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El amor es una rascadita suave detrás de la oreja por Calabaza

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La mañana estaba fresca, como casi todas las mañanas de la última semana. Fresca, nebulosa, quieta. Algunos shinobi llegaron a cuestionarse si no habían despertado en el país de la lluvia o en la aldea oculta entre la niebla.

A Kiba le abrió la puerta una niña de cabello oscuro y largo y unos ojos enormes y cristalinos como los de Hinata.

-Hermana. Tienes visita.- dijo la niña, en un tono tan bajo que apenas si causo vibración en el aire. A pesar de eso, del otro lado de la puerta corrediza hubo respuesta.

-Pa...pasen.- era la voz de Hinata. La niña que llamaba hermana a Hinata corrió la puerta para que Kiba entrara a la habitación y luego cuando estuvo dentro la cerró sin decir nada y dejándolos a solas.

-Kiba, buenos días.-Hinata estaba sentada a mitad de la estancia. La puerta corrediza del otro lado estaba abierta dejando ver el jardín. En el estanque la lluvia chapoteaba alegre.

-¿Cómo estás Hinata?- 

-Me siento mucho mejor, gracias. Ah...siéntate, Kiba.-

Akamaru bajó de entre la ropa del chico y corrió en círculos alrededor de Hinata, haciendo fiesta por verla. Ella sonrió, pasándole la mano por el blanco lomito.

-Oye, no deberías tener las puertas abiertas. El frío te hará mal.- se sentó junto a ella.

-Estoy bien. Además...es para acostumbrarme. Mañana hay que continuar con el entrenamiento y quiero estar lista.-

-Oye, no tienes que apresurarte. El doctor dijo que descansaras un par de días.-

Ella negó.

-No quiero estorbarles más a ti y a Shino.-

-¡No digas tonterías! ¡No nos estorbas! Eres parte del equipo, por eso necesitamos que estás bien.-

La chica bajó la mirada, intimidada por el tono que usaba Kiba, aun que sabía que era su tono habitual de hablarle a la gente. 

-Lo sé...por eso...por eso quiero ser más fuerte, como tú y Shino...y... umhh...-  apretó los labios y la puerta que dada al pasillo volvió a abrirse. Entró de nuevo la niña de cabello largo, cargando una bandeja con té, y pasó al centro del salón, acomodándose en el piso para empezar a servirlo. Y entonces la puerta se cerró, luego de que Shino entrara también.

-Buenos días.-

-Buenos días.- respondió Hinata.La voz de Kiba se trabó en un sonido raro. Akamaru agitó el rabito. Shino se sentó frente a Hinata.

-Kurenai-sensei dijo que vendrá más tarde.-

-Ah....ya-ya veo. Gracias por venir tú también, Shino.- musitó Hinata.La niña que la llamaba hermana tuvo listo el té y le pasó una taza a cada uno y luego fue a sentarse junto a Shino. Se le quedó viendo largamente, y  ante la mirada interrogante de todos levantó su mano hasta el rostro del chico, tocando su mejilla.Lo siguiente que hizo fue ponerse de pie e ir a buscar algo a otra habitación. Cuando volvió traía una escudilla de madera con agua y paños. Enjuagó uno en el agua para formar una comprensa y la acomodó en la cabeza de Shino.

-¿Por qué lo haces?- preguntó él, sin resistirse en nada.

-Tienes fiebre.- musitó la niña.

-¿Estás...enfermo, Shino?- preguntó Hinata.

-Eso te pasa por quedarte bajo la lluvia toda la noche.- masculló Kiba-

¡Hinata!...¡Hey!¡Hinata!- gritó alguien. Todos miraron hacia el jardín y vieron en lo alto de la muralla aparecer un par de manos, luego una mata de cabello amarillo, luego de eso unos ojitos azules entrecerrados.

-¡Hinata!-

-Na...Naru...Na...-

-¿Naruto?-

El chico rubio saltó la tapia y cayó en el jardín.

-¡Hinata, hola!-

La hermanita de Hinata saltó en seguida con kunai en mano y fue tras el intruso.

-Ha...Hanabi espera...Naruto...es...es un a...amigo.- dijo por fin Hinata, a Hanabi, su hermanita que ya tenía el filo del kunai sobre la piel tostada del cuello de Naruto.

 

-¡Idiota! ¿Por qué no entraste por la puerta?- lo reprendió Kiba cuando estuvieron todos dentro de la estancia. Hanabi había servido té incluso a Naruto.

-Quería venir a asegurarme de que Hinata estuviera bien. ¿Cómo te sientes, Hinata?-

-Yo...yo...estoy...yo...-        

-¡Ese no es el punto! ¿¡Por qué no entras por la puerta!?- ladró Kiba

-Umh.- pero Naruto pasaba de él y se dedicaba a mirar de manera insistente a Shino, aproximándose a su rostro más y más.

-¿Qué?-

 -Umh...Aún no entiendo por qué le gustas a Kiba.-

El silencio siguiente más que silencio en si mismo fue incomodidad pura. Para Kiba más que nada.

-¿Kiba dijo que le gusto?-

-¡Claro que no lo dije! ¡Nunca dije eso! ¡A mí no me gusta Shino! ¡Entiende eso, Naruto!-

-Umh...menos mal. No puedo imaginar por qué te gustaría más Shino que una chica linda. Aun qué entonces ¿Por qué dijo eso Kakashi-sensei?-

-¿No soy lindo?- preguntó Shino.

-¡Eso mismo quisiera saber yo! ¿¡Por qué tu maestro está esparciendo esos rumores desagradables sobre mí!? ¿¡Qué demonios le pasa!? ¡¡Respóndeme, Naruto!! -

-¡Ahh! ¡Suéltame!- gritó el pequeño rubio cuando Kiba lo sujeto por el cuello de la sudadera y lo zarandeó a diestra y siniestra.

-¿Qué sentirías tú si empezara a decir que te gusta Sasuke? ¿Eh? ¿Te gustaría eso?- 

-¿Qué? ¡No me gusta Sasuke!-

-¡Y a mí no me gusta Shino!-

-¡Ay!-

-Ki...Kiba...Naruto...no tiene la culpa...- musitó suavemente Hinata, deseando que su compañero dejara de sacudir a Naruto.

-¡Argh!- Kiba lo soltó y fue hacia la puerta, seguido por su cachorro. Corrió la mampara y antes de salir se dio la vuelta, mirándolos con severidad a todos.

-¡No me gusta Shino! ¡Nunca me ha gustado y nunca me va a gustar ni un poco! ¡Antes preferiría revolcarme con un gato! Dile eso a tu sensei, Naruto.-

 

Sin embargo la última mirada fue para Shino, una especie de desafío a seguir gustando de él aún sabiendo que no tenía oportunidades. Luego Kiba cerró la puerta y salió de la residencia Hyuuga.

 

 

 

El día había empezado lento. El hokage no lo vería hasta dentro de una hora, y sin mucho ánimo de correr por ahí bajo la lluvia, Kakashi se refugió en las oficinas, sentado junto a una ventana, leyendo su libro. De pronto...un estornudo.

 -Alguien debe ...coff, coff... estar hablando de tí...coff.. ¿Eh?- comentó Hayate Gekko que andaba por ahí.

-Umh. Debe ser alergia.- sonrió distraidamente debajo de la máscara.

 

 

Shino nunca había sido uno de los niños más populares en la academia. Era listo, pero los demás chicos se alejaban de él por su comportamiento estrafalario y el ser demasiado diferente no es algo que los niños perdonen.

Kiba había hablado con él algunas veces, pero nunca fueron amigos. Por eso se preguntaba sobre en qué momento había empezado a gustarle a Shino. Antes algunas niñas de la academia se le habían declarado, y había tenido citas ocasionales. Pero con Shino no se imaginaba teniendo citas, ni tomándole de la mano ni ninguna otra cosa que le haría a una mujer. Le daban escalofríos pensarlo. La sensación de los kikai caminando por su cuerpo de nuevo le hizo estremecerse con disgusto. La idea de estar cerca de su compañero se volvía más insoportable cada vez que lo pensaba.

-Shino jamás.- musitó al viento mientras volvía a casa.

 

 

Sucedió de pronto durante la noche. Kiba abrió los ojos y saltó de la cama, mirando en la oscuridad hacia la claridad nocturna que venía de la ventana. Algo sucedía. Olía a problemas.

-Hana... ¿Qué ocurre?- al bajar a la sala encontró a su hermana preparando una pequeña bolsa con medicamento y equipamiento ninja.

-Kiba...una misión de emergencia. Rastreo y búsqueda. Mamá irá y como no puede llevar a Kuromaru yo la poyaré y llevaré a los Haimaru Sankyodai.-

El chico apretó los puños y jadeó con retenida impotencia.

-Hermana, quiero ir también.-

-Es una misión de rango A. Además el equipo está completo...-

-Sabes que si se trata de rastrear Akamaru y yo somos los mejores.-Hana cerró la pequeña bolsa y la aseguró a su cintura.

-No se trata de eso, Kiba. Además...- la mirada de la joven paseó por el largo pasillo, en dirección a la habitación donde Kuromaru dormía.

-Hay un compañero herido aquí que los necesita a ti y a Akamaru.- caminó hacia la puerta, seguida por su hermano.-Kuromaru está débil aún. Necesita cuidados, que se le cambien los vendajes y tomar el medicamento.- suspiró -Kiba, confió en que te encargarás de ello mientras no estoy.-

Kiba la observó, leyendo en su semblante serio que el enorme perro negro estaba mucho peor de lo que imaginaba.

-No te preocupes. Nos haremos cargo, hermana.- sonrió débilmente, aun que Hana, ya en el umbral, con la puerta abierta, no pudo verlo.-Suerte en la misión. Y vuelvan pronto.-Hana asintió en silencio y cerró la puerta tras de sí dejando a Kiba hundido en la oscuridad del pasillo.

 


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