Camino por las calles de Konoha pensando en él, como de costumbre. Hum, aún recuerdo esa primera noche...
-¡Kakashi! Llegas tarde de nuevo- dijo con un tono de voz elevado.
-Lo siento, un gato negro se cruzó por mi camino y...-intenté excusarme.
-Oh vamos, déjalo ya..
Umino Iruka. Tal vez para los demás no era un chico muy bello, quizás por su cicatriz, que atravesaba su nariz de forma horizontal, casi de oreja a oreja me atrevería a decir. Pero su pelo castaño, sus ojos negros y su tez morena, a mí me volvían loco. Y caminar junto a el era una sensación agradable, muy agradable. Oh, como lo amaba. Pero claro, en secreto, con lo pudoroso que era Iruka-san...tal vez se hubiese construido un refugio a prueba de balas en medio de la oficina de Tsunade-sama para máxima seguridad y para evitar todo acercamiento.
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Llegaba tarde otra vez, otra vez y como siempre. Sus disculpas se repetían ¿acaso no se daba cuenta? Definitivamente era un desastre. Pero aún así me encataba su pelo alborotado y la forma en que se curvaba su ojo cuando (aún llevando aquella máscara) sabía que sonreía. Aquel era el día, el día en que le confesaría mis sentimientos, me daba igual si salía corriendo y huía con el pervertido de Jiraiya-sama a alguna isla de mujeres semidesnudas, necesitaba confesarle ya todo eso que no me dejaba ni conciliar el sueño.Llegamos hasta el río de Konoha y nos acomodamos (como muchos otros días) en la mullida hierba cercana a la orilla.Kakashi no llevaba su protector de frente, y sus dos ojos observaban las nubes, seguro que a Shikamaru le hubiese encantado estar aquí.
-Tengo que decirte algo...-dijimos al unísono.-Oh,tu primero-de nuevo.
-Está bien, yo...Kakashi, yo...-no conseguía encontrar las palabras, así que decidí actuar.-Kakashi-kun te amo!, y entonces mi boca se posó sobre la suya (aún con su máscara puesta) ,y deposité ahí un suave y corto beso.
-I-iruka-chan...-dijo con los ojos como platos,y, aunque no lo podía apreciar bien, creo que tenía la boca abierta.
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¡Iruka! ¡Umino Iruka me había besado! Oh Dios mío, no cabía en mí de gozo, pero mi boca y mi cerebro se negaban a reaccionar.
-Lo siento, Kakashi...yo...tenía que hacerlo - dijo mientras se ponía en pie y se disponía a irse.
-Iruka-chan! -exclamé mientras le agarraba del brazo -¡Yo también te amo! -y lo abrazé con todas mis fuerzas esperando retenerlo allí para siempre.
Los dedos de Iruka, temblorosos, buscaron el principio de mi mascara, que tapaba gran parte de mi cara, y la bajó hasta dejar mi nariz y boca al descubierto.
-Oh, Kakashi-kun, eres tan hermoso...-murmuró Iruka, y sus labios se unieron con los míos en un pasional beso.
Me pareció que todo iba muy lento. Mi lengua jugaba con su lengua, mi boca necesitaba la suya, y la suya necesitaba la mía. Incluso necesitaba más. Me quité mi chaleco de chuunin/jounin y lo deposité en la hierba, después recosté a Iruka, sobre el chaleco. Ya había anochecido y no había nadie en las calles de Konoha, y menos en ese lugar.
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Kakashi quería llegar hasta el final, y yo también. Su mano acarició mi costado por debajo de mi camiseta, mientras su boca se apoderaba de mi cuello, lamiendo desde el mentón hasta el hombro, cada uno de los recovecos que allí yacían. Me despojó de la camiseta, al igual que yo lo hice con él. Esos labios besaban cada centímetro de mi tez morena, que disfrutaba con cada succión.
-Kakashi...-conseguí decir, fundiendo su nombre con un largo suspiro.
Sus ojos negros me miraron y sentí un calambre por todo mi cuerpo, una sensación maravillosa. Su lengua deambulaba por mi obligo, ocasionando pequeñas corrientes electricas debido al placer que sentía. Después, sin previo aviso, metió su mano derecha por mi pantalón, desgarrando un gemido ronco en mi garganta, que le proporcionó un brillo de lujuria en sus tiernos ojos negros. Sentía su piel caliente sobre mi virilidad palpitante, mientras daba pequeños mordiscos sobre el lobulo de mi oreja y mi cuello. Nos despojamos de la ropa restante, y pude contemplar su maravilloso cuerpo, de tez marmórea y músculos tersos. Sin previo aviso (de nuevo) lamío la extensión de mi erección, de nuevo cada uno de los centímetros, para después darme un placer incontrolable para todos mis sentidos al verle lamer mi pene...
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Su cuerpo encajaba a la perfección con el mío en cada movimiento que me incitaba a hacerle mío en ese momento para que nadie pudiese gozar de él, sólo yo. La atracción era muy fuerte, lo único que deseaba era unirme a él. Así que, para que la ''unión'' fuese menos dolorosa, preparé su virginal entrada con dos de mis húmedos dedos, haciendo que Iruka soltase un pequeño grito seguido de un sonido gutural que retumbó en su pecho, me excitaba. Entrelacé sus dedos con los míos, y coloqué sus manos a los lados de la cabeza, mientras que le besaba y disfrutaba de su aroma y su tez morena. Con sumo cuidado y con toda la delicadeza y suavidad de la que me fue capaz ejercer, entré en Iruka, que de nuevo hizo aquel sonido y me puso aún más caliente de lo que estaba. Me quedé allí unos cuantos...¿segundos? ¿minutos? Tal vez fueran horas, el tiempo pasaba tan despacio y rápido a la vez mientras disfrutaba del calor que desprendía Iruka-chan...
-M-muevete..Kaakaashii...-dijo entre gemidos y suspiros, con los ojos cerrados con fuerza.
Oh, que demente, ¿estaba pensando en otras cosas estando dentro de Iruka? Idiota. Comenzé a moverme, despacio y suavemente, ocasionando corrientes electricas en nuestros dos cuerpos. Haciendo que su espalda se curvase e indagando la penetración. Cada vez iba más rápido, y su aliento, tan suave y caliente en mi cuello blanquecino hacía que enloqueciese y quisiese llegar a lo más profundo que pudiese. Besaba y mordisqueaba sus labios y su cuello, mientras que ahora, mi cuello estaba apresado por esas manos que me ataban a él con tanta fuerza. No sé cuanto tiempo pasó, de nuevo...pero mis músculos se tensaron y una nueva corriente, más fuerte que las anteriores, sacudió a Iruka, y los dos descargamos esa esencia.Me desplomé sobre él, sudorosos los dos.
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Mm...después de esa noche vinieron muchas otras; todos los días y a todas horas. Se cansó, me cansé...¿acaso había confundido lujuria y deseo con amor? La verdad, él pensaba lo mismo. Nos distanciamos mucho, nos alejamos el uno del otro. Y ahora, paseo pensando en él, pero no en su cuerpo musculoso ni sus mejillas encendidas, claro que no. Pensaba en su risa y en la cara de enfado que ponía cuando llegaba tarde. ¿Me había vuelto a equivocar? ¿Había vuelto a confundir amor con lujuria y deseo? Irremediablemete sí, irremediablemente; eso era amor.
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Fin.