Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Entre Sábanas «Interrupciones» por AkiraHilar

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fic esta basado en Lost Canvas. Seria un equivalente a un Kanon x Shaka y Shaka x Aioria. Defteros (Kanon) con Asmita (Shaka) y Regulus (Aioria)

Tiene Lemon, un poco de Rape y Angst

Notas del capitulo: Tiene Lemon y Rape
Entre Sabanas «Interrupciones»

El silencio de la habitación acomodada, con algunas sábanas escurriéndose entre sus piernas morenas entrelazadas con las blancas columnas de Asmita, solo era interrumpido por la respiración relajada y placentera del joven dorado que dormía a su lado. Era un poco más de medianoche, y ese día había decidido salir de la isla que lo resguardaba para ir a buscarlo, luego que Asmita cortara la comunicación con él por casi tres meses. Entro al santuario y a los templos como tenía acostumbrado, cerciorándose él mismo que todo estuviera bien. Se encontró que todo estaba normal, que simplemente la misión que Asmita estaba realizando era tan larga y agotadora que a duras penas le daba tiempo de reponer energías y por ende, él quedaba relegado a un segundo plano. Aunque le resultara molesto admitirlo, el rostro de sorpresa de Asmita al verlo hizo que el esfuerzo en aquella tarde valiera la pena y sin palabras, fueron a reencontrarse.

Su mano áspera acariciaba la sedosa cabellera dorada mientras Asmita se acomodaba entre la colcha que lo cubría, recordando la entrega que en la caída de la noche habían tenido, estando uno sobre el otro con deseos reprimidos. Comprobó que Asmita si lo había deseado, pero como siempre y tal como se espera para él, había sido capaz de tenerlos guardado hasta que pudieran ser desatados. Eso ocurrió tan rápido como se encontraron y cansados se durmieron uno al lado de otro hasta ese momento, que Defteros había despertado. Adoraba verlo así, tan apacible entre sus gruesos brazos, unido y entregado a él.

Aún así, Defteros estaba lejos de estar satisfecho. Si ya estaba allí debía aprovechar al máximo esas horas que lo tenía a su lado antes de partir de nuevo a la isla. Quería más de él y no dejaría perder ese tiempo preciado que le regalaba la noche con su brisa fresca, con fragancia a ungüentos. Así que se acerco al cuello del menor, olfateándolo tentativamente y besándolo con delicadeza, la suficiente como para hacerlo sentir un suspiro húmedo que pronto invadió lo sentidos de Asmita. Sabía el punto exacto donde tenía que hacerlo para liberar las hormonas necesarias que lo hicieran despertar de su sueño.

–Defte…ros –murmuro el dorado somnoliento

–Despierta…

–Estoy agotado…

–Agotado no creo…–murmuro el demonio con picardía –tal vez presionado por esa misión… déjame relajarte.

Asmita hizo un esfuerzo para voltear e incorporarse un poco, dejando uno de sus brazos detrás de su cabeza y levantando su mano libre para acariciar la varonil piel de su compañero. Estaba tibia.

–¿No quieres dormir a mi lado? –pregunto con rostro un tanto cansado

–Prefiero amanecer contigo, adolorido como si hubiera entrenado durante días y dormir luego cuando este en el volcán –Asmita se sonrió, despertándose poco a poco gracias a las palabras del gemelo –. Además, ahora tengo energía como para tres rondas más.

Defteros ingresa sus manos entre la colcha para acariciar la piel interior del muslo de Asmita, que reacciona inmediatamente al tacto. …l estaba totalmente desnudo, mientras el joven dorado solo tenía un camisón largo que usa para dormir, sin nada debajo. La dulce caricia tibia del mayor pronto recorrió hasta su cadera, calentando inmediatamente la piel blanca que tenía debajo de él y escuchando un leve gemido de placer salir ahogado de los labios entreabierto de su compañero. Sin pensarlo, lo sello entre sus labios y con sus manos busco acostarlo de lado atrayéndolo y usando su pierna para poner un límite de distancia entre ellos, rodeando con ella la cadera de su compañero para luego salir cruzada entre las piernas blancas.

En el templo de leo, entre tanto, se podía ver la figura del joven santo dorado mirando fijamente el techo de mármol que lo rodeaba. Esa noche no podía dormir. Tenía dos horas dando vuelta de un lado a otro, intentando concentrar su mente en cualquier cosa que lo alejara al recuerdo de ese día. Todo era en vano, cada vez que cerraba sus ojos las memorias de ese día asaltaba a su mente y lo inmovilizaba. Se sentó en la cama, cubriendo su cuerpo con sus piernas y sus manos, buscando escapar del frio que invadía a su piel cada vez que tenía que revivir esas escenas. El templo esa noche se sentía extremadamente grande y profundamente solitario. Estaba asustado y tenía miedo de pasar la noche solo.

Regulus levanto su mirada de esmeralda cristalizada como nunca había mostrado ante nadie. Eso era lo único capaz de opacar la vivacidad e inocencia de su rostro. Cuando ese día llegaba Regulus era otro, dejaba de ser el gato juguetón a quienes todos conocían, para dar paso a la funeste imagen de un gato herido, lastimado, incrédulo de la vida y de la esperanza, enfermo hasta los tuétanos… aquel que Sisyphus encontró una vez al lado de una tumba. Deseoso de escapar de las sombras que agobiaban a su habitación, Regulus salió indeciso hacia dónde ir. Pensó si debía ir hacia el templo de Aldebaran pero solo recordar lo que había pasado la última vez le aterraba. Le tenía amplio respeto al toro dorado, al menos que tuviera unas copas de más y le diera por abrazar demasiado. Claro está, no les molestaba los abrazos, al menos que estos intentara dejarlo sin aire y de paso lo llamara con nombre de… quien sabe qué mujer. Regulus sacudió ese incomodo momento de su mente y luego dirigió su mirada hacia la cima, donde podía ver el templo de su maestro, siempre abierto para él. Aún así, también dudo. Hace ya un tiempo que Sisyphus no le permitía quedarse con él, alegando que debía hacerlo para que él se desarrollara como un gran santo de oro y que debía comprender que ya no era un niño… Eso lo confundía… seguía siendo un niño. Suspirando entonces fijo su vista en el templo de virgo. Quizás Asmita si lo recibiría. Siempre se la pasaba solo, y no se veía tan malo aún a pesar de lo que decía Aldebaran de él. Tal vez él sí lo recibiría al menos esa noche, así no dormiría solo.

Los besos y las caricias lo habían despertado por completo. Defteros se encargaba de descargar sobre él un sinfín de sensaciones con el fin de espabilar a sus sentidos y obligar a su cuerpo a responder ávidamente a sus deseos. Asmita respondía presionando sus manos a través de su espalda, palpando fielmente, como un pintor a su lienzo, la estructura del otro con esmero. Pronto sus cuerpos ya estaban encendidos a un punto idóneo, conectados con solos sus manos y labios, lenta pero seductoramente, cuidando con eso despejar las presiones, el deber, el peso de la armadura dorada sobre la espalda de Asmita y con ello conectarlo directamente con su persona, con su yo interior, ese que no tiene signos ni títulos que lo ataran a nada. Defteros sabía que ya era buen momento, y con sus manos se encargó de levantar y pasar la pierna blanca de Asmita sobre sus caderas, abriendo así espacio para conectarse por entero a él, sin abandonar los caminos de sus besos en su rostro, cuello y hombros. Virgo le respondía, arqueando su cadera para hacer más fácil la entrada y preparándose para recibir dentro de su interior a la ardiente columna de fuego que ya sentía rozar en su vientre.

Sintió dentro de sí, con un rayo que recorrió su columna vertebral, uno de los dedos del gemelo abriendo camino dentro de él. Se entregó a ello sin oponer resistencia, acostumbrándose a la sensación de incomodidad mientras Defteros no dejaba de lamer la piel interior de su oreja hasta la parte más oculta de su cuello. Amaba la fuerza con la que lo abrazaba, en contraste a la calidez de sus besos y a la violencia de sus envestidas. Asmita agradecía allí mismo el hecho de tenerlo. Nada sería tan fácil ni tan llevadero si él no hubiese estado en su vida. Al mismo tiempo se pregunto cómo Aspros pudo caer en la desolada sombra de la oscuridad teniéndolo a él tan cerca. No pudo continuar con su análisis interno al sentir el segundo dedo que Defteros había ingresado preparando su terreno delicadamente. Ya no había tiempo para pensar.

Justo en ese momento, cuando ya Defteros se preparaba para ingresar dentro de él, ambos sintieron la presencia de Regulus en el templo. El gemelo se detuvo un momento, no dejando de besar a la piel de su compañero, en espera que el visitante siguiera su camino. Para incomodidad de ambos, el pequeño se quedo en el templo y empezó a llamar a su dueño.

–¡Señor Asmita! – Se escuchaba la voz del menor, llamándolo desde la sala del sexto templo.

Defteros miro el rostro de Asmita que parecía desilusionado. Sabía que significaba.

–Ni pensaras salir… –murmuro con molestia el gemelo, sabiendo de antemano la respuesta.

–Tengo que salir Defteros.

Refunfuñando, el gemelo retira sus dedos dentro de la cavidad del menor, con delicadeza, para no lastimarlo. Luego de un rato, Asmita se incorpora sentándose en la cama, dejando caer su cabeza al vacio, aún atolondrado con las sensaciones. Busco su calzado y alcanzo un pantalón para ponérselo, verificando que no se revelara absolutamente nada del estado de su cuerpo. Terminado eso, salió hasta la sala mayor, con una vela en mano y cubriéndose del frio de la noche. Encontró en la mitad de su templo al joven dorado, que aunque le saludo afable, en su espíritu Asmita había sentido una conmoción. Estaba tan sombrío como recordaba que consiguió una vez a Defteros en su templo. Fue imposible no sentir nostalgia.

–Regulus, ¿Para qué me llamas a estas horas?

El pequeño bajo el rostro, cabizbajo y murmuro casi entre dientes algo que Asmita aunque entendió no dio crédito a ello. Le insistió para que hablara más alto y así comprobarlo.

–¿Puedo dormir contigo?

Asmita dibujo una expresión incierta. Subió una ceja algo intrigado y al mismo tiempo interesado ante semejante petición. Si bien, a pesar de estar en templos continuos, Regulus y él habían compartido poco más que nada.

–¿Conmigo? ¿Por qué? Tienes tu templo Regulus…

–Es que… ¡hoy no quiero dormir solo!

–¿Eso por qué? –pregunto de nuevo Asmita, picado por la curiosidad y ese aire de ternura que lo hacía sentir que el menor necesitaba protección.

Regulus observó con sus grandes y expresivos ojos la cálida expresión de virgo, salpicada de una ternura muy parecida a la de su maestro pero acobijada por una sabiduría que lo hizo confiar.

–Porqué un día como hoy me trae malos recuerdos…

–Huir de ellos no te ayudara a superarlos… –respondió Asmita con su impenetrable pasibilidad, sintiendo que poco a poco su temperatura bajaba

–¿Y entonces? ¿Qué debo hacer? ¡Yo quiero dormir!

–Mmm…– Asmita estudio ligeramente la situación, recordando que Defteros estaba en su habitación esperándolo y había venido de muy lejos para ello. Aún así, Regulus se veía pidiendo auxilio por alguna cosa que le diera paz de algo que parecía carcomerlo por dentro. Pensó que si lo atendía, el menor se iría a dormir y tendría tiempo para luego contentar a su compañero… sabía muchas formas de complacerlo al punto de que lo olvidaría – ¿Quieres hablar sobre eso que te molesta?

–Yo no quiero hablar, quiero dormir…

–No puedo dormir contigo, puedo hablar… además, aunque durmieras conmigo o con cualquiera hoy, si no logras vencerlo ¿estarás varias noches buscando cobijo en las sabanas de otro?

Regulus observo la expresión severa del mayor entendiendo sus palabras… tampoco le apetecía estar pidiendo asilo… y se supone que es un santo de oro, y es grande… por mucho que le doliera admitirlo, esa era una patética forma de actuar por parte de un guerrero. Así que asintió, a lo que Asmita le pidió unos minutos para acomodar algo en su habitación, por lo cual lo esperó.

El rubio entró a la habitación y sintió la expectativa de Defteros. Siguió hasta su columna de libros percatándose que el gemelo se acercaba al otro lado de la cama para alcanzarlo por la cintura y hacerlo sentar sobre él. Pasó su cabellera dorada por un lado e iba olfateando ligeramente su cuello mientras hizo su pregunta.

–¿Qué quería?

–Defteros, dame unos minutos, necesita que hablemos…

–¿Cómo? –Esta vez no hubo caricias, ni beso, ni nada que le diera a entender a Asmita que su tono de voz tenía algo más que la simple molestia –. ¿Entonces me dejaras así?

Asmita pretendió ignorarlo, cosa que termino fastidiando a su compañero quien molesto se puso de pie, con su mirada realmente furiosa y no dispuesto a dejarlo salir al menos que le explicara una razón “coherente” de dejarlo en “ese” estado por el llamado de un niño. Asmita tomó el libro con sus manos y lo sujetó sobre su pecho, poniéndose frente a él, para luego mostrarle la caratula, cosa que Defteros entendió perfectamente. Acto seguido, sostuvo el libro con una de sus manos para ocultarlo detrás de sí, con la otra para empujar al cuerpo de su compañero hacía la pared y llevarlo seductoramente a un beso apasionado que el mismo inició. El paso fue errático pero suficientemente sensual como para dejar a Defteros en el punto exacto que el rubio buscaba, por lo que puso el libro entre sus manos y le susurro, como si se tratara de una travesura: “Busca la posición que más te provoque, pero sea como sea yo estaré arriba. Vendré en unos minutos.”Con ese sugerente gesto, Asmita deja a Defteros con suficientes razones para esperar un rato.

Pasó más de una hora y luego de que Asmita interpelara los miedos del menor, quien con dificultad logro conversarles de ellos. Lo convenció de intentar dormir, asegurándole que ahora no se sentiría de nuevo solo y que eso no era más que el pasado. Indeciso finalmente el pequeño cedió, se retiro a su templo y Asmita, aliviado aunque un tanto impresionado con la historia regreso a su habitación.

Al entrar, Defteros estaba acostado, esperándolo. Asmita pensó que con lo que había tardado lo hallaría dormido pero tal parece que el demonio no pensaba dormir esa noche. Se acerco a él, mientras despejo el libro de sus manos y quito sus ropas rápidamente sin ánimos de perder tiempo. Defteros lo recibió sobre él sin problemas, recostando su espalda contra la pared y acariciando sus torsos con fuerza, acercando sus rostros seductoramente hasta conjurarlos en un beso. Entre el rozar de sus labios, el juego de sus lenguas que intrigantes se atrapaban, se acercaban y enjugaban para luego recorrer el interior de su compañero, sus suspiros y murmullos se ahogaban.

–¿Qué buscaba el cachorro? –murmuro Defteros mordiendo su labio inferior para luego succionarlo apasionadamente

–Quería dormir conmigo –respondió Asmita juguetonamente

–Ah sí…–silencio –¿…Cómo?

Defteros se detuvo con expresión incomoda, Asmita solo sonríe para luego tomar el libro entre sus manos y mostrárselo.

–¿Escogiste la posición?

–Primero dime qué es eso de que el cachorro quiere dormir contigo.

–Es un niño… lleva más fantasmas de lo que aparenta su joven edad, solo buscaba algo de protección.

–¿Precisamente en ti?

–Creo que era su última opción…– murmuro mientras jugaba con los pezones de sus compañeros, haciéndole sentir corrientes estáticas en su piel –. Y bien, muéstrame que quieres.

El gemelo tomó el libro, buscó la página y se la señaló, tomando con dulzura la mano de Asmita hasta colocarla sobre la imagen. …l la palpó analíticamente hasta detectar su figura y dibujar en su rostro honda satisfacción. Le gustó la idea.

Decidido aquello, no perdieron más tiempo. Se recostaron por entero en la cama y se entregaron a besos a lo largo y ancho de su piel. Asmita logró alcanzar un cinto de color y dárselo en las manos de Defteros para que él, en medio del arrebato de besos apasionados le recogiera su cabellera dorada. El hecho de tener su mente en dos cosas al mismo tiempo era algo excitante y precisamente era lo que Asmita buscaba, gozándose con verlo aturdido buscando cumplir su pedido y disfrutando de las lamidas de las que eran victima sus pezones y pectorales, agitados por un respirar ahogado y con una temperatura ardiente. Pronto ambos estaban al borde de la locura misma y entendió cuando Asmita de forma sugerente puso sus dedos sobre sus labios y luego los acerco a la boca de su compañero, quien gustoso, se dedicó a lamerlos, succionarlos, envolverlos en el cálido licor de su garganta con un trazar embriagante, algo tan enloquecedor que parecía que fuese ese contacto directo a su entrepierna. Asmita gemía, mostraba en su rostro un aura de placer tal que no había forma de esconderlo. Sus mejillas teñidas de Carmín y el temblar de todo su cuerpo, junto con el sudor que bañaba delicadamente a su dermis eran indicios de que él ya estaba totalmente listo. Ni hablar de su miembro acaramelado, deseoso de trasgredir las barreras de su gran cuerpo para hacerle sentir en carne propia el fuego que lo consume.

Terminada la lubricación de sus dedos, el joven se abre espacio dentro del otro, delicadamente, mientras le permitía sentir con su lengua el sabor de su piel, salado, picante, enviciado por el olor indecoroso de su propia atracción. Ya estaban listos. El dorado toma con sus manos fuertemente ambas piernas del gemelo, temblando compulsivamente por la ola de placer que se avecinaba y respondiendo a los espasmos del otro cuando poco a poco se adentraba a esa cueva húmeda y caliente que lo deseaba. Sujetaba esa masa de piel, músculos y hueso ardiente entre sus manos, separándolo el espacio que era necesario para tener total camino libre y con paciencia ingresaba conforme los gemidos ahogados del gemelo le daban indicio de cuando era necesario continuar. No esperaron mucho tiempo, la corriente hipertensa del gozo carnal los había arrebatado por completo y el vaivén los convirtió en presas de sus designios, recibiendo Defteros las envestidas de su compañero mientras se sujetaba del colchón con fuerza para generar la mayor fricción posible y viendo casi enloquecido la imagen de Asmita, totalmente embriagada de un placer impuro, mordiendo sus labios para no emitir los gritos ahogados en su garganta y frunciendo su ceño mostrando cómo se contenía para darle a su compañero el goce más prolongado. El tiempo estaba llegando, el centro de placer de Defteros era incitado a niveles incontenibles. En un rápido momento, Asmita soltó las piernas de su compañero para caer sobre su pecho y hacer las últimas estocadas con todas sus fuerzas, dejando que el cabello dorado amarrado cayera a un lado, y presionando con fuerza animal los hombros desnudos, calientes y rudos… los movimientos atestiguaban que ya estaban por llegar.

–¡Señor Asmita! – El llamado captó la atención de ambos – ¡Señor Asmita por favor!

Asmita se detuvo en seco, sintiendo un escalofrío cuando no solo escucho que la voz provenía de Regulus sino que estaba en el pasillo, muy cerca de la puerta de su habitación. Defteros apenas y podía mostrar algo de decepción en su rostro forrado de deseos y observo a su compañero congelado y pensativo ante que debía hacer. Esta vez el pequeño león tendría que esperar, Defteros no pensaba detenerse justo cuando ya estaban a punto de satisfacerse por completo. Así que decidido a terminar lo que empezaron, tomó a Asmita por la cadera y lo empujó hacía él, dándole señal de que continuara. Asmita no respondía, por mucho que su cuerpo estaba al borde del colapso su razón solía ser muy rápida para hacerle entender que sería peligroso. Ni siquiera había notado en qué momento Regulus había entrado y si seguían quien sabe que más haría el menor para buscarlo. Lo veía capaz de ingresar a su habitación y definitivamente esa no era una escena que querría mostrar. Tomó entonces una decisión.

–¡Espera afuera Regulus! –Emitió un grito con autoridad teñido del temblor de sus cuerdas vocales.

Con sus manos tomo la colcha más cercana y sin pedir permiso salió de Defteros. Antes que el gemelo pudiera hacer un reclamo, rodeo su miembro con una de sus manos cubierta con la colcha y lo ahogo con un beso apasionado que no pudo detener. La mano del dorado hizo el movimiento al ritmo donde los había interrumpido mientras verificaba con su cosmos que Regulus no se acercara. Defteros no estaba de acuerdo con que las cosas terminaran así. No quería el placer solo para él, quería el placer para ambos, pero Asmita evitaba que él se acercara a su miembro conforme le regalaba las caricias más ardientes, fuertes, decididas a hacerlo venir sobre su mano. Finalmente la presión del cuerpo hizo que el gemelo colapsara y derramara entre la colcha el ardor de su esencia. Aunque Asmita no pudiera verle la expresión, la sola mirada del gemelo revelaba muchas cosas y entre ellas las más fuertes era rabia e indignación.

Sin decir nada, Asmita intento darle un beso que el gemelo no respondió, más que con un movimiento que aparto sus labios. Dolido, abrumado, indignado también por la interrupción, el rubio solo le susurro unas palabras antes de incorporarse y buscar sus ropas para vestirse y atender de nuevo la visita.

–Perdóname… pero no quería dejarte así de nuevo…

Defteros vio como Asmita salió de nuevo de la habitación, aún temblando, visiblemente golpeado por sostener en él esos deseos que no le permitían dejar desbocar. Porque… por qué no le permitió satisfacerlo también…

Cuando Asmita salió de su habitación, abrumado sintió a Regulus sentado en su pasillo, pegado a la pared, con un ligero sollozo ahogado.

–No se van…–murmuro el niño, asaltado por un terror difícil de describir –… ellas no se van…

–No se van porque no las dejas ir… –respondió Asmita intentando tranquilizar a su cuerpo excitado, y manteniendo una distancia prudente para que el menor no lo notara.

–No quiero que se vaya…

–Tampoco quieres que se queden, ¿cierto? Entonces Regulus…. ¿Qué quieres de ellas?

El niño subió su mirada cristalizada, inseguro de que responder. Ciertamente parece que esa era el centro del terror que lo embargaba. No quería que se fueran, tampoco que se queden, ¿entonces que quería? Por muy sencilla que sonara la pregunta, la respuesta era demasiado difícil de responder.

Defteros se había acercado al umbral de la puerta para oír lo que ocurría, el porqué ese niño había regresado y el porqué Asmita había sido capaz de dejar de lado sus propios deseos para atenderlo. Conforme sentía la voz entrecortada del menor, quien se desmoronó en sollozos frente a Asmita, entendió que algo pasaba. Dedujo que Asmita veía en Regulus un poco de él en el pasado, atormentado, herido, confundido… No supo que sentía… si miedo, si celos, si lastima… parece que era un poco de cada cosa.

–Regulus… Llorar no resolverá nada, huir tampoco… debes enfrentarlo. Las cosas fueron como fueron, no puedes cambiarlas, pero si sobreponerte a ellas.

–¿Por qué simplemente no me dejas dormir contigo? Solo necesito dormir… mañana todo será normal… mañana mi maestro Sisyphus me ira a buscar… entrenare con él y el Señor Aldebaran. Comeremos juntos, me reiré con los demás aprendices… solo necesito dormir…

–¿Y cuando llegue la noche Regulus? ¿Y cuando llegue la noche de nuevo? ¿Qué harás?

Regulus lo miraba confundido. Asmita no cambiaba su expresión, intentando que por sí mismo hallara las fuerzas para pelear contra ello. Sabía que no había otra forma de hacerlo, mucho menos de ayudarlo. El pequeño escudaba el terror de un pasado bajo la máscara de un gato sorprendido de todo y con todo, buscando algo que llamara su atención, algo que superar, algo… aunque no entendiera el porqué, ni entendiera las motivaciones de quién estaban con él… un bloqueo emocional que lo llevaba a sucumbir en noches como esas…

–Regresa a tu cama Regulus y piensa en lo que te digo… Esto es algo que yo no puedo responder.

–¡¿Pero cuál es el problema?! ¡Shion duerme con Manigoldo o con Dohko! ¡Kardia también una vez lo encontré durmiendo con Degel! ¡Prometo que no me moveré mucho! ¡No te daré patadas y no ronco como el Señor Aldebaran…!

–Si lo hago, no te ayudare…

–¡No importa! ¡Solo por hoy!

–No insistas Regulus. Vuelve a tu cama –El pequeño lo vio envuelto en lágrimas, con miedo de acercarse temiendo que este lo rechazara–. Mañana hablaremos con más calma…

–Falta mucho para mañana…

–Lo lamento… –murmuro Asmita entristecido, acercándose un poco a él para secar las lágrimas de sus mejillas, acompañando esas caricias con su cálido cosmos –… pero tendrás que esperar hasta mañana.

Resignado y algo aliviado con ese suave cobijo de cosmos que Asmita le entregaba con sus manos, Regulus toma algo de fuerzas para volver e intentar dormir. El rubio suspira un poco sintiéndose pesado con todo, pesado con lo oído por Regulus, por la misión encomendada, por las dudas que aún no lo abandonada y ahora por la molestia justificada de su compañero que lo esperaba a en su habitación.

Al entrar en ella, lo primero que sintió fue el agarre a su muñeca izquierda por parte del gemelo, fuerte, decidida, que lo hizo estremecer. Sin permitirle hablar o explicarle, Defteros llevo a Asmita contra la pared, ahogándolo a besos mientras sujetó ambas manos en contra de la cimiente, totalmente inmovilizadas y despegadas de él. Pronto lo dejo caer, y decidido, se dirigió directamente al pantalón del dorado para hacerlo ceder con sus dientes. Asmita intento detenerlo, entendió que Defteros estaba molesto por la sofocante muestra de poder en sus muñecas y por el desgarrador beso que a duras penas pudo responder. Llevado casi por un deseo animal, el gemelo logra liberar de aquellas telas a lo que buscaba, y como su presa, sin misericordia, lo toma entre sus labios, cubriéndolo con su paladar, poseyéndolo. Asmita intento quejarse de ello, pero pronto entendió que fue la misma brutalidad que él le había hecho minutos atrás, comprendiendo la indignación de ser tomado a la fuerza y de esa manera, aunque lo que Defteros buscaba es que finalmente sucumbiera al placer.

La voz de Asmita ahogada, el jadeo de Defteros conforme hacía su faena, sus manos que no soltaban a las del dorado, cerradas en un puño adolorido… la escena no era romántica, ni era sensual… ambos estaban como cansados de algo y buscando liberarlo de alguna manera. Por ridículo que sonara, lo de Regulus lo había descolocado a ambos. Por un lado, Asmita no podía dejar de pensar en cómo ayudar al menor mientras que por otro, irónicamente, Defteros se sentía amenazado por él. Sabía que si había una forma de alcanzar a Asmita era precisamente esa, y ese niño parecía ser mucho más impulsivo que él en esos años…

Pronto la tensión cedió, el cuerpo de Asmita destiló su sustancia sobre los labios de Defteros, que luego de soltarlo, se limpio. Asmita había caído al suelo, abrumado, temblando de emociones que no sabía definir… no quería a Defteros cerca… El mayor solo se quedó en silencio, observándolo, también abrumado con lo que había pasado. Viéndolo tan molesto, intento acercarse a él y pese a la visible negativa lo envolvió entre sus brazos, buscando un lugar en sus hombros aunque Asmita lo rechazaba abiertamente. Luego de varios minutos peleando con los brazos del rubio que buscaba alejarlo de él, finalmente lo encontró, cubriéndolo fuertemente con sus brazos sin deseos de dejarlo ir, hasta que el menor dejo de pelear, resignado… aunque tampoco le respondió su abrazo…

–Es injusto… –murmuro Defteros con voz dolida, ahogada –… ¿con cuanto tienes que cargar Asmita? ¿Con cuanto más debes cargar?

–No sé a qué te refieres…

–A todo… la responsabilidad de esa misión que todavía no se de que se trata, a tus dudas internas, a mi pasado, ahora el pasado de él… ¿Qué más? ¿Qué más te ocupara para alejarte de mí?

–Defteros… –susurro Asmita adolorido con sus palabras, respondiendo a ellas con una caricia en su cabello alborotado

–Estuve tres meses sin saber nada de ti. Vengo y me doy cuenta que es por la misión… aún así siempre llega algo o alguien más importante, y lo más estúpido es que hasta lástima me da por ese cachorro.

–Perdóname…

–Y aún así… tienes el descaro de primero ocuparte de mí, para luego de él… ¿y en donde quedas tú? –Defteros sujetó entre sus manos el rostro del rubio, para enfatizar la atención a lo que quería decirle –. Odio que hagas eso…

–¿Yo? Defteros… Asmita solo existe cuando estás aquí… del resto solo queda el santo dorado de Virgo. Siempre fue así, nada ha cambiado al respecto. Tampoco quiero cambiarlo… Pero hay cosas que no puedo evadir… esta es una de ellas…

El silencio había gobernado unos minutos, solo permitiéndole escuchar la respiración del otro, que muy a pesar de todo estaba sincronizada. De alguna forma sus cuerpos seguían conectados. Finalmente se abrazaron, quien sabe por cuánto tiempo, repitiéndose cuanto uno necesitaba del otro, dejando que solo el cálido contacto de sus cuerpos los reconfortaba de lo que ha sido una dura noche. Esa tranquilidad momentánea también fue interrumpida por Regulus, quien de nuevo, había ido al templo de Virgo y lo había llamado… tal parece que aún no había terminado. Defteros abrió espacio, ya claro de lo que debía hacer. Dejo que Asmita se acomodara y antes de que saliera lo abrazó por detrás, lenta pero efusivamente.

–Déjalo entrar… –le susurro al oído

–¿Qué dices? –pregunto Asmita totalmente descolocado con su petición

–Confía en mí… déjalo pasar.

Lo pensó un momento antes de asentir y salir de su habitación. Se cubrió con una colcha cercana, y espero mientras escuchaba la voz alegre del menor, quien parecía haber cambiado su semblante al saber que Asmita lo dejaría dormir a su lado. Primero entro el mayor, abriéndole espacio al menor que se quedo quieto observando a la otra persona que estaba en la habitación, sentado en la cama del dorado. Regulus se acerco a él, reconociendo a quien le recordaba pero sabiendo que no era la misma persona, y se dirigió a Asmita con sus pupilas brillantes.

–¡También tienes un amigo!

–Sí… –murmuro Asmita con una expresión enternecida, como si hubiera sido tocado por la infantil inocencia del menor– El es Defteros…

–¡Hola! –saludo el menor con ternura y emoción, extendiéndole la mano a Defteros, aunque la mirada del gemelo distaba de ser de alegría. Asmita entendió que algo no estaba en su lugar en ese momento – ¡Me llamo Regulus! ¡No sabía que Asmita tuviera amigos!

–Más que amigos… –susurro Defteros roncamente, antes de poner sus dos manos en la cabeza de Regulus, quien se quedo inmóvil, pensando que sería algún gesto de saludo. Asmita no tuvo tiempo de detenerlo –… es hora de olvidarlo todo.

Sólo un rayo de luz y luego oscuridad. Antes de que el llamado de Asmita pudiera detenerlo, Defteros había ejecutado una habilidad especial que le permitía bloquear en mayor o menor medida los recuerdos de quien la recibiese. Regulus, al ser víctima de ella, cayó desmayado entre los gruesos brazos del gemelo.

–¡Defteros! ¿Por qué lo hiciste? –Asmita levantó la voz molesto y tomando a Regulus entre sus brazos, verificando que estuviera bien –¿Por qué…?

–Mi hermano solía hacerlo conmigo cuando no podía dormir… –respondió él aún sentado. Asmita quedo en silencio ante esas palabras –. Cuando las voces de quienes me maldecían se agolpaban en las noches y tenía pesadillas, Aspros me tomaba la cara, besaba mi frente y luego, aplicaba ese golpe. Era la única forma que podía tener una noche tranquila cuando eso pasaba…

–Pero eso… bloquear, huir, anular, nada de eso ayudará a superar el pasado.

–Lo sé… lo entendí mucho después y yo mismo le pedí que dejara de hacerlo… pero en ese momento estoy seguro que me hubiera matado si no fuera por él… –Defteros se detuvo al ver la expresión consternada de su compañero ante esas palabras. Aún así, prosiguió–. Regulus no va a enfrentar eso ni hoy, ni mañana… al menos con esto podrá dormir tranquilo por un tiempo… Llévalo a su templo.

Asmita bajo su mirada, golpeado ante esas palabras. ¿Qué más? ¿Qué más desconocía de Defteros? ¿Qué más desconocía del dolor? No había respuesta y cada vez que se encontraba con ese tipo de preguntas sin solución, solo hacía abrumarlo más…

Cargó sobre él el cuerpo de Regulus y en silencio abandonó la habitación…

Luego de unos minutos, de nuevo, los dos en la cama pero totalmente desconectados. Asmita estaba recostado de lado, pensativo, analizando todo lo que había pasado con Regulus y la nueva revelación de Defteros, sintiéndose acosado por muchas cosas… Entre tanto Defteros estaba sólo mirando el techo, disfrutando del confortable colchón, de la suave colcha, aunque no contaba con el calor del cuerpo de su compañero… Estaba algo herido. Se sintió ridículo por haber llegado a sentir celos y dudas por Regulus y su repentino acercamiento a Asmita. Se sentía lastimado por haber obligado a Asmita a sucumbir de esa manera, aunque le haya parecido lo más justo. Todo indicaba que esa noche donde supuestamente se reencontrarían luego de tres largos meses los hubiera alejado mucho más que como estaban…

Defteros voltea para ver la cabellera dorada de su compañero desparramada entre el colchón y la colcha, extendiendo una de sus manos para acariciarla y sentirla en su piel. Quería al menos saber que no estaba tan lejos como lo sentía. Observó cómo, minutos después, es Asmita quien voltea para dirigirle su rostro, con una expresión entristecida. El uno estudiaba los rasgos de la expresión del otro, uno a través de sus ojos, otro a través de sus demás sentidos. Sin nada que decir, sin nada que alegar, simplemente los dos se buscaron para cerrarse en un abrazo. Se acomodaron entre ellos, completándose, fundiéndose de forma que no era sexual. Quizás en la mañana podrían hablar sobre esto… tal vez en la mañana tuvieran ánimo para unirse de nuevo… pero en ese momento, solo necesitaban sentirse el uno al otro, solo sentir el cálido contacto de un abrazo eterno hasta dormir… sin interrupciones…
Notas finales: Espero que les guste y si fue asi dejen review y sigan leyendo mis demás escritos.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).