How come every time you come around, my London Bridge wanna go down…
-Fish and chips… nothing else…- Arthur se paseaba libremente por su casa, pensando una y otra vez todo lo que tenía en sus manos- nothing else.
Estaba consciente de que su excelencia culinaria era un asco, pero confiaba en su hospitalidad que… no, también eso estaba mal. Bueno, sus escenarios eran… un poco fríos para el gusto mundial, sin embargo confiaba ciegamente en sus especialidades, el Big-ben y el puente de Londres, vaya que eran capaces de llenar el ojo de cualquier extranjero.
Y más un extranjero como lo era Japón, de seguro se maravillaría con todo lo que había por ver en su glorioso territorio. Eso lo hacía sonreír, América estaría tan celoso de su nuevo amigo que no tendría otro remedio que rendirse, al igual lo haría Francia.
Pasó por la cocina, bien, serviría “Fish and chips” y esperaría a que su invitado no fuera tan duro con su platillo, y la verdad es que a él le gustaba su sabor.
La razón por la que Inglaterra había invitado a Japón era un tratado y bueno, varias cosas de políticas que le hacían sentir importante como país.
.¡Ja!- arqueó las cejas con triunfo- ¡Maldito América, muerte de envidia!
Todo estaba listo.
***
El ambiente europeo era tan diferente a todo el ambiente que se respiraba en Asia, inclusive China lograba hacerle sentir como en casa cada que le visitaba, pero ahora había sido invitado a Londres, dónde Arthur se convertiría en su amigo. Bien, un aliado tan fuerte como Inglaterra le caería demasiado bien a un país que estaba tratando de darse a conocer en toda Europa.
-No sé que esperar- estaba nervioso, bastante en realidad.
Eran dos culturas completamente diferentes, encontrándose por primera vez para hacer un pacto de amistad, sabía que todo eso le beneficiaría a su país, sin embargo le daba un poco de terror pensar en lo que encontraría por allá.
-¿Inglaterra?- Había visitado a China en una tarde de té- Él es… bastante extraño- sonrió.
-¿Tanto como Rusia?- empezó a ponerse nervioso.
-No- China se puso serio- Inglaterra es más el tipo de país que no acepta que algo le está pasando porque mantiene su apariencia de poderoso y grandioso.
¿Podría China tener razón? Si Inglaterra no quería aceptar las cosas ¿Para qué demonios había aceptado hacer una alianza? Y más con un país como él… le aterraba la idea, pero no tenía opción, era una buena idea todo eso, definitivamente era una buena idea.
***
Arthur esperaba con una buena cara, sonriente; aunque su sonrisa no era del todo sincera y se veía tan fingida.
-Yo lo sé- aceptó de mala gana- pero no sé cómo es Japón y quiero mostrar mi mejor cara- ¿Eh? ¡Claro que es mi mejor cara! ¿¡Quién les dio derecho a criticarme?!
Estaba sólo él, en el puerto, con su típico traje inglés, esperando a Japón.
-¡No, no, no!- apretó los puños- yo siempre me veo bien.- se acomodó el saco y se aclaró la garganta- realmente creen que estoy loco, ¿verdad? Pero yo sé que América morirá de envidia cuando YO- se apuntó a sí mismo- sea el primero en crear una alianza con Japón.
-Así que era eso- Japón lo miró seriamente con un poco de molestia. ¿Acaso, lo estaba usando?
-¡Japón…
-Inglaterra san lamento haber interrumpido sus pensamientos privados, que por casualidad gritaba a los cuatro vientos.
-No es eso, es que ellos me molestaban- apuntó a algo detrás de él- No quería que esa fuese tu primera impresión de mí.
-¿Molestando?- miró que no había nada detrás de ese chico y por primera vez en su vida se dio cuenta de que Inglaterra en verdad estaba demente gracias a la soledad que le rodeaba en su gloriosa isla.
Acaba de arribar el barco japonés y claro, Inglaterra había estado muy ocupado con sus amigos imaginarios como para darse cuenta de ello. Kiku esperaba una gran bienvenida; pero qué diablos, había escuchado que los ingleses eran fríos.
-Sí, todos ellos han estado molestando desde un principio- entonces se dio el tiempo de mirar brevemente a su invitado.
Un chico que era la viva imagen de su nombre, el país nipón. Ojos oscuros y cabellos negros lacios que se acomodaban perfectamente a su anatomía pequeña. Muy diferente a él, un hombre de mediana estatura de ojos verdes, con cabellos rubios y alborotados.
Eran como el reflejo opuesto en un espejo de culturas. Arthur estaba maravillado con lo que veía, sin lugar a dudas era más interesante que todos sus amigos fantásticos, el aire oriental concentrado en Japón, interesante como China pero con un toque hermoso de soledad y serenidad.
-¿Hay algo que le moleste Inglaterra san?- Se sintió un poco incómodo por la mirada insistente del inglés.
-¡No!- se acercó inmediatamente- Lo siento, perdón, soy Arthur- y le extendió la mano amistosamente.
Japón dudo por un momento, no acostumbraba hacer eso pero sintió que sería una falta de respeto no saludar a Arthur a su manera, así que extendió la mano igualmente.
-Soy Kiku…- pensó que sería mejor eliminar el formalismo mientras estuviera allí para que Inglaterra no se sintiera mal. Después de todo le daba un poco de pena; estaba loco.
-Bienvenido a mi casa- Arthur sonrió de una manera diferente, parecía que estaba maravillado.
Sus ojos verdes hacían un contraste interesante con la frialdad de la ciudad de Londres, al parecer los ingleses podían llegar a sé un poco cálidos si se lo proponían o si en verdad llegaba algo que les maravillaba de sobre manera. Japón sonrió de regreso aceptando la invitación, verdaderamente Arthur parecía un buen muchacho después de todo.