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Engaños por HuMi-ChaN

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Ya sabía que era casada. Incluso conocía al esposo, le importaba una mierda el matrimonio. De hecho, ni siquiera ella le interesaba tanto, sólo quería pasar el rato, y el sentimiento de saber que era algo que no debía hacer, se había convertido en algo adictivo para él.

Era una adrenalina irremplazable.

Porque sabía que algo como aquello no se podía ocultar para siempre; tarde o temprano alguien se daría cuenta, y el sentir que podía ser descubierto por un pobre perdedor que estaba siendo engañado por una esposa descuidada, lo hacía sentirse "grande"…

Pero esta vez era diferente. No se había enredado con Sakura por ella… sino por el marido.

Él era diferente de todos los idiotas con los que se había encontrado. Él no parecía que se la fuese a poner tan sencilla. Y era exactamente eso lo que estaba buscando.

Al parecer, había llegado tarde y se había perdido de un gran espectáculo; no sabía con exactitud a qué se referían con "espectáculo", pero él era el alma de aquel lugar, seguro no fue nada mejor de lo que pudiese hacer por si solo.

Normalmente tenía una especie de rutina. Hacía de amante y después se iba al bar, se sentaba a la barra, coqueteaba, tomaba un par de tragos (con un control perfecto), bailaba por horas, tenía alguna 'aventura', y se desaparecía antes de que pudieran ligarlo a cualquiera de sus actos. Como todo buen amante furtivo.

Tenía años en el negocio del engaño.

Había sido amante de toda clase de mujeres; algunas de belleza destellante, sencillas, ricas, promedio, voluminosas, inocentes, zorras, indiscretas, muchas a las que les atacaba el remordimiento por tener un marido estupendo. Pero, para engañar al esposo, cuando se trataba de él, ninguna podía resistirse.

Entonces, cuando se aburría de no ser descubierto, o de que el marido no dijera nada por miedo a arruinar su matrimonio, él las dejaba y se buscaba una nueva diversión.

Había estado aburrido por mucho tiempo.

La mayoría de las ocasiones la situación era la misma; cuando el sujeto se enteraba del engaño, existían varios tipos de reacciones: Estaba el esposo que se recriminaba a sí mismo e, irremediablemente perdonaba a la esposa, dejándolo a él fuera completamente; el que nunca se daba cuenta; el que se enfurecía y lo atacaba físicamente (esos le parecían de lo mas imbéciles, sobre todo porque siempre terminaban perdiendo); los que hacían como que no sucedía nada y se torturaban a sí mismos en silencio; a los que poco les importaba porque, seguramente, también tenían una amante; aquellos que, en una actitud certera y analítica, daban la relación por terminada. Y quizá muchos otros que le faltaba por conocer y agregar a la lista.

Sakura era un prospecto que había buscado como por encargo para sí mismo.

Una mujer cuya fama, posición, riqueza, vida e incluso belleza, dependían total y completamente de su esposo.

No era la primera en esta situación, pero si era la primera cuyo esposo era clasificado como el hombre de negocios mas sexy de todo Tokio.

Él creyó que ella sería la mujer mas feliz del mundo por ser la esposa de un hombre tan aclamado como aquel. Por eso la quería.

Quería quitarle poder a alguien tan altivo, y lastimarle el orgullo haciéndole ver que no era tan maravilloso. Si lograba "quitarle" a la esposa, estaba seguro que sería su mas grande logro.

Pero, seducir a Sakura había sido demasiado, demasiado fácil. Así que llegó a las conclusiones rápidas: o ella era muy zorra, o él se había vuelto aún más hábil para seducir, o eran el típico matrimonio adinerado en el que el esposo se la desvive trabajando.

Pronto supo que no era ninguna de las tres. –Quizá un poco de la primera, pero nada más.-

El hombre dormía en casa todos los días; su empresa estaba tan arriba que ni siquiera era necesario que él plantara cara todo el día por allá, sólo para lo de extrema importancia. Era limpio y muy 'educado', no abusaba de su poder mas de lo usual, ni era un psicópata. Salían de viaje muy a menudo, los dos juntos ¿Dónde estaba el problema entonces? Que ella no le importaba en lo mas mínimo.

Las noches de sexo se limitaban a aquellas en que ella casi se lo suplicaba o se le restregaba con cinismo. Aunque fueran de crucero, había días enteros en los que él no le dirigía siquiera la palabra, y no porque no estuvieran juntos, sino porque él no lo consideraba necesario.

Sakura no tenía idea de qué rayos pasaba, pues sabía perfectamente que su marido no tenía una amante. Era tan simple como que, nada mas a parte de sí mismo, su orgullo y su posición le interesaban.

Ante un sujeto como aquel, Naruto sabía que era lo suficientemente astuto como para darse cuenta de la situación con rapidez; y moría de ganas por saber, cuál sería la reacción de un marido como ese…

De un marido como aquel que se le acercaba en aquellos momentos, observándole de forma fija, dirigiéndole una mirada que no tenía nada que ver con mirar al amante de tu esposa…

Una mirada que ningún 'marido' le había dirigido antes…

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