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En lo profundo del bosque por yay0ii

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Notas del capitulo: AVISO: este fic, es sólo una excusa para escribir lemon. A los que gusten de fics con una trama interesante, les digo: mejor busquen otro fic. Y a los que les guste el lemon, y bastante largo, sigan leyendo :D
No soy muy buena escritora, tampoco anhelen demasiado. Pero hice mi mejor esfuerzo escribiendo este fic.

– ¿Cuántas veces hemos visto esta escena, amo Sesshômaru? – comenta su fiel sirviente, siendo totalmente ignorado por el gran demonio Sesshômaru. Él y sus acompañantes, Rin y el ya mencionado Jalen se encontraban observando detrás de unos arbustos a Kagura, la manipuladora de los vientos, combatiendo contra Inuyasha, Kagome, Miroku y Sango. El anfibio-youkai continuó hablando. – Por lo visto, el idiota de Inuyasha no podrá contener su poder de demonio por mucho tiempo, seguro que soltará a Tetsusaiga (véase la espada que utiliza Inuyasha) y…– Al ver que su querido amo seguía concentrado en ver aquella escena, decidió preguntar si algo le sucedía, mas este no respondió y, yendo en dirección contrario al campo de batalla, dijo: – Vamos. –

 

                      El grupo se dirigió a una zona próxima al monte de las ánimas (el monte sagrado), al cual Inuyasha no podría acercarse. Sería peligroso para la pequeña Rin estar en algún lugar de fácil alcance para su medio hermano; la mataría sin pensárselo dos veces. – “Aunque no parezca, Sesshômaru aprecia mucho a esa niña.” – pensaba Jaken con algo de envidia. De pronto el peliblanco se detuvo.

 

                      – Jaken, acerca a Rin al monte lo que más puedas. – Cuando hubo dicho eso, se volvió sobre sus talones, y comenzó a correr hacia donde estaba el medio demonio.

 

- owowowowowowowowowowowow -

  

                      Ya no lo soportaba más. Su sentido de la razón lo abandonaba momento a momento. Teme por sus amigos, a quienes no recordará si suelta su espada; tiene miedo de sí mismo. Si la deja caer, sus más puros instintos quedarán al descubierto. No debe soltarla, no debe, no…

 

                      – ¡Inuyasha! – grita su preciada amiga Kagome. Ella lo salvó muchas veces de aquel estado, pero hoy no, no podrá. Se estuvo reteniendo demasiado, su cuerpo desea contradecir a su mente y ser libres; realizar lo que su razón niega y su corazón afirma. Escucha los ya lejanos gritos de los tres amigos que lo acompañan en esta lucha contra la encarnación de Naraku. Por un instante, deja de oírlos; de un momento a otro, su mente deja de controlar a su ser. Ya no piensa, sólo puede sentir. Únicamente puede ver como su corazón maneja al cuerpo a su antojo y ganas. Lo primero que observa al terminar ese trance de transformación es a esos tres humanos, tirados en el suelo. Están vivos, pero débiles. – Podría matarlos. – Al escuchar eso, los tres cuerpos comienzan a moverse, atentos a los movimientos del, ahora, youkai. Pero en esta ocasión no tiene sed de sangre. Esta vez desea hacer lo que todo su ser anheló por mucho tiempo, que por alguna extraña razón -quizás orgullo-, no lo hacía. Echa un vistazo a las tres personas que en el suelo se encontraban. Una de ellas, sin que él supiese el porqué, decide dirigirle la palabra.

 

                      – Inuyasha. – Supone que le está hablando a él. – Kagura se ha ido, ya te puedes calmar. – dijo la joven del fuerte poder espiritual. Pudo escuchar claramente cómo su conciencia le gritaba, asustada: –  “¡No los lastimes!” – Así que decide irse de ahí antes de que sus ansias de matar regresasen.

- owowowowowowowowowowowow -

Sesshômaru se acercaba a la zona donde se libró ese gran combate, pero la esencia de Kagura ya había desaparecido. – “De seguro ese idiota ha soltado su espada.” – Se detiene en la mitad del bosque al sentir una poderosa presencia acercándose a donde él se hallaba. – Conozco este hedor… – Justo en el instante en que lo reconoció, el mismo Inuyasha entró en escena. – Así que eras tú. – comentó, mientras colocaba su mando sobre la espada, sólo por si se presentaba la oportunidad de luchar.

 

                      – No vine… No vine a… pelear. – pronunció con dificultad el demonio, entre pequeños jadeos, provocados por la forma en el que se encontraba.

 

                      – Así que eres capaz de hablar en este estado. – Comenzó a acercarse lentamente. Soltó la espada, pero bajo sus mangas, sus garras estaban más que listas para atacar si fuese necesario. Inuyasha lo imitó, pero mientras se aproximaban, Sesshômaru notó que su hermano no tenía intenciones de atacarlo; no le había mentido al decirle aquello. Algo andaba mal, en una situación así, Inuyasha podría matarlo si se lo propusiera. Sin embargo, decidió: “sólo por esta vez confiaré en él”, como se había propuesto mentalmente.

 

                      Cuando se hubieron acercado lo suficiente, el menor esperó al momento indicado y se abalanzó sobre su hermano. El otro, por reacción, comenzó a forcejear, pero justo cuando resolvió dar uso a sus venenosas garras, sintió algo extraño en demasía. – ¿Tú… no me… atacas? – Se animó a cuestionar; sólo fue respondido con un suave y firme “no”. Además, estando tan cerca de su pequeño hermano, hizo un nuevo descubrimiento: se percató de la creciente calentura de Inuyasha, que rozaba la propia hombría de Sesshômaru y se restregaba contra su cuerpo ligeramente. – “Tranquilízate, deben de ser los instintos, tiene que ser eso, debe estar en celo… ¡Rayos! ¡Qué de idioteces piensas!” –  Estaba tan perdido en la sensación de ese abrazo, que no fue conciente del veloz movimiento de su hermano, en el que agarró con una mano su rostro y lo besó. Pero en seguida, el sorprendido fue Inuyasha, al sentir a su ‘onii-san’ pidiendo permiso para entrar a su cavidad bucal; cosa que obviamente aceptó gustoso.

 

                      Aquel tierno abrazo se convirtió pronto en un salvaje beso en el que los dos trataban de dominar. Aún así, la pequeña guerra no dudaría por siempre; los pulmones de ambos demandaban aire. De esta forma, se separaron; estando aún abrazados. Sesshômaru habló: – Ah… Eh… ¿Porquérayoshicisteeso? – Soltó, casi sin respirar entre palabras. El menor no contestó, lo único que hizo, fue acercarse por segunda vez su rostro al de él. El mayor, cerró los ojos, esperando ese segundo beso, que no ocurrió. Inuyasha optó por dirigirse a su oreja y morder el lóbulo de manera suave, haciendo que su hermano acelerara su respiración inconcientemente. – Inuyasha… ¿Qué… qué haces? – Preguntó, asustado. Por un momento creyó que se había excitado, mas esta posibilidad la descartó al instante. Jamás se excitaría, si Inuyasha era quien lo provocaba; según el taiyoukai, él era la vergüenza de la familia. Este era un acontecimiento muy bizarro: Inuyasha, con todo el odio que profanaba hacia su persona, lo estaba… No, necesitaba una explicación.

 

                      En contra de sus más profundos deseos, lo tomó por los hombros y lo apartó de él. Trató de sonar lo más frío posible. – ¿Qué demonios haces? – Y por respuesta, lo que recibió fue una tremendamente extraña, y repentina confesión.

 

                      – Sesshômaru… – Ese tono en que le habló no le agradó en lo más mínimo. Una tenue descarga eléctrica recorrió su espina dorsal.

 

                      – ¿S-sí…? – Inuyasha seguía jadeando. Desde que lo encontró, no paraba de hacerlo. Y la expresión que puso antes de hablar le decía que nada bueno sería lo que escuchara después.

 

                      – Es… Estoy excitado… –

    

                      – … –

 

                      Shock.

 

                      – … –

     

                      Sin esperar una contestación, el caliente Inuyasha intentó besarlo nuevamente, sin notar que Sesshômaru se había quedado en un gracioso estado de sorpresa, y lo sostenía sólidamente por los hombros. Aprovechando las circunstancias, se soltó del agarre y volvió a juntar los labios de ambos. Este segundo beso fue tierno y suave. Sesshômaru reaccionó al fin y, luego de separarse, se miraron a los ojos.

 

                      – Te amo. – Dijo, endureciendo el rostro. El menor se quedó en silencio, y de pronto, la sangre corrió a sus mejillas, sonrojándolo. Aún así, respondió, logrando que esos sentimientos que tanto tiempo hubiera tenido ocultos pudiesen salir a flote.

 

                      – Yo también. –

 

                      Fue Sesshômaru quien decidió acercarse de nueva cuenta a Inuyasha y recostarlo entre besos, contra un árbol que se encontraba en aquel bosque que en unos momentos sería testigo del amor que se tenían.

 

CONTINÚA...

Notas finales:

Lo tengo escrito en unas hojas. Y me cansé de tipear. Aparte, me están pidiendo que deje la computadora a mi hermana. Así que mañana lo termino de publicar. Espero que les guste, aunque sea un poquito.
Críticas, consejos, tomatazos, etc. son aceptados :)


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