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Un Cálido Amanecer por _elwereth_

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Sociedad de almas

Hisagi había madrugado hoy. Tenía que salir temprano. La mañana era fresca. Había llovido durante la noche y aún se respiraba el olor a tierra húmeda. De los árboles y las plantas colgaban pequeñas gotas de agua. El sol empezaba a salir y rayos de luz se perdían en el paisaje.

Esos amaneceres siempre le traían recuerdos. Hacía muchos años que no veía uno así. Ciertamente, en algún rincón de su memoria, yacía olvidada una madrugada muy parecida a esa… incluso ese olor, era casi igual…

En algún lugar de Japón, hace muchos años

La ciudad empezaba a despertarse. En las calles se podían ver los primeros pescadores en llegar al puerto.

Se trataba de una ciudad costera. En la última década había ido prosperando poco a poco. Los nuevos métodos de pesca la habían echo sobresalir por las demás ciudades convirtiéndose en una de las más importantes de la región.

Eso era todo gracias al nuevo gobernador de la ciudad. Pero últimamente las cosas ya no eran tan simples como eso. Toda ciudad que prospera se inunda rápidamente de estafadores y pequeñas mafias.

Al principio, las autoridades tenían controlada la situación, hasta que una banda de delincuentes se apoderó del puerto.

Solo una parte del puerto estaba a salvo de esa mafia. Había ido avanzando poco a poco hasta casi lograr apoderarse de toda la zona. La guerra había empezado hacía unos años.
Al principio hacían pagar a los pescadores por zarpar con el barco, o les requisaban parte de su captura, pero todo empeoró cuando alguien asesinó al líder y se convirtió en el nuevo jefe.

Esa persona no era para nada un estafador o un ladrón común. Se trataba de un samurai, un samurai traidor.
Vendía sus servicios al mejor postor, hasta que el mejor postor se alzó en contra del emperador. Todos los que participaron en esa guerra estaban muertos o escondidos. Después de mucho huir, llegó a la ciudad. Se ocultó en el puerto y entro en contacto con toda la basura que ahí se encontraba. Realizaba pequeños trabajos que pronto se hicieron famosos por su técnica insuperable y su astucia. Llamó la atención de muchos…pero se introdujo en la banda que controlaba el puerto y rápidamente fue subiendo de posición, no era nada de extrañar, nunca había fallado.

Se convirtió en la mano derecha del líder, solo un tonto desaprovecharía ese hombre y solo un tonto seguiría las órdenes de un tipo como ese; lo asesinó. Su ambición era mucho más grande, quería poder y nadie se atrevía a contradecirle.

Empezó a matar a todo aquel que tenía alguna propiedad en el puerto, se apoderaba de todo, barcos, almacenes, casas…le daba igual lo que fuera. Todo el que le hacía frente terminaba muerto, y los que no, simplemente abandonaban sus casas y posesiones y se iban a otra ciudad.

Empezó a comprar a magistrados y a hombres cercanos al gobernador de la ciudad. Todo paso que intentaba hacer Hotaru Shuuhei se volvía contra él.
La guerra por hacerse con el puerto de la ciudad estaba apunto de terminar.

Esa noche, Yami, el hombre al que apodaban de “el samurai de rojo” por la cantidad de sangre que habían derramado sus manos, atacó directamente a los Shuuhei.

Yami iba a matar a Hotaru cuando su hijo se interpuso. Así empezó la que sería la última batalla. Yami se había retirado, había cumplido su propósito de quitar del medio a Hotaru, aunque no como él esperaba. Que una presa se le escapara y todo por un niñato… y que ese niñato hubiera herido su ojo… estaba muy enfadado.

Hisagi Shuuhei veía como los médicos intentaban salvar la vida de su padre. Su madre y su hermana lloraban desconsoladas ante lo que había ocurrido hacía escasas horas en esa casa. En un momento, se vieron atacados por todo de hombres. Su mano aún notaba la presión con la que había empuñado su katana.

Un hombre misterioso caminaba esa mañana por el puerto. Había llovido durante la noche. Daba la sensación que esa lluvia había intentado limpiar la ciudad…era una mañana fresca.
Aunque intentaba pasar desapercibido, no lo conseguía. Era más alto que la mayoría de gente, se veía hermoso, las mujeres que pasaban por ahí susurraban a su paso cotilleando. Parecía un chico joven y sus ropas, aunque intentaban ser normales parecían poseer cierta riqueza que no abundaba en esa zona de la ciudad… la gente de su alrededor se apartaba intuyendo que algo pasaría esa mañana.

-Umiko: ¡¡Hermano!! ¡¡¡HERMANO!!!

-Hisagi: Umiko, no deberías estar aquí.

-Umiko: Hermano, ¿a donde vas? ¿Qué quieres hacer? ¡Hermano!

-Hisagi: Las cosas no pueden seguir así… si padre no puede hacer nada, tengo la responsabilidad de hacerlo yo, como hijo suyo que soy.

-Umiko: ¡No! ¡No te dejaré! ¡¡Vuelve conmigo!!

-Hisagi: Umiko…debes cuidar de papa y mama… yo… volveré pronto. Te lo prometo.

-Umiko: No…por favor…no…

Su destino estaba sellado, desde el momento en que alzó su katana en contra de Yami, este había quedado enredado; no había lugar para los dos en esa ciudad.

Parecía una locura que pensara eso, pero esa noche, cuando sus katanas se tocaron y los dos se miraron a los ojos estos se encontraron reconociéndose como rivales… no había unas miradas tan llenas de determinación como las suyas.

Hisagi sabía que ese hombre no se detendría nunca, sus ansias de poder eran insaciables, siempre querría más y más… por eso, él tenía que pararle… en esos momentos, con su padre herido, incluso podría estar muerto, nadie podía frenar a ese hombre, solo él era la suficientemente fuerte como para hacerlo, en él caía la responsabilidad de salvar a esa ciudad de sus manos, no podía dejarle ser el dueño… no podía dejar a toda esa gente a su merced.

Estaba llegando al puerto. Los pescadores aún no habían salido a la mar. A lo lejos podía ver unos hombres que horas antes habían estado en su casa, ahora eran ellos los que le barraban el paso intentando no dejarle pasar.

Iban apareciendo uno tras otro, cada vez dejaba más personas atrás suyo. Su ropa estaba manchada de una sangre que no le pertenecía y ahora limpiaba su mejilla recién salpicada. Habían ido apareciendo uno tras otro conforme iba avanzando, pero ahora, el último miembro de la banda del puerto caía arrodillado a sus pies herido de muerte.

Al fin tenía esos ojos delante suyo otra vez, los ojos de la misma muerte. Yami lo miraba impresionado. Había pensado que ese joven había herido su ojo por azar, pero viéndole luchar… ni un solo rasguño, manchado de sangre de todos los inútiles que tenía por subordinados y esa técnica… una técnica familiar, sería más divertido de lo que pensó nunca.

-Yami: Dime muchacho, ¿quien te enseñó a luchar?

-Hisagi: Mi maestro.

-Yami: Tu técnica con la espada, se parece a la mía…

-Hisagi: Será porque tienen el mismo origen.

-Yami: ¡¡¡Jajajaja!!! Así tendré un digno oponente al que matar… hacía mucho que no encontraba nadie a ese nivel

-Hisagi: ¿Y quién te dijo que me dejaría matar?

-Yami: Jajajaja. ¿Es que te crees que tienes alguna posibilidad contra mí?

-Hisagi: Vamos a verlo.

Los rayos del sol iluminaban un camino lleno de sangre ahora. Muchas vidas habían sido cobradas. El silencio reinaba en el lugar, el blandir de las espadas había dejado de sonar y las primeras personas empezaban a acercarse al lugar.

Podían verse los restos de una lucha sangrienta. Trozos de madera de barriles y cajas estaban esparcidos por toda la zona, sus contenidos habían ido rodando hacía el mar. Rastros de sangre y salpicaduras por el suelo y algunas paredes, incluso un carro tumbado en medio del puerto…

Dos personas permanecían de pie. Las dos respiraban pesadamente, sus ropas estaban manchadas de sangre, tenían heridas por todo el cuerpo. Gotas de sangre iban cayendo al suelo formando pequeños charcos.

Hisagi miraba a Yami a los ojos, este sonreía como loco, todo había terminado. Yami caía al suelo muerto, sin dejar de sonreír.

Los pescadores que no se habían atrevido a salir antes empezaban a llegar rodeándolos a los dos, mirando incrédulos.

La fuerza empezaba a fallarle a Hisagi, sus piernas ya no eran capaces de sostenerle, cayó al suelo, un charco de sangre empezaba a expandirse a su alrededor, oía gente gritando, sabía que estaban a su alrededor pero los oía como si estuvieran muy lejos.
Miraba al horizonte, al mar…al final no podría cumplirle la promesa a su hermana. Su visión se tornaba borrosa…cada vez estaba todo más oscuro, parecía que ya no podía respirar, todo se volvía silencioso…

-Hisagi: Umiko….perdón.

Veía algo a su alrededor, pero todo era oscuro… Sin embargo, no tenía miedo, había muerto, pero estaba tranquilo…
Alguien se aproximaba.

-Hisagi: ¿Quien eres?

-Me llamo Tousen Kaname, y soy un shinigami.

-Hisagi: ¿Shinigami? Un dios de la muerte…¿viniste a por mí por todas las vidas que cobré?

-Tousen: No. Vengo a llevarte a la Sociedad de Almas.

-Hisagi: ¿Sociedad de Almas?

-Tousen: Es lo que se conoce como el cielo.

-Hisagi: ¿No iré al infierno?

-Tousen: ¿Porque tendrías que ir al infierno? Cuando no hay justicia, uno mismo tiene que ser la justicia

Sociedad de Almas

Estaba parado pensando cuando un rayo de sol le dio en la cara y puso su mano delante de sus ojos para poder ver el amanecer.

-Hisagi: Si…En verdad, esta es la mañana más parecida a esa…

*FIN*

Notas finales: En el fic le puse el nombre de Yami al samurai, pero no con la intención de parecerse al de la serie, simplemente lo elegí por el significado de su nombre, al igual que el de los otros personajes de la familia Shuuhei

Umiko - Hija del mar
Hotaru - Luciernaga
Yami - Oscuridad, tinieblas, penumbra

Espero que les haya gustado ^^

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