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A mi manera por Paz

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Notas del fanfic:

Es un drable...

A mi manera

 

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

 

By Paz

 

Capítulo Único

 

 

 

Vago la mirada a su alrededor, aún cuando la humedad de sus ojos le impedía ver. Tenía que rendirse ante la evidencia, aún así se sentía invadido por el más profundo desanimo.

 

Una vez más había sido rechazado por una chica, apretó los labios para contener el sollozo que brotaba de su garganta, al tiempo que apretaba los ojos para no dejar escapar unas rebeldes lágrimas.

 

Respiró hondo intentado tranquilizarse. En ese momento su estado anímico estaba por los suelos. Fue entonces que le distrajo de su pena un rebote,  ese sonido no se le olvidaría nunca, alguien estaba jugando cerca, recordó que en aquel parque había una cancha, supuso que alguien estaba practicando. Se cruzó de piernas apoyando sus codos a la altura de sus rodillas y con las palmas abiertas apoyó su barbilla, cerró los ojos e intento concentrarse para acertar las jugadas solo con el sonido.

 

El roce de las zapatillas y el golpeteo del balón en el suelo le dijo que se aproximaba al aro botando el balón, lo escuchaba con tanta nitidez que supuso que sin darse cuenta había buscado refugio en la fronda que rodeaba la cancha, aún así no abrió los ojos para confirmarlo, en ese instante, solo deseaba dejarse llevar por las emociones que ese jugador anónimo estaba teniendo. Un instante de silencio, una vibración y supo que acababa de encestar.

 

Le escuchó regatear, un ritmo parejo, alejándose, le imaginó yendo al centro de la duela, enseguida los pasos se hicieron más rápidos, las zapatillas raspaban el suelo de cemento y el ritmo del reboto cambio y aún sin verlo tuvo la certeza que iba a realizar un slam dunk.

 

El aro vibró con el empuje del jugador y durante unos segundos que se le hicieron minutos, se oyó como un eco reverberando en la noche, un suspiro escapó por entre sus labios entreabiertos, al confirmar lo que ya sabía cuando anticipó la jugada, amaba el basquetball, ahora lo sabía y eso era algo que tenía que agradecer a Haruko, ella le había empujado hacia ese juego que decía odiar, le dió las primeras indicaciones para jugar, las primeras lecciones.

 

No importa su rechazo, estaba acostumbrado a ellos. Ella era su amiga, la única que no le tuvo miedo y que con su confianza en sus ocultas habilidades le dio siempre su apoyo. Eso era lo único que importaba.

 

Lo hizo a su manera, ahora ya tenía la certeza absoluta que su felicidad estaba junto a esa persona que le abrió los ojos a nuevas emociones, a un sentimiento que tenía en su corazón y que fue incapaz de reconocerlo como tal. Ahora estaba seguro.

 

Embebido en sus pensamientos no se dio cuenta que el silencio de la noche solo estaba roto por el cri-cri de los grillos.

 

Abrió los ojos, a su altura vió unas largas piernas, alzó la mirada hacia arriba viendo el rostro de Rukawa y supo que sus pasos inconscientemente le llevaron hacia el lugar donde él suele llevar a cabo sus practicas.

 

-¿Ya lo sabes? –preguntó.

 

Aunque su tono de voz parecía indicar lo contrario de lo que preguntaba, sabía que su respuesta era muy importante para él.

 

Cuando accedió a que hiciera el experimento a su manera, se estaba jugando su felicidad, por eso sonrió con calidez.

 

-Si…, ya lo se.

 

-¿Vas a decírmelo? –inquirió estirando la mano hacia él para ayudarle a levantarse.

 

La tomó tirando de él hacia abajo y haciendo caer a su lado, le recostó en el césped, inclinándose sobre él. Acarició su rostro con cariño, deleitándose en el roce sedoso de su piel.

 

-Te amo, Kaede.

 

En la oscuridad que les envolvía vió sus ojos brillar acuosos, acortó la distancia que les separaba uniendo sus labios a los suyos, el beso fue una ratificación del amor que les unía.

 

Sus manos se enlazaron en su nuca y sus piernas se enredaron en las suyas, deseoso de sentirse más unido a él.

 

-Te amo, Hanamichi –susurró cuando pudo hablar.

 

-Perdóname, por hacerte sentir mal, por querer hacer las cosas a mi manera.

 

-Eso es lo que más me gusta de ti, por favor, no cambies nunca.

 

-Te lo prometo.

 

Otro beso volvió a unirles.

 

28 de septiembre de 2010

 

Fin

 

Paz


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