En verano, mañana, tardes y noches son calurosas. En verano las lluvias caen intensamente refrescando un poco las calientes ciudades y las tibias praderas de cultivos. En verano los jóvenes salen de vacaciones por un largo periodo para así poder disfrutar de un bien merecido descanso. En verano el cielo es más azul, el prado más verde y el sol es más brillante.
Díganme exagerado, poético sin remedio, ‘tipo al que le gustan decir cosas bonitas’; en fin, díganme como mejor se les ocurra, estas palabras que he dicho son sólo la pura verdad de las cosas.
Ver escenas tan bonitas como lo estoy haciendo en este momento, mirando como ese par chicos corren despreocupados, es más, divertidos por las calles de la ciudad que son bañadas con la primera lluvia de verano; hace que instantáneamente mi memoria retroceda varios años atrás y vengan a mi muchas escenas que pasé al lado de mi mejor amigo.
El corazón de repente comienza a palpitar con intensidad al recordar vagamente el rostro de aquel chico de pueblo pequeño. Es regocijante darme cuenta que no he olvidado, cada parte, cada detalle, cada curva y rasgo afilado de su delicado cara, cada gesto y cada mueca que se forma en su rostro aún está intacto en mi mente, listo para cuando yo desee recordarlo y revivir mis días a su lado.
Aquellos días fueron y serán los más felices que pueda llegar vivir, estoy prácticamente seguro de ello. Entre ellos, el más especial y por el cual estoy más agradecido, es el día que le conocí:
Era primavera, y yo cursaba el primer año de secundaria. Aunque faltaba poco más de un mes para que llegara el verano, las lluvias se adelantaron y en una tarde sin que nadie lo esperara el cielo se oscureció y comenzó a caer la lluvia más larga y duradera que hubiera visto hasta entonces.
Lógicamente no se nos permitió faltar a clases por ser las últimas semanas, gracias a ese hecho aunque nos resultaba incomodo asistir a la escuela con tal lluvia no se nos hizo un sacrificio tan grande. Después de todo ¿A qué chico no le gusta mojarse?
_ ¿Yunho qué tal si vamos al centro a comprar unas revistas?_
_ Eh… no, creo que no. Iré a ver a mi papá a su trabajo, puedo acompañarlos hasta el centro_
Era un chico sociable, gracias a Dios nunca me faltaron compañero con quienes platicar a la hora del descanso, ni con quienes hacer equipos en los proyectos, tampoco me hizo falta con quien jugar al soccer ni con quienes ir al karaoke. Pero para ser sinceros, hubiera cambiado muchas de esas agradables compañías por una honesta y reconfortante verdadera amistad.
Pues aunque nunca había faltado con quien charlar, siempre sentí que necesitaba alguien con quien llegar y poder decir ‘Hoy me siento mal’ con toda la sinceridad del mundo para que él golpeara mi hombro y dijera ‘Ya pasará…’
Siempre lo quise, y de algún modo, el universo confabulo para que así sucediera.
Mis amigos y yo caminamos hasta el centro, algunos con paraguas y otros con impermeables como yo, en una intersección nos separamos, yéndose ellos hacia la derecha y seguí de frente.
A pesar de ser el centro, las calles estaban casi desoladas de transeúntes, a excepción de unos pocos que apenas íbamos en camino de refugiarnos del diluvio.
El semáforo marcó alto paraqué los autos siguieran, con atención esperé paciente a que volviera a ponerse en verde a mi favor, parado a la orilla de banqueta. Una fuerte ráfaga de viento sopló en el instante que el semáforo cambiara de color, los autos pararon y comencé a caminar sin prisa por el ancho cruce.
Un paso frente al otro hasta que una sombrilla amarilla, arrastrada por el aire, chocó contra mis pies. Instintivamente me incliné para recogerla. Un par de pisadas que hicieron chapotear el agua de la calle y después un joven parado frente a mí, completamente mojado por la lluvia y cansado por tener que perseguir a su molesto paraguas.
Obviamente le entregué el paraguas y podría jurar que de haber sido chica, fácilmente, me hubiera enamorado de aquel chico, gracias a su brillante sonrisa.
Yo no sé cómo, no lo recuerdo, bajo alguna circunstancia terminamos los dos bajo el toldo de una tienda cruzando la calle. Ahí sin problema pasamos dos horas platicando. Al inicio del mal clima, de lo molesto que era… para terminar en que si a ambos nos gustaba el mismo grupo de rock japonés.
Una gran coincidencia para dos chicos que en su vida se había visto. Pasada otra hora y con preguntas trilladas descubrimos que nos gustaban muchas cosas iguales y que incluso nuestras madres compraban la misma marca de detergente, tema que salió gracias a que él alagara el buen olor del suéter que le presté de mientras.
Casualmente observé la hora de mi reloj y horrorizado recordé que debía de haberme visto con mi papá hacía tres horas. Seguro estaría muy molesto y preocupado, probablemente no exactamente en ese orden. Me despedí un poco apresurado de mi nuevo amigo y sin dar tiempo a nada más me colgué la mochila en el hombro para salir corriendo en dirección a mi casa.
Como esperaba cuando llegué a casa tanto mamá como papá, después de asegurarse de que estuviera bien, me regañaron y castigaron por una semana.
Aquello no me molestó en lo más mínimo a comparación del hecho de darme cuenta que había olvidado pedirle siquiera el nombre de la escuela a la que asistía aquel chico. Me sentí desilusionado, así que ni el baño caliente que tomé por la noche, ni el confortable sueño, lograron conseguir que mi humor se elevara.
Era cierto que teníamos muchas cosas en común, pero lo que más me impresionó fue el número de cosas que tuvimos en desacuerdo… su forma de hablar y defender sus gustos sin importarle lo que yo pensara hizo despertar en mi una sensación de completo fastidio y fascinación, mesclados armoniosamente para arrastrarme al punto de que me propusiera firmemente volver a encontrarlo.