Gloria.
Por Sve.
CAPÍTULO I: Elizabeth, El Diario y Sebastian.
Lady Elizabeth Middleford no era exactamente una princesa, rodeada de lujos, una familia noble, poderosa, sirvientes y dos hermanos mayores, cualquiera lo daría por hecho, excepto aquellos que realmente la conocieran, aquellos que fueran lo suficientemente cercanos.
Con quince años decía odiar ese tipo de vida, sentirse totalmente agobiada de aquello, aunque, como siempre, era una inescrupulosa mentira.
Odiaba tener que vivir bajo condiciones, quería vivir más allá de los límites de la nobleza, las noticias llegaban y allá afuera un mundo nuevo crecía, la gente era libre, compartían culturas y conocimientos, y la música. Escuchaba a Los Bleatles escondida en la biblioteca. No entendía por qué a su madre no le agradaban. Sonaban geniales.
El día anterior entre medio de una de sus escapadas había encontrado un libro falso (mientras trataba de esconder uno de sus discos), le resultó extraño. La casa no era antigua, según sabía, el jardinero se lo había contado.
Un incendio había destruido la propiedad en su totalidad y luego había sigo reconstruida, idéntica. Pero de eso no hacía más de ochenta años, en una construcción más vieja un libro falso hubiera servido para ocultar algún pasadizo secreto (o eso pensaba), pero en ese entonces ¿De qué serviría? Por eso, grata fue su sorpresa al encontrar aquella pequeña caja de madera. No estaba sellada, como esperando a ser abierta nuevamente.
No poseía ningún tipo de identificación, ni escudos, ni iniciales, absolutamente nada. Dentro, era un mundo diferente, estaba recubierta con tela, muy fina, y un libro, un cuaderno, azul oscuro; tampoco tenía ninguna marca.
No tuvo mucho tiempo para revisarlo, cuando una de las sirvientas había entrado a revisar. Dejó el disco y se llevó la caja.
Y ahí estaba, encerrada en su habitación, con la caja de madera sobre su regazo. La volvió a revisar, nada, la abrió, nada; sólo el libro, tal ver era un antiguo viejo prohibido, pero nuevamente, no parecía tan viejo. No tenía mucho sentido. Nada.
La primera página estaba vacía, en blanco, la segunda contenía un nombre, escrito con una caligrafía increíblemente hermosa y ornamentada. Cantaba:
Ciel Phantomhive.
Oh si, conocía ese nombre, y realmente, era lo primero que tenía sentido, entonces el libro era alguna especie de diario o memoria, lo hubiera asegurado en principio, pero el libro se encontraba en un estado impecable, recién comprado, recién hecho, como para creer que era abierto y escrito a menudo.
Y otra página vacía. Tal vez escribiría poesías, canciones, o historias allí, ella lo hacía a menudo. No, era un diario, estaba segura, la supuesta hoja vacía tenía algo escrito, en el lado inferior derecho:
Octubre1889.
La fecha general anunciaba el momento en que el libro comenzaba a escribirse, y así, no ser perdido en el tiempo.
Así, la siguiente página, y estaba llena, la misma hermosa letra, pequeña y prolija. Supo que iba a comenzar a leer ese diario, lo supo desde el primer momento, supo que debía hacerlo, por algo seguía ahí, en la casa, con nombre, oculto.
Todo comenzaba con un nombre, también lo conocía:
Sebastián.
"Sebastian se fue hace media hora con las ordenes de prepararme unos scons y un té y aún no ha regresado. No puede cumplir con una simple orden y complacer a su amo, maldito demonio del demonio.
Le conviene que esos scons sean los mejores o sino-"
Y terminaba, ciertamente Ciel no estaba de muy buen humor y no tenía idea de cómo escribir en un diario, porque definitivamente algo tan superfluo no podía contar como memorias de grandeza.
Elizabeth contó mentalmente años, Octubre de 1889, Ciel Phantomhive aún no había cumplido catorce años! Tal vez por eso le parecía tan simple, pero a la vez era sumamente natural, él sólo quería comer algo, sonrió internamente y siguió.
Un espacio separaba las siguientes palabras, igual de prolijas, no parecía la caligrafía de un niño. Empezaba igual.
"Sebastian me trajo lo que le pedí, y una carta encima de una bandeja de plata. El sello de la reina marcándolo…"
—La Reina.
—Sin dudas joven amo— no había hecho una pregunta, de todos modos el mayordomo le contestó—, llegó hace unos momentos, a decir verdad me desvió de mi camino.
Ciel no contestó, ni comentó, ni movió la cabeza. Dudaba que se tratara de alguna nueva misión, pero nunca se sabía, su Reina era una mujer compleja. Evitó preguntarse más y comenzó a leer.
Un agradecimiento. En conmemoración a su último caso, su Majestad parecía orgullosa de adiestrar a un perro fiel y se lo hacía saber. Sinceramente, Ciel no estaba del todo convencido con su último caso; había sido un asesino a sueldo, sólo para silenciar a otros, nada interesante, nada oculto, no demasiado, el asesino propiamente dicho era un hombre de clase baja que mientras escapaba murió producto de un descuido a mano de otros. El interesado, su contratista, un burgués adinerado que ni siquiera había ido a prisión, pero no interesaba, siempre y cuando los asesinatos se hubieran detenido, nada importaba.
Sólo él conocía las historias detrás de todo, nadie más.
La carta seguía, era "Cordialmente invitado al gran baile (o encuentro, como él prefería llamarlo) de All-Hollow Eve", el 31 de ese mismo mes, sólo una semana, no podía negarse, la Reina no te invita siempre a una reunión, menos de ese tipo. Sólo que la reina ponía mucho empeño en esas celebraciones, fogata y baile incluidos.
—No puede faltar— Sebastian sonó a su lado, había estado leyendo sobre su hombro, él debía hacerse cargo de su agenda y su vida, por qué no iba a saber?
—Sin duda, de todos modos, no quiero ir.
—Pero lo hará— odiaba que hablara con ese tono burlón, serio y tentador a la vez—, me pregunto, debería escoger algún traje o disfraz, o tal vez esperar a Lady Elizabeth así hace juego con ella.
—Elizabeth— en un segundo su sangre se heló, no había manera de que Lizzy no hubiera sido invitada, y si ese era el caso, él no podía concurrir sin ella, sería una vergüenza, ella era su prometida. Era un hecho que iría con ella, pero de ninguna manera se vestiría como ella, con su estilo, de ninguna manera, nada tierno—, lo había olvidado.
El mayordomo volvió a sonreír, una mueca torcida, Ciel no necesitaba verlo para saberlo, ya era un hecho cotidiano en su vida y nada peculiar. Se escuchó un ruido de fondo, planta baja, ala oeste.
—Discúlpeme, Joven Amo— y dio una reverencia, dos segundos después la puerta se cerraba a sus espaldas.
El sirviente, siempre lo trataba así, siempre era serio, lo respetaba; el demonio, se burlaba de él, lo avergonzaba y quería llevar el control. Ciel no era ingenuo y no estaba tan cegado por su ego como para no darse cuenta de eso, el demonio quería tener el control con él, era su naturaleza, probablemente, pero no lo podía hacer, sólo entonces recurría a la sutileza, casi un arte, según Ciel había aprendido. Sebastian era sólo un susurro en su oído, palabras sueltas en el aire, esperando ser captadas, por él, influyendo en sus movimientos, pensamientos y decisiones, tratando de controlar los casos a su antojo, si lo deseaba.
Manejaba situaciones, como si ya estuvieran planeadas, e incluso ensayadas, sin una equivocación, un drama épico, manteniendo la calma divertido. No había manera de sacarlo de sus planes, de su rutina practicada, Ciel lo había intentado, sin éxito, él siempre sabía como reaccionar, como responder, si dudaba algo, no se notaba.
"Odio cada vez que ocurre eso, Sebastian ya no regresará hasta terminar lo que debe hacer, posiblemente le tome poco tiempo, pero no aparecerá a mi alrededor hasta dentro de un par de horas."
Definitivamente había cometido un error al creer esos textos poco profundos, si lo deseaba Ciel sin duda podía hacerlo.
Elizabeth había leído menos de una hoja, pero podía decir con seguridad varias cosas sobre el chico, dependía sin dudas de su mayordomo, pero lo dejaba ignorar, tenía un cierto problema con su prometida y no le gustaban las cosas que esta le hacía usar, o usaba o algo así; y tenía poca paciencia, aparentemente eso se había salteado las generaciones.
El diario seguía y Elizabeth cada vez necesitaba más leerlo, sabía, por mano propia, que los diarios podían ser sin duda algo terriblemente aburrido, cuando releía el suyo era obvio, pero sentía que Ciel era diferente, lo poco que sabía sobre él dejaba mucho a dudas, había mantenido una vida compleja y oscura.
Releyó el último párrafo, odiaba cada vez que eso ocurría, qué cosa? No poder distraer a Sebastian o que se valla y no regresara?
Había gato encerrado, Ciel dependía más de lo que se decía de Sebastian.
Ahí terminaba la primera fecha, vio la siguiente, era de dos días después, era una persona ocupada, de seguro no tenía tiempo para hacer esas cosas.
"Falta poco para la reunión de La Reina y es la primera vez que me siento ansioso por algo así, no nervioso, sólo ansioso.
Lizzy vino ayer y las cosas no salieron del todo bien, paralelamente, Sebastian se tomó como siempre 'ciertas libertades', cada día lo detesto más…"
—Qué?
—La señorita Elizabeth vendrá hoy en la tarde para decidir los últimos arreglos sobre el Baile de la Reina.
—No le digas así— odiaba cuando lo contradecían.
—Me disculpo. Su prometida vendrá-
—No me refería a eso, no le digas "Baile", odio esa palabra.
Realmente la detestaba.
—También tiene clases de baile, sería una ventaja que las pudiera llevar a cabo con su prometida— sabía, él lo sabía, siempre sabía y de todos modos lograba hacerlo enfadar, no se trataba de su prometida.
—Me refiero a por qué Elizabeth simplemente vendrá, no dijo nada al respecto, no lo suele hacer desde aquella vez— antes de su cumpleaños, cuando las cosas no habían salido del todo bien.
—Ah, Joven Amo, pero la señorita Elizabeth avisó— sonrió, esa detestable sonrisa que siempre ponía—. Como usted no tenía tareas para la tarde ni la noche, me tomé la libertad de darle el afirmativo para acercarse, de ese modo podrán arreglar todo lo necesario.
—Te diviertes verdad? — Bueno, de eso no tenía ninguna duda, siempre era así, pero Sebastian siguió igual.
—No entiendo por qué Señor— oh sí que lo entendía y por eso sonreía con las manos a sus lados, por eso no se movía, si lo hiciera tal vez comenzaría a danzar alrededor del Conde riendo sin cansancio.
—Tsk.
—De todos modos, debería hacer algún preparativo especial para la señorita Elizabeth?
—A qué tipo de preparativos te refieres? — sonaba sorprendido, lo estaba.
—Bueno, posiblemente pase la noche aquí.
Lo miró a los ojos, el maldito había planeado algo y realmente estaba tratando de terminar con su paciencia.
—Sebastian, qué fue lo que le dijiste a Lizzy?
—Bueno, no creo que sea posible que la señorita vea su atuendo terminado sólo en un día y tampoco sería conveniente hacerla realizar un viaje tan largo sólo para ver un traje…
—Sebastian en qué demon-
—CIEEEEEEEEEEEL!
Un grito inconfundible cortó sus palabras y un escalofrío recorrió su espalda.
—LA SEÑORA NINA VINO CONMIGO! DONDE ESTÁS CIEEEEEEEEEEL?
La puerta del estudio se abrió de par en par y ni Sebastian pareció ver cuando la rubia corrió a abrazar al menor.
—Ciel, iremos al Baile de La Reina juntos! Tendremos los mejores disfraces Ciel!
—Señorita Elizabeth, nos alegramos de su presencia, pero si lo abraza tan fuerte, el Joven Amo no podrá respirar.
—Lo siento Ciel. Verdad que iremos juntos?
—Sí, Lizzy, iremos juntos— las cosas no sonaban tan bien, y el grito de Maylene de fondo no dejaba mucho a la imaginación, Elizabeth tenía algo planeado y nadie lo salvaría, nadie, absolutamente nadie. Miércoles, Jueves, Viernes, nada más. Sólo tres días…
"Sólo tres días, tres días y todo terminará, el Baile (como lo odio) pasará, normal como de costumbre, tranquilo, bailaré una canción con Lizzy y me iré, sólo eso, nada más. Sólo tres días más. Sólo tres más."