Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Endless blue flower; The chronicle for the smell of the Hades. por Yoru Morino

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes de este fan fic no me pertenecen, sino que son únicamente de Yana Toboso. Yo simplemente los he manejado con tal de representar una escena simple.

Notas del capitulo:

One-shot.

Siempre fuisteis un estúpido joven amo.


Siempre…


 


Endless blue flower; The chronicle for the smell of the Hades.


 


 


En aquel entresijo de palabras de significado tan solo intuido, no logré discernir ninguna de tus intenciones, incluso ahora, ignoro por completo lo que realmente refirieron aquellos labios que creí tan intensamente míos, y que ahora huyen de mi como el tiempo de los humanos. De manera irreparable.


 


¿Alguna vez logré tenerlo como quise tenerlo? Nunca le mentí. Nunca. ¿Creyó una sola de mis palabras? No pude vislumbrar en su última sonrisa ni una sola duda, no pude ver arrepentimiento ni miedo y aquello tan solo logró someterme más bajo su yugo.


¿Creyó ser alguna vez parte de nuestro trato? ¿O tan solo fue una excusa más para poder acabar con su vida una vez hubiese acabado el poco interés que tenía en ella?


 


Joven amo, siempre fuisteis un estúpido. Siempre… Y ahora, solo ahora que os pierdo entre mis dedos, como pierde un humano su aliento al respirar cada instante que vive y desgasta puedo comprender el alcance de lo que yo creí un juego más. Lo habéis vuelto algo más aterrador que una obsesión: No solo domesticasteis a un diablo por venganza y reto, no solo lo rebajasteis el puro mal a una posición de mayordomo, sino que además le robasteis lo que no tenía…


Jamás creí que llegaría a desear de una manera tan enfermiza e infame el alma de un solo humano, no creí que vería disueltas mis sonrisas de cinismo en unas de naturaleza contraria. Y así, aun me resultáis más indescifrable, y se que estoy entregando lo único que jamás pretendí ser, lo único que jamás ostente y a lo que juré traición infinita…


 


Os abrazo, y solo siento un hielo lejano entre mis garras. Os tengo para mí, y solo veo en vuestros ojos la luna brillar…¡Ni una pizca de vos! ¿Cómo puede ser que en un ser humano haya más de mí que de si mismo? Esto si que me intriga…


 


-Sebastian…-y despierto de mi cavilación. ¡Ese nombre! De muchas maneras me han llamado siempre, desde los nombres más inocentes a los más teatrales: Desde Belcebú a Mefistófeles… -Sebastian…-no más mi señor, que poca vergüenza demostráis tener ahora mismo, de llamarme con este tono. ¿Sabes qué estáis logrando?


-Estaréis complacido, joven amo. Llamándome de esta manera conseguís hacer que aun pueda resistir menos.


Y sonreís de nuevo, de una manera tan inteligible que apenas puedo mantener mi postura. ¿Es una máscara? Es la máscara humana más deliciosa que he conocido en la vida, sin duda alguna…Y la que se que…


-Prometiste…que nunca me dejarías…verdad? Hasta el final…-y pasando su mano, su tierna mano de infante por mi mejilla desquebraja una lamina interior que no creía poseer.


-Yo jamás miento. Pero por lo que veo aun os quedan dudas.


Y esta flor azul se deshilacha entre mis brazos, aferrándose con tono de enfado a mis afirmaciones restas de ambigüedad.


El cielo es silencio y yo aun siento dolor en mi brazo perdido. Nunca llegué por un humano a dañarme. Hasta el demonio paga sus pecados. No puedo evitar pensar lo muy felices que serán algunos cerdos que se libran de mi, su san Martín.


-Aun no me habéis preguntado porque, joven amo.- no puedo evitar pensar casi con tortura porque ni siquiera ha pedido una explicación a mis actos y ello, me resulta poco menos molesta que su mirada.


-No tengo porque preguntar nada, Sebastián. Siempre supe, que esto acabaría sucediendo.


Se mece entre nosotros una brisa de desconcierto y me envuelve esta por completo, como si fuera una sirena riendo la suerte de un barco que ella misma ha hundido, por la locura de sus tripulantes.


-Me temo…que no le entiendo. Y dese por contento, pues el diablo siempre entiende.


El ríe, nítidamente y no como estoy acostumbrado a oír a los caballeros ingleses, se pasea por mí un incendio más propio del infierno que del Hades.


-Sebastian…Yo te llamé. Tu viniste. Nos condenamos ambos sin saberlo. ¿Por qué habría de preguntarme lo que en aquel momento aconteció un evidente futuro para ambos? Tú no ibas a dejar que yo muriese y por descontado, cuando lo hiciera por fuerza estarías aquí…Puesto que jamás mientes. Tendría que haber muerto. Pero tu por mi propio deseo y tu celo le robaste mi vida a Dios. El por fuerza iba a cobrarse el precio en lugar tuyo.


Aun quedé si cabe, más confuso y ello me alentó a aferrarme más a su secreto, quise saber más.


-¿Dices que Dios nos ha cobrado el precio?


-Si, Sebastian, de nuestros crímenes.


-Pero que dice…


-Siempre supe que habría de pagar.


-No, no mi amo…Usted ya lo ha pagado todo…


-No, eso si que no, Sebastian, ni una gota de compasión por mi, te lo ruego.


-¿Desde cuando rogais vos por algo?


-Desde que ya no me pertenezco.


La carencia de sonido sesgó el aire y entendí, o creí entender lo último que llegó a mis oídos.


Reí.


-Ay, joven amo, que estúpido sois, ¿Es que no os habéis dado cuenta que desde hace tiempo yo tampoco me pertenezco? ¡Una flor azul, del color de la muerte, me ha robado lo que quería robar! ¡Un ladrón de ladrones!


-¿Sebastian?-y con un aire en sus vocablos que jamás creí escuchar, ay, con un tono de desconcierto dulce…Mi tonto señor…


-Os deseo.


Silenció.


-Os deseo. -reiteré.


Trató de desviar la mirada, encantador.


-Siempre os desearé y no permitiré que nadie más os tenga. Ni ese sucio Dios a los que los mediocres y cobardes apelan, ni os daré al recuerdo de nadie, ni os daré a ninguna mujer del mundo ni os daré a la tierra. Ni regalaré al sucio aire del más allá uno solo de vuestros suspiros.


-Eres un mentiroso, Sebastián. Ya me has perdido…Estoy muerto.


-¡Eso no es verdad! No es verdad…-me fundí en sus labios nuevamente, sin encontrar resistencia alguna.-¿Joven amo?


-Sebastian, estoy muerto. ¿Qué diablos sostienes en tus brazos? Si puedes hacerlo es porque no eres humano. Sino, no me tendrías de ninguna manera.


-Pero os tengo…¿Os tengo?-me alteré al escuchar aflorar de mis propios labios aquella pregunta, manchada de inquietud y teñida casi de desespero.


-¿Quién es el estúpido? ¿Acaso no nos hemos tenido siempre? ¿Crees que querría algo de mí ese Dios al que tantas veces he traicionado?


-Sus ojos son demasiado hermosos, joven amo. Dios tiene la mala costumbre de decantarse por los niños, le aseguro que es todo un inmoral.


Y a mi última frase le siguió su risa limpia, como el agua de una fuente nítida, limpia de impudicia.


-¿Y eso lo dice el demonio? ¡Qué ironía! ¿Acaso no has visto que me has estado haciendo sin santo de razón? ¿No has visto nada? ¡Inmoral! ¡Ajajajajaja! ¡Esa si que es buena! ¿Hay algo moral en ti como para que puedas pronunciar la palabra inmoral sin atribuírtela? ¡Qué gracioso!


-Si le ha sido útil para sonreír así, entonces si que he sido moral por una vez en mi vida.


-No digas necedades, Sebastian, yo no creo ni en Dios ni en la moral, y me parece que ponerlos juntos en una frase hace que no crea ni una palabra.-replicó el, atreviéndose a tomarme los cabellos.


-Eso significa…¿Qué no me responderá?-quise saber.


-¿Debo responder a la evidencia? No me canses, por el amor de…-omitió la palabra, y en lugar de ello suspiró cortamente para luego enderezar mi rostro contra el suyo.


-No diré groserías Sebastian, ni me voy a…como algunas jovencitas estúpidas criadas entre algodones…aunque no sea ya conde sigo teniendo mi dignidad…¿Acaso me he resistido cuando me has…-y con un sonrojo leve con aquel rubor delicado, como pintado por mano de génio en su mejilla de porcelana, retiro su rostro, para que no viese su gesto. Aja, eso…


-Pensé que no se resistía porque estaba cansado. O porque pensaba que era algo necesario para que me lo llevase. Usted pidió dolor. ¿Cómo le iba a decir que no?-pronuncié con fingida sorna.


-Cansado…Por dios, no soy una niñita endeble. Entonces…¿Me has engañado?-me espetó contrariado.


-Jamás le engañaría. Le dije que me llevaría su alma. ¿Acaso no ha sido así?


-Por lo que veo el tiró nos ha salido por la culata.-remarcó el.


-Cierto es. Ya queda poco. El tren llegará. Le juro que no me iré nunca.


-Te aburrirás Sebastian. En la nada nunca hay absolutamente nada por hacer. Algún día te cansarás y volverás ha hacer maldades por ahí.-un rastro de melancolía se paseó por sus ojos, haciéndolos ver como una mañana envuelta en niebla pasajera.


-Entonces no seré yo el que se vaya de tu lado, sino tan solo una sombra de lo que alguna vez fui. Es más se irá de tu lado lo que creí ser, nada más.


-¿Cómo te voy a creer?


-¿Jamás me creísteis? Fuiste vos, joven amo, el que me dijo una mentira. Lo sabíais todo, y me tuvisteis en vilo.


-Todos los jóvenes somos egocéntricos y egoístas, yo solo quería verte aterrorizado por una vez…aunque solo fuera una…No me arrepiento, de haber visto en tu cara tantas expresiones en poco tiempo, ha sido interesante.


-Siempre tan retorcido. Aunque no negaré que eso me fascina también de vos, joven amo…-me desplacé por su anatomía, hasta alcanzar sus labios vez tras vez.


-Nada…de joven amo…-trató de pronunciar entre besos.-Ya no soy nada de eso. Solo Ciel…es lo poco que queda de mi.


-Ciel…juro que os amaré eternamente.-y tras decir esto me di cuenta de cuan caros había pagado mis crímenes y osadías contra la corte celeste, que ahora debía de ser, por aquella declaración final, el bufón del cielo, la tierra y el infierno enteros. Y por extraño que resultase ni una solo rastro de vergüenza me ajustició ni una sombra sola de arrepentimiento.


El me dio cobijo en su pecho, que ya no latía, y solo los ecos de sus latidos pasados me respondieron fugaces.


-Cállate. O no podré creerte más, quiero que esto sea lo último de ti que escuchen mis oídos… No digas nada más…Te lo prohíbo…te lo prohíbo…-sentí su leve tambalear, como su respiración se negaba a dejarlo, solo por seguir respirando el mismo aire…en aquel lugar desierto, donde cada segundo nos había robado lo único que logramos tener y en lo que jamás creímos.


El amor.


-El tren ha llegado Sebastian…nos vamos…nos vamos…No digas nada más. No me mires. Quiero que me veas siempre como hace unos instantes, no mires a mis restos con compasión no…


No hablé…pero si susurré a su oído unas últimas palabras…


-¿Sabes? Una vez conocí a un incauto del que me reí. Le robé a un hijo, no, a dos, y luego asesiné a su mujer. Luego, hice que muchos más incautos siguieran sus palabras, llevándolos a todos a la perdición, me reí tanto de ellos… Solo les robaré algo más. Llévatelo todo, Ciel. Ya no son míos mis pecados. –me enfrenté a su rostro, en su última luz, ferviente, mía. Nuestros ojos se cerraron.-“Y con este beso, muero”


 


Eterno instante. Una vez engañé a uno, para que tu fueses su sentencia. Ahora es la mía. Detente instante, eres tan bello… Y te amo ahora, perdición, aunque seas el último dolor que nos causes a ambos.


 

Notas finales:

Muchas gracias por leerlo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).