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Dark Wood Circus por Yoru Eiri

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Notas del fanfic:

Basado e inspirado en la canción "Dark Woods Circus" cantada por Hatsune Miku, Kaito Shion, Meiko, Len y Rin Kagamine. Es recomendable que la escuchen mientras lo leen.

Notas del capitulo:

NADA me pertenece, sólo la narración y la idea, ni Hyde ni Tetsu si la canción son míos.

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Nos habían dicho que no nos acercáramos, pero la tentación era demasiada… Los globos rojos que volaban al ras del cielo y las cortinas con contornos dorados, era lo único que deseaba mi corazón: entrar en el circo…

 

Mamá había dicho que no nos acercáramos, que era peligroso, que lo que viéramos allí sería horrible, pero estábamos tentados a lo que encontraríamos. Tomé su mano y salimos de casa pensando en aquellos globos rojos, porque Hyde los quería más que nada en este mundo.

 

Entrada la noche, cuando todo se disfraza en lo oscuro del cielo, se podían ver los globos rojos que salían del bosque oscuro, el bosque en el que nadie había entrado jamás, allí  mismo, estaban los globos rojos que los pequeños observaban desde la ventana de su habitación.

 

-A dormir- Había dicho la voz maternal.

 

Y los niños se quedaron mirando la ventana, como soñando en un mundo distante, disfrutando de la vista que tenían.

 

-¿Qué ves?- Tetsuya preguntó al momento que caminaba con sus pies descalzos hasta la ventana donde Hyde estaba recargado.

 

-Es un circo- aseguró- siempre salen los globos rojos de allí- apuntó un lugar en el centro del bosque, donde se podían ver aquellos globos.

 

Parecía que nunca terminarían de salir de allí, escapaban del bosque.

 

-Tetchan- mencionó el pequeño de cabellos rizados- llévame.

 

Tetsuya lo miró, con su cabello corto y castaño, como su madre le hacía cortárselo. Pensó en todo lo que implicaba llevar a su amigo a ese lugar, pero, lo amaba como a nadie en el mundo, y tenía que cumplir sus deseos para verlo sonreír.

 

-¿Qué es lo que deseas?- Tetsuya tomó su mano.

 

-Quiero un globo rojo.

 

Si era todo lo que quería, estaba bien, ¿verdad?

 

La noche era prometedora, y las estrellas se reflejaban en los ojos negros del niño más pequeño. Planearon por un rato y calzaron sus pantuflas blancas, seguros de lo que querían.

 

La casa se sentía como una fortaleza, un lugar donde el reloj hacía un tic tac que nunca terminaba; caminaron silenciosamente frente al dormitorio de los padres de Tetsuya y bajaron las escaleras en la oscuridad, tomados de la mano con un fuerte apretón. Y Tetsu sentía que la sangre se le iba al rostro, mirando de reojo esos rizos negros que revoloteaban en el aire, claro que le conseguiría su globo rojo.

 

Salieron de la casa sin hacer el menor ruido y se detuvieron un poco en las afueras.

 

-¿Seguro que quieres hacerlo?- Hyde lo miró a los ojos- Tu mamá se enojará.

 

-No se dará cuenta- sonrió.

 

Esa sonrisa angelical que hacía que Hyde dejara de llorar, esa sonrisa que le hacía saber que todo estaría bien; Tetsuya lo tenía bajo control, en sus brazos todo estaba bien.

 

Se tomaron de la mano sin dejar de sonreír y caminaron apresurando sus cortos pasos hasta adentrarse en el bosque oscuro. Comenzaron a escuchar una ligera música en el aire y apresuraron el paso, ensuciando sus ropas con la tierra y el lodo que había en el suelo.

 

-Esta cerca- Al pequeño Hyde le brillaban los ojos. Podía sentir en sus manos su preciado globo rojo.

 

Siguieron corriendo sin fijarse el camino de regreso y Tetsuya sintió un poco de remordimiento cuando dejó de ver la salida del bosque, pero continuó sólo por Hyde, sólo por ver su sonrisa y no soltar su mano, sólo por tener un poco del amor que tanto añoraba.

 

Los remordimientos se fueron fundiendo con la música que hipnotizaba lentamente, una música suave, imperceptible para aquellos que no veían el globo rojo. Tetsuya lo sabía, porque lo miraba todos los días desde su ventana.

 

-Me llevarás al circo- le decía a su madre antes de dormir, mientras los globos se elevaban por el aire, desapareciendo con las estrellas.

 

-¿Circo?- su mamá lo miraba sorprendida.

 

-El que está en el bosque, de donde salen los globos rojos- apuntó hacía un lugar en la ventana.

 

Y la señora Ogawa hacía un esfuerzo con la vista y luego suspiraba.

 

-Allí no hay nada cariño- le daba un beso en la frente y se retiraba- No tengas pesadillas.

 

-Tu tampoco- respondía el pequeño niño- mami, te quiero.

 

-Y yo también te quiero mi vida- ella sonreía y se marchaba.

 

Tetsuya sabía que Hyde podía ver los globos rojos porque él se los había enseñado, y desde ese día el pequeño de pelo rizado había anhelado uno.

 

Y ¿Qué más daba? Era tan sólo un pequeño capricho para obtener el amor que había deseado su corazón, sólo un pequeño viaje a escondidas para darle la mano al amor de su vida. Si, ya lo había decidido, al momento de darle su globo rojo, le diría que lo quería, estaba más que decidido a hacerlo en ese momento, esa noche, en su primera fuga.

 

¿Qué se puede saber a escasos doce años? Nada, absolutamente nada.

 

Su inocente corazón, no podía saber nada.

 

Cuando se pararon, miraron la gran carpa, roja centellante, con bordes dorados, los bordes que no estaban manchados por el lodo que humedecía sus pies.

 

-¡Es hermoso!- A Hyde se le iluminaron los ojos al entrar a la carpa y ver toda clase de maravillas, juegos y demás, sonrisas por doquier y niños por todos lados.

 

Tetsuya sintió un escalofrío en la espalda y vio como comenzaba a llover fuera de la carpa, Hyde soltó su mano en ese momento y corrió hacía donde estaba toda la diversión… se sintió vacío, quería regresar a casa, quería un beso en la frente, quería estar dormido y poder observar desde la ventana.

 

Y es que los sueños son distantes porque si los viéramos más de cerca, se sentiría un vacío que nada lograría llenar…

 

-Hyde- murmuró y sintió una mirada fija en su ser. Viró los ojos para observar un payaso, un hombre con cara extremadamente feliz pintada sobre su serio rostro.

 

Sintió una punzada de terror y corrió entre los niños que iban por todos lados mirando cosas para encontrar a su amigo.

 

Algodones de azúcar, sonrisas, gritos y después de perdían en el cielo nublado que se caía en pedazos de lluvia.

 

-¡Hyde!- comenzó a gritar un poco desesperado. Sentía que tenían que salir de allí.

 

Y poco a poco, todos los niños que corrían de un lado a otro comenzaron a desaparecer de la nada, simplemente todo se empezó a callar poco a poco.

 

La felicidad se desvaneció en los truenos de la furiosa lluvia y sólo quedaba la suave melodía en el aire. ¿Dónde estaban todos? Tetsuya corría por todo el lugar en busca de una sola persona, mientras su corazón se llenaba de angustia y desesperación. Mientras sus pies podían sentir la humedad que se filtraba y sus ojos se llenaban de lágrimas.

¿Dónde se había metido?

 

¿Dónde?

 

Abrió sus ojos enormemente y se detuvo en seco… encontró a Hyde, parado frente a él, con los ojos puestos en un globo rojo, el globo que estaba en las manos del hombre vestido de payaso.

 

No te acerques a los payasos en los circos…

 

Trató de hacer algo, de decir algo, pero nada salió de sus labios, sus extremidades no se movieron y se quedó estático, mirando la escena y el tic tac del reloj seguía su curso en su cabeza.

 

-Que hermoso globo- la voz ladina del pequeño mencionó.

 

Y el hombre sonrió, pero no era una sonrisa inocente como la de Tetsuya, era una sonrisa llena de rencor y resentimiento, una sonrisa mala, algo que le hacía sentir intranquilo. El hombre se inclinó para que el pequeño tomara el globo.

 

Y cuando Hyde tomó el lazo que ataba el globo, todo se volvió negro…

 

***

 

Alguna vez leí que soñar con un globo revelaba nuestras frustraciones y fracasos…

 

Desde que mi hijo desapareció, he soñado con un globo rojo, que se eleva en el aire saliendo del bosque y luego desaparece. ¿Raro? Mi hijo solía hablar de un globo rojo todas las noches, fue por eso que mi esposa perdió la razón cuando Tetsuya se perdió. No, simplemente desapareció, como si nunca hubiese estado aquí.

 

Esa noche, llovió como nunca, y cuando mi esposa salió corriendo al bosque, las huellas de los dos niños habían desaparecido. Yo le dije que alguien los había robado, pero ella insistía en que un globo rojo se los había llevado.

 

Yo llegué a escuchar sus risas por la casa, y cuando me daba cuenta de la realidad, irremediablemente terminaba llorando. Mi hijo desapareció cuando tenía doce años, él y uno de sus amigos.

 

Los Takarai nos culparon de todo y se marcharon de la ciudad, para poder superarlo, pero yo se que la pérdida de un hijo, no se supera jamás. Así como no lo hizo mi esposa.

 

Dejamos pasar los años y la herida no cicatrizaba, mi esposa buscaba siempre, un globo rojo sobre el bosque, y yo, lo veo siempre en sueños. Mi hijo esta allí, lo veo, pero jamás logro encontrarlo… que frustración.

 

Cuando nacieron las gemelas, todo se calmó, las pusimos en el cuarto que fue de Tetsuya y todo estaba bien, hasta que ellas comenzaron a ver los globos rojos y mi esposa terminó de perder la razón.

 

¿Dónde?

 

****

 

El circo oscuro… así le había llamado Tetsuya en su mente, y cada que abría los ojos podía sentir el chorro de lágrimas que resbalaban por su mejilla. Desde que las pesadillas inundaban su mente, no podía pensar en nada más.

 

Aunque lo látigos que le pasaban por la espalda le obligaran a mantenerse despierto con aquella sonrisa en los labios, no podía evitar preguntarse como demonios había llegado a ese lugar tan sombrío.

 

Su trabajo era sencillo, rondaba entre la oscuridad, mirando a los niños sonreír, ir y venir, ir y venir. Siempre guardando la entrada con una sonrisa, mirando a todos los extraños que se arrastraban entre carne podrida y suciedad.

 

Sus manos limpias siempre, su cara cubierta con un antifaz y sus ojos mirando todos los días hacía el mismo lugar, una jaula donde se encontraba un chico cantando hasta que terminaba el día.

 

Hyde… Se repetía a si mismo al escuchar su débil voz a través de los barrotes. Y esa sonrisa enfermiza que asomaba por sus labios, quería borrarla, quería escuchar el llanto de ese chico y abrazarlo hasta que no hubiese un mañana.

 

¿Habría perdido la razón? Sólo él lo sabía.

 

-No tiene sentido- se repitió a si mismo al abrir los ojos, aún acostado en la oscura celda en la que le tocaba vivir- No tiene ningún sentido- se miró la mano y descubrió esas pequeñas manchas negras que habitaban por todo su cuerpo.

 

Siempre las cubría, pero se estaban haciendo demasiadas.

 

-¿Será que me estoy pudriendo?- Estaba acostumbrado al olor que reinaba en el lugar, ese fétido hedor a carne pasada mezclada con sangre seca.

 

También estaba acostumbrado a las rondas que hacía el payaso que no sonreía de buena gana, el hombre que se paseaba día y noche sin saber por qué y regalaba globos rojos a los niños que los deseaban. También sabía que algo andaba mal.

 

Se puso sus guantes negros y el atuendo que debía usar, su gran chaqueta roja con esos pantalones rojos; se puso su antifaz y comenzó la noche. Los niños se acercaban y él debía estar allí afuera, alentando a todos a entrar para ver y escuchar las maravillas que les tenía preparado el circo oscuro.

 

-¡Bienvenidos!- gritaba con un quinqué una mano, iluminando el camino que los pequeños niños tenían que seguir.

 

Y una larga fila comenzó a aparecer, los niños corrían, con las sonrisas en alto, y Tetsu no pudo más que sentir un hormigueo en el estómago, como si eso le recordara a algo.

 

¡Es divertido, muy divertido!

 

Saltaban y correteaban por todos lados, todos vistiendo sus pijamas, comiendo los dulces que había en lo alto, sin fijarse en la carne podrida que había a sus pies. Y es que la inocencia te hace fijar la vista en un solo punto, confiando ciegamente en lo que ves.

 

-Es la comida- susurró Tetsuya al observar su mano con el guante puesto- es la comida.

 

A lo lejos comenzó la melodiosa voz, y todos los niños se reunieron alrededor de una jaula para escuchar cantar a aquella figura de largos rizos negros, la figura que cantaba en la oscuridad e hipnotizaba con su voz a todo el que le escuchaba.

 

Su canción era triste, era sobre el no recordar, el sufrir, el alivio de su tristeza con una mentira… algo tan complicado que un niño jamás podría comprender. La figura que cantaba agachó su cabeza y dejó escapar miles de lágrimas por su rostro. Y Tetsuya lo supo en ese momento, también a Hyde le habían comenzado a salir las manchas negras, también él se había vuelto loco después de tantas cosas sin sentido.

 

Se perdió en la tristeza que irradiaba ese chico, y cuando finalmente se terminó la canción, se dio cuenta que había dos niñas mirándolo fijamente.

 

-¿Qué pasa?- preguntó al verlas demasiado cerca.

 

Dos pequeñas niñas, con ojos como los suyos, con cabellos cortos como lo suyos. Hubiera jurado que podía verse a si mismo reflejado en esas pequeñas.

 

-¿Nos llamaste?- dijeron las dos al mismo tiempo. Con sus pijamas blancas arrastrándose por el lodo.

 

Tetsu estaba confundido, no sabía que contestar. Miró de reojo donde estaban los globos rojos y les dijo lo mejor que se le ocurrió.

 

-Deben regresar a casa- les dijo- no agarren nada, no coman nada. Pueden verlo todo, pero váyanse a casa- murmuró de tal manera que sólo ellas escucharan.

 

Las niñas asintieron, se tomaron de la mano y caminaron de regreso a casa por los bosques oscuros sin que nadie las mirara; sólo un ojo curioso había logrado verles, y era el chico que lloraba desconsoladamente en su jaula de hierro oxidado.

 

El circo cerraba las grandes cortinas rojas y todo volvía a sumirse en la completa oscuridad, mientras todos penaban entre las desquiciadas cosas que se encontraban en el suelo.

 

-Si se entera, te castigaran- Hyde estaba sentado en el suelo de su jaula, con un gran vestido blanco manchado de toda clase de cosas.

 

-Lo sé- mencionó Tetsuya- sentado ante los barrotes, justo a un lado de ese chico- Pero no importa, moriré de todos modos.

 

Hyde bajó la mirada e hizo una pausa para respirar más profundo.

 

-¿Han comenzando ya?- dijo en voz baja.

 

-Si- se quitó uno de los guantes negros y metió su mano por la jaula.

 

El quinqué era más que suficiente para alumbrarles y dejar escondidas las cosas que no querían ver.

 

-Son pequeñas- Hyde tomó la mano de su amigo con cuidado y la observó a la luz del quinqué- pero crecerán muy pronto.

 

Tetsuya lo sabía, sabía que Hyde había comenzado a llorar sin control el día que descubrió las manchas negras en su cuerpo. Desde ese día se había encerrado en su jaula para siempre, guardó la llave y no dejaba que nadie le viera de cerca.

 

Ese chico sonriente que siempre era optimista, él que cantaba para alegrar su corazón, se había convertido en una fruta que se podría día con día y se sumía en la más desesperada soledad.

 

-Es la comida- dijo Tetsu- la comida nos hace esto.

 

Hyde sonrió un poco cínico.

 

-Yo creo que es todo Tetchan…- giró la cara un momento, se había avergonzado, ¿De dónde había salido eso? Nunca le decía de esa manera a su compañero.

 

¿Qué era eso en su rostro? ¿Un sonrojo? Imposible, no podía ser cierto, no podía ser verdad.

 

-¿Recuerdas el día que nos conocimos?- Tetsu sonrió con inocencia, mirando hacía arriba, donde siempre reinaba la oscuridad, no importase cuanto se le iluminara.

 

Hyde lo miró, sin soltar su mano, y sonrió débilmente mirando las pequeñas manchas negras entre sus dedos.

 

-Estaba cantando como siempre y antes de darme cuenta, estabas justo frente a mí, sonriendo sólo para mí.- hizo una pausa- estabas muy lindo- bajó la voz y volvió ese sonrojo a sus mejillas- no recuerdo nada más antes de todo eso- entonces cambio su semblante- ….es como si todo en mí memoria hubiera sido hecho pedazos, y a veces, me cuesta trabajo recordar las cosas importantes. Quizá… la mancha negra ha avanzado demasiado en mi cuerpo.

 

Era la primera vez que Tetsu escuchaba a Hyde hablando así, era la primera vez que compartía su tristeza con él… quería abrazarle, quería decirle que todo estaría bien, que por alguna mágica razón, la mancha desaparecería.

 

-He estado soñando lo mismo durante un tiempo- Tetsu interrumpió el silencio, sin reclamar su mano, aún siendo acariciada por el chico de rizos negros- No se que sea, pero somos los dos niños, es como… la razón de por qué estamos aquí. Yo al igual que tú, no puedo recordar más allá de este circo, no recuerdo mi infancia, no recuerdo nada.

 

-Son las manchas negras- soltó su mano por un instante, le dejó en su regazo- te va borrando poco a poco la memoria, te va matando poco a poco… y duele demasiado.

 

La tenue luz rebelaba las lágrimas en sus ojos al momento que lo recordaba. Si bien Hyde jamás había mostrado las manchas negras a nadie.

 

-¿Haz olvidado algo importante?- le preguntó al momento que metía sus dos manos a la jaula para acariciar su rostro con suavidad.

 

-No se donde puse la llave- mencionó Hyde entre sollozos- No lo recuerdo.

 

Y eso le partió el corazón, si no lograba encontrar la llave, jamás podría entrar a esa jaula, no podría abrazarlo antes de morir, no podría… algo que no recordaba.

 

Los dos bajaron la mirada simplemente, tratando de resignarse al destino que sufrían, entrelazando sus manos bajo la oscuridad que reinaba dentro de sus corazones.

 

***

 

Los globos rojos flotaban en el aire, una ligera niebla aparecía alrededor del bosque, y los Ogawa aún se preguntaban el por qué no se habían mudado de aquella casa que les traía tantos recuerdos, y la respuesta a eso era la esperanza de que Tetsuya volviera, con su sonrisa encantadora.

 

-Así termina- mencionó su padre cerrando un libro- Ahora duerman pequeñas.

 

Las dos niñas estaban en sus camas, se despidieron de su padre y se quedaron solas en la habitación que había sido de su hermano desaparecido.

 

-¿Lo escuchas?- mencionó una.

 

-Si- afirmó la otra.

 

Llevaban meses escuchando el llanto de un niño pequeño, un niño que clamaba por regresar a casa. El niño que gritaba en sus sueños desesperadamente para que no agarraran los globos rojos.

 

-Tetsuya- dijo una de las niñas- así dijo mamá que se llamaba nuestro hermano.

 

Las dos se voltearon a ver, estaban seguras que su hermano se encontraba atrapado en ese lugar al que habían ido, y debían salvarlo, rescatarlo de las cosas malas que le hacían llorar. Así, Tetsu regresaría a casa y serían una familia completa…

 

Habían ido un día antes, y habían visto a ese hombre que se parecía tanto a ellas, pensaban que él podría ayudarles a encontrar a su hermano. Se vistieron de manera decente y salieron de casa con unas manzanas en sus mochilas, pues pensaban que su hermano tendría hambre después de haber estado tanto tiempo lejos de casa.

 

¿Sus edades? Las gemelas Ogawa tenían siete años, piel clara y corazones inocentes…

 

El bosque oscuro siempre había sido una trampa, se decía que a ese lugar no era bueno acercarse, había cientos de leyendas urbanas sobre aquel bosque, pero ninguna tan aterradora como la idea de que había allí un circo que raptaba a los niños. ¿Verdad? Sólo los corazones inocentes podían saberlo.

 

Y las pequeñas caminaron con sus zapatos llenos de lodo, encontraron el sendero iluminado por el hombre que les había ayudado y corrieron en dirección al circo, felices e impresionadas como todos los niños, pero por demás emocionadas porque encontrarían a su pequeño hermano perdido y mamá volvería a casa, a ser normal, dejaría de gritar y arañarse, y volvería a leerles cuentos y cepillarles el cabello.

 

Si tan sólo…

 

Volvieron a encontrarse con el hombre del antifaz, el chico que se parecía tanto a ellas, y él las miró sorprendido.

 

-¿Qué hacen aquí?

 

-No dijiste que no volviéramos- las dos se sonrieron.

 

Tetsuya sólo las miró con angustia.

 

-No deberían volver nunca más- se hincó frente a ellas para susurrarles- este lugar es peligroso.

 

-Vinimos a buscar a nuestro hermano- dijo una de ellas- Nos iremos cuando lo encontremos y volvamos a casa.

 

¿Un niño? Tetsu se quedó callado, buscando en él la respuesta para esa pregunta, pero no la encontraba, era como buscar en un vacío inexistente. No sabía que sucedía con esos niños que se quedaban allí… estaba comenzando a olvidar cosas importantes, como su princesa enjaulada.

 

-Niñas… les ayudaría a buscar a su hermano- susurró- pero… me temo que ni siquiera yo se que pasa con los niños…- sintió una punzada de dolor en el pecho; la mancha se estaba expandiendo rápidamente, tal como Hyde lo había dicho.

 

-¿Tienes hambre?- una de las niñas sacó una manzana de su mochila.

 

Y al verla, sus ojos se quedaron estupefactos, aquella fruta era roja, tenía un aroma agradable y su sabor… ¡su sabor era delicioso!

 

Pensó que a Hyde le agradaría probarla, así que comió un poco y la guardó en su bolsillo, total, no podría hacerse mucho daño allí dentro.

 

-Gracias- y les sonrió.

 

Esa sonrisa, la sonrisa que curaba el corazón, la que lo calmaba todo.

 

-Tetsuya- las dos niñas mencionaron a la vez, y a Tetsu se le heló la sangre en cuanto escuchó su nombre. Las pequeñas lo rodearon con sus brazos y él les correspondió al abrazo sin saber que hacer, era imposible que ellas lo conocieran… pero ¿Cómo? Sentía algo lindo en el pecho, muy por debajo de la mancha, su corazón se sentía aliviado.

 

Algo tibio, que rodeó su alma por un instante.

 

-Niñas…- No estaba muy seguro de lo que pasaba, pero estaba preocupado por ellas, quería protegerlas de los peligros que se les acercaban.

 

-Tetchan- una de ellas le susurró al oído con alegría- debes volver a casa, debes salir de aquí y regresar.

 

-Seremos una familia de nuevo- la otra mencionó aún abrazándolo- Hermano.

 

Y sintió una punzada en su corazón, algo que había perdido y que había regresado para quedarse con él. ¿Hermano? ¿Acaso aquellas pequeñas eran sus hermanas? ¿Acaso había algo más fuera del bosque? Miró a lo lejos, por el camino iluminado y pensó en todas las posibilidades que había de que su sueño fuera realidad.

 

-Tetchan debes volver a casa- las niñas seguían repitiendo.

 

-Esperen- las hizo un poco para atrás- Yo… no puedo volver a casa con ustedes.

 

El semblante de las pequeñas cambio de repente, se pusieron tristes al pensar que sus esfuerzos serían en vano.

 

-Mamá seguirá en ese lugar encerrada- susurró una de ellas.

 

-Papá no dejará de llorar- interrumpió la otra.

 

Tetsu lo pensó… pensó en su sueño y en ese sentimiento de inocencia. Mamá había dicho que no nos acercáramos al bosque, que el bosque era malo. Pero aún así tomé su mano y caminamos hacía el circo, porque Hyde quería un globo rojo. Le vino a la mente el globo rojo y revisó a su alrededor.

 

-Está bien- dijo- regresaré a casa- les dijo para tranquilizarlas, no porque realmente se lo creyera. No estaba seguro de nada y todo era confuso- Pero si yo hago esto por ustedes, ustedes tienen que hacer dos cosas por mí.

 

Las niñas se miraron mutuamente con los ojos muy abiertos y después asintieron; harían cualquier cosa para traer a su hermano de vuelta.

 

-Lo primero que quiero que hagan es ayudarme a encontrar una llave- las miró a los ojos atentamente- se que suena increíble, pero mi amigo perdió una llave importante y tienen que ayudarme a encontrarla.- las niñas volvieron a asentir- otra cosa que quiero que hagan es irse de aquí y jamás volver, no quiero que vuelvan por favor… es peligroso y jamás me perdonaría que algo les pasara. No coman nada, no toquen nada.

 

Inocentes corazones que aceptan sin cuestionar, porque el cuestionamiento es sólo una curita sobre una herida.

 

-La llave- Tetsu las miró- es pequeña, de plata, así que brillará donde quiera que esté, con la ayuda de la luz- pensó un poco más, tratando de recordarla- tiene una cadena morada alrededor, sabrán que es esa llave porque es diferente a todas las que hayan visto jamás.

 

¿Encontrar una llave en un lugar tan oscuro como ese? En un lugar tan sucio e inmundo como aquel.

 

-Yo las estaré cuidando de…- lo había olvidado- …de los peligros- dijo para no quedar mal. Si veo que algo anda mal, las sacaré de aquí, lo juro.

 

Sabía a que se atenía, pero no le importaba, tenía que protegerlas y sacar a su princesa enjaulada al mismo tiempo, era un riesgo que valía la pena correr.

 

Las niñas estaban algo emocionadas, nunca en sus vidas habían hecho un trabajo así, y se sentían como detectives en un lugar de juegos, lo que ellas no sabían era que todo aquello en realidad era monstruoso.

 

Tetsuya miró como sus hermanas se iban corriendo, estaban decididas, y él sabía que ellas podían encontrar la llave. Porque sus corazones eran demasiado puros como para ver lo malo que había por todos lados.

 

Pero él se quedó pensando… estaba comenzando a olvidar cosas, y sabía que eran importantes, por eso debía recordarlo. Hizo un esfuerzo, pero nada, lo único que se le venía a la mente, era que el hombre vestido de payaso lo estaba mirando de manera muy atenta. Cualquier movimiento que él hiciera, sería captado por los ojos de aquel hombre que sostenía los globos rojos.

 

Globos rojos…

 

Los recuerdos en sus mentes se había marchado, como escapando al cielo, gritando, opacados por lágrimas y desesperación. Tetsuya no recordaba absolutamente nada, sólo sus sueños lo mantenían fuera de la locura absoluta, y él más que nadie lo sabía, cuando todo aquello comenzara a ser divertido, entonces habría perdido la razón.

 

Cuando la voz de Hyde no pudiera llegar a sus oídos, cuando su amado se desvaneciera en el aire de un cielo opaco, entonces ese día perdería la razón.

 

Apretó su mano contra su pecho y cerró los ojos por un instante.

 

Será hoy, hoy se lo diré.

 

Era su voz en un recuerdo perdido, pero no sabía a que se refería; que frustración…

 

Y mientras las notas de la princesa enjaulada sonaban por toda la carpa, las gemelas continuaban su búsqueda entre la suciedad y la mugre. Manchando su ropa de lodo y demás porquería que no podían reconocer… parecía que Vanika Conchita hubiera estado husmeando por el suelo en busca de comida.

 

Cuando los niños comenzaron a desaparecer, Tetsuya comenzó a desesperarse, tenía que sacar a sus adoradas gemelas de ese lugar.

 

-La encontramos- sintió dos pequeñas manos en su espalda y las miró. Sonrientes comiendo manzana; estaban exhaustas- No fue fácil, y ni siquiera te diremos donde estaba.

 

Le entregaron la llave y él sintió ese golpeteo en su pecho, esa cálida sensación de alivio.

 

-Bien, ahora vienes con nosotros- las niñas lo tomaron de las manos.

 

-No, esperen- él las detuvo- tienen que correr ahora, llegar a casa.

 

-Pero tú prometiste…

 

-Si- las interrumpió- y lo cumpliré, pero primero debo sacar a mi amigo de su jaula. Entonces los dos saldremos de este lugar, cuando así sea, regresaré a casa, lo prometo.

 

Les dio un beso a las dos en la frente y les dio un último abrazo antes de verlas marchar a toda prisa por el camino que poco a poco comenzaba a desaparecer. Miró cuidadosamente que nadie lo estuviera viendo y cuando desaparecieron los últimos niños, metió la llave en otro de sus bolsillos y la carpa de cerró dejándolo en la completa oscuridad.

 

Apretó el paso sin dejar de observar donde se encontraba el hombre que le seguía con la mirada y respiró aliviado al darse cuenta que se había salvado de un castigo seguro. Llegó como pudo hasta los barrotes de la jaula de su amado y puso el quinqué en el suelo.

 

-Hyde- susurró en la tenue luz del quinqué.

 

Se escuchó un ruido, como arrastrando algo y apareció Hyde, se sentó en la misma posición de siempre y le miró a los ojos.

 

-Hola- le sonrió con tristeza.

 

-Te tengo dos sorpresas- dijo Tetsu emocionado.

 

-Te ves diferente- le dijo Hyde un poco sorprendido- parece que tienes más color en las mejillas.

 

Tetsuya sonrió, con esa sonrisa que había recuperado y logró cautivar el corazón de su princesa. Sacó la manzana un poco oxidada de su bolsillo y se lo dio a Hyde.

 

Hyde la miró incrédulo, tomó la manzana entre sus manos y al percibir el aroma la comió. Era la primera vez en todo lo que recordaba, que no comía algo podrido. El buen humor se apoderó de él.

 

Entonces Tetsu sacó de su otro bolsillo la llave plateada, cuando Hyde la miró le brillaron los ojos y sacó las manos de la jaula para arrebatársela, la estrechó contra su pecho y dejó ver unas cuantas lágrimas de felicidad.

 

-Por un momento pensé que jamás saldría de aquí- dijo entre sollozos.

 

-Hyde, déjame entrar- Tetsu se puso de pie, con el quinqué en la mano y sintió un cosquilleo cuando la jaula se abrió de par en par, revelando un gran abrazo por parte del chico de rizos negros.

 

Se abrazaron sobre la tenue luz que despedía el pequeño quinqué. Parecía un rayo de sol en esa cueva de los horrores.

 

-Tenía que decirte algo…- pero ya lo había olvidado.

 

Será hoy, hoy se lo diré…

 

Hyde le puso un dedo sobre los labios y le retiró el quinqué de las manos. Lo puso cerca de donde estaba el lugar donde dormía, una gran pila de sábanas sucias que despedían un olor nauseabundo.

 

-Yo quiero mostrarte la razón por la que me encerré en este lugar- dijo con una voz suave, casi sensual a los oídos de Tetsuya.

 

Se desató los cordones de su gran vestido y lo fue deslizando poco a poco para abajo, dejando al descubierto sus hombros primero, después su pecho y así hasta que estuvo completamente desnudo ante la tenue luz del quinqué. Un cuerpo tan delgado y frágil, pero no dejaba de ser atractivo a pesar de estar en aquella pocilga.

 

-¿Las ves?- Hyde lo sacó de sus pensamientos.

 

Con sus rizos negros cubriendo parcialmente sus hombros, se podían ver las oscuras manchas por todo su cuerpo; sobre sus piernas, sobre sus muslos, sobre sus brazos y cuello.

 

Se abrazó a si mismo y se dio la media vuelta para que Tetsu pudiera ver la gran mancha que le atravesaba la espalda. Tetsuya se acercó lentamente, tiró sus guantes a un lado y tocó con cuidado aquella mancha que oscurecía la piel blanca de su amado.

 

-Duele- se dijo Hyde- por eso se que está allí.

 

Dejó que dos lágrimas recorrieran sus mejillas.

 

-Por eso… no quería que me miraras.

 

Tetsu colocó sus manos sobre sus hombros y le dio la media vuelta con delicadeza, le sonrió con ternura y acarició su rostro para secar sus lágrimas.

 

-No me importa nada de eso- acomodó los rizos por detrás de sus oídos- yo… - había olvidado lo que tenía que decir. Era desesperante sentir que esas palabras ya no estaban en sus labios.

 

-¿Tu?

 

No podía recuperar sus palabras, pero su pecho palpitaba, y sus reacciones hablaban por él. Se fue acercando a su rostro y le besó con cariño, un beso que hacía años quiso darle, el beso con el que le confesaría algo.

 

Hyde se aferró a ese beso, pasando sus manos por el pecho de su amado sonriente. Porque la única razón para seguir cantando había sido siempre él, el muchacho que le sonreía galantemente a través de los barrotes oxidados. El que siempre se preocupaba por él, el que le daba la mano inclusive en aquella jaula, él, sólo él, la única razón de su existencia.

 

Tetsu le pasó las manos por la espalda suavemente y lo atrajo hacía su cuerpo para abrazarlo mientras profundizaba el beso, sin llegar a lastimarlo, lo fue conduciendo lentamente hasta donde estaba el quinqué. Quería verlo, necesitaba verlo, necesitaba amarlo de esa manera.

 

Se separó por un momento y lo miró, esos ojos soñadores que brillaban como si tuvieran el cielo estrellado adentro. Le sonrió acariciando su mejilla y comenzó a retirarse la ropa.

 

Poco a poco fue cayendo cada prenda y se podían ver todas esas manchas. En especial esa gran mancha oscura que yacía en su pecho. Hyde la tocó con suavidad.

 

-Duele- susurró Tetsuya- pero mientras mi corazón siga latiendo por ti, soportaría cualquier dolor.

 

Volvieron a abrazarse sobre la tenue luz y juntaron sus labios de nuevo, sin importar el dolor que sus cuerpos sentían; porque estaban juntos, y eso era lo que importaba.

 

Tetsuya pasó sus besos a su cuello y los pequeños gemidos del otro chico se mezclaban entre la penumbra. Lo besaba con desesperación mientras Hyde sólo se aferraba a esos besos, a esas caricias, a ese amor que le mantenía vivo a pesar de todo lo que había allí.

 

Lo llevó hasta las sábanas que estaban el piso y se colocó entre sus piernas, sin dejar de besarlo, sin dejar de amarlo. Y Hyde simplemente se dejaba querer, correspondiendo sus besos, acallando sus propios gritos, aferrándose al cuello del hombre que lo estaba amando de aquella forma tan placentera.

 

Sentía que sus músculos se tensaban, y por un momento, todo su cuerpo dejó de doler, como si todas esas manchas jamás hubieran estado presentes. Envolvía con sus piernas las caderas de Tetsuya sin dejar de suspirar, estaba en el borde la locura y el placer, besaba sus labios con desesperación y esperaba con ansias a que eso jamás se terminara.

 

Como cubrir una mala pasada con un velo blanco. Y sus cuerpos se hicieron uno mismo, unidos en aquel acto que no necesitaba recordar nada, esas palabras perdidas en sus memorias se habían convertido en acciones que no tenían explicación.

 

¿Qué importaba ahora lo que había en el techo? ¿Qué importaba todo lo que habían sufrido? No importaba nada en absoluto.

 

-Tetchan…- Hyde suspiraba, tratando de acallar sus deseos de gritar, de rogarle que no se detuviera, sus ganas de pedir más y más.

 

-Hyde- lo recordó, estaba allí, en su mente, lo que había olvidado. Se abrazó aún más del cuerpo delgado de su amado, hundiéndolo más entre las sábanas y le besó lo más profundamente que pudo mientras sus cuerpos se fundían en una sola mezcla de amor- me gustas- le susurró en el oído.

 

-¡Ah!- no pudo evitarlo, tenía que hacerlo, se aferró lo más que pudo y comenzó a llorar.

 

Eran lágrimas de felicidad, lo había recordado también, había recordado lo mucho que lo amaba, lo mucho que había añorado sentir sus labios, desde hacía tantos años… Desde que habían salido de casa y entrado en ese bosque. Si, ya lo recordaban.

 

Habían salido de casa, por su tonto capricho de un globo rojo, porque quería que Tetsuya le sonriera sólo a él, que le diera la mano y le besara.

 

Tetsuya también comenzó a llorar al recordarlo todo, la razón por la que estaban allí, y la razón de las manchas negras que carcomían sus cuerpos. Cuando Hyde había tomado el lazo del globo rojo, el payaso había sonreído y en un momento el cuerpo de su amigo ya no estaba donde debería.

 

El hombre vestido de payaso lo tomó del cuello y lo levantó lo más que pudo en el aire, le pinchó los pulmones por la espalda y le colgó del techo del circo. Tetsuya había visto aquello con terror, su cuerpo no podía moverse, sus ojos estaban impresionados y sentía que lloraba, que temblaba. Sabía que su cuerpo también colgaría de una soga en el techo de aquella carpa, con el pecho perforado.

 

Las manchas negras eran la muestra de que sus cuerpos yacían podridos sobre sus cabezas… todo este tiempo.

 

-Hyde- lo besó por última vez y se puso de pie- tenemos que salir de aquí.

 

-¿Qué caso tiene?- no dejaba de llorar amargamente, escondiendo su rostro bajo sus brazos.

 

Tetsu tomó su ropa y comenzó a vestirse.

 

-Tenemos que regresar a casa- le tendió una mano y le sonrió- llevamos mucho tiempo fuera.

 

Y Hyde dejó de llorar, Tetsu tenía razón, llevaban tanto tiempo fuera de casa. Le devolvió la sonrisa y se vistió también.

 

Tomados de la mano, con el quinqué para iluminarles el camino, comenzaron a caminar, levantando las pesadas mantas rojas que les bloqueaban la salida, corrieron por el bosque en aquella noche, cuando comenzó a llover y sus zapatos comenzaron a llenarse de lodo.

 

Los dos amantes corrían desesperadamente, esperando sólo una cosa y ya nada de lo demás importaba.

 

Cuando salieron del bosque, Tetsu pudo ver su casa… y le sonrió al pequeño niño de rizos negros que sostenía su mano.

 

-Llegamos a casa Hyde- le besó en los labios.

 

Y Hyde le abrazó en respuesta sonriendo. Porque al fin habían regresado.

 

***

 

Mi esposa volvió a casa esa mañana, después de la noche que las gemelas aparecieron en sus camas llenas de tierra y porquerías pegadas en la ropa. Me preocupé tanto por ellas, pero dijeron que su hermano volvería a casa…

 

Esa noche, volví a soñar con el globo rojo, pero era mi hijo quien lo sostenía, tomado de la mano de su amigo de rizos negros. Los dos sonrieron y se alejaron.

 

Fue la última vez que vimos los globos rojos.

Notas finales:

Espero que les haya gustado tanto como a mi. Muchas gracias por ser pacientes y todo eso. Paso por un mal momento pero aquí sigo escribiendo je je.

 

Dedicado a dos personas en especial; a Kaoru y a Kira

 

Chicas, ustedes saben el por que

:) sean felices, no entren en los bosques de noche


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