Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tentai Umbrella por Tsuu-kun

[Reviews - 18]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

El capitulo está narrado desde la perspectiva de Suzaku, de hecho casi todos serán así. Si tienen alguna duda por favor no se resistan en preguntarme.

Disclaimer: Code Geass como sus personajes no me pertenecen, si no a sus respectivos dueños.

Advertencias: Este fic es un Lelouch/Suzaku, yep leyeron bien, aquí Suzaku es el nene sumiso y tierno y violable. También próximamente conforme avance la historia se volverá un Gino/Suzaku, pero la pareja principal es Lelouch/Suzaku; no vendría mal que Gino le diera celos al principito.

Todos los textos en cursivas son parte del lenguaje de Senas, el que usan los mudos, y los textos entre ‘...’ son pensamientos de Suzaku o de otros personajes.

 

 

Capítulo No. 01

Volver a comenzar

 

Aún viajan las vibraciones de su tétrica voz en mis oídos. Fue ese día en el que dejé de soñar, y en el que mi voz dejó de fluir.

 

La noche envuelta en una densa neblina le prohibía a mis ojos el contemplar las luciérnagas cósmicas que suelen adornar su manto. Miraba a través de mi ventana los enormes edificios que me daban la impresión de ser vecinos del mío, incluso me atreví a pensar que ese era el momento en que se ponían a conversar sobre como estuvo su día.

 

Tenía 9 años entonces, el mundo me resultaba fascinante; los ávidos deseos de aprehender me motivaban a seguir, pese a mi corta edad adoraba asistir a clases; no había tema o libro que no fuese entretenido. Mis padres consentían en su medida todos mis caprichos, mis amistades me seguían a donde yo iba y el cielo parecía brillar sólo para mí, era feliz. Y así fue hasta el día de hoy…

 

Debía estar dormido, pero estaba tan ansioso por que amaneciera que decidí salir de mi cuarto e ir en busca de algún alimento que cesara mis pretensiones; un dulce, galletas o tal vez chocolate, siempre y cuando nadie lo notase. Pero al empujar la puerta de la cocina mis ojos temblaron al ver la escena que se estaba rodando. Allí frente a mí, sobre la mesa, mi padre golpeaba brutalmente a mi madre, que en defensa –una muy inútil- arañaba las manos de él.

 

Permanecí en silencio, contemplando sin saber que hacer; hasta que sin quererlo, mis labios se movieron:

 

- Papá,… ¿qué le estás haciendo a mamá? – callé enseguida, mi pregunta sonó tan frágil y queda que pensé por un momento no ser escuchado, pero me equivoqué.

 

Mi padre se detuvo, al igual que mi madre dejó de rasgarle la piel; la soltó para dignarse a mirarme.

 

Tragué con dificultad al ver la mirada atroz que tenía mi padre en ese momento, jamás vi ojos parecidos, ni siquiera los villanos de mis más escalofriantes cuentos narraban algo similar. Se encaminó hasta mí, no sabría discernir si era furia, odio, ira o locura la que había en esos ojos.

 

- Tú – me dijo, y con ello su voz resonó en mis oídos haciéndome estremecer.

 

Alzó su mano, desde mi posición la miraba enorme y poderosa; no, más bien aterradora.

 

- ¡No!, no lo toques, déjalo… ¡déjalo! – escuché gritar a mi madre, no pude apreciar en que momento se movió pues el cuerpo de mi padre me lo prohibía.

 

De pronto la mano se detuvo, y se giró para tomar por el cuello a mi madre para empujarla hasta la mesa nuevamente y así comenzar a estrujarla.

 

Retomó una vez más su agresión, golpeaba con demencia su figura; ella solo gritaba y dejaba escapar lamentos que oprimían mi corazón. Lleve mis manos hasta mis oídos, inconcientemente me senté en el piso recargando mi espalda en la pared. Mis trémulos labios se entreabrían pero las palabras no salían.

 

- ¡No!, por favor no – suplicaba ella.

 

En cambio él le ignoraba y entre más clamara, más agresivos se volvían sus puños. Fue entonces que mi voz salió al verme contemplado por los cándidos ojos de mi señora.

 

- M-mamá… - susurré al borde del llanto.

 

- ¡V-vete! ¡No veas! ¡No escuches! – vociferó con tremendo esfuerzo - ¡Corre! ¡No escuches! ¡No grites! ¡Vete! – repetía.

 

¿Qué debía hacer?, no podía entender el significado de tan sencillas palabras, me daba la impresión de que me hablaba en otro idioma.

 

- S-suzaku, ¡no escuches! ¡No hables! ¡No…! – mi padre hundió el enorme cuchillo de mesa en el pecho de ésta.

 

Ahogó sus quejidos, y de su boca un espeso líquido bermellón brotó.

 

- ¡V-vete!... ¡N-no escuches!... – volvió a clavarlo en el mismo lugar. Y mi madre gimió lenta y casi silenciosa. - ¡No escu-…! – tosió de forma salvaje, su cuerpo se retorció, ante esto mi padre la abofeteo.

 

- ¡Cállate, no hables! – ordenó con furia – no te quiero escuchar maldita zorra – escupió sobre ella.

 

- Suzaku… ¡v-… vete! – me miró para rogarme con sus tiernos ojos.

 

- ¡Te dije que te callaras! – la apuñalo por tercera vez.

 

Sus palabras se tornaron una suplica, por fin pude entenderlas. En mi desesperación tome lo más cercano a mí –aquellos palillos que me obsequió en el viaje a Osaka-, los sujeté como pude, pues el temblor de mis manos era exagerado y sin dudarlo los clave en mis oídos… no hubo dolor, no sabría decir si fue a causa del terror que se cernía sobre mí o por que mi voz no escapó de mi boca, parecía haberse esfumado.

 

La misma solución carmesí que brotaba del pecho y labios de ella, ahora emanaba de mis oídos.

 

Ya no percibí sonido alguno, no sentí una sola vibración llegar a mi cerebro; todo se volvió silencioso, taciturno.

 

Mi madre me miró con amor, sus labios se movieron, pero no emitieron sinfonía alguna, no entendí lo que me dijo. Al ver mi expresión sonrió para cerrar sus ojos y ahogarse en sus sueños.

 

Cansado y aún agitado, mi padre la dejó inmóvil; podía ver con claridad su respiración agitada, sus puños apretaron el cuchillo para soltarlo enseguida. Todo ahora era como una película antigua, donde los colores no existían y el sonido se había extraviado.

 

Avanzó hasta mí, me tomó del pijama y me alzó, hablaron sus labios en un lenguaje desconocido para mí para así enseguida sonreírme. Con su otra mano tumbó el cuerpo de mi progenitora, para recostarme en la mesa. Tiró de mi ropa tan fuerte que la rasgó por completo, dejando al descubierto mi frágil cuerpo. El jade de sus ojos me contemplaba con deleite, su lengua pasaba por sus labios con suavidad.

 

- ¿Papá? – cuestionaron mis labios en un tono inaudible para él y para mí.

 

Pareció entenderme, y contestó mi pregunta con un legible ‘Te amo, Suzaku’; ¿cómo pude escucharlo?, no, no te equivoques, sería imposible que lo haya oído, pero fue lo suficiente entendible para mis incrédulos ojos.

 

Al sentir sus manos acariciar mi cuerpo de esa manera tan nauseabunda, cerré mis ojos tan fuerte en busca de mis ensoñaciones –las únicas capaces de arrebatarme de la realidad-, al encontrarlas me perdí en ellas, alejándome de todo y de todos…

 

Cuando desperté me encontré en una recámara bastante extraña; el color blanco del lugar como el de las sábanas, cortinas y muebles, produjeron en mí una tonta y absurda respuesta: ‘He muerto’; me dije, pero al ver aquellos aparatos que parecían monitorear algo, me desilusioné y caí en la cruda realidad, no era así –no estaba en el cielo-, estaba aún en ese asqueroso mundo, estaba vivo,… estaba en un hospital.

 

Las enfermeras entraban para cerciorarse de mi estado, incluso una de ellas se quedaba a mi lado hasta que me durmiera. Sí, dormía, pero por breves instantes, pues los espantosos recuerdos me sacaban de ello. Lo máximo que logré dormir en esos tiempos fueron 47 minutos, por lo que los médicos optaron por suministrarme somníferos y otras pastillas. A mi corta edad y estaba a punto de volverme un dependiente.

 

El tiempo pasó, y al no ver mejoría en mí –con respecto a mi estado de ánimo-, el director del hospital me envió al Biely rytier, un sanatorio fundado por eslovacos; donde he pasado todos estos años. Es un lugar costoso, pero por alguna extraña razón, Kisaragi-san optó por llevarme allí, creo que es por que me estima de alguna manera.

 

¿Qué pasó con mi padre?, no lo sé; incluso después de mi accidente el jefe de la policía de la ciudad me comunicó su más sentido pésame por la pérdida de mi madre, así como su alegría al saber que me encontraba con vida. No mencionó a mi padre en ningún momento, y lo agradecí; prefiero continuar sin saber nada de él, ni de lo que le ha ocurrido ni de lo que me hizo cuando perdí la razón.

 

Es extraño, ¿por qué habré recordado aquel día?, no lo sé, desde hace 6 años he tratado de borrarlo por completo de mi mente, pero no he podido.

 

De pronto mis ojos se oscurecieron, llevé mis manos hasta ellos –era ella-, no había duda. La persona que ahora cubría mi vista era Euphemia-san. Aparté sus manos de mi mirada para volverme hacía ella.

 

- ¿Cómo estás? – me dijo con sus manos.

 

- Feliz de verte – contesté con las mías.

 

No puedo oír, ni hablar; los médicos diagnosticaron que mi sordera sería permanente, pero con respecto a mi voz no podían dar una opinión definitiva, no entendían como perdí el habla sin que mis cuerdas bucales sufriesen daño alguno. Por ello tuve que aprehender el lenguaje de Senas, que consiste en mover mis manos semejando las letras del abecedario.

 

- Afuera está tu amiga – me dijo al sonreírme desde la puerta.

 

- ¿En verdad? – pregunté ilusionado.

 

- No la hagas esperar, pues una vez que alguien conoce esos hermosos ojos esmeralda que tienes es difícil aguardar por verlos – me guiñó para huir enseguida de mi habitación.

 

- ‘¿Mis ojos?’ – me cuestioné confundido – ‘¿qué podrían tener de buenos?’.

 

Desde aquel día procuré evitar cualquier espejo o lo que fuese que me pudiese mostrar lo que soy; odio y me produce hastió observarme. Pues: ‘Te pareces a él, Suzaku’, ¿es mentira, verdad Madre?.

 

Me levanté aún en bata, la cuál me queda bastante grande, incluso en ocasiones se desliza por mis hombros dejándolos desnudos por completo. Baje las escaleras y corrí hasta el jardín.

 

El lugar más hermoso del sanatorio; lleno de orquídeas blancas y purpúreas. Hice viajar mis ojos en toda dirección hasta vislumbrarla. Por fin dieron con ella, allí estaba por lo que me encaminé en su dirección.

 

Palpé su hombro con delicadeza, a lo que ella se estremeció como respuesta y volteó su rostro hacia mí.

 

- ¡Suzaku! – exclamó, no pude escucharla, pero sonreí al leer mi nombre en sus labios - ¡qué lindo te ves! – dijeron sus manos al verme todo agitado y con el pijama resbalando por mis hombros.

 

- ¡Ah!, lo lamento – contestaron las mías, y para pronto tire de la bata y así abrigar mis hombros. Qué incómodo es que las cosas te queden grandes.

 

- Me alegra verte contento – me miró con alegría.

 

- Es por que tú has venido a verme – mis labios no dejaron de sonreírse.

 

- Sayoko, deja por favor, que Suzaku y yo iremos de paseo – le pidió algo a su sirvienta - ¿verdad Suzaku que iremos de paseo? – me preguntó, algo que más bien parecía una afirmación.

 

- Sí – respondí al tiempo en que asentí con la cabeza.

 

Entonces fui yo quien tomó el control de la silla; sí, no lo dije antes por que en ese momento ni ahora me importó. Ella es Nunnally, mi mejor amiga, no puede caminar por lo que tiene que permanecer en una silla como esa. El día en que la conocí fue el día en que decidí por primera vez salir de mi cuarto. Ella es el motivo por el que ahora aún lo sigo haciendo. Antes me la pasaba encerrado en mi habitación, sin ver a nadie, bueno, sólo a Kisaragi-san y a Euphemia-san, que aunque la ignoraba al principio e incluso me portaba de forma grosera, no se dio nunca por vencida hasta ganarse mi amistad. Tengo pocos amigos, pero los mejos sin duda.

 

- Sabes Suzaku – alzó su pequeñas manos para que yo pudiera verlas – hoy pienso presentarte a la persona que más quiero.

 

- ‘¿Qué mas quiere?’ – debí sentirme en este momento triste al descubrir que no era yo esa persona, pero fue todo lo contrario, si Nunnally decía que era la más importante en su vida, entonces, debía ser una persona extraordinaria.

 

- Él es algo engreído y un poco orgullo, por no decir mucho pero… es la persona más buena del mundo – continuaba hablándome con sus manos, que aunque no fuesen sus labios me transmitían una enorme emoción y hasta cierta pedantería.

 

Deje de guiar la silla pues habíamos llegado a la parte del jardín preferida de Nunnally y mía, donde se extendía una especie de alfombra de hermosos tulipanes blancos. Con cuidado le bajé llevándola hasta las flores, donde la recosté. Jaló de mi bata para así invitarme a sentarme a su lado. Pasamos toda la mañana allí, hasta que de repente hizo una gesto de sorpresa, introdujo sus manos entre sus ropas y sacó un celular; me habría percatado de ello si tan solo pudiese escucharlo sonar. Hablaba entusiasmada, yo me dediqué a mirarla, disfruto de verla tan feliz. Colgó y se giró hacía mí.

 

- Ha llegado, la persona que te presentaré – me comunicó.

 

- ¿De verdad? – interrogué excitado, por alguna extraña razón tenía un enorme deseo de conocerlo.

 

- Sí, pero… - me miró ¿con picardía? - ¿te parece bien que te vea en pijama? – señaló mi atuendo con cierta burla.

 

- ‘¡Ah!, maldición no me di cuenta, lo olvidé por completo’ – pensé, que vergonzosa situación, ¿cómo podría presentarme de esta manera?, ¿qué pensará de mí esa persona al verme vestido así?. Me levanté rápidamente, girando mi cuerpo y echándome a correr, pero cuando di los primeros pasos choqué con algo o más bien alguien. Perdí el equilibrio, cayendo hacia atrás, pero antes de que lo hiciera sentí como aquel muro capturó mi mano intentando jalar de ella, pero fue inútil, ambos caímos.

 

Los pétalos se desprendieron de su flor, bailando con el viento sobre nosotros para descender lentos sobre el césped. 

 

Permanecí con los ojos cerrados, no me dolió el golpe a causa de los tulipanes. De pronto sentí como una exquisita onda de calor se estrellaba en mi rostro. Cómo mi cuerpo era asfixiado por el peso de otro. Abrí lentamente mis ojos, y cuál fue mi sorpresa al encontrarme reflejado en el más bello par de amatistas que pudiese crear la naturaleza. El joven que tenía sobre mí parecía un príncipe, sus hermosos labios, su nívea piel y esos sedosos cabellos que caían sobre mi tez parecían producto de una delicada ensoñación mía. Entonces su hechizante boca me habló.

 

- ¿Estás bien? – lástima, no podía escuchar su voz, una que de seguro debía ser deliciosa.

 

- … - solo asentí.

 

- Qué hermoso sonrojo – me dijo al verme con ternura.

 

- …  - ante su comentario no pude evitar ruborizarme aún más. Es verdad que no puedo oír, pero las pequeñas frases son fáciles de leer para mis ojos.

 

- Tus ojos… - dijo para acariciar mi faz con su gentil mano. Mi cuerpo se estremeció con sus caricias, oculté mi mirada y aferré mis manos al césped. Estaba nervioso.

 

- Y tus labios… - al tener mi vista cerrada no pude seguir con la lectura de su boca, pero así era mejor, pues habría terminado por desmayarme si continuaba con tan provocativa lección. Aprecié sus dedos delineando mis labios con devoción.

 

Extraño, sin duda alguna, en todo este tiempo nadie había logrado tocarme, ni siquiera las enfermeras o los médicos; siempre reaccionaba violento, Kisaragi-san suele decir que me parezco a un cachorro con alma de felino.

 

- Onii-sama, deja ya a Suzaku-kun – gritó Nunnally al ver la escena.

 

- Lo lamento – respondió el joven apartándose de mí con sumo cuidado.

 

Ya no sentí más sus caricias ni el calor de su cuerpo, abrí lentamente los ojos y traté de calmar el tiritar de mi cuerpo.

 

- Permíteme ayudarte – no pude seguir sus labios, por lo que hice una mueca de confusión. Pero en el momento en que me extendió su mano comprendí sus palabras… con cierta timidez la tome para ponerme en pie.

 

- Jaja – rió Nunnally.

 

- Así que él es la persona que me querías presentar, ¿eh? Nunnally – dijo el hermano mayor de ésta sin dejar de ver y soltar mi mano.

 

- Así es onii-sama, por favor te pido que seas amable con él – clamó Nunnally al juntar ambas manos con una delirante sonrisita.

 

- Será un placer – contestó el joven – un gusto Kururugi Suzaku, mi nombre es Lelouch Lamperogue – se reverenció ante mí sin soltar mi mano, lo sabía él es un príncipe – espero poder conocerte mejor – me miró de una manera que me hizo estremecer y avivar mi sonrojo – princesa – besó mi mano.

 

- Onii-sama, no le digas cosas así a Suzaku-kun, sé que es muy lindo y tierno, pero él es mi príncipe, no lo hagas tu princesa que entonces no podré casarme con él – comentó con cierto reproche pero sin dejar su tinte de dulzura.

 

- Entonces querida hermanita, tendré que declararte la guerra – hizo un gesto seductor y se llevó la mano hasta su boca para cubrir un poco la risa que le invadió en ese momento.

 

 

¿Quién es él?, ¿ésta es la persona más importante para Nunnally?, ¿por qué me siento extraño?, mi corazón palpita con tal fuerza, que duele. Y ahora, ¿qué debo hacer, dios?. Todas esas preguntas vinieron a mi mente pero no les di importancia en ese momento…

 

No comprendía su plática ni el ‘porqué’ de sus risas, pero no me importó pues en ese momento era testigo de la escena más dulce que haya presenciado desde entonces.

 

 

To be continue…

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).