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Cuando las luciérnagas toquen a tu puerta por Lalamy

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Capítulo VII: Es un hecho, estoy en el infierno.

Después de aquel fatídico día en el que me sentí basureado por mi destino, me presenté el trabajo a la mañana siguiente sin afán alguno de repetir lo sucedido el día anterior. De sólo pensar que ese asqueroso cruzaría el umbral en cualquier momento, se me revolvía el estómago de cólera, una ira insospechada que residía en mi cuerpo y que jamás pensé que experimentaría.

Lo peor de todo no fue lo que hizo ese desgraciado conmigo, sino lo que iba hacer, y yo no iba a soportarlo, no puedo ser como Miguel y aguantar impotente a que me folle… no… definitivamente tenía que sacarme a se repulsivo de encima ¿Pero como hacerlo sin la necesidad ensuciarme las manos?


Se me hacía imposible.


Limpiaba el mesón con del local con desazón, cuando vi entrar a Don Rodrigo, por inercia me agaché para ocultarme, sin embargo, tenía miedo de que Sandra, quien estaba barriendo, le dijese que yo hace nada estaba allí, y el descubriese mi evasiva, “castigándome” de aquella forma tan ruin, que de sólo pensarlo me sube la rabia a la cabeza.


- ¿Y Evan?- oí su voz ronca la que me crispó los vellos de mis brazos.
- Pero si…- hizo una pausa prolongada-… no está.
- ¿Dónde está?- inquirió este con un tono autoritario.
- Ni idea, quizás fue a buscar unas cajas donde Mirna, es lo más probable. Sabe que últimamente he estado tan despistada, que no me doy cuenta de lo que pasa a mí alrededor- y rió.
- Con tal de que no arruines el negocio, me da exactamente lo mismo lo que hagas- se oyeron unos pasos- Cuando veas a Evan dile que lo estoy esperando, y que si se aparece, se va a arrepentir ¿Podrás recordar eso?
- ¡Claro!- exclamó enérgica- ¡Que tenga bueno día!
- Si, si…


Esperé unos segundos para ponerme de pie, había que ser cauteloso, no estaba de ganas para otra violación en grupo.

Ya al quedar a la vista de mi compañera de trabajo, esta ciñó las cejas.

- ¿Y tú donde estabas?- me dijo.
- Debajo del mesón.
- ¿Y por que?
- No quiero tener ninguna especie de contacto con él, lo evitaré cuanto sea posible…
- No, no, no… así no se hacen las cosas aquí. Si ese tipo quiere utilizarte, manosearte y desecharte tendrás que prestarte para eso sin chistar- dijo con un notorio desagrado.
- ¿Y quien lo dice?- dije desafiante.
- Nadie, pero si quieres sobrevivir tendrás que hacerlo, es tu castigo por los pecados que hiciste en vida.
- ¡¿Que pecados?!- exclamé con hastío- ¡Me rehúso a soportar que me usen para humillarme!
- ¡Debes tragarte esa soberbia!
- ¡No es soberbia! ¡Estoy defendiendo mi integridad, tengo derecho a hacerlo! ¡Yo no he violado a nadie, no tengo por qué recibir aquel indigno trato! ¡¿Y sabes que más?! ¡Me hartaron todos, yo no vine aquí a recibir “castigos”, maldita sea!- y con esto me saqué el odioso delantal que llevaba puesto, que parecía más nido de palomas por lo indecente que se encontraba.
- ¿Qué vas a hacer estúpido? ¿Vas a renunciar?
- ¡Pero que brillante eres!- ironicé- me importa un comino quedarme en la calle, o arrancar, yo no voy a prestarle el culo a ese hijo de puta para que haga lo que apetezca con él ¿O acaso Dios dictaminó que de esta manera podremos absolver nuestros pecados?
- ¿De que mierda hablas?- soltó la escoba.
- Nada…

Y arrojé el delantal al mesón, luego de esto le desee suerte con su miserable vida de sometimiento absurdo. Yo estaba dispuesto a resistir el arduo trabajo, o el mal trato como todo obrero aguanta para comer un poco de pan todos los días, pero no iba a soportar ser el prostituto personal de nadie, eso si que no, pueden llamarle soberbia, orgullo estúpido, o arrogancia, podían calificar mi actitud como quisiesen, pero yo no pensaba pudrirme en el silencio, y dejar a un lado, por temor, mi verdadero objetivo que es reencontrarme con Julián.


Cuando le dije aquello a Francisco, él sólo pudo golpearme en la cara con una fuerza inconmensurable.

Me quedé varado, tratando de comprender la razón de semejante agresión.

- ¿Qué hice ahora?- pregunté pasmado.
- ¡¿Y lo preguntas?!- me gritó- ¡No puedes hacer eso!
- ¡¿Por qué no?!
- ¡Te encarcelarán! ¡Ese hombre es peligroso, ni Miguel pudo zafarse de el, y tu sabes bien como es Miguel!
- ¡NO ME INTERESA! ¡¿Hasta cuando voy a oír la misma tontera?! ¡Que me encarcelen, que me torturen, no voy a ceder! ¡NO VOY A CEDER!
- ¡No seas inconsciente!-al decirlo me escupió en la cara- ¡Una vez dentro, no sales jamás, mocoso leso!

“No puedo creerlo”

- Además piensa también en los que te rodean- continuó- caes tú, caemos todos nosotros ¿No puedes acaso detenerte a pensar en eso? Evan… esto es igual que una dictadura… si no estás de acuerdo no te van a fusilar, pero te torturarán hasta cagarte la mente.
- ¡Eso ya lo sé!- chillé.



Pero no quería ser el prostituto de nadie, sólo deseaba buscar a Julián, pero jamás lo encontraría si me sometía al sistema, o era acatar órdenes y salvar mi pellejo… o arriesgarme a perderlo, para hallar a la única razón de mi existencia en ese mugroso infierno.


Pero si decidía escapar Javier, Francisco y Tomás correrían el riego de ser arrestados.

Me dirigí a la ventana completamente abatido, aborrecía la idea de pensar en torcer mi brazo ante algo tan repugnante para mí, pero quizás no tenía salida.

Comencé a respirar con pesadez.


Los pensamientos abarcaron mi mente con fastidio, y apreté involuntariamente mis dientes, y me alejé de la panorámica exterior.


- ¡Maldición, maldita sea este puto lugar de mierda!- pateé el sofá- ¡Estoy harto! ¡Quiero largarme, por la puta madre!- pateé y golpeé una muralla.

Francisco sólo me miraba con un rostro impasible.

Me había vuelto un energúmeno, vociferaba insultos, pateaba cosas, golpeaba, escupía, remecía muebles, realmente había perdido el control, si el día de ayer estaba llorando, aquella tarde la cólera se apoderó de mí, y me mareaba, me asfixiaba queriendo vomitarla de cualquier manera, estaba odioso, realmente enceguecido por la rabia y la desesperación de tener que hacer algo que no deseaba.

- ¡¿Es que Dios es un maldito sádico?!- grité arrojando un zapato arbitrariamente.
- Ya basta…- sentí que alguien me abrazaba por detrás, susurrando aquellas palabras en mi oído, mancipándome instantáneamente.


Era Miguel.



Giré la cabeza para verlo, y si, era él con el uniforme de oficial de color grisáceo que le hacía ver como todo un hombre. Me quedé quieto, sorprendido, emocionado de verlo allí, tan luego, no había pasado ni un día y ya estaba a mi lado abrazándome otra vez, sosteniendo a mi apesadumbrado ser. Para mi su ausencia fue tan prolongada, y aunque sólo fuese una exageración mía, lo sentí de aquella manera.

Pero eso ya no importaba, apareció y en el momento indicado como siempre, y aunque por un lado yo estaba feliz, a su vez me hacía sentir tan mal, pues jamás me había visto tan dependiente de alguien, menos de un desconocido, como realmente lo era él…


Inmediatamente lo abracé, y el su vez me rodeó con sus fuertes brazos, y sin decir nada, permanecimos así por unos instantes, sentí su aliento cálido acariciar mi cuello, y vi como sus cabellos esclarecidos se enredaban con la oscuridad de los míos, nuevamente era el indefenso Evan, escondiéndose tras la imponente figura de un hombre que sólo bastaba un susurro para calmar la tempestad, o provocarla irremediablemente.

- Me abrazas como su no nos hubiésemos visto de años...- comentó.
- Cállate…- murmuré- ¿Te molesta?
- No, tú sabes bien que me gusta...- susurró.


Y con esto me separé de él.


- ¿Y que haces aquí? ¿Te echaron?- preguntó Francisco sonriente, apoyado en la puerta podrida.
- Les gustaría…- se rió, y colocó sus manos al bolsillo de sus pantalones ajustados, inusualmente no usaba la chaqueta larga característica de los reclutas, sino una simple camisa del mismo tono gris del uniforme- se me quedaron ciertas cosas, y se me dio permiso para venir a buscarlas, son bastante flexibles esos tipos.
- Si, claro…- dijo Francisco sarcástico, no comprendí bien a que iba eso, pero noté que Miguel sonrió al oírlo.
- Bueno…- dijo después-… supongo que me quedaré hasta que anochezca, no me pusieron problemas.
- ¡Que bueno!- exclamé.
- Si, ya estaba estresado…
- ¡Que estresado, ni que nada! ¡No seas descarado!- gritó Francisco a risotadas.

Y ambos reímos también. Después de este… confuso encuentro, Francisco decidió salir sin dar explicaciones, dejándonos a Miguel y a mí sentados en el seudo sillón que crujía cada vez que tenía peso encima, aunque fuese ligero.

- ¿Y tú? ¿No deberías estar trabajando, holgazán?- apoyó su cabeza en el respaldo.
- Eh… si…- musité.
- ¿Y?
- Nada…- trataba de eludir la verdad, y a su vez la mentira- …eh… me peleé con alguien.
- …- me miró interrogante.
- Fue una pelea muy fea.
- ¿Quién fue?- inquirió cortante.
- No… no lo sé… un tipo de…por ahí.
- Descríbelo.

“Mierda”

- Es… de estatura media…eh… trigueño…ojos…cafés…eh…
- ¿Flaco Hidalgo?
- No…
- ¿Chico Urrutia?
- No…
- ¿Dante Calavera?
- ¡No sé!- proferí nervioso- Ya da igual…si… sólo fue una pelea.
- ¿Te pegó ese desgraciado?
- ¡Da igual!- no creí que se lo tomaría así- si no importa, si puedo defenderme solo.

Y lo único que pudo hacer ante eso, fue bufar con fastidio, prefería mantener lo de mi jefe, o ex jefe, depende de que decisión tome, en secreto, me daba vergüenza que supiese que todo mi teatro se debía a algo que seguramente él ya estaba acostumbrado… puede sonar estúpido, pero estoy harto de verme disminuido ante su persona.


- ¿Y tienes algo que contar de tu nuevo trabajo?- pregunté animoso.
- Es una basura- se mostró molesto.
- ¿Pasó algo?
- ¿Por qué no me quieres contar quien fue?- insistió.
- ¡Miguel basta!- exclamé estupefacto por tal berrinche- ¡No fue nada!
- ¿No confías en mí? Dijiste que yo era muy importante para ti ¿O acaso se te olvidó?
- ¿Y que tiene que ver eso?- sonreí confuso.
- Que Francisco sabe más cosas que yo…
- Oye… ¿Estás celoso?
- No, no estoy celoso, me molesta que tengas secretos con… ya, da igual, como si me importaran tus tontos conflictos.
- Es sólo Francisco, es como un…una mamá para mí.
- ¿Y yo?- me clavó su mirada.
- Eh… eres como un… ¿Hermano?
- ¡Que rico!- dijo con sarcasmo- ¿Le das besos a tu hermano?
- Ya, ya… no eres como un hermano… eres como un…- mierda, este tipo cada día me sorprende más- no lo sé… un…


Y no alcancé a finalizar la frase porque se me tiró encima como un animal hambriento directo a mi boca seca por la restricción de agua que se había ordenado en el edificio, que en segundos se suavizó nuevamente con el delicioso beso que me robó con brutalidad, al que respondí con la misma ansia y necesidad que él me transmitía. Me tenía acorralado, su cuerpo sobre él mío no permitía una escapatoria, lo que me dio el paso de dejarme llevar por completo ante un deseo que hacía mucho tiempo no apreciaba, que anestesiaba mi conciencia, y estimulaba una pasión que sólo podía ir dirigida hacia Miguel, sólo Miguel, no pensé en nadie más, y eso no me estaba gustando.


Su boca había descendido hasta mi cuello, lamiéndola, succionándola con fuerza, yo gemía levemente, y cerraba los ojos para dejarme llevar por mi excitación, enredando mis dedos en sus cabellos.

Abrieron la puerta de un golpe.

- ¡Epa, muchachos! – Oímos decir a Javier, el de colmillo de oro, decir- ¡¿Qué es este espectáculo?! ¡Si van a tener sexo váyanse a la azotea, no ensucien el sofá, es lo único limpio que tenemos!

Nos sentamos de inmediato.


- No sabíamos que habías vuelto, pillín- comentó Tomás- y me alegro de que le vayas a dar duro a nuestro Evan, y que no te lo estén dando duro a ti en ese infierno…- pensó en lo que dijo- ¿Por qué no me convenzo que ya estamos en él?
- Es porque eres un idiota-luego de decir esto, bostezó- vine a buscar ciertas cosas que creí que no podría llevarme.
- ¿Con quien te acostaste?- interrogó el de aspecto sidoso.
- ¡Eso no importa!- respondió incómodo- Ya ¿Vamos Evan?
- ¿A dónde?
- A la azotea, imbécil ¿A que más?

Al oír esto, y las risas morbosas de aquel par de viejos, le susurré que no iba a hacerlo con él, a lo que me preguntó si estaba seguro… a decir verdad no lo estaba.


Y besándonos llegamos a la maldita azotea ¿Por qué me había bajado aquella debilidad? Quizás la presencia de este aparente rubio escandinavo, luego de la repulsiva experiencia que tuve con ese tal “Chochi” de mierda, provocaba en mí la necesidad de querer extirparme de la mente y de mi cuerpo la esencia de ese bastardo.

Y si, terminé con los pantalones abajo, sentado con las piernas rodeando a Miguel, en tanto este me penetraba con fuerza, haciéndome aferrar a él como si alguien me lo fuese a arrebatar.


No le pedí perdón a Julián por mi traición, porque no me sentía arrepentido de lo que estaba haciendo… él tampoco fue un santo conmigo…

Y con brusquedad me agarró los cabellos de mi nuca, y apegó su boca en mi oído, en tanto yo seguía sintiendo ese pedazo de él dentro de mí…

- Te amo Evan… te amo…- dijo con voz agitada.

Pero no pude responderle ¿Qué debía decir? “¿Yo también?” No… el sabía cual era mi posición, que yo amaba a Julián, que aquello era sólo…

- Mierda…- me susurró entre jadeo-… estoy loco por ti… ¿Qué mierda debo hacer para tenerte sólo para mí? Lo que sea lo haré, te lo juro, soy lo que necesitas, te amo, sólo dime que porquería debo hacer…- dijo a regañadientes, y me empujó para hacerme caer al suelo, y así empujar con fuerza.
- ¡Aah!- gemí por el dolor- Me…
- Lo sé… lo siento, es mi naturaleza…
- No te preocupes…- dije jadeante- me gusta…

No dije más.

Resultaba gracioso, en la noche anterior a la de su ausencia, procurábamos no tocarnos demasiado, y de un día para otro ese respeto se había perdido por completo, y no estaba apenado por ello, pues admitía que la intimidad que habíamos adquirido era excitante… y reconfortante.

Mis manos temblorosas, se sujetaban de la espalda desnuda de aquel hombre que me daba estocadas salvajes, contrarrestándolas de vez en cuando con los besos que me daba…



Al finalizar el volvió a tirarse encima- al parecer le gustaba aplastarme- y me besó con ternura. Y tendido, difuso, e inerte, miré hacia el cielo…


No sé por qué sentía que lo que había hecho era más injustificable, que si lo hubiese obrado en vida…


Miguel rodó para quedar a mi lado.


- No te sientas mal- me dijo con la vista también hacia el firmamento celestino- no hiciste nada malo.
- Lo sé…- murmuré- objetivamente no lo he hecho… pero no puedo evitarlo, realmente no quería…
- Eres hombre no tienes por qué vivir en abstinencia hasta encontrar a tu Julián.
- Yo no hablo del sexo- le respondí.
- ¿Y entonces de que hablas?- cuestionó.
- De lo que siento por ti.


Y pude notar que se sonrojó, me encantaba que fuese tan espontáneo en sus palabras, y reacciones… jamás había conocido a alguien así.


- Eso esta muy mal…- dijo cortante.
- ¿En serio?
- No resultaría, no nos veríamos nunca, y… tienes una misión que cumplir.
- Tonto…- sonreí.
- Creo… pero bueno…- se sentó y se colocó la camisa- … no se puede tener todo lo que se quiere…
- Gracias.
- ¿Eh? ¿Tan bien lo hice que me agradeces?
- ¡No seas bestia!- carcajeé- Sólo gracias, no preguntes.
- Odioso- masculló.


Y un tanto “acaramelados” bajamos, fue tan extraño… estábamos concientes que lo nuestro… ni siquiera existía, sin embargo, estábamos sumidos en un éxtasis efímero que nos hacía vivir en una fantasía que ninguno de los dos aceptaba. Al llegar a la guarida todos estaban comiendo, y con risitas burlescas, claramente dirigidas hacia mi persona, me mandaron a botar la basura… porque era mi turno de hacerlo.

No sabía la razón del tamaño exorbitante de las bolsas, si ya ni siquiera comíamos. Tampoco deseaba abrirlas y revisar su contenido, no llegaba a tal extremo mi curiosidad.

Presencié una pelea en pleno callejón, y mi timidez no me dejaba lanzar la bendita bolsa al contenedor de basura que como siempre ya estaba por explotar. No obstante, como sabía que Miguel debía irse dentro de poco, ignoré las miradas fulminantes que me brindó la pareja por mi “intromisión”, y arroje las dos bolsas para marcharme.

Cuando ingresé nuevamente al reducido apartamento de un ambiente, Miguel me miró detenidamente, y luego la desvió, no quise preguntarle nada, tenía miedo que en mi breve rato de ausencia, Francisco le haya contado lo sucedido con mi jefe, el mismo hombre a quien le prestó servicio sexual alguna vez.

Y comimos acompañados de las anécdotas del viejo dueño de un caricaturesco colmillo de oro en su boca mal oliente a causa de su vicio por el cigarrillo. El rubio no me dirigió palabra alguna, ni siquiera una mirada, en el transcurso de la comida.


Como si yo hubiese hecho algo malo.


Al partir, se despidió de cada uno de nosotros, dándome fríamente la mano para agitarla, y marcharse.


Cuando cerró la puerta tras de si, me sentí bastante confuso, el cambio de trato me pareció brusco, claramente algo se le había dicho de mí para que hubiese actuado de esa forma, irritándome nuevamente. Le pedí una explicación, a quien debía exigírsela, mas Francisco se hizo el desentendido, lo que me enfureció, no debía por que habérselo contado, ni mucho menos desmentir su bajeza.


Y con esa despedida amarga salí de allí, para dormir a la intemperie, ascendí a la azotea otra vez sólo para no verle la cara a ese hipócrita, no me desagradaba hacerlo, en ambos lugares dormiría en el suelo, no encontraba mayor diferencia entre uno u otro.

Fue cuando entre el silencio, recreé lo acontecido ese día en mi mente, sin poder evitar volver a excitarme con los recuerdos. No acostumbraba a ser un joven muy lujurioso, pero… Miguel tenía esa facilidad en mí de desearlo, al igual como cuando conocí a Julián…



Y ya cansado, y nostálgico me quedé dormido repentinamente.






Alguien me zamarreó para despertarme.





Abrí los ojos de golpe, y mi corazón chocó contra mi pecho, y atrapado entre el sueño y la vaga lucidez, enfoqué mi vista en el imprudente que osaba a despertarme con tal brutalidad.

Era Francisco.


- ¡Debes irte de aquí!- me dijo arrodillado, yo aún no espabilaba.
- ¿Ah?- dije atontado.
- ¡Que te debes largar ya! ¡Tu jefe ha muerto!
- ¡¿Cómo?!- me sobresalté- ¡¿Pero como que mu…?! ¡Es imposible!
- Es posible, Evan…no me preguntes como, pero suele ser posible- afirmó- Te contaré la verdad, temo que Miguel lo asesinó, ya que le perforaron la cabeza a balazos. Es la comidilla de toda la ciudad, y tú eres el principal sospechoso.
- ¡¿QUE?! ¡IMPOSIBLE! ¡¿Por qué creerían eso?! ¡No tienen…!
- Sandra les dijo que tú estabas muy exaltado luego de ser violado por el y sus amigos, que probablemente tú cobraste venganza por la deshonra…
- Maldita perra…- dije a regañadientes- ¡¿Cómo se atreve a hacerme esto?! ¡¿Cómo se atreve Miguel a cometer semejante estupidez?!- me tapé el rostro desconcertado.
- Fue mi culpa…- admitió afligido- le conté para que diese una solución a tu problema, además el comenzó a interrogarme de una forma muy corrosiva, así que no me quedó otra que contarle… ¡Sí, le conté! ¡Soy tan idiota! ¡Nunca creí que haría justicia con sus manos!
- ¡Claro, y no pensó, nuevamente, que me perjudicaría! ¡¿Cierto?! ¡Es un imbécil!- vociferé colérico- ¿Y ahora que hago, Francisco? ¿Qué hago?- mis ojos lagrimearon, pasé súbitamente del coraje al miedo.

Suspiró con pesadez.

- Pensé en algo… pero debes seguir mis instrucciones al pie de la letra, porque es muy peligroso…


“¿Por qué me hiciste esto Miguel? ¿Por qué?” pensé contrariado.

- Está bien- murmuré- ¿Qué pensaste?
- Ten- me dio un papel doblado en cuatro pliegues- guárdalo con tu vida, es algo que certifica que eres un amigo mío de confianza. Irás a la casa de un tal Giovanni Sierra, se lo mostrarás y le pedirás alojo, informándole que eres un fugitivo, el no te hará problemas, pero debo advertirte un serio detalle.
- ¿Qué…?- dije temeroso, fijando mis ojos en los de él.
- No duermas.

Fue la advertencia más descabellada que había oído en mi vida.

- ¿Puedo saber la razón?
- Giovanni está loco, y la oscuridad le perturba, si te ve despierto en la noche te desconocerá pero no se atreverá a atacarte, más si te quedas dormido puede que amanezcas con las tripas afuera, y no estoy bromeando, lo ha hecho antes.

Sonaba aterrador, me quede boquiabierto ante tal revelación.

- Lo siento, es el único lugar seguro al que tengo acceso. Nadie en su sano juicio se atrevería a alojar bajo el mismo techo que él, es por eso que su casa difícilmente sería registrada, es todo lo que puedo hacer por ahora, Evan…
- Y es suficiente…- dije asintiendo con la cabeza- debo hacer ciertos sacrificios, supongo… pero ¿Qué haré luego de un tiempo?
- Yo sé que Miguel te buscará… sobrevive, y espéralo, es lo único que te puedo aconsejar…


Así de vago era mi futuro…



Miguel me había de traer más problemas que soluciones.


Y me puse en pie para emprender el viaje, tenía miedo, demasiado, antes no iba ni a la esquina de mi casa solo, y ahora debía dirigirme hacia un destino que se ocultaba entre la espesa neblina, sin saber que iba a emerger de ella, haciéndome preguntar continuamente si el sufrimiento de la ausencia de Julián en vida era equivalente al que sufriría en muerte, temiendo en ratos arrepentirme de mi arrebatada decisión.


Un abrazo le brindé a quien injustamente traté como hipócrita, en tanto el me deseaba suerte.

- Cuídate, mocoso… con garra y valor enfrenta los problemas, que te advierto que crecerán conforme pases los obstáculos. Pero no te preocupes, mi niño… tú eres bueno, y no te vas a pudrir en el infierno, confío que existe un Dios justo sobre nuestras cabezas…
- Gracias Francisco, vales oro- lo apretuje con mis débiles brazos- Ni siquiera comprendo por que tú estas aquí si eres tan bueno conmigo…
- Errores que uno comete en vida… errores…- sus ojos se llenaron de lágrimas- Pero da igual, cuídate, ve a la casa de Giovanni… tranquilo… sólo debes llegar al limite de la ciudad y encontrarás su casa, si no la ves pregunta, y ocúltate de los oficiales… ellos deben de estar tras tu rastro…
- Tendrás noticias mías…- le dije.
- Y espero que buenas.


Cuando me alejé de Francisco y miré hacia atrás, fue como abandonar aquella pequeña seguridad que aún guardaba con recelo pese a las adversidades. Una sensación extraña se impregnó en mí… pero no tenía una opción para deshacerme de ella, así que tuve que aprender a vivir con esta por siempre…





















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