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Hasta que Hades nos separe por AvengerWalker

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Notas del capitulo:

Este es un fic muy, pero, MUY viejo, que subí por el año 2008, cuando aún era chica. Estoy reescribiéndolo para no traumatizar a nadie, entiéndase, mejorar muchísimos aspectos de la narración y profundizar aún más.

Sin embargo, DEBO ADVERTIR que sigue siendo algo escrito cuando recién empezaba a aventurarme en la escritura. Por ende, la trama es simple yalgunos personajes tienen rasgos OOC. En el proceso de reescritura intenté justificar ciertas actitudes y mejorarlo, pero aún así sigue notándose bastante. En el fondo, sigue siendo algo que escribí cuando tenía catorce, así que me disculpo de todo corazón por las falencias que tiene xD

 

Aviso: El fanfic es SEMI-AU, pero no le coloqué la advertencia porque sigue teniendo lugar en el universo de Saint Seiya. No obstante tiene varias modificaciones, entre ella la edad de los personajes. Si tuviera que situarlo en algún espacio temporal, sería antes de los hechos de Episode G.

Cierto joven de liláceos cabellos se distendía de sus actividades matutinas en el Santuario de Athena, en Grecia. Pese a lo arduo que resultaban los entrenamientos para todos, aunque fueran poco más que muchachos de catorce años de edad, no lograban dejar de lado su infancia. Aprovechaban, entonces, cada tiempo libre para poder jugar o simplemente cubrir sus necesidades básicas.

El futuro caballero de Aries se encontraba jugando con uno de sus mejores amigos, el joven discípulo de Tauro. Aldebarán provenía de Brasil y era donde normalmente entrenaba, mas sacaba provecho de las visitas de su maestro al Santuario para poder codearse con sus compañeros, con quienes compartiría un futuro incierto pero deseado.

 

—¡Atrápalo, Mu! —El jovencito de Tauro, no pudiendo controlar sus ansias de jugar ni mucho menos la fuerza a la hora de arrojar el balón, desvió el redondo proyectil hacia el más bajo.

 

Sin embargo, el lemuriano no alcanzó a responder a tiempo a causa de su distracción. Cuando desvió la mirada hacia el taurino para poder atrapar la pelota, la misma dio de lleno en su frente, provocando unas cuántas risotadas de parte de Milo y Aioria, que seguían su entrenamiento a tan sólo unos metros de ellos.

El golpe había sido doloroso y dibujaba ahora un perfecto círculo rojizo en la zona golpeada, mas el ariano no hizo expresión alguna más que de dolor. Cualquier niño de su edad habría llorado ante el impacto, mas no ellos. Estaban acostumbrados a ello ya desde muy chicos debido a su preparación para convertirse en santos dorados.

—Tu mente vuela hoy —protestó Aldebarán con un gesto infantil, apenas un nimio puchero.

 

Tenía razón. La joven mente de Mu se sintió culpable por no darle su entera dedicación al juego del brasilero, mas no podía evitarlo.

Y era cierto. Mu tenía la cabeza literalmente en otro lado... en una persona en específico. Sus pensamientos rondaban en torno a una de las figuras más influyentes del Santuario, uno de los más populares de los caballeros y que representaba, para Mu, una figura de autoridad a admirar. Shion era su maestro, casi un padre para él, pero cierto peliañil ocupaba un pedestal mucho más distinto. Pensar en él le provocaba ansias de mejorar, de convertirse en uno de los mejores entre sus compañeros para poder recibir de él al menos un halago. Quería hacerle orgulloso tanto a él como a su maestro.

—Perdona, Alde... es que...

—No estás aquí —sonrió su amigo. Aldebarán era demasiado amable como para enojarse con pequeñeces y Mu dudaba haberlo visto enojado alguna vez.

—Es que Mu está pensando en quien le gusta~ —canturreó Milo, el discípulo de Escorpio. Quizá el más impulsivo de todos... o el que más respondía a sus sentimientos.

 

El caballero de Géminis, que por entonces iba regresando del recinto patriarcal en dirección al coliseo, no pudo evitar escuchar el comentario de Milo. Sonriente, se acercó al grupo. Siempre se daba unos minutos para poder conocer aún más a los jóvenes, quienes serían sus futuros compañeros y procuraba darles una mano en lo que pudiera.

 

—¿De quién está enamorado Mu? —preguntó el peliañil con auténtica curiosidad, característica del signo bajo el que había nacido, Géminis.

 

El pequeño ariano casi perdió la consciencia al oír aquella voz, más aún al verificar sus sospechas: era Saga de Géminis quien estaba frente a todos, prestando atención a sus conversaciones de niños sin importancia. No pudo evitar que la admiración que sentía por él se tradujera en un tenue sonrojo en las mejillas.

Aioria, al que no se le escapaba ni el más mínimo detalle, como observador que era y más aún cercano a Mu, terminó arqueando una ceja. Incluso si sus edades no les legitimizaran, el leonino estaba seguro de que lo que sentía por el pequeño del primer templo era algo muy cercano a "gustar". No era de extrañarse: el ariano era una fuente de dulzura, aunque de vez en cuando reflejaba un lado algo agresivo, sobre todo cuando se molestaba.

 

—Es normal que pienses en chicas, Mu —comentaba Saga mientras tanto, despeinando los cabellos del aludido.


—Yo... —Mientras tanto, el de cabellos liláceos y puntitos en la frente no sabía qué decir. No era como si hubiera muchas chicas en el Santuario de todas formas y mentir tampoco se le daba bien. ¿Cómo iba a decirle que en realidad nadie le gustaba, y que la única persona que acaparaba su atención era él, a quien veneraba casi como a un Dios? No sonaría normal.

—A Mu le gusta Marin —rescató Milo, llamando la atención del leonino.


Saga pareció creerle, pues soltó una pequeña risa y, luego de desearles suerte en los entrenamientos y jornada del día, continuó su camino.

Aioria, sin embargo, no se lo tragaba ni de casualidad: estaba más que seguro que Mu ni siquiera se interesaba en Marin. ¡Aquellos dos ni siquiera hablaban! No es como si no conocieran la existencia el uno del otro, pero... ¿gustar? Mu apenas y sabía qué color de cabellos tenía su amiga.

Pronto, el ambiente de burla se disipó y cada uno continuó con sus cosas: Mu y Aldebarán jugando, Milo y Aioria entrenando.

La escena había resultado de lo más inocente e irrelevante aquel día, pero otro muchacho, un tanto distante del resto de los jóvenes que jugueteaban por allí, no había perdido detalle de la escena. Se trataba de un joven de rubios cabellos y ojos como el cielo, que si bien mantenía una buena relación con el resto de sus compañeros, prefería la soledad de su templo y la tranquilidad de su mente. Sin embargo, sus sentimientos hacia el caballero de Géminis se correspondían con los de Mu, y conocer el cómo se sentía aquél respecto de su ídolo no le agradaba en lo más mínimo. Se trataba de un buen chico, pero la bronca no hacía más que nublar su juicio. ¿Por qué a Mu le tenía que gustar la misma persona que a él? Tenía una buena relación con el lemuriano, podría decirse que compartían algunas tardes y conversaciones intelectuales, mas no llegaban a ser amigos en su totalidad. 

Era de mantener sus emociones en una línea distante, no le gustaba dejar que las mismas le enturbiaran el juicio, mas se sintió peculiarmente furioso por aquel azar. Ambos sentían atracción hacia la misma persona y para el virginiano, Aries empezaba a configurarse como una competencia. Mu no le desagradaba, pero...

 

—Veremos quién se adelanta entonces, Mu.


***

 

El popular caballero de Géminis, por otro lado, enfilaba directamente hacia el recinto patriarcal. Había sostenido una conversación con él en principio y se había cruzado con los muchachos entrenando, mas la voz de Shion había resonado nuevamente en su mente y se veía obligado a regresar donde él.

Seguía sintiéndose extraño cada vez que conversaba con el alumno del antiguo caballero ariano. Mu resultaba distinto a los otros niños: un tanto más maduro y decisivamente introvertido, como si su silencio escondiera un gran misterio. Ese joven poseía virtudes que más adoraba en las personas, detalles que le habían convertido en el mejor amigo de Aioros: era dulce, simpático y ayudaba a los demás. Sus enojos, sin embargo, no pasaban desapercibidos a sus ojos, y tenía que admitir que un Mu enojado era de las peores imágenes que pudiera haber en el planeta.

Pero seguía sintiéndose incómodo ante él... con un cosquilleo asentado en su abdomen. Una sensación sutil y agradable que le hacía evidenciar los latidos de su corazón. Enamorado.

Esa, en definitiva, era una palabra prohibida en su vocabulario. Mu era unos cuántos años más joven que él y Saga era ya todo un adulto. Prefería pensar que lo que sentía por el lemuriano era admiración, algo fraternal y nada más. Quizá las hormonas de Milo o Aioria se le pegaban.

Ascendió las escalinatas que le dirigían de inmediato al recinto patriarcal y se encontró cara a cara con Shion enfundado en su manto.

 

—Señor patriarca —saludó, por segunda vez, el peliañil a aquel hombre, inclinándose en una respetuosa venia. Su rodilla rozó el suelo e inclinó la cabeza como la norma dictaba, mas de un movimiento, Shion le instó a incorporarse. —¿Para qué necesitaba verme? —inquirió reincorporándose.

—Necesito que cuides de Mu —Ahí estaba de nuevo ese nombre. Ese chico sí que parecía estar en todas partes. —Estaré unas semanas fuera y no quisiera molestar a los demás, que muy ocupados están con sus discípulos. Pensé que al no contar con uno, podrías cuidar de Mu.

 

—¿De Mu? Claro que sí, señor.

 

—Gracias, Saga —Shion suspiró, un pequeño gesto que le dio mucho que pensar a Saga. Ahora que observaba con detalle, el de cabellos color lima parecía muchísimo más cansado que días anteriores. Se preguntó qué clase de tarea le llevaba fuera del Santuario, mas como no era asunto suyo se limitó a sus cosas.

 

***



—¡Shaka! ¡Shaka!

 

El discípulo de Virgo no pudo evitar gruñir. Mu destacaba por su personalidad tranquila, pero cuando entraba en modo hiperactivo podía ser incluso peor que Milo y Aioria juntos. Algo que detestaba de verdad era el ruido. Él, Shaka, amaba el silencio por sobre todas las cosas: le ayudaba a concentrarse, a equilibrar sus pensamientos y todo su ser, y el ariano no hacía otra cosa que corresponder a su signo y entrar haciendo escándalo. Intentó tranquilizarse. Sabía que su mal humor se veía muy influenciado con la bronca que le provocaba el saber que su compañero también guardaba sentimientos por Saga, mas el sólo recordarlo sólo incentivó su enojo.

 

—Por favor, Mu, no entres aquí gritando de esa manera —pidió con cortesía.


—Lo siento, Shaka... ¡es que estoy emocionado!


—¿Ah, sí? ¿Y a qué se debe? —preguntó, más por educación que otra cosa, pues poco interés tenía en saber lo que pasaba por aquella mente. De verdad no se encontraba en el modo para mostrarse paciente con nadie, pero tampoco podía despacharle así como si nada.

—Hoy hablé con Saga —soltó el lemuriano. El hecho de que su felicidad fuese provocada por algo tan pequeño, y más aún por esa persona en particular, terminó de irritar al rubio.


Sabía que estaba siendo injusto al tener esos pensamientos hacia el de Aries, pero no podía evitarlo. ¡Ambos estaban enamorados de la misma persona! Y el jodido no podía siquiera notarlo. Resultaba tan descorazonador que le hacía querer degollarlo... aunque no de manera literal.

 

—¿Saga te gusta?


—Sí —respondió el otro adolescente, sin titubeos.

—¿Se lo dirás?

 

Fue ahí cuando Mu guardó silencio. Para él, los problemas respecto de la edad ni siquiera eran problemas. En sus vidas había cosas más importantes de qué preocuparse, como entrenar, convertirse en caballeros dorados y tal, pero... ¿Tendría la valentía de decirle algo así a Saga?


—¿Sí o no? —insistió el rubio, su impaciencia aumentando ante cada intercambio verbal.


—Sí.

 

Ahí se dio por terminada la charla.

Mientras que Mu veía con extrañeza la actitud de Shaka hacia él, actitud que había comenzado desde hacía aproximadamente un par de semanas, el rubio buscaba la excusa perfecta para quedarse solo de nuevo. Se decidió por la excusa de la meditación para pedirle que abandonara el templo, algo que Mu hizo luego de disculparse, mas lo que pensaría con exactitud sería cómo adelantarse al ariano.

Necesitaba alejarlo de Saga, trazar un plan para tener mayor ventaja posible.


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