacen esperar. Ikki es rápidamente rodeado por un nutrido número de Caballeros, con Andrómeda a la cabeza, que no dejan de abrazarle y palmearle cariñosamente en señal de la más sincera de las bienvenidas. Todo ello, bajo la exultante y cristalina mirada de su orgullosa Diosa, de un nervioso Kyoto, extremadamente concentrado en un peliazul de larga cabellera y ojos esmeraldas... y de un inquieto Dorado, cuyas resplandecientes turquesas lo observan con una tierna mirada de dulce ensoñación...

 

Ya habría tiempo para las explicaciones, por ahora, tan solo les importaba que su amigo, su hermano... su Ikki, estuviera allí, con ellos...

 

Como siempre debió de ser...

 

Como siempre sería...

 

...Desde ahora, y hasta el final de los tiempos... por toda la Eternidad.

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ.........

 

 

 

 

 

NOTAS.

 

En los mitos griegos, Chronos era el dios de las Edades (desde la Dorada hasta la de Bronce) y del zodiaco. Surgió al principio de los tiempos formado por sí mismo como un ser incorpóreo y serpentino con tres cabezas: de hombre, de toro y de león. Se entrelazó con su compañera Ananké (la Inevitabilidad) en una espiral en torno al huevo primigenio y lo separó, formando el universo ordenado de la tierra, el mar y el cielo.

Chronos permaneció como el dios remoto e incorpóreo del tiempo que rodeaba el universo, conduciendo la rotación de los cielos y el eterno paso del tiempo. Ocasionalmente se aparecía a Zeus con la forma de un hombre anciano de largos cabellos y barba blancos, pero la mayor parte del tiempo permanecía como una fuerza más allá del alcance y el poder de los dioses más jóvenes.

Notas finales:

Pues ya está. ¡Dioses! Espero que las explicaciones que les pueda dar el Fénix a su hermanito y amigos, sean plenamente satisfactorias... por su propia integridad física, XD.

Por no hablar, de las sutiles declaraciones amorosas del peliazul y del huraño Juez... que susto estar en el pellejo del inglés, al tener como futuro "cuñadito" a Saga, jajajaj.

Bueno, en el siguiente capi, sabremos algo más de la misteriosa vuelta a casa de esta inquieta avecilla.

Hasta pronto, y muchos besotes....


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).