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La sonrisa de Jack por KakaIru

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Notas del capitulo:

Yosh! Otro capítulo! *risitas* Personalmente me gustó mucho escribirlo, y advierto de antemano que habrá “algo” de violencia, pero pues, nada taaaaaan malo, ¿o sí? XD

 

Eeeeennnn fin… Muchas gracias por leer! *feliz*

 

Y no olviden, chicas:

 Batman/Joker IS lov!!! *heart*

La sonrisa de Jack 

II

Las horas transcurrieron, y parecía como si todo hubiese sido un sueño. Las imágenes, en cambio, resultaron vívidas y coherentes dentro de su cabeza. Jack se estiró lentamente, cada una de las vértebras de su columna resonando de forma más bien… perturbadora.

  

Sonrió cuando una corriente electrizante le recorrió el cuerpo.

  

Se levantó sin muchas fuerzas y se dirigió rápidamente al pequeño baño que poseía su cuarto. El lugarcito era minúsculo, mal iluminado, y Jack se contempló en el espejo sobre el lavamanos. Su rostro estaba pálido, tenía moratones y hematomas por todo el rostro, el cuello, los brazos y, más debajo de su camisa entreabierta –y llena de sangre seca-, también había heridas visibles sobre su abdomen, costillas y caderas. Sus dedos vagaron suavemente por sobre la piel magullada mientras se mordía los labios tratando de contener un gemido lastimero.

  

Ah… el dolor…

  

Reprimió una corta carcajada cuando pensó en la ironía del asunto.

  

Antiguamente huía de todo pensamiento que le recordara los maltratos de su padre. En cambio, en ese momento, recordaba con pérfida fascinación cada golpe dirigido a su persona, sus huesos crujiendo, sus costillas quebrándose, su piel rasgándose. Ah… el dolor, las laceraciones… era simplemente…

  

… adictivo.

  

Tan solo el dolor podía hacerlo sentir vivo nuevamente. Hacerle entender, por momentos, que era algo más que una sombra. Más que el desecho de su madre cobarde que no había tenido el valor suficiente como para abortarlo a tiempo. O simplemente más que el saco de boxeo de su padre, el blanco de sus insultos y sus golpes.

  

¡Jack era mucho más!

  

Y ahora estaba vivo, y ni una sola de esas heridas volvería a lastimarlo nunca más.

  

-Nunca más- murmuró sonriendo viciosamente.

    

*

     

La mujer dio un pequeño brinco, sus ojos desorbitados a causa de la sorpresa. Su larga trenza de cabello dorado brillando al tiempo que sus orbes azules escaneaban el delgado, maltrecho y desencajado rostro de Jack. El joven era de contextura delgada, pero esta vez era algo que iba mucho más allá de eso. Su cuerpo ya no sólo era delgado, era enclenque. Y su cabello caía en ondas desordenadas sobre su rostro surcado de moretones.

  

Se le veía tan débil de pronto, tan delicado.

  

-Jack, ¿quién te hizo esto?- preguntó la rubia maestra acercándose a Jack rápidamente, teniendo cuidado de no lastimarle todavía más.

  

Por Dios, ¿quién habría sido tan bestia de propinarle semejante paliza? No era la primera vez que veía a Jack con una que otra magulladura, ¡pero esto era simplemente impactante! ¿Cómo podía Jack, en primer lugar, sostenerse de pie?

  

-Me caí- respondió Jack secamente, y ella le miró como leyendo la mentira en sus ojos.

  

-No puedes estar hablando en serio. ¡Una simple caída no puede dejarte así!- trató ella de hacerle entender.

  

Los ojos de Jack brillaron peligrosamente.

  

-Ya le dije, directora. Me caí- y aunque su mirada dictara claramente que estaba mintiendo, también advertía: “y no te entrometas donde no te llaman”.

  

La rubia suspiró, consternada.

  

-Jack- susurró sutilmente-, tan sólo quiero que sepas que si necesitas a alguien, aquí estoy para ayudarte.

  

Jack asintió casi fantasmalmente y otra sonrisa curvó sus labios.

  

La directora reprimió un salto de espanto.

  

Era la primera vez que Jack sonreía… en años.

  

-Nos vemos, directora- se despidió el joven moviendo levemente su mano.

  

No necesitaba de nadie, ni de la directora ni de ningún otra persona. Estaba solo en el mundo, y estaba bien así. No quería la lástima de otros. Durante toda su vida había lidiado perfectamente con sus situaciones, esta no sería la última vez. Además, no había de qué preocuparse. Un nuevo Jack había nacido, y este nuevo joven no temía a nada.

  

Mucho mejor, este nuevo Jack iba a descubrir, experimentar.

  

¿Qué es la vida sino?

  

Un experimento constante.

    

*

    

Un juego.

  

¡Sí, eso era!

  

¿Cómo es que no lo había entendido antes? La vida no era más que un juego, una pequeña, absurda pero hilarante broma. Una broma cruel y despiadada. ¡Pero tan divertida!

  

En esto pensaba Jack, riendo a carcajadas incontrolables, su rostro contorsionado en una mueca demencial. La locura iba más allá de sus ojos, más allá de sus delgadas manos de largos dedos, más allá de la macabra curvatura de labios que profería una risa gutural y grotesca. ¡Era sencillamente perfecto! ¿Cómo es que no lo había visto antes?

  

Había estado tan ciego…

  

Porque Jack era listo -¡jodidamente brillante!- y sabía que no podía engañarse a sí mismo. Jack sabía que el sufrimiento a veces resultaba intolerable, pero no los golpes físicos. No, de esos no. Esos carecían de importancia. Los que realmente importaban eran los que eran dirigidos directamente a su corazón, su cerebro, su espíritu. Cada una de las viles y venenosas frases de su madre, cada mirada despreciativa, ¡todo! Y entonces se había dado cuenta…

  

Ella…

  

Ella no era la única que lo odiaba. Estaban también sus compañeros de clase, quienes murmuraban a sus espaldas, quienes le señalaban con el dedo, se burlaban de él, le llamaban débil

  

Ah, ¡estaba tan solo! ¡Y dolía tanto pensar en esto! Pensar que podía morir mañana y nadie se lamentaría porque sencillamente nadie conocía al verdadero Jack. Nadie era capaz de ver más allá de la figura encorvada, la mirada ojerosa, la actitud distante… ¡Eran todos tan egoístas! Sólo se preocupaban en sus propios bienestares, en sus fiestas y sus cuchicheos. No se interesaban por Jack ni deseaban compartir con él.

  

Por eso…

  

-Jejeje…

  

Por eso es que Jack, con su noble, gigante y compasivo corazón, iba a compartir con todos. ¡Sí! Porque Jack no era como todos los demás. Jack sí era generoso, y por eso iba a compartir todo su sufrimiento con aquellos seres. Compartir el dolor, la miseria, la desesperación. ¡Todos sentirían lo que él sentía!

  

Jack les mostraría su lado más oscuro, su lado más salvaje y más irracional. ¿Qué no era lo justo acaso? Si Jack podía compartir sus sentimientos con ellos, entonces se aliviaría un poco, podría respirar con más soltura. Porque cuando ellos sufrían al menos una parte de lo que sufría él, era como si todo comenzara a tener un poquito de sentido, y el dolor dejaba de ser tan insostenible.

  

Podía llegar a sentirse bien, de veras.

  

Es por eso que Jack les abriría los ojos. Les mostraría lo que era verdaderamente el mundo. Y allí, en ese momento, empezaría con ella.

  

-Hola, Elizabeth- reconoció Jack reprimiendo una infantil sonrisa.

  

La chica soltó un respingo. Temblaba como una hoja, notó Jack con ironía, y el sudor resbalaba por su lisa frente pálida de miedo. A ella la había encontrado por casualidad, luego de reconocerla como una de esas… voces… que tan mal se expresaban de él. Ah, no, esperen…

  

Risas.

  

Ahora recordaba. ¿Cómo podía olvidar su –perfecta maquillada- carita? ¡Si la chica era una de esas populares que le miraba con desprecio! Pfff… claro que Jack la conocía. La joven era hermosa, cuerpo perfecto, torneadas piernas, una sonrisa de esas como de propaganda, y asquerosamente rica, ¿lo había dicho ya? Y era tan, pero tan, tan egoísta, que a Jack le daban simplemente ganas de vomitar.

  

En cambio, sonrió sutilmente, acercando sus manos al rostro de ella, haciendo que sus ojos anegados en lágrimas le miraran directamente.

  

-B-Basta…- rogó la joven alejándose lo más posible de la dañina presencia de Jack, quien contempló fugazmente las muñecas amoratadas de ella, su uniforme desecho…

  

-Uh-uh… nada de eso- siseó Jack con sorna-, apenas estamos empezando, Eliza.

  

-Por favor… no sé qué fue lo que te hice pero…- se ahogó por momentos con sus propias lágrimas- pero lo siento.


  

Por toda respuesta, Jack le palmeó la espalda amistosamente.

  

-Vamos, Eliza. No intentes engañarme. Tanto tú como yo sabemos que no sientes absolutamente nada. Jejejee de hecho yo…- hizo una pausa para acariciarse uno de los largos mechones de pelo marrón- yo quería saber si podías sentir algo. ¡Y mira! ¡Sí puedes! Jajajajaja- volvió a estallar en carcajadas.

  

Estuvo riendo por un par de minutos, consciente a cada momento de que la chica caía más y más en pánico. Ah, era tan divertido. ¿Cómo es que había estado privándose de todo eso durante tanto tiempo? De haberlo sabido antes, su existencia habría sido mucho más gratificante.

  

-Ah, Elizabeth, cariño- le tomó el rostro con fuerza, luchando contra las fuerzas de la joven que intentaba por todos los medios de liberarse, inútilmente-. Ey, ey, shh… no, basta. Simplemente terminarás lastimándote.

  

-Eres… e-eres tú quien… quien me está lastimando.

  

Jack sonrió condescendientemente.

  

-Es cierto- aceptó mientras le acariciaba los contornos del rostro, ensimismado ante la extraña sensación. No era el sentirla rendida ante él. Era algo mucho más poderoso. El sentimiento de presentir lo que vendría. ¡La risa final!

  

-¿Por qué?- inquirió ella tratando de comprender el porqué se encontraba en semejante situación.

  

Simplemente había estado en el baño retocándose un poco el maquillaje, y al alzar el rostro para mirarse en el espejo había contemplado el escalofriante rostro de Jack. Había intentado gritar, pero antes de darse cuenta le había golpeado hasta dejarle inconsciente. Y al abrir los ojos se había encontrado allí, en el gimnasio abandonado de la escuela, atada y amordazada, con la ropa hecha jirones y la peligrosa figura de Jack observándole en la lejanía. Sonriendo.

  

-Ah… el porqué… -Jack entrecerró los ojos, como si fuese a contar una historia muy apasionante- El porqué es ciertamente… desconcertante. Pues verás, yo he sido siempre de esas personas que… ahm… que les molesta el ruido. No me gusta nada que hablen de más. Y tú… hmm… escuché que tú estabas diciendo cosas. No cosas buenas- soltó una pequeña risita-, sino de esas cosas que no le dirías a tus padres. Ya sabes, sobre el… solitario… perro… Jack.

  

Ante esta frase, los ojos de Elizabeth se abrieron de puro espanto. ¡La había escuchado!

  

-Sí, ¡sí!- exclamó Jack con entusiasmo, asintiendo repetidas veces- Los escuché, ¿no es graciosa la vida? Un día estás ‘allá’- señaló la puerta que guiaba a la salida del gimnasio-, y ese mismo día estás ‘acá’- señaló el suelo del gimnasio-. Y lo más gracioso es que yo estoy aquí, un tanto molesto, porque odio que me llamen ‘perro’.

  

-L-Lo siento, Jack…

  

-¡Ah! ¡Pero si sabes cómo me llamo!- soltó una estruendosa carcajada y, al terminar, jugó un poco con el cabello de ella- Muy bien, Eliza. ¿Ves que no es tan difícil llamarme por mi nombre? Ahora… es decir, ahora que estamos… ehm… entendiéndonos, ¿qué te parece un pequeño juego?

  

Elizabeth le miró fijamente.

  

-Sí, verás- Jack sacó entonces, de su bolsillo, una pequeña navaja afilada. La chica le miró con terror absoluto y lloró aún con más fuerza-. ¡Guarda silencio!- rugió Jack abofeteándole el rostro.

  

La muchacha se mordió los labios en respuesta.

  

Jack volvió a sonreír.

  

-Nuestro… pequeño juego, Elizabeth, va a ser muy sencillo. Sí, es que no me gustan las cosas demasiado complicadas, por eso vamos a hacerlo rápido. Además…- dirigió la vista rápidamente al reloj que llevaba en su muñeca- llego tarde para Biología. Así que, cuanto antes terminemos, ¡mucho mejor! ¿A que sí?

  

-Jack, por favor…

  

-Te dije que te callaras, Elizabeth. No quieres que te vuelva a golpear, ¿o sí? Porque no me importaría hacerlo de nuevo, y de nuevo, y de nuevo…

  

-No, por favor, no me golpees. Sólo déjame ir- imploró. Y se veía tan patética que la simple imagen de toda su decadente existencia glorificó el momento.

  

-Uh-uh, no puedo soltarte, Elizabeth. Pero verás, si jugamos un rato prometo que te dejaré ir. ¿De acuerdo?

  

La chica asintió repetidas veces, deseando con todas sus fuerzas acabar de una vez con esa pesadilla. Nunca habría pensado que un simple mote ridículo alteraría tanto a Jack. Y es que… nunca creyó que sería este tipo de persona. ¡Si siempre había sido tan callado, soportando las burlas y comentarios de todos! ¿Por qué había tenido que tomarla contra ella? Ella no había sido la única que había hablado mal de Jack, o que le había mirado con desprecio. ¿Entonces por qué? ¿Por qué no a alguien más?

  

-No es justo- murmuró casi sin darse cuenta, y Jack le escuchó perfectamente. Sus ojos brillaron, locura absoluta, un fuego abrasador que le quemaba el pecho.

  

¡Se acercó a Elizabeth hasta dejar su rostro a escasos milímetros del suyo!

  

-¡¡¡Claro que no es justa!!!- exclamó de forma eufórica, maravillado- ¡La vida no es para nada justa! ¿Quién dijo que lo era?- se detuvo un momento para reír- Pero hoy, Elizabeth, yo lo seré. Seré justo porque sé que eres una de las chicas más listas del instituto, así que te haré una simple pregunta y si la respondes bien, ¡te irás! ¡Así de simple!

  

La joven se estremeció.

  

-¿Y si…? ¿Y si no respondo de forma correcta?

  

Jack sonrió tenebrosamente.

  

-Mejor no pensemos en eso.

  

Rió como un niño pequeño que hace travesuras y se inclinó sobre Elizabeth, su navaja acariciando el cuello expuesto de la joven casi con cariño.

  

-A ver… dime, Elizabeth, ¿por qué?

  

-¿Por qué, qué?

 

Jack entrecerró los ojos. A su mente acudieron los recuerdos –oh, tan dolorosos- de su padre y de su madre. Su infancia solitaria, sin poder salir a jugar, sin poder ser feliz. Siempre recibiendo el rechazo de sus padres, el odio en sus miradas, la aversión. Y entonces era esa la pregunta: ¿por qué?

  

-¿Por qué me odian mis padres?- preguntó Jack en un murmullo sin ser consciente de que presionaba la navaja contra el cuello de la chica, quien luchaba fútilmente para liberarse de la dolorosa prensa, sintiendo el metal abrir su carne y la sangre abandonar su cuerpo a borbotones- ¿Por qué nunca me amaron?- continuó Jack perdido en sus memorias- Nunca estuvieron ahí para mí, ¿sabes? Ni cuando lloraba ni cuando me lastimaba. Bueno, probablemente esto último era porque era mi padre quien me hería, pero ese no es el punto. Lo que no comprendo es… ¿por qué tenía que sufrir siempre? Cada noche llorando, lamentándome, rezando por un futuro mejor. ¿Y por qué? ¿Qué había hecho para merecer eso? ¿Nacer? ¿Respirar? Ni siquiera eso fue mi culpa. Simplemente me arrojaron al mundo, a la luz, y aquí estoy. Y no sé por qué… ¿Tú sabes?

  

Silencio.

  

-Ey, Elizabeth… te toca responder.

  

Jack agachó la cabeza.

  

-¡Ups! Lo siento, no me he fijado- se disculpó mientras reía audiblemente.

  

Se levantó de su sitio y el cuerpo inerte de Elizabeth cayó a un costado, la sangre escurriéndose por el sucio suelo, los ojos de ella tornándose vacíos. Jack le observó, fascinado por la forma en que la vida le abandonaba. Ah, qué bien se sentía entonces. Por momentos su propio dolor parecía dimitir, hacerse un poco más ausente. Y era eso lo que buscaba, ¿no es verdad?

  

-De todos modos no sabías la respuesta- dijo mientras se encogía de hombros y guardaba la ensangrentada navaja en uno de sus bolsillos.

  

Oh, qué bien se había sentido al momento de acabar con ella. Tan sólo de rememorarlo volvían a atacarlo leves espasmos de placer que le recorrieron el cuerpo. ¡No tenía comparación alguna! ¡Era tan divertido!

  

Pero no tenía más tiempo que perder. ¡Demonios! ¡Había olvidado que tenía clases!

  

“Bueno, de todos modos ya voy tarde para Biología”, pensó mientras salía a toda velocidad del gimnasio sin preocuparse siquiera de cerrar la puerta o cerciorarse de que nadie le estaba viendo.

    

*

    

Definitivamente no lo vio venir, y antes de darse cuenta una masa de pelo castaño impactó de lleno contra él, tirándole al suelo irremediablemente. A duras penas pudo levantar la mirada para encontrarse directamente con unos ojos afiebrados que le revolvieron el estómago intensamente. En silencio y sin percatarse de la situación tan comprometedora en la que se encontraba –con aquel inesperado joven colocado entre sus piernas-, pareció perderse en los ojos de aquel quien, con una coqueta sonrisa, se levantó rápidamente y se fue sin decir más.

  

En su sitio, anonadado por la extraña sucesión de hechos, el joven permaneció en silencio –aún hipnotizado por aquel extraño joven-, hasta que una voz en extremo conocida le sacó de sus cavilaciones.

  

-¡Ey, Bruce! ¿Estás bien?

  

El muchacho tan sólo asintió, levantándose rápidamente tratando de no captar mucho la atención.

  

-¿Qué pasó?- preguntó Rachel sin haber prestado demasiada atención.

  

-No lo sé- respondió Bruce sinceramente.

  

¿Quién era aquel joven? Nunca antes lo había visto, pero al tenerle tan cerca… Había algo en él, definitivamente, que había hecho saltar su corazón. ¿A qué se debería este extraño hecho?

  

-Bruce- volvió a llamar Rachel-, ¿qué es eso?

  

El joven contempló lo que su amiga señalaba: una mancha en su camisa. Una mancha roja.

  

“¿Sangre?”

   
Notas finales:

Jooo! Al fin el primer encuentro entre Jack y Bruce! */////*

 

¿Qué pasará a continuación? Ahhh… ¿Podrá Jack actuar de forma más demente? Pero como lo amo *risas*

 

Dejenme divertirme, pretty please! xD


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