Levanto la mirada al escuchar la puerta abrirse y me incorporo de inmediato al verte entrar en el dormitorio, se te ve nervioso e inquieto, justo como yo estoy ahora. Nos miramos con timidez cuando cierras la puerta a tu espalda y una sonrisa nerviosa cruza tu sonrojado rostro. Se que pocas veces tendré la oportunidad de verte comportándote así, por lo que mis nervios iniciales disminuyen un poco.
Nos acercamos lentamente, como dos adolescentes en su primera noche juntos que no saben como actuar. Técnicamente es nuestra primera vez, ya que hoy cambiaremos los roles y es por eso que sentimos esta nueva sensación, esta especie de miedo a lo que se avecina, un miedo irracional ya que ambos sabemos lo que sucederá entre estas cuatro paredes y, por experiencia propia, puedo asegurar que es muy placentero. Nada a lo que haya que temer; pero es algo que no podemos evitar.
Acaricio tus coloradas mejillas apenas con las yemas de mis dedos, recordando como llegamos a esta situación mientras juntamos nuestros labios en un beso dulce y superficial que vamos profundizando con ternura, ese sentimiento que guardas especialmente para mí.
Te estuve esperando durante horas. Aquella cita era muy importante para mi, para nosotros. Celebrábamos nuestro primer aniversario, algo quizás demasiado cursi para algunos, peor para ambos le damos un valor especial pues con nuestro trabajo es difícil conseguir pareja estable y que llevásemos uno años juntos era todo un record. Aunque a decir verdad, yo esperaba ansioso ese encuentro por el tiempo que hacia que no nos veíamos en privado, que no nos podíamos comportar como una autentica pareja por ser la homosexualidad un tema tabú en nuestra sociedad. Eran las ganas de volver a besarte, de poder abrazarte con libertad lo que me impulsaron a esperarte durante horas y cuando apareciste no me enojé por tu tardanza, es comprensible ¿o tal vez no? Igualmente no puedo enfadarme con la persona a la que más amo y me lance a tus brazos desesperado por sentir el contacto de tu piel.
No rechazaste el beso, pero tampoco mostraste interés en querer avanzar más y yo me separé extrañado.
-Lo siento, Wookie, me tengo que ir. Solo vine a avisarte. Prometo que cuando tengamos un rato para estar solos seré el pasivo.
Así me lo dijiste y así lo recuerdo.
Una promesa tuya vale más que cualquier contrato y no voy a negar que esa me pilló completamente desprevenido, aunque no pienso ignorarla. Una oportunidad de oro. La única que tengo para hacerte mío de la misma forma que has hecho tú conmigo.
Ni una semana tarde en hacer un hueco en nuestras agendas, no fuese que te arrepintieses y te echases atrás. Me lo prometiste y por eso ahora beso con delicadeza tus labios intentando no mostrar demasiada impaciencia por poseerte. Por ser el dominante durante una noche.
Los nervios te hacen actuar de forma distinta esta noche, te dejas hacer, descolocado por estas nuevas posiciones, tenso imaginando lo que vendrá pero, extrañamente, me excita mucho más tener el control, lo descubrí la primera vez que te dejé temblando de placer y gritando extasiado mi nombre, aunque las tornas hayan cambiado, aun puedo conseguir ese efecto solo con mis boca.
¿Conseguí distarte de todo pensamiento?
Desnudándote con lentitud, saboreando tu piel, devorando tus labios con hambre. Te mantienes quieto, sin poder borrar de tu mente la promesa, son lograr disfrutar de las sensaciones que te ofrezco, pero no me rechazas.
En inevitable que te duela al principio, más aun con lo tenso que estas y te acabo regañando como si fueses un niño pequeño, arrancándote una carcajada en el proceso.
Por el grito de dolor que soltaste cerca de mi oreja, deduzco que habré perdido audición en ese oído, pero estar dentro de tu cuerpo es algo único. Si alguna vez pensé quehacer el amor contigo era espectacular, ser el activo contigo me lleva directo de cabeza a la locura.
Todo rastro de ternura y delicadeza se evapora reemplazándose rápidamente por pura pasión y lujuria cuando toqué ese punto nervioso que hizo tus gemidos más escandalosos.
Aunque al principio me resistía, acabé dejándote marcar el ritmo, verte disfrutar aquello me excito aun más si eso era posible e hizo de esta noche de pasión un recuerdo inmejorable. No es por el acto en si, sino por lo que ello significa, Por fin confías en mi, tanto como para regalarme tu virginidad, algo que yo hice por ti hace ya mas de un año. Te entregaste por completo. Venciste tus dudas, miedos y prejuicios por y para mi. Y eso me hace el hombre más feliz del mundo.
Ahora, mientras nos recuperamos del orgasmo, te observo. En tu sonrojado rostro una rádiate sonrisa, el pecho desnudo y perlado de sudor bajando y subiendo intentando acompasar tu respiración, los ojos cerrados como si estuvieses grabando en tu memoria cada segundo de lo acontecido en tu vida, y nuestras manos entrelazadas.
Por fin puedo decir que eres mío.