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Una pelea por Dazel Tenshi

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Notas del fanfic:


Notas del capitulo:

Este relato lo escribí como regalo de cumpleaños, para una persona muy especial para mí, una de las mejores autoras de amor-yaoi y una persona con quien me encariñé muchísimo, Rincabot.

Pequeña, espero que disfrutes mucho tu cumpleaños, ya es un año menos de tortura x).

Espero que te guste este pequeño obsequio que está hecho con muchísimo cariño.

Te dejo besotes, abrazotes, Kakuzus y Hidanes, pequeña!!



 

Todo el mundo sabía que aquellos se odiaban, y es que no se debía ser un genio para notarlo.

Cuando esos dos estaban juntos, lo que era casi siempre que se les veía, eran como esas bombas de tiempo, con cuenta regresiva amenazando con una explosión inminente, con una catástrofe de grandes magnitudes, que estallan con fuerza intempestiva, capaz de destruir todo a su paso, abandonando solo escombros a su haber.

Todos estaban muy acostumbrados cuando alguno de los dos empezaba a provocar al otro con alguna frase malintencionada o algún insulto certero, además todos conocían quien era el que comenzaba la mayoría de sus riñas, y ese era definitivamente el de cabellos color plata.

Hidan jamás tuvo una personalidad fácil de tratar, podía llegar a ser muy irritable en ciertos momentos y capaz de sacar de sus casillas hasta al más paciente y calmo ser humano, pero había que admitir (aunque el de ojos violeta no quisiera hacerlo) que su presa favorita era su compañero de equipo, porque disfrutaba con placer malsano cada vez que veía como el adusto hombre de la máscara comenzaba a fruncir su ceño levemente cada vez que Hidan le molestaba con sus insistentes caprichos, chillidos molestos y groserías por doquier.

Si, Hidan, era todo un caso, pero que el de cabellos plateados fuera un tanto fastidioso no libraba de culpas a Kakuzu, éste no era un blanco angelito ni una persona que pudiera jactarse de ser paciente y calmo, era más bien irascible, violento, y prendía con los insultos de Hidan como si de pólvora se tratase, aumentando los gritos, los insultos, todos los chillidos caprichosos y las risas burlonas que ambos se encargaban de producir. Pero la verdad es que Kakuzu (aunque tampoco quisiera admitirlo) disfrutaba de aquel pequeño “intercambio de pareceres” con su compañero de equipo, por eso es que muchas veces se encargaba de molestar más de la cuenta al ojivioleta esperando ansioso la predecible respuesta del otro.

Nadie entendía como esos dos podían vivir juntos si la mayor parte del tiempo se la pasaban discutiendo y tragándose esas acaloradas disputas, y es algo que tampoco se podían explicar aquel par de inmortales.

En aquellos momentos en que se cegaban por la ira solo dejaban aflorar sus emociones quemando a su paso todo, sin dejar rastro, dañando, hiriendo lo más posible.

Pero esa vez todo había salido de sus límites, aquello ya no era una de sus trifulcas normales, era algo fuera de sus cabales, exento de todo razonamiento, eran como dos bestias atacándose sin piedad.

Se daban golpes, fuertes y llenos de saña dirigidos con ira a su compañero.

Kakuzu tomaba el cuello blanco y excelso de Hidan para apretarlo con su mano derecha con toda la fuerza que podía entregar en el acto, con todo el frenesí acumulado en sus dedos, con los ojos verdes refulgiendo cólera a los contrarios, los que le contestaban con la adusta expresión de algo parecido al odio. Entonces Hidan con apenas la respiración saliéndole de la garganta se valía de toda la fuerza de su rodilla para incrustarla con más rabia de la imaginada en el estómago ajeno, obligando al enmascarado a doblarse dolido recibiendo además un enérgico golpe en la nuca por parte del contrario.

En eso el de cabellos negros, completamente airado, fuera de sí, se levanta enhiesto y tomando con ímpetu los costados estrechos de su compañero, lo golpea contra la pared más cercana, obligando al otro a cerrar los ojos por un segundo, siendo acudido por agudo dolor.

Eso era una batalla campal, se odiaban, se destrozaban, pretendían matarse aunque ninguno de los dos lo lograra.

Pero la verdad es que ya no sabían cuales eran sus supuestas razones, todo pensamiento se había esfumado como humo cuando un primer golpe se presentó presuroso, todo juicio coherente los había abandonado para transformarlos en dos animales furiosos, a Kakuzu con parte de su máscara desgarrada y a Hidan con su labio roto sangrando efusivo.

La verdad es que solo recordaban algún “Maldito avaro” y un “Estúpido caprichoso” dicho con enojo, pero eso no explicaba que terminaran en aquello.

-Suéltame hijo de puta- protestó con un tono siseante Hidan, con algunos de sus rebeldes cabellos blanquecinos cubriéndole esos ojos que parecían mucho mas rojos que otras veces, que intentaban quemar a los otros y desquitarse de alguna manera del agarre firme que le impedía sus movimientos.

Kakuzu solo se le quedó mirando con la respiración muy agitada, volándole entre su boca entornada suspiros de furor, apretando con más fuerza las costillas de su compañero cuando escuchó esa grosería mal intencionada.

-He dicho que me sueltes, Kakuzu hijo de puta!!- gritó nuevamente y con fuerzas renovadas comenzaba a patalear en vano contra el más alto.

-Quédate quieto- fue la imponente orden de un muy serio Kakuzu, que miraba al ojivioleta con más gravedad que antes, mas su amenazante petición fue ignorada por un airado Hidan, que volvió a removerse entre los fuertes y extrañamente cálidos brazos del ojiverde.

-Qué mierda haces?- volvió a reprocharle el religioso con ese acento chillón escapándosele de la boca. Volvió a remover con fuerza sus piernas con la clara intención de alcanzar a quien tenía enfrente, para ver si con aquella acción derribaba ese agarre que le estaba dañando y turbando más de lo necesario. Además Kakuzu se estaba comportando muy extraño, y eso no le daba buena espina, la verdad es que no quería terminar con un miembro menos en su cuerpo para después ser unido por el propio culpable.

Por su parte Kakuzu seguía con aquella expresión de gravedad bañándole los ojos, tenía su boca tensa y cerrada en una sola delgada línea, aún respiraba agitado con mil emociones golpeándose en los gestos de su rostro.

Entonces en el silencio que había durado a penas unos segundos, solo siendo acompañado por el tronar de los movimientos del menor en su intento de escape, se vieron interrumpidos por la impetuosa y grosera protesta de un muy furibundo Hidan.

-Ya me cansaste, maldito avaro, si no me sueltas en este momento te mat- pero las palabras no lograron su cometido por que fueron interrumpidas con la caricia rabiosa del par de labios de Kakuzu.

Hidan podía esperarse cualquier cosa, pero esto estaba fuera de su línea de pensamientos, ese que le besaba casi mordiendo su boca no podía ser el mismo cretino de ojos esmeraldas con el que hace tan solo minutos se molían a golpes.

Y como aquello no calzaba en la turbadísima mente del peliplata corrió bruscamente su rostro, para evitar aquella fogosa boca que le amenazaba con romperle los labios.

-Qué mierda crees que estás haciendo, puto avaro suéltame de una vez- intentó defenderse el más pequeño pero solo logró que el otro le tomara con desmedida fuerza y azotara su espalda contra el frío suelo, finalmente Kakuzu invadió su cuerpo abalanzándosele con pasión y furia entre mezcladas en el nuevo beso que hacía acto de presencia.

Hidan siguió sacudiéndose con inútiles esfuerzos que eran amortiguados por el majestuoso cuerpo del de ojos esmeraldas.

Eso era aterrador, placenteramente aterrador fue lo poco que alcanzó a cruzar la mente de un confundido pelitplata, para rendirse por última instancia en un suspiro sumamente erótico arrancado por aquella mano intrusa entre su pecho y estómago.

Kakuzu no estaba mejor en cuanto a reflexiones se trataba, continuaba preguntándose la razón de sus precipitadas acciones, pero solo obtuvo respuestas físicamente satisfactorias entre todas aquellas caricias.

Y disfrutó cuanto pudo de la violencia de aquella unión, de cómo su contrario desgarraba con ensañadas manos las vestiduras usadas, cuando le rasgaba con frenesí sus brazos y mordía insaciable su labio inferior.

Seguían siendo un par de animales, seres que respondían a estímulos e instintos, que disfrutaban de un deleite masoquista cuando su cuello blanco era mordido hasta hacerle sangrar. O proferían más caricias certeras cuando los gemidos incitantes en la boca suave de Hidan escapaban sensuales.

Kakuzu se encargó que aquello no fuera normal, después de todo no eran personas que pudiera llamárseles comunes, por el contrario, era entes que no entraban en muchas lógicas mentales.

Y Hidan recibió gustoso todos aquellos gestos, entregados con un montón de sensaciones sofocantes, con el vaivén ensordecedor de caderas, un sonrojo rebelde en ese par de mejillas albinas, algún gemido gozoso en la boca de costuras y unas cuantas caricias dadas con más devoción de lo permitido.

Definitivamente aquella no había sido una pelea normal, porque cuando las intenciones se habían combinado con los deseos carnales habían terminado como aquellas bombas de tiempo, estallando en retazos de sexo, mordidas, besos sin ternura, ojos inevitablemente mirándose, groserías malintencionadas, golpes sadomasoquistas, suspiros en las orejas, gemidos de gusto, caricias violentas, orgasmos inminentes.

 

Kakuzu y Hidan sabían perfectamente que no podían estar compartiendo un mismo lugar sin estarse peleando por alguna u otra razón, ambos conocían su relación, y así aprendieron a convivir con sus riñas, con sus chillidos caprichosos y con risas burlonas. Y en cierto modo eso les satisfacía.

Pero ahora habían encontrado la mejor forma de hacerlo, definitivamente el sexo era la mejor de las peleas que habían tenido.



Notas finales:

FELIZ CUMPLE~~!!

Espero que hayas disfrutado pequeña, te quiero un montón!

(Se ve a un Dazel hiperventilado abrazando auna Rincabot a punto de ser asfixiada)

Sayo~~!


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