“No sé cómo empezar a explicar esto que siento. Las palabras no encuentran el camino, no son capaces de abandonar mis labios para decirte lo que mi corazón guarda. Quiero explicar esta calidez que me invade cada vez que mis ojos te miran, pero tengo miedo de sentir tu rechazo; algo que estoy seguro sucederá, pues tengo la certeza de que me odias.
¿Tanto mal te hizo él que ahora lo pagas conmigo? Yo no soy como él, quizás tengamos el mismo físico pero ¿qué te hace creer que pensamos igual? ¿Qué nuestra forma de ser es la misma? Hasta que no veas quien soy en realidad, no existirá esperanza para mí. ¿Por qué vas a amar a quien odias? Duele sentir tu desprecio, saber que no tengo ninguna oportunidad.
Son las tres de la madrugada, mañana habré de enmascarar nuevamente mi sentir, este amor que me quema por dentro y comienza a destruir mi alma poco a poco. Un día más tendré que fingir que no me importan tus palabras hirientes. En algún lugar de mi corazón seguiré guardando una pequeña esperanza de que sientas algo por mí. El sueño aún no llega, pero debo obligarme para evitar que vuelvas a humillarme nuevamente frente a todos y me castigues por llegar tarde.
Aún así no dormiré, pues las pesadillas volverán como cada noche y las sufriré en la soledad de mi cama silenciada. Nadie sabe de ellas y aunque ya todo acabó, siguen atormentándome como el primer día, ¿es que nunca tendrán fin? Sólo en tus brazos podría encontrar esa calma que tanto necesito. ¿Por qué no vienes a protegerme? Ruego para que algún día lo hagas.
Es posible que a estas alturas ya sepas quien soy, aún así seguiré representando mi papel aunque mi vida ya no tenga ningún sentido. ¿Tampoco tú te has dado cuenta? Mis ojos ya no brillan, no hay vida en ellos, sólo soy un cuerpo vacío ya que mi corazón y mi alma están en tus manos. Es tan tarde y tengo tanto frío… Esperaré con paciencia al día que me des tu calor.
No puedo seguir… descansa mi amor, intentaré alejar las pesadillas soñando que me amas; aunque sólo lo logre durante unos instantes, seré un poco más feliz.
Se despide quien te ama.
Adiós…”
Entregó la carta a una de las lechuzas del colegio, dejando que partiera rumbo a su destino. Su profesor le odiaría aún más por su atrevimiento, pero el ojiverde no pensaba en eso. Al fin se había declarado, aunque el método escogido fuera una simple carta.
Mientras tanto, en algún lugar de las mazmorras, el oscuro profesor recibía con sorpresa la misiva que le entregaba esa lechuza. Tuvo que releer esas palabras una y otra vez para estar seguro de haber entendido lo que decían. Un nombre pasó por su mente: Harry Potter. ¿El chico le amaba? ¿Cómo? Nunca le había dado motivos para tal cosa.
Guardó la carta en el cajón de su escritorio, mirando hacia un punto fijo de la pared pero sin ver realmente. Pensaba en ese chico que había pasado por tantas cosas sin que las mereciera, sin saber que en ese mismo instante el muchacho pensaba en él con la misma intensidad. ¿Se unirían alguna vez sus almas? Snape aún necesitaba estar seguro de lo que sentía por el chico porque… ¿lo odiaba? No era del todo exacto, pero entonces ¿qué sentía por su alumno?