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Cuando las luciérnagas toquen a tu puerta por Lalamy

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Capítulo III: Persecución.

Cuando Miguel me dijo que me conseguiría trabajo, nunca creí que lo hiciese tan rápido. No llevaba ni un día y había llegado al departamento diciendo que debía presentarme a las 9 en punto en el edificio K-20 a unas cinco cuadras de este, el edificio K-4.

- ¿Por qué todos los edificios se llaman “K”?- le pregunté a cualquiera que me respondiese, ya sea Tomás el flaco sidoso, o Javier el del colmillo de oro.
- Por Karuba, así se llama este sector.
- ¿”Karuba”?
- Si, siempre que escucho “Karuba” me dan ganas de comer arroz, suena parecido al que compraba mi madre en oferta- habló Miguel desde el baño, un cuadrado del que no sé como podemos meternos allí- a todo esto, Evan ¿Me acompañas a comprar arroz? Si vamos más tarde se acabará- sonó el drenaje, puesto que tiró la cadena.
- Claro- dije al verlo salir, subiéndose la cremallera del pantalón.

Al salir a la calle caminamos hacia una feria en donde había mucha gente aglomerada, según el rubio, los precios eran altos, pero pese a que podían robar, no se atrevían, puesto que los oficiales los tomarían detenidos y los golpearían con tanta brutalidad, que los dejarían irreconocibles.

Así que nos adentramos, hombres y mujeres, de todas las edades y contexturas empujaban con salvajismo para poder obtener un poco de mercadería… Miguel pateaba enardecido a quienes se encontraban delante de él, y pese a los insultos que recibía, el continuaba pateando para abrirse el paso.

- No importa como lo hagas, sólo toma una bolsa de arroz ¿bueno?- me dijo agitado, en tanto daba codazos a diestra y siniestra- Yo lanzaré el dinero si lo haces, así que no te preocupes.

Eso quería decir que debía empujar y patear personas… bueno… no era algo de lo que me molestase demasiado, también tenía mi espíritu resentido.
Así que procuré meterme por algunos espacios que había entre la multitud, como un ágil felino n busca de su presa, entre mi cautela alguien me dio un codazo en el ojo, fue horrible, lagrimeaba como condenado, pero tuve que ignorarlo.

El aire era asfixiante y caliente, todos estábamos sudando y las moscas se apegaban a nuestros cuerpos empapados y sucios. Tuve la pésima suerte de llegar a donde un hombre obeso, quien aprovechaba su corpulenta figura para golpear a quien se le cruzara en el camino, a mí me abofeteó con su mano gruesa y sudorosa, creí que me doblaría la cabeza por completo, pero doy gracias, de que sólo fue un fuerte dolor en el cuello del que me retorcería por su potencia en el apartamento.

No veía, ni oía a Miguel por ningún lado…

Era de nunca acabar, de lejos la masa se veía más reducida de lo que se puede contemplar desde afuera, todo por una bolsa de arroz, que costaba una fortuna, había que ver de que dimensión sería esta.

Continué en mi lucha, y no sé como, pero empecé a ver la tarima del puesto, y parte del vendedor que vociferaba que le pagasen o los reportaría haciendo que 10.000 se fuesen arrestados, oía de vez en cuando las monedas caer en las tablas de su puesto.

Recibí una patada en la costilla derecha que para desgracia del agresor me ayudo a encontrar un espacio para llegar directamente a la tarima en donde no más de 20 bolsas iban quedando e iban disminuyendo con el pasar de los segundos…

Malditos segundos…

- Fíame una bolsa, y te la pago luego- decía un joven a quien no pude ver, al vendedor.
- No.
- ¡Pero no seas así! ¡Si te lo voy a pagar!
- No- el sujeto era tajante en su respuesta.


Me abalancé hacia la superficie del puesto y tomé una bolsa, pero el vendedor aplastó mi mano con su puño, creí que me rompería los huesos.

- ¡EL DINERO!- gritó enrabiado.
- L-lo tengo…
- ¿Dónde?

Mierda Miguel.

Miré hacia atrás ¿Debía gritar su nombre? ¿Me oiría?

- ¿Dónde está, mocoso?- sus ojos me acuchillaban.
- Lo tiene un amigo.
- Si, claro- y quitó mi mano de la tarima.
- ¡DE VERDAD! ¡MIGUEL! –grité mirando hacia atrás- ¡MIGUEEEEL!
- ¡ALLA VA!- sentí su voz no sé de donde.

Y unas monedas plateadas cayeron en el entablado, el usurero las contó, y me tiró en la cara la bolsa, la que tuve que sujetar con todas mis fuerzas, puesto que millones de manos se me vinieron encima rasguñándome como bestias, procuré agachar la cabeza para que no dañaran tanto mi rostro, pero las manos salían de todas partes, impidiéndome avanzar, todos querían quitarme la bolsa, y no veía la forma de cómo salir de allí. Alguien me tomó del cabello ¡DIOS QUE BRUTALIDAD! ¡Parecía que me sacarían la cabeza de una!

Aferré el objeto codiciado contra mi pecho, y crucé mis brazos para que no lo tomasen, intenté caminar con todas mis fuerzas, y seguía siendo golpeado, pero pese a todo esfuerzo me caí, ya que recibí un empujón desde atrás, todos se abalanzaron sobre mí, sus manos me tocaban por todas partes, rasguñándome los brazos.

- ¡Aguanta, aguanta!- gritó Miguel, ¡No lo podía ver!

Alguien me mordió el hombro, y otro seguía jalándome el cabello, y por un descuido, por un maldito descuido, aflojé la bolsa, la cual fue arrebatada de inmediato por una mujer que me tiraba de las orejas como si quisiera desgarrarla.

Y todos me dejaron en paz.

- ¡IMBECIL!- apareció aprovechándose de que aún estaba en el suelo para patearme en el estómago- ¡ESTÚPIDO! ¡¿ACASO NO VISTE QUE YO ESTABA A TU LADO, PARA QUE ME PASASES LA MIERDA ESA?!

No, no lo vi.

Seguramente era uno de los que me las quería quitar.

Me puse en pie, no tenía por que golpearme tampoco, no soy un animal.

- ¡TARADO!- me empujó- ¡ERES UN IDIOTA!- me dio un puñetazo en la cara- ¡¿Ahora que vamos a comer?! ¡¿AH?! ¡¿QUE VAMOS A COMER?! ¡INUTIL!
- ¡Oye no me trates así!- dije limpiándome la boca, la gente comenzó a dispersarse, puesto que ya se había vendido el último arroz.
- ¡¿Y COMO QUIERES QUE TE TRATE!? ¡GASTAMOS DINERO QUE NO TENÍAMOS!- me gritaba histérico, y seguía empujándome, yo lo hacía también, pero para que se alejase de mí.
- ¡¿Y que sabía yo?! ¡Es la primera vez que estoy aquí! ¡La culpa es tuya por confiar en un nuevo!
- ¡HIJO DE PERRA!- y se me lanzó para sacarme los ojos, de seguro, pero algo lo freno…

Mucha gente corría por la calle principal hacia nosotros…

No… no era para estar con nosotros, eso era algo más que obvio… estaban asustados, y gritando “¡CORRAN!” “¡CORRAN!”, arrancaban de algo… pero no entendía de qué.

- Los oficiales…- murmuró Miguel- ¡CORRAMOS!

Y me tomó del brazo para asegurarse de que yo lo seguiría, y claro que lo haría, si mi bienestar dependiera de ello lo haría sin siquiera pensarlo.

Era una estampida de seres aterrados, yo no veía a los famosos “oficiales” tampoco entendía la razón de la persecución, pero si todos corrían, era porque algo malo se avecinaba.
Miguel me soltó porque el corría más rápido que yo, sin embargo, traté de alcanzarlo sujetándome de su polerón gris con sutileza, sólo para no perderle de vista, ya que no sabía hacia donde íbamos, ni donde quedaba nuestro apartamento.

Oímos un grito ensordecedoramente horrible proveniente de una mujer, pareció asustarlos a todos, pues aligeraron el paso, tanto así que la masa de personas parecía amontonarse haciendo que muchos cayeran, Miguel miró hacia atrás, era para mirarme.

- ¡Escondámonos en algún lugar, si seguimos corriendo como caballos nos atraparán, debemos escondernos!
- ¡Como tú digas! ¡Yo te sigo!- fueron unas palabras un tanto desesperadas.

Me tomó de la mano y cruzamos horizontalmente la calle para salirnos de allí, y como todos iban verticalmente se nos hizo casi imposible avanzar sin chocar con todos. Había una pareja que al parecer oyeron la idea de Miguel y nos estaban siguiendo, fue horrible, sentí que en cualquier momento sería botado y pisado por la masa.
- ¡Evan corre como un loco, y no le pidas permiso a nadie, por la puta!- me dijo molesto.

Y no sé como, pero logramos llegar a un callejón.

- Escondámonos en los contenedores- me dijo, estaban repletos, pero tiramos parte de la basura para entrar, éramos cuatro, y cupimos perfectamente entre la putrefacción del contenido de uno de ellos, era asqueroso, me senté en una parte en el que las bolsas estaban mojadas, oliendo a una mezcla de cosas que formaban un olor pestilente.

El tipo que venía con la muchacha, iba a cerrar, pero Miguel lo detuvo.

- No, no hagas eso, debemos hundirnos entre las bolsas par que el contenedor se vea rebalsado, o sino sospecharan que estamos dentro.
- Mierda, tiene razón- exclamó la mujer que no aparentaba más de 20 años.

Así que Miguel se bajó para tirarnos encima las bolsas y cajas que habíamos arrojado al suelo, y así aparentar que el contenedor sólo estaba lleno de basura, luego de esto, el se incorporó cerrando el contenedor, y escabulléndose entre las porquerías, llegó hasta donde estaba yo.

- Ahora sólo quédate callado- me susurró.

Estaba oscuro.

Luego de unos minutos oímos como uno de los basureros de lata era pateado por alguien.

- Busquen en todas partes, estas ratas son escurridizas. Nadie que se sepa ocultar bien, debe estar libre- era una voz masculina y déspota.

Mi corazón latió con fuerza, y como en un cuento de Edgar Allan Poe, sentí como mi corazón delator, pudiese denunciarnos.

Tenía miedo…



Oímos que alguien abría el contenedor en el que estábamos, y movía una que otra bolsa… no debíamos mover un músculo, ya que el mínimo movimiento que produjéramos, las bolsas sonarían…

Yo ni respiraba.

Al mirar hacia arriba sólo moviendo mis ojos, pude notar que el sujeto estaba muy cerca de sacar la bolsa que estaba sobre mi cabeza, sentí la mano de Miguel tomó mi mano, y yo cerré los ojos y recé en mi mente para que el oficial no nos viera.

- ¡Hugo! ¡Ven! ¡Torres te está buscando!
- ¡Voy!- dijo el sujeto que estaba apunto de descubrirme- Que basural- y cerró.

Nos habíamos salvado.

Nos quedamos allí por un buen rato, teníamos que cerciorarnos que lo oficiales no estuviesen en los alrededores para atraparnos.

Pasó demasiado tiempo, y no escuchábamos nada a nuestro alrededor.

- ¡Voy a salir!- dijo la mujer.
- Si creo que ya es hora…- apoyó el hombre.

Ellos salieron primero y nosotros lo seguimos, me agaché para amarrar mis cordones, en tanto Miguel se olía la ropa.

- Me costará mucho sacarle el olor a esta mierda.

Y de repente sentí que mi compañero me tomaba del brazo, para llevarme detrás del contenedor hincándome al igual que él, fue todo muy rápido, no alcancé ni a reaccionar.

- ¡Alto ahí!- se oyó desde la calle, Miguel me dijo que asomara la cabeza disimuladamente para ver lo que sucedía, y vi como la mujer era derribada por dos sujetos con un traje muy extraño de color negro, en tanto la pareja de esta había sido golpeado con un fierro, no alcancé a ver donde, pero lo habían dejado inconsciente.
- ¡Suéltenme desgraciados! ¡Suéltenme!- la mujer se movía frenéticamente para no ser llevada por los oficiales, uno de ellos le pateó en toda la cara, y ella dejo de moverse.

Ambos fueron arrastrados hasta un lugar desconocido para mí.

- Se los llevaron- susurré.
- Maldición, debimos esperar un poco mas… que mala suerte justo hoy a donde hay mas gente en las calles, al parecer lo hicieron a propósito- dijo en el mismo tono que yo.

Me miró.

- Estás hediondo- me dijo.
- Ah… tú no hueles a rosas precisamente.

Y no nos paramos hasta que un hombre gritó desde arriba de uno de los edificios, que los oficiales se habían marchado, las calles volvieron a llenarse, y los victoriosos celebraron con insultos a los terroristas, y burlas infantiles.

Íbamos a salir del callejón cuando Miguel volvió al contenedor, para sumergirse en él.

- ¿Qué? ¿Te gustó estar allí?- le dije sonriente.

El demoró en salir, y ya cuando asomó la cabeza me mostró una bolsa de arroz.

- No era más que una estúpida distraída como tú. Tienes suerte de tenerme, o estarías siendo violado por 20.000 cerdos…
- ¡No me había fijado que llevaba eso consigo!
- ¡A eso me refería!- saltó de allí, y metió el objeto debajo de su polerón ancho-Ahora, si no hubiese soltado como un cobarde el paquete, tendríamos dos.
- ¡Mira como me dejaron!- le mostré mis brazos desnudos lleno de heridas.
- No seas marica, eso no es nada…-y me dio un ligero empujón para que caminásemos.


Pese a su brutalidad y arrogancia, Miguel resultó ser el mejor amigo que he tenido, ya que ninguno hubiese sostenido mi mano, como lo hizo él.

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