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Adicto a ti por Astrea

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Capitulo 9: Tú

Ryota recorrió el pasillo de la tercera planta por décimo segunda vez, presa de un nerviosismo que seguramente le estaba provocando una úlcera en el estómago. Y es que, la preocupación de saber cómo se estaba desarrollando el encuentro Sakuragi-Rukawa era demasiado fuerte para él.

Una y otra vez se repetía en su cabeza que debería dejar el tema en paz, que esos dos poseían la suficiente cordura para, al menos, zanjar esta situación tan perniciosa para ellos.

¡A la mierda!

Sakuragi, era su mejor amigo, preocuparse de esa manera por él, era algo natural. Hasta que no lo viera, con sus propios ojos aparecer por el pasillo confirmando que todo se había solucionado, no iba a dejar de carcomerse la cabeza. Además juntos habían llorado sus penas de amor, enjuagado sus sentimientos no correspondidos en una ruta de alcohol, ¡se habían tatuado juntos, joder! ¡Si eso no es amistad que baje Kami-sama y lo vea! Sólo necesitaba saber si iba a tener que ser el pilar de apoyo del pelirrojo en el caso de que todo saliera a peor.

¡Buff! Estaba fatal, tanto, que hace un rato escaso había sido incapaz de seguir una conversación en el lounge con los demás compañeros. Hasta el punto de excusarse, subir, como una flecha, a la planta donde estaban sus habitaciones y ponerse a dar vueltas como un león enjaulado pasillo arriba, pasillo abajo.

¡Si Hanamichi tardaba un poco más, acabaría mordiéndose las uñas y dejándoselas para el arrastre!

Y es que tenía un presentimiento que le recomía por dentro. Resopló cavilando. «Vamos a ver, si Rukawa pasara olímpicamente de Hanamichi ¿Por qué se iba a cabrear por la gilipollez esa del matrimonio?»

Iba a empezar otra vuelta con la vista concentrada y perdida en la moqueta, suspirando de tal manera que los rizos de su frente levitaron suavemente. Lo traicionera que es la memoria. Acababa de recordar que la última vez que sus uñas terminaron como una zurraspa fue la noche que precedió a su salida del tren en Tokio, apenas hace un par de días. «El tiempo pasa demasiado rápido». Después de decirse a sí mismo una verdad universal, regresó a aquel momento de su reciente pasado.

Temblaba con la posibilidad de encontrase con Ayako, fantaseaba por cómo se desarrollaría la situación, se recreaba en toda la intensidad de sentimientos que sentía por su ex compañera de instituto, pensaba, ilusionado, que el amor mas fuerte siempre vence. Y si era por fuerza, lo que sentía por Ayako se llevaba la palma.  ¡Ja!. « ¿Cómo pude idealizar tanto un maldito sentimiento?». Su puño voló hacía la pared, necesitaba ser libre de la angustiosa aflicción que mantenía prisionero su ser. Ryota, ya había pasado por dos fases del desengaño amoroso: El bajón, recuperado gracias a que Sakuragi le convenció en la noche eterna que siguió a la catastrófica cena, y la rehabilitación aparente: todo volvía a la “normalidad”, si, entre comillas, porque estaba luchando por no pensar en ella cada vez que su cabeza quedaba en blanco. Ahora se encontraba en la tercera etapa: la del despecho, sin embargo el de Ryota no iba dirigido hacía Ayako, si no hacía él mismo. «¡Por gilipollas!»

En estos instantes, lo que pasaba por su cabeza era que si existiera un país de imbéciles, él sería el rey. Sobre todo porque no había sido capaz de dejar de pensar en lo mucho que amaba a esa chica. Cierto que el día que la vio por última vez, a cada minuto pasado la parecía más lejano.

Como ejemplo de que la fuerza de los sentimientos no tienen nada que ver en el desarrollo de una situación amorosa, esperaba que Sakuragi apareciera para, oír de su boca, la información de primera mano de cómo le había ido con el ex nº11 del Shohoku.

«¡Vamos Hana! Yo sé que tu puedes, ¡tú puedes!»

Inmerso en sus consideraciones mentales no se percató de que una figura ansiosa se acercaba, hasta que se cruzó en su camino. Del impacto perdió el equilibrio hasta caerse hacia atrás de una manera un tanto estrepitosa.

—¡Sendo!—exclamó el base cuando vio a Akira, también en el suelo

—Vaya Miyagi, ibas tan concentrado como yo

Ryota arqueó una ceja sarcástico. No se fiaba de ese tío ni en pintura. Añadámosle que Sendo parecía estar sumido en un estado de amplia satisfacción, y cuando era feliz daba miedo. ¡A las trincheras, Sendo está tramando algo! Sobre todo, acojonaba cuando no era capaz de adivinar el motivo y por eso, en lo primero que pensaba su mente era que las razones puercoespinescas se debían a cosas pervertidas, guarras, picantonas, verdes…¡ sexo, sexo, se….!¡Anda! Ryota dejó de desvariar porque se percató de lo que llevaba el erizo en la mano

¡Ostia! Si su vista no le engañaba eso era uno de los dibujos al carboncillo de Sakuragi, pero no uno cualquiera…¡Un retrato de Rukawa!. Aunque su amigo no le había dejado verlos nunca, reconocía su firme estilo de inmediato. Ryota tragó saliva, dudaba que el pelirrojo se lo hubiera entregado a Sendo de buena voluntad.

—¡¿Qu….qué haces con eso?!

—Ejecutar el plan maestro

—¿¡De que vas, tío?! ¿En que consiste eso?—inquirió Miyagi innecesariamente. Había comprendido perfectamente de lo que trataba Sendo. ¡Ese maquiavélico erizo jugaba duro! Durante una décima de segundo, dudó, si aquello salía mal Sakuragi lo mataría dos veces: una por haberse atrevido a tocar su cuaderno y otra por enseñárselo a Rukawa

Pero tenía que hacer algo. «¿Ahora eres bipolar, macho?, hace dos minutos el plan era esperar como el fiel Hachiko (1)». Bufff. ¡Qué dilema!. Su cuerpo le pedía acción. Ayudar a su mejor amigo, porque si continuaba en el limbo de los sentimientos, Hanamichi nunca llegaría a nada. Era preferible tener que recoger los pedazos de un corazón roto que andar con los pies sobre las nubes para el resto de su vida. Una agria y dura lección que él había aprendido recientemente. «Además, mejor vigilar a Sendo que dejarlo a su aire»

—Está bien—dijo clavando la mirada en el chico más alto mientras abría la puerta de su habitación—Supongo que si estamos juntos en esto puedo contar con tu silencio. Ni una palabra a Sakuragi

—¡Dalo por echo, Miyagi!

 

 

Hanamichi entró en el hall del hotel completamente empapado, el pelo calado y chorreando agua por sus ropas, pero aquello poco le importaba. Estaba en tal estado de desolación que no captaba nada de lo que sucedía en el exterior, inclusive si iba más allá de su propia piel. Alienado del mundo, había conseguido llegar hasta un sitio cubierto y era más de lo que podría pedírsele en ese devastador estado emocional.

Excuse me Sir, Do you need help? (2)

La frase pronunciada por un empleado le hizo salir momentáneamente de su ensimismamiento. Negó con la mano con un movimiento torpe y se dirigió hacía el ascensor con el paso pesado, arrastrando su corpulento cuerpo.

Una frase. Cuatro palabras. “Quiero perderte de vista” pronunciadas por Rukawa retumbaban entre sus sienes, golpeándolo con punzante dolor. No había sitio para nada más. Con torpeza trató de conjugar las frases que podría en su carta de renuncia. No quería ver a nadie, despedirse de nadie. Aún a riesgo de que esa actitud le cerrara las puertas de la selección para el resto de su carrera deportiva.

Y lo alejaría para siempre de Rukawa

Le dolía la garganta de manera feroz. Estaba intentado contener las lágrimas.

Ahora no podía juzgar si aquello era correcto o no, tan solo pensaba que era una manera rápida de zanjarlo todo. Antes, había tenía la sensación de estar en la cuerda floja, era el momento decisivo. O conseguía a Rukawa o se olvidaba de él. Pues ya sabía cuál era la jugada del destino. Y ahora tenía que seguir adelante con su vida. Todo sería más fácil para los dos, o eso esperaba.

Los escalones se le estaban haciendo eternos, y cada vez que se encontraba un paso más cerca de su cuarto se le ocurría pensar en Ryota.

Esperaba que lo perdonara, que no pensara que lo dejaba tirado por haberle, prácticamente, obligado a venir a la selección y ahora era él quien se estaba rajando por el mismo motivo que el base no quería venir. ¡Pero no podía soportarlo! Estar tan cerca de su zorro y saber que le desprecia de esa manera tan visceral. Dolía, dolía demasiado.

Entró en la habitación que compartía con Sendo, suspiró y se dispuso a meter toda su ropa en la maleta. Unas gotas mojaron la ropa, pero no provenía de los recuerdos húmedos de la lluvia. El agua, traicionera, salía de sus expresivos ojos marrones. El llanto ahogador se deshizo en quedos sollozos cuando encontró su cuaderno de dibujo. Mentalizándose de que ese era el único Rukawa que iba a pertenecerle, se hizo el duro, tensando la mandíbula para contener las lágrimas y arrojó el bloc de dibujo a la maleta como el resto de sus pertenencias. A continuación, comenzó a escribir un par de cartas breves pero concisas, una para Ryota y otra para su entrenador. Iba a ser difícil encontrar las palabras. «No», se corrigió Hanamichi, «lo que va a ser peor es que comprendan mi decisión».

 

 

—Creo que Hanamichi ha regresado—avisó Ryota a Sendo, agudizando el oído a través de la pared que comunicaba con la habitación contigua. Se aguantó las ganas de salir corriendo al encuentro de su pelirrojo amigo. No, ¡venga!, tenía que resistir. Tenía una misión. Una muy importante. Y de inmediato, bajo la voz para pegar un estufido— ¡No me puedo creer que seas tan idiota de no haber encontrado un sitio todavía!

—Es importante que Rukawa lo vea. Tampoco hay que esconderlo mucho

—Te lo llevo diciendo desde que escribiste no sé que. ¡Deja de corretear y ponlo encima de su almohada!

—Ya va, ya va—contestó Akira, colocando el sobre encima de la almohada de Rukawa— ¡Ya está!—exclamo después de haber dado al sobre tres vueltas. Era importante que el nombre se viera bien, no podía haber lugar para tontas equivocaciones. Más no por favor.

Miyagi, impaciente abrió la puerta para salir del cuarto. ¡Objetivo concluido! Sin embargo, nada más sacar la cabeza, su tez empalideció y volvió a meterse dentro de la habitación. Miró a Sendo alarmado y resoplando.

—Viene hacia aquí

— ¿Rukawa?

Ryota asintió rápido. ¡Joder! ¡Vaya marrón! « ¿Y ahora qué coño hacemos. ¿Disim….?»

—Vamos al baño—dijo Sendo, tomando a Ryota del brazo, el cual no tuvo oportunidad de resistirse. Prefería estar con Sendo, atrapado, en un cuarto de baño a que Rukawa les pillara in fraganti. Sabía que no iba a tener ni idea de cómo empezar a explicarse y era demasiado tarde para volver a esconder el sobre.

Al momento que cerraron la puerta del servicio tras ellos, oyeron como se accionaba el picaporte de la puerta principal. Rukawa estaba internándose en la habitación.

—Lo vamos a ver en vivo y en directo—dijo Sendo mientras se frotaba las manos, pero nada más pasar dos segundos se quedó mirando a Miyagi con cara de resignación porque acababa de darse cuenta de algo importante— ¡Mierda! He cerrado la puerta, no vamos a ver un carajo

Miyagi, alarmado, hizo un gesto para que se callara. No quería que Sendo hiciera ningún tipo de ruido, así que tampoco iba a permitirle abrir la puerta para que cotilleara como una vulgar maruja. Solo cabría esperar y por supuesto rezar a que a Rukawa no le entrase ganas de soltar aguas menores. Si antes era demasiado tarde para dar marcha atrás ahora ya no había ningún tipo de opción posible.

 

 

Por suerte para Ryota, Rukawa solo tenía la cabeza para unas palabras, para un momento, para una persona.

«De acuerdo»

Sakuragi lo había pronunciado de tal manera que parecía que su impulsiva energía se hubiera evaporado al momento de decirlo.

Por alguna razón no era capaz de quitárselo de la cabeza. «¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda». ¡Debía dejar de engañarse! Sí que era consciente de la razón. « ¡Mierda, Sakuragi! ¡Do´aho! ¡Mil veces idiota! ¿Cómo puedes hacerme sentir así?». Los casi dos metros de altura de Kaede Rukawa zozobraban por, la simple fuerza de la desesperación. « ¿Por qué? ¿Por qué haces esto? ¿Por qué primero vienes a buscarme? ¿Por qué después te has marchado de esa manera? ¿Dónde está tu estúpido carácter? ¡Hanamichi!»

Si, ver al vital Hanamichi Sakuragi tan sumiso, tan triste, tan derrotado le había trastocado el alma por completo. Kaede contempló absorto su mano, el pelirrojo se la había tomado de forma suave, como si temiera romperlo y después le había cedido el paraguas para que no se quedara a la intemperie bajo la tormenta.

Apretó la mandíbula. Rabiaba. No recordaba haber padecido nunca un enojo como este, no por una persona, no por un motivo ajeno al baloncesto. ¡Simplemente no tenía explicación para el comportamiento del pelirrojo! Rukawa, se llevo la mano al pecho. Era desgarrador.  Cuando le ha visto alejarse estaba deseando gritarle que volviera, pero su garganta estaba atenaza por un vacío creciente que le laceraba el estomago. Y ahora estaba terriblemente enfadado, pero exactamente ¿con qué?, ¿con quién?  . ¿Con el hecho de que le hubiera obedecido sin más? ¿Por ver a una persona con tanto carácter comportarse tan dócilmente? ¿Que no se preocupara mas por él? ¿Por no saber si hacer caso a la voz de su interior que le susurraba tenuemente “que Sakuragi se aleje es lo correcto” o la que decía “no dejes que se marche”? Kaede cerró los ojos afligido, la segunda opción era la que ganaba cuerpo por su corazón y cabeza. «No quiero que te vayas pedazo de imbécil. Creí… creí… que me darías la cara como siempre»

De los fríos ojos azules de Rukawa manaron abundantes lágrimas. Ya tenía respuesta a aquello que le hacía sentir el pelirrojo. ¡Era de locos! Sin embargo, ya no dudaba. Recordaba la época que, su mente, de manera idílica adjetivaba como "la más feliz de su vida". Cuando el idiota regresó recuperado de su lesión y dejó de pelear con él. Tenía el baloncesto y al joven Hanamichi sonreírle, hablar, bromear con él. El pelirrojo era un imán en forma de persona y lo seguía siendo por mucho tiempo que pasara. Y para su mayor miedo, estaba seguro de que esa fuerza de atracción era ese sentimiento tan alabado por los poetas de todas las épocas. Estaba seguro de que esa fuerza de atracción era amor. Rukawa tosió levemente, el “cough, cough” no sonó nada bien y tenía un pequeño malestar en el pecho. Si, le dolía. ¿A qué venía esto? Demasiado tiempo a cielo descubierto, supuso. Las condiciones ideales para resfriarse.

¡Bah! ¡Chorradas! ¡No iba a pillar un catarro de verano sólo por una tormenta de nada! Necesitaba estar a tope para jugar al 100%. Si enfermaba sabría lo que venía después: su mayor cruz deportiva, que sí no tenía resistencia, que si era un flojo, un débil. Se sentó en la cama. Dormiría hasta que se le pasara la pesadilla. Siempre le ha funcionado: cerrar los ojos y el mundo desaparece de vista. El horizonte se borra, tú ya no existes, estás a salvo en el mundo onírico.

Al ir a apoyar la cabeza sobre la almohada se percató de había un sobre blanco. Iba dirigido a él. Al principio, parpadeo asombrado. ¿También se ha colado alguna fan pesada aquí? Se mordió el labio, eso no le hacía ni puñetera gracia. Chicas, no las entendía para nada, fueran de donde fueran, japonesas, americanas, todas se comportaban de igual manera, prácticamente solo gritaban y se desmayaban en su presencia o le escribían apasionadas cartas de amor. Rukawa sonrío de forma agria. Nadie podía amarle, eso lo sabía desde hace muchos años. Estaba escrito con su nacimiento, solo trajo desgracia. Bufó pesaroso, y mucho menos con solo mirarle un par de veces, que era lo que hacían ellas. ¿Cómo podían enamorarse de alguien viéndole a lo lejos? Ninguna se había molestado en hablarle, todas le escribían sobre sus sueños, ¿pero quién se daba cuenta de los suyos?. ¡Menuda gilipollez! Tanteo la forma del sobre con los dedos, a lo mejor era bienvenido, cualquier cosa que no se tratara de pensar en Sakuragi.

Dubitativo, finalmente lo abrió. Por muchos años que le hubieran preparado a mentalizarse para ver esa imagen, no le hubieran ayudado para sobrellevar la increíble sorpresa que le aconteció cuando ante sus ojos apareció lo que contenía

¡Él! Era él y estaba sonriendo de una manera tan inocente de la que sabría que no iba a poder ser jamás. Su corazón dio un vuelvo salvaje. Durante un minuto se olvido de respirar.

«Esto debe ser una broma, ¿no?…»

No era capaz de creerlo, simplemente. ¿Acaso se había dormido y estaba soñando ya? Todas las líneas, rectas, curvas, dibujadas de una manera salvaje, sobria, tierna, convergían hasta creer una persona idéntica a él. Rukawa, se paso la mano por el flequillo, perturbado de pies a cabeza por semejante expresión de él que jamás había visto, apesadumbrado por ser consciente de que había alguien que lo conocía con esa intimidad, hipnotizado por la imagen hasta el punto que no se dio cuenta de que todos sus dolores habían cesado. Pasó los dedos por encima con suma ternura. Era hermoso. Era cruel. Cerró los ojos, las lágrimas que habían quedado atrás volvieron a manar.

Cuando empezó a procesar, se fijó en la leyenda que había en la esquina derecha:

“Alguien que es capaz de verte así no debe querer hacerte daño”

Rukawa estrujó el papel contra su pecho, abrió mucho los ojos y temblando pronunció en voz alta el primer nombre que le vino a la cabeza como una divina revelación—Sakuragi

 

 

Ya estaba escrita, una carta formal. Se dispuso a coger su maleta y cuando abrió la puerta de la habitación para salir su respiración se paró de golpe ante la sorpresa

Rukawa. Con los ojos llenos de pujantes lágrimas, enseñándole el alma como la vio años atrás en aquel funesto uno de enero. Y, si le preguntaran ahora, era capaz de jurar que el tiempo podría pararse. «¿Per…pero qué? No, no pienses Hanamichi, ¡solo actúa de una puta vez!»

¡Ahora si sabía que hacer! La maleta cayó al suelo junto con las cartas. Sus brazos atraparon a Kaede, que temblaba como un pajarillo aterido de frío. Hanamichi sintió como la torpedad y el miedo de no saber llegar hasta él le invadía a oleadas. Sin embargo, se tranquilizó cuando los brazos de Rukawa le treparon por la espalda, aferrándose a él tímidamente y susurrando aliviado—Aún estas aquí, do´aho

El sofocante peso del estomago que llevaba Hanamichi se empezaba a mitigar. Tragó el puño de lágrimas que corría presuroso garganta arriba. Ciñó más a Kaede contra su cuerpo, deseoso de hacer desaparecer la asfixiante sensación de que aquello era una ilusión de su mente. No quería abrir la boca, para no estropear la magia del momento que creía sacado de sus sueños más íntimos. ¡Dios!¡Era real! Rukawa, sereno y consciente, en sus brazos. Solo anhelaba percibirle, aspirar el suave aroma de su pelo, absorber el calor de su piel a través de las yemas de sus dedos. Una sonrisa dulce apareció en la comisura de sus labios. ¡Le amaba tanto, que sentía que estaba vacío, todo su ser había salido de si y estaba rodeando a Rukawa. Aplastó su mejilla contra la suya. Suspiró en paz, hasta que se percató de algo que le hizo alarmarse

—¡Zorro!—exclamó el pelirrojo separándose del cuerpo de Rukawa—¡estás ardiendo!

 

 

—¿Crees que todo se habrá solucionado?—Sendo le hablaba a Ryota a dos palmos de su oreja mientras estaban reunidos en la cena junto a los demás compañeros, habían conseguido escabullirse a lo Solid Snake (3) en cuanto Rukawa salió de la habitación. Querían saber a donde había ido, pero mejor guardar las apariencias. El base echó un vistazo rápido a la gente del restaurante, solo estaban ausentes Kiyota, Sakuragi y Rukawa. «A saber si el mono salvaje todavía lloraba por las esquinas. ¡Joder! Parecemos gafes o nuestro Cupido es un vulgar cabronazo.»

—Espero que sí, pero no me susurres. Quita, quita que corra el aire

A ver si se enteraba de una vez el erizo que él no era bujarra. Tener su aliento al borde del oído le daba escalofríos…¡pero de miedo!.  Akira Sendo sonrío ladino, este Miyagi era más mono cuando quería. Le guiño un ojo con complicidad

—Creía que no querías que nadie se enterara y no es tema de conversación para que lo sepa todo el equipo

Ryota con el ceño fruncido dio un paso hacia atrás, mirando fijamente a Sendo con su mejor pose de “acércate y te mato”. Muy efectiva en sus años de pandillero, pero ante un ejemplar de machus ligonis cuyo ego, está demostrado que, se hincha como el pecho de un pavo real cuando consigue a un individuo que se le resiste, hacía el efecto contrario.

—Tampoco quiero que parezca que hemos intimado de más

—Tranquilo Miyagi, eres un encanto. Pero no eres mi tipo

Sendo, realmente, pensaba que Ryota Miyagi era una perita en dulce, pero no para su paladar. Sé veía a lenguas que aún suspiraba por la chiquilla esta de los rizos. « ¿Cuál era su nombre?...Joder, que memoria mas mala. Si Hikoichi me puso al día hace nada. ¿Era Ayumi? ¡Ah! Que no si tiene el nombre escrito al ras del culo…. ¡Ayako!»

Miyagi se cruzó de brazos y le miró de manera “¿no me digas?” «Pero si todos son tu tipo, ¿o quieres que te recuerde que me intentaste sobar cuando lo del golf? » De tal forma, que Sendo, tan pancho, subió los hombros y replicó

—A mí me gustan como Sakuragi, altos, fuertes y viriles

—Voy a vomitar —Ryota hizo una mueca desagradable  para después dirigir al ex jugador del Ryonan una mirada de curiosidad infinita— ¿Sabes una cosa, Sendo? Aún no me explico porque quieres ayudar a ese par. Sobre todo si tu tipo son como los de Sakuragi, creí que tú le estabas tirando los tejos

Sendo labró una sonrisa jocosa en su boca—Miyagi, amigo mío, te equivocas. No le estaba tirando los tejos, si no el tejado entero—.Ante la perpleja expresión del chico de rizos. Sendo decidió explicarse—.Mira, es más simple de lo que parece. ¿Has visto “Algo para recordar”?—.Ante la afirmación de Miyagi, Sendo continuo guiñándole el ojo con soltura— ¿Y cómo querías que acabaran los protagonistas?

Miyagi alzó la ceja sorprendido y luego sonrío comprendiendo. En ese instante apareció Kiyota, pálido, un fantasma salido de la nada

— ¿Te encuentras bien?—le preguntó Ryota preocupado

Nobunaga asintió levemente, y le explicó que se estaba mareando de dar tantas vueltas a la cabeza. Según él necesitaba distraerse y deja de pensar en los acontecimientos de este día tan raro. Además pasaba de quedarse a solas con Jin, preferiría que le arrancaran las uñas a mordiscos o algo tan encantadoramente similar.

—Si, verdad—terció Sendo, metiéndose en la conversación como quien no quiere la cosa. — Hay días que recibes revelaciones que llegan a trastocar algo

Kiyota cruzó la mirada con Miyagi, este sin saber que pensar, levantó los hombros poniendo cara de “a mí no me mires que yo no le soplado nada”. Nobunaga esbozó una sonrisa forzada

— ¿Cambiamos de tema?...no sé…¿Por qué no nos sentamos? Como sigamos largando aquí Fukuda es capaz de tragarse nuestras raciones

« ¡Joder!» Pensó el mono salvaje mientras tomaba sitio entre Koshino y Miyagi. «No tengo ni putas ganas de hablar, ni de lo de esta tarde, ni de nada». Y para que más, si cada vez que veía a Jin o se ponía a pensarlo sentía que una mano le perforaba la carne del vientre, internándose en él y le retorcía el estomago. « ¡Tanto tiempo pillado… para nada!». Una mierda, se sentía como una puta mierda. No tenía ganas de nada y apenas probó bocado ni escuchó de qué hablaban los demás.

 

 

La cena transcurrió sin mayor novedad hasta que el Sr Saito, en la lejana mesa del cuerpo técnico se levantó hasta la de los jugadores y preguntó donde estaban Rukawa y Sakuragi. Ryota trago saliva acojonado. «¡Ostia! ¡Les van a pillar!”. Abrió la boca, sin ni tener puñetera idea de que soltar como excusa. Una sombra pelopincha, fue más rápida.

—Se retaron, hace nada, en la cancha, ya sabe como son… que si do´aho, que si kitsune… que se dan dos leches… y después unos pelotazos, deben estar ahora en la ducha….o algo así...supongo…Esa gente hay dejarla estar, son puros agentes químicos bullendo al baño María, a lo pastilla efervescente, a lo blop, blop, blop

La experiencia de Sendo, con su pura palabrería, maquillando la realidad como diría él estaba funcionando a la perfección. El Sr Saito escrutó al erizo con su mirada de yakuza, Sakuragi dixit.

-Más le vale que sea así, Sr Sendo, más le vale—el yakuza dirigió una mirada de miedo a todos—que se enteren que no dejamos a nadie sin comer por no asistir a una cena. Les mandaremos al servicio de habitaciones, pero esto no se debe de repetir. Somos un equipo, ¡¿está claro?!—El Sr Saito arrugó la frente y se dijo a si mismo que aún así era mejor hablar con ese par, no beneficiaba al equipo que se comportaran de forma tan inmadura.

—¡SIIIIIII!

Akira con su perenne sonrisa de “no pasa nada” soldada en los labios, le observó marcharse y cuando se aseguró de que ya no les veía. Hizo un signo de victoria con los dedos a Ryota, quien aún suspiraba aliviado de la que se habían salvado. La cena continuo sin mayor novedad que comentar que el zorro y el mono pelirrojo se habían salvado de la cólera del yakuza por poco. Y al acabar cada cual se fue retirando a descansar entre bostezos y animosos “hasta mañanas”. Sendo se puso a la altura de Sawakita, ya que hoy era un día rarito, ¿Por qué no rematarlo? No iba a quedarse con esa duda acerca del actual capitán de la selección sub 21

—Eiji, ¿puedo preguntarte algo?— Akira se cercioró de que caminaban solo por el ancho pasillo que les llevaba a los ascensores

El monje se extrañó, pero no dejo que su fibroso cuerpo lo trasluciera—Claro

Sendo, se llevo la mano a la boca, sus ojos miraban hacia otro lado—Verás...—Suspiró— Aunque no lo creas me da vergüenza preguntarte esto... ¿por qué te quedaste en el baño? Ya sabes cuando yo y ese... estábamos follando

Sawakita se quedó mortificado. ¡Mierda, no tenía nada preparado para esto! ¡Le ha pillado de sorpresa! Intentaba que el intenso calor que se agitaba en su estomago no se revelara enrojeciendo sus mejillas—Bu... bueno...—Balbuceo, encogiéndose de hombros—.Ya sabes...

—Ya sé ¿el qué se?

—Pues... no sé— contesto Sawakita mirando al suelo. Le estaban empezando a sudar las manos y la frente—. Eso... pues... en esas situaciones... uno no sabe cómo actuar… si sales la cagas, si no sales también la cagas, claro que por una parte podría haber salido del urinario… pero…—El monje sonrío con evidente vergüenza—.¿Luego con qué cara me hubieras mirado después?—Eiji recuperó la compostura habitual—Sendo, yo veo normal que alguien tenga una relación sexual con una persona que le gusta, pero después suelen darse situaciones embarazosas cuando sabemos que alguien ha sido participe de ese encuentro intimo sin ser invitado

En un principio Sendo se estaba quedando alucinado al ver al inteligente Sawakita, con la lengua trabada, haciéndose un lío con sus mismos pensamientos. Luego se quedo mas asombrado consigo mismo, cuando vio que Eiji estaba cogiendo un color de tomate maduro y pensó que le resultaba mono e inocente.  Su sonrisa se hizo palpable cuando vio que Eiji se recuperó y soltó algún simplón razonamiento de sus apuntes de psicología

«Sawakita. Eiji Sawakita. El sermoneador profesional, el serio, el formal, el que nunca se despeina un pelo, el perfecto en todo»

—Sawakita, deberías conocerme mejor. A mí no me hubiera dado ningún corte saber que estabas allí

Eiji carraspeó. ¿Han apagado el aire acondicionado? ¡Qué calor está haciendo aquí!—Bueno, sabes que no todos gozamos de tu grado de perversión Sendo. Yo no soy como tú—susurró al borde la de exasperación al verse acorralado—A mi sí que me daba vergüenza que supieras que estaba allí— prefería quedar como un mojigato antes que explicarse la verdadera causa del pudor que recorrió su ser cuando escucho gemir lascivamente a Akira en manos de otro hombre.

— ¡Vamos, Eiji!—dijo Sendo quitando hierro al asunto— ¿Qué pensabas que iba a decir yo? ¿Qué eras un voyeur pervertido y cachondo? Tú lo has dicho, el sexo es algo natural. No hay nada de lo que avergonzarse—Y a continuación le paso la mano por el pelo, alborotándolo, de igual que se hace con un cachorrito triste al que quieres animar

Sawakita, tragó una bola de saliva abruptamente. Rezaba para que su compañero dejara el tema en paz. Tampoco había dicho una mentira, pero el motivo de su recato era un poco diferente: fantasías. Sensuales, eróticas, lúbricas y lascivas. Irreales y perturbadoras imágenes en movimiento cruzaron por su mente: Él era quien estaba con Sendo, protagonizando una sensual secuencia de lo más tórrida. Besándolo, tocándolo, seduciéndolo de mil maneras para llevarlo a la locura.

—Eiji—Sendo le dedicó una gran sonrisa, y aguantó las ganas de reírse al ver la cara de suplicio que tenía Sawakita— si sé que eres un primor, no piensas mal de nadie.

Sin dobles sentidos, no pudo aguantarse lo que hizo al salir esa última frase de su boca: acarició suavemente con el dedo índice la mejilla de Sawakita. No tenía mas intención de que un gesto que haces a un niño al que reprendes con cariño. Pero Eiji pasó del rojo al blanco al sentir el leve roce.

Sendo frunció el entrecejo, estaba seguro de las palabras que acababa de pronunciar y del gesto que acababa de realizar hasta que vio la pasmosa reacción de Sawakita. ¿Y ahora que le pasaba? ¿Qué había cenado este tío?

 

 

Auhhhhhh. Ryota Miyagi, con la boca abierta de par en par y los ojos lagrimosos está ya que se caía de sueño. Caminaba por el pasillo aún sin tener ni idea de que hacer, si llamar a la puerta de la habitación o pegar la oreja antes para estar seguro de no interrumpir nada de nada. ¡Qué dilema!

—Ryota, menos mal que te encuentro

Miyagi, en ese momento, estuvo a punto de jurar que Dios le había echado un cable. Hanamichi había acudido a él, correteando por el pasillo y parecía bien. Repito: parecía. En todo caso respiraba más tranquilo.

—Hana, ¿todo bien?

—Bueno, Rukawa se ha resfriado y tiene un poco de fiebre ¿Puedes excusarlo ante el entrenador?

—Tranquilo Sendo ya se ha sacado una trola de las suyas. Grábate esto en la cabeza: estabais entrenando en uno de vuestros piques. ¡Eh! ¿y ahora a dónde vas?

Sakuragi estaba ya girando su alto y corpulento cuerpo a la dirección por donde había venido. Había firmeza en sus resplandecientes ojos marrones.

—No pienso separarme de él

Ryota, complacido, esbozó una sonrisa afectuosa. No era momento de andar en detalles de que porras había sucedido, pero esa frase significaba algo bueno, ¿no?

Hanamichi volvió corriendo a su habitación. El zorro estaba tal como le dejó: durmiendo. Más tranquilo, porque no se había agitado en su corta ausencia, se acercó y le tomo la temperatura de la frente. Aún ardía. Sakuragi, chasqueó la lengua, molesto. Se sacó del bolsillo la caja de ibuprofeno que había ido a buscar entre sus cosas. En cuanto ese zorro obtuso abriera los ojos se iba a tomar una pastilla.

Le observó dormir. Su respiración acompasada, las cejas imperturbables, los labios sosegados poniendo el toque sereno al rostro, las finas hebras oscuras enmarcando el delicado contorno de su cara. El pelirrojo suspiro, quizá era la única forma que tenía el zorro de permanecer en brazos de alguien, siempre que ese alguien se llamara Morfeo.  Aún así, no tenía celos, porque él necesitaba a Kaede Rukawa con los ojos bien abiertos contemplándole con mesura. Hanamichi cerró los ojos. Podría sonar mortificador, pero no tenía más pesar. Hacía unos minutos había decidido que podía vivir amando a un imposible y, ahora, aunque seguía estando fuera de su alcance sentía todo el calor que emanaba el cuerpo de Rukawa como un escalofrío tibio que le curaba la ansiedad. La forma en que lo había abrazado, eso debía de significar alto, no solo para ponerle el alma flor de piel.

Nunca iba a estar con Kaede Rukawa de la manera que deseaba pero no le importaba con tal de que pudiera verle feliz. Era tan sencillo y a la vez tan doloroso. Se empezó a apartar al ver que Rukawa hacía un esfuerzo por abrir los ojos, cariacontecido, no parecía ubicarse en el momento. Su voz salía trémula, como un ruego de un moribundo al ángel de la muerte que viene a recogerle.

— ¿Estás ahí?

El pelirrojo sintió tremendas ganas de llorar, hacer explotar de esa manera sus sentimientos. Pero tan solo le dedico una mirada cargada de infinita ternura, y a la par que asentía con su cabeza, contestó de la forma más serena que se vio capaz.

—Estoy aquí

Se escuchó un suspiro de alivio procedente de los labios de Rukawa. Hanamichi le vio recobrar, un poco más la razón. Sin embargo, sus ojos azules parecían llenos de dudas, de ruegos y preguntas. La voz de Rukawa sonaba tomada.

— ¿Por qué Sakuragi? ¿Por qué?

El pelirrojo no quería preocupar aún más a su amor secreto. Lo importante, en esos momentos, es que todo se había solucionado, lo importante es que sabía que al menos Rukawa no le odiaba. Hanamichi negó con la cabeza, emitiendo un quedo “shhhsss”.

—Déjalo zorro, necesitas descansar. Has pillado un resfriado de campeonato—le mostro la medicina—. Te he traído estas pastillas, te irán bien

Para sorpresa de Hanamichi, la cara de Rukawa mostraba un gesto ceñudo. Estaba molesto, sin ninguna duda y parecía pasar olímpicamente del hecho de que podría estar enfermo. El pelirrojo parpadeo lleno de estupor. No comprendía a que venía ese extraño enojo por parte del Kitsune. ¿Sería cosa de algún virus que habría pillado bajo la lluvia? Supo que estaba tirando por el lado equivocado cuando escucho lo siguiente.

—Sakuragi…. Solo intento entender…—Rukawa, emocionalmente inexperto, y aturdido ante la presencia del imponente pelirrojo una vez que sabía lo que sentía hacía el, no sabía muy bien como comenzar la conversación— ¿Qué significa el baloncesto para ti?

—Es muy importante…

«Como que te conocí a ti. Me dio un objetivo, una ilusión. Puso mi camino firme, pero no es lo más importante de mi vida. Lo más importante eres tu Kaede, quiero verte sonreír alguna vez en la vida….como en ese dibujo que me estás mostrando…¡EL DIBUJO! »

Sakuragi se echó las manos a la cabeza. ¡Cagenlaputa! ¿De dónde había salido eso? Pero, pero…pero…¡Joder! ¡Ryota! Tiene que haber sido él, es el único que podría. Haciendo gala de su temperamento impetuoso, arrancó el dibujo de las manos de Rukawa y se empezó a poner de un tono encarnado como el vivo color de su pelo a la vez que su voz alcanzaba el grito

—per…pero…¿Cómo?...¡¿QUIEN TE HA DADO ESTO?!

Sakuragi se arrepintió en el momento exacto de haber gritado cuando vio un chasquido de dolor en los ojos de Rukawa. «Nunca se es lo suficientemente gilipollas»

—Umm, ejem… lo siento Rukawa, es que me da corte. — ¡Joder! ¿Y ahora como le explicaba? Hanamichi resopló. Sus dedos no dejaban de jugar, nerviosos, con los sobrantes de la sábana de la cama del zorro— ¿Recuerdas en el bar, que hablamos de las carreras? Pues yo estudio Bellas Artes y…—no podía seguir explicándose. Imposible, con dos ojos azules y escrutadores que provocaban que su corazón se desbocara a cien por hora— .Y también es importante. Me… me gusta pintar y bueno…

Hanamichi se encogió de hombros. No tenía palabras. Mejor dicho, no había palabras que lo salvaran impunemente de esta situación— ¡A que soy un genio en el dibujo también, eh zorro!—En estos momentos el pelirrojo se dijo a sí mismo que ya que todo iba cuesta abajo y sin frenos podría abrirse la tierra a sus pies. Total, no pasaba nada, si mejor, así le quitaban de en medio y dejaba de cagarla.

El fino flequillo que cubría la frente de Rukawa se movió cuando este suspiró de forma larga y cansada. Lucía realmente exasperado,  pero sus ojos comenzaban a mostrar una neblina más cerca de la fiebre que de la lucidez. Tosió un poco, ya no le dolía el pecho. Eso era bueno, quería decir que el catarro no se había agarrado a sus pulmones. Aunque poco le importaba enfermar, de verdad, lo que quería era comprender a ese pelirrojo, antes de que le consumiera totalmente. Recordó que, cuando eran chavales le hablaba de forma amigable, después le dejo de hablar. ¡Joder! Ya sé porque me dejo de hablar, ¿entonces ahora a que venía yendo de amigo otra vez? Trago saliva, no le costaba mantener una fachada impasible, pero en realidad, estaba completamente exaltado. Sudaba y sudaba. ¡Bum, bum! El corazón galopaba desbocado. Todo había saltado por los aires. Y lo que era peor, si se detenía un mísero segundo a pensar con calma que Hanamichi Sakuragi estaba haciendo dibujos con carboncillo tomándole de modelo estaría al borde del ataque cardiaco.

—Con razón siempre fuiste un do´aho—Kaede deseaba apaciguar la duda—,  ¿a que no sabías nada de mi?

El pelirrojo parpadeó, no ubicaba esa pregunta de Rukawa por ningún lado— ¿Saber él que, zorro? Yo… yo sé lo que debo saber de ti—con la intención de quitar hierro a la tensa situación, Hanamichi, bromeo—que eres un dormilón, que eres un gran jugador y un tenme kitsune

«Que admiro tu tranquilidad, tu fortaleza, tu espíritu de sacrificio. Que adoro cuando los ojos te brillan porque se ven retados por el juego, la forma felina con la que tu cuerpo se mueve en la cancha. Que me desvelo por penetrar en tu aura de misterio. Y que te amo, Kaede»

El moreno no sabía cómo sentirse al respecto de que Hanamichi reconociera a su manera que no tenía ni idea de su situación familiar y que su sonriente retrato era suyo. Dentro de sí, se repetía «no lo ha negado, no lo ha negado» como un disco rayado. Le dolía la cabeza, le dolía todo, hasta el alma Sus ojos tomaron una expresión de tierno enojo— Idiota—masculló—. No te entiendo, solo quiero saber qué es lo más importante… casi te vas… casi dejas el baloncest…¡atchusss!

Hanamichi, se rascó la cabeza, visiblemente acomplejado ante la firme mirada de Rukawa. Ese terco, luego decían de él. Quería una respuesta con virus o sin ellos, con fiebre o sin ella, con mocos o sin ellos. Hanamichi Sakuragi no vaciló. Alcanzó un pañuelo de papel del paquete que había en la mesilla y se lo tendió a Rukawa. Sus dedos rozaron, calientes. Era el momento de solucionar las dudas del zorro, de abrir de una buena vez su corazón. ¿Quería saber que era de verdad lo más importante en esta vida para él? Pues le iba a responder con total sinceridad. Dos pares de ojos se encontraron en un nivel íntimo. Madera, la parte más sólida de los árboles, un material firme y cálido para construir sobre el gélido cristal.  Kaede, hechizado por esa suavidad que desprendían las pupilas de Hanamichi apenas pudo proferir palabra cuando el pelirrojo le respondió:

—Tú eres la persona mas importante que hay en mi vida, por encima de mi madre, a la quiero mucho, zorro— los labios de Sakuragi se curvaron de forma tierna— estás por encima del baloncesto y de mi carrera. Tú, Rukawa, tú

Notas finales:

Aclaraciones:

(1)     Hachiko:  es un Akita Inu, conocido como el perro fiel, pues se despedía de su dueño en la estación de Shibuya cuando se marchaba al trabajo y al terminar la jornada estaba allí. Después de la muerte de su dueño Hachiko siguió yendo a Shibuya hasta su propia muerte. Ahora se puede encontrar una estatua del perro, en el mismo lugar donde esperaba a su amo, dedicada por los habitantes de Tokio.

(2)     Perdone señor, ¿necesita ayuda?

     (3)     Solid Snake es el conocido protagonista del juego de espionaje Metal Gear Solid

 


Ya estamos de vuelta por aquí ^_^. A partir de este capítulo el material es inédito en amor-yaoi, así que espero que merezca la pena.

Muchas gracias a Muchiko, Mikeas y Shedin por sus reviews y a los que leen desde lo oscurito :p. El domingo nos leemos en el capítulo 10: Jugadas decisivas


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