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Nada dura un "por siempre" por suki

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Notas del capitulo:

Bueno... aqui llegó con un nuevo one shot... simplemente espero que les agrade porque lo cierto es que aunque sea un poco diferente de lo que normalmente escribo... le puse mucho cariño...

Disclaimer: Ni Narito ni sus personajes me pertenecen.. son propiedad de Masashi Kishimoto... 

Disfrútenlo

Lo había intentado una vez más. Esa era la última vez que volvía a hacerlo, ¡sino se haría pelirrosa! ¡Cómo que se llamaba Uzumaki Naruto! Es por eso que al no conseguirlo, el rubio había dado tremendo portazo al salir de su departamento y esa era precisamente la razón por la que se encontraba a las dos y media de la mañana vagando por las calles de la iluminada ciudad de Tokio, buscando de alguna u otra manera distraerse un poco de la decepción que traía encima.

Naruto jamás había sentido tanto enojo en lo que llevaba de vida y es que después de cinco maravillosos años de relación con la persona que amaba, el último año había venido a convertirse en una verdadera pesadilla. El rubio lo amaba, pero no por eso estaba dispuesto a perdonar la evidente falta de interés en la relación por parte de la otra persona.

Lo había conocido hacía aproximadamente unos siete años atrás y no había sido precisamente la manera más usual de conocer a una persona.

 

 

Recordaba que esa noche había ido con su entonces mejor amigo Inuzuka Kiba - al que no veía hacía más de tres años - a uno de los antros más exclusivos de toda la ciudad - del cual no recordaba el nombre - al que habían logrado entrar gracias a dos nombres falsos, algunos miles de yenes y a aquel carisma que tanto caracterizaba a ambos.

Como todo adolescente normal de dieciséis años, Naruto estaba experimentando el poder de sus hormonas, pero también, como todo adolescente normal había tenido la tremenda irresponsabilidad de mezclar las hormonas y el alcohol, al fin y al cabo, nada malo podía ocurrirle, ¿cierto?

Por eso, precisamente dos horas después de haber llegado a aquel costoso antro, Naruto ya se encontraba medio perdido entre el licor y el exótico baile. Estaba sonrojado, sudado y más alegre de lo normal. Kiba, su supuesto mejor amigo, lo había abandonado a su suerte cuando se había encontrado con una muy linda castaña. Sabía que se encontraba en algún lugar entre el humo del antro, seguramente en alguno de los oscuros rincones, pero él no tenía ni tiempo ni mucho menos ganas de ir a buscarlo porque se encontraba felizmente acompañado, bailando de manera bastante sensual con una chica - obviamente mayor que él -  que había conocido apenas dos minutos después de la misteriosa desaparición del Inuzuka.

No se sabía ni su nombre y aquella mujer ya comenzaba a deslizar sus delicados brazos hasta el redondo trasero Uzumaki. Y todo hubiera seguido perfecto de no ser porque aquella mujer se había alejado de pronto, lo había mirado con una sonrisa burlona y con un "te equivocaste de chica" se había echado a correr hacia la salida del antro.

Le tomó a Naruto apenas tres minutos darse cuenta de lo que había ocurrido al llevar su mano derecha al bolsillo trasero de su pantalón. ¡Maldición! ¡Se había llevado su billetera! Y aún aturdido, sorprendido, despistado y un poco mareado había salido corriendo tras la mujer que ya le llevaba un buen tramo de ventaja.

La pudo divisar a lo lejos apenas a una calle del antro, corriendo entre la poca multitud y a punto de cruzar por el semáforo, ¿cómo demonios corría tan rápido con tacones? Fue el único pensamiento coherente del rubio en aquel momento. Intentó alcanzarla, pero los litros de alcohol que había ingerido y que corrían por su sangre, ciertamente le hacían muy difícil la tarea. Aún así y con todo en contra continuó corriendo, hasta que el cansancio y el mareo fueron más fuertes, haciéndolo chocar contra uno de los semáforos y caer estrepitosamente al piso al no ser capaz de mantener su equilibrio.

Aturdido, logró enfocar varias risas alrededor de él, pero ninguno de los dueños había tenido la decencia de ayudarlo a ponerse en pie. Naruto estaba completamente seguro de que se hubiera sonrojado de la vergüenza si hubiera estado un poco más consiente de la situación, ¡Cómo agradecía haber estado tomado aquel día!

Y entonces pasó, una sombra se acercó a él, Naruto apenas y pudo levantar la mirada...

Los ojos aguamarina, la mirada seria y aquel gesto burlón. Indiferente, despreocupado, frío y distante, pero a la vez tan amable.

- Sabaku no Gaara -

Extendió su brazo para ayudarlo a levantarse y Naruto aceptó la ayuda aún un poco mareado.

- Uzumaki Naruto -

Una sonrisa sincera por parte de ambos y lo último que el rubio recordaba es que ahí fue donde todo comenzó...

Jamás había recuperado su billetera - que por cierto había sido su favorita - Al día siguiente había despertado en un lugar totalmente extraño para él. El olor a limpio y el techo blanco le habían indicado que no estaba precisamente en su habitación. De alguna manera había llegado al departamento de Gaara, en ese entonces estudiante de arquitectura y con diecinueve años de edad.

Un año de amistad fue el que ambos compartieron. A lo largo de esos doce meses, Naruto aprendió a entender el comportamiento tan cerrado de su amigo y más de una vez lo arrastró a alguna de sus locuras, después de las cuales ambos terminaban riendo como desquiciados. Y entonces pasó lo que tenía que pasar al compartir casi las veinticuatro horas del día con una persona, Naruto se enamoró.

En un principio el rubio había estado seguro que el pelirrojo iba ser quien daría el primer paso a una relación más allá de la amistad, pero se equivocó, esperó por casi dos meses, y al final fue su poca paciencia la que lo llevó a él mismo a declararse ante el pelirrojo.

Una declaración que definitivamente jamás podría olvidar. Esa noche Gaara lo había llevado a una carrera de autos, ya que por aquel tiempo Gaara corría clandestinamente en los famosos "arrancones" ¡y lo hacía de maravilla! Naruto disfrutaba estar en un auto con el pelirrojo cuando éste conducía, ¡lastima que ahora había dejado de hacerlo!

El rubio lo había meditado durante un tiempo y finalmente había decidido que si el pelirrojo ganaba aquella carrera ese día, entonces se lo diría. Subió al auto negro ilusionado, haciendo, como siempre,  de copiloto de Gaara.

Nunca olvidaría esa carrera. La velocidad, las curvas, la emoción y también los nervios de lo que él mismo haría después. Fueron quince minutos llenos de pura adrenalina. Al minuto tres el contrincante llevaba la delantera y en un increíble regreso, Gaara lo dejó atrás apenas siete segundos antes de cruzar la línea de meta.

Recordaba como al haber bajado del automóvil, los compañeros de Gaara se abalanzaron sobre el pelirrojo, llenos de emoción al haber logrado quedarse con el automóvil contrario, puesto que previamente se había apostado el coche y el orgullo en aquella carrera.

Naruto los observó a lo lejos, sabía que tenía que hacer lo que él mismo se había prometido, pero de pronto no se vio tan fácil. Tomó aire, con decisión caminó tres de los cuatro metros que lo separaban del pelirrojo, y en el último metro su determinación flaqueó ¿qué podría decirle? Dos segundos después decidió que haría lo que le saliera mejor, ser él mismo, y fue en un impulso que hizo lo primero que se le cruzó por la cabeza, se abalanzó sobre Gaara, rodeando el cuerpo del mayor con sus piernas y sus brazos y después de una cálida sonrisa y sin  agregar nada más, lo besó.

Jamás podría explicar aquel beso, fue diferente a cualquiera que había tenido en sus diecisiete años de vida, fue espontáneo, salvaje, demandante y furioso, pero a la vez fue tan sincero, transmitiéndole en aquel contacto todo el amor que le tenía. Incluso aunque supo que el pelirrojo se había sorprendido por esa repentina muestra de afecto, no se separó de él hasta que el oxígeno fue necesario para que sus pulmones continuaran haciendo su trabajo.

Fueron trece segundos de absoluto silencio después de eso, los compañeros de Gaara los habían dejado repentinamente solos en algún momento mientras se encontraban en el beso, él había entrado en pánico, creyendo firmemente que había echado todo a perder, pero después de la sorpresa inicial fue el pelirrojo quien lo besó por segunda vez.

Para sorpresa del rubio y también de la del pelirrojo -quien se lo había confesado hace dos años - esa relación que empezó de una manera un poco diferente comenzó a durar más de lo que cualquiera de los dos se pudo haber imaginado, para cuando se dieron cuenta ya llevaban cerca de una año saliendo.

Fue en ese primer año cuando el rubio dijo dos palabras que a su corta edad jamás había pronunciado, dos palabras que antes de conocer al pelirrojo jamás había llegado a sentir realmente y dos palabras que le dieron más que un dolor de cabeza.

Había ocurrido en la noche en la que ambos celebraron su primer aniversario, después de pasar la noche comiendo en un lujoso restaurante y después de manera totalmente opuesta yendo al estadio a ver a los "monster trucks", haciendo primero lo que Gaara deseaba y después lo que él mismo quería, ¡ruido!

Gaara lo había llevado a eso de las 12:30 a su casa, las luces ya estaban apagadas y sus padres ya estaban dormidos. Estaban en la puerta de entrada y después de unos cuantos apasionados besos y unas pocas inocentes caricias sobre la ropa, decidieron despedirse finalmente, ya que Gaara tenía un examen a la primera hora del día siguiente. Él había pasado los brazos por detrás del cuello de Gaara y después de besarlo como lo hiciera aquella primera vez - besos que ya se habían vuelto más que normales para ese entonces - una vez más sus impulsos lo llevaron a hacer exactamente lo que sentía y terminó por decirle aquellas dos palabras que para bien o para mal, en aquel momento sabía que cambiarían su relación.

- Te amo -

La reacción de Gaara fue totalmente opuesta a lo que el rubio hubiera esperado, aunque hasta ese entonces realmente él nunca supo lo que esperaba que el pelirrojo hiciera o dijera en ese momento. Gaara se quedó totalmente con la boca abierta y lo había mirado de una manera por demás extraña, después simplemente le había dado un nuevo y pequeño beso y torpemente, y claramente sorprendido llegó hasta su auto y se fue del lugar. En ese momento a Naruto le quedó bien en claro una cosa, Gaara le temía al compromiso.

Una semana pasó después de aquella funesta primera declaración de sus verdaderos sentimientos, Gaara no lo había vuelto a llamar desde entonces y tampoco lo había buscado. En ese momento él había llegado a pensar que solo había una de dos opciones: la primera, sino mal recordaba, era que Gaara estaba muerto y por eso no había vuelto a saber nada más de él; y la segunda, la que probablemente estuviera más acertada, había sido que había cometido un terrible error y quizá el pelirrojo no estaba preparado para dar un siguiente paso en su relación, lo cual en verdad le dolió, pero en ese entonces no quería perder a Gaara y fue por eso que se había decidido a echarse para atrás en cuanto el pelirrojo diera su primera señal de vida.

Cuando Naruto estaba dándose de topes contra la pared y cuando comenzaba a pensar seriamente en tirarse del edificio más alto de la ciudad fue cuando el pelirrojo volvió a aparecer en su vida, después de una muy larga semana de espera, o por lo menos lo fue para él.

Esa tarde Gaara llegó de sorpresa a su casa, poniendo como pretexto de su ausencia que había estado muy ocupado con la escuela y el trabajo, cosa que, cabe decir, él no le creyó en lo más mínimo.

Después de una muy larga charla en la que el rubio trato de dar a entender que se echaba  para atrás en la situación de la semana anterior, el pelirrojo lo miro con una dulzura que el rubio jamás le había visto. Gaara estaba nervioso, eso estaba más que claro, pero la pregunta en ese momento fue ¿por qué? Después de un par de explicaciones absurdas y rodeos no muy comunes en el Sabaku, el pelirrojo tomó su rostro y lo había besado de una manera completamente diferente a todas las anteriores, lo había besado con dulzura, con ternura, con delicadeza, y al romper el beso pudo escuchar claramente las palabras titubeantes del pelirrojo

- También te amo -

Sus ojos azules se iluminaron aún más que de costumbre y saltó sobre Gaara, tirándolo al sillón tras ellos y haciendo mimos por toda su cara, repitiendo que él también lo amaba y sonriendo de manera dulce. Para que entiendan, había sonreído de una manera completamente boba y enamorada.

Y su relación mejoró. Para su segundo año todo iba de maravilla, excepto porque desde que se diera la pequeña situación del "te amo" Gaara había comenzado a intentar llevar su relación a algo un poco más... físico, cosa que asustaba al pobre de Naruto que, obviamente sí había tenido experiencias sexuales antes, pero definitivamente ninguna había sido con un chico y estaba totalmente convencido que él tendría el papel de uke, por lo que se asustaba incluso aún más.

Ese pequeño e insignificante detalle los había llevado a más de un problema, en los que el pelirrojo le gritaba que era un mentiroso que no lo amaba y que había mentido cuando lo había dicho, le pedía que confiara en él y le decía que él lo amaba realmente, preguntándole el  porque no podía entregarse por completo a esa relación.

Y Naruto no se quedaba callado y siempre contraatacaba, diciéndole que era un bastardo pervertido que lo único que buscaba era sexo y que no le interesaba nada más que eso. Y la discusión se alargaba por horas con exactamente los mismos argumentos, terminando siempre de tres maneras distintas: la primera, Naruto se iba indignado del apartamento del pelirrojo, prácticamente tirando la puerta en el proceso; en la segunda Gaara terminaba con la puerta de la casa de Naruto en las narices y con un rubio gritándole desde el interior que no quería verlo nunca más en su vida; y finalmente, la tercera en la que el rubio colgaba el teléfono con tanta fuerza que dejaba sordo y enfadado al pobre pelirrojo.

Usualmente no continuaban peleados por más de tres días, después de los cuales el pelirrojo llegaba con un tazón caliente de ramen y una invitación a algún lugar ruidoso que le encantaba al rubio, le decía que no iba a presionarlo más y que lo harían cuando estuviera listo y entonces el rubio le saltaba encima y lo besaba con alegría para después ignorarlo por un rato mientras comía su ramen.

Ahora que lo recordaba, esas peleas le parecían de lo más estúpidas y le daba vergüenza el pensar que había actuado como una colegiala, ¡pero aún era pequeño en aquel entonces!

La primera vez que lo habían hecho había sido en su segundo aniversario, que el rubio olvidó completamente, por lo que cuando recibió su regalo se había quedado con la boca abierta y sorprendido, tratando de encontrar una manera segura de salir de todo ese problema sin hacer sentir mal al pelirrojo, así que una vez más siguiendo aquel instinto que lo hacía siempre meterse en problemas había soltado una sonrisa de circunstancias y gritado inconscientemente.

- ¡TU REGALO SOY YO! -

Y Gaara no pudo ser más feliz en ese momento. Esa noche sintió por primera vez las caricias de Gaara sobre su cuerpo desnudo, esa noche disfrutó por primera vez lo que significaba hacer el amor con una persona. Y fue como, entre caricias, gemidos, gritos y el nombre del contrario, se entregaron completamente el uno al otro, disfrutando por primera vez la unión de sus cuerpos. Y después Naruto se sintió un completo estúpido por no haberlo hecho antes.

Después de aquella maravillosa noche, las cosas iban de mejor a mejor. Naruto pasaba más tiempo en el apartamento de Gaara que en su propia casa, por lo que su madre lo regañaba constantemente, a lo que él solo sonreía y asentía, pero realmente nunca llegó a entenderlo.

El regalo que recibió en su tercer aniversario fue algo que realmente nunca se esperó, aunque debía admitirlo, lo había pensado antes un par de veces mientras dormía junto al pelirrojo.

Esa noche se encontraban simplemente viendo películas y comiendo pizza en el departamento del pelirrojo, pues por mutuo acuerdo, ambos habían decidido que no celebrarían ese aniversario, que simplemente la pasarían bien haciendo lo que siempre hacían, estar juntos.

Cuando la segunda película acabó ya eran más de las once y media de la noche y un somnoliento Naruto se levantó del sillón en el que había descansado cómodamente las cuatro horas anteriores. Tomó su abrigo del respaldo de una de las sillas en el comedor -pues era pleno invierno - se despidió de Gaara y decidió irse a casa, pero fue detenido por el pelirrojo, lo cual no le causó la más mínima sorpresa. Él siempre gustaba de fingir que se iba simplemente para que Gaara le pidiera que se quedara y eso siempre ocurría, pero en esa ocasión le esperaba algo más que una simple noche.

- Quédate -

El rubio le había sonreído y se había tumbado inmediatamente después al sillón, después de todo sabía que no era muy difícil que lo convencieran. Gaara lo abrazó por la cintura y escondiendo la cara entre su cuello y hombro pronunció las palabras que dejaron al rubio sin comprender por más de un par de minutos.

- Por siempre -

Naruto no lo comprendió al instante y Gaara tuvo que explicarle con pelos y señales que era exactamente lo que quería decir con sus palabras. Gaara había dicho que decírselo de esa forma le había parecido muy romántico, pero que no había contado con que su novio fuera así de despistado.

En cuanto Naruto entendió, simplemente se le lanzó encima, en un gesto que había adquirido en esos tres años de relación, que mostraba cada que se sentía profundamente feliz o en general en cualquier situación donde tuviera al pelirrojo en frente y un sofá o una cama detrás de ellos.

Naruto sabía que la idea original de Gaara era pedirle que se casaran, pero conociendo los medios legales de su país, ambos sabían que por el momento eso era imposible, quizá algún día que visitaran un país en el que si les fuera permitido hacerlo, como por ejemplo, Holanda, ya que alguna vez Gaara le había comentado que había sido el primer país en acepar el matrimonio homosexual, y ¿eso que tenía que ver con lo que estaba contando? Nada, pero simplemente quería presumir que sabía algo de cultura general.   

Fue así como a la mañana siguiente Naruto había entrado a su casa e inmediatamente había comenzado a empacar sus cosas más indispensables, como ropa, zapatos, artículos de higiene, fotos, recuerdos, juguetes, cuadernos, Cd's, posters, su colección de rocas, sus sales de baño, su ramen instantáneo y un montón de cosas más, que pensándolo bien no tenían nada de indispensable. Su madre Kushina gritó tan fuerte - estaba seguro que incluso las personas en México, al otro lado del mundo habían escuchado perfectamente- en el momento en el que vio a su hijo bajar las escaleras con un montón de maletas que lo hicieron rodar a penas tropezó con una de ellas, justo a la mitad del camino.

Después del regaño, la despedida, el llanto y los gritos desesperados que pegaba su madre entre los cuales alcanzó a entender que como podía hacerle eso, que aún era un niño, y un montón de cosas más que él simplemente prefirió ignorar, salió de la casa. Gaara lo esperaba en la puerta, ayudándolo a subir las pesadas maletas al automóvil y completar así la mudanza de ambos, comenzando una nueva vida, juntos.

Después de eso su relación no sufrió situaciones tan extraordinarias, pero Naruto era feliz viviendo con Gaara y Gaara le demostraba que era feliz viviendo con Naruto. Y de eso ya habían pasado cerca de otros tres años.

El primer año lo habían utilizado para aprender a convivir con la persona con la que comenzaron a compartir la cama, la casa y la vida misma. Lo habían pasado muy mal peleando por verdaderas estupideces, aún tratando de acostumbrarse a compartir el techo con su pareja. Por la mañana generalmente discutían sobre el baño. Gaara, como buen caballero y demostrando lo mucho que amaba a su pareja, amablemente lo dejaba ocupar primero el baño, a pesar de que el rubio se levantaba una hora y media después de que el pelirrojo lo hacía y ocupaba cerca de otra hora encerrado, con el pelirrojo tocando la puerta, gritándole cuanta cosa se le pasara por la cabeza y jurando que era la última vez que lo dejaba pasar primero - cosa que nunca entendió por que no cumplía - pero el rubio ignoraba olímpicamente los gritos continuando con sus tareas diarias dentro del pequeño cuarto, entre las cuales destacaban tomar un largo baño de burbujas - con las que, debía admitir, jugaba como un niño pequeño - y tardar cerca de media hora intentando acomodar los revoltosos mechones rubios sin resultados exitosos.

Por la tarde, Naruto procuraba sorprender al pelirrojo con una comida romántica, la cual nunca pudo llegar a hacer, pues la cocina terminaba incendiándose o él terminaba con varios curitas en ambas manos, o en el mejor de los casos, la comida terminaba pegada en el techo o demasiado cruda para ser sanamente digerible. Y Gaara llegaba muy cansado de su nuevo trabajo, buscando simplemente un poco de paz, de tranquilidad y si se podía de una tarde amorosa echado con su pareja en el sofá viendo un poco de televisión, pero al llegar a casa lo único que le esperaba era tener que apagar el incendio de la cocina o limpiarla o hacer que el rubio dejará de llorar porque se había cortado un dedo y después de todo eso lo atacaba con el sermón de que no debía meterse a la cocina porque blabla, ya ni siquiera recordaba lo que le decía y al final el pelirrojo terminaba por preparar algo medianamente comestible, ya que tampoco era tan bueno que digamos dentro de una cocina. Esta situación terminó por solucionarse un viernes de mayo en el que el rubio había decidido con la mayor de la determinación que iba a comenzar con clases de cocina para sorprender a Gaara de la mejor manera que pudiera. Las clases funcionaron, y aunque no se podía decir que se había vuelto todo un cocinero experto, pues ciertamente dejaron de comer las porquerías de antes para alimentarse un poco mejor.

Por las noches las cosas siempre parecían ir bien, después de una buena sesión de lo que ambos disfrutaban, después de los gemidos la pasión y el sudor, ambos terminaban exhaustos sobre la cama, dedicándose unos cuantos "te amo", unos cuantos besos y por supuesto que no faltaban las buenas noches. El verdadero problema durante estas horas oscuras ocurría entre las dos y media y las cuatro de la madrugada. Cada noche Gaara se levantaba por un vaso de agua, pero al hacerlo movía demasiado la de por sí inquieta cama de agua y era por eso que el rubio siempre terminaba despierto y nunca era bueno despertar a Uzumaki Naruto antes de que tuviera sus muy relajantes diez horas de sueño, pero al pelirrojo esto parecía no importarle y entonces era el de ojos aguamarina el que tenía que soportar los gritos enojados de su pareja diciéndole que era un insensato y no cansándose hasta que el sueño era mucho más notable que su enfado y  al final siempre terminaba por caer dormido sin haber concluido con su muy largo regaño hacia su pelirrojo.

Otro de los problemas surgidos por las noches era que el rubio dormido parecía todo un terremoto en la cama, de verdad que Gaara creía que soñaba a ser ninja o algo por el estilo pues daba unas patadas y puñetazos tan fuertes que más de una vez habían sacado al pelirrojo de la cama, pero la cosa no terminaba ahí, sino que también balbuceaba y hablaba en sueños. Al final el pelirrojo se hartaba tanto que terminaba por levantarse, llenar una cubeta con agua y cuando se encontraba a punto de arrojarla sobre su pareja, el rubio siempre pronunciaba su nombre entre sueños con un gemido tan sensual que el propio Gaara se sonrojaba a tal manera que simplemente se metía a la cama e intentaba seguir durmiendo.

Al final no importaron tanto esos detalles desesperantes que sufrieron durante su primer año conviviendo juntos, porque aprendieron a hacerlo. Durante su segundo año, poco a poco fueron solucionando cada uno de los problemas, por ejemplo, Gaara se había encargado de tener una llave del baño a la mano y cuando el rubio comenzaba a tardarse de más ahí dentro, simplemente entraba y lo echaba a patadas, sin importarle los pucheros del rubio, claro que antes de hacer eso se encargaba de dejar un buen tazón de ramen en la cocina, sabiendo que al rubio se le pasaría el coraje enseguida.

Como ya lo había dicho antes, la situación de la cocina por las tardes se solucionó en el momento en el que había decidido entrar a unas clases de cocina, las que por cierto no le habían salido baratas, pero habían funcionado así que no se quejaba... demasiado, y cuando le daba demasiada pereza levantarse del sofá para cocinarle algo al pelirrojo, simplemente estiraba su mano y marcaba alguno de los teléfonos de comida rápida - que se había aprendido de memoria - y en no más de media hora tenía en su puerta una comida calientita y empacada para que el pelirrojo no se quejara al llegar a casa.

La situación por las noches fue un poco más difícil de solucionar. Primero que nada habían cambiado el colchón de agua por decisión del propio Naruto y fue esa decisión la que lo hizo ver por primera vez la cara de desconcierto del siempre indiferente Gaara, quien casi le suplicó  que no lo cambiara, pues había dormido en colchones de agua desde que lo recordaba, pero  Naruto no le había dado opción, o cambiaban el colchón o dormían en habitaciones separadas, y fue ahí donde Gaara tuvo que resignarse y aceptar, con una muy mala cara, por cierto. Naruto podría jurar que lo vio derramando un par de lágrimas cuando dos hombres llegaron a su departamento a llevarse el colchón de agua al que Gaara había llamado con el cariñoso nombre de "cariño". En cuanto al Naruto ninja por las noches, Gaara simplemente tuvo que acostumbrarse a vivir con eso, ya que no había otra manera en la que podría evitarlo, aunque por varios días estuvo en la cabeza del pelirrojo el amarrar al rubio por las noches, supuestamente para que no lo arrojara nunca más fuera de la cama, pero Naruto estaba seguro que quiso hacer eso como venganza por haber vendido a "cariño".

Y es así como habían vivido los primeros dos años compartiendo casa, diciéndose por lo menos una vez al día lo mucho que se amaban, lo que para ser sinceros hacía que el rubio pensara que a veces cada uno necesitaba su espacio, o por lo menos eso es lo que tenía en mente hasta que comenzaron a compartir su tercer año. Las cosas habían cambiado irremediablemente esos últimos meses que habían estado viviendo en pareja, los "te amo" y en general toda muestra de cariño -por más diminuta que fuera - por parte de Gaara habían desaparecido completamente. Al principio no le había molestado, es más, podría jurar que ni siquiera lo había notado, pero con el paso de los días se hicieron más y más obvias, últimamente se sentía ignorado por el pelirrojo y aunque no lo demostrara, eso dolía. Estaba seguro de que Gaara lo amaba, no tenía duda, pero pensaba que el pelirrojo lo creía tan seguro, pensando que jamás se iría que por esa razón ya no se esforzaba como antes en enamorarlo. Naruto estaba convencido de que Gaara tenía la idea de que pasara lo que pasara y lo tratara como lo tratara, Naruto iba a permanecer a su lado, amándolo, cosa que el rubio no apoyaba, él creía firmemente en la idea de que el cariño se ganaba con cariño y que se perdía con el desinterés y la indiferencia, justo como estaba ocurriendo con Gaara, por lo menos de su parte. En cambio el pelirrojo se sentía tan confiado que simplemente olvido los pequeños detalles que son necesarios para mantener viva una relación.  

Naruto ya había hablado varias veces con él y aún así el pelirrojo no parecía entender. Las primeras veces que habló se lo había dicho de manera tan sutil que comprendía perfectamente que no lo hubiera entendido, pero cada vez se lo decía de manera más clara, incluso ese día por la noche en el que el pelirrojo había llegado cerca de la una de la mañana, sin avisarle siquiera, fue ahí donde ya no pudo más y se lo gritó en la cara y después de una respuesta que no lo convenció para nada había salido del departamento con un portazo tan fuerte que estaba seguro que había tirado varios de los cuadros que se encontraban cerca de la puerta, sin mencionar la cara de desconcierto que había dejado en el malnacido del pelirrojo. Y así es como regresamos al comienzo de la historia.

 

 

El rubio caminaba por uno de los distritos en donde había bastantes locales abiertos, de los que supuso eran bares, antros y lugares para personas mayores de edad. Caminó un poco más hasta que uno de los letreros de neón de la zona en un intenso e irritante tono rojo con el nombre "akatsuki" parpadeando una y otra vez llamó su atención, no lo pensó por mucho tiempo y entró, después de todo tenía frío y por el enojo había olvidado el abrigo en casa.

El bar era de lo más tranquilo, con mesas de algún material increíblemente caro y delante de los vasos, las copas y las bebidas - que también lucían bastante caras, por cierto - se alzaba una barra que parecía ser de vidrio, dándole la impresión de que se rompería en cualquier momento. Unos enormes y costosos sillones rojos lucían alrededor de cada una de las finas mesas y la madera del piso lucía tan pulida que prácticamente podía reflejarse en ella. Alrededor del lugar había pequeñas lámparas colgando de la pared que daban simplemente la iluminación perfecta, sin llegar a ser demasiada, y complementando el ambiente se escuchaba aquella tranquila melodía que llenaba cada rincón del lugar, música clásica a su parecer, pero no podía estar seguro de ello, no conocía mucho de música.

Miró un par de veces alrededor del pequeño y acogedor bar, no había más que unos cuantos hombres, vestidos de traje, haciéndole saber que eran de aquellos bastardos con más dinero del que él vería en toda su vida, probablemente huyendo del estrés de los negocios y sus familias, buscando un relajante lugar para perder el tiempo. Sacó su billetera de la bolsa de su pantalón, por suerte no la había dejado en casa con el abrigo, checó su contenido y después de verificar que efectivamente tenía suficiente dinero para malgastarlo en alguna de aquellas bebidas estúpidamente caras, se acercó a la barra, buscando al barman, que al parecer no se encontraba cerca - por lo que su enojo aumentó un poco de manera imperceptible -  pero sin ánimos de moverse de ahí, esperó a que alguien apareciera.

- ¿Te invito un trago? -

¡Oh pobre bastardo! ¡Había escogido un muy mal momento para acercarse!

Olvidando por completo su siempre amable sonrisa y con intención de mandar al diablo a quien fuera que se hubiera atrevido a dirigirle la palabra en aquel momento, Uzumaki Naruto giró solamente su cabeza al lugar de donde había provenido aquella voz - incluso con el enojo debía admitir que era bastante sensual - y ahí se quedó... simplemente en la intención...

Los enigmáticos ojos negros, la mirada altanera, la sonrisa confiada y esa voz tan segura. A simple vista perfecto, inteligente, frío, orgulloso y prepotente, pero esos ojos negros escondían algo más y Naruto lo sabía y sin saber porque, se moría por descubrirlo. Era tan parecido a Gaara y a la vez tan diferente...

- Uchiha Sasuke -

El moreno frente a él extendió su brazo con cortesía y el rubio le correspondió el gesto.

- Uzumaki Naruto -

Una media sonrisa, una sonrisa zorruna y fue ahí donde todo comenzó otra vez...

Notas finales:

 

¡¡¡Listo!!! Una pareja diferente, pero siempre es bueno intentar cosas nuevas, aunque lo cierto es que la pareja preferida, siempre es la pareja preferido, lo que se nota al final... 

 

 

 

Me agradó bastante, creo que está bien, ¿no? Bueno al final la última palabra la tienen ustedes... espero que les haya gustado y claro si tienen un poquito de tiempo pues no me molestaría si me dejan algún review... ya saben, para conocer su opinión...

Bueno es hora de irme...

Hasta la otra...

Bye Bye!! ^.^

 

 


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