Rechazo.
Cuando amas, lo que más deseas es que el otro también te ame. Si no, corres el riesgo de morir.
Cuando te dicen “no” por primera vez sientes romperse tu corazón. Las veces consecutivas ya no duele tanto. Cuando se te declaran a ti, esperas no hacer daño a la otra persona. Si la rechazas, a intentar no matarla de sufrimiento y si la aceptas, a no darle demasiadas esperanzas.
Pero cuando amas de verdad, es cuando más duele que te digan las dos letras mágicas. Sientes como tu corazón se rompe. Le oyes caerse por entre los pulmones, pasando por las entrañas… hasta que choca contra el suelo y desaparece. Tus hombros adquieren un peso extra y parce como si la fuerza de la gravedad te influenciase más de repente.
Quieres llorar, reír, gritar, callar, saltar, correr, patalear, pegar, dormir, esconderte, caer, desaparecer… Sientes tantas sensaciones a la vez que acabas con un extraño sentimiento catalogado como rechazo.
Cierras los ojos y sientes como tus párpados se cierran lentamente. Como tu mente viaja a otro mundo donde tú estás solo y no puedes ser una molestia para nadie más.
Es un efecto parecido al del Amaterasu. Vives en un mundo aparte indefinidamente. Durante ese tiempo, eres como una marioneta con los hilos cortados, como un muerto, como un zombie…
Cuando te recuperas, si es que lo haces, estás preparado para que la vida te vuelva a dar otro golpe en toda la cara. Hay millones de personas que te rechazarán. Aunque los rechazos no se podrían catalogar como dolorosos ya que durante el tiempo que estás en el otro mundo que se forma en tu cabeza, no sientes no tristeza, ni dolor, ni pena. Nada.
Cuando vuelves a despertar, ya no tienes que preocuparte de los anteriores sentimientos. Acabas de sobrevivir a la enfermedad denominada como “amor”.
-¿Qué escribes, hermanito? – preguntó Itachi mientras entraba en MI habitación, SIN LLAMAR a la puerta. Se incorporó en MI cama y me miró con una sonrisa.
-A veces eres muy molesto, ¿sabías? – pregunté con una sonrisa de suficiencia en la cara. Itachi se acercó a mí ordenador donde yo estaba tecleando el texto y lo leyó por encima. Entonces me sonrió y me abrazó cálidamente.
-Pero tú nunca te has tenido que preocupar por esos dolores, hermanito… Siempre, desde que naciste, he estado junto a ti. – mencionó, para luego besarme en los labios mientras su traviesa mano bajaba por mi abdomen.
-Ya lo sé. Sólo quería saber como se sienten las chicas cuando las rechazo… - murmuré contra su oído mientras dejaba que me tumbase contra la cama, posicionándose él encima.
-No quieras saberlo. – ronroneó contra mí oído mientras empezaba a dar pequeñas mordidas en mi cuello.
Y es que era verdad. No hacía falta que me engañara más. Desde que nací he tenido a Itachi a mí lado mostrándome todo el amor que podía. Me quiere, me ama, me venera, me codicia, me persigue, me adora, me admira, me idolatra… Y me hace sentir el hermano menor más querido sobre la faz de la tierra.
The End.