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Hyacinthe por Marquesa de Sade

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Notas del fanfic:

Como anuncié en "Sodoma", este es el nuevo fanfic que estoy escribiendo.

A diferencia de mis anteriores historias, será más que nada inspirado en la obra del Marqués de Sade, en su época y lugar, en su filosofía, en sus personajes, en su estilo y en sus historias.

Los nombres serán, en su mayoría, adaptados al francés.

No sé con cuánta regularidad actualizaré, pero al menos les voy dejando la introducción...

 

¡Oh!, confía en mí, voy a agasajarlos de tal forma... que no se atreverán a volver en veinte años.

 

“Nunca, repito, nunca pintaré el crimen bajo otros colores que los del Infierno; quiero que se lo vea al desnudo, que se le tema, que se le deteste, y no conozco otra forma de lograrlo que mostrarlo con todo el horror que lo caracteriza”.

Sade, Idea sobre las novelas.

 

Introducción

 

Aunque la palabra “monstruo” consista en un solo vocablo, son muchas y muy variadas las ideas que pueden acudir a nuestra mente en el momento de mencionarla: podemos evocar a un engendro deforme y extraño, exclusivo dentro de sus pares; a una criatura fea y desagradable a los sentidos; a un objeto o ser de gran tamaño; a una persona virtuosa. Sin embargo, los que frecuentaban aquella casona ubicada en uno de los sitios menos accesibles de París, poseían un tipo de monstruosidad particular. Se llamaban a sí mismos “los amigos del crimen” y, en lugar de pasarse los días como cualquier otro ser humano, empleaban la mayor parte de su tiempo en planear y perpetrar las más horrorosas trasgresiones contra la moral  y contra cualquier cosa que llegase a considerase virtuosa. No existía mayor deleite para ellos ni creían que hubiese un fin superior en sus vidas que el vicio. Su directora era la bella Dante le Lumineux, una mujer que había nacido en la mullida y más acaudalada aristocracia para luego haberse hundido en los oscuros y pedregosos caminos de la corrupción, llevada por sus caprichos, su carácter pérfido y, por sobre todas las cosas, por sus más bajos y terrenales deseos.

 

Dante era, a los ojos del público, una educada y culta condesa aficionada al conocimiento y a los deberes políticos, pero que en realidad no dudaba a la hora de envenenar los alimentos que tan animosamente donaba en caridad. Aunque ella mantuviese su nombre, años atrás había considerado oportuna la idea de que los miembros más importantes de la cofradía llevasen el título de pecado capital. Envie era su hijo, y había heredado el corazón negro de su madre. No llevaba su título por ser hijo de la directora, sino que lo había ganado por propio mérito. Dicen las malas lenguas que madre e hijo se confabularon cierta vez para que dos reinos entrasen en guerra y, como consecuencia de ello, uno de los reinos terminó destruido y miles de inocentes murieron. Nadie que conociera a los miembros de tan vil alianza dudaría de semejante rumor, pues se trataban éstos de los libertinos más despiadados, poderosos y ricos.

 

Lo cierto era que pocos que hayan habitado París, Francia, o incluso el continente entero, desconocían una frase muy popular en la época: “Desafortunado aquel que haya caído víctima de las maquinaciones y caprichos de los miembros de la Cofradía de los Amigos del Crimen, pues lo más seguro es que termine conociendo el tormento, la humillación, la ruina e incluso la misma muerte. Desafortunado también aquel que se haya cruzado con alguno de ellos, ya sea por parentesco, por amistad, por negocios o por cualquier otro motivo. Desafortunado, en fin, todo aquel que haya sido visto por sus ojos, sentido por sus oídos o concebido en sus mentes”.

 

 

Notas finales:

Continuará...


La Cofradía de los Amigos del Crimen, como sabrán los que lo hayan leído, pertenece a Juliette.


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