Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Persiguiendo la Huella de Sangre -DISCO 2- por AliceBarker

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

-los personajes no son mios... son de Capcom, aunque no deberia ser asi, deberían ser solo del gran Shinji Mikami (God bless him) y yo solo los uso para este fin tan digno como lo es el yaoi xD-

 

-este fic pierde la mitad de su sentido si se lee antes que "Persiguiendo la Huella de Sangre". Estan avisados-

Notas del capitulo:

eh... veamos que tal va la cosa... si les gusta sigo, y si no... pues no

 

 

 

a leer pues!

La familia Wesker tiene una palabra para su definición, y me parece que esa palabra es tradicionalista. Henry y Karla Wesker se casaron en una enorme iglesia, llena de familiares y amigos, celebraron una gran fiesta… y una muchísimo más grande cuando dieron la noticia de que esperaban su primer hijo. Ellos, científicos trabajando para la compañía farmacéutica Umbrella se encontraron encantados cuando uno de sus fundadores, Oswald E. Spencer, donó una de sus propiedades para que la nueva familia viviera cómodamente. Se mudaron a una casa bellísima en el centro de Raccoon City, dónde Karla Wesker dio a luz al pequeño Hans. No pasó un año y la comadrona volvía a anunciar a unos hermosos mellizos, llamados Albert y Laura.

El pequeño Albert, de cabello rubio platinado y ojos impactantemente verdes, iguales a los de su madre, creció viendo a su familia aumentar de manera impresionante; cuando él tenía tres años llegó William a la familia, y dos años más tarde nació Jonah. Todos con el mismo color de cabello que impresionaba… en las reuniones del trabajo eran el centro de la atención de todo el mundo.

Albert gustaba de aquellas reuniones. Le agradaba el ambiente lleno de riqueza y elegancia, y junto a su melliza Laura eran unos de los más queridos por sus modales refinados y adorables. Solían tocar el piano de cola largas horas y acompañar a su hermano mayor, Hans, en sus primeros estudios de francés e italiano, aprendiendo junto con él.

El quinto Wesker llegó cuando Hans celebraba su cumpleaños número ocho, Marco llegó al mundo y un año después los mellizos Felicia y Alex agrandaron mucho más el árbol familiar. Con siete hijos, la residencia Wesker quedó pequeña, y Spencer volvió a hacerse presente obsequiándoles una segunda residencia, mucho más grande, cerca de la estación de policía de Raccoon City. Ante ese gesto de generosidad, el patriarca de los Wesker le pidió a Spencer apadrinar a sus ocho hijos. El hombre aceptó, y en la fiesta de celebración dio a conocer la enorme promoción que habían recibido los Wesker. Se fueron a trabajar a una mansión en las colinas de Arklay, en las afueras de la ciudad. Los siete Wesker eran visitados a menudo por Alexander Ashford, cofundador de Umbrella y amigo íntimo de la familia. Albert, Hans y Laura hicieron amistades con los hijos de Ashford, Alexia y Alfred, forjando una linda pero poco duradera conexión. No ten cercanos pero de todas maneras estaban presente eran Alexis Gionne y su hija pequeña, Excella.

Sólo pasaron dos años cuando Karla volvió a dar a luz a otro rubio de nombre Ken. Por ese entonces la familia ya era conocida dentro de Raccoon City como un grupo próspero y que no conocía la televisión (N.A.: xD no podía evitar decirlo… me lo tenía guardado desde varios párrafos atrás…). Corrían los rumores de la promiscuidad de la señora de la casa, y de la inutilidad del patriarca, mas esos rumores fueron acallados por las poderosas manos de Spencer y Ashford, los que en poco tiempo les dieron a los Wesker una reputación entrañable dentro del mundo de los negocios, reputación que ni la llegada de los gemelos Miles y Derek, un año después, pudieron acallar.

Hiro nació cuando Laura y Albert tenían doce años, cuando sabían un poco de lo que pasaba alrededor, escuchaban los molestos comentarios en la escuela y se sentían por ello. Ellos, junto con Hans, dejaron de hablarles a sus padres cuando, al año siguiente, Irma nació.

Los mayores le echaban la culpa a sus hermanos más pequeños del por qué los molestaban en la calle y la escuela, y los más pequeños no entendían por qué sus padres se iban por tanto tiempo y los dejaban a cargo de sus odiados hermanos mayores. La convivencia en la residencia Wesker no era muy amena, las peleas se volvieron pan de cada día y los notorios escapes de Hans y Albert a los bares les llevaron más de un problema.

Ninguno de los Wesker pensó que algo así sucedería de la noche a la mañana…

El llanto llenó el enorme living donde los trece Wesker recibieron la trágica noticia a manos de Spencer y Ashford. Los más pequeños se abrazaron a sus hermanos más grandes y el pequeño Albert, ya en sus trece años, sintió el apretón de la mano de su melliza Laura. La pequeña tenía los ojos verdes llenos de lágrimas. Solo Hans, a su lado derecho, se mantenía inmóvil y sereno, observando quedamente a Spencer.

-¿Lo que has dicho es cierto, Oswald?-preguntó poniéndose de pie. Albert lo miró abrazando a Laura, aún sin asimilar la fuerza de la noticia- ¿Es cierto que nuestros padres han muerto?

Spencer lo miró. Su seria expresión se hizo presente al quitarse los anteojos. Albert no lo había visto nunca antes tan triste.

-Fui avisado hace tan solo unas horas-dijo observando a Ashford, que estaba junto a él-. Fue un terrible accidente… la cámara del P4 donde estaban trabajando se incendió, y…

-No hable más, señor Spencer-dijo con el rostro surcado de lágrimas William. Al verlo tan triste Albert soltó lágrimas también; de a poco comenzaba a entender que eran sus padres, Karla y Henry, los que no volverían a entrar por aquella puerta-. Los más pequeños no entenderán…

-Tienen que saberlo, William-dijo Ashford tomándole por los hombros. El pequeño sintió que junto a él su hermana se ponía de pie. Mantenía a la más pequeña, Irma, de dos meses, en los brazos.

-Marco, Felicia…-comenzó a nombrar con un tono firme y decidido, muy parecido al de su madre-, Ken, Alex, Derek, Miles, Hiro… salgan de esta habitación y vayan a la sala de música… Felicia, llévate a Irma…

Dejó a la bebe en los brazos de su hermana y los ocho niños salieron lloriqueando y limpiándose la nariz, dejando en la habitación a los hermanos mayores, Jonah, William, los mellizos Laura y Albert, y el silencioso Hans. Spencer y Ashford observaban a los niños sorprendidos.

-Ten más tacto cuando hables con nosotros, tonto-dijo Jonah con expresión altanera, arreglando sus gafas. No demostraba los ocho años que tenía, era serio y responsable, mucho más que los hermanos mayores. Ashford se sentó en el borde del sillón, jugueteando con sus guantes blancos.

-Lo lamento, Jonah, pero es fuerte también para nosotros…

-Tú tienes algo más que quieres decirnos, ¿verdad?-aventuró Hans con la mirada fija en los adultos. Spencer tosió con nerviosismo.

-Yo los apadriné, Hans… A ocho de ustedes, por lo menos… legalmente me compete a mí cuidar de ustedes. Por eso-Spencer mostró unos papeles con el logo de la policía de Raccoon City. A Albert siempre le llamó la atención ser policía, por eso puso especial atención en los documentos que el mayor sostenía-, Los siete hermanos mayores tienen que venir conmigo… Los alojaré cerca de mi trabajo, para poder cuidar de ustedes de cerca…

-Espera, Oswald-Laura entrecerró los ojos, intentando comprender-… ¿qué pasará con los más pequeños…? ¿Qué harán con ellos?

-Legalmente no podemos hacer nada con los más pequeños-dijo Alexander Ashford moviendo la cabeza apesadumbrado-. Perfectamente la división de protección infantil de la policía podría quitarnos a los niños que no están apadrinados por Oswald… Pero ustedes están a salvo, irán con nosotros a Arklay. La mansión es grande, y está llena de comodidades… hay un piano de cola también…

-¡¿Y qué con el maldito piano?!-Albert gritó de repente, poniéndose de pie. ¿Cómo Ashford era tan insensible?- Son nuestros hermanos, Alexander… ¿cómo te atreves a hablar así?

-Albert, tienes que entender… no podemos hacer nada…-la voz de Oswald fue interrumpida por la ronca voz de William.

-Claro que pueden hacer algo-dijo-. Cuando los rumores sobre nuestros padres andaban por la calle ustedes los acallaron… todo el mundo lo sabe… ustedes podrían pagarle a alguien para apadrinar a nuestros hermanos menores… o quedarnos todos juntos… yo, personalmente, no me moveré de aquí si nos van a separar.

-Exacto…-Hans asintió enérgicamente, y  abrazó a los mellizos Laura y Albert por la cintura-. Somos todos o ninguno.

Albert abrazó a su hermano observando a Oswald serio. Hans y William tenían razón… él no dejaría a sus hermanos separarse.

Spencer suspiró. Se pasó la mano por sus prematuras canas y se acercó al teléfono. El silencio desbordó la habitación mientras hablaba en voz bajísima. Cuando colgó, todos esperaban a que dijera algo.

-Mi abogado se hará cargo-entonó al fin, dándole calma a las miradas de los muchachitos. Albert sonrió y Laura dejó de temblar.

-¿Le harán un funeral a nuestros padres…?-inquirió Hans de pronto, haciendo que la atmósfera volviera a tensarse. Jonah ocultó su rostro, intentando que nadie lo viera llorar.

-Dentro de tres días… velaremos sus restos en la mansión, así que deben empacar, y mañana partiremos todos… Alexander y sus hijos se quedarán esta noche con ustedes aquí para partir mañana temprano-Oswald dio las instrucciones hablando rápidamente-. Ahora debo irme… hay mucho papeleo por hacer.

Albert y Laura salieron inmediatamente de la sala sin despedirse de Oswald. Los mellizos Alfred y Alexia Ashford, de dieciséis años en ese entonces, los observaron con los ojos enrojecidos.

-Hola…-saludó Laura con un hilo de voz. Albert observó a su hermana, y le tomó la mano. Temblaba-. Discúlpenme… tengo que ir a hacer las maletas de mis hermanos.

Hizo una inclinación con la cabeza y subió las escaleras sin esperar a que nadie le respondiera nada. Alfred observó al pequeño Wesker con pena.

-¿Cómo estás…?-inquirió en voz baja. Albert lo miró, observando sus finas facciones con una ceja alzada.

-Es una pregunta estúpida la que estás formulando, Alfred-dijo con la voz ronca-. Si a ti te hubieran dicho hace cinco minutos que tus padres murieron… ¿cómo estarías?

-Lamento la idiotez de mi hermano, Albert…-dijo Alexia con su tono musical-. Vinimos a acompañarlos…

La puerta de la sala contigua se abrió y salió Hans, seguido de William y un lloroso Jonah. Spencer llegó después, y luego de un gesto de despedida cerró la puerta de salida de la casa tras de sí. Aprovechando el molesto silencio que se formó después, Albert subió corriendo las escaleras y fue a la habitación que compartía con Laura y Hans. La chica estaba allí doblando la ropa de todos y poniéndolas en las maletas.

-Tengo mucho que hacer…-susurró con los ojos llorosos mirando a su hermano-. Somos muchos y hay mucha ropa que arreglar… Felicia seguramente elegirá vestidos y Miles y Derek deberán llevar sus juguetes también… la guitarra de Hans no cabe en la maleta, Albert, tendrá que llevársela en la mano… ¿Quieres que empaque también tus partituras? No… no creo que sea necesario… luego podremos volver por ellas, ¿no…?

Albert miró a su hermana sintiendo un nudo en la garganta. Se acercó y se abrazó a su espalda, enterrando el rostro en el cabello rubio de dulce olor.

-¿Necesitas ayuda…?-le murmuró. La chica comenzó a temblar, sacudida por el fuerte llanto que la atacó. Albert la abrazó con fuerza, intentando ser un pilar para la muchacha que se desarmaba en llanto frente a él. Él mismo se sentía sin fuerzas para continuar… ¿había futuro cuando todo se rompía alrededor?

-Hay que cuidar de los más pequeños, Albert… somos los mayores…-dijo con un hilo de voz-. Derek… él te adora, Albert… Irma es solo un bebé, pero… hay que cuidarlos a todos… Hans también está triste, aunque no lo quiere demostrar… tú te llevas mejor con él, ayúdalo…

-Sí… te ayudaré a hacer las maletas de los demás, ¿de acuerdo…?-Albert acarició el blanco rostro de su hermana- Tenemos que ser fuertes… ahora más que nunca…

-Lo sé…

Albert salió de la habitación reprimiendo el impulso de echarse sobre su cama a llorar. No tenía tiempo de hacer eso ahora. Cerrando los puños con rabia caminó por un pasillo alfombrado hasta la habitación de Irma y los gemelos Miles y Derek. Éste último salía por la puerta, caminando torpemente.

-Al…-susurró con los ojos llorosos. El rubio tomó en brazos al más pequeño y le dedicó una sonrisa llena de amor.

-¿Qué pasa, Derek…?-le dijo acariciando su naricilla. El pequeño sonrió y señaló hacia la puerta de la habitación de enfrente. La habitación de Ken y Hiro.

-Ken está llorando…-balbuceó. Albert abrió la puerta de la habitación. En efecto, Ken, que tenía problemas con la ira a sus tres años, lloraba abrazado a su caja con lápices de colores.

-Ken… deja de llorar…-susurró Albert bajando a Derek al suelo. El chico se sentó en la cama y miró a su hermano mayor.

-¿Llegarán papá y mamá…?-preguntó inocentemente. Le mostró un crayón amarillo roto por la mitad- Le diré que Marco rompió mi crayón…

Albert tragó saliva. Sabía que algo así pasaría. El poco entendimiento que los niños pequeños tenían de la muerte era doloroso para lo que tenían que explicar. Sintió un leve parecido a Spencer, intentando explicar algo así de fuerte a un pequeño.

-Ken… Mamá y papá no llegarán… ellos…-soltó un par de lágrimas, intentando controlar su voz para seguir hablando-. Ellos se han dormido…

-Hay que despertarlos…-dijo Ken acariciando su crayón amarillo. Derek se rió desde la puerta.

-¡Despierta, mamá…! ¡Despierta, papá…!-canturreó saltando. Albert cerró sus ojos unos segundos y abrazó a Ken.

-Ellos no despertarán…-dijo en voz bajita. Desde la puerta se oyó bajo una tos. Hans había entrado y los miraba sin ninguna expresión en su rostro.

-Yo les explicaré a todos, Albert… tu sigue haciendo las maletas de los chicos-articuló suspirando. El chico obedeció soltando a Ken y acercándose a su hermano mayor.

-Intenta tener tacto-dijo antes de salir de la habitación. No pasaron ni diez minutos y los llantos de casi todos los niños llenaron la casa. Alexander Ashford subió casi corriendo las escaleras y fue a ver lo que pasaba. Albert suspiró y se desentendió de la situación sentándose junto al piano de cola. Lloró en silencio tocando aquella melodía que su padre le había enseñado, lenta y penosamente. No se dio cuenta cuando Hans se sentó a su lado y comenzó a tocar junto con él.

-“Moonlight Sonata”-susurró su hermano mayor mirando las teclas. Albert guardó silencio tocando y llorando a la par-. Ashford me echó de la habitación, dice que fui muy descarado para hablar…

-Cuando no lo eres…-comentó Albert en voz baja, como un suspiro.

-Solo quería que supieran la verdad, Albert… tú me crees… no es por crueldad…

Hans dejó de tocar el piano para abrazar a Albert. El chico cerró sus ojos con fuerza y golpeó las teclas antes de corresponder el abrazo. Las lágrimas caían sobre el chaleco de Hans mientras Albert lloraba.

-Crueldad… crueldad es quedarse sin hacer nada… ni siquiera llorar por tus padres muertos…-susurró el chico. Hans se encogió de hombros.

-Lloraré cuando tenga que hacerlo, pero ahora hay que ser fuerte-dijo simplemente. La puerta de la habitación se abrió y dos chicas entraron por ella. Alexia, seguida de una llorosa Laura. Ésta última corrió hacia sus hermanos y los abrazó. El silencio llenó la habitación, y toda la casa. Ningún Wesker pronunció una palabra más esa noche.

 

La mañana siguiente llegó lluviosa sobre Raccoon City. Con sendos abrigos, los niños Wesker (Hans, Albert y Laura, tomados de la mano, William, Jonah, Marco, Felicia y Alex, Ken, Derek y Miles, Hiro y una durmiente Irma) salieron de la casa llevando paraguas rojo con blanco. Tres autos BMW negros con el logo de Umbrella los recibieron y condujeron a las afueras de la ciudad. En las colinas de Arklay, luego de más de una hora de camino torcieron por un camino de tierra que los llevó a una enorme mansión de dos pisos. Entraron asombrados y empapados, y una multitud de científicos y guardias los recibieron abrazándolos llenos de tristeza. Los abrigos mojados fueron dejados olvidados en el vestíbulo, mostrando los atuendos oscuros de los niños rubios. Los hicieron pasar a todos juntos al comedor, donde la gran mesa había desaparecido para recibir a la gente que le mostraba sus respetos a los fallecidos Wesker. Albert sintió que sus piernas no le respondían mientras Laura tironeaba de su mano para caminar hacia los ataúdes, que estaban herméticamente cerrados. Hans escondió su rostro bajo su largo cabello, y los niños más pequeños rompieron en llanto al ver las fotografías de sus padres sobre cada uno de los ataúdes.

Notas finales:

OwO

 

 

comenten, please... necesito saber si estoy perdiendo mi tiempo o no con esto...

 

pronto subiré dibujos del fic, paginas de comic o cosas así...

 

 

see ya later!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).