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Aprendiendo a encender el fuego~ por Dark_Elric

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Notas del fanfic:

Mi primer fic Yuri... verdadero, más bien, el primero y no último ;D

 

 

 

Nuevamente comenzaba una nueva estación, esta vez, Primavera. De a poco, la cubierta invernal blanca que estaba esparcida por toda la Ciudad se desvanecía con cada segundo que pasaba, como a su vez, los dulces trinares de las diferentes aves indicaban que volvían a su lugar de procedencia, es decir, al Parque Central. De las frías brisas a las templadas, todo cambiaba constantemente a un ritmo acelerado para algunos pero no tanto para muchos otros que estaban acostumbrados a esta rutina estacionaria. Nuevamente, las personas transitaban las calles que durante los inviernos siempre permanecían desiertas; los abrigos se veían cada vez menos y varios árboles recuperaban sus hojas perdidas y ocultas por la nieve. Aunque todo lo demás estaba en la mitad de su "metamorfosis", había algo, más bien, un lugar que jamás cambiaba. El Puente de La Nieve. Aquel lugar alejado de todo lo demás y con una vista serena hacia un pequeño lago natural que antes había sido el atractivo de muchos, pero ahora solo era un área que nadie visitaba... a excepción de ciertas personas.

 

Una joven de cabello castaño largo, ojos esmeraldas que se perdían entre su cálida sonrisa y su tímida voz, llevaba puesto un vestido verde sencillo hasta las rodillas junto con una bufanda blanca. Ésta misma, se encontraba caminando impaciente de un lado para otro por toda la extensión del Puente. Se la notaba un poco tensa, como a su vez, su mueca de fastidio se hacía presente en su rostro pero sin borrar su sonrisa del todo.

 

-Otra vez se le hizo tarde - suspiró mientras se dejaba caer rendida de frente al barandal. Acomodó ambos brazos sobre la superficie de hierro de ese puente para después ocultar su cabeza en medio. - Podría... esperarle una hora más.

 

"Si, una hora más que sumada con las demás darían cuatro horas de atraso" pensó algo decepcionada y sarcástica. Tenía todas las intenciones de poder disfrutar ese día haciendo cada actividad que a ambas les gustara, además ese día había sido programado con mucha anticipación ya que las dos tenían una época muy complicada del año. Ver como todo había sido en vano, en verdad la desesperaba pero prefería callar y mantener una calma interior que no poseía.

 

Yami, la castaña, aunque solo trabajaba a su corta edad, ponía todo su esfuerzo en ello. Todavía era una aprendiz en varios de sus trabajos debido a que muchos de ellos eran temporarios. Paseadora de perros, recepcionista, repartidora del correo, cocinera, entre muchos otros más. Pero todo era diferente con respecto a su pareja, es decir, a aquella persona que esperaba intranquila desde hace un buen rato: Hikari estudiaba arduamente en la Universidad y también trabajaba. Sus rutinas eran muy diferentes entre sí, sin embargo, eso no les impedía verse durante la jornada del día.

 

 

Caminando lentamente por el sendero del Parque, se dedicaba a mirar como la alegría irradiada por los demás le fastidiaba un poco. El hecho de no pasar todo un día completo con Hikari le desagradaba bastante y por ello, se enojaría durante un buen tiempo. Distrayendo su vista de todas las familias y parejas felices que pasaban a su lado y que de a poco poblaban el espacio verde, bajó su mirada hasta el cemento del camino que debía cruzar hasta llegar al final de todo ese lugar. Conservando su mente en blanco, daba pasos tambaleantes que luego de varios choques con muchos desconocidos y de un determinado tiempo, había conseguido llegar hasta la calle anexa al Parque. Esta vez, con menos nostalgia y decepción presente en su ser, se dirigió directo hasta su casa. No hace falta aclarar que era el dulce hogar de ambas ya que lo "casi" compartían después de varios meses comenzada su relación.

 

Un par de calles, veredas, insultos por parte de muchos otros, autos, camiones, ruidos y una infinidad de cosas más, habían bastado cruzar para que ella llegara hasta el frente de la puerta de su casa. Con brusquedad, sacó las llaves de uno de sus bolsillos del vestido y logró abrir la puerta para después azotarla con la intención de cerrarla a su modo.

 

-Esta vez, se tomó muy en serio lo de "tal vez me tarde unos minutos" - mencionó mientras hacía énfasis en la frase que había dicho Hikari.

 

Notándose su frustración contenida durante todo el camino, se dirigió directo a las escaleras que estaban a solo un par de pasos de la Entrada. Con un vistazo rápido hacia todo el resto del lugar, distinguió que todo estaba exactamente igual de cuando lo había dejado. Suspiró sin ganas y continuó con su subida sin cuestionamientos de algún tipo. De uno en uno, miraba con cansancio los escalones que le faltaban. Al terminar de hacerlo, se encaminó por el estrecho pasillo del primer piso de esa casa. Todo parecía normal hasta que un par de ruidos le llamaron raramente su ignorada atención. Sin pensar que debía hacer, decidió investigar que o quien hacia ese ruido. Siguiéndose por el inconstante sonido, dio paso por paso hasta acercarse a una de las cinco habitaciones que se encontraban allí. Como la puerta de esa misma estaba entreabierta, se favoreció para poder resolver el misterio que se había formado en ese ambiente. Durante segundos había pensado en dos posibilidades: Una... podría ser un ladrón, aunque le parecía ilógico ya que no había muchas que robar en toda esa edificación y la segunda idea que tenía era que podría ser su pequeño minino grisáceo, Kiku que había sido adoptado por ambas y mayormente se pasaba el día en las calles.

 

Disponiéndose a develar la verdad, tomó cuidadosamente el pomo dorado de la puerta y abrió la puerta de un solo golpe...

 

Le costó reaccionar durante milésimas de segundos pero se pudo recuperar. Se hubiera esperado muchas cosas del otro lado de la puerta, sin embargo, no había considerado la posibilidad de que cierta persona esté en su habitación y así era. Hikari estaba recostada de costado sobre su cama cerca del borde; estableciendo un equilibrio para evitar caerse al piso.

Su mirada de repente se había enternecido al observarla dormitar. Ver aquella faz tan serena y tranquila era totalmente diferente a sus expresiones de cuando estaba despierta. Una dulce sonrisa y su pacifico respirar acompañaban el momento perfecto de su ensoñación. Esa bella imagen que contemplaba le había hecho olvidar el verdadero motivo de su frustración. Una cabellera grisácea que se entremezclaba con blanco y un cuerpo extendido demostrando total comodidad junto con el vestido que ella misma había hecho para ella, uno blanco muy parecido al que usaba en esos instantes; le erizaba la piel verla tan así... tan ella...

Tranquilizándose de todo y controlando su inevitable sonrojo, se adentró de una vez a la habitación. Era rústica como todo lo demás de esa casa y con poco decorado debido a que todavía Hikari no vivía totalmente ahí pero pasaba todo el tiempo que podía en su segundo hogar, así lo llamaba. Cuatro paredes verdes, cuatro muebles antiguos, una cama y un ventanal que daba al jardín; eso era lo que componía su habitación.

 

Yami, con sigilo y manteniendo un total silencio, de uno de los muebles que habían allí, sacó una manta blanca. Su textura fina y suave era tal que la tomó con delicadeza y con más cuidado aún, la desdobló y cubrió a la que yacía dormida. Apreciaba mucho verla así, pero ver como su beldad característica era opacada por algunos de sus mechones blanquecinos le causó un impulso repentino.

Suavemente con la yema de sus dedos, despejó sus mejillas y el resto de su cara. Aunque ya había hecho lo que se había propuesto, no se había percatado de que estaba ligeramente más inclinada hacia ella que antes.  Dejándose llevar por esos instantes y complaciendo la orden de esos labios rosados que observaba con detenimiento, se aproximó lo suficiente como para sentir su cálida respiración sobre su propia nariz. Acortó la distancia que las separaba lentamente y aprovechándose de la condición de la dormida, le robó un sutil beso. Al hacerlo, sintió como se conectaba a ella y probó el dulce sabor de sus labios que tanto amaba cuando se besaban.

Había cerrado los ojos e incluso sentía sus mejillas arder por lo que había hecho. Eran muy contadas las veces en las que ella podía hacer lo que había hecho segundos atrás. Estaba feliz de poder encontrar algo de valor en su ser, aunque se avergonzaba de haberlo hecho sin que Hikari estuviera despierta. Con cuidado y  algo de nerviosismo, se alejó lo más que pudo de la cama, de Hikari y de esa habitación, en sí. A todo lo que daban sus pies como también intentando mantener el silencio de esa casa, corrió escaleras abajo, cruzó toda la sala principal y la cocina para salir al pequeño jardín que se encontraba atrás de toda esa construcción en deterioro.

 

 

Si hubiera podido gritar lo hubiera hecho pero no tenía las intenciones de despertarla, aunque dudaba si en verdad estaba durmiendo. Pretendiendo alcanzar de nuevo su tranquilidad, comenzó a caminar y, de cada tanto, se detenía para observar cada flor que la rodeaba. Eran muy diversas y cada una de ellas tenía algo en especial, eso le repetía siempre Hikari.

Rosas blancas se entrelazaban junto con las rojas y formaban un sendero en medio de toda esa simétrica estructura floral. Claveles, narcisos, orquídeas y margaritas se encargaban de rodear los alrededores de todo ese pequeño espacio verde que poseían. Toda ese lugar había sido formado de a poco por las dos... y cada día daba la bella ilusión de que todo pareciera estar más decorado que antes.

 

Con la luz de sol desvaneciendo a sus espaldas, se puso a pensar que en el día no había pasado nada interesante y que mañana todo iba a volver a la normalidad; algo detestable para ella... últimamente.

 

-Y... yo solo soy tu rosa negra. - susurró levemente en medio del soplar de la brisa. Sintió algo de nostalgia como también contempló como los fríos brazos del viento la envolvían silenciosamente en medio de ese atardecer. Básicamente no habían podido concretar sus planes en esa hermosa jornada.

 

Tiritando y percibiendo que de nuevo la temperatura estaba bajando a pesar de ser primavera, dio una ligera vista por encima de su hombro al hermoso jardín que ambas cuidaban. Avanzando hacia la entrada de la puerta corrediza, su sombra desaparecía y dejaba ver aquella flor en especial, aquella que parecía solitaria y más alejada que todas las demás.

 

Aquella Rosa negra...

 

 

 

Una vez adentro de la edificación y habiendo pasado la cocina, sin siquiera querer ver que podría comer a la noche, se dirigió hasta uno de los cuatro sillones que estaban en la Sala principal. Mientras lo hacía, se detuvo de repente.  Algunas palabras que las sabía de memoria salieron instantemente a recordarle...

 

"No camines con esos zapatos sobre la alfombra"

 

Su dulce y refinada voz resonó en su cabeza con la intención de molestarle. Así que sin pensarlo durante más segundos, se quitó los mismos y los dejó a un lado del sillón más grande. Adoraba la voz de Hikari... pero no cada vez que le recordaba lo que debía y no hacer.

 

-Hace un poco más de frío - suspiró mientras se abrazaba a sí misma.

 

Se sentó en uno de los sillones individuales y miró fijamente a las fotos que estaban en los estantes que tenía al frente de su vista. Quería intentar recordar algunos recuerdos que le agradaban por completo pero su mirada tranquila siguió observando con detenimiento el mueble hasta llegar a la Chimenea. Esa zona estaba adornada con mitades de piedras de mármol y en su interior se notaba claramente los ladrillos, como a su vez, la leña usada en una ocasión anterior. Estaba segura de que podría resistir la baja temperatura que acechaba la habitación donde se encontraba, sin embargo, su organismo le indicaba otra cosa.  Con algo de pereza, consiguió levantarse y con la única idea en su cabeza, buscó la forma de prender el fuego para poder reconfortarse y recuperar el calor que su cuerpo necesitaba ya que se notaba claramente que su piel estaba empalideciendo.

 

-Cómo enciendo esta cosa ahora - se preguntó dejando ver su impaciencia.

 

De un mueble que estaba al lado de la chimenea, se veían la leña necesaria y un par de botellas. No tenía idea de cómo prender el fuego pero todavía no se rendiría. Tomando un par de troncos y una de esas botellas que desconocía, comenzó con su experimento. Tenía curiosidad por saber cómo sería la sensación de hacerlo aunque sus conocimientos eran nulos. Acomodó los distintos troncos como le pareció que se debía hacer...

 

Todo su esfuerzo no había dado los resultados que esperaba. Los troncos estaban algo acomodados... la botella casualmente solo contenía la mitad... y entre tanto, ella había conseguido ensuciarse lo suficiente. La tela de su vestido estaba camuflada graciosamente de negro. Suspiró fastidiada al darse cuenta de ello pero más al notar que sus manos también lo estaban y, por ende, su cara también.

 

-Esto no podría estar saliendo mejor -

 

Cansada de sus intentos fallidos, dejó todo como estaba y se fue a sentar de nuevo en los sillones, con la diferencia de que ahora estaba en el más grande, el que se encontraba al frente de la Chimenea, su eterno rival desde ahora. Se acomodó lo mejor que pudo con la intención de encontrar algo de calefacción para su cuerpo helado. Por eso, se aferró a sus rodillas y oculto su cabeza en las mismas con la intención de relajar un poco su mente y sus ánimos que estaban yendo para abajo.

De a poco, se fue adentrando en el cansancio. Lo que menos quería era dormirse, sin embargo, su cuerpo apenas reaccionaba, por eso, con algo de brusquedad se frotó los ojos y alzó su cabeza para luego...

 

-Parece que nuestra pequeña favorita tiene sueño - dijo dulcemente mientras le acariciaba una de sus mejillas y acomodaba un poco su cabello castaño desordenado.

 

Se llevó una gran impresión con solo verla. No se esperaba a que despertara y menos que la encontrara tan rápido. Verla a Hikari... fue su sorpresa del día... o la primera de muchas. Intentando decirle algo, fue sorprendida por algo que no se esperaba.

 

-Pero... ¿Cómo es que...  -musitó mientras veía su reflejo dentro de los ojos de su amada e intentaba recuperar su habla que había sido robada por un sencillo beso.

-Me lo debes por haberme besado mientras dormía -le respondió mientras se mantenía hincada hacia ella y le acariciaba su helada mejilla que de a poco se tornaba caliente.

-Eso... yo no quise...

-No te disculpes - le dijo para luego besarle la frente.

 

Se levantó y notó la "travesura" de su pequeña. Sonrió para sí misma evitando verla, por eso le dio la espalda. Con cuidado de no ensuciarse también, ordenó un poco todo: dejó los troncos de nuevo en su lugar, limpió superficialmente la parte sucia de la alfombra y como la experta que era, utilizó un pequeño encendedor que estaba en una cajita dorada en el estante arriba de la Chimenea y con otras cosas más como hojas y un par de papeles, encendió la llama que de a poco se fue extendiendo a los demás troncos que Yami anteriormente había acomodado.

Con lentitud, se podía observar como la llama crecía e iluminaba amenamente el sector de la Chimenea y desvanecía la oscuridad de esa habitación penumbrosa. También el olor a madera carbonizándose inundó instintivamente el lugar con un toque hogareño que ambas conocían desde hace tiempo.

 

Hikari se dio la vuelta y contempló el rostro iluminado de Yami. Viendo como había quedado hipnotizada ante el fuego ardiente; se acercó sigilosamente a ella con la intención de abrazarla y darle el calor que necesitaba. Y así fue. Se sentó a su lado, la rodeó suavemente con sus brazos para después aproximar a su cuerpo.

 

-Ahora ya no tienes frío, ¿no? - le preguntó mientras veía la llama ardiente de la chimenea.

-No... estoy bien. Gracias... gracias por eso. - le respondió como a la vez le agradeció.

-Deberías cuidarte mejor, no me gusta cuando te resfrías.

-Lo sé, lo sé. Pero casi nunca siento si hace frío o calor -dijo con un semblante serio mientras cerraba los ojos.

-Eso es lo raro de ti... aunque por eso, puede crear mi rosa negra. No siente la diferencia de los cambios de temperatura. Estudiándote pude averiguarlo y darle tus características especiales. Hacer una réplica de ti en una hermosa flor. - expresó demostrando su ego.

-Si... - sintió un leve escalofrío que la estremeció y a su vez, la albina lo notó.

 

Nuevamente Hikari la abrazó con un poco más de fuerza y acostumbrada, comenzó a acariciarle la espalda. Se dejó llevar por el momento y tocó la piel desnuda de sus hombros que aún estaba fría.  Giró su cabeza para poder notar que estaba temblando, le llamó la atención pero notó que Yami alzó su mirada hacia ella.

 

-¿Sucede algo...? - interrogó algo preocupada.

-Tendría que preguntarte eso a ti...- le robó otro delicado beso en la comisura de sus labios. - Pero para que no tengas que sufrir por el frío de nuevo... ¿Quieres que te enseñe a prender el fuego..., mi pequeña rosa?- le dijo tomando suavemente su rostro entre sus manos para besarla nuevamente

Notas finales:

Dejen... sus reviews~ :3


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