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El amor es una rascadita suave detrás de la oreja por Calabaza

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Los días que siguieron  fueron  pesados, fríos y llenos de humedad de lluvia.  Como  si las nubes se hubiesen ensañado con la aldea, determinadas a cubrirla indefinidamente. 
Como ninjas debían acostumbrarse a los climas más adversos, así que a pesar de que la visibilidad era casi nula, del frío que calaba hasta la médula, de la ropa empapada y los pies ensopados  y llenos de barro, los entrenamientos continuaron normalmente. Pero a  los tres días los jóvenes genin estaban acostumbrados a la mala situación, a pesar de que Kiba no lograba sacarse la humedad de encima a ninguna hora, y parecía que Shino al tenerle cerca sólo arrugaba la nariz con disgusto, tomando siempre distancia de él, lo que hacía rabiar a Kiba. Hinata por su parte, en su asombroso rapto de voluntad continuaba con sus extensas horas de práctica, como si el cielo no se estuviera desasiendo  sobre ella.


Un día de aquellos el entrenamiento terminó un tanto más temprano que de costumbre.  Las  patitas de Akamaru, empapadas de lodo, se sintieron muy frías bajo el abrigo y sobre la piel de su amo. Kiba terminó de cerrarse bien la cremallera, se ajustó la capucha y miró hacia atrás.   

-¿A dónde vas, Hinata? -

La chica se volvió hacia él con su tímida sonrisa surcada de  gotas de lluvia. 

-Voy...- su mirada etérea se deslizó desde los ojos feroces de Kiba hasta las plastas de lodo que se formaban sobre el camino. -a practicar un poco más... mi taijutsu... ha-hasta mañana, chicos.- musitó débilmente antes de salir corriendo rumbo a algún destino desconocido, calle abajo.

Kiba la siguió con la mirada, viéndola desaparecer bajo la espesa cortina lluviosa que se extendía infinitamente en todas direcciones. Chascó la lengua, molesto por la sensación de preocupación que le estaba invadiendo.

 -Vaya perseverancia...- susurró al aire, dándose la vuelta para tomar camino a su casa. Entonces se encontró con esa otra figura, tan empapada como él, y de quien  no podría decir si le miraba en ese momento. Era la batalla perdida contra esos anteojos oscuros.

-¿Qué?- gruñó Kiba.Shino alzó una ceja, interrogante.

-¿Qué acerca de qué?-

 -Nada. Olvídalo... no podrías ser  más raro.-  murmuró Kiba las últimas palaras mientras se encaminaba a su casa. Sin embargo antes de alejarse demasiado como para ya no alcanzar a verlo, echó una mirada sigilosa hacia atrás, encontrando aún la larga figura de su compañero  clavada a mitad del camino.Estuvo a punto de llamarlo, pero contuvo el impulso y el nombre de Shino se volvió un sonido atrapado en su garganta que salió en forma de gruñido.Le dio la espalda de nuevo, caminado a prisa y con todo su cuerpo anhelando la sensación agradable de estar bajo techo y beber algo caliente.

Pero el frío que calaba de tanta húmedad lo siguió hasta la mañana siguiente, cuando debió  salir de la cama, y lo hizo refunfuñando, se sacó el pijama y  se vistió con la ropa de diario. Por la ventana se colaba la claridad opaca de un día tan pastoso  como el anterior, en el que todo lo que había afuera parecía haberse vuelto gris.Pensó en Hinata y en Shino, a quienes la última vez que había visto había sido bajo aquella lluvia espesa e interminable.

-¡¡Kiba!!  ¡¡El desayuno!!-  la voz de su hermana le venía desde la cocina.

-¡¡Ya voy!!... Andando, Akamaru.-

-¡Waff!-

 

 

A Kurenai-sensei le ocurría algo curioso. Nunca en su vida se le había atravesado en el camino un gato negro que le obligara a tomar rodeos y atajos  o alguna ancianita que necesitara ayuda. No, con Kakashi rondando por ahí no quedaban suficientes de esos obstáculos  para  el resto de los jounin, por lo que ella siempre llegaba a tiempo a cualquier lugar donde debiera ir.Como aquella mañana, por ejemplo, en la que esperaba ya a sus alumnos bajo un árbol en el campo de entrenamiento, al que ya bien podrían haber empezado a llamar como el lodazal de entrenamiento.

-Buenos días, Kurenai-sensei-

 

-Kiba. Buen día. No serás el último en llegar hoy. Me alegra que esté mejorando tu puntualidad.-

-Ah...- Kiba miró alrededor. Parecía que era el primero en llegar y eso era raro, porque en la última semana Hinata había llegado antes que todos.

-¡Waff!- ladró Akamaru desde el interior del abrigo de Kiba.

-Buenos días a tí también, Akamaru- respondió Kurenai.

-¡Waff!- repitió el perrito su saludo, y sólo entonces se enteró Kiba que no había sido el primer alumno en llegar aquella mañana. Recargado al otro lado del tronco estaba Shino.Bueno, la pulga había sobrevivido a  quedarse bajo la lluvia después de todo, pensó el chico perro.

-Buenos días, Shino.-

 -Buenos días.- respondió Shino, pero al acercársele Kiba se movió un poco hacia la izquierda para alejarse un tanto más de él.Kiba apretó los dientes, fastidiado. 

-¿Alguno sabe por qué Hinata está retrasada? -

 

Los genin la miraron con negativa.

-Anoche se quedó entrenando hasta tarde otra vez.- dijo Kiba.Kurenai emitió un leve sonido, alguna expresión entre un gruñido y un suspiro. O quizá fue la lluvia.

-De acuerdo, empecemos con el calentamiento en tanto llega. Hay que mantener los músculos calientes y en movimiento.- 

-De acuerdo. ¡Andando, Akamaru!- gritó Kiba y seguido de su perro se movió al centro del campo. Shino, en cambio, se acercó lentamente y en silencio. Y manteniendo su constante distancia de Kiba. Y Kiba gruñó receloso. Realmente tener un equipo con alguien así se estaba haciendo poco llevadero. No era como que a él le fascinara la idea de estar pegado a Shino todo el día, pero tampoco podían ser equipo a larga distancia.Kiba golpeó a Shino. Fue de repente. Improvisado. Inesperado. Y certero. Shino no lo esperaba en absoluto y terminó contra el tronco de un árbol, pegándose fuerte en la espalda. 

-Jajaja. ¿Qué pasa? ¿Eso fue demasiado rápido para ti, pulga?-  El aludido se levantó del barro, y si el otro hubiera podido ver debajo de los lentes oscuros habría notado su confusión. Shino alzó una mano, pero antes de darle tiempo de que conjurara a sus bichos Kiba saltó sobre él y le pateó tan salvajemente como le fue posible. Y Shino volvió al barro.

-¡Levántate! Apenas estoy comen...

-Una pared oscura y en movimiento se alzó frente a los ojos del chico perro. Era la muralla de insectos que usaba su compañero para protegerse, aun que usándola más como distracción en aquel momento, Shino aprovechó para aparecer detrás de Kiba, poniéndole el filo de un kunai justo sobre la yugular.

Entonces Akamaru atacó a Shino.

Shino se distrajo.

Kiba se liberó y golpeó a Shino.

Shino se sacó de encima a Akamaru y luego golpeó a Kiba.

Y los golpes continuaron.

 

-Es suficiente. Kiba, Shino, ya basta.- intervino por fin Kurenai-sensei. Shino paró. Pero Kiba no y le soltó un puñetazo en el rostro que lo mandó de nueva cuenta al suelo. Por el lado positivo al menos ya no podría ensuciarse más. Estaba ya todo cubierto de lodo.

-Kiba-

-¿Qué? - gruñó Kiba mirando a su maestra y luego al montón de fango que ya era Shino.

-Es entrenamiento. ¿Qué clase de ninja freak fracasado no aguanta una pelea sucia de vez en cuando?- dijo con tono burlón -¿Qué pasa ahora, Shino? ¿Vas a ponerte a llorar?- dijo con tono cruel, soez, pesado y completamente malintencionado -Siempre tratando de verte bien y pretendiendo que eres fuerte, pero no eres más que un perdedor.-

-¡Kiba!-

-¡Ya te escuché, Kurenai-sensei!... ¿Qué? ¡Aghh! ¡Shino! ¡Maldito!-Kiba descubrió demasiado tarde que los efectivos insectos de su compañero ya habían invadido su cuerpo. Trató de sacudírselos, pero los bichos se metían en cantidades bajo su ropa, arrastrándose en su piel y causándole una repugnancia asqueante.

 -Ahora que mis kikai están en ti sería sólo cuestión de minutos para  matarte, Kiba.- 

-¡¡Malnacido, sácame tus asquerosos bichos de encima!!... ¡¡Arggh!!- gritaba rascándose desesperadamente y aplastando los insectos que atrapaba con la mano. Pero entre la ropa habría seguramente muchos más de los que podría tomar con ambas manos.

 -No sé que les ocurre hoy, pero es suficiente.-

 -¡Estoy de acuerdo!- Kiba le tomó la palabra a Kurenai, fulminando con una mirada de  franca ira contenida a Shino.

-Es suficiente de este equipo. ¡Estoy harto!-

-Bu...buenos días...siento llegar...tarde.-La débil vocecilla de ave de Hinata apenas se escuchó bajo la lluvia y frente a la furia de Kiba quien la apartó bruscamente del camino para empezar a irse.

-Ki...Kiba.-

-¡Kiba, vuelve acá!- gritó la jounin.Fue bestialmente ignorada.

-¿E-está bien... Kiba?- preguntó Hinata. Kurenai se llevó dos dedos a la sien y suspiró con fastidio.

-Supongo que el entrenamiento termina por hoy. Vayan a casa y nos vemos mañana.- dijo antes de desaparecer. Sus dos alumnos restantes se miraron. Hinata de hecho sabía perfectamente cuando Shino la miraba fijo porque los anteojos oscuros no podían engañar a su byakugan.  Sin embargo, debajo de los lentes, los ojos de  Aburame Shino resultaban aún más inescrutables. Así que no sabía exactamente en qué pensaba su compañero, sumido en su habitual manera de guardar silencio.

-¿Qué ocurrió? - se atrevió a indagar tímidamente.

-Entrenamiento.-

 -Ah... Kiba... parecía muy molesto.-Lo que era obvio. El por qué era la parte intrigante.

-¿Estás bien?- preguntó Shino y Hinata, que estaba distraída aún, pensando en Kiba y su misteriosa reactividad, se sobresaltó, lo que trató de corregir con una sonrisa tímida y suplicante.

-Estoy bien... Y... ¿Tú? Estás...cubierto de lodo y...-

-Es sólo lodo-Shino se le acercó.-Pero sin duda lo tuyo es algo que deberías tener bajo cuidado. -Susurró invadiendo el espacio personal de Hinata.

-Shino...- los ojos de Hinata se ensancharon.

-Sería bueno que fueras a tu casa a descansar.-

El joven ninja pasó junto a ella, caminando hacia la vereda. 

-Voy... a entrenar un poco antes de volver.- dijo ella.

-Incluso las alas de un insecto grande y fuerte pueden ser dañadas por la lluvia, Hinata.-    

 


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