Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

8,6 GRADOS por Eliseo

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Primer capítulo revisado. ¡Espero reviews!

Satoshi observaba divertido cómo Ginta tiraba su raqueta al suelo y pataleaba rabiando como un crío. Acababa de perder otro partido contra Yuu, y el chico debía estar pensado que ya era suficiente. Normalmente perdía cada vez que jugaban, pero demonios, Yuu había estado unos meses fuera haciendo un máster y no había podido jugar ni al pin-pon, mientras que él se había pasado todo aquel tiempo entrenando como un condenado con la simple esperanza de ganarle cuando volviera. Y ahora que había vuelto, él, por enésima vez, perdía. Cuando Yuu se acercó a la red para estrecharle la mano Ginta sólo fue por la costumbre de haberlo hecho al final de todos los partidos que había jugado en su vida, pero no porque tuviera ninguna gana de hacerlo.

-Vamos, hombre, no te pongas así. Solo es un partido de tenis.

-Sí, claro, para ti es muy fácil decirlo, tú siempre ganas. Maldita sea.

-Bueno, en cuanto a eso solo hay una solución, y es que mejores ese revés tuyo tan desastroso –dijo Yuu sonriendo de oreja a oreja.

-¡O no volver a jugar nunca más contigo! –le espetó Ginta, dando media vuelta y saliendo de la pista en dirección a las duchas rojo de la rabia.

Yuu se quedó allí sin saber muy bien qué hacer. No le había dicho lo del revés con ninguna mala intención, caramba. Aunque no sabía de qué se sorprendía, Ginta siempre se enfadaba por todo. Vio cómo Satoshi le hacía señales para que se acercara a las gradas, donde estaba sentado casi llorando de la risa.

-No deberías reírte de esa forma, al menos estando él delante –le dijo, aguantando a duras penas las ganas de reírse él también. La risa de su amigo siempre le había resultado especialmente contagiosa.

-¡Oh, vamos, no me regañes! Este chico no cambiará nunca, jajaja. De nada le valen los años, siempre será un niño pequeño.

-Tienes razón, jeje.

-Algunas veces no sé cómo Arimi le soporta.

-Pues porque se quieren, Satoshi, no digas esas cosas. Además, Ginta no es malo. Quizás algo infantil en algunas de sus reacciones, pero es un buenazo –dijo quitándose la cinta de la frente y secándose las gotitas de sudor que habían escapado de esta.

-Sí, sí, lo sé. Y por eso te aconsejo que le dejes ducharse tranquilo y esperes a que se le pase el mal humor.

-Sí, ya... Vaya una gracia. Estoy muerto de calor y me sudan hasta las orejas... Necesito una ducha con urgencia.

-Créeme, desde aquí noto el calor que desprendes, y muy especialmente ese olorcillo a tigre... muerto, jajaja.

-Gracias, muy amable.

-Pero sigo pensando que mejor le dejes solo por un rato.

-Arimi me dijo que ha estado todo este tiempo entrenando cada vez que podía.

-Sí, le sentó demasiado mal que le ganaras, como de costumbre, el día antes de que te fueras a Barcelona a hacer ese máster.

-Ya se lo advertí. Necesitaba relajarme y no iba a hacerle concesiones.

-Lo sé. Hablé con Meiko días después. No me mires con esa cara –dijo dolido. Las ganas de reírse se le fueron ante la mirada recriminatoria de su amigo-, fueron ella y el profesor Namura los que me invitaron a comer con ellos.

-No deberías haber aceptado...

-Quizás, pero no me cambies de tema. Miki lo pasó más que mal, ¿sabes? Meiko me contó que lloró mucho.

Yuu notó de repente todo el cansancio del partido. Todo lo sufrido antes de su viaje, el dolor de su estancia en España por la incomprensión de su novia, todo aquello volvió de nuevo a caer sobre él. El partido le había ayudado a no pensar durante un rato, pero su amigo le había devuelto a la realidad.

-Sé muy bien cuánto lloró. No sólo lo hizo durante semanas cada vez que me veía para obligarme a no irme, sino que además se encargó de hacérmelo saber tan a menudo como pudo mientras estuve fuera.

-Yuu...

-No trates de defenderla, por favor –la tristeza volvió nuevamente a los ojos color miel del chico, donde siempre pareció habitar, de donde nunca se había ido realmente-. Es... es una... egoísta. Desde que regresé no se ha dignado a hablarme. No quiso antes ni quiere ahora entender la importancia que tiene para mí este máster. Sólo se ve a sí misma y su maldito ombligo. Ella tiene que ser la protagonista, todo el mundo tiene que girar a su alrededor. A su lado me siento anulado, Satoshi, siento que no soy yo. Desde que empezamos a salir en serio ha intentado apartarme de todo lo que me gusta, de mis aficiones, de mis amigos, y no puedo, no quiero permitir que esto siga así.

-Ahora eres tú el que no debería hablar de esa forma de Miki –se sentía algo avergonzado, pero también orgulloso de que su amigo le abriera su corazón de aquella forma, que confiara tanto en él... Y sí, también se alegraba de la crisis en la relación de Yuu, aunque eso no se atrevería a decírselo nunca.

-Tú no sabes cómo lo pasé durante los años de universidad. Te juro que muchas veces pensé que nunca terminaría, que nunca sería arquitecto. Para ella lo único importante es ella misma, y me exigía que perdiera horas de estudio para estar con ella. Si yo no aprobaba le daba igual, sólo le interesaba que estuviera pendiente de sus caprichos. Ni siquiera ha dicho nada cuando tu padre llamó para ofrecerme trabajar con vosotros, como si no le importara. Pero no quiero hablar de esto ahora –una tímida y triste sonrisa volvió a sus labios, dejando a Satoshi prendado de ellos-. Mejor hablamos de ti. No creo que sea bueno para ti seguir viendo a Meiko.

-¿Qué? –el cambio de tema le dejó algo sorprendido. ¿Pero todavía seguía pensando que después de tantos años él aún estaba colado por la chica?- ¡Yuu! Meiko está casada, y muy felizmente, y además, tiene un hijo. ¿Cómo demonios puedes decirme eso?

-Oh, venga ya, todos sabemos que estabas totalmente enamorado de ella –esta vez la sonrisa del chico fue más sincera.

-Pues os equivocasteis todos –dijo Satoshi con aire ofendido-. Especialmente tú deberías haberte dado cuenta hace tiempo de que aquello no fue más que un capricho juvenil. He tenido todos estos años para darme cuenta.

-Bueno, si tú lo dices –la risilla de Yuu decía claramente que no creía a su amigo-. De todas formas, y por si acaso, evita volver a verla.

-¿Acaso estás celoso? ¡Qué bien, qué bien! –Más quisiera yo, Pensó Satoshi, esperando que la sonrisa de sinvergüenza se viera lo suficientemente exagerada como para que Yuu pensara que estaba de broma y no se diera cuenta de lo que realmente pensaba.

-Claro, por supuesto –Yuu decidió seguirle la broma-. Ya sabes que no puedo vivir sin ti, ja, ja.

-Pues antes de vivir conmigo será mejor que te duches –le dijo dramáticamente-. Mira, por allí sale Ginta. Nunca tendrás mi amor oliendo de esta forma.

-Sí, será mejor, antes de que me asfixie a mi mismo. Hasta luego.

-Venga, mañana nos vemos en la oficina de mi padre. No sé aún quién te entrevistará, pero ya me encargaré yo de que te contraten, jeje.

 

 

El agua caliente lloviendo sobre su cabeza y resbalando por su cuerpo moldeado por el tenis resultaba demasiado agradable. Quizás estuvo más tiempo allí de lo que debería. La verdad es que perdió la noción del tiempo, dejándose llevar por la cálida sensación de confort que le daba la ducha. Le ayudaba a no pensar, aunque sabía que en poco tiempo volvería a casa, a aquel infierno donde le esperaba su novia dispuesta a seguir ignorándole para hacerle pagar por haberla dejado sola en Japón mientras él estaba en Barcelona.

No estaba muy seguro de cómo aquella idea había llegado a su cabeza, pero estaba totalmente convencido de que era lo mejor. Si sólo tenía de ella dolor e incomprensión, por supuesto que era lo mejor. Además, los meses que había estado fuera le habían hecho dudar de su corazón. ¿Merecía la pena seguir con alguien así...? ¡No, basta, fuera..! No quería seguir devanándose los sesos...

Sacudió la cabeza para sacar una vez más todos aquellos pensamientos. Ahora tenía algo más importante de lo que preocuparse, algo de lo que dependía su futuro laboral.

 

 

Su carrera había sido tan meteórica como brillante. Si al principio todo el mundo en la empresa le había mirado mal por achacar su triunfo al hecho de ser el hijo del presidente, pronto tuvieron que reconocer que realmente aquel chico de ojos del color del mar más profundo se había ganado a pulso el segundo lugar en la firma de su padre. Al poco tiempo ya todos confiaban plenamente en él, en su increíble habilidad para manejar el negocio, en su innato instinto que nunca fallaba a la hora de firmar un acuerdo, o un contrato. Satoshi Miwa, a su aún corta edad, era el mejor. Todos esperaban que pronto buscara una esposa y tuviera hijos que continuaran la estirpe del tan insigne apellido “Miwa”. Lo que nadie sabía es que desde hacía poco menos de un año lo último que ocupaba su cabeza era buscarse, precisamente, una esposa.

Durante un tiempo luchó por su amor por Meiko. Yuu tenía razón, la había amado con todo su corazón. Pero finalmente la había perdido. En el fondo, siempre había sabido que aquella era una batalla que nunca podría ganar, pero no pudo dejar de intentarlo, la había amado tanto... Tanto que creyó morir cuando se casó con el dichoso profesorcito... Pero aquello pasó, y la universidad le ayudó a no pensar en ella. Luego, cuando Yuu ingresó también en la carrera de arquitectura se volcó en ayudarle en todo lo que pudo. Tenía un gran proyecto, y era hacer de ellos dos los mejores. Y parecía que lo había conseguido. Pero cuando éste decidió matricularse en aquel máster en Barcelona se dio cuenta de que tantas horas juntos estudiando como posesos le habían llevado casi a depender de la presencia de su amigo.

O eso pensó al principio, claro, porque nada más marcharse Yuu sus sentimientos se volvieron locos. Definitivamente, se tenía que haber vuelto loco porque la imagen de Yuu no le había dejado en todo aquel tiempo, y el deseo de abrazarle, de tocarle, de poder mirarse en sus ojos, de poder probar la miel de sus labios había anidado en su corazón, y se sentía morir sólo de pensar que estaban tan lejos. Y ahora había vuelto. Pero nunca se atrevería a decirle nada. Estaba enamorado de Miki, y nunca había dado la más mínima señal de que le gustaran los chicos. Y antes que perder su amistad por confesarle sus sentimientos prefería morir. Su amor quedaría confinado en lo más profundo su corazón. Era mejor así.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).