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Amable Monstruo por Etnol

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Notas del fanfic:

No tenia nada que hacer o.o me inspiré de un sueño para escribir todo esto xD

Notas del capitulo:

Quería hacerlo en dos capítulo pero no me decidí, sólo quería terminarlo .-.

Disfruten.

 

Rara vez en el colegio privado de San Patricio se veían bancas vacían en sus aulas de clase. Lo que si era extremadamente raro para los profesores era ver una banca, especialmente una al final de la fila, junto al a ventana, con un estudiante en particular. En el colegio no eran muy exigentes, simplemente deseaban lo mejor para sus alumnos, un progreso constante, una retribución del esfuerzo diario que trabajaban los docentes.

La profesora de Lengua era la más estricta, pese a ser recién llegada, y la más empeñada en su papel como educadora. Le gustaba que todos sus alumnos asistieran a su clase. Sólo habían transcurrido dos meses desde que iniciaron las clases en el periodo otoño y un alumno ya le fastidiaba, el mismo que había dejado aquella butaca vacía al final del aula.

—Puedes sentarte, gracias René —el muchacho que estaba leyendo desde su lugar cerró el libro y tomó asiento como pidió su profesora, quien se masajeaba las sienes. De pronto, dejó caer sus brazos y llamó en voz alta a otro de sus alumnos— Bogarin…

La voz de la profesora tenía cierto tono amenazador cuando nombraba a ese alumno. La clase quedó muda, sin embargo, uno de los alumnos tuvo el valor de levantarse de su asiento.

Andy era un estudiante aplicado, y el favorito de la mayoría de los profesores, exceptuando el de educación física, donde no corría ni media milla. Delgado, de metro sesenta y nueve. Su piel era blanca, pero sin llegar a ser pálido. Sus cabellos eran castaños y su corte mostraba pequeñas ondas que le hacían ver enternecedor, más con sus ojos de color avellana.

                —No se encuentra —respondió el chico que se sentaba justo a un lado de la banca vacía.

La profesora levantó una ceja y miró al joven sin mucho entusiasmo.

                —Ve por él —ordenó la profesora, y el muchacho, muy obediente como era, se retiró del aula, al mismo tiempo que sentía  detrás de él una que otra mirada de desaprobación. Salió feliz porque no tendría que escuchar el resto de la clase. Lengua le parecía la asignatura más aburrida de todas. Vagó un poco por los pasillos, realmente buscando por el susodicho, pero sólo quería perder tiempo. Sabía que Bogarin jamás se escondería dentro del edificio escolar y se dirigió a la puerta que conectaba al patio trasero. Antes de poner un pie fuera, uno de los prefectos le llamó la atención preguntándole con qué permiso se hacía libre en horas de clases, pero cuando el prefecto notó de quien se trataba, simplemente rió y se respondió solo:

                —Ese Bogarin haciendo de las suyas otra vez ¿eh? —le palmó el hombro al estudiante y este le contestó con una amplia sonrisa. Después, el prefecto le dejó andar a sus anchas.

“Claro, si no voy yo por él, nadie más se molesta en ir”, aseguraba el muchacho en sus adentros. Apresuró sus pasos hacia los frondosos árboles que habían cerca del grueso muro de concreto que rodeaba al colegio. Dirigió su vista hacia las copas de los árboles, por si encontraba a su compañero en una de las gruesas ramas, pero no halló nada. Entonces escuchó un silbido.

                —¡Andy! —le llamó una muy animada voz— ¿Por qué tardaste tanto? —detrás de los arbustos se asomaba un muchacho de cabellos negros y piel blanca, un tanto bronceada por asolearse siempre. En sus ojos oscuros se veía un diminuto brillo de malicia.

                —¿Me extrañaste? —le sonreía el castaño. Le encantaba esa mirada en su amigo.

Cuando el moreno terminó de salir del arbusto y sacudirse las hojas, miró hacia atrás, como olvidando algo, entonces llamó a alguien más.

                —¡Oye, no te quedes ahí! Ven, quiero presentarte.

Andy estaba un poco confundido. ¿Quién sería aquella persona que pasaba horas a solas con su amigo? ¿una novia? Esperaba que no.

Detrás de los arbustos salió un muchachillo de piel blanca y cabellos castaños claros y ojos del mismo tono. Era más bajito que ellos. Imaginó que se trataba de algún estudiante de primer año.

                —Andy, él es Luis. Luis, Andy —el moreno utilizó lo mejor de su encanto para hacer sonreír a su pequeño acompañante.

                —Mu… mu… mucho… gusto… —respondió el pequeño con una vocecilla que a penas llegaba a oídos del castaño.

                —Mucho gusto —respondió Andy, aun estupefacto, y luego miró al mayor— ¿Por qué tienes a un rehén contigo?

                —¡Es mi amigo! No creas que lo tengo conmigo a la fuerza ¿verdad Luis? —miró al pequeño castaño y éste tembló un poco—. Bueno, él es muy tímido, pero todo a su tiempo —rió fuerte y dio un par de palmadas en la espalda del menor.

Andy frunció un poco su ceño, preocupado por el novicio. Se agachó un poco para estar a la altura de Luis y observar sus ojos. Sólo entonces le preguntó:

                —¿Te gusta estar con David? —fue formulada en un solo sentido para que el chico respondiera honestamente.

                —Le tengo miedo… —confesó, y agachó la mirada. Con esto Andy lo dejó en paz para pasar a encarar a su amigo. David se estremeció y comenzó a agitar sus brazos, nervioso.

                —Pero él aceptó venir conmigo, ¡Lo juro!

Andy atrajo al pequeño consigo y le dijo que podía retirarse a su aula. El chico huyó de ahí sin pensarlo dos veces.

David miró cómo el que creía su nuevo amigo escapaba y luego miró el rostro lleno de ira de Andy. Intentó sonreírle, pero nada  de lo que dijera a continuación funcionaría.

Nuevamente en la clase de Lengua, los dos amigos ocuparon sus respectivas butacas. Andy tomaba notas de la clase con toda calma, y David ocultaba su cara con su libro para evitar que sus compañeros vieran la enorme marca roja que le dejó el fuerte y certero puño del castaño. Pese a ser delgado, Andy era bastante fuerte cuando se enojaba. En frente de ellos, uno que otro estudiante miraba a David con temor, y entraron en cotilleo por la marca del golpe del moreno. La profesora había hecho caso omiso a su condición; ni siquiera dejó que fueran por una bolsa de hielo, pues seguramente Bogarin mismo se había merecido aquél golpe. Mas el resto de la clase temía por el pobre que se había atrevido a golpearlo, y juraban que tal vez aquel tonto ya no viviera, ya que Bogarin tenía fama de ser problemático y muy violento. Todos estaban lejos de imaginar que Andy era capaz de ponerlo en su lugar, aunque también era al único al que David nunca le había amenazado, golpeado o maltratado en ningún sentido.

Al día siguiente, Andy se encontraba en la biblioteca leyendo, pero escuchaba cierto cuchicheo desde otra de las mesas, alzó la vista y pudo ver a cierto grupito que rodeaba a un chico. De inmediato lo identificó, se trataba del niño que había sido acogido por David. Se preguntaba por qué había tanto alboroto con aquel chico y se fingió continuar su lectura para prestar completa atención hacia ellos.

                —Aún no me creo que hayas escapado de Bogarin en una sola pieza —decía uno. En aquel momento a Andy se le antojaba observar bien de quien se trataba para escarmentarlo por el comentario tan recio que había dicho de su amigo.

                —Es cierto Luis. Tuviste suerte que ese tal Andy Quentin apareciera. ¡Es el único capaz de controlar a esa bestia!

“¿Por qué hay tantos rumores acerca de David?”, Andy no lograba entenderlo. Incluso los niños de primer año ya le temían a su amigo sin siquiera conocerle. Era cierto que su amigo jamás había dado una buena imagen a nadie, pero no era para tanto. Recordó la primera vez que los pusieron en equipo en segundo año; Andy amablemente le preguntó a un distraído David qué tema la apetecía exponer y éste le contestó con un abrumador ‘¿Qué quieres?’ y después de eso, su relación no había mejorado hasta que cursaron el tercer año. Continuó escuchando un par de bromas acerca de cómo David hubiese dejado a Luis si él no hubiese aparecido y luego sonó la campana para el receso. Todos los chicos se levantaron y se dirigieron a la cafetería, Luis iba detrás de ellos y los siguió hasta que una mano lo tomó por sorpresa del hombro y le obligó dar media vuelta para encontrarse a un malhumorado Andy.

                —Buenos días —le saludó Andy,con una cara que se mostraba absolutamente seria.

Luis dejó salir un suspiro al ver que se trataba de su salvador.

                —Buenos días —le sonrió, pero su gesto no fue devuelto. Aun así, el menor se había contentado con sólo ver a Andy—. Eh... ¡Oh, es verdad! ¡Muchas gracias por lo de ayer!

                —No fue nada. Veo que tus compañeros estaban muy emocionados por tu anécdota.

                —Es verdad. Dicen que soy muy afortunado por no haber sido utilizado como saco de arena por el monstruo Bogarin. —el chico parecía muy inocente, y Andy no podía enfadarse con aquel niño por mucho que quisiera.

                —Él no es un monstruo. Y por favor, te pediré que de ahora en adelante lo llames con más respeto. David es muy amable —aquello último había develado un poco de sus sentimientos, pero Luis no era tan listo como para comprenderlo.

                —Yo… lo siento —se disculpó el menor. Se dio cuenta que había metido la pata.

                —No te disculpes conmigo —le tomó de la muñeca y lo arrastró con él—. Te disculparás con David en persona.

                —¡¿Qué?! —el chico se petrificó y sus ojos se ensombrecieron, pero nada que hiciera en aquellos momentos iba a calmar al impetuoso Andy, quien lo halaba fuertemente para que no escapara.

Era en la hora de receso cuando David conseguía colarse hacia el jardín trasero y tomar la siesta, ya fuera detrás de los arbustos o en alguna de las gruesas ramas de los árboles. Justo iba a acomodarse en el pasto cuando notó la presencia de alguien que se acercaba. Era Andy, pero no era el único. Detrás de él venía un muy nervioso y tembloroso chiquillo. David miró a su amigo sin entender.

                —¿Ahora tú me consigues a los rehenes?

                —Tu nuevo amigo se moría de ganas por decirte unas palabras —empujó al chico hacia delante, quedando de frente a David y de espaldas a Andy. El chico moría de vergüenza, pero aun más, de miedo.

                —Yo… yo… lo… siento —su tono había bajado con cada sílaba que pronunciaba y David a penas alcanzó a escucharlo. Entonces Luis sintió la fuerte mano del moreno aprestando su hombro. El menor se estremeció.

                —Está bien. Fue mi culpa por creer que querías ser mi amigo —comprendió David.

Luis tragó saliva y alzó la mirada para ver la sonrisa de Bogarin. Era increíble. Lejos de aquella monstruosa visión que sus compañeros le habían inculcado acerca de él. Al final, Luis terminó por devolverle la sonrisa.

                —Yo… ¡Sí quiero ser tu amigo! —por primera vez, Luis se escuchaba fuerte y preciso. David abrió los ojos de sobremanera y tomó al pequeño de los costados para levantarlo. Era bastante liviano, así que para David no fue la gran cosa.

                —¡Muy bien! Entonces sí querrás permanecer conmigo de ahora en adelante ¿no?

La propuesta de David había estremecido una vez más al pequeñín. Andy carraspeó y terció:

                —No, David. Él continuará siendo un estudiante normal como yo —le advirtió. David soltó a su nuevo amigo y le revolvió los cabellos.

                —De acuerdo, no le obligaré a hacer nada que no le guste.

En la hora de salida, Andy no esperaba ver a David, pero ahí se encontraba, en la puerta, donde esperaba verse con él. Cuando el castaño se acercó a David, éste tomó inmediatamente su bolso y lo cargó junto con el suyo.

                —¡Vaya! Hacía mucho que no veía tanta amabilidad de ti para mí, ¿Se te ofrece algo?

                —Siempre soy amable contigo, y ahora también seré amable con Luis —sonrió de sólo recordarlo. Aquello había provocado cierto disgusto en el castaño.

                —¿Y a donde nos dirigimos? Porque siendo tú, no creo que pienses llevarme hasta mi casa.

El moreno soltó una risilla y continuó caminando. Avanzaron unas trece cuadras al frente y otras diesiocho hacia la derecha. La caminata hubiese sido ligera de no ser porque más de la mitad de esas cuadras fueron cuesta arriba. Sin embargo, Andy ya estaba acostumbrado a esta clase de salidas inesperadas por parte de su amigo. Se detuvieron delante de una pequeña plaza abandonada, donde había una bodega casi en ruinas.

                —¿Sabes? Normalmente los amigos salen a plazas nuevas —recalcó la última palabra para hacerle ver también que no pensaba ingresar a aquel lugar tan sucio. Probablemente lo demolerían dentro de poco, después de todo, el lugar se encontraba un poco retirado, aunque no más lejos que la última vez que los chicos salieron. Esa vez habían ido al río, pero en el camino les llovió y todo la orilla del río se volvió fango, donde un histérico Andy cayó. Después de ese paseo, ambos terminaron embarrados de lodo, y uno lleno de golpes por parte del castaño.

                —Las plazas de ahora están atestadas de gente, además aquí también hay diversión —rodó su vista hacia un lado y engrandeció su sonrisa— ¡Luis! Estábamos esperando por ti.

El pequeño Luis temblaba con cada paso que daba. No le gustaba el lugar donde le había citado David, y mucho menos la sonrisa que se cargaba.

                —¿Por qué eligió este lugar? —preguntaba con un hilo de voz. Y comenzó a dudar si para volverse su amigo tenía que pasar una prueba de valor o algo por el estilo.

David no quiso decir nada más y tomó de la mano a Luis para adentrarse a la vieja plaza. Andy los siguió no muy convencido de lo que fuera que planeara su amigo. Anduvieron por varios pasillos hasta llegar a las escaleras que se encontraban en el centro del edificio. Subieron por los escalones hasta la cuarta planta y allí David quitó una pala de la cerradura de la puerta que daba a la azotea.

                —Quería que vosotros vieseis la ciudad desde este punto. En la noche es aún más impresionante—.

Al subir, los dos chicos miraron a su costado, y en efecto, se veía la mayor parte de la ciudad. Aquella plaza abandonada se encontraba en lo alto de la colina y a espaldas de éste se vislumbraba la mayor parte de su pequeña ciudad.

                —¡Desde aquí se puede ver el colegio! —señaló Luis, ya tranquilo porque David no planeara hacerle ninguna maldad. Se le había olvidado que el moreno no era como lo pintaban en la escuela.

                —Sí, es impresionante, pero aun así me hubiese gustado un lugar más… concurrido. —declaró Andy, sólo por molestar a David.

                —No seas quejica —rodeó con un brazo a su amigo, acto que hizo sonrojar al castaño.

Luis los observó en silencio y Andy reaccionó, apartándose de David y propiciándole una colleja por el repentino agarre. Al menor le divertía la escena y no pudo evitar sonreír.

    —Bogarin no es mala persona después de todo —dijo por lo bajo, frase que obligó a Andy a calmarse, pues eran esta clase de oraciones que moría por escuchar en el colegio. David en cambio, sufrió de una ligera molestia en sus oídos.

                —¡Ya te dije que me llames David! Te lo dije desde la primera vez que nos conocimos.

Luis volvió de su modo tranquilo al tembloroso. David ahora le agradaba pero seguía temiendo verlo enfurecer contra sí. Andy notó el cambio repentino del menor y golpeó una vez  más al moreno.

                —¿Y ahora qué hice?

                —Trata de ser más amable con tu nuevo amigo

              —¡Eso hago! Le pido que me llame por ni nombre de pila —Andy se resignó. Después de todo David nunca había dado su mejor esfuerzo por hacer amigos, hasta ahora. Quizás a David le llegaría a agradar Luis más de lo que pensaba.

               —Aún no me habéis dicho ¿Por qué estabais ambos escondidos detrás de los arbustos?

                —Oh eso… —Luis se calmó con la voz de Andy y comenzó a platicarle tranquilamente—. Yo me había sentado con unos amigos en el jardín trasero para comer allí, pero cuando sonó la campana, mi colgante del móvil se había caído, así que me quedé a buscarlo. Cuando busqué por los arbustos lo hallé, pero también me encontré con… ¿David? —intentó decir, y David asintió—. Él bostezaba, como si recién despertara. Me preguntó cómo me llamaba, le respondí bien, pero cuando él me dijo su nombre, recordé lo que me platicaron unos chicos el primer día de clases, acerca de nunca juntarme con el monstruo Bogarin. Tenía mucho miedo, pero él no quería que me fuera, así que le obedecí. No quería que me golpeara —hizo una pausa—. Fui un tonto por creer todos esos rumores acerca de usted, Bogarin.

                —¡Es David! ¡Que se te quede en la cabezota! —le regañó, y a Luis le invadió el nerviosismo una vez más. Aclarado esto último, el moreno se acomodó en el borde del techo, en donde dejó sus pies al aire, sin temor a caerse ni mucho menos. Realmente el moreno carecía de modales para hablar, pero en su forma de tratar a la gente, no era tan malo. Andy lo imitó y se sentó a su lado. Luis prefirió dejar sus pies en el piso, ya que era demasiado torpe como para caer desde aquel borde.

Los tres chicos estuvieron ahí hasta el atardecer y lograron ver un poco de las estrellas que David tanto admiraba, además de la pequeña ciudad. Luis se disculpó con los dos, pero debía llegar a su casa o de lo contrario tendría problemas. David se ofreció a llevarlo, y pidió a Andy que los acompañara.

                —Prometo llevarte a tu casa después —le guiñó un ojo. Andy aceptó resignado.

Luego de dejar a Luis en su casa y despedirlo “apropiadamente” —lo cierto es que David amenazó a Luis para que no llegara tarde la próxima vez que se reunieran, y el pobre chico palideció hasta el punto en que Andy casi veía salírsele la vida—; David finalmente acompañó al castaño como hubiese hecho un par de veces en el pasado.

                —David… ¿Por qué insististe tanto con este chico? —preguntó sin voltearlo a ver.

                —Él me agrada, si a eso te refieres —contestó con la vista al frente—. Y porque parece buena persona. Quería hacerme un amigo así.

                —¿Me estás diciendo que yo no soy buena persona? —le acribilló enseguida. David tosió y aclaró su garganta antes de responderle.

                —Eres muy buena persona, no lo niego, pero… Quería hacer otro amigo como tú. Para que también te llevases bien con él.

                —Ah, claro… y porque sabes que yo no soy un verdadero  amigo —la mirada de Andy se entristeció—. Todos nuestros compañeros piensan que somos muy buenos amigos, pero yo siento que somos los peores amigos en todo el mundo.

David lo miró confundido, pero Andy sólo le retó con la mirada. Ni siquiera pudo negar su comentario.

Cuando ambos terminaban el segundo año de secundaria, Andy había hecho de todo para comprender al moreno y aún no entendía por qué era tan difícil de soportar, pero no se daba por vencido. Los dos chicos debían entregar un último trabajo del curso. Andy hubiera preferido hacerlo por sí mismo, pero el profesor no se lo permitió. David se había pirado quince minutos antes de entrar a la clase para presentar el trabajo. No lo permitiría, tendría que salir a buscarlo, pues los dos debían entregar ese trabajo. Tampoco tardó mucho en encontrarlo. David se encontraba en su predilecto jardín trasero, en la copa de un árbol, cerca del borde del muro y parecía como si quisiese saltar a uno de los árboles fuera del muro para escapar.

                —¡¿Qué estás haciendo?! —le gritó histérico. ¿Cómo se le ocurría escaparse en un momento así? David hizo caso omiso de su llamado y continuó su recorrido hasta cruzar al otro árbol. Andy quería llamar a los prefectos, pero ellos nunca se metían con David. Ese asunto debía arreglarlo él en ese momento. Con toda su escasa capacidad de resistencia, trepó el árbol, pero a duras penas podía subir de una rama a otra. David entonces regresó para ayudarlo y le tendió la mano para que subiera y se sentara en la rama con él. Andy tomó su mano, y cuando recuperó su aliento, volvió a gritarle— ¡Idiota! ¡De todos los días que puedes irte de juerga tenías que escoger precisamente éste para arruinar mi nota!

                —¡Hoy no planeaba escapar! Un bebé ave se había caído y lo llevé a su nido que está en el otro árbol. Ahora mismo iba a ir al aula ¿Por qué eres tan desesperado?

                —¡Tú me desesperas! —confesó— ¡Además, eso que hiciste fue muy peligroso! ¡No te conformas con hacerme enfadar y también me preocupas!

Al escucharse con esas palabras en voz alta, Andy se sonrojó. Para él, David era el chico más guapo que hubiese en todo el colegio, pero nunca pensaba en él de otra manera, o más bien, se reprimía.

                —Te pido una disculpa. Ya podemos bajar e ir a la clase. Te ayudaré a… —David ya se levantaba cuando sintió la mano de Andy halarle de la manga de la camisa— ¿Pasa algo?

Andy negaba con la cabeza gacha mientras reía por lo bajo.

                —Creo que no tendré otra oportunidad de decirte esto, así que… —levantó la mirada y con su rostro absolutamente rojo pronunció las palabras que tanto le afligían el corazón—. Me gustas mucho. Ese es el verdadero problema.

David abrió sus ojos. Aquella confesión jamás la esperó. Ni siquiera la esperaba de ninguna chica, pues todos le rehuían a su persona. Andy tragó saliva; ansiaba una respuesta negativa.

                —De-de ve- verdad… —David tartamudeaba. Estaba muy nervioso, pero en cuestión de segundos esclareció sus emociones—. Gracias. Eso me hace feliz, eso sólo que… yo te veo como un amigo, y quisiera que eso fuéramos —“Porque aún no sé si siquiera tenemos una relación de amistad”, se preguntaba el moreno en su mente. Andy bajó lentamente su mano con la que había detenido a su compañero para pasar a tomarle la mano a su compañero. Asió la mano de David, y la sostuvo en su rostro, acariciándose con ella.

                —Eres… muy amable —Andy sonrió, pero sus ojos también soltaron un par de lágrimas— Eres demasiado amable —después su mirada se tornó fría y apartó con brusquedad  la mano que hacía unos segundos había tomado con mucho cariño— ¿Qué esperas? ¡Ayúdame a bajar! —ordenó, y el moreno reaccionó. Debían estar en el aula antes que el profesor. En aquellos instantes, David pensaba que aquella declaración había sido imaginación suya y nunca quiso sacar el tema de nueva cuenta, mucho menos Andy, a quien le había dolido mucho el rechazo. Dos años pasaron y su relación era la de un vago perezoso con un estudiante modelo que siempre lo ponía en su lugar. Andy no fijó su vista en nadie más, y David se conformaba con tener cerca al castaño para solaparle sus escapes, y lo sentía como su único amigo, mientras que Andy… no sentía rencor, pero le fascinaba desquitarse con David, y mientras éste no mostrara interés en nadie más, era como si tuviese el privilegio que nadie aspiraba ni deseaba: mantener a David a su lado. Andy casi juraba que sería así hasta que se graduaran, pues el moreno era pésimo para hacer nuevos amigos, hasta la intromisión de Luis. Era difícil para Andy creer que finalmente el moreno pudiese haber progresado en sus relaciones con las personas, por lo que ahora le preocupaba y enfrentaba con vaga insistencia a su amor platónico, frente a frente: —No somos amigos.

Esta oración fue como un flechazo al corazón de David. No fue formulada como pregunta.

                —¡¿Qué?! ¡¿Por qué dices eso de repente?!

                —Tú eres un idiota que cree que somos amigos y yo… —desvió la vista para no hacer notorio el rubor en sus mejillas—. Yo soy un idiota que espera que seamos algo más —cerró sus párpados. Quería que la oscuridad de la calle donde estaban se propagara más para ocultar sus lágrimas. Se sentía patético.

David continuaba mudo, con la mirada baja, mientras buscaba en su interior las palabras adecuadas para animar a su amigo, o su “casi amigo”. Ya no tenía idea de lo que eran. El castaño notó la confusión en su cara y se abrazó a él.

                —Quiero pedirte un favor… —le susurró.

                —Claro, lo que sea —David ciertamente lo complacería para tratar de aminorar aquel malentendido.

                —Bésame —las palabras salieron claras, con una voz suave pero determinante. En realidad no esperaba que le cumpliera aquel capricho. Sólo entonces sintió cómo la mano del moreno tomaba su barbilla y la levantaba. Entonces ambos intercambiaron sus miradas. A Andy ya no se le veía otro color más que el rojo cubriéndolo de pies a cabeza.

David tragó saliva y acercó su rostro al del castaño. Sus alientos se mezclaron. Buscó con sus labios un punto en el rostro Andy donde posarlos y finalmente eligió la mejilla.

                —¿Contento? —preguntó David. Demostró así, que en verdad le preocupaba si con aquél acto su amigo estaría feliz. Éste soltó una risa y se separó para continuar caminando.

                —Eres demasiado amable… —lo confirmó, pero era esa amabilidad que tanto le lastimaba y lo que más le entristecía—. Ya no quiero perder el tiempo contigo. Y no permitiré que nadie más nos confunda como amigos.

                —¡Espera! ¿Por qué me dices esto? ¡Yo sí quiero que seamos amigos! —ahora David era el que lo detenía y le halaba de su camisa. Lo atrajo hasta sí y le tomó de los hombros para obligarlo a darse media vuelta para enfrentarlo— ¿Por qué eres así? ¡Nunca te he tratado mal, y siempre quiero complacerte!

                —Perdona… Ya no quiero ser un amigo resignado. Desde que me rechazaste, creí que estar a tu lado facilitaría nuestra relación, pero se vuelve más complicado. Me siento celoso de ese nuevo chico, y pienso ¿Qué tal si me hubieses presentado alguna novia? Creo que me hubiera destrozado, porque aún tengo estos sentimientos —cerró sus párpados para evitar soltar más lágrimas. Fue en vano.

                —Yo nunca te rechacé —esta sentencia hizo cesar las lágrimas del castaño. Abrió los ojos y vio la amplia sonrisa del moreno—. Andy… yo nunca te rechacé. Tú nunca me diste la oportunidad de rechazarte o aceptarte. Simplemente te sentiste mal porque yo también confesé que quería ser tu amigo. Ahora que lo pienso. En ese momento no intenté ser amable… sólo quise ser… honesto con mis sentimientos, tal y como tú lo fuiste.

Andy no terminaba de parpadear. Aquellas palabras le habían aminorado el recelo que tenía hacia su amigo.

                —No merezco un amigo como tú —rió el castaño.

                —Lo sé, por eso tampoco quiero ser más tu amigo —le sonrió—. Luis será mi nuevo mejor amigo, eso está decidido —soltó a Andy, quien quedó impedido para moverse, ya ni siquiera respiraba. Estaba inseguro de lo que venía a continuación. David le tomó de un hombro—. Porque a partir de ahora, tú serás mi novio.

Muy lejano a lo que Andy podía fantasear, la determinación del moreno, y el ambiente oscuro y frío de la noche parecían simplemente perfectos para ese anhelado momento. Sin pensarlo más, Andy saltó hacia David y lo abrazó con fuerza.

Al día siguiente, en el receso, los dos iban a almorzar con Luis en el patio trasero. El chico quedó petrificado cuando David confesó su reciente noviazgo con el castaño, y éste tampoco había esperado que se lo contara de un día para otro, sobre todo porque no tenían mucho tiempo de conocerlo, pero las palabras del moreno nunca se medían.

                —Estás de acuerdo ¿verdad? —David apretaba el hombro de Luis, al tiempo que esperaba por una respuesta positiva.

                —Claro, claro —el chico sonrió nervioso. No quería enfadarlo a como diese lugar, y lloraba en su interior por su vida.

                —¡Muy bien! —celebró el moreno, y abrazó a Andy. Éste se sonrojó, pero sabía que Luis era una persona en quien podían confiar… o en el caso de David, intimidar. La campana para regresar a clases hizo eco en el jardín y Luis corrió de regreso a su aula. David se quedaría a tomar la siesta, sin embargo Andy lo rodeó del cuello con sus brazos.

                —Todavía estoy esperando mi beso… ahora debemos besarnos como novios.

Fue hasta ese momento cuando por fin vio al moreno sonrojarse.

                —¡¿Eh?! ¡¿Tan pronto?! ¡Pero… pero… un beso de novios significa…! —el moreno cada vez se sonrojaba más —¡Besarte en los labios!

                —Así es… —el castaño le sonreía tiernamente—. Será nuestro primer beso.

                —¡Pero yo no quiero besarte! —chilló. La ternura del rostro de Andy desapareció y se tornó a una fúriosa.

                —¡¿Cómo que no quieres besarme?! ¡Soy tu novio y debes besarme siempre! ¡Hazlo! —le estiró la cara.

                —Es que para mí siempre fuiste un amigo y ahora me es difícil tratarte como novio —difícilmente hablaba con los pellizcos que le daba su nuevo novio.

                —No me vengas con esas… —dejó de forcejar y lo atrajo suavemente hacia sí, y comenzó a hablarle con dulzura—. Si quieres que sea tu novio, esto es lo mínimo que puedes hacer para complacerme.

David se decidió, y tomando el rostro de Andy con ambas manos depositó sus labios en los del castaño, sólo ligeramente y se separó de inmediato. Para Andy esto había sido un gran avance.

                —Creo que me puedo conformar con esto… por hoy —le advirtió y lo dejó solo en el patio. El moreno suspiró de alivio pero luego escuchó a lo lejos a su novio—. Después podremos practicar el beso francés—y se despidió con un guiño.

David quedó abrumado. “Ser amigos era mucho más fácil”, dijo para sí, “Pero ser novios me hace sentir mucho mejor que antes”, sonrió y se acostó en el pasto para caer profundamente dormido.

Notas finales:

Ahora que lo pienso, no me gustó como lo dejé .-. umm pero no lo pienso continuar -.- me tener demasiada pereza xD


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