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Sueño de Libertad por AkiraHilar

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Notas del capitulo: ¿Que tan libre quieres ser? Esa pregunta de Asmita sera la clave de su próximo encuentro. ¿Que decidirá Defteros?
Aquella mañana, Asmita sintió algo especial. Los pasos de ese hombre al cruzar su morada y su elocuente hablar lleno de calidez era desconcertante para el santo de la sexta casa. En medio de su meditación, sintió los pasos del guardián de la tercera casa cruzar su templo y detenerse a mitad de camino, acto que le obligo a subir su mirada.

-Asmita de Virgo, desde que llegaste de Jamir no has descansado. Tus meditaciones están durando más que de costumbre-Comento Aspros de forma jovial, luciendo interesado e intrigado-. ¿Se trata acaso de una misión especial encomendada por el gran patriarca?

-Ciertamente –Respondió Asmita subiendo un poco su rostro, mientras su cosmos se encargaba de despejar sus largos hilos dorados hacía las alturas-, es una misión de la que solo tiene conocimiento el gran patriarca.

Aspros mostro en su rostro un aire de seriedad, acercándose con unos pasos al santo dorado que no detenía su meditación, en la acostumbrada posición de loto.

-A pesar de lo reservado que eres, nadie duda de los conocimientos que guardas. Escuche del patriarca que el maestro de Jamir hablo maravillas de ti, que considerando lo especial que es debo admitir que me resulto loable.

Asmita escuchaba cuidadosamente las palabras de géminis, quien extrañamente estaba muy dado para hablar ese día. Era la primera vez que alguien además del atento Sisyphus y Defteros se viera interesado en entablar una conversación con él e instintivamente sentía que no era nada común.

-¿Hay alguna cosa en especial que quieras preguntarme? –Interrogo rápidamente Asmita, sabiendo que todo ese protocolo solo venía para eso.

Aspros frunció su ceño ligeramente por un momento, incomodo por el corte abrupto del virguiano pero de inmediatamente recordó la palabra que cada tanto decía Sisyphus de él: Simplemente es muy reservado.

-Bien, veo que te gusta ir directo al grano…-Murmuro Aspros con un suspiro-A pesar de que eres ciego, se rumorea que tus sentidos están muy agudizados y que de alguna manera has logrado ver más que lo que comúnmente podemos ver a través de nuestros ojos. Así que estoy intrigado en conocer la respuesta a esta pregunta Santo de Virgo.

-Prosigue

-¿Qué es la justicia?

Asmita quedo en silencio por un momento, arqueando una de sus cejas en total expectación. No esperaba algo así. Aún sin embargo, el joven santo accedió a responder esa interrogante.

-La justicia solo existe en la opinión de quienes se creen justos- Respondió Asmita con elocuencia-. Su significado y valor varía tanto como los espectros de luz al atravesar el fino vidrio. Depende bajo que ojos se ven, para cada quien será justo o injusto en mayor o menor medida. Por ello, no hay justicia perfecta, ni maldad perfecta.

-Si llegarás a ser patriarca, ¿Cuál sería tu justicia? –Pregunto de nuevo géminis, altamente interesado.

-Mi justicia sería dar la libertad de que se escoja su propio destino, para luego tomar la responsabilidad de sus propias decisiones.

Aspros sonrió con esas palabras.

-Muy cierto, Santo de Virgo. Me has dejado satisfecho, en efecto, gozas de extrema sabiduría. Me retiro.

Asmita oyó como los pasos desaparecían de su templo, dejándolo otra vez solo. Suspiro amargamente, inquieto ante esas preguntas y las palabras de Defteros. Sentía lejanamente un mal presentimiento.

Por otro lado, en el templo de géminis, Defteros estaba sentado entre los rincones de la edificación, mirando firmemente el techo tallado de mármol y recordando las palabras del día anterior que le dejo en un suspiro el santo de virgo.

“La libertad es la capacidad que tiene el hombre de elegir sus cadenas”

Defteros dejo caer su cabeza en medio de sus brazos, viendo como algunas vendas caían de ellos. Se detiene un momento para ver sus manos, grandes, gruesas y ásperas, cansadas del duro entrenamiento matutino que él estaba acostumbrado a hacer. Las observo memorando las dulces manos con las cuales Asmita sujeto su rostro esa última vez. Cuan distintas eran, cuan distintos eran ambos. Asmita tiene un cuerpo delgado y fino, pero al mismo tiempo fuerte e imponente, lo suficiente como para haberlo detenido en la casa de Virgo en su intento de huida. Esas manos podían rápidamente pasar de un agarre severo a una dulce caricia. Ese rostro podía mutar de la tierna sonrisa a la expresión de juez. Solo él conocía lo que había detrás de aquella mascara de divinidad en la que solía escudarse, al mismo tiempo que solo Asmita conocía de él. Eran mutuamente sus confidentes

“¿Qué tan libre quieres ser, Defteros?”

Ante esa pregunta, el gemelo se vio embaucado entre tantos pensamientos. ¿Alguien le había preguntado eso? No, ni siquiera su hermano en los últimos años le había preguntado algo como eso. Pero, ¿es que acaso su libertad estaba inmersa en su propia decisión? Había durante tanto tiempo confiado su libertad en manos de su hermano, que jamás pensó en la idea de que el mismo se podía crear su propia libertad. Le parecía absurdo.

Aún así, la sola pregunta avoco memorias en su mente. Recordó los toques cálidos de Asmita que atravesaba su máscara y como esos leves encuentros le creaban deseos de poder hacerlo directamente. No sueños, no ilusiones, no almas extrapoladas a través de las barreras, sino abiertamente, piel con piel. Para ello… debía quitarse la máscara. Defteros murmuro algo dentro de sí, acorralado entre el deseo y el miedo.

-Quiero besarte...

En ese momento, sintió los pasos de su hermano entrar a su templo, con porte elegante, como solía hacerlo. Defteros se remitió en solo levantar su rostro apesumbrado, el cual su hermano inmediatamente detecto.

-¿Qué te sucede? Has estado decaído desde hace días.

-No te preocupes hermano, no es nada –Respondió el hermano con una mirada tierna a través de su máscara.

-Es la máscara, ¿cierto?

Defteros vacilo por un momento ante la acertada conclusión de su hermano, a lo cual el santo dorado responde con una sonrisa llena de ternura.

-He visto como te observas al espejo con rabia y deseos de arrancarla –Murmuro Aspros con tristeza -. ¿Te ha empezado a incomodar?

-¿Desde cuándo estuve cómodo con ella? –Musitó Defteros bajando su mirada.

-Tienes razón… he sido un imprudente. Perdóname.

Con un breve abrazo por parte de Aspros, quien sostuvo la cabeza de su hermano hacia su pierna mientras este permanecía sentado en el suelo, Defteros por un momento se sintió aliviado.

-Ya falta poco Defteros… No queda mucho tiempo, la guerra santa esta por estallar y pronto tendrán que escoger al patriarca. Solo soporta un poco más.

En ese momento, un choque de cosmos en la casa de Virgo llama su atención. Defteros y Aspros voltean intrigados, sintiendo que el cosmos con el cual Asmita meditaba de repente desapareció. El corazón de Defteros empezó a latir totalmente asustado.

En la sexta casa, Asmita lucia arrodillado en el suelo, dejando que las hebras doradas se escurrieran alborotadamente por su armadura, agitado, exhausto, con un hilo de sangre que rodo por su cabeza. Por primera vez se encontraba con un mural difícil de traspasar. Ya estaba acostumbrado a dejar que su alma vagase por recónditos lugares mientras su cuerpo descansaba en el templo, pero intentaba ir aún más allá, un lugar donde está la máxima frontera de la conciencia. Ahora mismo estaba fuera de su alcance.

Sisyphus fue el único que se movió de su sitio para verificar lo que pasaba y al verlo en el suelo, intento ayudarlo a levantarse, aunque Asmita con una señal de su mano le detuvo.

-Puedo hacerlo… -Respondió Asmita reincorporándose y volviendo a su posición.

El santo de Sagitario observo abrumado como de nuevo el cosmos dorado de Asmita se alzo muy alto, alborotando su cabellera y volviendo a formar la flor de lotos. No entendía que ocurría, pero definitivamente tenía que ver con lo visto en Jamir y una orden del patriarca, por lo cual, el dorado no tuvo otra opción más que irse sin preguntar.

Defteros y Aspros sentían todo desde su casa, comprendiendo que de nuevo, Asmita alzaba su cosmos en meditación.

-No sé qué está haciendo pero parece peligroso… -Comenta Aspros inexpresivamente.

-¿Qué quieres decir hermano?

Aspros cambia de lugar a su casco dorado, ahora posicionándolo contra su derecha, observando fijamente hacia el sexto templo.

-Parece que intenta hacer algo en su meditación, pero al no poder su mismo cosmos lo golpea. De seguir así podría incluso poner en peligro su vida. Dice que es una misión del gran patriarca.

Con esas palabras, Aspros se dirigió a su habitación, para reposar un poco de la rutina dejando a Defteros absorto ante la respuesta. Efectivamente, en el atardecer de ese día otra vez se sintió ese golpe de cosmos atravesar la casa de Virgo, más fuerte que el anterior. Para el gemelo, la señal de que algo andaba mal lo estaba acosando. Aquel presentimiento genuino.

Asmita crujió sus dientes al no poder concentrarse lo suficiente como para lograr su cometido. En Jamir lo había obtenido, había alcanzado las barreras hasta llegar al mundos de los muertos. Pero desde que llego al santuario, le resultaba imposible y por ello había intentado hacerlo con todo su cosmos, lo cual termino siendo peligroso para su vida. En ese momento entendió que esa no era la manera de conseguirlo y que lo que le evitaba poder concentrarse era precisamente toda esa discusión con Defteros.

Estaba agotado, hilos de sudor y sangre recorrían su frente y caían a través de su barbilla, sediento, golpeado como si hubiera sido azotado contra la cordillera del Himalaya. Desistió entonces, consciente de sus limitaciones, convencido que nada lograría con ese estado mental que le hacía dar vuelta sobre esa frase liberada por Defteros y la reciente conversación con Aspros. Algo simplemente le alertaba, pero no podía entender claramente la advertencia de su pecho. Por ahora descansaría.

La noche acobijo todo el santuario rápidamente. La perfecta visión de todas las constelaciones denotaba un cielo despejado y hermoso para cualquiera de los amantes. Todos se preparaban para descansar, ya algunos incluso estaban en pleno sueño, aprovechando la época de paz que aún se vivía. En ese escenario, una figura pesada se veía bajar del templo de patriarca, con rostro abrumado, visiblemente golpeado. El Cid pudo verlo bajar justo antes de remitirse a su habitación a descansar y considerando de quien era, supo que algo estaba mal. Se quedo en silencio, viendo como el dorado de alas de oro se sentó en las escalinatas que llevaban a acuario, con una expresión pesada. El español inmediatamente entendió lo que significaba y se preparo internamente a una larga velada.

En ese mismo momento, Defteros observo que su hermano ya se había quedado dormido, así que con sumo cuidado sale de la cama y lo termina de cubrir con las sabanas suaves. Escucho musitar un poco a su hermano mayor, entre abriendo uno de sus ojos con desconcierto, a lo que Defteros solo murmuro diciendo que necesitaba tomar aire fresco. Aspros asintió, no sin antes decirle que tuviera cuidado. Con precaución, Defteros salió de géminis y pasó sigilosamente entre los templos, hasta llegar al templo de Virgo, aún con temor, pero decidido. Ya sabía hasta donde quería llegar.

En el mismo lugar, dentro de la alberca preparada por las doncellas del santuario, Asmita reposaba luego de un duro día. Se sentía agotado, extremadamente agotado a pesar de haber permaneció solo sentado. El esfuerzo a nivel cósmico era demasiado para su joven cuerpo. El agua caliente desplegando un vapor de olor a jazmín le permitía relajarse, antes de ir a su habitación para así dormir y prepararse para otro día más. El rubio se hunde en las profundidades el agua, intentando despejar tantas dudas de su mente, aquellas que eran culpables del fracaso en el que se había convertido su jornada.

-Debo ser más fuerte… -Pensaba dentro de sí -. Despojarme de las preocupaciones humanas, dejar atrás los sentimientos vánales que interrumpen mi camino. Athena, la vida misma, incluso Defteros… debo olvidarme de todo eso cuando este meditando.

Salió de las aguas un poco, sintiendo las gotas de agua escurrirse entre su piel, concentrando su mente, separando su corazón para poder tener control total del universo que yacía dentro de él. Abandonarlo todo.

Defteros entro a su habitación y la vio vacía, cuidadosamente preparada pero sin su dueño dentro de ella. El gemelo dudo en si debía penetrar o no, temiendo empeorar aún más las cosas, aunque su último encuentro había sido más amigable. Suspiro y salió hasta la sala principal del templo, viendo como la luz de la luna se escurría en la entrada, iluminando y dejando dibujados en el piso las sombras de las columnas.

La luz que recorrió el pasillo detrás de Defteros, el movimiento de la dócil cortina que separaba la habitación y de inmediato, el rebosante olor a jazmín, llamaron la atención del geminiano, que al voltear su rostro, vio embelesado a Virgo con solo un pantalón vino tino, de estilo oriental y su cabello cayendo precipitadamente tras su espalda, adhiriéndose a los contornos de su cuerpo. La vista fue demasiado para los sentidos del gemelo, quien dejo que sus ojos se abrieran como platos, buscando grabar eternamente esa imagen en su mente.

Asmita, al salir y sentir el aire penetrar por el pasillo de su templo, de inmediato detecto el olor y el sonido del corazón de Defteros quedando en el lugar aturdido. No, justo ahora no, luego que durante su baño intento despojarse de todo lo que lo acosaba, no podía darse el gusto de crear algo que le hiciera más peso para su actual misión. Intento crear en su rostro la expresión más dura posible para despedir a su visitante y obligarlo a regresar sin ningún pase de palabras. Sin embargo, por mucho que duro con su rostro forrado de fiereza, el gemelo se quedo allí de pie, sin moverse, sin dar un solo paso atrás. Más bien su respiración se agitaba, respiraba como un toro embravecido, sentía que el olor de su cuerpo acrecentaba y que prácticamente jadeaba a través de la máscara, llevado por un sinfín de emociones que lo mantenía como una estatua en la entrada de ese pasillo.

Viendo que su rostro no había sido lo suficiente severo, dio unos pasos, dejando que el agua recorriera su camino hasta el suelo, y dejando con cada paso una huella húmeda, recogiendo al mismo tiempo su largo cabello dorado hasta dejarlo reposar sobre su hombro derecho. Para Defteros, ver que él se acercaba dejando toda una línea acuosa y permitiendo que poco a poco la luz de la luna dibujara reflejos platas por todo su ser, lo estaba comiendo en vida. Trato de apartar su vista de él, ver cualquier cosa, la luz que traspasaba por las columnas o el frio aspecto del mármol. Desgraciadamente en ese lugar no había mucho que ver.

-Defteros, hoy no puedo atenderte –Sentencio Asmita luego de salir del pasillo, dejando el aroma a jazmín que estaba envenenando al gemelo desde lo lejos, ahora lo hiciera de cerca.

Por supuesto, Asmita era ciego, él no conocía las múltiples reacciones que puede crear una simple imagen para un hombre como Defteros. …l necesitaba más que eso, y por ello lo reflejaba de esa manera, a través del tacto, tanto como lo había hecho antes a través de sus meditaciones y salidas de su cuerpo. Pero para él, para él lo que veía era suficiente. Aunque intentaba apartar su vista del reflejo plateado que dejaba la luna sobre su cuerpo, grabado, casi formado como una pieza perfecta, tan gentil, tan suave y a la vez, tan fuerte, tan virgen… le era imposible… Intento decir algo, pero no podía, el desosiego le había arrancado las facultades a puntos inimaginables.

-No quiero ser brusco contigo – Continuo Asmita incomodo con el silencio del gemelo –, pero realmente he tenido un día agotador. Aunque quisieras hablar en este momento, no te prestaría la atención que mereces.

-Solo quiero una cosa… -Murmuro Defteros casi aliento –

Asmita subió su rostro denotando interés. ¿Querer algo? Jamás Defteros había dicho semejante frase. ¿Querer algo? Para él, quien siempre estuvo a expensa de las migajas de atención que podía ofrecerle su hermano, de esperanzas infundadas… Asmita admitió que esto estaba saliendo de todos sus cálculos, preocupándose cuando Defteros entro al pasillo, avanzando unos 5 pasos para luego intentar desatarse algo. No podía definir aún que era.

Allí estuvo el gemelo, dentro del pasillo, posando ambas manos sobre su cabeza, enterrándolas en su cabellera y buscando dentro de esa melena furiosamente peinada las ataduras de su máscara. Para él, hubiera sido sencillo simplemente arrancarla, pero de hacerlo podría crearle problemas con su hermano, aunque los deseos animales que lo estaban carcomiendo en un momento parecía llevarlo aceleradamente al precipicio. Desesperado, se arrodillo en el pasillo e intento tirar de las ataduras sin forzarlas, lo cual fue totalmente inútil. Conforme más se impacientaba, más se veía preso del terror. Los nervios no le permitían despojarse de su máscara, resbalándose sus ataduras de entre sus manos y creando así aún más ansiedad. En cuanto más sentía que el tiempo se le escapaba de sus dedos, la respiración se aceleraba, su corazón latía con tanta fuerza que parecía estallar en su pecho… se veía acorralado por el deseo infame…

Entonces, lo observo, en un momento fugaz en que decidido subir su mirada encendida mientras intentaba despojarse de su máscara. Cuando lo vio, de pie, en silencio, con expresión de desconcierto, algo sacudió totalmente el cuerpo del gemelo. ¿Qué estaba pensando? No se dio cuenta en qué momento se estaba convirtiendo en una bestia que solo pensaba devorar a aquella frágil creatura que tenía en frente. Se vio por un instante esclavo de sus instintos, pero al encontrarse de nuevo con esa dulce imagen, se sintió el peor pecador de la tierra. Temió en ese momento de su lado salvaje. ¿A eso se referían con ser la estrella de la desgracia? ¿Sería capaz incluso de mancillar lo que más amase devorado por los deseos? Defteros supo en ese momento que si se quitaba la máscara, sería como liberar a un lobo hambriento de su bozal y frente a una liebre… No, no podía permitírselo a sí mismo, por mucho placer que le generara la idea de arrancar con violencia la pureza de esa persona, no podía hacerlo. Sucumbió ante la razón, dejo caer sus manos a los lados, intentando tranquilizar a su cuero excitado. Finalmente Asmita entendió.

-¿Estás seguro? – Pregunto Asmita desde su lugar, provocando que su voz penetrara dulcemente en los oídos del gemelo -¿Quieres quitarte la máscara?

-Ya no estoy seguro… -Murmuro Defteros luciendo derrotado ante su conciencia –

-¿Qué tan libre quieres ser, Defteros? –Pregunto de nuevo Asmita, no mostrando ninguna emoción en su semblante.

-Lo suficiente… para estar contigo y no hacerte daño.

Esa respuesta dio todas las razones que Asmita esperaba. El hecho de que haya ido hasta allí, un día como hoy que su hermano estaba en su templo, a tomar la decisión de quitarse la máscara frente a él y aún así, desistir cuando sintió que algo lo estaba envenenando, le dio suficiente motivos para olvidar su misión, su castidad, su santidad, solo por ese momento. La lógica de Defteros lo había convencido.

-Eres fuerte Defteros.

Antes de que Defteros pudiera responder de alguna manera, sintió las manos de Asmita entrar por su frente y escudriñar lentamente su melena, como si la investigara con su tacto. El contacto fue inesperado para él, quien sintió una corriente caliente que lo atravesó por completo, volviéndolo a acelerar. Pero, se sentía distinto. No era el deseo desbocado y lascivo que lo aprisionaba hace un momento. Era un dulce sentimiento que lo cobijaba, le daba tranquilidad y al mismo tiempo expectativa.

Allí estaba, frente a él, arrodillado precisamente frente a él, quien cuidadosamente tenía sus manos posadas en ese cabello salvaje, buscando las ataduras de esa mascara. Defteros se dejo embriagar por el olor de jazmín que se escurría ante su maldición, disfrutando de las suaves caricias que le dejaba las yemas de los dedos de Asmita, mientras cometían su misión. Al final, Asmita consiguió la atadura enrevesada entre el cabello de Defteros.

-Siempre supe que tenías un carácter especial. Aquellos que te juzgaron como una estrella de la desgracia no son más que necios con prejuicio que creen en fabulas humanas. Aunque bien es cierto que todos nos regimos por el destino, quiero creer que el destino es simplemente una guía de lo que puede ser nuestra vida si nos dejamos llevar sin queja por sus imposiciones.

Las ataduras iban cediendo poco a poco, mientras que el corazón de Defteros, acunado en esa suave fragancia, latía absorto de tanta belleza. Por fin entendía, entendía esa unión invisible que lo ataba a él, de forma exquisita, a la cual quería sucumbir.

-Es el destino de un hombre ciego como yo, ¿vivir en la oscuridad de la vida y mendingando el pan? ¿Es el destino de un huérfano recibir el desprecio de todos? ¿O simplemente llamamos destino a la eterna necesidad de adjudicar a algo mayor nuestras penas? He meditado mucho al respecto y todavía no encuentro una respuesta certera. Incluso, creo que terminaré convencido de que no existe una verdad absoluta para esto.

Solo se escucho el sonido de la máscara caer en el piso de mármol. El suave viento, por primera vez acaricia las mejillas de Defteros, que al sentirlo, dejo que una lagrima resbalara por ellas. Que dulce sensación. La sensación de algo que había estado esperando por tanto tiempo y justo, justo era con él. Se dejo así acobijar por las dulces manos de Asmita, quien delicadamente, empezó a dibujar y sentir cada contorno de su rostro, con extremo cuidado, como si con ello escaneara cada átomo de su piel y lo dibujara en su mente. La felicidad era tan embriagante que no tenía fuerza de impedírselo.

-Yo creo, que el destino lo forjamos con cada decisión nuestra, para ello tenemos el cosmos que reside en cada uno de nosotros, en el interior. Una fuente inagotable de poder y voluntad con el cual es posible someter las cosas.

-“El poder de someter” – Murmuro Defteros, extasiado mientras sentía esas manos tibias con olor a jazmín tocarle y secar las dos lagrimas que rodaron por su rostro.

-Así es, el poder de someter el mismo destino, Defteros

Defteros abrió los ojos, y vio sobre él al dulce rostro de Asmita quien seguía mirando al frente, mientras con su mano dibujaba su cara lentamente. Desde su lugar, arrodillado, pudo vislumbrar el brillo plateado de esos labios. Eso… Eso era lo único que deseaba… ¿Cómo pedirlo?

Casi en modo suplicante, Defteros poso su mano derecha sobre el antebrazo izquierdo de Asmita, ejerciendo un poco presión, gesto que el santo entendió y cumplió plácidamente. Se arrodillo ante él, quedando así de la misma altura, reposando derechamente en una posición oriental.

-¿Qué tan libre quieres ser Defteros? Pregúntate eso cada vez que dudes de ti mismo y respóndete sinceramente. Allí sabrás… - El dedo de Defteros, grueso y áspero, se poso tiernamente sobre el labio inferior de Asmita, haciéndolo callar un momento.

Virgo por un momento se sintió impresionado pero casi inmediatamente dibujo una sonrisa que lo comprendía, permitiendo con ese gesto que Defteros rodara su mano de su labio hasta detrás de su oreja, para sentir así la humedad de su cabello, tal como el día anterior. Y allí, atraído, Defteros acerca sus labios por primera vez, con un nerviosismo que secaba su garganta, pero con un gozo que rebosaba por cada poro de su piel, hasta que por fin, sintió primeramente el roce con la delicada nariz de su compañero. Se detuvo allí, deleitándose con esa dulce fragancia que impregnaba sus pulmones, mientras que Asmita saboreaba el aire caliente que transpiraba Defteros cada tanto. Disfruto ese contacto lentamente, conforme sentía que Asmita ligeramente mostraba aceptación a su descarado deseo y luego inclino un poco el ángulo de su rostro para poder tocar por primera vez, ese fruto prohibido.

Cuando logro tocarlos, un torrente de placer se precipito desde sus labios, hasta llenar inmediatamente sus sentidos, embargar los caminos de su columna vertebral y llenar cada mínimo musculo de su cuerpo. Todo su ser se entrego en ese momento y el sentir que su compañero respondía con el mismo deseo, al mismo ritmo, conectados de forma astral, le dio la autorización suficiente para continuar, si era posible, toda la noche.
Notas finales: Espero les haya gustado este episodio.

Tercer capitulo y empieza la parte que más me gusto escribir. Nunca creía sentirme comoda relatando esas cosas pero... veo que no fue tan dificil e incomodo como pense.

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