Había comenzado todo con un sueño, un sueño en un lugar bastante extraño lleno de neblina, él caminaba descalzo por ese lugar sintiendo la tierra húmedo en los dedos de sus pies, y entonces aparecía, ese hombre misterioso de cabellos rubios y ojos extremadamente verdes.
-Kiku- susurraba con una voz gentil.
Ese era básicamente el sueño, un hombre vestido con un traje que jamás había visto antes y unos ojos hermosos, aunque su voz era gentil, él sentía el peligro. Pero era irreal, no había en toda Asia un paisaje tan lastimero como ese, con árboles tan secos y neblina por los suelos; no, no era posible.
Kiku Honda se despertaba todas las mañanas y tenía esa mirada confusa por el resto del día, no podía soñar otra cosa, siempre aparecía ese hombre sonriendo en medio de la nada y eso le empezaba a preocupar.
Y esos sueños habían comenzado desde que había llegado a China a visitar a uno de sus parientes, Wang Yao, uno de los grandes mandatarios de su país. Vaya, es que las relaciones entre China y Japón eran importantes después de todo. Kiku por su parte jamás había visitado más allá de los países asiáticos y el ir con Yao era simplemente un paseo habitual.
Wang Yao, una de las personas más importantes en toda China, adoraba a sus familiares y siempre estaba dispuesto a darles asilo, sobre todo al callado Kiku, uno de sus más adorados pequeños.
Pero eso no era del todo importante, lo que rondaba en la cabeza del japonés era ese sueño tan perturbador, esa sonrisa extranjera, ese escenario tan horrendo y sobre todo ese sentimiento, como si estuviera hipnotizado; expectante.
-He tenido un sueño- Comenzó Kiku sentado a la mesa.
Era un día nublado afuera del palacio Chino, y los dos estaban solos, sentados en el comedor.
-¿Un sueño? Todo el mundo sueña, aru- Yao comenzó a comer con sus palillos rojos- ¿Hay algo de especial en ese sueño? No has tocado tu comida.
Kiku entrelazaba sus manos por debajo de la mesa, mirando fijamente el plato de fideos que tenía en frente, no es que no tuviera hambre, Yao era el mejor cocinero que conocía, pero el sueño lo tenía bastante inquieto.
-Si- dijo- Hay algo especial con ese sueño.
-¿Es algo que quieras consultar conmigo?- lo miró fijamente con sus ojos cafés.
-Sueño con un hombre- comenzó a contar sin siquiera pensarlo mucho, quería contárselo a él, desahogarse sencillamente- Es un hombre extranjero, él me mira fijamente y siempre me llama… no lo sé, he llegado a pensar que siempre termino yendo hacia él, no importa que no quiera, es algo inevitable.
Yao lo pensó por un momento antes de dar su respuesta y después sonrió.
-Quizá sólo sea una premonición querido Kiku, aru- dejó sus palillos a un lado y sonrió- pensaba dejarlo como una sorpresa pero no quiero que te preocupes más, así que te lo diré, vamos a hacer un pequeño viaje, a Inglaterra, aru.
-¿Inglaterra?- jamás había escuchado de un lugar así.
-Sí, tengo asuntos que arreglar con una persona y creo que sería una buena idea que vinieras conmigo, así podrás conocer otro lugar, ¿No te parece divertido? Aru.
Kiku sólo asintió un poco avergonzado por todas las molestias que se tomaría Yao para llevarlo con él a Inglaterra. Pero a lo mejor era verdad y no tenía que preocuparse tanto, es más, comenzaba a emocionarse.
La idea de visitar otro país en la compañía de Yao le hacía sentir bastante seguro, el chino siempre sabía bien las cosas y jamás lo pondría en peligro; así era.
-Me parece emocionante- sonrió tímidamente- ¿Es Inglaterra un lugar hermoso?
-Bueno- el chino continuó comiendo- es cierto que no es un lugar como Asia, pero… creo que te gustará su toque… elegante, aru.
-¿Elegante?
-Sí, bastante frío y elegante, aru.
¿Frío? No importaba, ¿Sería tan frío como esa niebla en sus sueños? No pudo evitar simplemente mirar hacia afuera y comenzar a separar sus palillos para comer; al fin y al cabo, nadie podría atreverse a no comer la comida que el mismo Wang Yao preparaba.