PARA UN PERRO
-¿El perro? Si, a mí me gustaba… todo de él. Si tengo que decirlo pues... no era precisamente “hermoso” ni mucho menos educado, no por eso esperaba que lo fuera. Para mi él era perfecto.
-Me gustaba su esencia animal, casi salvaje, sus reacciones tan marcadas: gruñía si algo le molestaba, si estaba feliz reía y abrazaba (casi me muero cuando me abrazo por primera vez). Lo mejor era cuando se cansaba, entonces simplemente se sentaba, ahí, donde estuviera. No le importaba.
-Cuando algo llamaba su atención era capaz de mirarlo por horas, detenidamente, escudriñando con su curiosidad del demonio, estudiándolo y si se podía (y encontraba la oportunidad) lo tocaba… (Varias veces nos corrieron de un museo).
-Amaba sus gritos de furia o de júbilo o de lo que fuera. Amaba ver como se ponía de pie, así de repente, para luego correr como loco a donde el aire lo llevara, cuando regresaba-tres horas después- estaba cansado, sudoroso y feliz ,con su enorme sonrisa imborrable en la cara. Amaba su libertad, su carácter casi histérico, su forma de caminar y de reír, la manera de mirarme y la manera de mirar el mundo. Admiraba el hermoso brillo de sus ojos, como ese, el que tiene ahorita….
-Tengo que decirlo. Él no era precisamente inteligente pero tenía –tiene- una maldita intuición y una suspicacia que da miedo…que asusta…que asombra…
-El día que inició esta “relación” llegó a directo a mí y me dijo que tendía a aburrirse rápidamente, así pues, si yo quería que esto funcionara tenía que dejarlo hacer todo lo que él quisiera. Lo dejé hacerlo. Gracias a eso he sido feliz. Me dejé arrastrar a su mundo lleno de aventuras y se garantizó así mi amor incondicional para toda la vida. Aún hoy me dejo arrastrar por sus locuras, pero, a decir vedad, soy yo quien lo sigue.
-¿Hoy? Me gusta todo del perro, del cachorro. MI CACHORRO. Amo todo de él. Hoy me dedico a dejar que haga de mi lo que quiera, de esta manera tengo su completa atención. Se la pasa pensando en mí: como hacerme enojar, como desquiciarme. Todo el día piensa en mí y en las mil formas de hacerme saber que elegirlo fue la elección correcta.
-Me gusta que sea completamente salvaje para todo: para pelear, para hacer el amor (hey, no te sonrojes). Muerde cuando alguien se me acerca y gruñe cuando alguien más me habla, sonríe como desquiciado cuando me rapta de la oficina a mitad de una reunión importante (hey, no te sonrojes de nuevo). Hoy, lo amo porque, cuando está cansado busca mis piernas para sentarse, ahí, donde sea, sin pena. Amo como me mira. Amo que sólo e mire a mí.
-Debo confesar que adoro que me persiga, me acose, me secuestre, que me incite y me seduzca. Adoro que todas sus acciones vayan dirigidas a mi…también debo confesar que soy sumamente posesivo, celoso. No me gusta que alguien lo mire de mas (no se preocupen, hoy es su día, merece que lo adoren y lo mimen). No me gusta que se sonroje, no al menos en público, en la privacidad puede hacer todas las expresiones que quiera. Me considero dueño absoluto de todas y cada una de sus muecas, de sus gestos. Debo decirles que soy su esclavo absoluto y que realmente me importa un rábano lo que se pueda pensar de ello.
-Escribí este discurso porque él así lo quiso, me pidió hacerlo para saber lo que pienso de él…para comprobarle que cinco años con él no son nada comparados a los que espero pasar todavía….pero en este momento… Joseph tengo que decirte… si vuelves a sonrojarte frente a todos voy a bajarme de este estrado… no terminare el discurso y te vas a quedar con la dud… ¡QUE NO TE SONROJES...!
-¡Oooh!.... ¡Setoooo….!