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Otra forma de ser feliz por Daramyui

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Notas del capitulo:  

Este capitulo digamos que es, como muy bien a definido mi hermana, tan solo un prólogo de lo que vendrá a continuación. Intenten no lincharme, pues es el segundo original que escribo, pero este si es un poco serio (no como el anterior).

 

 

Abrace la almohada mirando a mi alrededor. Pese a estar en penumbra, distinguía todos los muebles de la habitación sin ningún problema. Me acurruque haciéndome un ovillo bajo las mantas buscando un calor que ya no estaba. Sabia perfectamente que nunca mas lo encontraría allí pero aun así no podía salir. Me incline un poco para buscar la botella que había dejado a los pies de la cama pero estaba completamente vacía. De todas formas tampoco servia. Después de tres días ni eso había hecho efecto en mi, a excepción de mi fuerte olor corporal y mis ojos rojos, aunque creo que esto ultimo no era efecto del alcohol, sino de él.

 

El timbre de la puerta me hizo dar un pequeño brinco en la cama, pero intente ignorarlo. Volvieron a llamar al cabo de un rato pero volví a ignorarlo. De pronto la estúpida idea de que fuese él cruzo por mi cabeza y me hizo levantarme de un salto. Notando un leve mareo, fruto del brusco cambio al que había sometido a mi cuerpo, me encamine tambaleándome por el pasillo envuelto en sombras. Cuando iba aun de camino hacia la puerta volvieron a llamar. La abrí con la falsa esperanza de encontrarme tras la puerta a quien me había abandonado, pero no fue así. En su lugar estaba Raquel, con su precioso rostro ensombrecido por la preocupación, me atrevo a señalar que hacia mi persona. Y no me equivoco. Entra mirándome de arriba a bajo. Desvío la mirada cerrando la puerta. Ya se que no doy muy buena imagen en estos momentos, pero es el resultado de tres días en cama. Ignorando a la recién llegada volví a mi cama, donde me tumbe en la misma postura en la que había estado momentos antes. La luz me cegó de golpe obligándome a esconderme bajo las mantas. A través de la gruesa tela escuchaba a Raquel protestando sobre el dormitorio. Ante su insistencia y sus ganas de discutir asome la cabeza para mirarla con los ojos entornados, aun no me había acostumbrado a la intensa luz.

 

-Raquel. Deja de desordenarme la habitación-comente en broma cuando la vi lanzar una camiseta que yo mismo había dejado en el suelo.

 

-¿Se puede saber que ha ocurrido aquí? Parece que has tenido la visita de un huracán.

 

-Era un tornado-bromee volviendo a esconder la cabeza cual avestruz. No se si a ellas les funcionara ese truco para lograr desaparecer del mundo y disipar sus problemas, porque, lo que es a mi, me funcionaba poco. Raquel continuaba dando vueltas por la estancia despotricando y llamándome, en resumidas cuentas, cerdo.

 

-Cuéntame que es lo que ha ocurrido-ordenó arrebatándome mi tan preciado refugio y sentándose a mi lado para evitar que me continuase escondiendo.

 

¿Qué ha ocurrido? Eso mismo quiero saber yo pero no creo que nadie venga a explicármelo. Hace menos de una semana era un muchacho feliz viviendo una vida de ensueño con el amor de mi vida y ahora un imbécil deprimido que no quiere salir de la cama.

 

-Ya te lo conté por teléfono ayer-dije bastante molesto por tener que repetir la misma historia. Aunque el día anterior lo había hecho bajo la influencia del whisky no quería volver a repetirlo más-Juanjo me puso los cuernos, yo me enteré y le eché de casa. Fin de la historia.

 

-¿Esta es la segunda parte?-odio cuando me responde de esa forma-Olvídate de ese tío ya-se levanto llevándose mi brazo para que me levantase-ahora te vas a dar una ducha y después nos vamos a cenar por ahí los dos solos.

 

-Noo-gemí intentando que soltase mi brazo.

 

Con ella siempre ha sido todo así, pues es terca como una mula. Cuando se propone algo termina cumpliéndolo, aunque empiezo a pensar que si se sale siempre con la suya es por agotamiento. Por eso mismo terminé obedeciendo y salí a trompicones de la cama metiéndome en la ducha. Encendí el grifo del agua caliente y me desnude lentamente observando el cuarto de baño. Al igual que el baño, en la casa predominaba aquel decorado sobrio y minimalista que lograba hacer todas las estancias bastante más amplias. Aquella decoración nunca me ha molestado, la verdad es que nunca le he dado mucha importancia a esas cosas. Hasta hoy. Juanjo fue quien decoró el apartamento entero y por culpa de eso todo me recuerda a él.

 

La ducha me sentó bastante bien. Desde el día anterior notaba que la necesitaba urgentemente pero no me apetecía para nada. Busque mi albornoz blanco pero solo estaba el suyo, de color azul marino. Estire el brazo para alcanzarlo pero me detuve de pronto. No creo que sea buena idea usar sus cosas, aunque a él nunca le ha importado. Anudándome una toalla gris a la cintura busqué a Raquel, a la cual me encontré todavía en el dormitorio quitando las sabanas. No me había fijado pero ese día llevaba puestos unos vaqueros de cintura muy baja que dejaban al descubierto su ropa interior cuando se inclinaba. Lanzó las sabanas a un rincón donde me había parecido ver ropa mía acumulada. Me senté en el sillón negro que Juanjo había comprado hacia dos meses en Ikea. Raquel me vio aparecer y abrió el armario. Me cubrí la cara con los brazos en el momento justo en que mi amiga me lanzo varias prendas a la cabeza, una de ellas un pantalón vaquero un poco pesado.

 

-Vístete-ordeno volviendo a cerrar el armario empotrado que aun guardaba toda su ropa mezclada con la mía.

 

-Esta camisa no-protesté elevando la sencilla camisa de color granate que siempre había adorado.

 

-¿Por qué no? Esa camisa te favorece mucho.

 

-Me la regalo Juanjo-expliqué esperando que con esa sencilla frase entendiese lo que quería decir.

 

-Juanjo será un cabrón y un capullo pero tiene buen gusto. Póntela que voy a llevarte de fiesta-ordeno recogiendo la ropa que ella misma había lanzado al rincón de la habitación.

 

-No quiero fiesta. Quiero dormir-protesté débilmente, pero paso por mi lado sin dirigirme la mirada.

 

Saber que le importas a alguien en este cruel mundo siempre alegraba pero no quería eso. Cena y fiesta siempre es una combinación perfecta para los días de buen humor pero no para las depresiones. Solo quería tumbarme en la cama con las luces apagadas y la ventana cerrada escuchando ñoñas baladas deteniendo el tiempo, y sin percatarme que el mundo continuaba girando dejándome olvidado en aquel oscuro rincón. Es decir, continuar repitiendo lo que llevaba haciendo tres días seguidos. ¿O eran cuatro? He logrado detener mi tiempo de una forma tan asombrosa que ni recuerdo cuantos días han pasado. Se que congelar mi vida no es una buena idea, pero necesito un poco mas de tiempo para hacerme a la idea de que estoy solo. Solo. Odio esa palabra.

 

 

 

 

 

Esta maldita pelirroja que tengo por amiga logró al fin su objetivo. Su estridente y especial risa resonaba en el restaurante y terminé riendo yo también. Siempre pasaba lo mismo cuando íbamos a un restaurante chino, ella maneja desde la adolescencia los palillos como si los hubiese usado toda su vida pero yo no termino de aprender.

 

            -¿Cómo puedes ser tan torpe?-preguntó una vez más mirándome mientras me peleaba con los fideos.

 

            -Es muy difícil-proteste riéndome por mi propia torpeza. Que los camareros y el resto de comensales lanzasen pequeñas sonrisas mirándonos de reojo me ponía aun mas nervioso pero era algo a lo que debía haberme acostumbrado ya. Con mucho esfuerzo logre llevarme a la boca un trozo de algo que no soy capaz de identificar pero de lo que me sentí muy orgulloso.

 

            La sonrisa tierna que Raquel me dirigió en ese momento me hizo recordar una vez mas a Juanjo, no es que se pareciesen en algo, pero sabia que esa sonrisa tenia su fuente en que había logrado hacerme olvidar durante un pequeño periodo de tiempo a ese "capullo", como siempre le había llamado ella. Le sonreí como pude y volví a prestar atención a la comida de mi plato.

 

            Después de la cena, que pago ella ante mi insistencia a invitarla, fuimos a un local que abrieron hace unos meses. He ido tan solo dos veces por lo que no logro recordar el nombre y, tras ver el cartel luminoso en la puerta, vuelvo a olvidar el nombre. Pese a ser miércoles el sitio estaba bastante lleno. De las paredes, de un llamativo color naranja que me gusta mucho, colgaban adornos hechos de papel de colores, en las pequeñas mesas redondas unas coloridas cartas pedían a gritos atención. Nos sentamos en una de las mesas vacías intentando no chocar con la gente que bailaba durante nuestro pequeño recorrido. Mientras esperábamos a que alguno de los camareros se dignase a atendernos miré aquel luminoso cartel que parecía pintado con luces de neón.

 

            -¿Qué es eso?-pregunto Raquel por encima del ensordecedor ruido que tenían por música arrebatándome de las manos la carta.

 

            -Me parece que es una carta de cócteles-explique acercándome mucho hasta ella para que me escuchase y así poder mirar por encima del hombro lo que había escrito en el luminoso papel.

 

            -Pues podíamos tomar un par de estos-comento alegremente mirándome de reojo.

 

            -Vale-acepte rápidamente-yo quiero este de whisky.

 

            -Si tu te emborrachas con pisar una chapa de cerveza-exclamó mirando el alto contenido en alcohol del coctel que señalaba.

 

            -Por eso.

 

            Me libre de una fuerte reprimenda con la aparición del apuesto camarero, quien logró toda nuestra atención al instante, no porque nos gustase, que también, sino porque iba vestido de vikingo. Raquel pidió los cócteles luciendo su mejor sonrisa que, al igual que siempre, no logró su objetivo principal. Le observamos en silencio alejarse hasta la barra y nos dimos cuenta que todos los camareros estaban también disfrazados. La chica joven vestía un traje de vampiresa, con dientes postizos incluidos. Fernando, el vecino que nos recomendó el local, ocultaba su trabajado y musculoso cuerpo bajo un enorme disfraz de payaso, la pintura del rostro incluida, y el dueño del local, un hombre pasada la cuarentena, con una incipiente pero apenas visible barriga, mostraba sin pudor ni vergüenza alguna sus peludas piernas con un traje de gladiador.

 

            -Me parece que nosotros desentonamos un poco-dijo Raquel señalando a varios clientes también disfrazados.

 

            -Podemos solucionarlo-Raquel me miro sorprendida y esperando que dijese algo así como que volviésemos a casa a vestirnos adecuadamente para la ocasión pero decidí sorprenderla un poco-nos cambiamos los nombres y así ya vamos disfrazados. A partir de ahora yo me llamo Raquel y tu Víctor.

 

            -Buena idea. Así nadie se dará cuenta de que no vamos disfrazados.

 

            Con la intención de continuar con la broma que yo mismo había empezado abrí la boca para hablar pero la cerré al instante, pues en aquel momento el escultural vikingo rubio que nos había atendido pasó por nuestro lado a atender alguna otra mesa y, por mucho que lo intentase, Raquel no me iba a escuchar. Desde el primer día que visitó el bar se quedo completamente prendada del camarero, al que solo había logrado sacarle su nombre, Jorge, y una confesión que le robo el alma a mi, casi siempre, fría amiga. Apoye el codo en la mesa observándola babear sin apartar los ojos de las dos cualidades que tanto le gustaban de Jorge, su nalga izquierda y su nalga derecha. Cuando finalmente se perdió entre la multitud Raquel me miro y se ruborizó al instante al saberse descubierta.

 

            -Descarada-sentencie moviendo la cabeza de un lado a otro en señal de desaprobación.

 

            -Pero así es más divertido-sonrió con picardía demostrando que la vergüenza que había mostrado segundos antes no era más que su fachada de niña buena que a tantos hombres enamora.

 

            Por desgracia para mi, Raquel volvió a sacar el tema que me había negado a tratar en el restaurante. Para ella, la mejor manera de olvidar a un hombre, era otro hombre. Esa lógica, aunque acertada en algunos casos, no puede aplicarse a mi. Cuando son relaciones cortas en las que no se siente más que simple cariño hacia la otra persona lograr olvidarla cambiando de pareja es fácil, pero cuando se trata de una relación larga en la que te has enamorado perdidamente es mucho más difícil.

 

            -Whisky soul y Cosmopolitan-el vikingo nos ahorro otra discusión al aparecer con los cócteles ya preparados.

 

            Recibimos las bebidas con asombro. Servidas en impresionantes copas de diferente forma y color estaban adornadas con sombrillitas y trozos de frutas. Mire mi copa de forma circular y precioso adorno en la base sin saber muy bien que hacer con aquella pequeña obra de arte. Si el sabor era igual que la presentación me voy a volver adicto. Raquel estaba en una situación similar cogiendo con timidez la pajita azul y dejándola casi al mismo tiempo. Nos miramos y estallamos en carcajadas. Nos sentimos unos idiotas asustadizos. La verdad es que no se por donde empezar así que opto por lo mas fácil, con un dedo quito un poco de azúcar del borde esperando a que Raquel se atreva a empezar. Su copa, en forma de cono y mucho más bajita, estaba adornada de una forma muy similar. Con un poco de miedo acerco la silla a la mesa y al fin lo probo. Observe cada una de sus reacciones. Al principio estaba concentrada en el sabor y después exclamo alegremente que lo probara mientras me quitaba mi copa para probarla también. Ambos estaban deliciosos.

 

            -Tenemos que volver más veces a este sitio-exclamo recuperando su copa y mirando de reojo al vikingo que volvió a pasar muy cerca.

 

            -Aunque te dejes un dineral en propinas Jorge no te va a hacer ni caso-le recordé cruelmente jugando con la sombrilla.

 

            -Lo decía por los cócteles-me saco la lengua de forma burlona un poco enfadada por recordarle ese detalle de la vida privada del camarero.

 

            -Yo tengo mas posibilidades que tu.

 

            -Si. Ese es el defecto de los gays, que no les gustan las chicas guapas como yo-se llevo una mano al pecho de forma orgullosa mientras hablaba. A veces da la impresión de que no tiene abuela pero yo las conozco a las dos, por lo que su alta autoestima es obra de otra cosa, aunque aun no he descubierto de que.-Aprovecha y lánzate. Se nota que tu le gustas.

 

            -A mi no me gusta-grite de pronto asustando a unas adolescentes de la mesa de al lado. Avergonzado, baje la voz acercándome hasta mi amiga para que me escuchase mejor-A mi no me gusta-repetí.

 

            -Tu mismo lo dijiste el otro día. Si no recuerdo mal tus palabras fueron "esta tremendo". ¿Por qué no te acercas a hablar con el?

 

            En vez de contestar bebí un buen trago de la copa. Parece que, por muchas veces que se lo cuente, no logra entenderlo. Yo no me acuesto con alguien solo porque sea guapo, necesito algo más para intimar tanto. Al menos siempre he pensado así, aunque ya no estoy del todo seguro ni de eso. Tampoco he tenido nunca tiempo para comprobar que, de estar ante una situación similar, actuaría así. Con apenas 17 años conocí a Juanjo y desde entonces han pasado cuatro maravillosos años en los que nunca he tenido la ocasión ni la necesidad de buscar a nadie más.

 

            Raquel continuo insistiendo en que me acercase a hablar con el y, con la excusa que utilice después de pensar un rato, logre que dejase el tema por un rato. Aunque mi alegría duro poco, pues, dos minutos después, volvió a sacar el tema.

 

            -He dicho que no me voy a llevar a la cama a un desconocido-repetí otra vez cansado del tema que me recordaba tanto.

 

            -Ese bombón es justo lo que necesitas para olvidarte de Juanjo. No te estoy diciendo que te cases con él, solo que pases un buen rato-los argumentos de Raquel empezaban a escasear y no surtían ningún efecto, pues yo continuaba empeñado en negarme.

 

            Al final y después de mucho esfuerzo, logre desviar sutilmente la conversación hacia otro campo que sabia no iba a desperdiciar la ocasión de hablar.

 

            -Deja en paz al vikingo y cuéntame como te ha ido el viaje a Francia.

 

            Ya lo se, debería revisar el significado de sutil en el diccionario, pero intentaba ser irónico.

 

            Paris era la ciudad soñada de Raquel y por fin, logró visitar la capital del amor. Llevaba planeando ese viaje desde los quince años y, por la sonrisa que mostraba en aquel momento en el que hablaba sin parar del viaje, parecía que había merecido la pena la espera. Mientras me contaba todo lo que había hecho, visto y fotografiado, pasó por nuestra mesa otro par de cócteles bien cargados. Al menos mi cabeza, que empezaba a dar vueltas, me decía que iban cargados. Casi no nos dimos cuenta que el local se había vaciado de gente y ya solo quedaban tres personas en la barra y una parejita de enamorados bailando en medio de la sala al ritmo de su propia música, pues se movían muy lentamente al compás de una balada imaginaria compuesta solo para ellos y no escuchaban la canción de rock que sonaba por los altavoces. Fernando se sentó a nuestro lado quitándose la nariz roja y poniéndosela a Raquel, quien le sonrió al verle.

 

            -No he podido salir antes de la barra para saludaros-se escuso quitándose el enorme sombrero que cubría sus castaños cabellos.

 

            -No te preocupes-dije rápidamente estrechando la mano que me ofrecía por encima de la mesa.

 

            -Yo te perdono si me regalas esto-Raquel señalaba su nueva nariz-¿Voy guapa?

 

            -Vos estas linda con cualquier cosa-respondió utilizando un acento argentino que enloquecía a toda fémina española, y Raquel no iba a ser la excepción.

 

 

 

 

 

La sensación de deja vu que siento ahora mismo es insoportable. Nunca me ha gustado sentir que vivía dos veces el mismo momento pues nunca logro entenderlo bien. Alguien me explico una vez que la sensación de deja vu era causada por una reacción del cerebro al recibir dos veces la misma información. O algo por el estilo. No se si será cierto pero esto ya lo he vivido antes. El timbre de la puerta taladrándome el cerebro, el calido edredón nórdico acariciándome el cuello con el borde de la funda y en la boca pastosa el sabor del whisky ingerido durante la noche. Me incorpore llevándome las manos a mi dolorida cabeza y un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Qué hago durmiendo desnudo? El timbre continuaba sonando así que me levante buscando algo de ropa, con la toalla que había dejado allí el día anterior abrí la puerta para ver, al menor por curiosidad, quien me había despertado. Golpee con fuerza el marco de la puerta. Con la resaca que tenia la visita de esta escandalosa pelirroja es lo peor que le podía pasar a mi cabeza.

 

            -¿Qué haces aun así vestido?-pregunto Raquel entrando en el apartamento quitándose la chaqueta-Vístete o llegaremos tarde.

 

            -¿A dónde?-si la noche anterior habíamos quedado era una de las muchas cosas que no recuerdo.

 

            -A la ducha ya, que apestas a alcohol a metros de distancia.

 

            Aquel rasgo de su carácter, el de sargento del ejército de tierra frustrado por su escasez de subordinados que le obedeciesen, era algo divertido cuando la persona que tenia que obedecerla no era un servidor. Pero en aquella casa no había nadie más así que, por mucho que me disgustase, volví al dormitorio en busca de algo de ropa. Aunque no me apetece salir a ningún sitio el miedo que le tengo a Raquel es mayor que mi depresión. Siempre ha sido así y no creo que vaya a cambiar hoy, la resaca me quita las ganas de discutir.

 

            Cerré la puerta de la habitación escuchando a Raquel paseando por la cocina. La sensación de deja vu la prefiero antes que lo que estoy sintiendo ahora mismo. Algo anda mal, pero no se que es. En una habitación con solo una cama, dos mesillas, un sofá y un armario empotrado es fácil percatarse de los cambios que se realizan. Encima de una mesilla estaba la caja de preservativos que siempre guardaba en el segundo cajón de mi mesilla, dicho cajón semiabierto, y la ropa que había vestido el día anterior tirada por el suelo. Me acerque y encontré el envoltorio de un profiláctico rasgado y vacío en el suelo, al lado de la cama. Lo recogí y me senté en la cama. Por mucho que intentase recordar algo mis recuerdos de la noche anterior se acaban cuando Fernando se acerco a hablar con nosotros invitándonos a unos cubatas al cabo de unos minutos. Estaba claro que algo había pasado pero no recordaba ni el que ni con quien. Me lleve las manos a la cabeza dejando caer el envoltorio de nuevo al suelo. Por esos motivos siempre me ha gustado emborracharme en casa, a ser posible solo.

 

            -¿Te encuentras bien?-pregunto Raquel entrando por la puerta-Llevo un buen rato esperándote-su voz sonaba muy dulce, demasiado para el tono autoritario que usa con frecuencia.

 

            -¿Qué ocurrió anoche?-pregunte sin levantarme ni molestarme en apartar el brazo que cubría mis ojos.

 

            -Cuando cerraron el bar nos fuimos con Fernando y Jorge a una discoteca, supongo que de eso te acuerdas-no respondí esperando que continuase-nos divertimos mucho. A eso de las cinco de la mañana te fuiste con Jorge. Lo que hiciste después ya no lo se. Yo volví a casa.

 

            Tengo que tener muy mala cara para que Raquel continúe con ese dulce y suave tono de voz y que me haya contado eso sin pararse en los detalles es lo que me confirma que esta preocupada, pues siempre se entretiene en contar miles de detalles.

 

            -Esto es culpa tuya-grite levantándome y mirándola, la sorpresa de mi reacción la dejo sin habla por primera vez en los tres años que la conozco-Si tu no te hubieses empeñado yo no habría hecho nada.

 

            -Yo no he sido la que me bebía los cubatas como si fuese agua-replico elevando la voz.

 

            -Estoy harto de esta vida-suspire sentándome-yo no quiero olvidar a Juanjo. Estoy enamorado de él y acostarme con otro no cambia nada, solo me ayuda a sentirme mal.

 

            -Enamorarse de otra persona y olvidar a otra siempre es difícil, pero merece la pena-comento acariciándome el cabello.

 

            -Ese es el problema-exclame intentando buscar las palabras adecuadas para los sentimientos que nunca había sentido-¿Esa es la única finalidad de nuestras vidas? ¿Enamorarse?-Raquel me miraba sin comprenderme, algo que no era extraño pues ni yo mismo soy capaz de entenderme-Desde que nacemos nos meten en la cabeza que el amor es lo mejor del mundo, que todos tenemos una media naranja esperándonos en alguna parte y nos esforzamos diariamente en encontrar ese medio cítrico que nos pertenece, con mayor o menor éxito. Las princesas de los cuentos encuentran a su príncipe azul y viven felices el resto de sus vidas. ¿Es que antes no eran felices? ¿Para lograr la felicidad es necesario realmente no ser la mitad de una naranja? Me niego a creer que necesite de otra persona para alcanzar la felicidad. Por culpa de ese pensamiento que nos han metido en la cabeza a base de martillazos es por lo que nos volvemos dependientes, es por eso que cuando Juanjo me ha abandonado me sentí tan vacío. Quiero ser independiente. Algo más debe existir en este mundo más importante que el amor y el sexo.

 

            Hice una pequeña pausa en la que me di cuenta que al fin lograba perfilar ese sentimiento de impotencia que me corroía desde hacia casi una semana. Continué con mi paseo por la habitación bajo la atenta mirada de la pelirroja.

 

            -Mi tutor del instituto nos contó que el amor era la trampa de la naturaleza para que no olvidemos nuestro más primitivo sentimiento de supervivencia de la especie. En esta época en la que la supervivencia de la especie humana ya no es un problema gracias a la cantidad de métodos en los que no es necesario ni la existencia de los hombres para reproducirse debería existir algún otro método para alcanzar la felicidad. Sentirse en armonía con este mundo no debe ser tan difícil. Ya no somos seres primitivos que solo  piensan en sobrevivir.

 

            Finalizado mi monologo me siento vacío. No, vacío no es la palabra que busco pero tampoco se cual es. No me siento vacío, pero tampoco me siento mal. No se como describir este sentimiento, nuevo pero a la vez tan familiar, como si estuviese a mi lado toda mi vida pero nunca le hubiese prestado atención.

 

 

Continuara...

 

Notas finales:

 

   Puede que me haya quedado un poco raro. Espero que les haya gustado y, por favor, dejen algun reviews. Acepto todo tipo de críticas, pues todas ayudan a mejorar.

 


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