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La sonrisa de Jack por KakaIru

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Notas del fanfic:

Oke! Este fanfic… en sí… no estoy segura de lo que sea *risas* Podría ser un fanfic original, o podría ser un fic AU basado en The Dark Knight (aunque esto no tenga mucho sentido xDDD). No sabría decirlo con certeza, pero lo que sí sé es que es muy divertido escribirlo. ¡Adoro escribir a la demencia! Y las cosas… jojojo… las cosas se pondrán bien feas *risa macabra*

Notas del capitulo:

Bueno, no sé que más decir. Excepto que si alguien tiene alguna idea clara de cómo pueda catalogar este fanfic, que me lo diga XD

En todo caso, nuestro Jack (a.k.a. Joker) conocerá a nuestro Bruce (a.k.a. Batman kukuku).

 

Sólo me resta decir… ¡Enjoy!

 

P.S.: sólo por si lo olvidaban xD Batman/Joker IS lov! *O*

La sonrisa de Jack

 I   

Jack era un chico callado, no muy bajo y no muy alto. Vivía con una madre un poco loca –de esas que ríen demasiado y murmuran incoherencias- y un padre un poco violento –de esos que te tiran una bofetada tan sólo porque les pica la entrepierna-. No tenía hermanos, y dentro de todo era mejor así, por lo que Jack se crió prácticamente solo.

  

Con diez años había aprendido a afrontar los desafíos de tener una madre que no se preocupaba por él y un padre que le miraba con algo parecido al asco –la razón nunca podría saberla, sin embargo-. Muy pronto descubrió que había heridas que, aunque pequeñas, resultaban visibles para su corazón.

  

 A los catorce años había aprendido, también, lo que era sufrir el maltrato físico –nunca comparado con el psicológico, por supuesto- a manos de su intransigente padre. También había aprendido a cambiarse las vendas, desinfectar sus heridas e ir a la escuela como si nada pasara. Claro que también aprendió a esconder muy bien sus emociones, a camuflar el dolor, a nunca sonreír… No había espacio en su vida para las risas, ni para la felicidad ni la alegría.

  

Toda su existencia era oscura… fría… tenebrosa… casi lúgubre.

  

Y Jack había lidiado con todo esto. Sin hermanos en los cuales apoyarse, sin amigos con los cuales compartir. Solo. Simplemente solo.

  

Ese era Jack.

  

Un chico medido, de ojos apagados y mirada gacha.

  

Jamás levantaba la voz y su mayor placer era, sin duda alguna, encerrarse en su habitación y permanecer en silencio. No hablaba con nadie en la escuela, no le interesaba nada –ni siquiera sus propias materias- y el amor, a sus diecisiete años, no era más que una teoría rosa que había inventado algún ocioso sin nada mejor que hacer.

  

Así que tampoco aspiraba a tanto.

  

Hasta que, de pronto, a su mundo de silencio, oscuridad y errores, llegaron los cuchicheos de los demás.

  

Al principio no supo muy bien de qué se trataba todo –pues no solía socializar con absolutamente nadie- o qué era eso tan interesante que estaba en boca de todos los alumnos de su escuela. Pero había algo, de eso estaba seguro. Algo que tenía alterada a las masas, que los volvía frenéticos, ¡los enloquecía! Era algo macabro, un poco siniestro, ¡pero increíblemente popular!

  

Jack no estaba acostumbrado a las cosas populares, pero una tarde escuchó hablar a algunos. Comentaban una nueva película, asombrosamente real, escalofriantemente macabra, ¡toda una delicia para los maniáticos! Y claro, no es que Jack se considerara uno de esos, pero poco a poco comenzó a ganar curiosidad. Trató entonces de hacer oídos sordos a todos los rumores –después de todo no tenía dinero para alquilar la película, mucho menos para ir a verla al cine-, pero mientras más trataba, con más fuerzas le atacaban las frases que alababan el film.

  

Entonces, una tarde, Jack se decidió.

  

Fue la primera vez que Jack tomó una decisión propia.

  

Decidió que iría a ver la película así fuese lo último que hiciera –irónicamente sucedió algo así, pero eso es adelantarnos mucho en la historia-. Claro que conseguir dinero no sería nada fácil. Pedir a sus padres estaba más que prohibido –siquiera pensar en esto resultaba tonto-, por lo que tuvo que recurrir a ciertos… deslices que prefería ni recordar.

  

Bueno, tampoco era como si robarles algo a sus padres iba a ser un gran crimen.

  

“Una mínima compensación por todos los golpes que me han dado”, se dijo mientras tomaba uno de los billetes de la cartera de su padre.

  

Así fue como, con el corazón latiendo desbocado dentro de su pecho, la respiración agitada y un billete arrugado dentro de su sudorosa mano, Jack consiguió llegar al cine y comprar una de las entradas. Fuera de la enorme sala había, iluminado visiblemente, un enorme cartel que promocionaba la película. “El Caballero Oscuro”, leía en grandes letras.

  

Tembló levemente, mordiéndose los labios de anticipación.

  

Era la primera vez que iba a un cine, la verdad sea dicha, y primera vez que robaba a sus padres, mucho menos que les desobedecía –no se suponía que Jack saliera de casa-. Pero, increíblemente, esto no hacía sino incentivarlo más. Estaba yendo en contra de todas sus reglas, ¡y se sentía estupendo! Se sentía de pronto como con vida, como si hubiese estado muerto todo ese tiempo, siguiendo siempre las reglas de sus progenitores, sin rechistar jamás, siempre bajando la cabeza y aceptando los golpes y mordaces comentarios.

 

En cambio ahora…

  

¡Ahora había escapado de casa, estaba a punto de ver una genial película y le daba un comino lo que le hiciera su padre al volver!

  

¡Al diablo con todo!

  

-¿Vas a entrar de una vez?

  

Jack alzó la mirada, consternado al escuchar una voz salida de la nada.

  

Frente a él se encontraba el acomodador del cine de la última función de ese día, y le miraba con cara de cansancio, como si lidiar con niños menores de edad estuviese más allá de sus obligaciones.

  

-Sí- respondió Jack tendiéndole su entrada.

  

El acomodador tomó la mitad del ticket y le apresuró a entrar.

  

Jack agachó la cabeza -¡maldita costumbre!- y entró sin más miramientos. La sala estaba oscura y no había casi nadie. Apenas un par de parejas dispersas entre los asientos, un grupito de ‘punks’ en una esquina y más allá una chica de lentes que comía de sus palomitas.

  

Mucho mejor entonces, protegido por la oscuridad, Jack se acomodó en uno de los asientos del medio. Y, pacientemente, esperó a que comenzara la película.

    

*

    

Al principio le pareció que no era nada del otro mundo. Una historia de súper-héroes y villanos; un tipo con complejo de murciélago y un grupo de asesinos enmascarados que se traicionaban unos a los otros. Nada de esto le llamo la atención, a decir verdad, hasta que entonces… lo vio.

  

El villano principal, el más malo de todos…

  

Joker.

 


¡Simplemente de verlo entendió porqué encendía a los jóvenes! Era más que malo, ¡era perverso! Vil, traicionero, irónico, sarcástico, y aún con todo resultaba un personaje carismático, casi agradable –si no fuese por sus terribles crímenes parte de su encanto-, increíblemente inteligente. ¡Era genial!

  

Desde el primer momento Jack quedó cautivado por él. Por la forma en que ejecutaba sus planes, la demencia de sus maquinaciones, la locura que transpiraba, que parecía abandonar su piel. Y -¡ah!- físicamente era impresionante. Macabro con su maquillaje blanco, su pintura de guerra, sus labios de color rubí con las horrendas cicatrices que asemejaban una eterna sonrisa -¡qué irónico en un payaso!- que ocultaban una historia aterradora. ¡Simplemente increíble!

  

Por primera vez Jack se sintió completamente fascinado. Desde el perfecto disfraz hasta la actitud psicópata y hasta masoquista.

  

Entonces hubo algo.

  

Algo que generó el cambio principal en Jack.

  

Apenas un par de segundos, en una escena específica que se encargó de tocar una tecla muy profunda en él.

  

No mucho de comenzar la película, cierta escena entre Joker y un grupo de mafiosos fue lo que generó el quiebre en Jack. En el preciso momento en que Joker hizo acto de presencia, su costoso traje violeta y sus manos enguantadas.

  

“¿Quieren ver un truco de magia?”, había preguntado Joker a la expectante audiencia de narcotraficantes mientras enterraba con fuerza la punta de un lápiz sobre la mesa. Uno de los guaruras se acercó al payaso, como intentándole sacar a fuerzas. Joker, sin pensarlo siquiera y en menos de un parpadeo, tomó la cabeza del guarura y la estampó directamente contra el lápiz, haciendo que este se clavara en el cráneo del otro.

  

“¡Ta-da! ¡Ya no está!”

  

No está…

  

El lápiz no estaba…

  

No estaba y los ojos de Jack se abrieron increíblemente.

  

Y allí, por primera vez en su vida, Jack irrumpió en limpias y fuertes carcajadas.

  

Se curvó hacia delante en su asiento, tomándose con fuerza el estómago, y rió hasta que brotaron lágrimas de sus ojos. No podía detenerse. Era como si alguien hubiese activado un botón dentro de él y toda la risa que se había negado durante sus diecisiete años de repente lo atacara en un solo instante.

  

Entonces rió y rió, a pesar de las miradas extrañadas que le dedicaron el resto de los presentes y aún a pesar de que el acomodador se acercó a él a exigirle silencio.

  

Pero el hielo se había roto ya, a pesar de que Jack procuró tranquilizarse y contempló con mirada ilusionada el resto de la película.

  

La magia estaba rota.

  

El puente a la locura firmemente construido y el camino de demencia firmemente asentado.

  

En ese momento no había vuelta atrás.

  

Demasiado tarde Jack había descubierto que la risa –la tan mencionada risa-, era lo único que lograba sanar su alma. ¡Y había tantas cosas por las cuales reír! Lo vio aquella vez, cuando aquel hombre de la película moría con el lápiz clavado en la frente y él había caído en una incontrolable carcajada. Y, durante todo el film, una pequeña aunque siempre presente sonrisa adornaba sus labios.

  

Finalmente Jack descubrió que, a pesar de las vejaciones sufridas, había cosas que valía la pena disfrutar.

  

La violencia era una de ellas.

    

*

    

Entrada casi la medianoche, Jack caminaba, silbando una canción que había oído alguna vez, por las oscuras calles que le llevaban a casa. Sonreía visiblemente, sintiendo el frío aire nocturno mover sus cabellos marrones que brillaban bajo las luces de las farolas. Sus ojos resplandecían como nunca antes, y una sensación de bienestar le calentaba el pecho.

  

Se podía decir que estaba feliz.

  

¡Más feliz que nunca antes!

  

Por primera vez sentía un poquito de lo que era la libertad, la alegría de estar vivo, de no tener que pensar demasiado en las consecuencias. Después de todo, ¿qué sentido tenía?

  

Uh-uh.

  

Ningún sentido. Ni siquiera cuando llegó finalmente a casa y nada más entrar le recibió una fuerte bofetada que le lanzó al suelo y le partió el labio.

  

Su padre le miraba fijamente, furia latente en sus ojos.

  

-¿Dónde demonios estabas?- preguntó el hombre tratando de dominar sus sentidos y no lanzarse contra su hijo antes de obtener respuesta.

  

Y entonces…

  

Entonces pasó algo que lo descontroló.

  

Porque Jack normalmente se encorvaba haciéndose una bolita diminuta y llorosa, y temblaba como un bebé y murmuraba tenuemente que no había hecho nada malo. En cambio, en se momento, Jack alzó la mirada, desafiante, y respondió:

  

-Por ahí…

  

Una vena se hinchó en la frente del hombre mayor.

  

¿¡Qué clase de respuesta era esa!?

  

-¿¡Por ahí!?- rugió con todas sus fuerzas, tomando a Jack de los cabellos y alzándole en vilo, haciendo que le mirara a los ojos.

  

Jack le devolvió la mirada, sin temerle. Sus ojos brillaban, denotando algo que no había estado ahí antes: coraje. Y su padre se enfureció ante esto.

  

-¿¡Cómo te atreves a responderme!?- exclamó al límite de sus cuerdas vocales.

  

Propinó a Jack, entonces, un fuerte puño en la boca del estómago, haciéndole caer al suelo dolorosamente. Y allí, doblegado por el dolor, le pateó hasta cansarse. Las costillas, los brazos y piernas, la cabeza, todo. Se consumía por la rabia, por ver a su hijo hacerle frente de forma silenciosa, con la mirada. ¡Odiaba a quienes lo enfrentaban! Y los silenciosos eran los peores, porque atacaban por la espalda y a matar.

  

¡Por eso no iba a permitirlo!

  

Jack debía tener muy claro quién era el que dominaba entre ambos. Y sus puños daban cada orden, y sus patadas, hasta que la sangre de Jack le salpicó el rostro y le manchó los nudillos. Algo se había quebrado, algo se había abierto, y la sangre de Jack inundó el suelo, sus rodillas, la alfombra…

  

El hombre, respirando con dificultad, se levantó trabajosamente.

  

Golpear a su hijo hasta casi matarlo drenaba todas sus energías.

  

Pero ahora se sentía mejor.

  

Jack…

  

Oh, su hijo Jack.

  

Allí, tirado en el suelo, casi ahogado en su propia sangre que manchaba sus cabellos, el pálido tono de su piel, sus ojos. Casi podría haberse acercado, para constatar si estaba aún con vida, pero entonces…

  

Entonces lo vio.

  

Jack alzó la mirada lentamente, contempló al monstruo que era su padre, y entonces…

  

… sonrió.

  

Eso fue de lo último que tuvo consciencia antes de que su padre le pateara la cabeza con todas sus fuerzas.

  

Lo demás entonces se tornó negro, y doloroso.

    

*

    

No se quejó, porque Jack nunca se quejaba ni aunque el dolor le quebrara el alma. No protestó ni siquiera cuando un latigazo electrizante le recorrió el cuerpo, recordándole muy dolorosamente los hechos pasados. No podía moverse y respirar resultaba lo mismo que una tortura. Los brazos le ardían, la cabeza, el estómago, el cuello; y al mismo tiempo sentía los miembros entumecidos, imposibilitado de moverse.

  

Fue entonces cuando decidió abrir los ojos, tras un inútil intento de acomodarse –causando más dolor a su ya de por sí maltratado cuerpo-, y lo recibió una imagen borrosa del recibidor de su casa.

  

“Ni siquiera han tenido la delicadeza de llevarme a mi cuarto”, pensó con amargura, resignándose a permanecer un tiempo más inmóvil, la menos hasta acostumbrarse al dolor y poder sobreponerse físicamente a él.

  

Cerró los ojos nuevamente, sintiendo de forma aún más profunda.

  

El dolor lo era todo.

  

Aquí y allá, quemándole las entrañas, haciéndole arder los ojos. No lo merecía, no era su culpa, pero no podía cambiarlo. Toda una vida sufriendo abusos a manos de su padre, no había otro camino que ese. Pero… ah… sí; sí que había una solución. Porque si al menos iba a sufrir, ¿por qué no disfrutar con el sufrimiento?

  

Sonrió, y el rostro le dolió al hacerlo.

  

Una sonrisa, eso era lo único que necesitaba. Burlarse de su pena, de su tormento, de la vida misma.

  

-¿De qué diablos te ríes?

  

Una voz aguda rompió contra sus oídos.

  

Era su madre.

  

Gruñó por lo bajo, pero sin dejar de reír. Ni siquiera se dignó a mirarla.

  

-Pareces un pedazo de porquería- notó su madre acercándose a él, limpiando con una toalla húmeda la sangre seca que se pegaba al rostro de Jack.

  

Resultaba extraña la forma que tenía ella de hablar. Le insultaba de la peor forma –siempre en los peores momentos- y lo hacía con tanta soltura como si estuviese comentando el clima. Cosas como “eres detestable” o “no vales nada” resultaban casi normales, como si el odio fuese simplemente natural.

  

-¿Por qué tenías que responder a tu padre? Ahora harán preguntas… Y no creo que vuelvan a creerte el que tuvieras un accidente con el auto- la mujer suspiró-. Ni siquiera tenemos uno.

  

-Déjame- ordenó Jack en voz baja.

  

Ella le miró, impresionada de oírle hablar. Normalmente Jack escuchaba en silencio, atormentado y aceptando sin más. En cambio ahora… Entrecerró los ojos, suspicaz. Algo estaba sucediendo con Jack, podía presentirlo. ¿Pero qué era?

  

-¿Dónde estabas?

  

Jack volvió a reír, y ella mostró una mueca horrorizada como si estuviese viendo algo horrible. Se alejó de Jack como si éste estuviese en llamas, y le miró con sus ojos vidriosos cargados de locura. ¡Ese no era su hijo! ¡No era su Jack!

  

¡¡¡Pero a Jack le importaba un comino lo que pensara su madre!!!

  

-¡Basta!- chilló ella, fuera de control- ¿Por qué demonios estás riendo? ¡Deja de hacerlo!- imploró, sus ojos ahora turbios e indecentes- ¡No seas egoísta! ¡Si tu padre se entera…! ¡Si tu padre llega a verte…!

  

-¡Si él se entera, ¿qué?!- gritó entonces Jack, sintiendo un ardor en los pulmones que le provocó un acceso de tos. Trataba de calmarse, ¡pero había estado calmado demasiado tiempo! ¡No podía soportarlo más! ¡No quería!- ¿Qué va a hacerme? ¡Golpearme!

  

La mujer se retrajo ante el evidente sarcasmo.

  

-No tienes corazón.

  

Jack acrecentó su sonrisa.

  

-Lárgate, déjame en paz- pidió a su madre con sus últimas fuerzas.

  

Ella había empezado a llorar.

  

-Jack- hizo el intento de acercarse a él, pero el chico soltó un gruñido.

  

-¡Lárgate!- esta última exclamación se llevó todo de él.

  

Se llevó el dolor a niveles insospechados y le dejó sin fuerzas para moverse. Todo volvía a sumirse en penumbras, en soledad. Pero al menos, esta vez, tenía el fantasma de una pequeña victoria. Poco a poco sus padres pagarían por todas las atrocidades que habían hecho con él. Pagarían los insultos, los golpes, los daños…

  

Poco a poco.

  

Su venganza…

  

“Mi venganza apenas empieza… padre.”

Notas finales:

Eso fue todo! Hurra por la demencia! *risitas* En realidad, no lo sé… No suelo vagar por otro fandom q no sea el de Naruto, pero siempre hay una primera vez XD

 

Si el fic estuvo muy mal como basado en TDK, entonces tomenlo como un Original, y esperemos que este mejor XDDDD

 

Adieu!


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